Partida Rol por web

Es cierto que Aire habló con ella. Dijo asintiendo ante sus palabras. Así que creo que no perderíamos nada por intentarlo, quizá esté dispuesta a colaborar, y aquella absurda charla que tuvieron hace unas horas, realmente hubiese valido para algo. Aunque como bien dice Aire, más bien quería comérsela, así que no sé lo que podrá pasar. 

Dijo mientras el brillo de su escama recuperaba las posibles heridas de sus compañeros y más adelante se ocuparía de protegerles de cualquier posible daño que les hicieran. 

Otra pérdida más, otro paso más cerca. Avanzaban a duras penas el camino marcado por Hala.

Hablar con un dragón? El mero hecho de pensarlo le ponía la piel de gallina a la jóven Leiath. Pero no parecían tener más opciones.

- Mmmmh, de acuerdo, podemos intentarlo, pero dejad que me ponga lo suficientemente cerca para que le afecte mi circulo de protección no vaya a ser que se haya vuelto loco como los otros.

A propósito, demonio que te haces llamar Laón - dijo con todo el respeto que pudo encontrar por esa criatura- tú tampoco te deberías alejar mucho de mí. Parece haber algo en el aire que vuelve locos a todos y si te alejas perderás la cabeza y posiblemente acabes muerto.

Si Laón quería huir, le acababa de dar una buena razón para quedarse.

Allí estaba parte del fruto de tantos años de entrenamiento, de tantas privaciones, en ese combate contra el demonio se había demostrado que la cantidad de tiempo invertido en el estudio del Art había dado sus frutos, sin sus armas de combate había podido plantar cara a un adversario tan formidable como ese demonio. Ciertamente no lo había hecho solo, pero si había participado activamente tanto debilitándolo, como causándole daño. Una sensación de relajación se posó sobre el joven guerrero arcano, a pesar de la situación, la sensación de tranquilidad que da el haber superado un examen pendiente de hacerse. Y esa sensación se posó en todo su ser contrarestado, en parte, la de congoja por la misión que tenían entre manos. El hecho de recuperar las armas también ayudó.

Con sus arreos de combate otra vez en su sitio, el grupo alcanzó la planta baja de aquella construcción. Llegando a las dragoneras... donde Alice perdiera la vida. Por lo que mencionaba Laón, podían llegar de diferentes modos, los propuestos por el creador de la Rosa tenían su sentido. Llegar volando, ya fuera mediante un conjuro o un dragón. Alice, la maga más poderosa del grupo no estaba en condiciones... tal vez Becky pudiera lanzar ese conjuro, tal vez mediante un pergamino adquirido al comerciante que viera con Leiath. La opción de la dragona tal vez pudiera resultar, si bien teniendo presente sus últimas experiencias con dragones rojos, a pesar de ser peligrosa.

-Veamos cómo va el parlamento con la dragona, si se nos complica, tal vez pudieramos adquirir un pergamino de volar en grupo que pudieran usar Becky o Aire.

- Gracias.- No era un hombre demasiado dado a los agradecimientos pero Flame le había salvado de un buen golpe. Con un gesto de desagrado se recolocó el hombro. Se lo merecía pro su torpeza. No podía cometer aquellos errores. Con el bébilith hecho pedazos todo fue mucho más fácil. Los nervios de acero del eunuco hicieron el resto: trepar y abrir la cerradura con sus ganzúas fue coser y cantar.

Juraría que me ha palpado...- Estando visible Laón se lo subió a hombros para bajarle con gran soltura. Era interesante pero no podía fiarse de un demonio. Tras ponerse a salvo y recuperar sus cosas reobró la visibilidad. Fue entonces momento de plantearse el siguiente paso.

- Probemos suerte pues.- Se resignaba ya a los planes improvisados y, sobretodo, peligrosos.

 Tranquila, humana-dijo a Leiath-. Soy yo el que tiene más interes en no despegarme de vosotros. No quiero que os marchéis de este plano sin mí.

El grupo se acercó hasta el gran portón que estaba abierto cuando los zovuts limpiaban a la dragona que habló con Aire. Bastó con tirar de la palanca para que un ruidoso mecanismo empezase a desplazar la compuerta. A lo lejos, el asesino de Alice levantó el morro del cadáver que estaba devorando y miró en dirección al ruido sin dejar de comer. Estaba claro que les había visto, pero por el momento su interés no pasaba de ahí.

Cuando la compuerta se abrió lo suficiente para pasar, pudieron ver la pila de oro que hacía de cama para la dragona, que levantó el cuello ante la presencia de los intrusos. En el lado opuesto de la habitación, el gran agujero que daba al exterior, protegido de la energía negativa (y seguramente también de la teleportación) con un campo mágico de color azulado.

Vosotras otra vez...-susurró al reconocer a Aire y a Flame.

La idea de que Leiath se acercase no era del todo buena. Para empezar, estaban todos tan pegados unos a otros para proteger su mente en el círculo de protección contra el mal que un aliento de fuego les cogería a todos. Además, para que el círculo protegiese también a la dragona, Leiath debería estar literalmente ante sus fauces.

Al ver a la enorme criatura, Leiath cambió de opinión y se mantuvo a más distancia de la necesaria para que el circulo de protección le afectara. Y es que el hermoso dragón imponía respeto.

Lo de los hombres era increíble. Aún Jadewo no se daba cuenta de qué Becky  sería incapaz de leer un pergamino como aquel. Pero no iba a ser él quien le abriera lo ojos al apuesto caballero. El perfumista se mostró bastante nervioso en el momento de accionar la palanca y abrir la puerta de la dragona que parecía haber mantenido anteriormente una conversación con Flame y Aire.

- No parecen tan amigas...-Susurró a Tybalt, al que se mantenía pegado a su espalda como si fuera un escudo que pudiera protegerlo del aliento de un dragón rojo. No estaba especialmente interesado en volver a sentirlo. Una cosa era que Leiath pudiera traerlo de vuelta, recuperar su cuidado aspecto, y otra muy diferente ser masoquista. Las llamas habían lamido su piel provocándole un dolor que le había hecho perder la consciencia y desear morir. 

Desde luego había que tener cuidado con lo que decía Aire pues a veces no correspondía más que a una impresión de su mente infantil. Onfale se mantuvo en alerta a la espera de lo que pudiera depararles aquella conversación y, sobretodo, vigilando al dragón loco que había chamuscado a Alice y a él mismo.

¡Hola! ¿Qué tal? Aire habló a la dragona como si se conociesen de toda la vida. También saludó Aristóteles.

He estado pensando, ya que no estás nada contenta aquí y te gustaría irte por ahí a tus anchas y vivir tranquilamente sin que nadie te diga lo que tienes que hacer como una gran dragona, que a lo mejor te interesaría que nos ayudáramos mutuamente levantó las cejas varias veces y a gran velocidad.

Quiero decir que si nos unimos todos, podemos lograr un objetivo común. Tú nos ayudas primero, después nosotros a tí... ¿Qué me dices?

Tybalt había sido más que un figurante en la batalla contra el Bebelith. Por muy mágica que fuese su espada, la resistencia de la criatura iba más allá del poder imbuido en su hoja. Pero ello no le impidió unirse al combate para sustituir al minotauro y por lo menos atraer la atención de la araña para que no atacase a los que sí podían herirla. No es que el tiflin tuviese poco apego a la vida, después de todo ya murió una vez y estuvo a punto de hacerlo un par de veces más. Sin duda se había acostumbrado a pasear en el limbo entre el mundo de los vivos y el más allá. Con su libertad había recuperado el control de su destino pero, irónicamente, había decidido entregarlo voluntariamente a una entidad superior y servir a la causa de una diosa que se preocupaba por él. De modo que no dudó ni un segundo en hacer de escudo para sus compañeros.

Por suerte, y a pesar de su determinación por entregar su vida, Tybalt no sufrió la misma suerte que el minotauro. La magia combinada de Aire, Leiath y Jadewo pusieron punto y final a la huida del gigantesco arácnido. Con la batalla finalizada de manera tan inesperadamente rápida consiguieron liberar al artesano, conseguir algo de información sobre cómo destruir la Rosa y salir de allí con Laon suplantando al minotauro. Todo había salido a pedir de Hala. 

El siguiente paso a seguir consistía en hallar una manera de acceder a la parte superior de la puerta como el propio Laón les había rebelado. Y una vez más fue Aire, secundada por Flame, quien los sacó del apuro. Parecía ser que la esquizofrénica maga pudo hacer alguna extraña y seguramente frágil amistad con uno de los dragones rojos del lugar. De modo que, sin perder tiempo, fueron hasta encontrarse con la mítica criatura para comprobar la posibilidad real de llegar a un acuerdo con el peligroso reptil. -Espero que sea cosa de dragones... el que nos cruzamos tampoco parecía muy simpático.- Respondió en tono confidente al eunuco. Tampoco se había olvidado de que hace no mucho había sido atravesado por las fauces de otro dragón, pero la locura reinante era suficiente como para no realizar un juicio muy severo. Por el momento no había pista alguna de cómo se desarrollaría la conversación. Tan pronto podían empezar la negociaciones como podían ser pasto de las llamas...

Jadewo se mantuvo en un plano secundario, más atento a los alrededores, especialmente el dragón rojo que había matado al otro dragón rojo, que que no a la dragona actual con la que Aire decía tener amistad. El lugar era peligroso y no estaba de más estar al caso de todo.

Flame se mantuvo expectante a la respuesta de la dragona. No podía evitar contener la respiración, estaba muy nerviosa por lo que podría pasarles, pero especialmente estaba más que preparada para tener que salir corriendo en caso de que el gigantesco reptil vomitara fuego sobre ellos. Lástima que no fuera ácido, pensó la lagartona.

¿De qué mierdas estás hablando, maldita loca de los huevos?

¿Y que tal un "gracias, muy amable por contar conmigo para esta oportunidad, qué tengo que hacer"? Uh... quiero decir... Tenemos una clériga que lanza el mismo tipo de conjuros que las huécuvas, para protegerse de la energía negativa, y...-Becky se escondió tras Aire, como si ese delgado cuerpo pudiese servir de parapeto si la dragona desatase su furia-Perdón, ilustrísima dragona, ya me callo, no me coma.

Hay algo en la Puerta de Orcus sin lo que no estoy dispuesta a mover ni una garra.

Ayer, los zovuts me quitaron a mi hijo. Se llevaron su huevo por la escalera

de caracol. Si lográis traerme ese huevo, os ayudaré, no antes. ¿Hay trato?

Por supuesto que no. Por supuesto que no podía ser tan fácil.- Los hombros del mago cayeron abatidos mostrando su estilizado cuello. Nunca había sido muy religioso, al menos de una deidad con apariencia humana. Al parecer éstas eran tremendamente caprichosas y Hala no lo era menos. Para que la dragona les ayudase hacía falta hacerse con un huevo en poder de los zovuts. Para nada había servido evitar el combate contra aquellos terribles seres pues ahora, si querían continuar, debían masacrarlos y robarles el preciado huevo.

- Ains...- Suspiró mirando a los demás en busca de su confirmación para la nueva misión que se les ponían por delante.- Bendita sea Hala por hacernos pasar por múltiples pruebas que nos ayudan a mejorar continuamente.- Dijo no sin cierto sarcasmo. Con un movimiento rápido y cierta satisfacción volvió a accionar la palanca que encerraba a la dragona.- Volveremos con tu huevo. Espera aquí.- No iba a dejar la puerta abierta para encontrarse a la vuelta con que la dragona se había pirado.

Zovuts. Unos adversarios temibles, especialmente su capacidad para drenar el alma con la mirada. Aunque tal vez, con suerte, no hiciera falta enfrentarse a ellos, se llevaron el huevo... ¿tal vez para dejarlo en algún tipo de incubadora? ¿Cómo un presente? ¿Para predisponer a la cría a servir a Orkus? En cualquier caso lo más seguro es que estuvieran vigilados.

-Es una tarea difícil, ya no solo por estar custodiados, sino para hallarlos en este lugar. ¿En que planta pueden estar, en qué habitación?

Entre las riquezas con las que me agasajan para que olvide mi condición
de prisionera, en una ocasión había un pequeño alfiler de oro. Temiendo
que acabarían por llevarse a mi hijo, clavé esa aguja en el punto más
convexo del huevo, arriba de todo. Los dragones rojos tenemos la
capacidad de localizar objetos, por lo que pude seguir el trayecto de
la aguja. Solo obtenía vectores: distancia y ángulo, pero he tenido
horas para calcular mentalmente las tangenciales y los movimientos
compuestos.

Subid la escalera de caracol hasta la entreplanta. Diez pies a la izquierda,
treinta pies de nuevo a la izquierda, veinte pies a la derecha y otros diez
pies a la izquierda. No tiene pérdida.

Por supuesto, esa solo era la ubicación de la aguja de oro. No se podía descartar que se hubiese desprendido del huevo, o que alguien la hubiese retirado a posta. Onfale tiró de la palanca, y la puerta volvió a encerrar a la dragona en su cubil.

Aquella era la segunda vez que Leiath y Jadewo subían las escaleras de caracol. Para otros, era la tercera. Flame y Aire habían pasado por esos escalones cuatro veces. Tenían los gemelos como bolas de mangual. Esta vez fueron más cautos. En cada revolución de la escalera vigilaban que el asesino de Alice siguiese comiendo. En una de esas secciones de la estructura, aún permanecía la columna central tiznada de negro en el lugar en el que Onfale casi muere.

No era el momento para responsos, ni homenajes. Estaban en una carrera contrarreloj. El círculo de protección no duraría mucho, y pronto podrían volver a enloquecer... treinta pies más arriba, Leiath lo notó: el conjuro se había acabado.

Por lo demás, las indicaciones fueron correctas. Llegaron a la entreplanta y avanzaron por un pasillo. Cuando tocaba girar a la derecha, se encontraron con que allí había una puerta de metal. Onfale tocó su pomo: estaba caliente. Jadewo acercó el medallón luminoso a la cerradura para escudriñar el interior de la habitación, pero la luz no penetraba, como si aquella puerta diese a un agujero negro, o hubiese activo un conjuro de oscuridad.

Aire sabía que la dragona era una cascarrabias, pero que en el fondo era buena y maja y todas esas cosas que se dicen de los amigos. Aunque se había llevado un insulto, no la importaba. Se podrían marchar todo tras esa nueva misión.

Aunque la historia era muy triste. ¡Habían raptado a su hijo! ¡Que mal nacidos! ¡Cómo se atrevían! Viendo ese lugar, seguro que le utilizarían para cosas siniestras, y no quería que eso le pasara a su futuro ahijado. Le gustaría preguntarle por el padre del hijo, por si había que rescatarle, pero Aristóteles negó en silencio con la cabeza.

Muy bien, vamos a por él. Ahora volvemos a por tí dijo, convencida de esa nueva misión.

Tras subir las escaleras corriendo, llegaron hasta la puerta en la que posiblemente se encontraba el huevo.

Dice Aristóteles que si es muy complicado o no podemos hacerlo, no tenemos que volver a por la dragona, pero habría que encontrar otra solución. Pero me parece muy cruel y no quiero abandonar a mi amiga y mi ahijado

Flame suspiró molesta por no poder conseguir todo a la primera de cambio. Ya se imaginaba que Hala, el destino, o lo que fuera, siempre se ocupaba de poner más y más trabas para concluir su misión. Estaba destinada a permanecer en ese plano más tiempo de lo necesario, y probablemente se debía todo a la culpa que sentía por la presencia de las brumas.

Tratando de quitarse esa idea de la cabeza que de cuando en cuando le aparecía, decidió acercarse junto a Onfale a analizar la cerradura. Parecía que cuando entraran allí dentro tendrían un gran problema, pero ahora el primero de todos ellos era el pomo de la puerta. La muchacha lo analizó, era extraño pues nadie la habría visto jamás preocuparse por una cerradura, pero es que siempre había habido alguien que se ocupase de ellas, pero esta vez quiso ayudar al eunuco, sabía que escuchando y dándole alguna indicación, quizá pudiera servirle de ayuda. Al fin y al cabo, llevaba mucho tiempo observando a Onfale y a otros como Fosco, manipular ese tipo de objetos.

La petición de la dragona dejó pensativa a Leiath; un huevo... Cómo se aparearían los dragones? Estaría el padre del huevo también por los alrededores? Estarían ambos dragones emparejados por vida?

Ay, había tantas cosas que desconocía, pero no iba a ser ella quien entablase una conversación amistosa con un dragón maligno. A lo que le llevó al siguiente pensamiento; por qué no habían tenido la suerte de encontrarse con unos dragones buenos a los que liberar? En fin, cuanto más duras fueran las pruebas, mayor la recompensa, o eso esperaba.

Pronto su temor por tener que enfrentarse a los Zovuts fue reemplazado por algo parecido al pánico. La magia del círculo de protección se había desvanecido.

Ya no está! Lo siento, ya hemos perdido el hechizo- se disculpó la bruja, pues sabía que si su conexión con Hala fuese más intensa, no tendrían que pasar por eso-. Tened cuidado, y si os sobreviene un pensamiento terriblemente malo, intentad combatirlo y recordad que no viene de vosotros mismos. Sed fuertes!

Leiath se quedó taciturna. Se sentó por un momento para descansar las piernas, que las tenía destrozadas, mientras Onfale y Flame se ocupaban de la cerradura. Se sentía tan cansada...

Aquella dragona hacía honor a la inteligencia que se adjudicaba a las bestias de su especie. Sólo una mente privilegiada como aquella podría hacer esos complejos cálculos. Daba casi pena volverla a encerrar pero tenían que continuar. Subieron y subieron escaleras y el dolor de los gemelos pasó a un segundo plano cuando Leiath les anunció que sus protecciones se agotaban. Aquello complicaba aún más las cosas, como si no estuvieran ya complicadas lo suficiente. Una puerta se interponía en su camino. 

- Está caliente...- Dijo al tocar el pomo. Además la luz de Jadewo no penetraba.- Mmmm.- El mago se acariciaba la suave barbilla intentando estudiar la cerradura, la puerta y si había magia en todo aquello.- Rodeadme para que nada me distraiga,creo que con algo de tiempo podré abrirla.- Antes de ponerse a ello sacó un pergamino y lo leyó para beneficiarse de sus efectos. Nadie podía discutirle ahora que utilizara el pergamino en su beneficio. Necesitaba estar en plenas facultades mentales para obtener el preciado huevo.- Estad atentos por lo que pueda pasar al otro lado.

El ir y venir con la armadura completa empezaba a pesarle a Jadewo, pero no era el momento de descansar, era el momento de apresurarse. Y la noticia de Leiath acerca de que su bendición había finalizado no hizo más que reafirmar su pensamiento.

Permanecía a un lado de la puerta, iluminando con el colgante para que Onfale pudiera trabajar con aquel cerrojo, como le había visto hacerlo con las jaulas donde había estado encerrado Laón. Mientras intentaba agudizar su oído intentando escuchar cualquier ruido, ya fuera des del otro lado de la puerta o de algún residente del palacio al acercarse.