Partida Rol por web

Cuando habían terminado de devorar a los negros que quedaban, Grimm hizo una seña a sus hombres y dieron carne a los hombres noqueados que al poco se fueron poniendo de pie. Mientras contemplaba la escena, a su lado podía ver a aquel encapuchado asentir y sabía que estaba haciendo lo correcto. Con todos sus hombres de pie, decidió que era el momento de ascender y para eso hacia falta más carne. Carne Aria y abajo había mucha.

Encabezando la marcha, todos comenzaron a descender por aquella cueva en dirección a la entrada del templo. Y la fortuna les sonrió cuando vieron como varios negros subían a galope, con los rostros aterrorizados sin fijarse en ellos y mirando hacia atrás.

Soren tenía claro que no seguiría en aquella cueva por lo que comenzó a correr hacia la salida. Cuando avanzó lo justo, su radio emitió ciertos pitidos. Era morse. El equipo de extracción le informaba que estaban llegando. Si se daba prisa, podría salvarse. Pero unos ruidos en los túneles superiores le hicieron entender que no sería tan fácil. Parecían risas, gritos agónicos, algo estaba pasando más arriba.

El dolor es indecible, eterno, incesante. Pero sabes cómo calmarlo y su mirada se posa en Fuchs que como el cobarde que es, hace oídos sordos a la orden del capitán y huye hacia el exterior. Le sigues a través de los túneles que ahora se ven claros para ti. Así como todos los sonidos que inundan los túneles. Y escuchas la radio de Soren que pita en su bolsillo. ¿Un mensaje?

“El Equipo de Evacuación está en camino. Equipo inglés a 20 minutos”

Y lo entiendes todo. Soren es un espía. Un maldito traidor. Y ahora está parado en medio de la cueva. Hay estalactitas cerca pero bastante sólidas y ningún hueco por el que puedas hacer que se cuele. Si ves que lleva su arma reglamentaria. Y algo más. Escuchas los ruidos que vienen de arriba. Ruidos de muerte, los mismos que seguramente han hecho que Soren se detenga ¿Acaso intentará que no le alcance? Necio.

Cuando pones la mano, nada ocurre, ni siquiera cuando apoyas el otro pulgar. El encapuchado a tu lado niega con la cabeza.

- Debes ser digno –

Y señala al líquido negro que rodea los cuerpos.

- Demuestra que eres digno –

De pronto los cánticos vuelven a empezar, esta vez con más intensidad.

Hartmann, a pesar de sus órdenes, pudo ver como Soren huía como un cobarde túnel arriba. Hoffmann tampoco respondió a su llamada y tampoco podía distinguirlo en la oscuridad. Los Negros que quedaban con vida, olvidaron el miedo a las armas nazis a pesar de los dos que había matado el capitán y se fueron todos corriendo también hacia la salida.

Y los cánticos volvieron a empezar, esta vez con más intensidad, viniendo de aquella sala en la que se había perdido Hoffmann.

El dolor ahora es menor, pero quieres sentirte mejor, y necesitas más dolor. Recuerdas al responsable de que estés en esta situación. Dejándote llevar por la necesidad de encontrar a Grimm, te internas de nuevo en las cuevas y hacia la salida, pero no tienes que salir antes de encontrarle. Y a mitad de camino ahí está, bañado en sangre, seguido de sus hombres que, como él, se han vuelto unos caníbales. Como animales, se lanzan sobre los negros que en vano, intentan huir de la cueva.

Mientras trataba de salir de aquella locura, Sören escuchó el acompasado ritmo de los pitidos que salían de su radio, unos pitidos que contenían información vital: los británicos ya estaban llegando. «God save the King», pensó para sus adentros aliviado.

Sin embargo, cuando aún estaba en esas, tratando de salir de allí, escuchó unos ruidos escalofriantes que procedían de túneles superiores. En otras circunstancias, quizá podría haber ido a ver qué ocurría, con su pistola por delante para acabar con cualquier chiflado que se le pusiera en el camino, pero después de lo ocurrido a Müller, no iba a ser tan imbécil de volver a entrar en la boca del lobo.

Corrió hacia la salida, corrió sin mirar atrás. Por los informes que había visto de Hoffmann, sabía que allí había algo de valor. Himmler no estaría interesado en lo que pudiera haber allí de no ser algo valioso. Se hablaba de reliquias, pero no se trataba de una cuestión económica, como pensaba el imbécil del capitán Hartmann. Lo que ese puñal le hizo a Müller incluso podía hacer suponer algún tipo de arma secreta mágica.

Por todo ello, Fuchs quería salir de la cueva, pero intuía que la Corona inglesa podría aprovecharse de lo que hubiera en el interior de esa cueva, fuera lo que fuera. Era hora de salir de la cueva, pero no quería simplemente marcharse del campamento y dejarlo atrás. Ojalá los refuerzos británicos llegaran hasta allí para acabar con todos esos nazis de mierda y luego investigar lo que hubiera en esa cueva. Quizá sería bueno dejar a Hoffmann con vida; a fin de cuentas, era quien más información tenía acerca de ese lugar y podrían torturarlo e interrogarlo para sonsacarle información.

Como fuera, Fuchs trató de salir de la cueva a toda prisa y, si conseguía hacerlo, esperaría la llegada de sus compatriotas británicos.

Grimm no tuvo siquiera que dar la orden: aquellos nativos corrían a sus brazos. Como perros hambrientos sus hombres se abalanzaron sobre ellos dando buena cuenta del festín. El propio sargento se hizo con su parte de la carnicería mientras disfrutaba pensando en lo sabrosa que sería la carne de los oficiales.

Gregor se sobresaltó al escuchar al encapuchado que había aparecido a su lado. Lo miró sorprendido durante unos segundos pero se recompuso para alzar firme la cabeza y asentir.

—Quiero ser digno —dijo con seguridad—. ¿Qué debo hacer para serlo?

Observó el líquido negro que rodeaba los cadáveres pero no entendió muy bien qué le estaban pidiendo que hiciera. Se acercó hasta él y lo tocó con la punta de la bota. No parecía sangre, era difícil saber qué era aquello y qué esperaban que hiciera con él. ¿Debía beberselo? ¿Tocarlo? ¿Qué clase de sacrificio se le exigiría?

- ¡Un maldito espía! ¡Scheiße! - Y aunque poco le importaba en esos momentos el Tercer Reich, la misión o el  mismísimo Adolf Hitler, tampoco iba a dejar que ese traidor se saliera con la suya. Nunca le había caído bien y siempre había sospechado algo extraño sobre su persona. Además, matándole encontraría cierto descanso en su nuevas y aterradoras circunstancias.

Poco o nada podía hacer para acabar con él fácilmente, pero tampoco tenía demasiada prisa. Le seguiría y esperaría al momento oportuno para acabar con ese farsante. No tenía dudas de que pudiera resultar, pero debía tener paciencia. Tratar de quitarle el arma era arriesgado y puede que ni tan solo pudiera hacerlo. Se acercó a Fuchs todo lo que pudo. Tenía que decirle lo que pensaba de él, aunque puede que no pudiera oirle.

- ¡Rata traidora, no saldrás vivo de esta maldita selva! - Exclamó lleno de rabia e ira.

Maldigo dentro de mi, sabía que podía ser peligroso pero no podía fallar al Régimen. Ese mal nacido de Fuchs ya tendría su merecido cuando saliesemos de aquí. Arma en mano avanzó con cautela y sigilo hacia el templo intentando ver que estaba pasando y ver las riquezas que yo iba a conseguir para nuestro cometido. Estaba visto que si quería que esto saliese bien, tendría que hacerlo yo. Así que allá vamos, a por la gloria y conseguir lo necesario para financiar nuestro régimen. 

Usando sus habilidades de subterfugio, Soren comenzó a avanzar por los túneles, pero fijándose siempre en lo que tenía delante y detrás y sin doblar una esquina antes de asomarse a través de ella. Y gracias a eso vio lo que se le venía encima. No terminaba de entender lo que veía, pero era aterrador. Los soldados nazis que antes estaban retorciéndose de dolor por extrañas fiebres y aquellos que habían quedado arriba se encontraban ahora descendiendo por los túneles agitando los brazos como bestias, los ojos inyectados en sangre y la cara bañada en sangre con trozos de carne colgando de sus bocas.

Por suerte, los vio antes que ellos a él y se pudo esconder en un túnel secundario y esconderse tras una roca. Desde su posición, vio como aparecía el primero de los soldados, riendo colérico, apareció el segundo, este con lo que parecía un brazo humano al que iba dando bocados mientras corría. Parecía que no reparaban en él. Vio pasar un tercero y suspiró aliviado sabiéndose a salvo.

Pero entonces algo ocurrió, algo que le hizo sobresaltarse y caerse de bruces hacia delante. Pegado a su oído, resonó una voz cruel y furiosa, una voz que le deseaba todo el dolor del mundo.

- ¡Rata traidora, no saldrás vivo de esta maldita selva! – 

La voz de Rambert Müller resonó a su lado y reverberó por todo el túnel. Al girarse, vio que no había nadie tras de él. Pero con horror, cuando volvió a mirar hacia delante, vio que Grimm se encontraba en la única salida del túnel en el que él se encontraba y junto con dos hombres, le miraban con ansia animal.

A medida que desciendes junto a tus hombres, yo recorro los túneles a tu lado. Sabes que haces lo correcto, este es el camino de la raza Aria. La vida devorada de otros llena tu estómago y te da fuerza, pero aun quieres más.

Entonces escuchas una voz resonando desde un túnel auxiliar.

- ¡Rata traidora, no saldrás vivo de esta maldita selva! – 

Parece ser la voz de Müller. Y cuando te giras, hacia el túnel, puedes ver una pequeña figura agazapada entre unas rocas intentando evitaros. No es Müller, sino Soren, que os observa con rostro cubierto de terror.

Hoffmann se acerca a los cadáveres y al líquido negro mientras me pregunta cómo puede ser digno. Pero los dignos no preguntan. Actúan.

- Demuestra ser digno –

Y señalo el líquido negro. Le veo dudar, toca el líquido con sus pies y casi al instante, su bota comienza a deshacerse. Solo lo ha rozado y le veo gritar cuando uno de sus dedos del pie se desintegra por el tacto del líquido. Pero alló donde el icor le tocó, su piel se torna grisácea, como la de las figuras que vió.

- Los dignos dan todo. La sangre da poder –

Entonces alguien más entra en la sala. El Hartmann, totalmente confundido y buscando a Hoffmann con la mirada.