Partida Rol por web

En la flor de la vida

Belmonte

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14/05/2021, 20:01
Director

Belmonte

Salieron del bosque súbitamente para atravesar una zona donde la actividad maderera que sustentaba la economía local solo había dejado crecer pequeños arbustos y hierbas. Todavía se encontraban descendiendo la colina, por lo que tuvieron una vista bastante general del lugar. El pueblo de Belmonte no era muy grande después de todo, pero seguía en pie y mantenía la vida propia de un lugar como aquel. Y lo que era más importante, no parecía verse afectado por la guerra ni había presencia de ningún ejército, ni negro ni norteño. El pueblo lo componían apenas quince casas, pero la población podía llegar a ser cuatro veces mayor de esa cifra si juzgaban la cantidad de gente que se movía por sus calles. Por el nordeste y el norte de Belmonte discurría un río estrecho y de fuerte corriente que movía el molino de la localidad. Al sur del pueblo, por donde ellos llegaban, se extendían los bosques que le proporcionaban caza, leña y la buena madera que era sustento de la localidad y con la que comerciaban. En la ribera norte se encontraban los cultivos y río arriba ascendía una pequeña cadena de montañas de una belleza inusitada, que probablemente dieran nombre al pueblo.

Cuando al fin caminaban entre los edificios del pueblo les llamaron poderosamente la atención tres de ellos, pues destacaban entre las construcciones hogareñas que apenas se diferenciaban unas de otras. El primero de los edificios era una posada. No tenía letrero alguno, pero supieron de inmediato que lo era por el olor a alcohol derramado y el ambiente que se congregaba junto a su puerta. Otro de los edificios no era tal, sino los restos de lo que debió ser una vivienda cualquiera convertida en ruinas. Llamaba la atención que no se hubiera mantenido el edificio, reconstruido sobre sus cimientos o aprovechado su madera y que se hubiera dejado echarse a perder. Entre sus ruinas solo jugaban algunos niños, pues como en todos los sitios que había lugares así, a los chavales les encantaba sentirlo como propio. El último de los edificios que llamaron su atención era una gran vivienda, la única con secciones de piedra y paredes pintadas. El resto de las casas no tenía nada de especial. Si bien Belmonte contaba también con artesanos, estos se limitaban a producir objetos de uso cotidiano desde sus propias casas, tales como herramientas, muebles, clavos, aperos de labranza, cerveza y otros bienes similares.

Los vecinos de Belmonte debían acostumbrados a sus rutinas diarias y a la habitual ausencia de visitantes, pues se fijaron enseguida en los forasteros y su aspecto peculiar que desentonaba enormemente en aquel lugar. Las miradas que recibieron fueron recelosas y desconfiadas, aunque tampoco eran hostiles. Simplemente les observaban con cautela, esperando saber qué motivo les habría traído a tan apartado lugar.

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15/05/2021, 00:17
Martem de Bremervoord

Un pie delante del otro. A eso se reducía. Martem llevaba ya un buen número de jornadas de viaje, y la acumulación de horas de caminata era algo a lo que ya debería estar acostumbrado. De hecho, aquello no era muy diferente de las largas andaduras de aldea en aldea y de ciudad en ciudad que llevaba a cabo de niño junto a su familia. Familia. Aquella palabra le sonaba ahora extraña, un recuerdo envenenado de la historia de alguien que ya no quería ser. En cualquier caso, había llevado bastante bien el cansancio del viaje todos aquellos días. Sin embargo, aquel día era diferente. Quizá fuese el conocimiento de estar a punto de llegar a un lugar donde descansar todo el tiempo que le apeteciese, sin la idea de tener que madrugar al día siguiente para volver a ponerse en camino flotando en su cabeza como un molesto nubarrón negro. O tal vez fuesen los aserraderos y otros vestigios de actividad humana que empezaban a verse en las inmediaciones, que alimentaban dicha esperanza. El caso era que Martem estaba deseando llegar de una puta vez a Belmonte, fuera lo que fuera lo que quedase de él.

Por eso, cuando al remontar la ladera para iniciar el descenso, sus ojos fatigados vieron a lo lejos los tejados de las casas y el movimiento de las personas que como hormigas se movían por las calles, el cidario casi suspiró de alivio. Lo que había ante él, bajando por el camino, no era exactamente un pueblo, sino más bien una aldea de menos de una veintena de pequeños edificios. Sea como fuere, Belmonte seguía existiendo, y eso solo significaba una cosa: podría detenerse por fin a tomar un respiro, aunque solo fuese para decidir qué hacer a continuación. Ni siquiera tenía por qué seguir compartiendo camino con aquellos tipos a los que, a pesar de que no habían resultado ser mala compañía, tampoco le unía nada. En fin, ya vería cómo acababa yendo la cosa. En aquellos momentos no le apetecía pensar.

A medida que se iban adentrando en el pequeño asentamiento, Martem pudo apreciar por el modo en que la gente los miraba que aquel lugar no acostumbraba a recibir visitantes. Tanto daba. Total, tampoco planeaba quedarse mucho tiempo por allí. Descansaría un poco, vendería lo que pudiera, estaría atento por si veía alguna oportunidad de conseguir dinero fácil, y tal vez preguntaría si el tal Uli seguía viviendo en la aldea. Igual incluso iba a verlo para decirle que no hacía falta que siguiese esperando a Pyrrha, si es que Uli no había llegado ya a esa conclusión por sí mismo. La verdad, poca cosa más había que hacer allí, al menos a simple vista.

Taciturno, fue observando cualquier cosa digna de mención que Belmonte pudiese tener que ofrecer. Lo que más le llamó la atención fueron los restos de una casa que parecía haberse derrumbado sobre sí misma; ¿por qué no la habrían reconstruido o, en su defecto, limpiado el terreno? La familiar sensación en el cogote volvió, y a Martem le dio la impresión de que tal vez aquello tuviese que ver, directa o indirectamente, con el asunto de la tragedia de Pyrrha. O tal vez no. ¿Por qué seguía pensando tanto?

No sé vosotros, pero yo me muero por un baño, algo caliente que comer y una cama en la que dormir. —La ligera ronquera en su voz le hizo caer en la cuenta del tiempo que llevaba sin decir palabra. O sin beber agua, para el caso, pues se la había terminado hacía un buen rato—. ¿Os parece que vayamos a la posada?

Nada más hubo lanzado su propuesta a los demás, Martem le dio un buen repaso al edificio de la posada con la vista, como si de solo mirarlo pudiese hacerse una idea del servicio que ofrecía o del tipo de gente que lo frecuentaba. Sinceramente, después de todos aquellos días andando entre árboles y matojos, no podría importarle menos.

Notas de juego

Edit: He corregido unos errores de concordancia que me habían quedado de cambiar «edificio» por «casa». No hace falta que releáis :P.

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15/05/2021, 10:24
Alberich de Narok

Dejando atrás la cueva y el misterio sobre la muerte Pyrrha y los demás difuntos, el grupo regresó al camino y continuó con su marcha, esta vez con menos esfuerzo en sus piernas ya que el sendero iba cuesta abajo aunque con una suave y serpenteante pendiente. Tras abandonar las boscosas faldas de la montaña, no solo el camino mejoró bastante si no que se encontraron con árboles talados hace poco que indicaban que Belmonte todavía seguía existiendo. Sin embargo, no fue hasta dejar atrás el bosque cuando pudieron admirar el poblado a la distancia, el cual todavía no había sufrido las consecuencias de la guerra, lo que era de agradecer.

Al ingresar al pueblo, Alberich se acomodó la capucha de forma que los lugareños solo pudieran verle la parte baja del rostro y siguió al grupo mientras que sus ojos examinaban inquisitivamente los alrededores. El asentamiento no se diferenciaba mucho de otros que había conocido en sus viajes, pero aún así tres ubicaciones llamaron su atención: El primero era una construcción que por el olor a alcohol y los parroquianos que pululaban era claramente una taberna o una posada, el segundo era una rica vivienda que probablemente perteneciera al alcalde de Belmonte o a una persona importante, y el tercero no era mas que las ruinas de una casa donde jugaban un par de críos. No obstante, para el kovirano este último lugar era el más interesante ya que como alguien que pasó toda su infancia y parte de su juventud en una aldea y conocía de sobra la naturaleza de los pueblerinos, le resultaba extraño que sus propietarios no hayan reconstruido su hogar… o que los vecinos no hubieran aprovechado la madera que todavía se podía utilizar.

Valiéndose de la sombra que la capucha arrojaba sobre su rostro, el mago pasó de observar el poblado a examinar con la mirada a cada persona que se cruzaba en su camino. Hacía tiempo que habían dejado atrás el frente, pero todavía cabía la posibilidad de toparse con algún espía de los oscuros o con un cazarrecompensas, después de todo el kovirano seguía siendo alguien buscado por las autoridades nilfgaardianas del ahora conquistado reino de Cintra.
Al escuchar las palabras del barbirrojo, Alberich dejó temporalmente de observar a los transeúntes y se giró hacia sus compañeros.

-Estoy de acuerdo, en la posada no solo encontraremos un lugar decente donde cenar y dormir si no que también podríamos averiguar donde viven los padres de Pyrrha -dijo secamente el mago- No será una noticia agradable, pero por lo menos se merecen saber que fue de su hija para que así puedan pasar página.

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17/05/2021, 18:02
Rion Aedryn

La expresión de Rion mutó en cuanto pusieron un pie en las inmediaciones del pueblo. Su estado pasó de haber permanecido en un escrupuloso silencio y un aire un tanto tristón, algo hasta extraño, en una persona de su naturaleza; a uno más alegre, aderezado con una ligera sonrisa bobalicona, que se dibujó en su rostro después de presenciar a varias personas deambulando por las calles. Tras haber encontrado el cadáver de Pyrrah en la remota cueva del bosque, había temido con todo su ser que Belmonte fuera pasto de las cenizas y los escombros. Pero para su sorpresa, el pueblo permanecía aún (casi) entero y con algo de afluencia y actividad. No era un lugar especialmente grande, pues se contaban escasas viviendas, mas era bastante más de lo que hubiese esperado o imaginado. Parecía que la diosa de la fortuna les sonreía un mínimo durante ese tramo del fatigoso viaje.

A los rostros escamados de los pueblerinos, cuyos ojos mostraban un brillo de desconfianza, el bardo respondió con leves movimientos de cabeza a modo de saludo, con el fin de demostrar que eran un grupo cordial que no buscaba gresca en su visita —no de momento, al menos—. La mirada se le fue, irremediablemente, a la posada. El olor a alcohol funcionaba como estimulante para que nuevas energías fluyesen por su cuerpo; estaba deseoso de beber algo en condiciones, comer hasta hartarse y dormir bajo un techo en condiciones. Además, esa clase de establecimientos eran idóneos para dejarse llevar, entretener a la gente y ganarse algunas monedas extras que siempre venían bien. No prestó excesiva atención al resto de edificios, cuando llegó el turno de decidir destino dentro de las exiguas opciones que se les presentaban. Como si albergase muchas dudas...

Secundo la moción. Después del asalto de los lobos, nos hemos ganado un merecido descanso —Sin quererlo, la vista se le fue hacia Dannar; era sin duda quien mejor aprovecharía ese tiempo para reponerse de su lesión—. Así que... ¿A qué estamos esperando?

Y sin siquiera esperar a que el resto confirmase o no el dirigirse hacia allí, Rion comenzó a caminar en dirección a la posada, donde quizá y solo quizá, hallarían alimento, respiro y un poco de diversión.

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17/05/2021, 21:42
Jezal

El destino de Phyrra, los contenidos de la carta y el misterioso final que habían sufrido aquellos hombres fue todo lo que rondó la cabeza de Jezal una vez el grupo volvió a echarse al camino. Quizá era mejor eso a pensar en lo mucho que empezaban a dolerle los pies, o en cuánto echaba de menos el fuego de la chimenea de Ysentrud pese a que había estado frente a ella hacía menos de una luna, pero seguían sin ser imagenes agradables. El mundo estaba demostrando ser un lugar mucho más terrible de lo que habría podido imaginar.

Pero Belmonte resultó ser un resquicio de luz en aquel mar negro. Para empezar la aldea no era un montón de ruinas humeantes, como habían llegado a temer, así que eso ya era motivo de alivio. Y aunque la primera impresión que se llevó del sitio era que resultaba poco impresionante —En general, los reinos del norte estaban demostrando ser considerablemente grises en comparación a Nilfgaard, y eso era siendo piadoso con las palabras—, el edifio que inconfundiblemente solo podía ser una posada llevó una ligera sonrisa a sus labios y otra, mucho más grande, a su estómago.

Secundo, secundo. Yo también secundo —Pronunció bajito y con un tono extrañamente resuelto Jezal. Durante un momento, casi hasta pareció otro. Pero solo durante un momento.

Porque después volvió a quedarse callado, y volvió a poner aquella cara de tipo duro que se veía desmerecida por sus ojeras marcadas y por su aspecto ligeramente demacrado. Una noche de sueño en la posada iba a hacerle milagros, si nada se torcía.

Por otra parte, y aunque no había dicho nada, sabía que Alberich tenía razón. Todo el buen humor que pudiera acumular iba a ser poco si se veían obligados a dar la noticia, pero mejor no poner la venda antes de la herida. Ya llegaría ese momento.

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18/05/2021, 18:03
Dannar

El paisaje cambió del bosque profundo a las tierras trabajadas propias de la civilización. Belmonte, en seguida se dio cuenta, era un pueblo de leñadores, como muchos otros que había desperdigados junto a la floresta. Lo más importante de ello no era a qué se dedicaban sus gentes, sino que el lugar, contrariamente a lo que empezaban a temer, estaba habitado aún.

Las casas que moteaban el paisaje no eran grandes ni lujosas, en realidad no eran más que cabañas grandes, de madera y paja, a excepción de un par de ellas que destacaban sobre el resto; una taberna, como en seguida descubrieron, y lo que debía de ser la casa del alcalde, o algo similar. Era poco más que una aldea, pero parecía segura y acogedora, así que para Dannar era suficiente. Cuando Martem propuso ir a la taberna, ella asintió de inmediato.

Vamos, necesito algo de beber y descansar esta pierna —dijo de buen humor, incluso pasando por alto la mirada de conmiseración que se le escapó a Rion; ella misma sabía que era verdad. Al escuchar a Alberich, sin embargo, se esfumó el leve gesto de su cara que podría haber pasado por un amago de sonrisa—. Si, eso también. Y podremos enterarnos de que nuevas hay por aquí. Puede que incluso tengan algún trabajo, pensó.

Notas de juego

Perdón por tardar tanto, estoy que no me da la vida a veces.

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19/05/2021, 12:58
Morkam

Cuando Martem ofreció el aguardiente un atisbo de duda cruzó el rostro del artesano. Llevaba varios días racionando aquel brebaje amargo que tanto le había consolado en días de tristeza; sin embargo la sombra de una posible maldición le hacía replanteárselo. Finalmente el hedonismo prevaleció y tomó la damajuana. También tomó el cuchillo ofrecido por su compañero, nunca le había gustado en exceso el combate, pero ya había tentado demasiado a la suerte.

Tiempo después, cuando Belmonte se vio en la lejanía, Morkam apartó a un lado la sensatez y bebió con rapidez su recién obtenido aguardiente. Sabía ligeramente avinagrado, sin duda había comenzado a malograrse, pero poco le importaba. Una voz en su interior le gritaba que bebiera, tratando así de apagar la nitidez de recuerdos dolorosos jamás olvidados. 

Belmonte no era un lugar especialmente hermoso ni de grandes dimensiones; sin embargo en sitios así siempre había trabajo para aquel que quisiera deslomarse la espalda y pelarse los nudillos. Por otra parte la idea de un descanso en el camino y poder cubrir sus necesidades básicas, además de las no tan básicas, era cuanto menos tentadora. Por ello cuando sus compañeros propusieron marchar a la taberna asintió conforme. 

Mientras caminaban hacia la taberna observó la casa quemada. Aquello no le daba buena espina. Quizás su mente alocada estuviese equivocada, pero juraría que la desaparición de Phyrra había provocado un conflicto entre familias. Sin duda aquel amorío debía no ser aceptado por las familias, lo más probablemente por el padre de la joven. Por ello cuando Alberich comentó su idea una mueca de desagrado cruzó su rostro. Comprendía sus intenciones y que le quemaran las barbas si ocurriera al revés y él no quisiera ser informado de la verdad incluso años más tarde; sin embargo ellos eran extranjeros en un pueblo en el que todos se conocían. Una noticia así levantaría ampollas y reavivaría o crearía antiguas dispuestas, pues las condiciones en las que se encontraba Phyrra no eran para nada normales. ¿Y quienes serían el objeto de odio por remover el pasado? Sin duda serían ellos. 

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20/05/2021, 12:26
Director

Las sombras se alargaban y el cielo se teñía de tonos anaranjados mientras el biruji de las montañas ya caía sobre ellos como preludio a una noche que se prometía fría. Así era el clima de las montañas en verano, podías sudar por el calor a media tarde y apenas un par de horas después quedarte helado con el frescor que bajaba de las cumbres. La propuesta de que la posada fuera la primera parada levantó la unanimidad en el grupo y el buen humor, solo ligeramente nublado por la mención que hizo Alberich para recordar a Pyrrha y su funesto destino, pues en algún lugar de aquel pequeño pueblo se encontrarían sus padres y ellos merecían conocer el destino de la muchacha.

El olor al guiso que se estaba cocinado y al alcohol que se servía en las mesas fue lo primero que les golpeó al entrar en la posada, junto con el aroma del tronco de madera que se quemaba en la chimenea. Los parroquianos habituales, leñadores y campesinos, se congregaban en torno a las mesas del salón principal de la posada, charlaban animadamente, bebían y esperaban con ansía hincarle el diente a lo que se estaba cocinando, probablemente un guiso con la carne de la caza que proporcionaban los alrededores. Un matrimonio regentaba la posada, no tardaron en suponer que se llamaban Gunter e Inga, a juzgar por los gritos que les lanzaban los habituales: "¡Eh, oye, Gunter, afloja un poco de la cerveza güena!" o "¡Inga, para cuándo ese guiso que ya mestán rugiendo las tripas como a un muerto!" El matrimonio parecía mantener una gresca continua, reprochándose las faltas del otro y discutiendo entre chanzas y puyas, lo cual animaba bastante el ambiente del lugar y de la monótona vida del campo, dando algo de que hablar a las gentes de aquel remoto lugar.

La entrada del grupo provocó que todas las miradas se centraran en ellos por unos segundos. Mirándolos con el mismo recelo que habían percibido en las calles, mas nadie se atrevió a realizar comentario alguno. Pronto cada uno volvió a sus propios asuntos cuando un grito de Inga desde la cocina hizo que las risas volvieran y el ambiente recuperara su tono jovial.

—¡Espabila, Gunter! ¿O es que no ves que hay señores de bien esperando a la puerta?

—¡Ya voy, vieja pelleja! ¡Mete tu hocico en el caldo ese a ver si lo terminas de una vez que la gente está famélica! Hola, hola. Buenas gentes. Bienvenidos. ¿En que sus puedo ayudar? ¿Acaso un poco de vino pa'l gaznate? ¿Un catre pa la noche?

Notas de juego

Aclaración: La casa no está quemada, solo en ruinas por el abandono.

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21/05/2021, 11:40
Rion Aedryn

Ay, el familiar bullicio de las tascas. Rion se sintió como en casa una vez accedieron al interior del local. No es que aquella posada le evocara a su hogar natal, el cual no tenía nada que ver con aquello; sino que en ese tipo de establecimientos había pasado buena parte de su vida escuchando historias o anécdotas y, más tarde, contándolas él mismo. Aquello le sirvió para granjearse cierta fama en según qué lugares y gracias a la música lograba ganarse unas monedas con las que se sustentaba en su día a día. Era la vida que había elegido llevar. La que mejor se le daba. Y la que más disfrutaba. Ya no había vuelta atrás para él.

Respiró profundamente, siendo azorado por el aroma del alcohol y de alguna clase de estofado. La boca se le hacía agua a cada segundo que pasaba allí dentro y tuvo que dar un rápido barrido general con la mirada en busca de una mesa lo suficientemente grande para la comitiva. Al sentir de pronto los ojos de los parroquianos posados sobre ellos, el bardo no se amedrentó o se puso nervioso; todo lo contrario, estuvo muy a gusto de ser uno de los receptores de la atención. Podía haber potenciales espectadores entre los presentes.

¡Saludos, buenas gentes de Belmonte! —acompañó el enérgico saludo con una tonada de su laúd, rasgando las cuerdas un par de veces con tino y maestría—. El encantador Rion, para entretenerles —se presentó, inclinándose en una elegante genuflexión.

Al llegar a su encuentro uno de los dueños de la posada, compuso una sonrisa amistosa en su rostro para recibirle y tomar la palabra por sus compañeros.

¿Por qué no las dos cosas, buen hombre? —le planteó al tabernero con guiño de ojo incluido—. Para empezar necesitaríamos algo de comida y bebida. Ha sido una larga jornada y necesitamos reponer fuerzas. Supongo que me entiende, viviendo en un pueblo tan... trabajador.

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21/05/2021, 19:08
Dannar

La algarabía de las tabernas era siempre la misma, estuviera donde estuviera; poblachos o grandes ciudades, más refinadas o toscas, en barrios buenos o junto a los muelles, cuando el alcohol empezaba a correr, la gente siempre actuaba de la misma forma. Dannar no se sentía especialmente cómoda en sitios así, pero tampoco a disgusto, y el olor de una comida caliente junto a la promesa de un lugar seco y tranquilo donde dormir era suficiente para levantarla el ánimo. Por una vez, coincidió con Rion sin rechistar, y asintió reafirmando las palabras del bardo.

Nos lo puede traer a una mesa apartada, donde no molestemos —añadió.

Para no llamar la atención, por desgracia, ya era tarde, no solo por el alegre saludo de su compañero de fatigas, sino porque su presencia, en un lugar donde todos se conocían y los forasteros no eran comunes, ya había atraído más de una mirada recelosa. Entendible, pero esperaba que no fuera a más que eso, y la experiencia la decía que lo mejor era quedarse en un segundo plano hasta que todos prefirieran olvidarse y seguir a los suyo.

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21/05/2021, 23:19
Martem de Bremervoord

Nada más abrirse la pesada puerta de madera de la posada, Martem arrugó las narices para evitar que el fuerte olor a alcohol se le subiese a la cabeza. Inmediatamente, de un modo casi inconsciente, su mirada recorrió el interior en busca de cualquier movimiento sospechoso, de alguna mirada de reconocimiento, del brillo de una daga asomando entre los pliegues de la ropa de cualquier aldeano de aspecto engañosamente anodino. Tristemente, los cuchillos eran algo a lo que el hombre se había acostumbrado, y a lo largo de su vida había estado tantas veces en el lado del que empuñaba el arma como en el de quien se veía amenazado por ella. Por suerte, aquella vez no vio nada de eso, sino tan solo el escrutinio indiscreto propio de gente de pueblo que llevaba demasiado tiempo sin ver ninguna cara nueva.

Lentamente, Martem entró en el local, sintiendo los tablones de madera pegajosos bajo sus botas. No fue ni el primero ni el último en cruzar el umbral, manteniéndose rodeado de otros que, a excepción del enano, eran más altos que él. Se cuidó de tener la cabeza gacha y de no establecer contacto visual con nadie, tratando de pasar desapercibido mientras, discretamente, continuaba examinando la taberna. La chimenea que, desde un rincón, mantenía a raya el frescor de la incipiente noche; los fuegos de la cocina, de la que emanaba un olor delicioso que casi lograba imponerse al de las bebidas derramadas; los faroles que brillaban con luces tímidas, trémulas. Todos ellos formaban charcos de claridad en mitad de un ambiente de penumbra acogedora, pero que también podía ser peligrosa. «Los tratos de sangre se sellan entre sombras», pensó Martem, y tragó saliva, recordando la voz de la que había oído aquella frase, hacía ya tanto tiempo, cuando él era tan solo un aprendiz. Un aprendiz de tantas cosas… Se le revolvió el estómago, así que dejó de pensar en aquello. Menos mal que, con los años, se iba volviendo cada vez más fácil.

Gunter e Inga, pues así se llamaba la bulliciosa pareja que regentaba el mesón, no tardaron en darse cuenta de la llegada del grupo de viajeros, ofreciéndoles sus servicios en un momento que encontraron cuando dejaron de lanzarse los trastos a la cabeza el uno al otro. Fue Rion, el bardo, quien se dirigió a los posaderos con su gracejo habitual, no sin antes saludar a toda la concurrencia como cualquier artista digno de llamarse tal cosa. Su animada verborrea hizo que los parroquianos, que ya habían dejado de prestarles atención, se volviesen de nuevo para mirar, esta vez, al trovador, quien al parecer tenía toda la intención de deleitar a todo el mundo con una de sus canciones. Eso era algo que no ocurría todos los días en Belmonte.

Tal vez fuera ese el motivo por el que nadie se dio cuenta de que uno de los miembros del grupo ya no estaba allí. El hombre callado de barba roja se había esfumado entre las humosas sombras de los rincones.

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24/05/2021, 05:49
Alberich de Narok

Con suma atención, Alberich examinó desde el umbral de la puerta a cada uno de los parroquianos pero tras comprobar que no eran más que lugareños y que no había ningún otro viajero como ellos, comenzó a andar y se permitió disfrutar de la agradable mezcla de aromas que inundaba la estancia. Por fin podrían disfrutar de una comida decente, de un cálido ambiente mucho más limpio que la cabaña de Ysentrud y, con algo de suerte, de una cama en condiciones.
Los gritos que iban desde la cocina a la sala y viceversa les permitieron descubrir rápidamente que la posada era regentada por un peculiar matrimonio que no hacía más que lanzarse chanzas, lo cual hizo que el mago esbozara una sutil sonrisa. No porque encontrara divertida la discusión si no porque reconocía el ingenio de la pareja ya que sabía que todo eso no era más que teatro, una estrategia comercial para que sus vecinos acudieran al establecimiento. Después de todo, el chismorreo era el principal pasatiempo de los habitantes de este tipo de pueblo.

Ni bien dieron los primeros pasos dentro del local y dejaron de llamar la atención de los parroquianos, el bardo no tuvo mejor idea que adelantarse y presentarse públicamente, captando nuevamente las miradas. Por eso, el kovirano necesitó emplear todo su autocontrol para no asestarle una patada en la espalda al cantarín y hacer que el idiota se cayera de bruces…
Al acercarse el tal Gunter y todavía intentando contener su furia, Alberich tomó la palabra luego de que la bruja terminara de hablar.

-Primero la comida, pero también necesitaremos un lugar donde pasar la noche ¿Cuántas camas tienes disponible? -preguntó secamente- Espero que estén en condiciones, sería muy lamentable que estuvieran atestadas de pulgas y chinches -agregó clavando su fría mirada en el posadero desde debajo de su capucha.

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Notas de juego

Dejo hecha una tirada de Advertir/Notar, por si fuera necesaria para darnos cuenta de la ausencia de Martem.

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27/05/2021, 09:39
Jezal

Antes de entrar al establecimiento, Jezal buscaría un lugar donde dejar a su caballo. Un establo habría sido preferente, pero tener que decantarse por un poste cerca de un bebedero tampoco habría quitado el sueño al nilfgardiaano. Después de todo, dudaba que nadie en aquel pueblo tuviera ninguna intención de robar un caballo, principalmente porque no iban a tener manera de esconderlo. Intuía, además, que tampoco era muy probable que nadie decidiera montarse en él para galopar en busca de una vida nueva.

Agradeció enormemente estar dentro del establecimiento. Por lúgubre que le pudiera parecer —No había comparación con los lugares que había frecuentado durante su cómoda vida en La Ciudad de las Torres de Oro— después de tanto tiempo en el camino cualquier lugar medianamente civilizado conseguía que se sintiera el hombre más afortunado que jamás había caminado la tierra.

Eso sí: Por agradecido que estuviera, tuvo la cautela de mantenerse entre sus compañeros. Todos eran forasteros y todos llamaban la atención, pero si podía ser el que menos la llamara de entre todos ellos, mucho que mejor. Belmonte parecía un lugar tranquilo donde la guerra todavía no había hecho estragos, pero no quería arriesgarse a que nadie por allí tuviera una cuenta pendiente con su gente.

Diablos, a estas alturas, a pocas camas le haría yo ascos —musitó en respuesta a la petición de Alberich.

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28/05/2021, 13:42
Morkam

Cuando entraron a la posada Morkam sintio las mirada de los lugareños sobre ellos. No podía culparles, incluso en su tierra los extranjeros eran recibidos con cierto recelo; sin embargo aquello no le tranquilizo. Si Alberich compartía la funesta noticia con los familiares de la difunta joven, la desconfianza podría pasar a odio en poco tiempo. El enano conocía en sus carnes el daño que podía hacer la ignorancia unida al odio y el miedo. 

Sin duda algo de vino con lo qer mojar el gaznate y llenar la panza sera bein recebedo— añadió el enano apoyando las palabras de Rion—. 

Después de pronunciar aquellas palabras busco una mesa apartada donde cupiera todo el grupo y poder así esperar con relativa tranquilidad; sin embargo el cantarín hombre de rasgos afeminados comenzó a dar la nota. La música endulzaba incluso el corazón más amargo; sin embargo la personalidad de Rion era cuanto menos vivaz, especialmente con las mujeres, algo que sin duda podía traer más de un problema para el grupo. A pesar de ello Morkam no dijo nada, en su lugar guardo silencio y se limitó a disfrutar de la melodía ofrecida por el bardo.

Mientras esperaba la comida pensó en su lobuno compañero de viaje. Antes de entrar a Belmonte le había ordenado marchar por los bosques pues sabia que en un lugar como aquel no seria bien recibido. Sabia que pocas criaturas naturales podían acabar con Dum, pues su grueso pelaje no solo le protegía del frio de la noche; sin embargo no se sentía cómodo lejos de su fiel amigo.  Al día siguiente con los primeros rayos de sol se reuniría de nuevo con el, puede que con algunas sobras de su cena.

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28/05/2021, 18:09
Director

—¡Claro, claro! Ocupen ustés una de las mesas que enseguida sale el caldo de mi mujer. Pa chuparse los dedos, les digo. No habrán llenado el morro con nada mejor.— Al posadero se le iluminaron los ojos al ver que Rion rasgueaba las cuerdas de un laúd ante la perspectiva de que alguna tonadilla del músico le permitiera animar algo la posada. —¡Venga, cantor, anímate a tocar alguna cancionceja que le de alegría a esto!

Las palabras de Alberich no hicieron mella en el buen humor con el que les atendía el tal Gunter. Aunque probablemente, cuando nadie más les escuchara y estuviera a solas con su mujer pondría a caer de un burro al estirado visitante. Si no le gustan las camas que duerma en los establos. Llegaría a decirle a Inga. Eso sí, en aquellos momentos ni su mirada mostraba resquicio alguno de pensamientos como ese.

—Pues tiene a su disposición todas las camas que deseé. En cuanto acabe la parienta con el guiso la mando a facer las camas. Ya verán que jergones, ni Demavend duerme mejor. Ya lo verán.Le respondió con una sonrisa al kovirano. 

Dannar optaba por pasar lo más inadvertida posible, aunque las miradas de todos con los que se habían cruzado por el pueblo y los presentes en la posada ya se habían clavado en ellos y el bardo no hacia ascos a esa atención, sino más bien todo lo contrario. No obstante, con el rasgueo de las cuerdas de su instrumento, el bardo consiguió convertir el recelo de las miradas pueblerinas en expectación. No se le dio mal al bardo, que logró llenar la gorra con unas cuantas monedas que le fueron tirando los parroquianos. La concurrencia se iba animando con las notas que emanaban de las cuerdas del laúd y la dulce voz de Rion. Intrigados por la música, algunos belmonteses que estaban fuera entraron a la posada atraídos por la curiosidad que les producía la melodía y terminaban quedándose a cenar. Raro era ver una atracción semejante en aquellos parajes. Gunter se frotaba las manos e Inga se quejaba de que ahora tenía que trabajar el doble, pero en verdad estaba igual de contenta que su marido. Un bardo era mejor atracción que la mejor puya que pudiera dedicarle a su esposo. El resto de los presentes se fue animando con la música. Una joven morena bastante guapeta para lo que solía verse en pueblos como aquel se quedó mirando a Rion con una sonrisilla mientras se pasaba los dedos por la coleta que le caía por el hombro.

Con todo el ajetreo causado, ni siquiera ellos se dieron cuenta de que Martem se había fundido con la multitud que escuchaba con atención las canciones del bardo hasta que el posadero llegó con una jarra del vino encargado por el enano. Pronto el guiso de Inga estuvo listo y se les sirvió unos platos bastante cargados. El guiso contenía verduras y cebolla y una cantidad bastante generosa de carne. Sus narices no les habían engañado, aquello era tan delicioso como el olor que llevaba rato haciendo rugir sus tripas.

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28/05/2021, 19:16
Director

Poca pesca logró Martem en aquel lugar. Y eso aún a pesar de que cada vez se iba llenando de más gente. Logró sustraer unas cuantas monedas de las abandonadas bolsas de los parroquianos, pero entre todas apenas sumaban dos coronas. También logró agenciarse una pipa de fumar y una medallita de cobre en honor a Melitele que calculó que apenas tendría valor. Una exigua cosecha. Los días de vagar por los caminos le habían hecho perder práctica.

Decidió no tentar más a la suerte y conformarse con lo obtenido después de percatarse de que un leñador calvo con una gruesa perilla no le quitaba ojo de encima. Levantar sospechas allí o ser acusado de ser amigo de lo ajeno podría no resultar muy bueno para ellos. A fin de cuentas, las noticias en los pueblos se transmitían con rapidez y poco hacía falta para quedar marcado por cualquier circunstancia, y a saber de qué eran capaces esos jayanes armados con hachas.

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28/05/2021, 20:07
Martem de Bremervoord

La colecta que consiguió Martem era lo más triste que veía desde que abandonó los populosos puertos de Cidaris. Parecía que las gentes de aquel pueblo eran pobres como ratas, y por si eso fuera poco, el bardo Rion se había propuesto volverlas aún más pobres con sus canciones que, todo fuera dicho, no sonaban nada mal. Con todo, el hombre decidió refrenarse, tomando tan solo un poco de calderilla de cada bolsa a la que consiguió echar mano en vez de vaciarlas por completo; si se percataban de que les faltaba más de la cuenta, aquellos aldeanos no tardarían en sumar dos más dos y relacionar sus pérdidas con la llegada del grupo de desconocidos. Y en cuanto sus compañeros fuesen acusados de ladrones, Martem estaba convencido de que ellos mismos atarían cabos y lo echarían a los pies de los caballos para salvarse. No los culparía por ello; a fin de cuentas, era probable que él hiciese lo mismo si llegase a ser necesario.

En cierto momento, Martem notó la insistente mirada de un hombre clavada en él. El cidario giró el rostro hacia él, sin molestarse en ocultar que se sabía observado, y le echó un buen vistazo. El tipo era fornido y llevaba un hacha a mano, lo que sugería que era un leñador. Tenía la cabeza despejada, como él mismo, y una hirsuta perilla que realzaba la expresión suspicaz de su rostro curtido. Martem desplazó el peso de una pierna a la otra, apoyando una mano en la cadera con actitud desafiante y, sonriendo, le guiñó un ojo. Esperó unos segundos a ver la reacción del hombre; nunca se sabía si, además de unas pocas monedas, podía conseguir algo más. Después volvió a ignorar al desconocido y siguió paseándose entre los parroquianos, fingiendo que no hacía más que mirar el aspecto de los platos que estos consumían para disipar las posibles sospechas del leñador calvo.

Finalmente, cuando hubo acabado con su numerito de disimulo, Martem se dirigió hacia la mesa en la que se habían reunido sus compañeros. Ya se la había jugado bastante por aquella noche, aunque los resultados hubiesen sido para echarse a llorar.

- Tiradas (1)
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29/05/2021, 00:38
Director

Martem casi no se podía creer que la música de Rion fuera más efectiva que él para desplumar las bolsas de los habitantes de Belmonte, pero lo cierto era que había logrado reunir una cantidad de monedas mucho mayor que la que él había logrado. Y con aparente menor esfuerzo. 

El calvo pareció desconcertado con el guiño de Martem, pero eso le facilitó un momento de respiro al dejar de sentir la presión de que el tipo estuviera vigilando cada paso que daba. Aún así Martem volvió con los suyos. 

Notas de juego

Genial salida. 

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29/05/2021, 00:42
Martem de Bremervoord

¡Hacedme sitio! ¡Uf! —Apareciendo de la nada junto a la mesa en torno a la cual se habían sentado sus compañeros, Martem se desplomó en una de las banquetas, aprovechando el movimiento para descorrerse el zurrón por el brazo. Con un gesto cansado, el barbudo dejó caer la bolsa al suelo, a sus pies. El golpe que pegó el morral al tocar los tablones de madera evidenció el peso que debía de cargar—. Joder, ese macuto pesa más que yo. ¿Qué habéis pedido al final?

El hombre se echó hacia delante en su asiento para examinar el contenido de los cuencos, e inmediatamente se le hizo la boca agua en cuanto el olor del guiso le subió por las fosas nasales. Martem sabía que tenía que aprovechar cualquier ocasión que tuviese para echarse comida al gaznate, así que tardó menos que un suspiro en hacer acopio de los cubiertos y ponerse a comer. Último en llegar, primero en tragar. Y además aquello estaba tan bueno como parecía, lo que arrancó un hondo sonido de satisfacción del hombre.

Oye, qué bien toca Rion, ¿no? —comentó a nadie en particular, asintiendo, mientras miraba al joven trovador que se lucía en medio del mesón. Hasta empezó a seguir el ritmo de la tonada con el pie. Rápidamente arrancó un generoso pellizco de una hogaza de pan negro que había sobre la mesa, metiéndoselo entre pecho y espalda junto a un buen trago de cerveza—. Parece que nos va a ir bien tener un amigo bardo. —Luego, su rostro se puso más serio—. Bueno, ¿qué? ¿Ya habéis pensado qué vamos a hacer con lo de la niña? Supongo que su familia preferiría saberlo, aunque duela. En realidad creo que, en el fondo, ya lo saben. Pero tiene que ser horrible pasarse toda la vida sin estar seguro.

El cidario se llevó otro bocado de guiso a la boca, que le sacó un sonido de gozo parecido al anterior.

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30/05/2021, 21:03
Dannar

Dannar no llegó a sobresaltarse, pero siempre alerta como estaba, su mano si se dirigió, durante un sutil y fugaz instante, en dirección a la espada. Solo un observador muy atento, posiblemente un mercenario o antiguo soldado que se hubiera estado fijando, habría notado el gesto, así como la dureza de sus facciones —más de lo habitual—, en respuesta a la llegada de Martem, pero en cualquier caso, cualquier atisbo de alarma o intranquilidad desapareció rápidamente cuando se dio cuenta de quien era el que acababa de surgir de la nada, como salido de las sombras a plena vista entre la gente. A punto estuvo de preguntar donde había ido, pero tras pensarlo mejor decidió no hacerlo y dejar que cada cual guardara sus trucos al igual que guardaban sus motivos para estar en ese peculiar viaje que les había unido.

Gunter, el posadero, no tardó en aparecer con los cuencos de estofado, hogazas de pan negro algo secas pero no duras aún y cerveza o vino, según las preferencias de los parroquianos. Bebida y comida fueron más que bienvenidos en la sala, inclusive por su parte, en este caso por partida doble, pues además de tener algo caliente con que llenarse el estómago, aquello había apartado temporalmente la atención sobre ella.

Si, supongo que si. Hay amistades peores. —Recordaba a otro bardo con el que había trabado amistad, muchos años atrás, y que hacía tiempo que estaba enterrado. Rion no le llegaba a la suela de los zapatos en ese momento, pero no se le daba mal del todo. De hecho, para alguna era más que bueno—. Mirad, no somos los únicos que lo piensan —señaló con su cuchara de madera a la joven muchacha de cabellos oscuros y sus labios esbozaron un atisbo de sonrisa triste—. Pobre necia e inocente. Le romperá el corazón.

Como nuestra chica de capa roja. El repentino cambio de conversación del barbirrojo hizo que suspirara de manera casi imperceptible. Imaginaba que debían hacerlo —por humanidad, o algo así—, pero sabía que aquellas noticias no solían traer nada bueno para el mensajero.

Si lo hacemos, será mejor que lo dejemos para mañana. O pasado, si no hay prisa y aquí encontramos algo de trabajo. Me gustaría dormir tranquila en una cama en condiciones.