Partida Rol por web

-¿En contra de su voluntad?

Aquello le resultaba difícil de creer. Bennet no imaginaba una situación en la que aquella mujer pudiera estar en contra de su voluntad en un despacho del que podía salir y entrar sin problemas, aunque había algo en su tono que le hizo pensar a Scott que Delacroix estaba diciéndoles la verdad. Quizá simplemente estuviera involucrada en otro de los muchos chanchullos que tendría Mortimer o mantenía con él algún tipo de relación.

-Tim Mortimer no va a regresar aquí -le dijo Bennet, aunque al escuchar las palabras de la mujer, no pasó por alto que acababa de dar a entender que tenía cierto conocimiento de lo que Mortimer hacía con los niños-. Espere... ¿A qué cosas terribles se está refiriendo? -le preguntó, convencido de que tal vez Delacroix pudiera pudiera decirles algo al respecto.

El ranger le dirigió una mirada confusa a su compañera. Empezaba a no saber qué pensar sobre aquella empleada de correos.

 Las bruscas palabras de Lewis habían dado fruto, de la peor manera posible. Peggy había pasado de escudarse en sus derechos a apuntar rabiosamente un arma contra una agente federal y disparar sin miramientos. Si no fuera por la locura ciega que aquella mujer cargaba encima suyo, su compañera definitivamente hubiese corrido otro destino. Había jugado un juego mortal, y había ganado por pura suerte.

 DeFuss, ya preparado para lo que aquella mujer podía hacer, rápidamente mete su gran mano a través del agujero formado en la puerta por la bala. Toda la parte vidriada se había venido abajo por el disparo tan cercano, dejando amplio margen al detective para arremeter contra la secretaria. Toma el cañón del arma extendiéndose lo más posible y lo redirige antes de que otro disparo se pueda efectuar.

- ¡Suelta el arma, puta loca! ¡No hagas esto más difícil de lo que tiene que ser!

 Con su otra mano libre, y con el mayor esfuerzo que le daba su posición, intentaba abrir la puerta mientras estaba en aquel forcejeo. El detective, de todas formas, tenía sus ojos fijados en la mujer, con una expresión de pura enojo y desesperación. La verdad era que hace bastante que no forcejeaba con alguien con un arma. Siempre era un escenario... incierto. Solo deseaba que Lewis se hubiese podido sacar de la mira del cañón.

Ya habían visto que en ese condado sólo había una forma de hacer las cosas, y era a través del miedo y la extorsión por lo que las palabras de Susan le resultaron creíbles, bajando un poco el arma para dejar de apuntar. Sin embargo le seguía resultando extraño que se escondiera si técnicamente Mortimer sabía que estaba ahí.

Ya no será un problema.- Esperaba que con eso el “miedo” de la chica se calmara. El hombre no iba a aparecer.

Miró a su compañero y asintió. Ambos iban a hacer la misma pregunta así que era tontería repetir, esperando a que Susan respondiera.

—Ustedes están aquí por los niños desaparecidos, ¿verdad? Pues Tim Mortimer es la persona a la que están buscando...

La mujer seguía mirando a la pared mientras hablaba. Parecía calmada, pero la sargento Greenwrim no podía dejar de percibirla como una amenaza.

—Ayer vine aquí a traer correo entré en el despacho como otras veces lo había hecho. Tenía permiso de Tim, el propietario. Algunas veces él estaba aquí y otras no. Yo dejaba la entrega y me iba; pero ayer..., ayer cuando me acerqué a la mesa vi la ropa de niña... Yo, yo no sabía qué podía significar, aunque me di cuenta enseguida de que algo no iba bien. Un hombre adulto no tiene ropa de niña en su despacho... Entonces, de repente, Tim Mortimer salió del cuarto de baño —la mujer señaló con la cabeza una puerta cerrada que daba, al parecer, a un servicio privado dentro del despacho—. Me dio un susto de muerte e inmediatamente se puso a gritarme, a decir que había entrado sin su permiso y que estaba fisgando sus cosas.

»Me dio mucho miedo y no sabía qué decir. No me escuchaba. Metió la ropa en un archivador y me dijo que si me movía de aquí me mataría. Me encerró en un cuarto de escobas pero pude abrir la cerradura. Quería escapar, pero sus empleados y la gente del FBI estaba por todas partes. Me dio miedo y me refugié aquí.

Scott Bennet empezaba a no saber qué pensar de aquella mujer. Era muy sospechoso no solo ya que estuviese en el despacho de Tim Mortimer, sino que además se encontrase cubierta de hollín, como si quisiera camuflarse con la oscuridad. Y sin embargo, parte de lo que decía le resultaba más o menos convincente.

-Entiendo que si llamamos al servicio de correos de Jefferson, nos confirmarán que tenía usted una entrega que realizar, ¿me equivoco? -preguntó el ranger, intentando notar algún cambio en el tono de la mujer. Si verdaderamente tenía una entrega que realizar, desde correos lo sabrían. Miró a Greenwrim. Aquello era algo que tendrían que hacer cuanto antes-. ¿Por qué está usted tan sucia, señorita? ¿Nos enseña el cuarto de las escobas donde dice que estuvo retenida?

Y con eso, Adele había conseguido que tuvieran justificación para entrar y revisar a fondo la casa de aquella mujer, pero la pregunta ahora era si la misma agente Lewis estaría viva para contarlo... El disparo le sobresaltó, sin tiempo siquiera de llevar su mano hacia su pistola reglamentaria. DeFuss fue más rápido, pero en todo caso la mujer afroamericana buscó ponerse a cubierto moviéndose hacia uno de los costados de la casa para salir del rango de tiro de Slater.

-¡Baje el arma!- Repitió ella a su vez, haciendo sepa a los otros dos agentes para que ayudaran a Jordan.

No sabía exactamente por qué, pero estaba segura de que la mujer asustada que tenía adelante no era todo lo inocente que debía. Su intuición seguía en alerta, más incluso que cuando caminaba en la cabaña tras la pista de Ben, no apartando el dedo del gatillo en ningún momento.

Y esa intuición aumentó con su relato, encontrando un punto que no tenía sentido.

- ¿Ayer? – Estaba segura de haberlo escuchado, “ayer”.- Mortimer lleva al menos un día sin venir y desde la noche está retenido, los testigos aseguran que no le han visto.- Además, en caso de que hubiera encontrado la ropa de la niña, dudaba que Mortimer fuera tan tonto como simplemente esconderla en un cajón. Se hubiera deshecho de ella.- Eso por no contar las horas que ha estado “retenida”.- Señaló a la mesa de Mortimer.- Podía haber usado el teléfono*.- Alzó una ceja, esperando respuesta.

- Tampoco explica las marcas de hollín.- Movió un poco las manos en un rápido gesto.- Apártese de ahí. Póngase detrás de la mesa.- Pensó que tal vez estaba pintando algo en la esquina oscura, queriendo ver qué había.

Susan Delacroix reaccionó como un rayo, tomando por sorpresa al sargento Bennet y lanzándose a por él para tratar de alcanzar la puerta. Emitió un grito estridente a la vez que lanzaba sus manos como garras contra la cara del ranger.

Este no podía dejar de tener esa extrañísima sensación de que la mujer, incluso saltando directa a por su cara, parecía fundirse con las sombras.

Moira, sin embargo, intuyó lo que iba a suceder en el mismísimo segundo en que el ceño de Susan pasó de estar arqueado en señal de temor a fruncirse antes de atacar…

Había tratado con demasiada gente tensa como para poder leer los movimientos, estando pendiente del estado de Susan. Y fue un segundo donde la vio, como si se activara algo a cámara lenta, un intento de huida que claramente tenía que impedir.

Estiró una de sus manos buscando agarrar la muñeca de la mujer, queriendo cerrar los dedos sobre su cuerpo y reducirla.

 Todo había salido bien, casi por intervención divina si es que se podían creer en esas cosas todavía. DeFuss pudo maniobrar para desarmar a Peggy en un movimiento y abrir la puerta en otro. Fue todo una fracción de segundo, realmente. Ya para cuando la señorita Slaton pudo ver que no tenía el arma en sus manos, grandes sombras atemorizantes se aproximaban violentamente hacia ella. Los agentes que acompañaban al duo habían apartado de una patada a la puerta del medio y se avalanzaron con potencia sobre Peggy Slater.

 Sin rodeos y con pocas gentileza, uno de los hombres que ingresó empujó a la mujer contra el suelo, teniendo la única precaución de que la cabeza de Slater no se golpease contra algún mueble. Pero más allá de eso, solo había enojo y rapidez. El arma de la mujer había quedado en el suelo, a metros de los dos, la cual fue recogida rápidamente por otras de las agentes que había incursionado dentro de la casa.

 Mientras tanto, una mano de DeFuss sostenía con firmeza las dos muñecas de Peggy contra su espalda, inmovilizándole los brazos. Mientras que la otra mano estaba sobre la cabeza de la mujer, quien estaba bocabajo. Por un momento, DeFuss también estaba por apoyar su rodilla contra la nuca, pero se detuvo a si mismo y simplemente se mantuvo allí. Sabía que esa maniobra podía ser peligrosa en un atacazo de adrenalina como el que tenía.

- Ya puedes... Uff, ya puedes entrar, Lewis... ¿Estás bien?

Bennet no había esperado aquella reacción por parte de Delacroix, siendo tomado totalmente por sorpresa. Cuando la mujer le saltó encima, utilizando aquellas uñas como garras directamente hacia su cara, el hombre no se lo esperó ni por un momento. Aquello le había tomado de tan impreviso que no pudo zafarse de la mujer y, dadas las circunstancias, tampoco iba a pegarle un tiro con su arma reglamentaria, si bien Delacroix tampoco le había dado opción a ello.

A duras penas, el ranger intentó quitarse de encima a su atacante, aunque él nunca había sido precisamente un portento físico, por lo que confiaba en que fuera su compañera quien lograra quitársela de encima.

Peggy Slater chillaba y se revolvía en el suelo mientras los dos agentes del FBI más jóvenes terminaban de engrilletarla y de sacarla a rastras de la casa para introducirla en su coche.

Adele Lewis y Jordan DeFuss se quedaron en el umbral de la puerta, sudorosos y alterados por la reacción violenta de la que habían supuesto que era la mojigata secretaria del sheriff Smith. No obstante, aquella reacción les había franqueado el acceso legal a su vivienda, sin necesidad de esperar a una orden de registro.

Cuando el estampido del arma se fue apagando de sus oídos, ambos agentes federales creyeron oír un nuevo ruido procedente del interior de la vivienda. Parecían voces humanas que cantaban hasta que, de improviso, se elevaron unos fuertes gritos y ruidos que parecían proceder de todas partes...

La rabia y la sorpresa no le habían bastado a la empleada de correos para alcanzar el rostro del sargento de los rangers. La compañera de este había sido más rápida aún y había logrado sin mucho esfuerzo frenar su ataque, estampar a la sospechosa contra la pared e inmovilizarla con ayuda de Bennet, ya recuperado de su aturdimiento, para que entre ambos pudieran colocarle las esposas.

Lo más extraño y perturbador de todo aquello era que, en cuanto Susan Delacroix comenzó a sentir el dolor de los golpes y de las llaves de inmovilización, su rostro se transformó para adoptar una placentera sonrisa.

—Jajaja. ¿Qué cojones estáis haciendo? ¿Por qué no aprietas un poco más, pelirroja? —se mofó la detenida—. ¿Tienes miedo de hacerme pupa? Vamos, cierra más los grilletes, lo estás deseando; aprieta hasta que se te mojen las bragas —entonces forzó su cuello para poder mirar al agente Bennet— ¡Oh, mira al pobre machote! ¿Te sientes humillado por ser tan inútil? Esta puta te tiene bien enseñado, ¿eh?