Partida Rol por web

Queréis decir que deseáis venir, concluyó Sazel de las palabras del capitaine, aunque vuestra responsabilidad sea otra. No me incumbe lo que hagáis de vuestra nave, mientras nos lleve a donde nos esperan. Y vuestra destreza nos será de ayuda dentro de la pirámide.

Sazel sí podía comprender que Lefebre decidiera por su hijo. Él era padre de tres hijos. Hacía mucho tiempo que había renunciado a su familia, pero podía recordar la clase de emociones que le inspiraban, y estaba convencido de que no hubiese permitido a ninguno de ellos arriesgarse en semejante misión. Incluso si hubiesen sido grandes guerreros, en lugar de campesinos y pastores.

Hablemos de nuevo con Momoztli antes de marchar, dijo. La mujer, sin embargo, sí había permitido que su hijo se jugara la vida. Que nos cuente cómo es el interior de la pirámide. Si cuenta con trampas o guardianes.

Tras ultimar los detalles de cómo iba a repararse el barco, os despedisteis de Mossa, Margaritha y el resto de la comitiva y os dirigisteis a la casa de Momoztli para que Sazel pudiera saciar su curiosidad. La pregunta extrañó mucho a Momoztli.

—¿Interior? —repitió en aquel revraíno atroz—. La pirámide no tiene interior. Creo, pero no puedo asegurarlo. El Señor de los Huesos vive arriba, con sus aprendices. El pueblo no entra en la pirámide. Solo ellos. Las ceremonias se hacen fuera. Nos sentamos en la escalinata.

- Vaya... - Dijo extrañado el capitán. - Eso si que no me lo esperaba.

El desconocimiento de aquella mujer por lo que ocultaba el zigurat era realmente asombroso. Momoztli era quien mandaba allí y si ella desconocía si aquella colosal construcción tenía cámaras y túneles en su interior o no, nadie en aquella aldea lo iba a saber. Por lo tanto seguir insistiendo en aquel sentido, no iba a reportarles nada. No obstante Patrice, que otra cosa no, pero un hombre viajado si era, sabía que muchos chamanes y gente tocada por los dioses en general, gustaba de guardar secretos a su propio pueblo. Eso les imbuía de cierto misticismo y ayudaba a que mantuviera una reputación y lo más importante, un puesto de influencia dentro de la propia comunidad.

-  Tenemos las provisiones, el equipo... - Se encogió de hombros. - Por mi podemos partir cuanto antes, así que cuando dispongáis...

Sazel asintió. No lo esperaba, de alguien que parecía ser una autoridad entre aquellas gentes, pero no estaba sorprendido. Ese Señor de los Huesos, por la forma en que había hablado de él, parecía ser una autoridad religiosa. Si estaba en lo cierto, el ziggurat sería un templo, y entre las paredes de un templo, el poder de los gobernantes civiles y militares era escaso.

¿Estáis listas? preguntó a las dos mujeres. Lo desconocido les aguardaba, y la anticipación hacía que a Sazel le cosquillearan los dedos.

Raven se pellizcó la barbilla, o la cima del ziggurat era lo suficientemente grande para que aquel Señor de los Huesos viviera en la casa al aire libre más aburrida de Ezora o realmente la pirámide sí tenía un interior y lo que se encontraba en la cima era el camino hacia él. Fuera lo que fuese en aquel momento daba igual porque simplemente no lo sabían.

—Bueno... si tiene interior o no, lo sabremos en cuanto subamos—concluyó finalmente antes de responder a Sazel:—. En la medida de lo posible.

¿La pirámide no tiene interior? Eso le resultaba raro, sobretodo teniendo en cuenta el tamaño de la estructura. Pero no sería ella quien le llevara la contraria a Momoztli. El uso del acero por ejemplo le había sorprendido. Había pensado que los chardaukanos no estaban tan retrasados, pero si construían pirámides de piedra maciza... Bueno, tampoco tenía que sobrevalorarlos.

Aunque algo le decía que posiblemente la líder chardaukana estuviera equivocada.

—Hora de marcharnos—dijo echándose el arco al hombro.

Os despedisteis de Momoztli y abandonasteis la casa de la jefa para internaros en el maizal ahogado por la lluvia, en dirección al antiguo zigurat que ocupaba el centro de la aldea. Era de día, pero el cielo estaba tan cubiertos de nubes negras que la luz de Celestar no bañaba la tierra. Cuando emergisteis a un camino por entre la espesa y alta plantación, os encontrasteis con una escena desoladora. Había un chardarrim derribado en el suelo y dos cadáveres de guerreros chardaukanos, con sus exóticas armaduras emplumadas con yelmos en forma de halcón. Un tercer guerrero, malherido, se arrastraba por el suelo, tratando de alejarse de otro chardarrim. A diferencia de los que os habíais encontrado el día anterior, este estaba de pie con la mirada perdida en las mazorcas, sin tener ademán hostil o reaccionar ante vuestra presencia de manera alguna. Raven pudo ver en aquella criatura el mismo hilo enredado que había visto en las demás.

Cuando Sazel vio que el guerrero se arrastraba, pasó a su lado y e interpuso su cuerpo entre él y el chardarrim, que permanecía en pie, impasible, con la mirada fija en ninguna parte. Estaba herido, pero si era capaz de moverse, no tanto como para que su vida corriese peligro inmediato, y Victoire estaba mejor equipada para sanarle que él.

Otros tres cuerpos yacían sobre la tierra mojada. Dos pertenecían a guerreros nativos, y el tercero a otra de esas  criaturas no muertos. Grande debía ser su destreza, si habían podido derribar a uno de los chardarrim; la mayor parte de guardias de los pueblos revraínos hubieran sido incapaces de vender tan caros sus pellejos.

Puede que formaran parte de la partida del vástago de Momoztli, dijo.

No apartó la mirada del no muerto. No lo temía, pues ya se había enfrentado a otros como él y había salido victorioso, gracias a la Madre, pero la ausencia de reacción de la criatura le inquietaba más de lo que lo hubiese hecho la violencia descarnada de los que habían enfrentado la noche pasada. Tal era el poder de la incertidumbre.

-  ¿Qué cojones sucede? - Le preguntó a los siervos de Celestar.

Le resultaba extremadamente raro que los chardarrim no parecieran estar sedientos de sangre, la suya, de hecho, parecía que ni se habían percatado de su presencia y de haberlo hecho, estaban pasando de ellos como del mierda. Se llevó la mano al mentón pensativo. Lo único que tenía claro era que tenían que salvar a ese guerrero de una muerte a manos de sus propios ancestros retornados de la tumba.

- Voy a ir  por el guerrero... - Les dijo a sus camaradas. - Voy a sacarle de ahí.  - Comentó. - A ver que hacen esos muertos...

Y sin más desenfundando su espada corta armada con su cristal contra retornados, avanzó hacia el nativo con la clara intención de salvarle la vida, pero con la clara  desconfianza de que algo iba mal. ¿Y si era una trampa? ¿Y si había más de aquellas cosas en las inmediaciones y le salían al encuentro rodeándolo? Podían ser tantas cosas...

—Es lo lógico a pensar—dijo Raven a las palabras de Sazel—. Y por cierto, este también está igual de...

¿Enmarañado? Torció ligeramente el gesto, era difícil hacerse entender así.

— ...raro que los otros. Hay algo extraño en el vínculo que lo une con su creador.

Quizá deberían acabar con él directamente sin dar tregua a nada, aquellas cosas tenían inteligencia después de todo. Pero lo de lanzarse blandiendo un trozo de metal afilado sobre algo no estaba entre las cosas que le resultaba posible hacer. Y las dudas del sacerdote eran entendibles, de modo que se limitó a mantenerse atrás mientras Lefebre hacía su experimento.

Victoire pensó en lanza un Cerrar Heridas sobre el guerrero, pues no necesitaba acercarse a él para sanar sus heridas pero... En el anterior combate ese conjuro había resultado ser capital para salvar la vida de Raven. Si Lefebre conseguía traerlo le bastaría con un conjuro de primer orden. La arquera tomó el arco con cautela.

—Sólo hay una manera de saberlo—respondió a Sazel para luego mirar a Lefebre—. Trae al guerrero capitaine, lo sanaré. Si el chardarrim actúa, le damos con todo.

La tiradora sabía que el muerto estaba a su merced y podían aprovechar para tumbarlo. Pero con lo duros que habían resultado el día anterior y teniendo en cuenta que no se trataba de una criatura viva con puntos vitales... Ella lo tenía claro. Cualquier combate que pudieran evitar, les permitiría llegar en mejor situación ante el Señor de los Huesos.

Patrice arrastró al guerrero herido por el suelo, sin dejar de vigilar los movimientos del chardarrim. El chardaukano gimió de dolor, agarrándose la rodilla y retorciéndose por las terribles heridas que había sufrido. La greba de metal se había partido en dos de un temible golpe y había una esquirla de obsidiana profundamente clavada en la carne. La tibia debía estar hecha añicos y su extremo redondo asomaba entre la carne. Había sangre por todas partes. El muerto viviente, por su parte, había encontrado algo muy interesante que contemplar entre las mazorcas.

—Itzel, ¡Itzel! —dijo el guerrero, señalando el zigurat a través de las cortinas de agua que caían del cielo—. ¡Itzel!

Patrice miró a los sacerdotes con impaciencia. Aquel hombre estaba sufriendo un dolor atroz. Él le había llevado ante ellos y ahora les tocaba a ellos sanar sus heridas. Podían hacerlo sin demasiado esfuerzo. No entendía muy bien como Celestar le otorgaba sus dones a sus siervos, pero parecía que con una simple oración y un poco de fe, bastaba para hacer milagros increíbles.

- Puede usar mi cinturón, pero... - Carraspeó. - Igual luego lo necesito... - Se encogió de hombros. Aquel joven comenzó a decir algo mientras señalaba hacia el zigurat. - ¿Qué dice? ¿Icel, Itcel, Issel? - Miró de nuevo a los clérigos. - ¿Entendéis algo?

—"Itzel"—respondió Raven mirando la dirección en la que señalaba el guerrero—. Diría que parece un nombre pero puede ser cualquier cosa.

¿Algún compañero herido arriba quizá? Claro que por poder también podría significar "¡Peligro!". Y una docena de cosas más. O al menos si Sazel no había preparado aquella mañana otro Don de Lenguas. 

Desvió la vista hacia el guerrero herido sin poder evitar recordar las burradas que había llegado a ver en El Nidal. No sabía si resultaba perturbador, preocupante o simplemente triste que no se inmutara por tener la sensación de estar curada de espantos ante una herida tan horrible como aquella. Por suerte, había dos clérigos cerca para ayudarlo.

—¿Vamos a dejar ese chardarrim ahí?—preguntó después de que alguno de ellos hubiera aliviado el dolor del chardaukano—. Ha masacrado a dos y casi a él. Aunque ahora "no se mueva".

No, respondió Sazel, sin apartar la mirada del chardarrim. ​​​​Lo destruiremos, pero antes deseo saber la razón de su inmovilidad. Tratad las heridas de ese hombre y me acercaré a la criatura. 

- Yo te cubro, Sazel... - Le dijo Lefebre, que armado con su estoque y su espada corta, se puso junto al sacerdote dispuesto a ir junto a aquella criatura y partirle los huesos, nunca mejor dicho, al menor movimiento.

Victoire se agachó ante el guerrero herido. Estaba realmente hecho polvo. Sanaría lo suficiente las heridas como para que pudiera ser autosuficiente y regresar con los suyos. La joven cerró los ojos, tocó su medallón de Celestar con los de dos de la mano izqueirda y mientras recitaba un salmo, tocó con esos mismos dedos la herida del guerrero chardaukano.

La tiradora también quería saber el motivo por el que el chardarrim estaba inmóvil. ¿Conocían los nativos una forma de anularlos? Si era así, ¿por qué no les había dicho nada Momoztli?

Canalizo un Perdición por Curar Heridas Leves.

Sazel se aproximó al chardarrim con precaución, seguido de cerca por Patrice. El muerto viviente no se movió cuando se acercaron a él, continuó ahí parado sin reaccionar ante su presencia de manera alguna. Si el aasimar pasara una mano por delante de sus ojos, el chardarrim tampoco se inmutaría.

Por su parte, Victoire utilizó los dones que le había concedido Celestar para aliviar las heridas del soldado. El hueso volvió a enterrarse la carne para volver a su sitio y la herida escupió el trozo de obsidiana que tenía clavado. El soldado suspiró de alivio mientras repetía aquella palabra, señalando insistentemente el zigurat.

- ¿Habías visto alguna vez actuar así a un no-muerto? - Le preguntó a Sazel. - Vosotros sabéis más que yo sobre retornados, ¿no es cierto? - Le preguntó a su compañero aasimar. - ¿Lo espachurramos ya o tienes que hacer alguna comprobación antes?

No he rogado a la Madre hoy por el don de lenguas, dijo, puesto que nos encaminábamos a la lucha.

El chardaukano, sanado de las peores de sus heridas por el toque milagroso de la Madre, seguía repitiendo esa palabra. No parecía sorprendido por la aparición de extranjeros, tal era su obsesión. El pobre desgraciado debía estar conmocionado todavía.

¿Taclaelel? le preguntó, señalándole. El único nombre que conocían de entre los que habían ido al ziggurat.

Devolvió la atención al chardarrim a tiempo de escuchar a Lefebre. Le capitaine sostenía las espadas con manos veteranas, pero no parecía cómodo con la situación. Tampoco él lo estaba. La agresión había sido esperada, connatural a tales monstruos. La incertidumbre le perturbaba.

Lo desconozco, admitió el sacerdote. Si fuera un autómata, un simple cadáver animado, supondría que está siguiendo instrucciones específicas. Mas no lo es, y siendo los no muertos de esta tierra diferentes en su naturaleza a los que conocemos en Revraine, debo suponer que no estoy mirando lo que debo mirar.

No necesitaban comprender la naturaleza exacta de tales criaturas para destruirlas, pero Sazel había sido un humilde erudito muchos años atrás, y su espíritu todavía deseaba el conocimiento tanto como sus músculos ansiaban la acción.

Raven, vos sois más ducha que yo en los senderos de la magia, y habéis visto en las aberraciones algo que los demás no somos capaces de ver. ¿Podéis observarla con ojos de maga y decirnos lo que observáis? pidió Sazel a la drow, sin apartar la mirada del chardarrim.

¿Puedes detectar magia en el chardarrim?