Partida Rol por web

Después de liquidar dejar inconsciente probablemente liquidar a otra de las montaraces, Mikklas se vio ocupado en asir el hacha y vender cara su vida contra los refuerzos que se le habían plantado justo delante, igual de agotados por la batalla y magullados que él; desesperados que podían igual tener la misma razón uno que otro.

Pero los Lávidr tenían refuerzos que los montañeses ni conocían.

Lo que incluso un varl con sus enormes piernas hubiera tardado eternos minutos en recorrer lo hicieron los horseborn, que para alguien que había crecido en el clan comon él no eran un sonido desconocido, ni tampoco lo que hacían... aunque verlo siempre era diferente. Furia, poderío y musculatura, tan brutales como rápidos, ni siquiera necesitaban realmente armas cuando sus patas terminaban en pezuñas tan duras como mazas: el combate fue tan desigual y rápido como brutal.

-...

Era Hjálmarr. Demonios, ellos dos eran prácticamente paisanos; sus familias debían de haber compartido techo en algún momento. Y ahora míranos, como dos guerreros derramando sangre en la batalla. El mundo de verdad se estaba echando a perder si aquellos eran sus destinos finales.

-Gracias, Hjálmarr -agradeció con un asentimiento mientras aparcaba el hacha en los enganches y sacaba de nuevo su arco, caminando mientras tomaba una flecha- ¡Me salvaste el cuello!

La batalla ya no era batalla, sino pillaje propiamente dicho. Esperaba que el hombre que quedase no estuviese demasiado enceguecido por la necesidad de sangre o por los lazos de lealtad y que se rindiese. Pero, si no lo hacía. Bueno. Tendría que haber un cuerpo más entre las montañas aquella noche. Quizá sus compañeros hubieran tenido razón, aquello fuera inútil y después de todo lo único que interesase, a unos y a otros, era enviar un mensaje.

El encuentro había concluido tan rápido como habia comenzado. Tras un inicio en que parecía que habíamos hecho el tonto dándoles una oportunidad, nos habíamos recompuesto y golpeado duro, dejando a todos nuestro enemigos en el suelo.

Solo quedaba uno, que trataba de golpear al Varl sin mucho éxito. Con decisión, avance hasta El Centro del campo de batalla para llamar al poder de los cielos y golpear a mi enemigo con uno de los rayos del cielo

Eindride continuo la carrera aullando por la airosa victoria, solamente quedaba un enemigo aguantando a puras penas, quería ver si caería atravesado, aplastado o fulminado. Lo recordaría todo, sería una historia para contar una y otra vez a la lumbre del fuego.

Todavía resentido por el flechazo el flechazo en mi pata trasera buso romper una cabeza más con mi mayal. Pagarían cara su osadía al haber entrado una vez más a nuestras tierras, ya demasiado habíamos soportado siendo humillado en dos oportunidades consecutivas como para encima terminar recibiendo incursiones de grupos aislados que quieren tomar lo que es nuestro.  Avanzo decidido enarbolando mi arma viendo que varios somos los que queremos tener esa última mueca en el arma.

Con ya solo el combatiendo, el último de los montañeses maldijo a sus atacantes tras ser emboscado y quedar solo él en combate. Por un momento habría parecido que la emboscada no habría de ser un éxito, pero en la realidad, aunque alguno de ellos estaba tocados, ninguno había caído en batallas, mientras que del enemigo nadie habría de quedar.

Con una sonrisa, veo cómo el combate va a llegar a su fin, y el resto sigue colocándose y situándose para dar el golpe final. A pesar de que la superioridad es clara y la victoria inapelable, el golpe a aquellos enemigos que intentan entrar en nuestras tierras debe de ser contundente, nadie que haya entrado sin permiso saldrá vivo para contarlo.

Sin pensarlo demasiado, y sin moverme siquiera, vuelvo a llamar al poder de los rayos para que siga castigando a nuestros enemigos

Siguió avanzando por el camino, buscando con la mirada al último de los que quedaban, recorriendo la distancia con zancadas de sus gordos muslos, sudando por la batalla y resollando por el esfuerzo y la adrenalina. Buscó la mirada del guerrero, rezando para que tirase las armas y se rindiese.

-...

Apuntó el arco para que lo hiciese.

Ante el movimiento del hombre que indicaba que iba a lanzarse a por él, Mikklas disparó la flecha. Para un hombre que cazaba torcaces, a aquella distancia, no fue un golpe difícil, y la flecha entró de pleno en el torso del hombre quitándole todas las ganas de luchar y el fuelle, si es que no la vida. Esperó unos segundos para comprobar si alguien más pasaba, y una vez la niebla de la confusión del combate se estabilizó pudo exhalar el aire echando la tensión fuera, de puro alivio.

-¿...todos estamos bien?

Aunque el último de los montañeses seguía dándole batalla a un poderoso Asbjorn que parecía solo jugar con él, su momento ya había pasado, y su derrota era un hecho cantado. El cual fue consumado, no por los Horseborn y aquellos quienes cargaban contra él, sino por una mortífera flecha de Mikklas, quien desde la retaguardia, había apuntado con certeza para impactar sobre el guerrero, él cual cayó derrumbado a los pies del Varl clamando por clemencia mientras éste le miraba fríamente.

Con su derrota, no quedaba ya ningún otro oponente en pie y la victoria era por tanto suya, aunque no había sido fácil. Gunnar prácticamente había caído y solo la adrenalina del combate lo había mantenido combatiendo; Mikklas aunque aun podía usar con letalidad su arco, tenía la armadura destrozada, siendo vulnerable a casi cualquier ataque; finalmente entre el resto, no había prácticamente ninguno que estuviera fresco y sin heridas.

La batalla había sido dura, y había dejado cuatro muertos por parte de los montañeses, mientras que otros tres se encontraban heridos, uno de ellos no sobreviviría a la noche. Asbjörn amenazaró a los heridos con dejarlos como alimento para los osos de las montañas si no les explicaban que hacían allí. Aunque eso no les convenció en un inicio, la determinación de Islab y los otros Horseborn, criaturas que nunca antes habían visto, los llevó a hablar.

Los sobrevivientes les explicaron que solo estaban cumpliendo órdenes, ellos eran parte de un pequeño clan de guerreros de las montañas que habían sido forzados a unirse a un gran clan que se había forjado muy adentro en las montañas y que era liderado por una familia de fieros y sanguinarios montañeses que se habían hecho con el poder de la zona. Éstos, les habían encargado adentrarse en este territorio y robar todo los alimentos y recursos con los que pudieran cargar, todo ello como parte de sus deberes para con el gran clan de las montañas. Por ello, su pequeño clan compuesto en total por unos 23 guerreros se había internado en las montañas circundantes al territorio de los Lavidr.

Ellos siete, con los que los Lavidr habían combatido, eran una avanzada de aquel grupo, la cual buscaba comprobar las defensas de su asentamiento en un intento por encontrar la mejor forma de saquearlo. El resto de sus compañeros, se encontraban detrás una alta montaña en la frontera

La batalla había sido dura, y había dejado cuatro muertos por parte de los montañeses, mientras que otros tres se encontraban heridos, uno de ellos no sobreviviría a la noche. Asbjörn amenazará a los heridos con dejarlos como alimento para los osos de las montañas si no les explicaban que hacían allí. Aunque eso no les convenció en un inicio, la determinación de Islab y los otros Horseborn, criaturas que nunca antes habían visto, los llevó a hablar.

Los sobrevivientes les explicaron que solo estaban cumpliendo órdenes, ellos eran parte de un pequeño clan de guerreros de las montañas que habían sido forzados a unirse a un gran clan que se había forjado muy adentro en las montañas y que era liderado por una familia de fieros y sanguinarios montañeses que se habían hecho con el poder de la zona. Éstos, les habían encargado adentrarse en este territorio y robar todo los alimentos y recursos con los que pudieran cargar, todo ello como parte de sus deberes para con el gran clan “Garra de Hielo” de las montañas, que era el nombre que se daban a sí mismos. Por ello, aquel pequeño clan cuyos miembros habían enfrentado y que estaba compuesto en total por unos 23 guerreros se había internado en las montañas circundantes al territorio de los Lavidr.

Los siete guerreros con los que los Lavidr habían combatido eran una avanzada de aquel pequeño clan, la cual buscaba comprobar las defensas de su asentamiento en un intento por encontrar la mejor forma de saquearlo. El resto de sus compañeros, se encontraban detrás una alta montaña en la frontera del territorio de los Lavidr acampando a la espera de una respuesta de la fuerza de avanzada, por tanto, debería haber allí un total de 16 guerreros.

Tras finalizar el combate, y mientas Asbjörn y los demás se encargaban de interrogar a los bandidos, Gunnar se dejó caer al suelo completamente exhausto. Aunque el combate se había desarrollado más o menos como habían esperado, lo cierto era que los bandidos habían resultado ser bastante duros, y no eran pocos los golpes que se habían llevado, por lo que cuando el calor del combate pasó, se dio cuenta de que apenas si se tenía en pie.

Hay que regresar y avisar al clan- dijo mientras trataba lo mejor que podía sus heridas tras escuchar lo que dijeron los montañeses -Llevémoslos con nosotros y que el Consejo decida- añadí mirando a los bandidos. Al fin y al cabo, si decían la verdad y el resto de su clan pretendía atacar, tenerlos de rehenes nos ayudaría.

Tenía al último de los guerreros delante de mi pisada, escuché a un costado los cascos de Eindride que iban en busca de lo mismo que yo pero no pensaba dejarle espacio. Asbjörn entretuvo al pobre lo suficiente para que nos acercáramos y eso estaba haciendo pero un flechazo se acercó más rápido que nosotros. Mikklas y su arco dieron cuenta del invasor.

Quedaban tres o quizás dos de ellos de no cuidarlos y eso era molesto dado que ninguno de ellos se preocupó por mi cuando me atacaron con sus arcos. El primero en pronunciarse del grupo fue Gunnar y su idea de volver con el clan la secundé más no el destino de los prisioneros. - Por mi que se arreglen con los osos como dijo Asbjörn. - Repitiendo así la amenaza del varl para que hablaran.

Las palabras de que son unas pobres víctimas que alguien más les obligó a hacer algo en contra de su voluntad dañando a otros no me lo creí y lo dejaba a las claras con mi elección.

Ugh. Saqueadores.

En aquellos tiempos una ralea cada vez más común, y peores que las bestias, cuando los demás solo buscaban un techo bajo el que refugiarse y un cuenco para compartir con los suyos estaban los que medraban. Aquella gente había intentado matarles, sí, y habían pagado el precio, pero ahora que lo escuchaban...

Sacudió la cabeza.

-No, tenemos que volver e informar. Si nadie se entera de esto y no salimos con bien, toda la gente del pueblo, ahora que están asentándose...

No necesitaba tener que aclararlo más, aunque él lo pensase por la gente menos que por la ventaja táctica y estratégica que suponía a largo plazo; el factor de que la moral caería como el plomo al agua si eso sucedía, y hasta un punto que era más posible que no el que todo se viniese abajo y nadie quedase para seguir una bandera en la que se perdía la fé.

-No lo sé... todos hemos tenido que hacer cosas desagradables en los últimos tiempos -dijo- y si es como dicen quizá no tuvieran otra alternativa. Pero ahora la tendrán, así que... deberíamos llevarlos y ayudarles, no dejarlos aquí tirados para que se los coman los lobos.

Eindride era uno de los pocos que había salido indemne del combate, sin embargo su ímpetu se había sosegado al comenzar a reunir a los heridos e interrogar a los que pudiesen hablar.

No podía negar que las formas de los varls eran efectivas, sus enormes cuerpos y profundas voces podían mover los corazones más resistentes.

La historia que llegó desde las voces de aquellos hombres derrotados movió el corazón del horseborn: si realmente estaban siendo obligados a aquello por un gran clan, entonces estaban actuando porque los Garra de Hielo tenían a sus familias como rehenes o algo peor.

Miró a los ojos a Hjalmarr - No apoyo tu iniciativa hermano, es demasiado cruel, no lo merecen - sacudió la cabeza.
- Es mejor que ayudemos a los sobrevivientes y los llevemos ante nuestro consejo, pero no cómo prisioneros, sino para proponerles unir sus familias a Lávidr - habló ante sus compañeros reunidos allí.
- No solamente nos podrán dar información valiosa sobre aquellos que pretenden dañarnos, sino que nos ayudaremos mutuamente a repeler la Garra de hielo de este lado de las montañas -

No esperaba un apoyo completo de quienes iban con él, pero dejaría clara su postura.

No hubo mucho que debatir respecto a que hacer en aquel momento, todo el grupo estaba de acuerdo en regresar, incluso Asbjorn y los Horseborn. En donde no hubo acuerdo del todo, fue en llevar con ellos a los heridos, pues para Asbjorn y otros, eran una clara carga e incluso una ofensa. Solo el hecho de que podrían ser enjuiciados en el poblado les llevó a consentir la opinión de los demás, a lo cual tubo que unirse Eindride quien fue más lejos aconsejando permitirles unirse a su clan.

El retorno pausado que tuvieron que tomar debido a la carga extra del prisionero mal herido, les llevo a encontrarse con el cadáver de un cerdo de montaña, el cual probablemente había sido casado por lobos. Y dado su ritmo lento, optaron por dejar atrás a Mikklas, Eindride y Hjálmarr para que cargasen con la presa y les alcanzasen más adelante.

Lamentablemente, ya a mitad del camino, tras un recorrido de apenas poco más de un par de horas, se percataron de que el prisionero mal herido había muerto. Asbjorn señaló que habría que dejarlo allí y continuar el camino, no teniendo caso cargar con él, pero varios se opusieron y consideraron llevarlo hasta el asentamiento y allí decidir que hacer. Casi dos horas más después de aquello, ya estaban en el asentamiento.

-Ejecutemoslos- exclamó Islab al tiempo que se cruzaba de brazos y miraba a los prisioneros en el suelo del gran salón con desaprobación. Asbjorn estuvo en contra, al igual que otros, era algo innecesario desde su perspectiva, y podría dar una mala imagen ahora que eran sus prisioneros.

La historia contada por Fridtjof y los otros narraba todos los acontecimientos en las tierras fronterizas al territorio del clan, justo donde iniciaban las montañas, el como encontraron aquel sendero de piedra, el descubrimiento de los montañeses que se adentraban avanzando hacia el asentamiento, y la batalla en la que lograron emboscarles y derrotarles con facilidad. A su vez, se les explicó a todos los presentes lo dicho por los prisioneros acerca del pequeño grupo de 23 guerrerosque había sido enviado por un clan hostil y mas grande llamado Garra de Hielo, el cual tenía su morada muy dentro en las montañas.

Islab, muy experimentada y con dones de liderazgo, ordenó a un par de guardias del gran salón que se llevasen de allí a los dos prisioneros sobrevivientes y los atasen fuera. Esto para impedir que escuchasen sus palabras, como para evitar que alguien de allí se tomase las heridas sufridas de forma personal, tal como pasaba con ella misma.

El gran salón, recientemente construido, era por tanto testigo y anfitrión de las importantes decisiones que estaban por tomarse y que a su vez serían las primeras tomadas allí. Había rumores de una fuerza hostil en las montañas, la cual se acrecentaba ante la historia que aquellos prisioneros les narraban. Tenían que decidir que hacer con ellos y con los guerreros montañeses que seguramente se adentrarían muy pronto. Y sumado a todo ello, los pobladores les habían externado su preocupación, el alimento escasearía pronto, tenían que intentar hacer algo al respecto.

El viaje de vuelta fue más lento de lo previsto, debido a que llevaban dos heridos y uno de ellos extremadamente herido, del que habría suerte si sobrevivía el viaje: Mikklas había hecho todo lo posible por tratar de limpiarle las heridas con el agua fría y de estabilizarle en los descansos que quedaban, pero que llegase o no estaba poco más o menos en las manos de los dioses... y ahora que ya no habían dioses, en manos de quién sabía.

No le sorprendió saber, cuando llegó con el resto de sus compañeros cargando la pieza fresca que habían tenido la suerte de encontrar recién muerta para despiazar y cargar, que estaba muerto: ni siquiera había habído que sospechar juego suicio o que alguno de los compañeros hubiera decidido "atajar" el debate, tal y como estaba el hombre. Realmente habían hecho todo lo que habían podido.

Una vez en la reunión

"Ejecutemoslos"

-Oh, venga... ¿no podemos hablarlo? ¿O ponerles unos pellejos de cabra encima?

No era un fan de que los hubiesen atado fuera, pero no podía decir nada, especialmente si les daban algo para que se cubriesen: tanto él como ellos sabían que ya era mucha merced en aquel caso que estuvieran vivos con lo que había sucedido. El gordo Magnmundssen se encontraba descansando, la armadura reparada por unos cuantos guerreros y el cuerpo tras la armadura con los ungüentos para los pequeños cortes y sobre todo las múltiples magulladuras que había recibido, todo lo que la armadura no había podido absorber. Esperó a que las autoridades del Clan hablasen y, cuando lo hubieron hecho, se decidió a participar.

-Tienen razón, hay que acabar con esto cuanto antes. Son muchos, pero si es lo que hay planeado... deberíamos atajarlo cuanto antes. ¿Démosles una oportunidad? tenemos a sus compañeros con nosotros, pueden hablar en nuestro nombre de que habrá más merced con ellos que con sus señores Garra de Hielo, ahora que tienen otra opción: llegar con nuestras tropas y decirles que esta es nuestra tula ahora, y que pueden elegir entre un nuevo y menos malvado señor o mantenerse fieles -explicó- Y en el caso de que se mantengan fieles... bueno...

No necesitaba comentar el resto. Le hiciera gracia o no había estado en varias de aquellas partidas, y sabía que la decisión que tomasen sería vinculante. Se había derramado ya mucha sangre, por lo que esperaba que la opción diplomática triunfase, ¿pero si era del otro modo? Si era una guerra lo que acababan abrazando, guerra tendrían.

-Las partidas. Bueno. Ya sabéis lo que dije: si volvemos a la lagunilla o a las riadas tan pronto, puedo casi prometer que nos resentiremos cuando pasen los meses -sacudió la cabeza- Si es por conseguir comida, lo mejor y más seguro sería tratar de aprovechar las bayas y las raíces antes de que cambien las ramas finalmente: no tendremos tanta variedad y la dieta será más seca, pero merece la pena un pequeño sacrificio; además lo que ya tenemos en las despensas lo compensará, y no pasaremos miseria. O eso o volcarnos en la mina, en todo caso.

Volvió el grupo que había partido, lo hizo con algún que otro magullado pero nada de gravedad al parecer. Lo que me llamó la atención como al resto fueron los prisioneros, mi primera impresión fue la de ajusticiarlos por haber entrar en nuestras tierras. Unas tierras que nos quedaron por ser perdedores pero eso no quiere decir que cualquiera puede venir a hacer lo que se le cante. Estará pisoteado nuestro orgullo pero lo seguimos teniendo y hay que levantarlo otra vez.

Llevaron a los que quedaron vivo dentro del gran salón y ahí nos reunimos los cabecillas junto con la gente de la partida exploratoria. Patitas pidió la ejecución y sonreí pensando en ser el ejecutor haciendo justicia en nuestras tierras pero hubo muchas objeciones. Entonces el chispitas comenzó su relato detallando todos los pormenores, en algún momento me aburrió y perdí el hilo que lo retome cuando detallo el combate, pocos detalles quizás para mi gusto pero por lo menos ahí recobró mi interés.

Con todo lo dicho me di cuenta que quizás podríamos sacarle provecho a la situación. Después de todo si Jeknir nos diera la orden de enviar guerreros para algo que el quisiera le tendríamos que hacer caso sin rechistar. Esta gente está necesitando que alguien les proteja aparte de exigirles cosas, si ni equipo apropiado para el combate tenían por lo que se pudo ver de esos remiendos que hacían de armadura. Enviar a la gente así para que se muera no es de un líder que cuida de los suyos.

Me levanté buscando tomar la palabra y con mi tamaño por lo menos me fue sencillo que me vieran el gesto. - Antes que nada felicito a la partida porque tuvo éxito en salir airosos del combate, en toda la información obtenida y más aun en volver todos con magulladuras y todo. - Le dediqué una mirada de aprobación a cada uno de los integrantes antes de proseguir. - Se nos plantea un dilema de que hacer, algunos quieren ir ahora y otros descansar. Para mi sería lo mejor ir descansados porque quiero ir a parlamentar con ellos o mejor dicho alguien que sepa hacerlo. Es un clan oprimido que la está pasando peor que nosotros incluso, darles cobijo y pasar el invierno es una meta aceptable para gente así. Agrandar la familia dentro de lo que son guerreros y así poder dejar la gente para que vaya a la mina y saquemos provecho de ella. Con respecto al caído, enterrarlo como corresponde a alguien que ha batallado sería lo correcto. Además un claro gesto de que respetamos a los caídos a sus compañeros antes de que vuelvan sería prudente si finalmente vamos a entablar negociaciones con ellos. -

Terminé mis palabras y volví a sentarme tranquilo sabiendo que por lo menos había hecho un descargo de todo lo que pensaba.