Partida Rol por web

En medio del descontrol, por fín parecía haber algo de organización, lamentablemente no tanta como a Niklas le hubiera gustado, pero era lo esperado. Los prisioneros se encontraban en una situación delicada, y era obvio que Niklas iba a intentar cumplir su palabra dentro de las posibilidades que tenían.

Era prioritario sacar a los prisioneros, pero también lo era conseguir alimentos viendo el estado en el que estaban. Necesitarían recuperarse durante unos días, si es que llegaban todos a su campamento, antes de ser útiles al grupo, y eso teniendo en cuenta que aceptaran unirse al grupo, claro.

Sin dudar más, Niklas separó a los civiles y desvió a la mitad para que ayudaran a rescatar a los prisioneros, dándoles órdenes a tres hombres civiles de seleccionar a los más fuertes y resistentes y enviarlos a recoger alimentos y recursos. Al menos así los prisioneros serían liberados en su mayoría, si no todos, y tendrían algo de ayuda para recolectar. Gerda estaba haciendo bien su trabajo y era momento de ayudarla.

Él, por su parte, viendo que no había ya mucho más que hacer, se acercó a los carros con los alimentos y los recursos y ordenó a tres de los guerreros que allí estaban que fueran a apoyar inmediatamente al flanco derecho, donde habían aún combates. Una vez hecho ésto, se puso a coger todo lo que pudo, para ayudar y dar ejemplo. - ¡Vamos, vamos, no tenemos mucho tiempo, cojan y lárgense, seguid el plan! - instruyó a los suyos.

Esperaba que los que se habían quedado a retaguardia hicieran su labor de ir guiando al resto.

Pronto sería hora de tocar el cuerno y ordenar la retirada general.

La carga fue fulgurante y no tuvo dudas de que la decisión era la más correcta. Lo malo es que con éste movimiento estaba ya todo sentenciado.

Ya no tenían tiempo para más, habían ganado el máximo posible y sólo quedaba retirarse y tratar de ganar unos pocos preciosos segundos al resto, que ya estarían dentro recolectando.

Para sus adentros maldijo cuando vio las bajas, y supo que tenía que alejar a aquellos hombres de Ostrig de allí si quería darle una oportunidad a los suyos de volver a casa.

- ¡Retirada! ¡Síganme!¡Pero no dejen de atacar! - gritó, cogiendo a los suyos más cercanos a él y alejándolos del combate y de los heridos, lanzando algún hacha ocasionalmente hacia atrás o haciendo parar a un par de arqueros para disparar y correr.

A los heridos y a los guerreros aliados que se acercaban a veinte metros, y sobretodo al hombre que parecía lanzarse al combate como poseído por la rabia, les gritó - ¡RETIRADA! -

Aquello ya trataba de salir de allí, pero sin juntarse con el grupo principal y sin abandonar descaradamente a los heridos, no a menos que no tuviera otra posibilidad.

Nuestro avance hacia los suministros no se ve interrumpido por nada. Veo como los civiles huyen y, aunque estoy tentado de dispararles para eliminar así a cualquier testigo de la situación, rápidamente las palabras de Niklas me evitan el debate moral. Sin dudarlo ni un momento, le hablo a mis hombres:

 - "¡Ustedes tres, al flanco derecho! ¡El resto, conmigo!"

Rápidamente, corro hacia las jaulas para ayudar en la liberación. Ahora que sé que el camino a los recursos está despejado, el plan se puede seguir sin inconvenientes que provengan desde dentro de la empalizada. Solo espero que Eskol sea capaz de alejar a los defensores lo suficiente como para darnos tiempo.

No puede dejar a ese hombre a su suerte. No cuando está bajo su cuidado y sabe que dos guerreros enemigos van a por él y no tiene la más mínima oportunidad de sobrevivir. Y, aun sabiendo que va a descubrir su posición, decide disparar una de sus flechas a quien supone una mayor amenaza para el civil en esos momentos. 

Se centra en su objetivo: el Guerrero.

Ya fuese por la oscuridad de la noche o por la tensión en sus nervios, la flecha no dio en el blanco, lo cual si ya era muy malo, el que pasase muy cerca del objetivo lo era aún más, pues le permitía saber de donde venía el ataque.

El hacha cayó con contundencia sobre el pecho del explorador quien dio un grito ahogado y después su vista se perdió en el firmamento mientras su cuerpo se tambaleaba en el suelo victima del dolor. Escudo en mano y desenfundando una espada corta, aquel guerrero se giró hacia el lugar de donde había venido la flecha para hacerle frente a Astryr. Al mismo tiempo, el arquero que le acompañaba disparo una flecha contra Astryr sin tener claro su objetivo, la flecha se clavo en un árbol bajo, a apenas medio metro de la guerrera del clan Rotensnö. Lo cual la hizo moverse bruscamente por instinto, desvalando así su posición.

Eskol no dudó en ordenar la retirada ante el inminente ataque del contingente mayor de enemigos del clan Økskrig. Su pronto accionar permitió que no les cogieran la espalda y les impidieran la huida. A su vez, su orden de hostigar al enemigo les permitió que estos frenasen su carga y empezasen a avanzar hacia ellos.

Aunque todo ello tuvo un costo, llegado el punto en el que Eskol y los guerreros que le acompañaban lograron reunirse con los exploradores, una flecha alcanzó a uno de los guerreros atravesándole el pecho.

Uno de los guerreros enemigos había caído también con una hacha arrojadiza incrustada en su frente; al menos en números seguían llevando la victoria, aunque no la ventaja en batalla. El contingente del clan Økskrig tenía ya unos catorce guerreros más tres civiles arqueros que les apoyaban, aunque algunos de ellos ya estaban muy tocados, con uno de los guerreros muy heridos.

Las fuerzas de Eskol para aquel momento eran de solo seis guerreros a plenitud, contándose a él y a dos guerreros que ya estaban muy lastimados. Podía contar con el apoyo de los cuatro civiles restantes, pero bien sabía que no eran combatientes confiables y que o serían abatidos con facilidad o huirían a la mínima provocación. A su vez, a aquellas alturas de la operación, debía considerar que tras él estaban otros tres guerreros y un civil heridos, a lo que se sumaba el civil moribundo quien no paraba de gritar de dolor alertando a cualquier enemigo de su ubicación, así como el guerrero atravesado por la flecha, quien derribado a sus pies, ya empezaba a tapizar de rojo la tierra.

Nikklas había optado por dividir a los trabajadores con el fin de tener mayor eficiencia, diez de ellos habrían de ayudar a liberar a los prisioneros, con la encomienda de intentar persuadir a los más fuertes para que ayudasen a cargar provisiones. Otros once junto a él mismo, se encontraban ya trabajando en cargar alimentos y recursos para llevarlos hasta el campamento del clan.

Erik había obedecido sus ordenes y ahora regresaba junto con otros tres guerreros a hacerse cargo de las labores de rescate, mientras que a su vez, había designado a otros tres guerreros para que apoyasen en la batalla en el flanco derecho del campamento enemigo.

El mender no tardó en llegar junto con los civiles hasta la zona donde el clan Økskrig había depositado los alimentos y recursos. No encontró enemigos, tal como esperaba, y lo único alarmante, aunque en una muy pequeña medida, eran los dos civiles que huían por la retaguardia, alejándose ya del campamento. Había allí, tres grandes carros llenos de provisiones, había a su vez múltiples costales, cajas y cosas tiradas. La tarea de saquear todo ello podría tomarles horas si no se coordinaban, y aún así, no sería una tarea rápida y sencilla; a diferencia de los prisioneros, los alimentos y recursos no se movían por si mismos.

A lo lejos, sobre la empalizada en el flanco derecho del campamento enemigo, Nikklas observo el choque final entre sus guerreros y los del clan Økskrig. Un civil enemigo había caído ya, pero los guerreros habían logrado dar cuenta de uno de los guerreros Rotensnö empalandolo sobre la empalizada, lo cual desencadenó la ira del resto de Rotensnö quienes masacraron a los cuatro enemigos, incluyendo al civil mal herido. Nikklas podría o no haber tenido su ira desmedida, pero cierto era que a la distancia y ante la premura, no había mucho que hacer.

Habiendo despachado a tres de los guerreros bajo su mando para que apoyasen en la pequeña batalla que se libraba en el flanco derecho, Erik se apresuró a retroceder hasta donde estaban los prisioneros y el resto de guerreros del clan. En su camino se topó con Nikklas quien avanzaba con solo diez hombres para coger las provisiones, probablemente ya empezaban a dar órdenes encontradas, normal en el caos de aquella noche y en el hecho de tener que liderar a varios contingentes desde la distancia.

A su llegada, Erik observo como la liberación de los prisioneros avanzaba mientras que las manos que se multiplicaban trabajaban más de prisa. Los civiles que había dejado allí Nikklas intentaban persuadir a su paso a los prisioneros que iban liberando para que ayudaran con las labores de coger provisiones y llevárselas mientras escapaban. Lamentablemente de los cuarenta prisioneros, solo unos diez parecían interesados en apoyar.

Una veintena de estos sin duda alguna no podría cargar con nada mientras que los otros diez simplemente ya habían pasado suficientes cosas esa noche y lo único que tenían en su cabeza era salvar su vida y las de sus seres amados. Más problemático aún era el hecho de que, de entre esos veinte heridos, ninguno podría realmente correr en el caso de que fuese necesario, e incluso unos seis estaban tan mal que tendrían que cargar con ellos o abandonarlos.

A lo lejos, sobre la empalizada en el flanco derecho del campamento enemigo, Erik observo el choque final entre sus guerreros y los del clan Økskrig. Un civil enemigo había caído ya, pero los guerreros habían logrado dar cuenta de uno de los guerreros Rotensnö empalandolo sobre la empalizada, lo cual desencadenó la ira del resto de Rotensnö quienes masacraron a los cuatro enemigos, incluyendo al civil mal herido. Erik podría o no haber tenido su ira desmedida, pero cierto era que a la distancia y ante la premura, no había mucho que hacer.

Ya habían cumplido con su deber, pero Eskol era conocido por ir siempre un paso más allá, a pesar de hacerlo siempre rezongando con pesimismo. - ...Joder, ya lo decía yo.... - pensaba, viendo como otro compañero caía con una flecha en el pecho. - ¡Atrás, dar guerra, todos, atrás, si caéis, que sea con uno de ellos por delante, no os dejéis coger, o será peor, vuestros antepasados y familia no os lo perdonarán jamás! - exhortaba a sus hombres, intentando darles valor mientras retrocedía azuzando al enemigo con todo lo que llevaba. 

Estaba claro que iban a tener varias bajas, y en breve les tocaría salir corriendo en clara huida, pero mientras pudiera, tenía que dar tiempo al resto, cada paso hacia ellos era un paso más que debían recorrer en dirección contraria, era tiempo doble. 

Lo que no iba a permitir es que hubieran prisioneros, no quería que los torturaran lo indecible y encima les sonsacaran información, yendo todo éste sacrificio al traste. Tenía dudas, viendo los rostros llenos de odio y ganas de sangre de los guerreros de Ostrig delante de él de que aquello fuera a suceder, pero el sentido común le decía que era mejor asegurarse. 

- Matad a los moribundos, yo preferiría que me diera la paz un amigo, que la tortura un enemigo. - dijo. Él mismo se encargaría de pasar su afilada hoja del hacha por el cuello del moribundo más cercano. *

A su modo de ver la vida de su clan, éstos sacrificios eran los que mantenían el grupo junto, y era lo que sus líderes, según él creía y había entendido, trataban de transmitir al resto. El sacrificio por un bien común. 

Por unos segundos todo aquel perteneciente a su clan trabajó como un verdadero equipo, cada uno concentrado en una tarea diferente, pero que sumaba en el conjunto. En muy poco tiempo hicieron grandes avances en su objetivo, pero había que seguir en la dirección correcta. Cualquier mala decisión llevaría al traste todo. 

La pelea y las bajas amigas le supieron a cuerno quemado, y roerían sus entrañas durante mucho tiempo, pero no había lugar a dudas, sabían a lo que iban y los riesgos, así que había que concentrarse en la tarea. Muchos prisioneros ya estaban fuera de sus toscas jaulas, y en unos pocos segundos habrían muchos más, pues algunos de los que salían ayudaban a liberar también, al igual que Erik, que estaba haciendo un trabajo encomiable. Todos lo estaban haciendo. Un ramalazo de orgullo le hinchó el pecho. 

Al llegar a los carros vio como los dos civiles enemigos se escabullían corriendo, alejándose de allí. Podrían ir a avisar a alguien, pero no les amenazarían más, eran demasiados contra ellos y nadie en su sano juicio se quedaría cerca de allí sin protección frente a una horda enemiga. Una rápida idea cruzó por su mente y le pidió a uno de los civiles que venían con él que gritara bien fuerte - ¡Y NO VUELVAN A INTENTAR ROBARNOS!¿MIRA QUE ATACAR A UNA CARAVANA LLENA DE NUESTROS ANCIANOS, MUJERES Y NIÑOS?¡TIENEN SU MERECIDO, ASESINOS! - igual no serviría de mucho, pero al menos plantaría la duda.

Viendo los carros allí, tan cargados de recursos y comida, Niklas tomó una rápida decisión que hasta ahora no se había planteado. - ¿Por qué tener que cargar cada uno con cosas que se le van a ir cayendo por el camino y le van a cansar casi lo mismo, pudiendo hacer relevos para empujar lo más rápido posible y llevarse la gran mayoría de cosas? - 

- ¡LOS CARROS, EMPUJEN, TODOS CON BRÍO, ¡VÁMONOS! - ordenó Niklas, ahora sí, con toda su alma. 

Lo mismo, con toda su alma, se puso a empujar para empezar a dar velocidad a aquellos carros. - ¡QUIERO VER A TODO EL MUNDO PARTICIPANDO EMPUJANDO LOS CARROS, CUANDO UNO YA NO PUEDA MÁS, OTRO LO SUSTITUYE Y SEGUIMOS EMPUJANDO CON TODAS NUESTRAS FUERZAS! - 

Una vez se hubieran alejado lo suficiente, estaba casi seguro de que los hombres de Ostrig, con los incendios, las bajas y la inseguridad de no saber si al seguir al enemigo estarían cayendo en una emboscada o no, probablemente les dejarían marchar. 

Podía sentir la victoria entre los dedos, sólo hacía falta un último esfuerzo para conseguirla, y Niklas no era de los que se rendía, no señor. 

Niklas se encarga de las provisiones junto con varios civiles y prisioneros rescatados. El plan va bien, si no fuese porque no contemplamos en las posibilidades que varios de los prisioneros podrían estar en condiciones tan deplorables que no fuesen capaces de salir por su propio pie, mucho menos ayudar a cargar alimento. Ese es el caso y es un punto muy importante.

Lo veo y sé que debemos intentar sacarlos a todos. Más allá de que muchas de las personas de esa caravana no estarán felices de saber que dejamos a sus amigos y familia tirados, la verdad es que aceptarlos como parte de nuestro clan es algo que los pone como prioridad para mí. No dejamos a personas de Rotensnö atrás aunque tengamos que cargar con ellos al hombro.

Lamentablemente, esa no es la mejor opción cuando tendremos que correr para huir de los enemigos. Tengo claro de que mejorar la manera de cargar con los heridos puede ayudarnos a que sufran menos daños en el traslado e incluso a mejorar nuestra velocidad de marcha. Envío a todos los que quieran para ayudar a los prisioneros más rápidamente mientras los guerreros nos ponemos a improvisar algunas camillas usando los materiales de las propias tiendas del campamento. Eso debería darnos mejores oportunidades.

Insegura ante lo que sucedía, Astryr retrocedió sobre sus pasos y espero al enemigo arco en mano y apuntando contra ellos. Los dos guerreros, ya con la certeza de donde se encontraba Astryr, no repararon más en aquel explorador del clan Rotensnö que habían dejado moribundo en el suelo y empezaron a rodearle paso a paso, tanteando siempre sus movimientos para defenderse o atacar en cuanto fuese oportuno o necesario.

El enemigo se les venía encima y no había oportunidad de levantar a los heridos, cada hombre tendría que valerse por si mismo, y si era necesario, dar su vida por los demás. Eskol mismo dio muerte a su compañero de armas, el guerrero que había sido atravesado por una flecha. Sus palabras y sus actos infundieron valor en los otros hombres que hicieron lo propio con el explorador que había caído mal herido desde el asalto inicial.

Con ello, el grupo ya podía moverse con mayor soltura al no tener que cargar con nadie. Los heridos tendrían aun que valerse por si mismos, pero tomando distancia al contingente de hostigamiento, iban cubriendo la retaguardia y preparándose para una eventual huida desesperada. Y es que los heridos se iban multiplicando a cada instante, un civil había sido atravesado en el muslo por una flecha y un guerrero empezaba a sangrar copiosamente de la cabeza, aunque en el fragor del momento, nadie sabía que le había golpeado.

Al menos había logrado dar cuenta de otro de los guerreros del clan Økskrig al cual una hacha lanzada desde la distancia le había acabado trozando una gran pedazo de la cabeza, la cual colgaba de forma desagradable de un cuerpo que parecía desvanecerse hacia el suelo lentamente y de forma torpe. Sin duda había también heridos entre el enemigo, pero los números cada vez les daban mayor ventaja, y si seguían así, los Økskrig no tardarían tomar valor y lanzarse a la carga contra ellos.

Eskol miró entonces a sus filas, ya solo eran cinco los combatientes que luchaban a su lado hostigando y deteniendo el avance del enemigo; cinco contándolo a él mismo eran guerreros y el otro era un explorador, y prácticamente ninguno estaba lo suficientemente entero como para luchar una batalla a muerte. El civil le miró entonces y la hablo con claro miedo en su rostro.

– Debemos huir, no podemos contenerlos más, si seguimos aquí todos moriremos – Aquellas palabras no parecían ser dignas de un valiente, pero cierto era que de los dieciseis hombres con los que Eskol había iniciado aquella misión ya dos habían muerto y el objetivo estaba cumplido.

Quizá ahora los más importante sería salvar vidas y eso es lo que pensaba el viejo Eörl, el guerrero de mayor edad y experiencia de entre los que le acompañaban. – Dile a mis hijos como a muerto su padre – exclamó haciendo alusión a sus jóvenes hijos, quienes seguramente ahora luchaban bajo las órdenes de Erik o Nikklas.

Y tras ello, lanzando una jabalina para abrirse paso hacia el enemigo gritó a sus camaradas – vivid una vida digna. ¡Rotensnö! –, y entonces se estrello con su pesado escudo casi del tamaño del que empleaban los Varls, contra las filas de guerreros Økskrig quienes por un instante fueron sorprendidos por el inesperado ataque en solitario, y en su confianza, uno de los exploradores de ese clan casi pierde la cabeza, aunque no salvo la vida.

Nikklas ordenó a los once civiles con los que contaba que se concentraran en empujar los carros y sacarlos del campamento. El esfuerzo no fue tan grande pues los carros facilitaban mucho el trabajo y siendo en total once, había energías suficiente. No obstante el problema estaría en recorrer todo el camino de regreso hasta el campamento. Aunque claro estaba, era mejor empujar los carros que cargas cosas sobre sus hombros.

Así, el grupo de civiles llevó los carros más allá del campamento enemigo, hasta más de doscientos metros de éste en dirección al territorio Rotensnö. No obstante, hubo que regresar, aún había trabajo con los prisioneros, pues solo había algo más de una veintena de ellos que parecían estar en plenas condiciones de salir de allí andando y con buen ritmo. Por ello, dejando atrás a dos civiles para que dieran alerta con un cuerno de guerra de cualquier amenaza que se aproximará a los carros cargados, Nikklas regresó hasta donde se encontraban Erik y los otros.

La tarea propuesta por Erik pronto cobró éxito, y más con la ayuda de los Varls quienes con su fuerza, fácilmente desenterraban las estacas del suelo. No obstante, conforme se iban quedando si cuerda, o tenían que ir hasta donde estaban las provisiones para conseguir más, Erik, Gerda y los demás se fueron dando cuenta de que aquello les tomaría mucho tiempo, tenían que improvisar al menos seis camillas bien firmes que permitieran cargar a los seis heridos más graves por el camino. Pero si querían avanzar con buen ritmo hacia el asentamiento del clan, tendrían que llevar también en camillas a los otros dieciséis heridos, lo cual no solo implicaría mucho más tiempo trabajando en la elaboración de las camillas, si no que requeriría de un total de 32 voluntarios que cargasen con ellas. Ya solo por números, le era claro a Erik que tenían que tener una buena y rápida idea, o serían engullidos por el enemigo en el camino, o incluso allí mismo.

Para aquellos momentos, Nikklas regresaba ya tras haber sacado a los tres grandes carros capturados por el clan Økskrig y que estaban cargados de provisiones. Los habían encaminado hacia el territorio Rotensnö dejando allí un par de vigiás y ahora regresaban a ayudar.

La lucha había llevado a su punto álgido y ya estaban en declive, Eskol podía apreciarlo sin ninguna dificultad. Ya habían hecho más que suficiente y ahora ya sólo malgastarían vidas. La orden de Niklas había sido clara, atraer sin enfrentar directamente, retrasar en la medida de lo humanamente posible y escapar. 

Quizá Eskol había arriesgado más de lo necesario, pero todos allí sabían que lo que estaban haciendo les estaba comprando tiempo para sus familias, para las generaciones venideras. 

Las palabras de Eörl eran las de un valiente, un héroe que sería recordado si estaba en la mano de Eskol. Viendo como se tiraba contra el enemigo para comprarles a ellos  unos segundos vitales, no lo dudó más. 

- ¡Retirada!¡No dejamos a nadie atrás, pero vámonos!. - 

La orden era irse sin dejar a nadie, ya no tenía sentido seguir luchando. 

Eskol, quedándose el último y cubriendo como pudo la retaguardia, vio como Eörl caía tras abrir la cabeza a otro del clan enemigo, y contaría a sus hijos la valentía y sacrificio de su padre. 

Gracias a él, ellos podían escapar. 

Habían conseguido alejarse del poblado un buen trecho, así que ordenó a los que aún tenían fuerzas de seguir con el plan, dejando a varios de su propio poblado para que fueran guiando y ayudando al resto. Los grupos que tenían ordenado borrar las huellas ahora lo tendrían algo más fácil, pues había menos gente cargando con cosas, por lo tanto, más gente libre para ayudar a borrar huellas.  

Él se volvió hacia el poblado para dar la orden de retirada. Ya no tenía sentido quedarse allí. 

Al entrar de nuevo, ordenó a todo el mundo concentrarse en rescatar a los prisioneros y salir corriendo. 

Sacó el cuerno y tocó dos veces, según planeado. 

Ahora, el grupo asignado, el de Astryr si no recordaba mal aunque con tanto jaleo ya no estaba seguro, debía volver a provocar dos incendios en la parte contraria hacia donde ellos debían huir, y con eso, esperaba confundir al enemigo lo suficiente como para tener tiempo de escapar. 

Un esfuerzo más y ya estarían de vuelta. Tocaba seguir la parte final del plan, volver dando un pequeño rodeo y borrar las huellas. 

Pronto tocaría contar a los muertos. 

Se ve acorralada. No hay forma de poder salir de ésa ella sola y teme que debe pedir ayuda para poder sobrevivir. Siente la muerte demasiado cerca y sus decisiones siempre la han llevado a resultados poco favorables, según su punto de vista. Quizá sea momento de pedir ayuda. Pero eso confirmará completamente su posición.

Al final, decide atacar. No sucumbirá. Entre uno y otro, prefiere atacar al arquero pues siempre hacen más daño los ataques a distancia y espera poder apartarse a tiempo antes de que el guerrero acabe su carga contra ella.