Partida Rol por web

El profesor negó con la cabeza a las palabras de Joseph - No tengo tan claro que no sea nada más que un niño Joseph, Hannah no sabe nada de él, es más me miró como si fuera un loco cuando lo mencioné.- Quizás el doctor Sinclair tuviera razón y no fuera más que un simple niño, pero la situación estaba en un punto que no podían permitirse ningún desliz, la situación caminaba por una fina y pequeña cuerda.

- Está bien, yo buscaré entre libros, ese siempre ha sido mi trabajo los libros. Ve a ver a Isaac, pero vuelve rápido. A Hannah... bueno, la engañé levemente para que fuera más fácil que colaborara, pero tampoco confío mucho en ella y menos en el sirviente, ese silencioso hijo de puta puede ser peligroso. - en el punto en el que estaba Mike, desconfiaba hasta de su sombra, sobretodo de eso, de las sombras. - Ah por cierto, voy a cerrar la puerta, cuando vuelvas toca la puerta y di quien eres y te abriré. -

Joseph tendría sus cosas, pero era buen amigo. Lamentaba mucho ver a Mike en ese estado, lo mismo que a la familia Buttler. Asintió a las palabras de Mike.

_Veré que Isaac esté listo y vendremos a buscarte. Golpearé cuatro veces para que sepas que soy yo. Y si no encuentras nada no es problema, ven al salón que de todos modos nos vamos de aquí.

Dicho esto Joseph se retiró de la habitación.

Ya en el salón, Joseph puso una mano en el hombro de Isaac.

_¿Te sientes mejor, amigo? ¿Crees que puedes conducir? Hannah, lamento todo esto. Debemos irnos cuanto antes de aquí. ¿Están listos? Por cierto, Isaac, Hannah, no podemos dejar al niño. Mike me dijo que no entendías a quién se refería, Hannah. No entiendo cómo es esto posible.

Este punto desconcertaba a Joseph. Hannah podría no quererlo, ¿pero no saber de su existencia? Eso ya era demasiado. Quería ver la reacción de Isaac y de ella. Al menos uno de los dos estaba en algo raro.

Una vez Joseph se hubo marchado de la habitación Mike cerró la puerta con firmeza asegurándose que si alguien deseaba entrar al menos podría escuchar el forcejeo con la puerta, para que le diera algo de tiempo a reaccionar. Tras eso se giró y encaró la habitación que había quedado vacía junto a él y sin saber muy bien que hacer se dispuso a buscar alguna clase de libros, manuscritos o papeles que pudieran hablar de la familia o de la propiedad en la que estaban, con la vana esperanza de que esto le valiera para poder encontrar algo que aclarara que diablos estaba ocurriendo en aquel maldito lugar.

El matrimonio se miró entre sí extrañado, pero fue tu amigo Isaac el que respondió: ¿niño, qué niño? Aquí no hay ningún niño.

No estás muy seguro de como reaccionar. Te parece que no mienten en lo del niño, pero algo en la mirada de Isaac te dice que ocultan algo.

Considerando que no sabía bien cómo interpretar el comportamiento de la pareja y que el tiempo estaba en contra nuestra, decidí no dar rodeos.

_Isaac, me dijiste que Alexandra estaba acogiendo a una niña que aparenta menos edad de la que en realidad tiene. La que yo vi, de rizos rubios. Debemos irnos y no podemos dejarla aquí, corre peligro. Vamos, ya ni siquiera me interesa entender lo que ocurre, solo quiero irme de aquí. Hannah, no puedes decirme tú también que no sabes de quién hablo.

Tras unos momentos de indecisión, tu amigo empieza a contarte. Notas claramente que está incómodo, pero ante la posibilidad de dejarla atrás, su humanismo puede más: Bueno, no es una niña exactamente. Es una joven, aunque parece más aniñada de lo normal y su mentalidad también es bastante infantil. Se llama Isabella y mantiene una... relación con mi prima - no puede evitar sonrojarse mientras te cuenta esto - Vayamos a buscarla y a ver si la podemos convencer de que se venga con nosotros, pues es muy retraída y seguramente si vas tu solo a buscarla, se esconda.

Tras lo cual, tanto el doctor como su esposa Hannah, esta última con un claro mohín desaprobatorio, se preparan para subir a la planta superior.

No pocas veces he sido criticado por mi cinismo, aunque pocas veces me ha importado. Sin embargo no creo haber alcanzado jamás el grado de cinismo que estaba presenciando. ¿Son realmente ellos mis amigos, a los que he atravesado el país para ver? Nunca se me habría ocurrido que podrían dejar a una persona en una situación de peligro de muerte solo porque no les cayera bien. Abrí la boca para manifestar mi conmoción pero antes de decir nada la volví a cerrar. Quería irme de ese lugar cuanto antes y no me interesaba una nueva discusión en ese momento. Ya cuando estuviéramos a salvo podríamos hablar, aunque en esos momentos sentía que ya no había nada que hablar con esa gente. Me dispongo a subir tras ellos.

De entre los múltiples volúmenes que tiene tu amigo Isaac en el estudio, que tratan de temas tan variados como folclore, teología, metafísica, astrología, astronomía, literatura del siglo XIX y una gran cantidad de volúmenes dedicados al ocultismo, te llama la atención un ejemplar de estos últimos.

Es un libro delgado, encuadernado en cuero negro, en mal estado y que parece haber sido mal colocado en la estantería, motivo por el que te atree. Tiene impreso el título en letras doradas: "El libro de la providencia celestial". Puedes observar que las páginas, antaño blancas, aparecen moteadas en amarillo.