Partida Rol por web

- No parece de mucho interés.- Confirmó a Leiath y volvió a salir al pasillo.

- Quizás haya algo en la zona que no vemos, pero no tenemos tiempo para jugar con los ratones. Por mí sigamos.

Cuánto les llevaría averiguar cómo controlar a los roedores para que sacaran lo que estuviera allí dentro? Parecía demasiado complicado para que luego no hubiese nada.

Cuando Piedmon se encontró con el resto de pacientes se alertó pensando que podrían tratarse de nuevos guardias, pero cuando confirmaron sus identidades no hizo nada más. Simplemente se limitaba a seguir al resto que se dedicaban a investigar cada centímetro de aquel supuesto desván. 

De momento no parecían que encontraran nada de interés, así que no hizo mucho ademán de participar o intervenir en lo que el resto iba haciendo.

Aire estaba encantada con la nueva amiga que habían encontrado. ¿Cómo se llamaría? Le encantaría saberlo, pero el tema del idioma era complicado

YO... dijo en voz alta, señalándose AIRE, ¿TU? la señaló, esperando que la criatura pudiese responder con algo más que un  silbido. Se quedó atenta a ella. ¿Cómo podrían jugar? Si la intentaba tocar, ¿la atravesaría? ¿O sería una sensación viscosa? La curiosidad mágica de la muchacha. Y al llegar a la habitación de los roedores, esa curiosidad se dividió en dos.

Hay muchos magos que practican con animales decidió tener un recuerdo de su pasado con un mago con animales. Le apetecía que fuera acertado ¿Y si ese ratón, al llegar al queso, activa una puerta secreta? Aunque también puede ser una trampa. ¿No os apetece intentarlo? Quizá conseguimos no solo a fiu fiu, si no a un ratón como nuevos integrantes del Aquelarre. 

- Puedes intentarlo si quieres mientras seguimos explorando.- Le dijo a Aire.- Quizá tu nueva...amiga pueda ayudarte.- Él era más de la opinión de Leiath de que no serviría de nada. Onfale empezaba a sentir la presión del tiempo. En el piso de abajo y en el exterior había dos máquinas de matar y todavía no habían encontrado sus cosas. Llegaría el momento en el que tendrían que decidir si salir de allí  sin nada o exponerse a una terrible muerte.

- Leiath, ¿qué ha pasado con los demás? ¿han continuado con Rehner?

La bruja no tenía mucho que contar al perfumista, no se había quedado tanto tiempo.

- Nada que no se viera venir. Isabela parecía haberse recobrado de la última sesión de tortura y, como era de esperar, rodeó a Rehner como si fuera serpiente a punto de atacar a su presa. Yo le pedía al 'amable' doctor una señal de que colaboraría, que me diese algo que me demostrase su buena fe, y él en cambió decidió hundir más el dedo en las heridas de la desquiciada mujer. Estaba demasiado preocupada por ti para perder más el tiempo con ese anciano detestable.

- Entiendo...-Aquello era una jaula de grillos. Desde luego lo que le pasara al doctor le traía sin cuidado, pero sí al enano tullido, por ejemplo, y los demás pacientes.- Ese cabrón es un mentiros y un sádico. Sólo espero que nuestras cosas sí que estén aquí de verdad. Necesitamos recuperarlas.- Cada vez veía más claro que la nieta del Rehner no iba a estar en el desván.

¿Fifí?-silbó la criatura de aire, sin entender lo que le decía Aire.

Seguramente le quedaría el nombre de Fifí, como si fuese uno de esos elementales de piernas sin depilar que escriben poesía y hacen baguettes.

La inspección del desván era muy lenta, ya que Onfale se tomaba sus precauciones con cada puerta. De los tres lugares en la zona este del desván que les quedaba por investigar, dos de ellos eran almacenes que acumulaban un montón de trastos viejos. Seguramente ahí estaban las cosas de menos valor de los pacientes del Sanitarium. Ropa vieja, y demás cosas inservibles. Las cosas de personas como Onfale deberían estar en otra habitación con mayor seguridad, pero si rebuscaban podían hacerse con algún objeto útil.

La tercera puerta salía a la azotea del ala este. El brillo metálico del Marut tililaba al brillo de las estrellas, sobrevolando el patio. Pero seguramente el constructo estaba demasiado lejos como para verles... ¿o tal vez no? La azotea no tenía nada más relevante que la posibilidad de andar por los tejados de la zona norte. Para alcanzar el tejado de la zona sur, habría que trepar.

- Onfale, piensas que podríamos quitarnos las máscaras con el ácido que has encontrado? No sé mucho de sus usos, pero quizás deshaga las tiras de cuero, no crees?

Preguntó la bruja mientras rebuscaba por aquí y por allá; no perdía la esperanza de quitarse esa molesta máscara y al fin poder respirar como Hala manda.

- Es una medida desesperada, pero tendría que servir.- Contestó el perfumista.- Hay que tener muy buen pulso para hacerlo o nos quemará la piel. Nada grave supongo.- Merecía la pena correr el riesgo, aunque no estaba seguro de poder soportar ver su reflejo en un espejo. ¿Cómo estaría su cara después de tantos días sin cuidarla? No tenía mucho vello facial, más que nada pelusilla, pero nunca le había gustado. Eso sin pensar en su pelo, su lustroso pelo que con tanto mimo cuidaba siempre. Como había dicho Rehner se lo habían cortado y vete tú a saber cómo habría crecido aprisionado por la máscara.

No, da igual Aire se encogió de hombros ante la posibilidad de quedarse sola. Le gustaría experimentar, pero no era ingenua. Sin magia y si alguien fuerte a su lado, no tendría opción de defensa. Seguir todos juntos era la mejor opción

¿Fifi? ¡Oh, qué bonito nombre! ¡HOLAAA! alzó la voz mientras movía la mano a modo de saludo. Desde luego, ese sitio era de locos, pero se había encontrado con una hija (que había abandonado por estar loca perdida) y ahora una nueva amiga. El ratón podría ser el siguiente, pero tendría que esperar. ¿Vienes con nosotros? No sabemos muy bien donde estamos, pero cuantos más seamos mejor, ¿sí? a la muchacha le encantaría hablar el idioma de esa criatura, pero estaba fuera de su alcance. Quizá, si pasaba mucho tiempo con Fifi, conseguiría aprender algo en su idioma y comunicarse medianamente, pero sería realmente complicado.

Entró en la habitación con la ropa vieja, pero no sintió allí a Aristóteles. Por si acaso, se puso a rebuscar Venga, Fifi, ayúdame

Piedmon seguía por ahí dando saltos y dando vueltas gracias a la pértiga que había cogido, pero sin hacer nada útil por el grupo. Lo de buscar no iba con él. Él era más de encontrar objetos a simple vista y llevárselos en la mano para creer que eran sábanas mágicas o electrocutar a los demás con un disco verde. 

Fuera como fuese confiaba en que el resto pudieran encontrar algo que les fuera de ayuda, o que le sirviera a él, ya fueran nuevos llaveros o alguna sábana que verdaderamente fuese capaz de obrar su magia.

¡Fififiuuuu!-exclamó Fifí ilusionada con poder rebuscar al lado de Aire, o cual sea el sentimiento que la criatura tratara de expresar.

Leiath encontró un candelabro de plata bastante caro, una delicada lupa también bastante cara y... ¡zapatos! ¡Y ropa interior para vestir por debajo de la túnica que rascaba! Nunca valoras las cosas importantes hasta que has pasado unas horas sin ellas. El calzado y el calzón formaban parte de un traje de espeleólogo, con lo que también encontró más ropa bonita (aunque poco femenina) como una camisa de leñador y un casco de minero.

Onfale encontró un jarro de arcilla para llevar cosas, una enorme red de pescador y un carcaj. Al inspeccionar el carcaj por si encontraba allí alguna punta de flecha con la que poder cortarse las venas por un tesoro tan poco valioso, encontró un compartimento secreto vacío.

Aire y Fifí encontraron unos grilletes que harían pensar a cualquiera que en el Sanitarium estaba interno un pervertido con unas desviaciones muy particulares.

Poco más de valor podrían encontrar allí, pero aún les quedaba por inspeccionar todo el desván oeste, y las puertas dobles del unicornio y el león.

Piedmon se quedó mirando la cantidad de objetos inservibles que había en el desván y para él nada de eso le resultaba de utilidad. Además, pensaba que necesitarían una mochila o algo diferente al cántaro para poder meter todos esos objetos. Quizá lo único útil podría ser la red, que con ella podrían atrapar a alguno de sus futuros enemigos. Aún así se quedó esperando a ver cuál era el siguiente paso que iban a dar.

- Aquí ya no hay nada más.- Afortunadamente la máscara ocultaba la expresión de envidia que mostraba su rostro al ver las cosas que encontraban los demás, sobre todo Leiath. Durante un fugaz momento pensó que todo debía ser para él puesto que había subido allí solo, bueno, o con Piedmon.- Vayamos al otro lado. Yo dejaría la puerta doble para el final.- Parecía que Aire y Fifí estaban confraternizando. ¿Podría servirles de algo en algún momento?

Leiath se quedó mirando el tesoro que había encontrado sin saber muy bien qué pensar de él. Y es que, el valor es sin duda relativo. Para un pobre granjero que se encuentra el saco de sal que se le ha caído a un mercader en medio del camino, el destino y los dioses le han sonreído. Para un aventurero perdido en el desierto, un saco de sal no es más que una broma pesada.

De qué les serviría todo aquello? Por más vueltas que le daba, no les veía ninguna utilidad en esas circunstancias.

Antes de continuar, poneros en fila- ordenó la bruja.

Sin contar a Fifi ni a ella misma, había tres enmascarados que ella hubiese logrado identificar: Onfale, Piedmon y Aire. Se supone que Alice andaba por allí pero no sabría decir dónde.

Se dispuso a repartir lo que había encontrado.

A Onfale, su claro favorito, le hizo calzarse las botas, las rodilleras, las coderas y finalmente la bandolera.

Ale, así vas más protegido cuando te adelantes a inspeccionar. Guárdate en la bandoleras las llaves y la lupa- le pasó las llaves que había llevado ella hasta entonces y la lente con marco de plata que acababa de encontrar.

El casco de minero y la camisa de lana se lo ofreció a Aire para que no cogiese frío y para que le protegiese un poco si alguien quería golpearla en la cabeza de nuevo.

La chaqueta de cuero se la dio al saltimbanqui, para tenerlo identificado más que nada.

Ella se quedó con el calzón (que tenía el culo ya algo frío) y con el cinturón, que se colocó por fuera con el propósito de ser identificada con facilidad por el grupo ahí presente.

Tenemos alguna bolsa donde podamos guardar el resto de las cosas?- no le hacía ninguna gracia tener que ocupar las manos con el candelabro y las velas. Qué lástima que entre tanta baratija no hubiesen encontrado un simple petate. Aunque quizás pudiesen improvisar alguno.

Onfale recibió las cosas de manos de la Bruja de Hala con gratitud. Su pasado le había enseñado a apreciar las cosas materiales. Cuando no se tenia nada sólo se podía ir a mejor.

- Yo guardo lo que he ido encontrando en la funda de la almohada.- Dijo mientras se ponía las botas en los pies descalzos.- Mételo ahí.

Los grilletes casi se la cierran en sus muñecas al encontrarlos. Los alzó para que Fifi también pudiera verlos y se los enseñó a los demás ¡Mirad! ¡Unas esposas! Con esto, si el viejo sigue vivo, podemos atarle, ¿Verdad? se las acercó más a Fifi Pero a ti no se te puede atrapar con esto, ¿verdad? las movió como si fueran un sonajero Al fin y al cabo, estás hecha de mi nombre, jijiji la ocurrencia era absurda, pero hizo que la muchacha se riera sola durante unos segundos.

Tras la orden de Leiath, se puso en fila con los demás e hizo un gesto a Fifi para que se pusiera a su lado. Ahora ella era una más

¡Oh, muchas gracias! dijo al recibir la ropa de la bruja de Hala. La camisa se la puso por encima de la túnica, e intentó lo mismo con el casco, aunque no sabía si tendría éxito por la máscara. Casi vamos todos combinados. se colocó delante de su nueva amiga y abrió los brazos ¿Te gusta, Fifi? ¿Voy guapa?

¡Fifiú!-exclamó el pequeño elemental de aire, no se sabe para decir qué.

El grupo de locos volvió sobre sus pasos. Cuando ya estaban de nuevo en el centro del desván, dos locos más salieron de la puerta que daba a las escaleras. Uno de ellos tenía el extremo de una cuerda en una mano, seguramente la cuerda que servía para tirar de la trampilla desde el piso inferior. Thimaz atrapó la cuerda cerrando la puerta, y usó el cabo para atarlo al pomo. Aún así, bastaría subirse a una banqueta con un cuchillo para cortar la cuerda desde el dormitorio del doctor Rehner, de modo que la trampilla se abriese. Si querían bloquear el paso para que nadie les siguiese, iban a necesitar algo más.

Por lo demás, los recién llegados vieron que se había sumado al grupo un pequeño elemental de aire, y algunos se habían pertrechado con ropa para distiguirse entre ellos: un cinturón por aquí, un casco por allá, unas coderas en los brazos, un chaleco sobre la túnica...

Ey, chicos... ¡Qué bien que llegasteis! Hay dos habitaciones llenas de tesoros al fondo a la derecha-dijo uno de los pacientes sin accesorios, señalando el pasillo de la izquierda.

Sin embargo, solo tenían una fuente de luz (a no ser que encontrasen un modo de encender las velas del candelabro encontrado por Leiath): la linterna sorda cogida en el dormitorio de Rehner. Así que era complicado separarse en la oscuridad... salvo para el enano Thimaz.