Partida Rol por web

—No pienso responder a las preguntas de dos simios con placa de federales —fue la ofensiva respuesta del alcalde mientras lo trasladaban a la comisaría del sheriff del condado de Harrison—. Tengo derecho a guardar silencio y a hablar solamente en presencia de mi abogado, y eso es lo que haré.

El viejo alcalde cerró la boca con los labios muy apretados y se limitó a mirar por la ventanilla durante unos segundos antes de explotar de nuevo.

—Tú no sabes todavía lo que te espera —se dirigió a la agente Lewis con total falta de respeto—. Tus jefes te tienen en el punto de mira y con esta cagada y con la de tu compañero muerto estarán más que contentos de librarse de ti —cuando se dio cuenta de que no llevaba camino de la oficina del sheriff Smith o del juez Corman sino que salían del pueblo, protestó una vez más: —¿A dónde demonios me lleváis?

Lo único que sé es que está con la mierda hasta el cuello y no es el único. Con tal de salvarse están arrastrándose unos a otros.- Respondió en cuanto se dirigió a ella personalmente. Sabía lo que había sentido cuando fue al hospital al igual que mientras le perseguía, pero seguía sin querer creer que hubiera temas “sobrenaturales” por medio.- Y es por eso que tenemos contra usted mucho más de lo que piensa.

Se acercó a la camilla, apoyándose ligeramente en la barandilla de los pies mientras bajaba la voz, amenazante.

Seguro que usted y los suyos han estado al tanto de nuestros pasos. Sabéis con quién hemos hablado, a quien tenemos encerrados… ¿Realmente confía en ellos? – Quería sembrar esa sombra de la duda mientras negaba con la cabeza.- Le hago ahora yo una oferta, Mansfield. Confiese, dinos todo lo que sepa, y tal vez bajemos un poco su condena por cooperar.

La mención a Max Jordan hizo que las manos de Lewis se crisparan. Sabía lo que le esperaba al final de ese caso, lo tenía asumido. Sabía que al final había terminado embarrada hasta el cuello, tal y como lo había pronunciado el sheriff Taylor al poco de conocerse. Sin embargo, se aferró al clavo ardiendo que había ante ella: pondrían tras las rejas a los culpables de los horribles crímenes cometidos a esos niños inocentes. A todos ellos. Si ese era el fin de su carrera, bien podía aceptarlo.

La duda que el alcalde mostró al darse cuenta que lo alejaban de su zona de confort le ayudó a recuperar levemente su ánimo. -Ah, ¿no lo mencionamos? Los cargos están en la jurisdicción del condado de Harrison.- No dijo más, arrebujandose en el asiento, y tratando de no dar más vueltas a las palabras de Fallon.

-Bueno, es cierto. No tenemos nada contra usted, comparado con lo que tenemos contra Mortimer, Delacroix, Rumsfeld... Estaba en el sótano de Slater en compañía de varios miembros más de un culto que ha secuestrado y sacrificado niños. Y cuando una pareja de rangers le dio el alto para que se detuviera, salió corriendo -dijo Bennet, en tono frío, mientras observaba al abogado-. No es que el fango le cubra por completo, pero digamos que ya le ha salpicado. Es imposible que salga limpio de esto, pero usted decide hasta que punto quiere que le vean manchado.

El ranger sabía que Rumsfeld y los sectarios no tenían muchas posibilidades de librarse, pero Mansfield era abogado y un hombre probablemente más inteligente que los cultistas promedios del reverendo. No podían subestimarlo, por lo que iban a tener que presionar en la medida de lo posible.

La mención de que Greenwrim había sentido "el poder" y que había estado a punto de matarla hizo que Bennet hiciese un gesto amargo, llevándose instintivamente una mano al pecho. Sí, no sabía cómo lo había hecho el reverendo Rumsfeld, pero aquello era muy real. Tenían suerte de seguir con vida.

-Ese libro... ¿Qué sabes sobre él? -le preguntó a Mansfield, pensativo.

—Salimos corriendo porque entraron ustedes a tiro limpio —comenzó a defenderse el abogado; pero su argumento se quedó sin fuerzas en las palabras finales y, tras un largo silencio, habló de nuevo pero en una dirección totalmente distinta—. Siempre me he considerado un ateo. Mis padres me criaron como tal y a lo largo de mi vida tampoco encontré nunca un motivo para pensar lo contrario. Sin embargo, tal vez por el vacío que siempre sentí a causa de mi carencia de fe o puede que por aburrimiento, me aficioné desde muy joven al ocultismo… Nada muy serio, nunca he seguido a los conspiranoicos ni a los iluminados; pero sí conozco lo suficiente para pensar que el misticismo religioso, los milagros, siempre conducen al camino de la magia.

»Entiendo que me miren con esa cara. No estoy aquí para convencerles de nada, pero les puedo asegurar que todo el poder del reverendo Rumsfeld proviene de una fuente mágica, concretamente de ese libro por el que usted me pregunta. Y no hay magia más poderosa que la magia de la sangre…

Mansfield se rompió como una presa y empezó a relatar todo lo que los investigadores ya conocían, añadiendo algunos detalles más como el lugar de los sacrificios: uno de las naves semiderruidas de la Planta de Municiones de Karnack; allí eran trasladados finalmente los niños y allí se llevaba a cabo el sangriento sacrificio de sus vidas, cada equinoccio y cada solsticio.

El abogado confirmó la lista de los seguidores más cercanos del reverendo, “los doce apóstoles” como se refirió a ellos: el alcalde Ralph Fallon, el matrimonio Blackman, Peggy Slater, Tim Mortimer, la profesora Diana Carter, Dutch Redbear, Oggie Teaspoon, Susan Delacroix, Jessica Heldal, Ryan Hanks y él mismo. Ningún otro de sus numerosos feligreses había estado nunca presente en el horrible ritual, aunque sí se habían beneficiado del poder de los conjuros del pastor, creyendo siempre que se trataba de la Gracia divina.

Después cayó en un profundo silencio.

Mansfield se había derrumbado finalmente. Tenían su testimonio, y dudaba mucho que fuese a arrepentirse de su declaración. Una vez que el abogado dejó de hablar, Bennet le dirigió una mirada a su compañera y le indicó que debían salir fuera sin mediar palabra. Procuraría que uno o dos de los agentes federales no se apartasen de la puerta de la habitación de aquel detenido.

-Parece que al final los Manson no formaban parte del círculo más próximo al reverendo -dijo Bennet, con cierto resquemor, una vez que estuvo fuera de la habitación de Mansfield. Él había azuzado a los Pickett contra el matrimonio Manson, convencido de que sería una forma fácil de llegar hasta Rumsfeld y, sin embargo, al final la pareja de guardeses únicamente parecían haber estado al tanto del secuestro de Benjamin McKnight-. Rumsfeld, Blackman, Mortimer, Redbear, Delacroix... Diría que los tenemos a casi todos. Salvo al alcalde Fallon y ese Ryan Hanks -miró a Greenwrim, un tanto extrañado. Quizá su mente ya empezase a estar cansada ese día, pero no recordaba a nadie que se llamase así. Tenían que ubicar a ese Hanks y capturarlo como a los demás-. Ryan... ¿te suena de algo, Greenwrim?

En esos momentos al menos él no terminaba de ubicar ese nombre, aunque estaba seguro que no era ninguno de los alguaciles de la comisaría del sheriff Taylor.

-Creo que ahora deberíamos centrarnos en los otros peces gordos. Si nos separamos, quizá podamos interrogarlos más rápidamente, aunque el reverendo es demasiado astuto. Diría de ir los dos con todo contra Rumsfeld -sugirió Bennet, echando a caminar hacia la habitación en la que mantenían al anciano reverendo-. Tenemos todo lo que necesitamos contra él. Aunque igual prefieres hablar con Slater o Delacroix, o presionar un poco a Mortimer...

La palabra que definiría mejor lo que sintió Moira en cuanto a la confesión era “Asco”.

Siempre había considerado que los niños eran seres puros e inocentes, pequeñas personitas que todavía no sabían distinguir el bien y el mal, pero ellos aprovechaban las familias más desastrosas para enseñarles directamente la oscuridad humana.

- Me encargaré de que te pudras en la cárcel y todos sepan lo que habéis hecho.- Le daba igual que la miraran mal. Estaba hablando con una persona que reconocía matar niños junto a una especie de secta para obtener un “poder”. Incluso sintió un profundo orgullo al saber que en la lista estaban los Blackman, sabiendo que fue la propia ranger quien se encargó de ellos.

Posiblemente si no estuviera rodeada de gente le hubiera hecho daño. Algo sutil pero directo, apretar justamente en la zona donde le había disparado para que se retorciera de dolor. Aun así no sería ni una pizca del desazón que sentirían los padres de esos niños, algo que Moira empatizaba al ser madre.

Salió de la habitación en silencio a petición de Scott con el semblante frío. Ya sabía que el grupo del reverendo era el culpable, pero no evitaba esa corriente de ira que ascendía por su garganta.

- No sé quién es “Ryan”.- O si le conocía, no había sido lo suficiente relevante como para acordarse de él.

- Quiero encargarme de Rumsfeld.- Miró a Bennet, acentuando después sus intenciones.- No voy a tocarlo, pero tampoco seré indulgente.- Estaba claro que quería destrozar al artífice de todo aquello y teniendo en cuenta las medidas que había tomado anteriormente, a saber qué haría con el mandamás.- Vamos.

Le daba igual que no le dejara el mando del interrogatorio, ya se encargaría de hacerlo a su manera de una forma u otra.

Bennet no alcanzaba a recordar quién era Ryan Hanks y, por lo que Moira Greenwrim le decía, ella tampoco recordaba haber oído hablar sobre aquel feligrés. Ya habían tenido bastantes deslices a lo largo de la investigación, a pesar de que finalmente hubieran arrestado a la mayoría de implicados, por lo que no podía dejar pasar lo de ese Hanks. No iba a dejar que uno de los apóstoles se le escapase entre las manos ahora.

Por ello, el ranger tomó su teléfono móvil y envió un mensaje a la agente Lewis:

Ryan Hanks

Es el último sectario que nos queda por arrestar

¿Qué tenemos sobre él?

-¿Y si dejamos a Rumsfeld para el final? -le preguntó repentinamente Bennet a su compañera, cuando ya habían caminado hacia la habitación del reverendo-. Ese hombre es astuto como una serpiente. Tenemos lo que necesitamos para que acabe entre rejas para lo que le quede de vida, pero, ¿y si no logramos que hable aún? -inquirió, mirando a Greenwrim-. Ya hemos desplumado a Mansfield. Tenemos mucho con lo que jugar contra Rumsfeld, pero quizá no lo suficiente. ¿Y si vamos primero a por los otros? Tim Mortimer y Susan Delacroix. Pillamos a Susan Delacroix in fraganti y las prendas de Theresa O'Hara en el despacho de Mortimer. Creo que es un buen punto de partida. Delacroix está como un cencerro. Hablamos primero con ella y después con Mortimer. Era la mano derecha de Rumsfeld. Si termina doblándose, nos contará absolutamente todo lo que hiciera para él.

En la comisaría de Marshall, Lewis soltó un suspiro. -Sheriff Taylor, este es Jordan DeFuss. DeFuss, Taylor.- La mujer ya no estaba segura si les había presentado antes o era la primera vez que se encontraban  desde que el alto agente llegará a reemplazar a su compañero. La mujer fue hasta donde estaba la cafetera y sirvió dos tazas llenas, dándole una al "Meteoro" negro a su lado. -Servirá de momento, ya luego te brindaré un café de verdad.-

Su mirada iba hacia la puerta cerrada tras la que se encontraba el alcalde. -Que Reeves sea el encargado de asomarse cada cierto tiempo, llevarle agua, etc. Le tiene un gran cariño a la gente de color.- Ironizó. Por su parte, Adele no tenía ninguna intención de ser ella quién se encargara de interrogar a Fallon. No sabía de la que sería capaz de hacer a aquel hombre, no luego de haberle escuchado hablar así de Max. Se sentía capaz de perder los papeles contra él, incluso dudar de lo que era lo correcto.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un mensaje en el móvil. Lo revisó y frunció el ceño, escribiendo un rápido mensaje de vuelta.

Dame un par de minutos.

-¿Quien es Ryan Hanks?- Preguntó a Taylor.

—No sé quién es Ryan Hanks —respondió el sheriff Taylor encogiéndose de hombros; pero Jordan DeFuss sí recordó el nombre, estaba en el informe que había redactado su compañera: Ryan Hanks era el director de inversiones del Bank of America en Dallas, el mismo banco en cuya sucursal de Jefferson trabajaba el padre de la niña desaparecida Tanya Washington. A DeFuss no le cabía duda de que aquel atribulado padre, al que entrevistó en el propio banco, había recibido su trabajo como macabra recompensa por el sacrificio de su hija.

El reverendo había financiado algunas obras benéficas junto al alcalde y otras personas importantes y el Bank of America de Dallas siempre aparecía como entidad libradora de los pagos. Hanks era el eslabón financiero de aquella trama siniestra. El más alejado y, a esas alturas, quizás en proceso de huida salvo que los Ranger de Texas se encargaran de su búsqueda y captura.

No.- Respondió de manera seca.

Tenemos pruebas más que suficientes para incriminarle, testigos y una declaración que le apunta.- No entendía el cambio de parecer de su compañero, molesta por querer demorarse más.- Si quieres hablar con esa loca adelante, pero no te dirá nada nuevo. Yo voy por Rumsfeld.- No iba a cambiar de idea.

 La persecución del alcalde había acabado con su triste persona encerrada en una celda común en un condado enemigo, donde los agentes contaban con uno de los pocos aliados en todo el territorio de investigación. Taylor les ofrecía algo de refugio, y también un poco de café barato, mientras DeFuss y su compañera se fijaban en los últimos cabos sueltos que iban quedando antes de ir al paso final que definitivamente era Rumsfeld.

 DeFuss se acercó a Taylor y Lewis, dispuesto a llenar el vacío que quedó con ese nombre misterioso.

- Ryan Hanks es el director de inversiones del Bank of America, el que queda en Dallas. Es el sabandija que nos falta en todo el armado del reverendo. Tenemos que emitir una orden de captura sobre ese infeliz si no queremos que se escape. No podemos perseguirlo con mi Lincoln, como a otra sabandija que conozco...

El bombillo se le encendió a Lewis cuando DeFuss aclaró. -Por supuesto. Joder, claro que sé quién es - Con todo lo ocurrido solo los nombres Fallon y Rumsfeld parecían haberse engrandecido tanto en su mente que habían opacado al resto. -Pudiera hablar con los jefes allá arriba para lo que pides, Jordan, pero creo que será más rápido si los Rangers se encargan esta vez.- Después de todo, durante aquella empresa los recursos habían venido casi en su totalidad del FBI. Les tocaba a la otra institución hacer su parte.

Llamó hasta que Bennet atendió. -Ryan Hanks.- Luego de esas dos palabras indicó de quién se trataba, de lo que sabía por la investigación realizada a profundidad el día anterior, y lo que iban a necesitar de los Rangers. -Otra cosa, ya Fallon está bajo custodia. Estamos en la comisaría de Marshall. ¿Vosotros cómo vais?-

-Adelante -le dijo a Greenwrim, encogiéndose de hombros, al escuchar que su compañera iba a ir directa con Rumsfeld-. Estaré presionando a Mortimer. Creo que ya tenemos lo suficiente para ablandarlo.

Fue entonces cuando recibió la llamada de Lewis, disponiéndose a responderle. Escuchó a la agente federal informándole de que Ryan Hanks era un director de inversiones de Bank of America, que se encontraba en Dallas. Eso quedaba demasiado lejos como para desplazarse, aunque estaba dentro de la jurisdicción de los Rangers, por lo que Bennet tomó el teléfono para llamar a sus jefes, ponerles al día de lo que habían obtenido y que montasen un operativo para proceder con el arresto de Ryan Hanks. Bennet también informó de la confesión de Mansfield a Lewis, sabiendo que aquello podía ser vital para apretar las tuercas al alcalde Fallon.

Una vez que terminase de efectuar la llamada, se dirigiría a interrogar a Tim Mortimer.

Lewis puso el teléfono en altavoz cuando Bennet empezó a contarles respecto a la confesión de Madfield. Una mueca entre alivio y repulsión se iba dibujando en el rostro de la mujer. Alivio por empezar a tener las herramientas necesarias para hundir a cada involucrado, y repulsión al conocer los detalles de sus crímenes. Al despedirse del Ranger, miró a DeFuss y a Taylor. [b]-Con esto tenemos mucho, pero vamos a necesitar todo lo que podamos sacar de todos estos "apóstoles". Sheriff, ¿quien más tenemos aquí en comisaría? ¿Puedo verles?

Adele les daría una mirada a todos los que tenían bajo custodia allí y no en el hospital a través del cristal de las habitaciones de interrogación. Buscaría sus gestos, sus miradas, sus muestras de nerviosismo. Para tumbar al rey debían ir dejándoles sin peones, sin caballos, ni reinas. ¿Quién de los presentes no estaba tan convencido de que lo que hicieron era necesario?

Tim Mortimer estaba hundido en la cama del hospital donde había sido trasladado después del aparente amago de infarto que había sufrido en la comisaría, durante el interrogatorio con la sargento Greenwrim.

Tenía los ojos abiertos y miraba fijamente al techo. El monitor de sus constantes vitales mostraba un ritmo elevado de pulsaciones, fruto del nerviosismo. Sobre la mesilla de noche descansaba el colgante que había llevado al cuello hasta hace poco, con el cordón cortado por alguno de los sanitarios, para que pudiera respirar mejor.

Al ver entrar al ranger se encogió todavía más en la cama y le miró con temor.

—¿Dónde está mi abogado, el señor Mansfield? —preguntó con un hilo de voz.