Partida Rol por web

Los primeros rayos del sol penetraron por la ventana del pasillo del hospital del Buen Pastor. Los cuatro agentes se encontraban allí juntos después de haber rellenado todo el papeleo pertinente y de haber atendido al trasiego de personal del FBI, policía local del condado, médicos, enfermeras, auxiliares del juzgado y algún periodista hábil que había logrado colarse.

Benjamin McKnight dormía levemente sedado en una habitación cercana, en el ala de pediatría. Sus padres habían acudido a toda prisa, nada más conocer la noticia del rescate y estaban dentro con él. Alguien les había informado incluso antes de que DeFuss o Lewis dieran la orden, algo que no les había sentado muy bien a los veteranos agentes.

Los cuatro detenidos estaban a salvo, curados de sus heridas y retenidos en los calabozos del juzgado de Marshall, custodiados por agentes del FBI y los alguaciles del sheriff Taylor.

El agotamiento se iba apoderando de los cuerpos y de los ánimos de los policías, una vez que la adrenalina había dejado de correr por sus venas. El frescor del aire acondicionado y la calma que, poco a poco, se había ido adueñando de aquella zona del hospital, contribuían a aumentar la modorra.

Sin embargo, todavía quedaba bastante por hablar y por hacer antes de que la promesa de una ducha y de las sábanas se hiciera realidad.

Bennet no pudo evitar sentir cierto regocijo de saber que, al menos, habían conseguido salvar al hijo de McKnight. Puede que aquello sirviese para limar asperezas con McKnight padre, aunque a esas alturas su ayuda probablemente no les sirviera de mucho. Solo les quedaba dar con Alan Rumsfeld y desmantelar su culto. Algo le decía que Tim Mortimer, como amigo y figura cercana al reverendo, podía ser una pieza clave para ello.

El ranger se dirigió a una máquina de cafés del hospital para servirse uno en un pequeño vaso de plástico. Estaba exhausto y era evidente que necesitaba una ducha después de haberse zambullido de lleno en las aguas del bayou.

-Mañana va a ser un día largo -le dijo Bennet a sus compañeros, en tono frío-. Tendremos que interrogar a los detenidos para averiguar sobre dónde puede estar Rumsfeld. Desde luego, maldita casualidad que el guía que contratamos para visitar a la Bruja del Árbol fuese uno de ellos... -se lamentó el hombre, sabiendo que técnicamente habían estado en compañía del enemigo mientras se desplazaban hasta la cabaña del bayou. Aún había mucho sobre lo que tenían que hablar, incluidas las erráticas acciones de Greenwrim, trasladando a un detenido de un hospital a la comisaría de otro condado. Dirigió una mirada a Adele-. ¿Cómo ha ido? -le preguntó a la afroamericana.

-Tan bien como podría haber ido, después de todo lo ocurrido.- La mujer evito terminar la frase diciendo "debido a Greenwrim", pero su rápida mirada se posó en la pelirroja antes de continuar. -Lo importante es que de momento los Rangers no serán retirados del caso, así que lo mejor será aprovecharnos de ello y tratar de cerrar todo bien hecho, como debería haber sido desde un principio.- El lugar en el que se encontraban en ese momento no le parecía idóneo para comenzar a hacer planes o comentar cosas en voz alta que pudiera ser escuchado por oídos indiscretos; por primera vez tenían, quizás, la ventaja sobre Rumfeld y sus feligreses, y se maldeciria mío y un veces si por irse de la lengua perdían la oportunidad de poner a aquel hombre tras las rejas.

-He estado revisando información sobre miembros de la iglesia de Rumsfeld, entre ellos los "amigos" de Moría, el matrimonio Blackman. ¿Puede explicarme qué la hizo llevarse a Seymour fuera de la jurisdicción de Taylor?-

Reunir un niño con sus padres, a pesar de que fuera un completo capullo, era lo único que necesitaba para sentir que había hecho lo correcto. El niño estaba a salvo, agotado y posiblemente traumado, pero a salvo en su hogar, y la madre podría abrazar de nuevo a su pequeño, haciendo que Moira tuviera la imperativa necesidad de regresar también a casa para ver a Kurt. Mamá volverá pronto a casa.

La ranger estaba sentada en uno de los varios bancos de la sala de espera, con el cuerpo echado hacia delante y los brazos apoyados en su regazo. Al igual que el resto estaba cansada, empapada y herida, habiendo sido atendida minutos antes por un médico para observar su herida en el costado. Por suerte no era nada grave, sólo un corte superficial al que le dieron un par de puntos de suturas y cubrieron con una venda*.

Si crees que voy a pedir perdón estás equivocada Adele.- No había ni una pizca de arrepentimiento en su voz, más bien la decepción de no haber llegado antes.- El tiempo para encontrar a Ben se acababa, tenía al capullo que intentó matarme en el hospital hablando no sé de qué mierdas de Dios y sabíamos que estaba involucrado con las desapariciones.- Giró el rostro hacia Adele, mirándola.- Volvería a hacerlo.- Rabia, cansancio, miedo… Habían pasado muchas cosas en escaso tiempo, desde las pesadillas que le impedían descansar por la noche hasta la constante presión, siendo ese intento frustrado de asesinato y el consecuente accidente de coche que ella misma provocó para sobrevivir lo que terminó de romper el vaso de cristal que estaba siendo la psique de la ranger. Posiblemente necesitaría descansar, tal vez ayuda profesional, pero se negaba a aceptar que aquello la estaba superando. No podía verse débil.

Los Blackman nos vigilaron cuando se llevaron a Ben, formaban parte del séquito de Rumsfeld. Posiblemente él los habría mandado y tenga a otros al acecho.- Había dejado de prestar atención a la agente del FBI para mirar a un punto concreto del suelo, donde las baldosas se unían en una extraña cruz.- Debe estar escondido en casa de alguno de ellos.- Quería decir más cosas, pero estaba demasiado cansada para hacerlo. Igualmente no podía olvidar la vez en la que estaba desesperada y llamó a Lewis pidiendo ayuda por primera vez, negándosela. Eso se le había quedado grabado a fuego, tanto como el corte de su costado.

A cada comentario que recibía sobre las acciones de Greenwrim, más convencido estaba Bennet de la gravedad de las acciones de su compañera y, lo peor de todo, sin ponerse en contacto con nadie y sin obtener resultado alguno que pudiera justificar sus irregularidades.

-La cuestión, Greenwrim, es que llevarte a Seymour Blackman fuera de la jurisdicción de Taylor solo ha servido para ponernos más trabas y complicar la situación -le indicó a su compañera, fríamente-. Contábamos con el apoyo del sheriff Taylor y tú lo dinamitaste. ¿Y todo para qué? Al final, encontramos al crío gracias a los progresos de DeFuss y su equipo. Te llevaste a ese detenido al condado de Smith sin contar con nadie y solo nos ha servido para complicarnos la relación con el sheriff Taylor. Teníamos a un sheriff que no nos ha prestado la más mínima ayuda. Ahora tenemos dos.

 Jordan estaba sentado en una de las sillas más cercanas al rincón, mirando la noche por una ventana mientras degustaba un café de hospital. Sorprendentemente para ser un café de hospital, estaba bastante bueno. Quizá la victoria que habían logrado hacia que supiera mejor. Después de todo, tenían motivo para estar más relajados: le habían quitado el "niño del momento" al culto de locos. Incluso sería motivo de celebración, de no ser porque los cuatro agentes portaban caras de perros.

 El veterano escucha lo que dicen sus compañeros, en especial Moira. Jordan no hizo reproches en su momento y tampoco pensaba hacerlos ahora, pero quería dejar las cosas en claro. En especial después de lo dicho por Lewis y Bennet.

- Ok, no pidas perdón. No necesitamos eso... pero cuando llegue el momento de explicar todo el caso, te haces cargo de todas tus decisiones. Es lo único que si espero de ti.

 Era lo mínimo, realmente. El daño ya estaba hecho y había que trabajar con lo que había en la mesa. Tampoco estaban mal posicionados, dado el avance del caso. Pero Jordan no quería que lo que hizo Moira refleje en el resto. Y lo que haría en el futuro... tampoco.

- Lo mejor va a ser que no trabajes sola durante el resto de la investigación, Greenwrim. Uno de nosotros tres siempre va a acompañarte. Incluso recomendaría que te tomes medio día de descanso, pero sé que esa petición caería en oídos sordos. Todos queremos zanjar este maldito caso de una vez por todas, atrapando a todos los hijos de puta que hay repartidos por la zona. Pero... hay que actuar con cuidado. Ahora más que nunca.

No estaba de humor, y a pesar de intentar hablar sobre la posible localización de Rumsfeld sus compañeros no hacían más que recordarle una y otra vez sus cagadas. Moira tuvo que morderse demasiado la lengua para no responderles con malas formas sabiendo que eso terminaría de sacarla por completo del caso, pero tampoco tenía tanta paciencia como para aguantar según qué comentarios. Esa noche no.

Se levantó tras la intervención de DeFuss, no pudiendo reprimir una irónica sonrisa al escuchar que no podía estar sola. Sentía que el resto la veía como una cría a la que vigilar y castigar en el cuarto de las escobas, preguntándose si llamarían a sus padres para chivarse.

Voy a buscar información sobre Rumsfeld, ver dónde se puede esconder.- Descansar no estaba en su vocabulario, sabiendo que dedicaría otra noche a investigar entre los papeles del caso y su portátil, buscando cualquier tipo de ubicación que pudiera servirle.- Buenas noches.- Se despidió sin más, no queriendo quedarse allí más tiempo. Sólo quería trabajar y terminar ya con el caso.

-Vas a quedarte donde estás, Moira Greenwrim, vas a sentar tu culo en esa silla, y vas a escuchar lo que tengo que decir.- Dijo Adele en dirección de la pelirroja antes que se alejara un paso más. -No estás ya en posición de hacer las cosas a tu manera, así que vas a quitar esa cara de cachorra castigada y te vas a sentar.- La mujer, luego de mirar hacia todos lados, colocó por fin la carpeta que llevaba en los brazos en un punto donde pudiera verlo cualquiera de ellos. -Esto es lo que he encontrado sobre los feligreses de Rumsfeld, si queremos encontrarlo seguramente lo hallaremos presionando a alguno de ellos. Aunque si son igual de fanáticos que los Blackman será complicado hacerles hablar. Tenemos a Diana Carter, que da la casualidad de ser la mujer que estaba con los secuestradores. Tenemos también a Fallon, lo que nos puede tumbar todo el caso si no sabemos manejarlo con cuidado. Podemos hablar con la chica Dupré, quien le acusó de acoso sexual y fue desestimada por el juez Corman. Así como ellos, tengo varios nombres más.- Señaló la carpeta junto con toda la información que tenía, tanto de feligreses fanáticos como personas que habían emitido quejas contra los mismos. -Me interesa hablar con los Watson. No parecen tener un motivo por el cual encontrarse contra Rumsfeld pero fueron quienes hicieron la acusación contra su iglesia. Quiero averiguar si tienen bases sólidas para ello.-

Miró a los tres, y continuó. -Si Rumsfeld se ha escondido, es seguro en el hogar de alguno de sus feligreses, o algún sitio que les pertenezca. Si no estaba en el sitio donde encontraron a Benjamín es posible que tuvieran más de un refugio. Vamos a presionar a los que podamos. Quiero a Moira y a DeFuss presionando a Mortimer y a Diana Carter; Bennet, tu vendrás conmigo a ver a los Watson y a Dupré. ¿Preguntas?- Dijo finalmente, aunque se veía que esta vez no dejaría que nadie más intentará hacer cosas sin primero decirselas a ella.

Scott intuía que Moira era una olla a presión a punto de estallar, por lo que sabía que probablemente las palabras de Adele, con el modo sargento ya activado, podían provocar que la joven ranger terminase por estallar. Escuchó cómo Lewis exponía quiénes eran algunos de los feligreses más ilustres de la secta de Rumsfeld y carraspeó, pensativo.

-Fallon -dijo el ranger, convencido-. Si tuviera que esconderme con alguna de esas personas, optaría por Fallon. Con él, desde luego protección no me iba a faltar. Tengo la corazonada de que Rumsfeld está con él. Quien se ocupe de presionar a Mortimer, probablemente pueda sacarle esa información -indicó, pues recordaba que Mortimer y el reverendo eran muy cercanos. Si había alguien que sabía donde se ocultaba el religioso, tenía que ser Mortimer-. Por mi parte, ninguna pregunta, Lewis. Aunque puede que no sea buena idea que uno de los rangers vaya a ver a los Watson... -dijo Scott, sabiendo que probablemente el matrimonio no se abriría mucho con los rangers por haberse centrado inicialmente en el profesor Matteis. Incluso era posible que las últimas acciones de Greenwrim hiciesen recelar a los Watson.

Fuera como fuera, Bennet sabía que aquel caso iba a costarles caro, no solo a Greenwrim, y el hecho de que aún siguieran en él solo podía deberse a que Frank Riley había movido los hilos necesarios para no dejarles fuera. De no ser por el fiscal, no dudaba en que los dos rangers ya estarían fuera.

-Necesito estar a solas unos minutos -le indicó a sus tres compañeros, en tono apagado-. Voy a llamar a mi familia.

Con aquella excusa, Scott se retiró, móvil en mano y escribió un mensaje en su teléfono móvil para Frank Riley:

La tendrás esta noche. Le mantendré al tanto.

El ranger se aseguró de estar fuera del campo de visión de sus compañeros mientras escribía aquel mensaje. Sabía que aquello le convertiría automáticamente en un chivato, pero tenía que pagar a Riley el favor que le debía y aquella era la única que tenía de hacerlo.

Estaba de espaldas a ella dispuesta a marcharse al hotel y trabajar, lo que había estado haciendo en todo momento, pero la voz de Adele le hizo detenerse. Apretó los puños con fuerza, tanta fuerza que se clavaba las uñas en las palmas, dejándole un pequeño puntito de sangre. Cállate Moira. Cada vez le costaba más guardar silencio cuando en realidad quería gritarles y mandarles a la mierda, pero era consciente de que aquello no beneficiaría a nadie. Ya no era cosa de Moira, sino de los Greenwrim.

Claro. Jefa.- Respondió de manera seca, tragándose su propio veneno para controlar todos y cada uno de los impulsos.

 Jordan vio con sorpresa como Lewis tomó las riendas de la situación de un momento para otro. Aunque evitó hacer comentarios, solo levantando las cejas mientras miraba hacia la nada. Conocía esa clase de actitudes demasiado bien: cuando el jefe perdía los estribos y agarraba la investigación por el cuello, poniendo a todos los otros agentes en fila. Por lo menos su ira estaba dirigida únicamente a Greenwrim. Él ya estaba demasiado viejo y ya le habían gritado demasiado en la cara durante sus años mozos.

 Pero toda aquel drama telenovelesco solamente le hacía crecer una idea en la cabeza al veterano: Dios, que esto se acabe de una vez... y el solo pensar que al salir del hospital, el aire caliente de Texas le iba a golpear en la cara hacia que tuviera todas las energías para terminar con el caso.

- Bueno, me tomaré otro café, miraré los papeles e iremos a hablar con Carter y Mortimer, Greenwrim... nos vemos en media hora.

 Y con total indiferencia, aquella alta figura se separó del grupo para irse a tomar otro de esos regulares cafés de hospital. Iba a ser una noche larga, y eso que venían del mismo infierno del pantano.

Desde su posición en la máquina de café, Jordan DeFuss fue el primero en ver salir a los McKnight de la habitación de Benjamin. Iban los dos cogidos de la mano, escoltados por los gemelos Pickett. Él apenas conteniendo la ira, con la cabeza bullendo de ideas peligrosas, sin lugar a dudas. Ella con todo el maquillaje arruinado, muy cansada y, aun así, arrebatadora.

Cuando se acercaron al grupo de agentes el magnate se limitó a cruzar la mirada con Moira Greenwrim, retador. Parecía que iba a abrir la boca, pero Loreen se anticipó y, soltando su mano se acercó a ellos.

—Quiero darles las gracias en persona por todo lo que han hecho para devolverme mi hijo sano y salvo —sus ojos se inundaron de lágrimas pero fue capaz de esbozar una sonrisa de felicidad.

Seguía cercana a la puerta de salida con los brazos cruzados y una tensión constante en el cuerpo, esperando por si alguien más tenía algo que decir o podían trabajar en el caso que les ocupaba. Resolver el caso, capturar a los culpables y regresar a casa.- Era su meta en ese momento, asintiendo a DeFuss cuando dio el “pistoletazo de salida” para marcharse… Pero al dar un paso para volver a intentar retirarse, escuchó movimiento de la habitación del pequeño y giró, comprobando que los padres salían.

De la misma forma que le miraba, correspondía también a McKnight. Parecía que el magnate iba a decirle algo pero no sabía exactamente el qué, pudiendo pasar de una reprimenda por no dejarle ir por Rumsfeld o un agradecimiento por el pequeño.

No se preocupe. Sólo hacíamos nuestro trabajo.- Respondió a la mujer, calmando un poco sus ánimos.

Quería añadir más cosas, por supuesto que quería hacerlo, pero miró de reojo a Lewis esperando que ella hablase. Al fin y al cabo ella se había denominado como cabeza de la investigación.

 Jordan vio a los McKnight salir de la habitación, cruzando miradas por un momento con la pareja. No había tenido el placer o la desgracia de conocerlos y hablar personalmente con ellos, pero suponía que estaban en un estado vulnerable ahora que tenían a su hijo de vuelta con ellos. Especialmente teniendo en cuenta que era el primer niño secuestrado que escapaba el penoso destino de la muerte. Y ellos debieron saber que DeFuss era parte de la investigación, por lo menos debido a su delatora chaqueta del FBI que ya le había jugado algunas malas pasadas.

 El veterano se acercó a su grupo cuando la pareja fue a agradecerles, aunque Eliah parecía querer gritar otras cosas que no eran agradecimientos. Jordan simplemente asintió con la cabeza ante las palabras de la madre sollozante.

- Es un placer, señora... espero que el niño se recupere pronto y pueda dejar esto atrás.

Scott terminó de enviar aquel mensaje a Frank Riley y después volvió sobre sus pasos junto a sus compañeros. Fue entonces cuando vio a los McKnight saliendo de la habitación. En otras circunstancias, posiblemente se hubiera acercado a McKnight para reprocharle acerca de todas las trabas que les había puesto y cómo habría sido mucho más fácil si hubiera colaborado con ellos. No obstante, sabía que decirle aquello ahora que acababan de recuperar a su hijo podía ser un tanto mezquino.

Por ello, Bennet decidió permanecer en silencio observando a los McKnight. Habían salvado al niño, pero aquella situación aún no se había acabado, y Rumsfeld seguía estando en algún lugar, seguramente escondido en la propiedad de alguno de sus fieles.

-Como dice nuestra compañera, sólo hacíamos nuestro trabajo; y cómo tal voy a pediros que a partir de este momento dejeis el asunto en nuestras manos sin interferir, tal y como debió ser desde el principio.- La mujer dirigió su mirada directamente al magnate. -La vida de vuestro hijo está a salvo, pero hay muchos otros padres que esta noche han perdido la esperanza de volver a tener a sus hijos con vida en sus brazos. Enviar a sus matones tras aquella pareja no hizo más que complicarnos el trabajo de encontrar al culpable de este caso. ¿Queréis justicia contra quien os pudo haber dejado sin heredero? No la toméis por vuestra mano. Confiad en que no somos unos paletos inútiles, y que lograremos dar con el final de este asunto. Si queréis ayudar, brindadnos el apoyo que os pidamos en su momento. Gracias.- Con estas palabras, poco empáticas pero necesarias desde el punto de vista de Lewis, se dispuso a continuar hacia la salida, pues había mucho que hacer y todos querían descansar.

Loreen McKnight borró la débil sonrisa de su rostro y estudió a la agente especial Lewis. Resultaba evidente que aquella mujer no estaba acostumbrada a recibir órdenes y mucho menos de alguien... de color... Pero se tragó su orgullo y asintió.

Su marido, sin embargo, no parecía dispuesto a ceder con tanta facilidad, de modo que se acercó hasta su esposa, con paso firme y decidido.

—No se atreva a decirle a mi esposa lo que...

—Cariño, déjalo estar —le interrumpió la señora McKnight con tono sosegado—. Todos estamos agotados tras una noche tan larga. Ellos están haciendo su trabajo y mira, nuestro hijo ha vuelto sano y salvo. Debemos mostranos agradecidos y no entrometernos en la investigación. Al fin y al cabo, ese reverendo no podrá esconderse de la Justicia ni de nosotros por mucho tiempo.

Eliah McKnight perdió todo el fuelle, como un flotador pinchado. Echó una última mirada de odio a los policías y regresó con su escolta.

—Vámonos a casa, Loreen.

—Ve tú, yo me quedo aquí con Ben. Dile a Oprah que prepare mis cosas y que Frank o Bart me las traigan aquí.

Los agentes del FBI notaron algo extraño en el tono de voz de Loreen cuando le daba las indicaciones a su esposo. Pero fue el sargento Bennet el que se percató del ligero énfasis que la señora McKnight había empleado al pronunciar el nombre de Frank Pickett.

Tim Mortimer había sido trasladado desde la enfermería del calabozo hasta la sala de interrogatorios de la oficina del sheriff Taylor. Le acompañaban el alguacil Reeves y el propio sheriff. Lo dejaron sentado y esposado a la mesa, pero sólo por la muñeca izquierda. La mano derecha, donde había recibido el balazo de Moira, estaba libre aunque vendada y en cabestrillo.

Se le veía pálido y cansado, sin un atisbo de su falsa cordialidad y su don de gentes. Estaba sucio, sudado y miraba a todos lados con incredulidad, como si todo aquello fuera un mal sueño.

—Todo suyo —comentó Jason Taylor a los dos agentes cuando abandonaron la pequeña sala—. Si necesitan cualquier cosa estaremos al otro lado de la puerta. Aunque..., tal vez, si fuera posible..., me gustaría estar presente en el interrogatorio —pidió a los dos policías.