Partida Rol por web

Sintió como todo fue volviéndose borroso de repente. ¿Se había dormido? ¿Estaba consciente o inconsciente? De pronto era como si la realidad se confundiera con los sueños, pero ahora se daba cuenta de ello, no era como antes. Las imágenes eran inconexas, estaba sintiendo igual que si estuviera drogada, no sentía nada, había perdido la sensibilidad, intentaba hablar pero le costaba modular, era como si todos y cada uno de los músculos de su cuerpo se encontraran adormecidos.

Tuvo la sensación de que alguien la alzaba y la dejaba sobre una cama. Intentó forcejear, perdida, pero las manos de alguien la sujetaron. Voces, cercanas, lejanas. ¿Ríen? ¿La regañan? Escuchaba su nombre, o al menos así imaginó era. Una luz la cegó, sintió como si le clavaran los ojos. ¿Aquella habitación era blanca?

Todo era borroso.

-Descansa -oía que una voz le decía, lejana-. Vas a estar bien...

Todo se volvió negro.

Cuánto tiempo pasó de todo eso difícilmente Kendra lo sepa. Bien pudieron ser horas, minutos, días, daba igual, ella había perdido la noción del tiempo y su último recuerdo se remontaba al instante en que alguien le enterraba una jeringa en el brazo por lo que, para ella, de eso no había pasado mucho. El resto de imágenes eran confusas por lo que no podía saber si lo había soñado o realmente vivido.

Una voz le llegaba desde la distancia, y esa voz comenzó a hacerla reaccionar, arrancándola del lugar al que ese sueño forzado la había llegado. Se sentía aturdida y le costó abrir los ojos. Cuando los abrió se dio cuenta que estaba sola en esa habitación. ¿Realmente alguien le había hablado o también se lo imaginó?

Intentó incorporarse, pero la cabeza le pesaba, la sacudió intentando despejarse.

-¿Dónde estoy? ¿Qué es este lugar? -musitó.

Se dio cuenta que estaba sola, la habitación cerrada, blanca por completo y la angustia la invadió. Le faltaba el aire.

-Sáquenme de aquí -jadeó y se bajó de la cama. Hacer ese movimiento tan rápido y brusco, en especial teniendo en cuenta que llevaba una cantidad incierta de horas tumbada en esa cama, le provocó un mareo que la desestabilizó pero alcanzó a sujetarse y evitó caer.

Miró a su alrededor, en esa blanca habitación rectangular no había nada, salvo la cama que también era de un impoluto blanco. Al fondo había una enorme ventana, pero no conseguía ver nada del otro lado, en el vidrio de ésta sólo se veía el reflejo de la habitación, tan nítido como podía reflejarlo un espejo. Se veía todo, menos ella.

Golpeó el cristal, segura de que alguien había del otro lado que la obervaba.

-¡SAQUENME DE AQUI!

-gritó-

¡NO QUIERO ESTAR AQUI! ¡NO NECESITO ESTAR AQUI!... ¡DEJENME SALIR!

En ese momento aunque estas mareada, y te sientes debil, te sientes angustiada. Gritas y gritas.

El vidrio (que esta en la puerta) lo golpeas, pero por mucho que lo intentas, no lo rompes. La habitación de paredes blancas no tiene ventanas, si bien esta bien iluminado. Solo esta la cama,  hay algunas sombras en la alfombra que indican que por algun lado habia un escritorio y una mesa de noche.

Hay un lavamanos empotrado en la pared.

Gritas con todas tus fuerzas.

Escuchas unos pasos y ves asomarse a la enfermera que ayudo a inmovilizarte, te mira a través del  vidrio de la puerta y te dice.

Sí gritas así no dejaras dormir a nadie.  Digo de manera calma, está en crisis, y puede ser molesto, pero igual debo tratarla con respeto. Acuéstate a dormir nuevamente niña, sí lo haces es  posible que el doctor Linus te deje salir. Sí continua así tocara meterla a la U.C.I hasta estabilizarla. pienso

La calma con que esa mujer le hablaba al principio la hizo sentir una furia inmensa y, de no haber existido esa puerta y el vidrio que las separaba, se habría avalanzado sobre ella. Pero estaba débil, las piernas le flaqueaban, inclusive los brazos lo hacían y la sensación de aturdimiento no la abandonaba.

-Doctor Linus -balbuceó cuando la enfermera lo mencionó. Le recordaba, sí y también recordaba a Ivette. ¿Dónde la había llevado su amiga? ¿La había traicionado? ¿Era eso?

Se alejó de la puerta, retrocediendo confudida hasta que su espalda chocó con la pared. Se llevó ambas manos a la cabeza al tiempo que sus piernas se doblaban. Quedó sentada en el suelo, hecha un ovillo, con la cabeza oculta y todo el aspecto de un perro apaleado, mas, si se prestaba atención, podía oírse que tarareaba una canción infantil.

Mientras estas hecha un ovillo, escuchas cerca a ti. Mamí, ¿porque lloras?, ¿porque estás triste?

Aquella voz fue como una caricia a sus sentidos. Cerró los ojos y respiró profundo, sintiéndose en calma.

-No lloro, cariño -respondió alzando el rostro y regalando una sonrisa a su pequeño-. Mami estaba cantando una de esas canciones que a ti tanto te gustan... Mami no está triste ¿lo ves? -empezó a hacer morisquetas para que Adam también riera-... ¡Ah! ¿No te quieres reír? -preguntó frunciendo el ceño e impostando la voz-... Entonces vas a tener que enfrentarte a... ¡¡El monstruo de las cosquillas!!

Extendió los brazos para coger a Adam y hacerle cosquillas, sonreía, había vuelto a refugiarse en el recuerdo de su pequeño, pero cuando sus manos supuestamente entraron en contacto con él, la imagen de Adam se desavaneció en el aire.

Al minuto siguiente Adam estaba sentado en la cama y le hacía señas para que fuese hasta allí. Kendra obedeció.

Se tumbo en la cama, los ojos clavados en los de su pequeño, musitando que no se fuera, que no la dejara, quería tocarlo, pero cada vez que lo intentaba su imagen tendía a desaparecer. Se quedó quieta, muy quieta, mirándolo, hablándole. Algunas lágrimas rodaron por su mejilla, pero al fin cerró los ojos y se volvió a dormir.

Te duermes, y tienes un sueño profundo, sin pesadillas, ni imagenes, sólo el olor de Adam, como sí estuviera a tu lado acompañandole. Sientes que se abre la puerta y dos personas ingresan a la habitación, estas más calmada, curiosamente aunque sientes rábia, estas sin energias, notas que estas baja de animo nuevamente, ya la montaña rusa emocional esta de bajada.

Mira de reojo, es el psiquiatra y la enfermera.

 Arrastro una silla  hacia donde esta ella, y puedo sentir que esta mas calmada, pero a la vez depresiva. Es un transtorno bipolar sin lugar a dudas, con un episodio psicótico severo. Kendra, buenas noches. le hablo con calma. se que usted no quiere estar aquí, y se que usted vino sin saber, pero quiero decirle que Ivette, si bien no fue honesta, la trajo con el fin de que usted mejore, la trajo por un bien suyo.

Yo quiero ayudarla, tengo el camino largo, o el camino corto, en el camino largo usted tendrá que estar encerrada por un tiempo hasta que se estabilice,  y decida que puede salir  lejos de estas cuatro paredes sin gritar, y sin agredir.

La miro de manera tranquila,

El segundo camino es más facil, pero requerira que usted ponga de su parte, consiste en que usted decida tranquilizarse y entender que yo no le haré daño, y así podrá salir de la habitación y  continuar con otras actividades, cumpliendo las normas del centro.

¿digame cual de las dos opciones le gusta más?

Kendra miró al doctor con ira pero a la vez con ironía.

-¿Ayudarme? -dijo intentado incorporarse lo suficiente para quedar sentada en la cama, pero cuando mucho consiguió alzar la cabeza. Se sintió mareada.

-¿Por qué iba a querer ayudarme? ¿Por caridad? Ivette no tiene dinero, doctor, el dinero es mío, todo mío, así que si ella le ha dicho lo contrario miente. ¿Todavía dice que quiere ayudarme? -se burló- ¿Cómo se supone lo haga?

Empuñó ambas manos y volvió a hacer fuerza para sentarse. Lo consiguió. Estaba lúcida, aunque difícil era saber por cuánto.

-¿Ayudarme dice? -volvió a reírse, se reía de él- ¡Nadie puede ayudarme, doctor, nadie! ¿O me va a decir que puede traer a las personas de la muerte? ¿Puede traer de vuelta a mi hijo? -se llevó la mano al pecho, golpeándoselo con furia repetidas veces- ¿¡Puede devolverle la vida que yo... ¡YO! le arrebaté!?

Se puso a reír, pero al mismo tiempo lloraba y lo hacía con un dolor imposible de graficar.

-¿Puede devolverme a mi hijo, doctor, puede? -su voz ahora era una súplica- ¿Puede devolverme a mi Adam?... Mi pequeño Adam...

Volvió a tumbarse en la cama, abrazando la almohada, tarareando muy bajito la canción favorita del niño.

Oh curioso, de repente sale la mujer detrás de esta locura. Irritante, depresiva, manipuladora, pero profundamente confundida.

Kendra, a mi no me importa el dinero. Le digo con total sinceridad, tengo mucho, y de nada me sirve,  eso, lo aprendí hace mucho tiempo.

Son claro al respecto

Las personas que pagan, ayudan el tratamiento de personas que no tienen el dinero y a pagar el personal que los atiende.... es simple, tengo  personas acá que necesitan como usted mucha ayuda por un tiempo, y luego se marchan... ¿me pagan?, no... ¿Les cobro?, no.

Así que si cree que con decirme que no va a pagarme dejare de ayudarla está equivocada. La miro. No puedo devolverle a su hijo, pero, podría ayudarla a retomar su vida como quiere, como Adam hubiera querido, a controlar sus impulsos, y posiblemente, a volver a sonreír.

Dentro de usted siento, y creo no equivocarme hay una mujer muy humana aún, y siento que usted desea recuperar algo que perdió.

Piénselo...

Me levanto.

La ayudare aunque usted no quiera ayuda.

El doctor le hablaba pero Kendra actuaba como si no lo escuchara, como si él ni siquiera estuviera allí, sin embargo, cuando el doctor se puso de pie la canción que Kendra tarareaba cesó y ella se sentó en la cama. Tenía la mirada clavada en la silla que ahora estaba vacía.

El rictus en su rostro era claramente malicioso.

-Se contradice, doctor -le hablaba con voz clara, desafiante-; me está diciendo que usted no cobra, que no hace lo que se supone que hace por dinero... -lo miraba a los ojos.

Se puso de pie y se quedó parada frente a él, todo lo cerca que éste le permitió estar, parecía como si ahora intentara seducirlo.

-... Pero luego me dice -continuó- que las personas que pagan ayudan a costear el tratamiento de aquellos que no disponen de los recursos... ¡Ja! -espetó con socarronería-... ¿Quiere tomarme el pelo, doctor?

Apoyó la mano en el respaldo de la silla deslizandola luego por el contorno de ésta.

-¿Por qué quiere ayudarme, doctor? ¿Es usted un altruísta? ¿Un filántropo? -la mano de Kendra sujetaba con firmeza la silla- ¿Qué le hace pensar que quiero su ayuda... que necesito su ayuda?

Arrojó la silla contra la pared, con fuerza, por un instante pareció que intentaría agredir al doctor.

-DENTRO DE MI NO HAY NADA... ¡NADA! -gritó-... ¿Es que no lo entiende? -preguntó ladeando la cabeza, pero ya sin gritar. Nuevamente hablaba con calma- Soy un monstruo... ♪♫♪♫

Comenzó a tararear la cancioncita otra vez. Sus palabras se mezclaban con la melodía.

-Un monstruo... ♪♫♪♫...

Regresó a la cama, caminaba balanceándose de un lado a otro, como si la meciera el viento.

-Adam... -su voz volvió a quebrarse- ♪♫♪♫... Duele... -se tumbó otra vez en la cama, abrazándose con fuerza a la almohada, sus palabras entremezcladas con la melodía de la canción- Duele...

Esta mujer no entiende nada en este momento, y aunque le diga las mejores razones seguirá cuestionando todo lo que le diga, mis motivaciones personales nadie las entiende para abrir este centro, pero eso, no  me importa, no peleare contra alguien que esta desequilibrada.

La miro desde la orilla de la puerta, necesitara más medicación.

Kendra, escúcheme, sí desea salir de la habitación lo único que tiene que hacer es tranquilizarse y tomar la medicina sin pelear, le advierto, la toma de medicación no es negociable, igual puedo utilizar otras estrategias para que se la tome, pero prefiero darle a conocer que obsesiones tiene.

Trate de dormir, eso es bueno.

Y tras decir eso salgo de la habitación y le pido a los enfermeros que la aseguren, de continuar así no me quedará de otra que meterla en observación en la UCI.

Después de que sale el médico, te quedas en cama triste, llorando y cantanto. Y de repente vez unos ojos de una mujer que te miran por la ventanilla.

Bueno aprovechando que Emma tiene la habitación de al lado, y  dado que  no quiere hablar con migo, miro la habitación donde veo una mujer hermosa tendida en la cama, la habitación esta asegurada. ¿Hola?... le hablo por la ventanilla... ¿estas?, mi nombre es Mariana. le sonrio desde la ventanilla, eres muy hermosa ¿sabes?... no se que decirle, pero a mi me gusta todo lo que sea bonito. Mi nombre es Mariana. Mmm creo que eso ya lo dije.  Soy de la habitación  siete, cerca a la tuya... no llores, ¿podemos ser amigas si quieres?

Kendra enmudeció al oír la voz, no así los sollozos. Se incorporó y se limpió el rostro con las ya manchadas sábanas antes de caminar hacia la puerta.

Observó a la mujer en silencio, fijamente, ladeando la cabeza de un lado a otro, estudiándola.

-Soy Kendra -respondió al cabo de un rato-. ¿Por qué estás aquí?... ¿Puedes hacer que abran esta puerta? ¿Puedes abrirla tú?

Bajo la mirada cuando me pregunta porque estoy aquí, a veces ni yo misma estoy segura. Estoy aquí porque dicen que me comporto raro, y  porque, bajo la cabeza, nadie parece soportarme.

Sonrío mientras miro a lado y lado le contesto, no puedo sacarte, pero  conozco la enfermera que te puede sacar, Blanca es la mejor de todas, es  consentidora y amable...

¿Quieres que la busque?

 Le murmuro casi como si recordara algo.  A mí también me encerraron cuando llegue, pero luego me comprometí a portarme bien y abrieron la puerta... aquí todos tenemos problemas.

-Sí, búscala... necesito que encuentre a mi hijo...

Kendra empieza a desvariar.

-Mi hijo, sí, mi hijo. Se lo han llevado -susurra y se acerca a la ventanilla-... ¿Sabes dónde está mi hijo?

Empezó a enredar su rojo y largo cabello en los dedos para luego desenredarlo.

-No quiero estar aquí -dijo alzando un poco más la voz y golpeando el vidrio con la palma de la mano-... ¡NO QUIERO ESTAR AQUI! ¡SACAME DE AQUI!

Golpeaba el vidrio con furia, desesperada por salir de ese lugar, a tal punto que sus nudillos no tardaron en comenzar a sangrar.

-¡SACAME DE AQUI MALDITA PERRA! -gritó descargando toda su ira contra aquella mujer que nada tenía que ver.

Mariana se queda petrificada cuando comienzas a insultarla, puedes notar que se le lloro sean los ojos  mientras no sabe qué hacer, de repente viene una enfermera  morena y algo anciana, y le hace una señal con la mano a la mujer hermosa para que se vaya.

La enfermera habla con tal tranquilidad y cariño que en parte te sientes bien con eso.