Partida Rol por web

La brigada de policía Científica del FBI tomó por asalto la casa de Peggy Slater mientras los cuatro agentes se dividía y se marchaban cada uno a su destino.

Scott Bennet y Moira Greenwrim viajaban en su vehículo con Susan Delacroix en la trasera, apestando a orines después de que el sol de junio los hubiera recalentado. Junto a ellos iban las ambulancias con los dos heridos y dos vehículos más del FBI transladando al Reverendo Rumsfeld y a Peggy Slater.

Al llegar a Marshall los heridos fueron trasladados inmediatamente al hospital, al ala que la policía local había acordonado para contener a todos los sospechosos heridos que no eran pocos. Por su parte, el pastor, Delacroix y la secretaria del sheriff Smith fueron conducidos directamente a los calabozos de la oficina del jefe Jason Taylor que no hizo acto de presencia.

Scott sabía que lo más difícil ya estaba hecho. Tenía el grimorio en sus manos. Ahora lo importante era enviárselo a Millie McCoy sin que se percatasen de ello los agentes federales. Eso sería complicado, aunque Lewis había confiado en él para que analizase el libro y enviase fotografías a sus compañeros del club, por lo que sabía que tenía una posibilidad.

Mientras su compañera conducía, siguiendo al convoy de ambulancias con los heridos y los vehículos de los agentes del FBI, el ranger pensó en la posibilidad de dirigirse al Excelsior, tomar su portátil e informar a la contacto de Riley. No obstante, sabía que no debía echar a perder lo que había obtenido en un arrojo de impetuosidad. Los agentes del FBI podían sospechar, dado que en esos momentos para ellos la prioridad debía ser llevar a los sectarios heridos al hospital y poner en el calabozo a los que no presentaban herida alguna, como Delacroix. No podía arriesgarse a que considerasen que su comportamiento era sospechoso.

Por ello, durante el trayecto hacia el hospital, mientras su compañera tenía los ojos en la carretera, Bennet tomó su teléfono móvil para enviarle un mensaje directamente a Frank Riley. Escueto y sin aportar mucha más información, pues ahora no podía permitírselo.

Lo tengo. Espero instrucciones.

La agente Lewis tenía muy claro que el factor tiempo les jugaba en contra. Pueblo chico, infierno grande. En cualquier momento le llegarían con el chisme al alcalde Fallon, y si no se daban prisa, el hombre se desaparecería o crearía una barrera legal lo suficientemente sostenible para darle tiempo a crearse una coartada. Asi que ni bien salieron de la casa de Slater pusieron rumbo hacia la casa del hombre. Adele llamó a las unidades que aún estaban activas del FBI, para asegurarse refuerzos que se dirigieran a las otras propiedades que pudiera tener el alcalde, incluyendo botes o casas de campo de haberlos. Imaginaba que Fallon contaría con una seguridad similar a la de McKnight y eso podría conllevar problemas.

Cuando ya estaban a segundos de llegar al lugar, y asegurándose que el resto de los equipos estuvieran ya en camino también para evitar las rutas de escape del alcalde, Adele hizo un llamado tanto a Smith como a Corman. -El alcalde Fallon va a ser llevado a interrogación por su relación directa con Rumsfeld y su feligresía, los cuales están involucrados en el secuestro de Benjamín McKnight y el asesinato de varios niños del condado. Os recomiendo que, si no queréis que os salpique la mierda también, no intentéis defenderlo o brindarle falsas coartadas. Es más, si tenéis información que permita confirmar la relación de Fallon con lo ocurrido, os invito a hacernos participe de ello. Fallon va a caer, y si no tenéis cuidado, vosotros caeréis con él.-

Era complicado mantener la atención en la carretera cuando el vehículo olía a una sauna llena de moho y excrementos, obligando a abrir la ventana. Prefería mil veces el calor antes que ese apestoso aroma. Voy a necesitar 30 duchas para quitarme ese olor de la cabeza.

Seguía de cerca a la ambulancia, mirando de reojo el espejo retrovisor para ver cómo iba su “acompañante”.

Vamos directos al hospital. Allí le pondremos pañales si hace falta.- Bennet parecía liado con el teléfono aunque no le dio importancia, podría estar desde mirando un mensaje hasta jugando a snake para pasar el rato.

 Adele había dicho que se pongan en marcha, y DeFuss no lo pensó dos veces. Palpando sus llaves en el bolsillo de su abrigo del FBI, el detective ya miraba su Lincoln Town con ansias. Principalmente porque estaban cerca de desmontar por completo toda aquella conspiración y el frenesí de la pelea de hace rato lo tenía con la adrenalina a tope (incluso parecía ser un mejor sustituto que el café). Pero también porque manejar a toda velocidad hasta la casa del alcalde le molaba mucho. Para ser un agente viejo y testarudo, tenía algunas cosas infantiles.

Sujétate, Lewis... vamos a llegar antes de que un alma pueda decirle algo a Fallon...

 Y con un arranque fuerte, el auto se dirigió como un cometa hacia la casa del alcalde. Manejando una fuerte pero muy bien manejada velocidad, propia de un hombre amante de la carrocería. No iba a decirlo en voz alta, pero lamentaba que no hubiese habido alguna persecución de coches en algún momento. Mientras tanto, su compañera hacía las llamadas correspondientes, con su común tacto y paciencia con las autoridades del lugar.

 Una vez terminada la llamada, Jordan no pudo evitar sonreír.

- Cielos, mujer... Corman y Smith no van a querer salir de sus oficinas con miedo a que tu estés deambulando por allí...

El Lincoln de los agentes federales recorría las calles de Jefferson a toda velocidad, obligando al tráfico rodado y a los peatones a apartarse asustados. Los dos policías afroamericanos sentían una dulce satisfacción al poner nerviosos a tantos paletos blancos.

Las ruedas chirriaron en la última curva antes de entrar en el bonito barrio de grandes casas individuales donde residía el alcalde. El vehículo se quejó un poco antes de entregar más potencia y recorrer los metros que restaban hacia el destino.

Adele Lewis discutía por teléfono con el juez Corman, que consideraba un atropello a su autoridad lo que estaba sucediendo en su jurisdicción, por eso no vio la escena que se presentaba ante ellos.

Su compañero Jordan DeFuss sí era testigo de lo que estaba pasando: por el camino asfaltado que llevaba hasta la gran casa de Fallon, salía un lujoso Mercedes que, una vez que pareció detectar la presencia de las luces del vehículo policial, dio un acelerón para tratar de salir lo antes posible a la carretera principal por la que circulaba el Lincoln.

Los rangers estaban en el ala acordonada del hospital donde mantenían bajo vigilancia a Dutch Redbear, a Oggie Teaspoon y ahora también a Jessica Heldal y a Peter Mansfield. Los federales les hicieron firmar varios documentos de descargo de responsabilidad durante los interrogatorios y el equipo médico exigió estar presente en las habitaciones para que no pudiera pasarle nada a los detenidos.

—Si no aceptan nuestras condiciones apelaremos a sus superiores en Quantico y también hablaremos con el Departamento de Justicia —se envalentonó la directora del centro médico—. Ustedes cumplen su trabajo y nosotros el nuestro, que es salvar la vida a las personas, sin importar lo que hayan hecho.

El agente del FBI al cargo, un afroamericano de aspecto somnoliento se encogió de hombros y dejó que fueran los rangers los que se encargaran de aceptar las condiciones o de pelearse con aquella mujer madura, alta y delgada que bien podía haber sido la dueña de un orfanato dickensiano.

El trámite burocrático de los documentos y sus responsabilidades le causó especial gracia, imaginándose que aquello se debía a su última “incursión”. O más bien “secuestro”.

Pero a pesar de todo no se había arrepentido de saltarse la ley, al contrario, sentía lástima por no haber podido sacar nada de provecho.- Claro, cuantos más mejor.- Tomó el bolígrafo y firmó en la zona correspondiente, cediéndoselo después a Scott.

Te dejo hablar a ti Scott.- Prefería que él llevara la batuta del interrogatorio, quedándose ella relegada en un segundo plano por si necesitaba ayuda.

 Mientras su compañera discutía con el juez y el sheriff, gritándose con aquellos dos hombres por las jurisdicciones y todo lo demás, DeFuss llegaba finalmente al barrio del alcalde. Y fue en ese momento en el cual el mismo intentaba hacer su escape en su Mercedes. Con la mirada seria y haciendo rugir su motor, el detective estaba preparado para perseguir a ese coche hacia donde fuera.

- ¡Inténtelo si quiere, alcalde! No ira lejos...

Scott Bennet no puso objecciones a que los federales les hicieran firmar varios documentos o que el equipo médico decidiera estar presente durante los interrogatorios. Recordando el incidente que había tenido Moira con Blackman y cómo sus acciones habían puesto en contra al sheriff Taylor podía intuir que los federales no quisieran más negligencias o que el hospital no fuera a permitir el maltrato a paciente alguno.

-De acuerdo -El ranger le dirigió una leve sonrisa a la directora del centro médico. Después, miró a Greenwrim, que le daba la iniciativa para el interrogatorio-. Comenzaremos por Mansfield. Como abogado de varios de los detenidos, es quien más luz podría arrojarnos sobre el caso.

Bennet decidió entonces encaminarse hacia la habitación en la que mantenían a Mansfield para llevar a cabo el interrogatorio.

El sheriff Smith dio la callada como respuesta a las advertencias de la agente especial Lewis, pero el juez Corman no pudo evitar escupir un Eso lo veremos, antes de colgar el teléfono. La policía, no obstante, debió olvidarse del asunto cuando su compañero, antes la brusca maniobra del Mercedes que conducía el alcalde Fallon, se vio obligado a girar él mismo a toda velocidad.

Ralph Fallon se cruzó peligrosamente por delante del Lincoln del FBI al salir de su propiedad y tomó la dirección opuesta a la que llevaban los policías. Jordan DeFuss obligó al pesado Lincoln a cambiar su trayectoria y, sorprendentemente para la edad del conductor y del vehículo, lo logró con sobrada destreza.

El Mercedes trató de aprovechar la potencia del motor para ganar distancia, pero el alcalde Fallon no era, ni de lejos, tan buen piloto como DeFuss, por lo que muy pronto ambos coches circulaban en paralelo y de forma muy peligrosa por la larga avenida del vecindario.

Consciente del riesgo que suponía la persecución para otros conductores y para los peatones, el agente federal tomó la decisión de cruzarse por delante del Mercedes, con distancia suficiente para que Fallon tuviera tiempo de frenar.

Aun así, el frontal de la berlina alemana quedó a muy poca distancia del Lincoln después del brusco frenazo. Dentro, Ralph Fallon se había quedado pálido e inmóvil por el susto.

Peter Mansfield estaba semiincorporado en su cama y trasteaba nervioso con el control remoto buscando la postura más cómoda y más digna para recibir a los dos rangers. Cuando entraron por la puerta trató de esbozar una sonrisa perfecta de dientes blanqueados, pero se le notaba visiblemente alterado. Tal vez los calmantes le ayudaban a mantener el aplomo o quizás los años de experiencia en los tribunales.

—Antes de que digan nada y de que comiencen un interrogatorio que no va a llegar a ningún lado les propongo llegar a un acuerdo mutuamente beneficioso —soltó totalmente acelerado aunque con la lengua un tanto pastosa—. Les propongo obstrucción a la Justicia como cargo probado contra mí y secuestro, extorsión y abuso de menores contra mi cliente el reverendo Alan Rumsfeld, con el atenuante de enajenación mental continuada. Eso serían, como mínimo de quince a veinte años en una institución mental para el pastor.

Scott escuchó las palabras de Mansfield y le dirigió una rápida mirada a su compañera. Mansfield era abogado y, a pesar de las circunstancias, su mente seguía funcionando como tal, pensando en un posible trato con el que Rumsfeld pudiera evitar una dura condena en prisión.

-Me temo que no está usted en posición de negociar, Mansfield -aseguró el ranger, con una media sonrisa-. Teaspoon nos ha contado todo lo que necesitábamos saber para que Rumsfeld pase lo que le quede de vida en la cárcel -se estaba tirando un farol, pero recordaba que Teaspoon era el eslabón más débil de entre los detenidos-. Aunque preferiríamos que fuese con los cargos más justos posibles, y son muchos. Y tenemos lo suficiente sobre Mortimer como para hacer ver a vuestro culto como un grupo de pedófilos degenerados. No sé qué es peor, señor Mansfield. Que entren ustedes en prisión como integrantes de un retorcido culto cristiano o que les consideren unos abusadores de niños... Tengo entendido que a algunos reclusos no les agrada compartir bloque con quienes abusan de niños indefensos...

El ranger buscaba provocar al abogado, intentar ponerlo contra las cuerdas y que terminara hablando. Si Mansfield les daba un testimonio sobre Rumsfeld con todo lujo de detalles, la jerarquía de la secta, la función de cada uno de sus integrantes, etc, habrían hecho un gran progreso.

-Así que no. No vamos a hacer un trato con usted para que Rumsfeld vaya a ingresar en una institución mental que terminará siendo un agradable retiro para él -afirmó Scott, con dureza-. Sabemos que Rumsfeld está muy sano mentalmente. Alguno de sus seguidores quizá no tanto... -dijo, con los ojos fijos en el abogado-. De modo que le ofrezco otra posibilidad. Cuéntenos todo lo que hizo Rumsfeld, por qué empezaron a matar, por qué cada tres meses, por qué es tan importante ese librito que tenía el reverendo, quién se encargaba de los secuestros... Cuéntenoslo todo y nos ocuparemos de reducir su condena. Ustedes ya han perdido. Ahora la cuestión es cuál de ustedes aceptará primero la oportunidad de hacer un trato y traicionará la confianza del amado padre. Teaspoon está muy dispuesto, y Carter está a punto de empezar a hablar, pero ellos no conocían todos los secretos del páter y los hermanos, ¿cierto? Usted sí. Esta es una de esas oportunidades que se presentan solo una vez en la vida, señor Mansfield, aunque si le soy sincero, en cuanto interroguemos al señor Fallon, algo me dice queva a ser él quien acabe colaborando con los federales para no ensuciar su nombre, ¿no cree? No veo al alcalde sacrificándose por mantener los secretos del padre Rumsfeld y sus acólitos.

La agente Lewis también había palidecido un poco cuando empezaron con los zarandeos, teniendo que soltar el móvil y agarrándose del asiento, a pesar de confiar en el cinturón de seguridad se sentía una milésima más tranquila sintiendo que se sostenía a algo. Al final, sin embargo, la maniobra había terminado siendo efectiva. Carraspeó. -Vamos, antes que al alcalde se le ocurra la brillante idea de intentar escapar a pie.- Adele se bajó con cuidado del coche, muy atenta a no quedar entre el Mercedes y el Lincoln. Mentes desesperadas eran capaces de acciones desesperadas y ella no estaba a la labor de acabar como relleno achocolatado de sándwich entre los dos coches si Fallon le daba por pegar el acelerón.

-Alcalde Fallon, baje del coche con las manos en alto. No haga ningún movimiento brusco.- La mujer esperó a ver qué su compañero la cubría para acercarse lentamente a la puerta del piloto, atenta a cualquier gesto que el hombre intentara hacer.

Mansfield cerró la boca de golpe tras la avalancha de argumentos esgrimidos por el sargento Bennet. Era evidente que no estaba al tanto de todas las detenciones y de los interrogatorios.

—Hagan…, hagan lo que quieran —respondió dubitativo—. No tienen nada contra mí —se defendió olvidándose del pastor—. Esto es algo mucho más grande de lo que ustedes pueden manejar o comprender…

Miró a la sargento Greenwrim.

—Usted lo sabe, ¿verdad? Usted lo sintió, sintió el poder. Estuvo a punto de matarla, la envió al hospital —dijo, recordando a la ranger aquel dolor repentino que había experimentado de nuevo durante la persecución del abogado—. ¡Oh, Dios! —exclamó y se tapó el rostro con ambas manos antes.

El alcalde Fallon se bajó del coche todavía visiblemente conmocionado y no se resistió a la detención. Mientras los agentes federales le introducían en el Lincoln, unas sirenas indicaron la llegada de uno de los coches de apoyo del FBI.

—¡Esto es un atropello! —protestó Ralph Fallon una vez recuperado del susto—. ¡Se arrepentirán de esto! Ustedes dos no saben quién soy yo y de lo que puedo llegar a hacer. Van a pasar el resto de sus vidas rogando por cobrar alguno de esos subsidios para negros que la gente decente pagamos con nuestros impuestos.

 Jordan no tuvo mucha dificultad para acorralar al alcalde con su Lincoln. A pesar de que aquel auto tenía sus años y no era el más indicado para persecuciones, el detective lo puso a trabajar al 100% y logró taparle el camino al Mercedes en cuestión de minutos. El prófugo, entendiendo que no había escapatoria de aquel dúo de agentes, se bajó del auto y se entregó a las autoridades. No sin antes dedicarles algunas más que finas palabras a los agentes con pura hospitalidad sureña.

 DeFuss se mantuvo impeturbable ante aquella sabandija. Lo último que iba a hacer era darle la satisfacción de siquiera responderle. Miró a su compañera, buscando incomodar a Fallon.

- Lewis, le diría que tiene derecho a quedarse callado, pero... cada palabra que dice lo hunde más. Podría apagar la radio y dejar que el distinguido Sr. Fallon nos siga hablando sobre lo que piensa de nosotros, ¿no cree? Es casi como poner a Rush Limbaugh...

-Pues a mí me interesa mucho escucharlo.- Convino Adele sin siquiera voltear se a ver al paleto regordete, aunque intercambió una mirada cómplice con DeFuss. -¿Por qué no nos dice quién es, alcalde Fallon? Empecemos por la parte de ser un fiel devoto del Señor. ¿A qué parroquia dice que asiste?- Esta vez si que miró por encima de su hombro hacia el hombre. -Seguro que no falta ningún domingo... Ni días especiales, también. ¿Estuvo de pesca en este solsticio?-