Partida Rol por web

Entrando en El Ministerio del Tiempo

El Gran Teatro del Mundo

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03/04/2016, 18:10
Amelia Folch

El "fondo" del pozo, resultó ser algo totalmente inesperado: Llegaron a un lugar como nunca antes había visto otro: Toda la gente que no había visto arriba, estaba allí abajo: Gente con ropa que tenía muchos años, legionarios romanos, moros y cristianos... Pero también gente  con una ropa... Extraña, con extraños estampados y cobatas largas y afiladas de materiales brillantes. Con todo, lo que más extrañada la dejó, fue el atuendo de una mujer que las sonreía desde la puerta de... una especie de... de gabinete: Era rubia y llevaba ropas muy muy ajustadas al cuerpo (hay que reconocer que tenía una bonita silueta) aunque la falda no le llegaba ni a la altura de la rodilla, dejando sus piernas totalmente al aire y con unos zapatos cuyo tacón debía medir al menos 10 cms...

-Martina, te presento a Irene Larra -dijo Amelia-

-Hola Martina, encantada de conocerte.

Y antes de que pudieras hacer otra cosa, te dio un beso en cada mejilla.

-Pasad: Aquí estaremos más cómodas. Normalmente es Salvador quien recibe a la gente, pero ahora está liado con un asunto urgente. Me dijo que me avisaría en cuanto pueda recibirnos, pero mientras tanto, estoy aquí para responder todas las dudas que tengas y yo pueda responderte.

La mujer se quedó con las manos cruzadas sobre la mesa y mirándote con ojos brillantes esperando cualquier pregunta que quisieras hacerle.

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03/04/2016, 21:48
Martina Cabrera Salas

Era como visitar los vestuarios de un teatro: Un montón de gente disfrazada iba de un lado para otro. La idea del espionaje se clavaba con más fuerza en la mente de Martina. Claro que un espía debería ser discreto. Y dudaba que alguien vestido de legionario romano pasara desapercibido por las calles de Madrid. Otra idea absurda se le ocurrió: ¿Tal vez se dedicaban de verdad a organizar obras teatrales? Entendería, en ese caso, por qué la necesitaban a ella. Aunque esa respuesta no acababa de convencerla. El secretismo de Amelia le decía que ahí se cocía algo muchísimo más serio que una representación dramática.

La mujer que la recibió la sorprendió casi tanto como lo demás. Nunca en la vida había visto tanta longitud de pierna al aire. Por no hablar de los tacones. Ella era muy moderna y creía que cada uno podía vestirse como quisiera pero… ¡valiente decisión! Martina se moriría de vergüenza si tuviera que llevar algo parecido.

- Hola. Encantada igualmente, Srta. Larra –respondió a Irene, y correspondió sus besos aún sofocada por la vestimenta de la mujer. La siguió dentro del gabinete y escuchó su ofrecimiento de responder a todas sus dudas. ¿A todas? Iban a estar un buen rato, entonces.

- Dudas… Sí, de esas tengo todas las posibles -No sabía ni por dónde empezar, así que fue a lo fácil:- Quizás debería explicarme antes qué Ministerio es este y qué trabajo me está ofreciendo exactamente. La verdad es que un Ministerio me evoca un lugar lleno de oficinas, papeleo, funcionarios… Y, nada más entrar aquí, he tenido que bajar por un pozo y he visto a un montón de gente disfrazada –Hablaba con un toque de emoción en su voz. Como si, además de sorpresa y algo de miedo ante lo desconocido, todo eso le divirtiera y resultara excitante-. No es, precisamente, lo más normal del mundo.

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06/04/2016, 11:04
Irene Larra

La mujer te miró sonriente, como entendiendo perfectamente tu confusión.

-Señorita Cabrera... Se encuentra Usted en El Ministerio del Tiempo. Un lugar desde el que se pueden visitar diferentes épocas de la Historia, a través de puertas situadas en muy diferentes lugares. En este momento puede que no se haga a la idea de lo poderoso que es este instrumento y curiosamente... está en España.

Un judío converso le reveló el secreto a la reina Isabel a cambio de protección para su familia y desde entonces, la corona ha velado por proteger el pasado para que no cambie el presente. Como comprenderá, hay muchos ojos y muchas manos que darían lo que fuera por poseer este secreto, que es uno de los mejor guardados del planeta.

Tiene razón en que un Ministerio es un lugar lleno de papeles y oficinas. Este también tiene todo eso, aunque lo preferimos tener un poco apartado de la parte operativa, pero entenderá que este tenga sus... particularidades. De hecho, la gente que ha visto "disfrazada", son realmente los funcionarios: agentes de campo que velan por que todo siga como tiene que seguir.

Hace una pequeña pausa y prosigue:

...Y ahora llegamos a ¿Y qué pinto yo en todo esto? Bien. Habrá adivinado que necesitamos muchos tipos de personas para los más diversos cometidos. Su marido fue un excelente agente al servicio del ministerio toda su vida y nunca se cansó de decirnos que su mujer sería un agente muy apropiado.
​El Ministerio no es muy dado a incluir familiares directos en el mismo operativo a la vez... Pero Ramón ya no está aquí y creemos que ha llegado el momento de que nos demuestre la verdad de sus palabras.

Irene calló como esperando a ver que efecto habían tenido sus palabras en ti y aguardó sonriente tu intervención.

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06/04/2016, 13:31
Martina Cabrera Salas

Martina miró de Irene a Amelia, de Amelia a Irene. ¿Le estaban tomando el pelo? ¿Viajes en el tiempo, preservar la Historia? ¿De qué ficción habían sacado todo eso? Con el ceño fruncido, se dirigió a Irene:

- A ver si lo he entendido bien. En este Ministerio hay puertas a través de las cuales se puede viajar en el tiempo. Puertas que descubrió un judío a Isabel. Imagino que la Católica, porque en época de Isabel II ya no quedaban judíos en la península -Hizo una pequeña pausa de dos segundos para tomar aire y continuó:- Y los trabajadores de estas oficinas, entre los que se encontraba mi difunto, se dedican a vigilar dichas épocas para que la Historia no cambie.

No estaba enfadada en absoluto. De hecho, ya más relajada, pensó que habían conseguido que su día fuera distinto. Pero su expresión de incredulidad no podía ser más clara. Su interlocutora se mantenía tranquila, como si simplemente acabara de explicarle que se dedicaría a mecanografiar documentos.

Recordó una parte de la conversación con Amelia en el carruaje y se giró hacia ella-. Y, no me lo diga, usted es realmente la primera mujer universitaria en toda España y ha viajado de finales del siglo XIX a 1932 –comentó divertida.

- No se lo tomen a mal –concluyó sonriendo mientras pasaba los ojos de una a la otra-, pero no esperarán que me lo crea.

La verdad es que, para ser una mentira, era una mentira muy mala. ¿No habría sido mejor usar algo más verosímil? Probablemente Ramón les habría contado que le gustan las novelas fantásticas de Julio Verne y estas mujeres habrían pensado que esta broma era la mejor forma de darle la bienvenida y de relajar tensiones. Así que esperó, con una sonrisa, a que Irene y Amelia descubrieran el engaño y le contaran, de verdad, a qué se dedicaban en ese Ministerio.

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07/04/2016, 09:36
Irene Larra

Irene esbozó una sonrisa que, aunque parecía de cansancio, era más bien de abnegación al comprender que tenía que volver a hablar de una tema tantas veces hablado, pero que comprendía lógico en alguien que afrontaba una verdad tan increíble por primera vez.

-En efecto, Martina. El tema de las puertas, viene de los tiempos de los Reyes Católicos y, como seguramente esperas, te demostraremos su funcionamiento... Si. Yo creo que ahora mismo.

Se levantó de su silla y fue hacia la puerta. Mientras hacía este recorrido en silencio, Amelia se te acercó y adoptando un tono de confidencia, te dijo:

-Comprenderás que no podía reconocértelo antes de que te pudiera ofrecer pruebas o viera como encajabas algo tan increíble, pero si, yo soy esa primera universitaria de España. Y también trabajo aquí. Ahora prepárate para ver algo que a duras penas vas a poder creer y comprender.

Irene abrió la puerta:

-Por aquí, por favor.

Salisteis al pasillo y tras recorrer algunos mas, llegasteis a una zona más oscura. El pasillo se convertía en un puentecillo que cruzaba un abismo que tenía pinta de ser realmente muy profundo, hasta llegar a unas escaleras que comenzaban a descender en espiral ajustándose a las paredes de aquel enorme agujero.

-Como siempre dice el subsecretario cuando pasa por aquí con los nuevos: "Tengan cuidado con resbalar. Aquí la caída es realmente para matarse... Y no de risa precisamente".

Irene comenzó a bajar las escaleras con indudable maestría dada la altura de sus taconazos, aunque se detuvo un momento antes de mirar hacia vosotras sonriendo divertida:

-¿Sabes Martina? Creo que tienes el récord de la mujer que más ha tardado en preguntarme sobre la ropa que llevo. De hecho, todavía ni siquiera me has preguntado nada.

Amplió la sonrisa sin llegar a reír y continuó bajando. Amelia se acercó a tu oído y te susurró:

-No te lo creas. Eso se lo dice a todas las mujeres a las que tiene que iniciar en el ministerio. Le divierte ver la cara que ponéis. Venga, vamos abajo.

Y te animó a empezar a bajar aquellas empinadas y al parecer más abajo, oscuras escaleras.

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07/04/2016, 18:25
Martina Cabrera Salas

Martina no entendía nada. Ya les había descubierto, ¿por qué seguían con la broma de los viajes temporales? Aun así, se levantó, dispuesta a salir con Irene, pues parecía que seguirle la corriente iba a ser la única forma de avanzar en todo ese asunto.

Miró a Amelia mientras esta se reafirmaba en ser la primera universitaria. No obstante, no pudo responder de lo confundida que estaba. La verdad, ya no sabía qué pensar de todo eso. Las dos mujeres que la acompañaban bien podían estar mal de la cabeza. Pero, sin saber muy bien por qué, decidió seguirlas. Curiosidad, lo más probable.

Suerte que Martina no tenía vértigo, porque, de lo contrario, no habría podido continuar mucho más. El abismo ante el que se encontró de repente le puso los pelos de punta-. Sí, me doy cuenta de que hay que ir con cuidado –contestó, ojiplática, al aviso de Irene mientras se agarraba bien-. Madre mía, no se ve el fondo.

Se detuvo cuando la mujer rubia lo hizo y escuchó su comentario sobre la ropa que llevaba puesta. Una ligero rubor apareció en sus mejillas y una sonrisa asomó por sus labios. Pero, aun así, no preguntó por la falda extremadamente corta ni por los tacones extremadamente altos. Sin embargo, Martina sí respondió a Amelia, también en un susurro-. No negaré que su atuendo me ha llamado mucho la atención. Pero, en fin, no son las únicas ropas raras que he visto al entrar aquí. Y creo que es de entender que, tras todo lo que estáis contando, este detalle queda en un segundo plano. Aunque me asombra que pueda bajar estas escaleras con esos zapatos. A mí me va a costar y llevo suela casi plana.

Con los nervios a flor de piel, comenzó el descenso. Parecía que entraba de lleno a unas mazmorras-. Me parece increíble que haya un vacío tan profundo debajo de Madrid. 

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08/04/2016, 08:48
Irene Larra

Bajaron durante un rato que pareció hacerse una eternidad, pues los círculos que describía la escalera, eran bastante amplios. Finalmente, salieron a un pasillo lleno de puertas cerradas.

-¿Conoce usted la Catedral de Burgos, Martina? Podemos asegurar que está completamente terminada y en pie ¿No es así?

Irene sonreía como si estuviera jugando a un juego que le divertía sobremanera. Se dirigió a una de las puertas y la abrió para permitir el paso a las otras dos mujeres. Al otro lado de la puerta, se entraba a una casa de una apariencia bastante humilde donde había una mujer atendiendo a las tareas domésticas.

-Hola Beltrana -le dijo Irene- ¿Cómo van las cosas por aquí?

-...Les tengo dicho que me avisen cuando van a a venir... Tengo la casa hecha un asco -respondió la mujer con evidente mal humor-.

-No te molestaremos mucho, mujer

-Ya, ya... Pero la próxima vez, avísenme con tiempo.

Irene volvió con vosotras:

-Por esta puerta, hemos llegado al año 1240, y la catedral, aunque aún no está acabada, ya se va viendo como va a quedar después de unos 20 años en obras...

Corrió un visillo de una de las ventanas, y ante ti, apareció la Catedral de Burgos en todo su esplendor pero... ¡¡En Obras!! En efecto, las torres todavía no se levantaban del resto del edificio y todo él, estaba rodeado de andamios y un montón de gente afanándose en los más variados gremios de la construcción. Aquel hervidero de gente, era todo un espectáculo.

Tanto Irene -un poco más atrás- como Amelia junto a ti, sonreían divertidas mirándote.

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08/04/2016, 12:38
Martina Cabrera Salas

Bajaron y bajaron. Martina se preguntaba si iban a llegar al mismísimo centro de la Tierra, como hizo Axel. Tras lo que parecieron años, llegaron a un pasillo con puertas.

- Sí, por supuesto que la conozco. Visité Burgos cuando era pequeña. Solo paramos una noche, pues íbamos de camino a Santander, pero pude ver su catedral –explicó, algo desubicada, ya que no sabía adónde quería llegar Irene con esas preguntas-. Y claro que está terminada, es una obra gótica del siglo XIII –En realidad, era de los pocos datos que recordaba. Estudió algo de arte arquitectónico en la Universidad, pero nunca le llamó demasiado la atención. No tanto como la literatura, al menos.

Entraron, entonces, por una de las puertas y llegaron, para sorpresa de Martina, a una pequeña casa-. Pero… si hay luz –comentó extrañada. ¿Cómo era eso posible? ¡Debían de haber descendido kilómetros! Y Beltrana, la mujer que los recibió, no parecía en absoluto confundida, ni asustada. De hecho, parecía acostumbrada a que un grupo de gente se presentara allí.

- ¿Ha dicho al año 1240? ¿Qué…? –Muda, con los ojos como platos y la boca abierta. Así se quedó cuando Irene corrió el visillo. Pues Martina reconocía la estructura del edificio que estaban viendo sus ojos. A pesar de que las icónicas torres todavía no destacaban en el cielo, estaba claro de cuál se trataba. El resto de la ciudad no tenía nada que ver con el Burgos en el que ella pernoctó, pero no había duda.

Se agarró al alfeizar de la ventana para sujetarse, pues temía que pudiera caerse al suelo de la impresión. Se llevó la mano a la cabeza, que le estaba dando vueltas, y se giró hacia Amelia e Irene, que la miraban divertidas.

- Es… es cierto. ¿Cómo…? Pero esto es… es imposible –Y, aun así, real. Sus propios ojos se lo confirmaban y nunca había dudado de ellos.

Fijó mirada en Amelia, primera universitaria, a quien miró con admiración. Tantas cosas habían conseguido las mujeres gracias a actos como el suyo. Luego en Irene y su ropa. Estaba claro que también era de una época distinta, pero no conseguía ubicarla. Que ella recordara, nunca se habían visto prendas así. Por lo tanto, solo quedaba una opción:- Usted, Irene, ¿viene del… futuro? Quiero decir, que usted no pertenece a 1932, ¿verdad?

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09/04/2016, 22:42
Irene Larra

-En efecto, Martina. Aunque para ser más correctos, debería decirte que eres tú la que ha venido al futuro. Cuando atravesaste la puerta del ministerio, viajaste al año 2016 y es donde estábamos, antes de venir a casa de Beltrana. Tenemos catalogadas un montón de puertas por las que se accede a diferentes años y lugares. Hay otras que no tenemos catalogadas e incluso sospechamos que hay otras que ni siquiera sabemos donde están o si existen.

Y vistiendo así, me resulta mucho mas fácil convencer a los futuros agentes, que estamos en el futuro.

¿Estás convencida entonces, o necesitas alguna otra prueba más que te convenza?

Irene se quedó mirándote conservando su cara de estar divirtiéndose, mientras Amelia notaste que te abrazaba por los hombros afectuosamente.

-No te preocupes -te dijo- es perfectamente normal que te sientas desorientada. Todos hemos pasado por una situación parecida.

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10/04/2016, 16:10
Martina Cabrera Salas

Ella había viajado al futuro. Al futuro. Y no se había movido un par de meses. Había cambiado de año, de siglo y de milenio.

- ¿Convencida? Supongo. Aunque me parece tan increíble que aún estoy esperando a despertarme en mi cama en cualquier momento –Todo había cambiado en tan poco tiempo, que casi parecía imposible. De ser una mujer que no creía en nada que no viera con sus propios ojos, segura de conocer a fondo a su difunto marido y encerrada en sí misma por miedo a lo nuevo, había pasado, en una mañana, a creer en viajes en el tiempo, a descubrir una faceta desconocida de Ramón y a meterse en toda una aventura aceptando un trabajo de lo más misterioso. Sin duda, esa noche tendría dolor de cabeza.

Miró agradecida a Amelia. No sabía cómo se había podido acostumbrar a todo eso. Ella venía incluso de más atrás que Martina y España había cambiado mucho en los 50 años que las separaba. No quería imaginar lo que había cambiado en los más de 70 que había viajado ella hacia adelante. Lo cual le hizo plantearse algo:

- Entonces, si vuelvo a cruzar la puerta del Ministerio ¿estaré de nuevo en mi año? ¿No puedo ver cómo es el mundo en 2016? Aparte de los cambios evidentes en la vestimenta –dijo, mirando a Irene. En realidad, no estaba segura de querer saberlo. Quizás le provocara algo mucho peor que un dolor de cabeza. Pero, ya que había llegado hasta allí…

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11/04/2016, 22:34
Irene Larra

-Entonces, si vuelvo a cruzar la puerta del Ministerio ¿estaré de nuevo en mi año? ¿No puedo ver cómo es el mundo en 2016? Aparte de los cambios evidentes en la vestimenta

-Jajajaja... -rió por primera vez con ganas Irene- Créeme, si aceptas entrar en el Ministerio, acabarás harta de ir hacia delante y hacia atrás. Y por supuesto, podrás volver a 2016 siempre que quieras. Aparte de que estaré encantada de asesorarte sobre la moda del momento, aunque puedo decirte que, llevado con estilo... Todo vale. Las mujeres podemos llevar pantalones, corbata... yo creo que lo único que no nos ponemos, son calzoncillos y eso por un simple tema de comodidad jajaja.

Incluso Amelia parece divertida con la situación y sonríe haciendo esfuerzos por no soltar una carcajada.

Bien ¿Volvemos? -dice Irene señalando la puerta- Tenemos trabajo que hacer. Y tú Martina, una cita con Salvador, el subsecretario. Una vez convencida, te será más fácil hablar con él.

Amelia abre la puerta por la que habíais entrado e Irene se despide de la dueña de la casa, que a esas alturas, ya se había vuelto a poner con sus quehaceres.

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12/04/2016, 10:03
Martina Cabrera Salas

- ¿Pantalones y corbata?- exclamó sorprendida-. Pues sí que han cambiado los tiempos -comentó. Pensándolo dos veces, no estaba segura de qué iba a resultarle más difícil: Adaptarse a los viajes en el tiempo o adaptarse a las nuevas modas. Rió, algo nerviosa, al imaginarse a una mujer con calzoncillos. No, definitivamente eso no estaba hecho para ellas.

Asintió con la cabeza cuando Irene propuso volver. Eso sí, antes de dirigirse a la puerta, echó una última mirada a la inconclusa catedral de Burgos. Me pregunto si Ramón también vio alguna vez esta imagen. Había tantas cosas que él no le había contado… Por un lado lo comprendía. Aparte de ser un secreto, era bastante difícil de creer. Una pena que el Ministerio no permitiera que trabajaran juntos, le habría gustado compartir esos viajes con él.

Con un suspiro y un gesto de despedida hacia Beltrana, siguió a las dos mujeres de vuelta al ¿2016? Aún le costaba hacerse a la idea.

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13/04/2016, 01:31
Salvador Martí

Tras cerrar la puerta, volvisteis de nuevo al pasillo lleno de puertas que accedía a la enorme escalera espiral alrededor de la inmensa sima y subisteis por aquella hasta el puentecillo que daba acceso a la parte que más se parecía a un "Ministerio". Pasasteis al lado de gente vestida como mosqueteros, gente con ropa que nunca habías visto... Incluso gente vestida solo con pieles, que parecían recién salidos de la mismísima Prehistoria. Entre todos ellos, tu indumentaria, la verdad, es que no resultaba nada extraña. Estos últimos, acababan de salir de un lugar con puertas transparentes, donde entrasteis vosotras a continuación.

Una mujer, ya madura, os recibió con una sonrisa franca y afable:

-Hola Irene, Amelia... Buenos días, señorita Cabrera. Mi nombre es Angustias.

Estaba claro que sabía quien eras.

Don Salvador ya os está esperando y hoy creo que no está de demasiado mal humor.

Entrasteis a otra sala con una mesa de despacho, un sofá, sillas y muchos libros al parecer bastante antiguos en las estanterías. Un hombre, miraba por la ventana hacia el patio con el pozo en medio por el que habíais entrado ¿hacia un rato? ¿Hacía días? ¿Hacía siglos? ¡Quién sabe!
El despacho era de un diseño muy moderno... O al menos eso era lo que te parecía a ti.

En cuanto os vio, el hombre se acercó a ti y estrechó tu mano con delicadeza mientras esbozaba una franca sonrisa:

-Estoy encantado de conocer a la mujer de uno de los mejores hombres con los que trabaje nunca. Mi nombre es Salvador Martí.

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13/04/2016, 13:45
Martina Cabrera Salas

A diferencia de la bajada, que se le hizo eterna, la subida de vuelta al Ministerio se le hizo bastante corta. Quizás porque su mente estaba tan llena de información y tan ocupada intentando comprender lo que acababa de ver, que no fue consciente de los minutos que tardaron en hacer el recorrido.

Justo se estaba preguntando si había un límite de años hacia el pasado al que podrían viajar cuando se cruzó con gente vestida únicamente con pieles, como hombres prehistóricos. Definitivamente el límite de años es muy amplio, pensó sorprendida.

Miró a su alrededor y comprobó, saliendo de sus pensamientos, que la estancia donde se encontraban parecía más una oficina. Sonrió a la mujer que se acercó a ellas-. Buenos días, Angustias. Encantada de conocerla –Tras todo lo que había vivido, que gente desconocida supiera su nombre le parecía algo sin importancia, nada sorprendente.

Siguió su camino hacia el despacho de Salvador. Le intrigaba saber cómo era ese hombre, cómo era el jefe de un ministerio en el que se viajaba por el tiempo. Sin embargo, al entrar vio que se trataba de alguien normal. Mediana edad, trajeado y con una expresión amable que también transmitía seriedad y eficiencia. Vamos, lo que debía de ser un jefe típico.

Correspondió al apretón de manos y respondió:- Encantada de conocerle, Sr. Martí. Vaya, gracias por sus palabras hacia Ramón. Aún estoy desconcertada por el hecho de que tuviera un trabajo secreto –comentó, con media sonrisa, mientras pensaba que no era lo único que la había desconcertado esa mañana-, pero es agradable saber que pudo destacar en aquello a lo que se dedicaba.

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13/04/2016, 22:14
Salvador Martí

-Créame que él fue un gran Agente del Ministerio y la Historia de España tiene tanto que agradecerle como a otros muchos grandes hombres y mujeres mucho más famosos que él -Te dijo mientras echaba para atrás una silla delante de su escritorio para que te sentaras- Y es precisamente por como fue Ramón y como nos habló de usted, por lo que nos hemos decidido a intentar contar con su concurso de ahora en adelante.

Rodeó la mesa y tomó asiento al otro lado.

Déjeme decirle que no tiene por qué abandonar su vida habitual: Aquí hay gente que no puede volver a su tiempo por diferentes motivos, pero también hay quien, como Amelia -y puso una mano entreabierta en dirección a ella que permanecía de pie en un segundo plano- cada día vuelven a su casa en su tiempo y mantienen una vida... Mmm... -hizo una pausa- Todo lo normal que les puede permitir trabajar en esta casa de locos -y esbozó una agradable casi-sonrisa- como por ejemplo, hacía Ramón.

Hizo una breve pausa como comprobando el efecto de sus palabras en ti, para acto seguido continuar:

Tengo entendido que ya la han medio convencido de que estamos hablando totalmente en serio ¿No es así? -dijo mirando a Irene Larra que se había apoyado en el alféizar de la ventana y que asintió con un leve gesto de su cabeza- Bien, pues si es así, creo que lo único que queda, es su consentimiento y decirle que, por supuesto, su trabajo será lógicamente remunerado en dinero de su época, o en el de la época que prefiera, según los convenios vigentes.

Hizo una nueva pausa y prosiguió:

Hasta donde sé, su vida es muy tranquila y previsible para sus deudos... Creo que si se une a nosotros, deberá empezar a acostumbrarles a que la nueva Martina es una mujer inquieta y viajera, quizás apasionada por el conocimiento de nuevos lugares... No sé. Eso lo dejo de su mano, que sabrá mejor que nadie como hacerlo.

Salvador Martí acaba su discurso y se echa para atrás en su sillón, juntando las yemas de los dedos de una mano contra las de los dedos de la otra.

-¿Y bien? ¿Qué me dice? ¿Necesita tiempo para pensarlo? Sabría comprenderlo: No es la primera vez que ocurre... Y seguro que para nosotros, no será la última.

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14/04/2016, 21:33
Martina Cabrera Salas

Parecía que Ramón se había deshecho en elogios al hablar de ella. Quizás demasiado. Ahora tenía muchísima presión para demostrar que no estaba equivocado y que ella podía hacer… lo que fuera que hiciesen allí.

Mientras se sentaba en la silla, pensó en lo que se le iba a venir encima: viviría en 1932 y trabajaría en 2016. Suficiente para que a alguien le dieran dolores de cabeza. Sin embargo, las posibles jaquecas no le preocupaban demasiado.

- Por suerte, mi familia nunca se mete en mi vida, sea normal o anormal. Al menos, no desde que me casé. Y yo siempre he sido muy discreta. Pero, sin duda, les sorprenderá que mi vida cambie tanto en tan poco tiempo. Supongo que… bueno, que debo mentirles, como hacía Ramón conmigo - Nunca había tenido problemas en mentir, siempre que fuera por una buena causa. Pero era irónico que ella se sintiera defraudada al enterarse de que su marido le había ocultado una segunda vida y ahora pensara hacer lo mismo con los suyos.

Escuchó todo lo referente a su pago, que, en ese momento, era lo de menos. Desde luego, el sueldo era importante, pero nunca había tenido problemas de dinero, razón por la cual tuvo la suerte de dedicarse a lo que quiso.

- No necesito más tiempo para pensar –dijo, impulsada por la emoción del día-. Acepto la oferta. Como usted dice, mi vida ha sido muy tranquila. Tal vez demasiado… -Hizo una pequeña pausa, suspiró y continuó-. Pero, ciertamente, la idea de adquirir tanto conocimiento histórico de primera mano y no a través de libros, es lo más atractivo.

Ella había aprendido en la Universidad que solo un conocimiento profundo de los autores y de las épocas en las que vivieron le permitiría entender sus obras. Así que, sumergiéndose en ese Ministerio y viviendo en primera persona todo lo que sucedió en cada momento, alcanzaría una comprensión mayor no solo de obras literarias sino de la Historia en general. Eso la animaba mucho. Y, también, por supuesto, saber que Ramón había realizado ese mismo trabajo y conocido a esas mismas personas.

- Aunque quizás deba usted explicarme exactamente en qué consiste el trabajo. Irene me comentó que en el Ministerio se encargan de evitar que la Historia cambie, pero no entró en detalles. Además, hay algo que no comprendo muy bien: ¿Cómo es posible que pueda cambiar algo que ya sucedió? ¿Por qué hay que proteger la Historia, no se supone que "lo que pasó, pasó"?

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16/04/2016, 20:35
Salvador Martí

Vio una sonrisa de satisfacción en la cara de Salvador cuando aceptó el trabajo. No debía ser persona de aceptar un "No" por respuesta, y sin duda, para hacerte entrar ahí, tenía que haber muy buenos motivos. Mucho mayores incluso que una simple recomendación.

-Como ya le he dicho, todo lo relacionado con su familia y los cambios que tenga que introducir, lo dejamos en sus manos: Cada quien sabe mejor que nadie como lidiar con los asuntos familiares y cada vez que hemos tenido que inmiscuirnos en una familia... Bueno, hemos llegado a la conclusión de que no era la mejor opción.

- Aunque quizás deba usted explicarme exactamente en qué consiste el trabajo. Irene me comentó que en el Ministerio se encargan de evitar que la Historia cambie, pero no entró en detalles. Además, hay algo que no comprendo muy bien: ¿Cómo es posible que pueda cambiar algo que ya sucedió? ¿Por qué hay que proteger la Historia, no se supone que "lo que pasó, pasó"?

Verá Martina: A partir de ahora va usted a jugar con conceptos que no solo a usted, si no a muchos de nosotros, se nos escapan en determinados momentos y no los llegamos a comprender.

Desde el momento en que existe una puerta para poder acceder a un punto del pasado, existe la posibilidad de que este cambie. Si no hubiera puertas, el pasado no cambiaría. Al haber puertas, el pasado es susceptible de cambiar y por eso debe haber alguien que vigile el que eso no ocurra.
Si la bomba atómica no hubiese sido inventada, no existiría el peligro nuclear...

En ese momento ve tu cara de estupefacción y deja de hablar para volver a hacerlo en el instante siguiente:

Perdone, perdone, Srta. Cabrera: A veces olvido que algunas cosas, algunos agentes todavía no tienen  por qué saber que son.

El caso es que hay bastante gente interesada en las puertas y en el poder que ellas suponen. Por suerte, casi todas ellas están controladas por el Ministerio, pero hay algunas que se escapan a nuestro control e incluso sospechamos que existen algunas que ni sabemos que existen.

En todo caso y en resumen, al existir puertas, el pasado puede cambiar y nosotros estamos aquí para evitar que eso ocurra.

En eso entra la mujer que os saludó en la puerta:

-Don Salvador...

-¡Pero Angustias, por dios! ¡¿Cuándo demonios va a acostumbrarse a llamar antes de entrar?!

-Lo siento D. Salvador... Ya ha llegado Don Ernesto -dijo como si le importara muy poco lo que su jefe le decía-.

-¡Ah! Bien, Hágale entrar.

-...Viene sin... ella

-¿Cómo?

La mujer se cogió las dos manos y dijo:

-...Comiendo. Digo yo

No parecía que Don Salvador estuviera para bromas, pero la mujer no parecía tomársele muy en serio, aunque lo cierto era que era la única que parecía tomarse esa licencia.

-Hágale pasar

Al instante entró un hombre ya maduro y de rostro arrugado y serio, vestido de uniforme con gorra de plato que se quitó nada más entrar.

-¿Qué ha pasado Ernesto?

-La chica estaba muy mal. La he tenido que dejar en el hospital y los médicos no saben si saldrá de esta. Le habían dado una paliza bastante fuerte.

-¡Miserables! -dijo con rabia Salvador- ¿Cómo pueden siquiera pensar en hacer algo así a una mujer?

-...Eran otros tiempos... Y estaban en guerra.

-Si... Claro -dijo Salvador con resignación mientras apoyaba las manos sobre la mesa del despacho- Eso nos plantea un problema: ¿A quién enviamos en su lugar?

-Está claro que necesitamos una mujer lista y que no hayan visto por allí aún.

-Si... Eso descarta a Amelia y a Irene. Podrían reconocerlas. Además... -Salvador se pone de espaldas a las mujeres y lleva al tal Ernesto a un rincón del despacho donde habla con él en voz baja en una demostración de absoluta grosería hacía vosotras-

-Si usted lo ve adecuado... Yo no acabo de verlo, la verdad.

-No nos queda otra opción.

-Bueno... Espero que no tengamos que lamentarlo -logras llegar a oír-

Salvador se da la vuelta y te enfrenta:

-Martina, me encantaría tener tiempo para darle unas leves nociones de... algo. Pero por desgracia, a pesar de estar en el Ministerio del Tiempo, ahora mismo eso es lo que menos tenemos:

Hay que ir a 1938, a la última etapa de la Guerra Civil e introducirse en lo que luego acabará siendo parte del "Archivo de Salamanca". Hay un documento que nos resulta importante de recuperar antes de que quede destruido en un incendio, poco después de que ustedes lleguen.
Ernesto la acompañará e irá instruyéndola por el camino

-¿Aún no ha recibido instrucción? -dijo el tal Ernesto- ¿Por qué siempre tenemos que dejar todo para el último minuto?

-Ernesto... Parece mentira que no lo sepa: ¡Porque somos españoles!. Venga, pónganse en marcha. El tiempo apremia.

Salvador da la reunión por finalizada y salís todos de su despacho. Ernesto va un poco por delante de vosotras y tanto irene como Amelia, todavía siguen a tu lado.

-Habrá que cambiarte de ropa -dice Irene- En la época a la que vas, estarías anticuada.

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16/04/2016, 23:52
Martina Cabrera Salas

Martina tuvo que esforzarse sobremanera para comprender todo lo que Salvador le estaba explicando sobre las puertas y la susceptibilidad de cambio del pasado. Cuando el hombre pronunció el término “bomba atómica”, el rostro de la joven pasó del esfuerzo a la preocupación en medio segundo.

¿Bomba atómica? ¿Peligro nuclear? ¿De qué está hablando? Supuso, al instante, que se trataba de algo que ella aún no había vivido. Y, aunque la mujer poco sabía de bombas no parecía que fuera nada bueno.

No le sorprendió enterarse de que había personas que querían utilizar el pasado y cambiarlo. Esas puertas eran especiales y su poder… Bueno, nadie podría dudar de lo peligroso que podría ser que cayeran en manos equivocadas.

- Y, si alguien cambia el pasado, nuestra Historia se podría borrarse. Tanto lo bueno como lo malo. Nuestra identidad actual se perdería, no seríamos los mismos. España podría sufrir incluso más de lo que ha sufrido –comentó, comprendiendo al instante a lo que se refería Salvador. Pensó en el Imperio perdido, las múltiples guerras en las que se había visto ese país a lo largo de los siglos… Los errores podrían evitarse, pero ¿quién dice que no cometeremos otros peores?

Martina entendió, entonces, la importancia de ese Ministerio.

En ese momento, Angustias entró y avisó de la llegada de otro agente, Ernesto. Escuchó, aterrada, cómo hablaban de una joven que se encontraba más muerta que viva. ¿Será otra trabajadora del Ministerio? No pensé que este empleo supusiera un peligro, pensó. Claro, depende del año al que viajes, puedes estar en una época turbulenta. En este caso, parecía que hablaban de una guerra.

Ernesto y Salvador lo discutieron alejados de las tres mujeres. Se preguntó si era normal que trataran temas importantes sin incluirlas a ellas. Que no quisieran hablar delante de Martina, lo entendía, pues era una recién llegada. Pero las otras dos parecían que tenían cierta posición allí dentro. Además, lo poco que llegó a escuchar no le gustó demasiado. ¿Hablaban de Martina? De ser así, parecía que el tal Ernesto no confiaba mucho en ella.

Su corazón comenzó a latir con fuerza cuando Salvador se dirigió hacia ella y comenzó a darle datos rápidamente. ¿Le estaba encargando una tarea? ¿Tan pronto? Estaba tan asustada por lo que se le venía que le costó procesar la información que le proporcionó. Lo único que pudo hacer fue asentir con la cabeza cuando la despacharon.

Salió tras sus compañeros, que la llevaban, al parecer, a cambiarle el vestuario. Entonces, poco a poco, fue cayendo en la cuenta de todo.

Archivo de Salamanca, documento, incendio… Guerra Civil, 1938.

Martina paró en seco, con terror en sus ojos-. Dios mío –Volvió a caminar, pues no quería quedarse atrasada y mostrarse incompetente en su primer día de trabajo. Pero sus manos temblaban mientras mantenía el paso.

- ¿Ha dicho… ha dicho que en España hay una guerra civil en 1938? Eso es solo seis años después de mi época. ¿Cómo es posible? –¿Qué la provocaría? ¿Cuándo empezaría? ¿Cuánto duraría? ¿Qué bandos lucharían? ¿Estarían ella y su familia a salvo?

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22/04/2016, 03:13
Irene Larra

- ¡Dios mío! ¿Ha dicho que en España hay una Guerra Civil en 1938? Eso es solo seis años después de mi época ¿Cómo es posible?

Amelia e Irene la miraron con cara de pena y finalmente esta última le dijo:

- Como sabes, en el 31 se proclamó la República y como bien sabes, tu época son unos años muy convulsos. Finalmente una parte del ejército se sublevará en 1936 y las dos facciones, lucharán durante tres años. En el momento que tú vas, la guerra ya se está decantando hacia un bando y el otro pierde día a día más territorio y más poder.

-Espero en la cafetería, que no he tomado nada desde anoche -dijo Ernesto- Cuando esté lista, venid a buscarme: Dejaré pagados los desayunos.

El hombre desapareció por el pasillo en dirección contraria a las tres mujeres, que acabaron en una enorme nave llena de anaqueles con una cantidad inenarrable de ropajes, zapatos, accesorios... todo lo necesario para un baile de disfraces multitudinario.
Llegaron a una especie de mostrador donde Irene hizo un pedido:

-Ropa para una miliciana de 1938

-¿Talla? -preguntó la mujer ya entrada en años que parecía ser quien gestionaba aquel inmenso guardarropa-.

-La de esta mujer -añadió señalándote-.

-Mmmmm... -dijo calándose unas gafas de gruesos cristales-.

-...Ese gesto lo hace siempre que tiene que calcular una talla jijiji... Y no falla nunca -te susurro Amelia al oído-.

-Vale... ¡¡Manuel!! -gritó la anciana con una energía impropia de su edad-.

- ¡¡Ya voy!! -Contestó una voz masculina desde algún lugar escondido del almacén-.

La anciana desapareció por un pasillo al fondo.

-¿Le vas a hablar de... higiene? -le dijo Amelia a Irene-

- No. Hoy no se puede. Tenemos prisa y a Ernesto esperando. En otro momento.

Notas de juego

Bueno, te he escrito un turnete largo. Si quieres, puedes manejar a los PnJs para darle soltura a la acción: La anciana o Manuel pueden traerte ya tu ropa, puedes probártela... En fin, lo que sea ¿de acuerdo?

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23/04/2016, 23:55
Martina Cabrera Salas

Martina se había quedado bastante abatida. Enterarse de que se cernía una guerra en su época no le resultó nada fácil de asimilar. ¡Era la República! Un gobierno elegido íntegramente por el pueblo. ¿Quién querría poner en peligro tal situación? Por supuesto, seguían quedando monárquicos que deseaban reinstaurar a los Borbones; movimientos de derechas que deseaban acabar con el sistema democrático. Pero nunca imaginó que pudiera llegar tan lejos.

Llegaron a una nave inmensa llena de disfraces. Dejó que las otras tres mujeres hablaran, pues no tenía muchas ganas de mantener una conversación. Apenas fue consciente de lo que se comentaba. En un momento, escuchó la palabra “higiene” en relación a ella. No sabía a qué se referían, si ella era muy limpia.

Un par de minutos después de salir la anciana, apareció en el mostrador un hombre, Manuel, quien le entregó lo que a Martina le parecía una especie de mono de trabajo azul con cinturón.

- Ahí tienes el cambiador, pruébatelo para ver si te queda bien –le informó Manuel-. Aunque dudo mucho que haya que buscarte otra talla. El ojo que tiene esta mujer para calcularla es casi mágico –comentó con una risa, dirigiendo una mirada y un guiño a Irene y Amelia.

Entró en el vestidor, colgó el abrigo, el bolso y el uniforme que le habían entregado, y cerró la cortina. Hundió el rostro en sus manos, alterada por todo lo que había pasado. La ignorancia es felicidad, dicen. Qué razón tienen, pensó mientras una lágrima silenciosa le recorría la mejilla.

Pasados unos segundos, se puso en marcha. Ahora no tenía tiempo para venirse abajo en su primera misión. Se enfundó en el uniforme de miliciana, que le quedaba estupendamente. No le sobraba ni le ajustaba por ningún lado.

Salió de allí sintiéndose algo rara con pantalón, aunque extrañamente cómoda. Justo entonces, regresó la mujer al mostrador-. Y aquí tengo los complementos –dijo, mostrando en su mano una pañoleta y un gorro rojos.

Martina se los colocó y, mirándose en un espejo, pensó que esas ropas parecían hechas para ella- Pues ya estoy lista. ¿Me falta algo más?