Partida Rol por web

Durante unos segundos al acercarse a la mujer el rostro de Richard palidece vistosamente y las manos que sujetan el arco tiemblan hasta que el propio arqueólogo aparta la flecha y deja que la cuerda pierda la tensión.

¿Con...Constanza?- pregunta el hombre con la incertidumbre en su voz -¿Constanza Latchke? ¿Te... te conozco?

Pharasma, la Dama Gris, la diosa de las almas que abandonan este plano y las guía hacia su siguiente existencia en el más allá. Una entidad misteriosa y poco dada a intervenir en los asuntos mundanos. Su culto no es de los más extendidos por Golarion, si bien goza de cierta popularidad en las regiones del norte de Ustlav, como Thrushmoor.

Sus seguidores suelen actuar como matronas, ayudando en alumbramientos a las familias más humildes, y también como guías mortuorios, acompañando a los enfermos y ancianos en las últimas etapas de la vida. No son propensos a tomar partidos entre las pugnas políticas de la nobleza, ni tampoco tienden a buscar enfrentamientos con seguidores de otras deidades.

Los seguidores de Pharasma suelen gozar de cierto prestigio y reconocimiento social por las labores humanitarias que lleva cabo su organización. Sería, como Richard bien sabe, la cara amable de la deidad y de su culto.

Pero hay más. Mucho más. Richard no sabe cómo lo sabe, pero está seguro de ello. Aunque la iglesia de la Dama Gris es poco propensa a inmiscuirse en asuntos mundanos, cuando lo hace… es contundente. Suele emplear agentes extraplanarios conocidos como los caminantes oscuros  o caminantes del abismo, según la fuente. Estos inquietantes seres tienen una conexión innata con fuerzas más allá del espacio y del tiempo, y son capaces de manifestar asombrosos poderes que ninguna raza de golarion podría soñar. Y responden a la voz de un solo señor. O señora, la Dama Gris.

Richard también sabe que la organización religiosa cuenta con una vasta colección de volúmenes sobre antiguas civilizaciones en una biblioteca subterránea. Hay indicios. Muchos indicios… que su memoria no llega a alcanzar. ¿Pertenecía Constanza a esta orden de arqueólogos?  

Post de tiradas. El mensaje viene después, en función del resultado. 

La anciana descubre el rostro al oír su nombre y vuelve sus ojos hacia el arqueólogo. Al ver el arco destensado su expresión se relaja, prestando atención al resto del grupo, quienes se comienzan a congregarse a su alrededor.

—¿Richard? ¿Eres tú Richard? —pregunta tímidamente al tiempo que se incorpora, apoyándose torpemente con la pared. Le dedica una rápida mirada al resto de los cuerpos y añade en voz queda, más para si misma que para sus interlocutores:— Santa Pharasma… apiádate de sus almas.

Toma aire. El rostro de la anciana parece demacrado y presenta síntomas evidentes de fatiga… Sólo los dioses pueden saber por qué ha pasado la pobre mujer.

—Richard… ¿Qué está pasando? ¿Te ha enviado el conde a sacarme de este horrible lugar?

Niega con la cabeza -yo... nosotros... - mira a sus compañeros con desconcierto pensando en preguntar quien es ese dichoso conde, pero... no, mejor explicarse, ¿no? -hemos perdido la memoria- dice intentando que la voz suene mas segura de como se siente, en realidad es algo que se le da bien, ocultar cosas, convencer a la gente, siempre que no sienta que su mente va a quebrarse como una copa de cristal al estrellarse con el suelo.

No sabemos como hemos llegado aquí ni que ha pasado, pero al verte... ha sido como si una espita se rompiese y... ¿Tiene que ver esto con Pharasma? ¿Han enloquecido sus sierv...- vale, quizá no se controlaba tan bien como creía. Era una idea descabellada mientras su mente seguía jugando con las pocas piezas que tenía a disposición-¡Tu me recuerdas!- exclama interrumpiéndose cuando cae en ese detalle.

¿Donde estamos? ¿Que...- calma, parece alterada y parece alguien cercano. Con tres cuartos menos de hierro en su voz quitando la exigencia termina por preguntar -...hacemos aquí? ¿Puedes explicarnos lo ocurrido?

Que aquella mujer estuviera viva entre aquella pila de cadáveres era realmente terrorífico. Por asombroso que pudiera parecer, Richard y la tal Constanza se conocían. Eso incrementaba en cierta medida el horror de haberla encontrado en aquellas características tan terribles. Por otra parte, era una bocanada de aire fresco, pues igual podría darle algo de luz a la identidad de Richard.

Si Constanza era capaz de revelar algunos datos del pasado de Richard, era posible que Holloc también empezara a recordar. A fin y al cabo se conocían todos antes de perder la memoria. ¿No? Si Richard recordaba su pasado, podría recordar por que conocía a Holloc. De esa manera, poco a poco irian colocando las piezas del puzzle hasta dar con la solución.

Holloc envainó sus estoques. No es que se sintiera seguro, pero al menos de momento la amenaza había descendido. O eso creía Holloc, aunque se mantenía alerta a cualquier cosa. La experiencia le había enseñado en aquel sitio, que después del la calma llega la tormenta y no al revés.

— ¿Necesita ayuda? — Preguntó el guerrero. — ¿Puedes hacer algo, Aura?

Theo, demostrando quizá que podría ser el primero que muriera en la próxioma encerrona que se presentase, se acercó a los dos preocupado... con cuidado... pero sin enarbolar las armas en aquella dirección.

-Richard... quizá deberíamos... -hizo una señal con la cabeza- Perdone que le interrumpamos, señora, pero este es un lugar perligroso, deberíamos llevarla a un sitio seguro. Como dice mi compañero, no recordamos muy bien qué es lo que hacemos aquí, así que pensábamos que podíamos ser personal o pacientes.

Interrumpir a Richard cuando estaba a punto de sacar algo parecido a una respuesta se le antojaba, no obstante el peligro, de mal gusto, así que se acercó a vigilar la otra parte del pasillo, su poco impresionante físico sujetando la lanza y mirando que nada viniese por el camino.

Mequetrefe asistía a la conversación perplejo.

Esta anciana lo conoce... esto se pone interesante, quizás podamos sacar algo de información, después de todo. Estaría bien saber por qué estamos aquí...

Durante un instante abrió la boca y parecía que iba a empezar con su diatriba de palabras incesante, pero entonces se detuvo.

Quizás... quizás no deberíamos ser tan confiados... en este lugar nada es lo que parece, no señor. Será mejor que esté preparada por si esta dulce anciana resulta ser en realidad otra criatura...

La anciana estudia con sus penetrantes ojos azules al resto del grupo mientras Richard le pone al corriente de la situación. Trata de aproximarse hacia él con evidente dificultad, arrastrando la pierna izquierda y apoyándose en la pared. No avanza más de un par de pasos, quedándose a apenas unos centímetros del arqueólogo. Clava entonces sus ojos en los de Theo, ignorando la pregunta del guerrero. 

—¿Seguro, dices? —la anciana esboza una amarga sonrisa—. No hay tal sitio en este lugar. Desde el temblor, los monstruos campan a sus anchas por los corredores. Y los apóstatas controlan el sur del ala oeste del edificio. Están tan asustados que confunden a todo el mundo con los cambiaformas. Dicen servir a Pharasma, pero que no os engañen, el miedo y la desesperación les han hecho abandonar sus preceptos —frunce el ceño y lanza un esputo al suelo—. Maldita sea esa inquisidora, que les ha lavado a todos el cerebro y los mantiene cautivos en este lugar, sólo el Gran Destructor sabe con qué oscuros propósitos.    

Respira hondo, tratando de serenarse. 

—Menos mal que tú estás aquí, Richard —añade, con un tono ahora más calmo—. Te recuerdo… solías venir a visitarme antes de que todo esto se derrumbara. Si estás aquí seguramente sea porque el conde te ha enviado a rescatarme. Y seguro que a tus compañeros también. Tiene que ser eso. No se atrevería a abandonarme en este infierno.

Aura miraba a la anciana con el ceño fruncido y sin guardar el mangual. No confiaba en ella. Era todo muy casual, demasiado casual. Y si la fortuna existía, pero no en un lugar como ese. Además no terminaba de entender esa macabra sonrisa que había esbozado al verlos. Pero eso no significaba nada. Bien podía ser un cambiaformas como no serlo.

Como tus otros compañeros.

La sierva de Irori acalló esa molesta voz en su cabeza. Siempre la duda. Siempre esa duda rayando la paranoia. ¿Cuánto tiempo seguiría conviviendo con ella antes de volverse loca? ¿O es que no lo estaba ya? Y entonces otra molesta pregunta se metió en la cabeza. Si la anciana estaba al tanto de todo, es decir, TODO, ¿por qué no le preocupaba que ellos fueran cambiaformas?

—Puedo, pero no parece herida—respondió a Holloc y entonces se dirigió a Constanza con un tono menos imperativo y más aserrtivo—. No quiero sonar descortés ni desconfiada pero, ¿por qué os habéis ocultado hasta que os hemos interpelado?

Si bien en un principio la aparición de la tal Constanza había abierto grandes expectativas en Holloc de cara a que un rayo de luz iluminara su presente con retazos de su pasado, ver que Aura no se fiaba a aquella mujer provocó que el guerrero volviera a ponerse alerta. Aquella pregunta que podía tener una respuesta sencilla era clave para determinar la verdadera naturaleza de aquella mujer.

Lo cierto era que tenía facile respuesta. Podía decir que quiso hacerse la muerta al desconocer si el.grupo que se acercaba era hostil. Podía decir que pensaba que se trataba de cambiaformas o cualquier otra excusa. Lo único cierto era que parecía ocultar algo macabro tras aquella sonrisa amarga y las extrañas palabras que acababa de pronunciar.

Ella misma podía ser una cambiaformas. No lo sabía y no tenía forma de comprobarlo. Quizás Richard era el más indicado para resolver aquel asunto. Si realmente la conocía podría encontrar algo extraño en su comportamiento o algunalgunppodria no cuadrarle. Eso claro... si era capaz de recordarlo, algo difícil por sl momento.

Sin más, Holloc esperó la respuesta de aquella extraña y en apariencia inofensiva anciana, que por contra podria llegar a ser una gran amenaza.

¿Que... conde?- esa palabra era importante. Quizá era el motivo por el que había venido hasta aquí... -espera, ¿apóstatas? ¿que demonios..?- ¿apóstatas? ¿cómo? ¿porque? Antes me creería si viese a los creyentes de Irori en bacanales y orgías... ¿los caminantes del abismo no han actuado? ¿La Dama Gris guarda silencio?

La voz de Richard demostraba cierta ansia, contenía sus manos como si quisiese agitar a la anciana Constanza en busca de respuestas. Recordaba que ella... no era desagradable, pero tampoco parecía contestar a sus preguntas sino plantear aún mas dudas.

La anciana frunce el ceño durante un instante al reparar en cómo Aura se la aproxima, pertrechada con su armadura metálica y el mangual bien visible. Pero apenas dura un instante, antes de suavizar su expresión y adoptar un tono condescendiente, como quien se dirige a un infante preguntón.

—Ay, hija, si supieras la cantidad de horrores que pueblan estos pasillos… Al ver cómo os ensañabais con los cadáveres de los cambia formas no sabía si estabais con los fanáticos de la barricada, o si habíais perdido el juicio —la mujer le devuelve la mirada a la sierva de Irori, recelosa—. Pero no debí de haber dudado de vosotros. Ciertamente, la esperanza no está perdida. Si la Dama Gris nos ha reunido bajo estas circunstancias, debe de ser por alguna razón. 

Se vuelve entonces hacia el arqueólogo, ahora algo más preocupada.

—Parece que has sufrido un gran shock, Richard, si no recuerdas a nuestro patrón. ¿Caminantes del abismo? Me sorprende oírte a ti, un erudito hecho y derecho, hablar de semejantes tonterías. Me pregunto si… —niega entonces con la cabeza y lanza una mirada rápida hacia la puerta de la habitación, inquieta—. Pero eso no importa ahora. ¡Tenemos que salir de aquí! Podemos ayudarnos, Richard. Conozco la isla, si logramos salir del edificio, el embarcadero no está muy lejos. Yo puedo guiaros, si estáis dispuestos a echar una mano a esta pobre anciana. El problema es que los pasillos de la sección norte están derribados, y los apóstatas han tomado el sur del edificio, por lo que es imposible salir por la entrada principal.  

Repara entonces en las expresiones de confusión y desconfianza del grupo.

—Quizás estoy yendo demasiado rápido –añade, volviendo a adoptar ese tonito condescendiente—. Un poder oscuro ha despertado en el asilo. No es que la mayoría de sus antiguos residentes estuviesen especialmente cuerdos. Pero desde el temblor, la gente parece haberse vuelto del todo majareta, especialmente los doctores. Y la gente de la barricada… ellos si que no están en sus cables, Richard. No atienden a razones y se muestran paranoicos y muy agresivos con los que tuvimos la mala suerte de despertar al otro lado de la capilla. Y sin duda, la peor de todos ellos es su líder, una falsa sacerdotisa de Pharasma que fomenta e instiga su paranoia…      

Aura vaciló un instante al escuchar a Constanza. Realmente parecía conocer a Richard, pero seguía habiendo muchas cosas sin cuadrarle. ¿Cómo había sobrevivido todo este tiempo? ¿Cómo había acabado en ese lugar y de esa forma? Pero una vez más decidió mantener a raya su neurosis y sólo lanzó una pregunta. Una pregunta maliciosa y afilada como un bisturí.

—¿No os preocupa que nosotros seamos cambiaformas?

Un tenso silencio sigue a la pregunta de la sacerdotisa de Irori. La anciana clava de nuevo sus ojos en los de Aura, estudiándola fijamente.

—Cambia-formas, adoradores de un señor infernal—inclina ligeramente la cabeza y le dedica una mirada cargada de elocuencia a Theo… y al ser que reposa sobre sus hombros—… ¿Qué más da? No sería la primera vez que el conde se vale de métodos tan… variopintos para alcanzar sus objetivos.

Mequetrefe asistía a la conversación en silencio, no porque no tuviese ganas de hablar, sino porque hacía tiempo que había perdido el hilo.

- ¿Conde? ¿Qué Conde?... ¿Apóstatas? ¿Caminantes del Abismo?... ¿La Dama Gris guarda silencio?... No entiendo nada de nada... esta gente es muy extraña... ¡Creyentes de Irori en bacanales y orgías! ¡Eso sí sería algo digno de ver! Espero que estén discutiendo la forma en que podamos conseguir ver ese espectáculo... ¡No! Céntrate, Mequetrefe, no pueden estar hablando de algo como eso, no, tenemos que centrarnos en salir de aquí, sea como sea. No quiero ser la merienda de un cambia-formas, no señor.

¿Pero de que diantre estaban hablando? ¿Alguien salvo la tal Constanza y quizás Richard entendía todo aquello? Holloc desde luego no. Podía ser que en el pasado hubiera sabido algo acerca de todo aquello, pero desde luego que de haberlo sabido se había borrado de su mente como prácticamente todo salvo su propio nombre.

- ¿Un Conde? ¿Apóstatas? ¿La Dama Gris? ¿Un señor infernal? - Preguntó Holloc enumerando esta vez en alto algunas de las preguntas que Mequetrefe se había hecho en la cabeza. - Siento si parezco estúpido, señora Constanza, pero... - Resopló. - Por no recordar no recuerdo ni de dónde vengo. ¿Podría empezar por el principio? Explíqueme donde estamos y no me refiero a este recinto, sino a algo más allá. ¿En qué país vivimos? ¿Quién gobierna? ¿Qué ha causado todo ésto? Y su fuera posible... ¿Quién soy yo? - Holloc lanzó aquella batería de preguntas de forma desesperada. Ahora más que nunca necesitaba saber, necesitaba recordar. - ¿Sería usted tan amable? - No esperaba una negación como respuesta, sino una detallada y creíble explicación a todas sus demandas.

Iba a replicar con bastante más mordacidad que la mostrada hasta ahora, pero las preguntas de Holloc eran las mismas que iba a hacer él y unas cuántas mas de propina, a las que proveyó de respuesta.

La Dama Gris es el título de Pharasma, la diosa de la muerte. Constanza es una de sus seguidoras y los apóstatas son los que renuncian a su fé. Pero... - y vuelve a girarse hacia la anciana - yo también quiero las otras respuestas. Ahora mismo no corremos peligro inminente y no veo la necesidad de que nos repartas migas de información.

El ansia que sentía no se había apaciguado pero el hombre buscaba aplicar un poco mas de control a sus palabras, después de todo no estaba dispuesto a seguir a ciegas cuando parecía que Constanza podía proveer información valiosa, aunque sólo fuese para poder elucubrar porque demonios habían despertado ahí sin memoria.

Aura miró a Theo de refilón. ¿Adorador de un señor infernal? Eso explicaría bastantes cosas, entre ellas la aversión que le generaba aquella extraña criatura. Pero sin embargo el semielfo estaba en sus recuerdos y Constanza no. Eso tenía que significar algo.

—Cualquiera diría que el conde es el responsable de toda está catástrofe—respondió a la anciana—. Y que a vos lo que ocurra en este lugar no os importa.

La sierva de Irori balanceo el mangual.

—¿O es que sois una cambiaformas?

...

"¿Conde?"

Aquel nombre no le decía nada, mientras que el hecho de que le hubieran acusado de adorar a los poderes infernales sí le había hecho reaccionar, de forma menos... visceral de lo que podría pensarse, y más como si estuviera respondiendo de forma intelectual en base a unos papeles que no podía ubicar en su mente. Sabía que no era de origen infernal y estaba bastante seguro de que la cosa que le acompañaba no eraDUELE un ente infernal.

-Si no queréis que nos movamos, este es un sitio tan seguro como cualquier otro, así que suscribo las preguntas que ha hecho mi compañero Holloc y-

Vio como la irorita hacía girar el arma y se puso en la trayectoria entre la mujer y la sacerdotisa, con los ojos torcidos por el pánico.

-¡¡¡Woa woa WOA!!!! ¡AURA NO! -dijo- Señora... no he consortado con los poderes infernales en mi vida... estoy seguro de que lo recordaría, si no otra cosa... mis compañeros y yo estamos algo inquietos, y agradeceríamos respuestas.

A él tampoco le gustaba aquello: la manera en que aquella mujer se mostraba tranquila y trataba de sugerir que todos eran indignos de confianza menos ella y cómo había insertado en la conversación de forma casual una tercera persona para insinuar que era una clériga falsa, en el estado en el que estaban, no le convencía nada porque sonaba muy posible. No se fiaba del todo, pero quizá estaba solo paranoico.