Partida Rol por web

Un vistazo rápido basta para que el arqueólogo descubra que la habitación presenta síntomas de uso reciente. La cama está prácticamente recién hecha, y no hay ni rastro de polvo en la habitación, lo que significa que alguien se ha molestado en mantenerla arreglada.

Por el momento eso parece bastarle a Richard, quien se dirige a la habitación contigua. Esta sala, de idénticas proporciones a la anterior, es un desastre. En las estanterías, entre libros y rollos de pergaminos dispuestos sin ton ni son, yacen apilados un montón de útiles de cocina y limpieza, cubos con trozos de madera y papeles, y frascos con lo que parece aceite, sal y especias. Hay hasta un hacha de mano en el suelo, reposando a los pies de una de las estanterías.

Al fondo de la sala hay otro escritorio, sólo que éste está hecho trizas. Parece que los supervivientes lo han cuarteado para obtener madera.

Pero no es eso lo que llama la inmediata atención del arqueólogo. Entre dos sillas se encuentra tendida una muchacha de cabellos cobrizos y mejillas sonrosadas. Viste con el atuendo de las enfermeras y en este momento parece estar durmiendo profundamente entre el desorden reinante, y no se inmuta ante la mirada de Richard.

DaNae parecía estar más cuerda que Busca, aunque no parecía querer colaborar en nada. No por nada mes estaba enviando a ver a Lady Winter, pero Lady Winter tampoco parecía muy dispuesta a contarles nada de su pasado. Demasiado secretismo para su gusto. ¿Por qué se empeñaba en dejarles en las tinieblas? Luego estaba Maeve, quién no perdía ojo sobre Holloc y éste acabó por percatarse de ello. ¿Por qué le estaba mirando? ¿Curiosidad, casualidad o por su evidente atractivo? Fuera como fuera había una conexión entre ambos y podía aprovecharla. Holloc decidió probar suerte con ella. Mostrando las manos abiertas y tratando de parecer inofensivo, se acercó a aquella mujer. Quizás ella si le pudiera ayudar en algo, aunque empezaba a dudarlo. - ¿Maeve, verdad? - Le preguntó. - Holloc Standroc... - Realizó una leve reverencia con la cabeza. - ...para servirla a usted. Si, Holloc es mi nombre, pero poco sé más de mí pasado. igual usted podría poner algo de luz en mis tinieblas...

El arqueólogo volvió a cerrar la puerta con sumo cuidado mientras meditaba sus opciones. Dudaba que esa enfermera fuese peligrosa pero no podía asegurarlo y si la despertaba podría tener problemas.

En vez de eso decidió seguir el curso habitual de sus pesquisas, una vez fuera ejecutó unos pases arcanos mientras su voz marcaba la tonadilla y pronto sus ojos se abrieron a la magia. Acto seguido volvió a abrir la puerta de la habitación de la muchacha.

No le interesaba ésta, sino que prefería descubrir si había algo de utilidad que hubiesen pasado por alto, ya después podría seguir investigando quizá en la barricada; no lo iba a admitir ni a si mismo pero alejarse de la extraña pared era algo que aliviaría su tensa mente.

Mequetrefe estaba completamente absorto en su cuenco de estofado y parecía disfrutar como un niño pequeño... en realidad, Mequetrefe no era más que un niño pequeño en muchos aspectos. El gnomo comía despacio, saboreando la comida, pero sin dejar de comer en ningún instante. No parecía estar enterándose de lo que sucedía en la habitación.

Al rato, el pequeño hechicero terminó, por fin, su cuenco, y su curiosa naturaleza volvió a aflorar.

- Bueno, bueno, no hay nada mejor para levantar el espíritu que una fantástica y deliciosa comida, sí señor. Es usted una cocinera estupenda, señora Costanza. Y ahora que ya hemos descansado y comido me siento con fuerzas para cualquier cosa, vaya que sí... -el gnomo, hasta ahora ausente, había vuelto justo en el momento en que hablaban DaNae y Nysa- ¿agredirte Holloc? Mucho lo dudo señorita. Verá usted, hemos pasado un infierno estos días, como todos los que estamos aquí, imagino, pero Holloc no le haría daño a una señorita como usted, eso se lo puedo asegurar yo, sí señor.

En ese momento un destello de luz brilló en su mirada, como si hubiera recordado algo súbitamente.

- Amnesia muy severa... donde habré oído eso yo... amensia muy severa... piensa Mequetrefe piensa... ¡ah sí! Ha dicho usted que somos pacientes que ingresamos hace una semana con un tipo de amnesia muy severa... Eso significa que no estamos locos ni somos peligrosos, si no, nos hubieran ingresado por otro motivo, lo único que pasa es que no recordamos quienes éramos, de ahí a agredir a simpáticas señoritas va un trecho, sí señor. Sólo se ha confundido usted, está claro que estamos viviendo una situación muy dura, y los ánimos están caldeados, pero le aseguro que Holloc no tenía malas intenciones con usted, es demasiado bueno para hacerle ningún daño.

Con una sonrisa orgullosa, como si hubiera dado un argumento irrefutable, el pequeño Mequetrefe se dirigió a DaNae.

- ¿Denman? Quien es ese tal Denman y de que incidente estamos hablando? Comprendo que no quiera discutir otra vez ese tema, pero le aseguro que conmigo no será una discusión, no señor. Pero creo que tanto mis amigos como yo estaríamos más tranquilos si supiesemos más de ese tipo, de ese Denman. ¿Es peligroso? ¿Sigue vivo? ¿Atacó a la pobre Nysa? Si es así no podré perdonárselo, no señor, mira que aprovecharse de esta situación para atacar a una pobre damisela, eso es ser muy ruin y rastrero, vaya que sí.

—Suficiente Mequetrefe—dijo Aura mientras ponía la mano en el hombro del gnomo para que parase con su verborrea, la expresión empezaba a repetirse casi tanto, que a este ritmo acabaría rivalizando con el "Si, señor" del propio Mequetrefe—. Déjala hablar para que pueda contarnos que ocurrió con el tal Denman.

La sierva de Irori miró a DaNae de forma casi desafiante.

—Un incidente no suena a "no pasó nada". Y si no fue nada no debe de haber ningún problema para que se explique.

¿Por qué parece que todo el mundo oculta algo?

—Escuchar todos al semielfo.

-D-dacabe. Theo DaCabe.

Dijo, pero sus palabras parecieron perderse en la conversación que siguió, con el resto de las impresiones y la mayoría de la gente entre recelosa y con ansiedad o traumas rampantes, y eso sin contar con la más que certeza de que al menos la mitad de ellos estarían anteriormente encerrados por enfermedades mentales e incapacitantes.

"Eso significa que no estamos locos ni somos peligrosos, si no, nos hubieran ingresado por otro motivo"

-Ummmm…

No quiso añadir nada más, pero estaba seguro de que eso no era del todo cierto. No las tenía todas consigo con Mequetrefe... pero ¿Holloc? ¿Richard? ¿Aura? Ninguno de ellos le transmitía un aura de gente que pudiera no ser peligrosa; y si se fiaban de los sueños al parecer habían trabajado todos juntos en el pasado. Todos menos él... pero, aun así, se sentía unido a ellos. Les conocía de algo. Y aunque el Regalo le fuera natural y tan propio como sus manos, podía entender que lógicamente aquello no pudiese ser.

-Ummm… -dijo, viendo que el tema de un intento de abuso que alguien no quería tocar estaba en el aire, y que no necesitaban eliminarse más amigos de los rondado a cero que tenían allí- Deberíamos ir a ver a Lady Winter, ¿no creéis? ¿Alguien que quiera acompañarme?

Se llevó unas cuantas cucharadas rápidas de estofado a la boca: si había discusión no quería perder lo único de verdad reconfortante que le había pasado en las últimas horas, que podía venir a ser jamás en lo que a él era respecto, en su estado.

Maeve mira atenta a Holloc hasta que éste se dirige expresamente a ella. Agacha entonces la cabeza y se agarra fuertemente los pies descalzos, adoptando una postura extraña con sus piernas.

igual usted podría poner algo de luz en mis tinieblas...

Levanta entonces la cabeza clavando en él sus ojos verdes y mostrándole una dulce sonrisa. Entonces comienza a reírse, primero con voz queda, casi como si fuera un estornudo, para a continuación ir subiendo cada vez más de volumen. La carcajada se vuelve una risotada histriónica, dando paso a un berrinche descontrolado. La muchacha comienza a berrear y a armar toda una escandalera. Nysa la aferra fuertemente de los hombros y comienza a susúrrale algo al oído. La chica comienza a relajarse, pero no deja de soltar pequeñas risitas ni de mirar de reojo al guerrero, apartando la mirada cuando éste le presta atención.

—¿Luz, dices? —Protesta DaNae cuando a Maeve se le pasa el arrebato—. Dejarla en paz es lo mejor que puedes hacer. Esta chica no está para iluminar a nadie. Y lo digo en serio, ni se os ocurra darle nada que pueda prenderse.

Un incidente no suena a "no pasó nada". Y si no fue nada no debe de haber ningún problema para que se explique.

La mujer suspira y se frota el entrecejo.

—¿Para qué diré nada? —continua—. Os daré la versión corta, pero que no haya más preguntas. Denman era ayudante en las cocinas. Hace unos días les toco a Nysa y él encargarse de preparar la comida. Poco después estaban discutiendo a voz en grito. Nysa se pensó que Denman se la estaba insinuando…

—Si vas a contarlo, cuéntalo bien —la interrumpe la enfermera, todavía con Maeve entre sus brazos—. El muy mamón intentó sobetearme con sus sucias manos mientras vigilaba el caldero.

DaNae suspira y pone los ojos en blanco, negando con la cabeza.

—Nadie vio eso. Y eso que había otras cinco personas en la capilla.

—¡Porque cada uno estaba ocupado con sus propias tareas!

—Tengamos la fiesta en paz, Nysa —la corta vehemente DaNae. Nysa parece que va a replicar algo, pero una fiera mirada de la guardia es suficiente para que la enfermera agache la cabeza y vuelva su atención sobre Maeve—. El caso, que hubo un malentendido, una discusión que no llevó a nada, y nada más.

Completamente ajeno a la conversación, Brenton, el muchacho taciturno, deja su cuenco junto al caldero y se sienta de nuevo en el suelo. Saca una lámpara de metal y se queda mirándola fijamente, sin prestar la más mínima atención ni al arrebato de Maeve, ni a la discusión entre las dos mujeres. 

Un tenso silencio prosigue a la conversación. Hasta que Theo interviene.

Deberíamos ir a ver a Lady Winter, ¿no creéis? ¿Alguien que quiera acompañarme?

La anciana sacerdotisa, callada hasta entonces y muy atenta al devenir de la conversación, responde:

—Sí, lo mejor será que vayáis a verla. Yo me quedo con estas buenas gentes, no os preocupéis.  

Más allá de los aperos y útiles variados para las tareas de mantenimiento, cocina, y limpieza, no parece que haya nada más en la habitación. Junto a una de las sillas en las que reposa la hermosa muchacha, apilados en el suelo, sin embargo, hay un montón de papeles con lo que parece alguna clase de garabato o composición mínimamente artística.

Y, de momento, no parece que la joven se haya percatado de la presencia del arqueólogo. Su respiración, lenta pero constante, apunta a que se encuentra sumida en un sueño profundo.

¿Quien sería ésta muchacha? ¿Una antigua artista quizá? No parecía haber magia en la sala, lo que también descontaba un disfraz mágico poco elaborado.

Sus compañeros pronto le buscarían y Richard ahora mismo buscaba un rato de soledad y paz, o por lo menos compañía que el hubiese elegido y que no recordase porque aún no había conocido.

Fue así que volvió con suavidad hacia la puerta y dijo en voz alta -¿hola?- compuso su mejor cara de inocencia y de: acabo de entrar y estoy algo desorientado, en absoluto he revisado la habitación antes de despertarte.

Añadió una pizca de culpa por estar despertándola.

Sin duda alguna, todos los presentes decían menos de lo que en realidad sabían. Unos lo hacían por no querer evocar el pasado, algo que Holloc no podía hacer de ninguna de las maneras y otros parecía que lo hacían por tal de mantener alejados de la realidad a los intrusos recién llegados. Pues Holloc se sentía así, como un intruso. La falsa hospitalidad del capitán Bigotes y de Lady Winter, no acababan de convencerle. Lo que estaba claro es que, aunque podía insistir con DaNae, Maeve o Nysa o incluso probar con el extraño Brenton, Constanza tenía razón, debían de ir a ver cuanto antes a Lady Winter.

- Tenéis razón Constanza. - Dijo el guerrero. - Puede que esa mujer, que parece sabia, nos de las respuestas que aquí nos son negadas.

Miró uno a uno a sus compañeros y en especial a Aura. No es que con ella tuviera un feeling especial, pero si tenía clara una cosa, de todos sus compañeros, parecía la más desconfiada y la que más ganas tenía de abandonar aquel lugar costase lo que costase. Si bien en un principio, esa no era la prioridad de Holloc, pues deseaba tratar de recuperar la memoria ayudado por alguno de los presentes, ahora se daba cuenta de que lo mejor que podía hacer era luchar por salir de allí. Tiempo habría para recordar. Y si no recordaba... bueno al menos conservaría la vida, que no era poco.

Aura puso una mano en el hombro de Holloc.

—Tranquilo compañero. Como decía el filósofo Hockam, en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable. No hay motivos para primero mencionar que fuimos unos pacientes con amnesia y luego esconder el resto de información, ¿no crees?

Realmente la sierva de Irori no se fiaba ni un pelo, pero no le gustaba el cariz con el que el guerrero estaba dirigiendo la conversación. La línea mental entre trabajadores y pacientes parecía bastante difusa, y a veces no parecía dónde terminaba una para empezar la otra. Y discutir con dementes... no era una opción. A diferencia de cuando se encontraron con Constanza, dónde ellos tenían la posición ventajosa.

—Por cierto, ¿dónde está Richard?—dijo al darse cuenta de la desaparición del arqueólogo.

Mequetrefe no estaba seguro de lo que estaba pasando allí, parecía que algunos de los congregados no estaban contentos con su presencia. Sin embargo él lo tenía claro.

- Si esto está lleno de cambiaformas y otras cosas peligrosas, cuantos más seamos, mejor, sí señor.

En ese momento miro a Theo y le dijo con una enorme sonrisa en la cara.

- Tiene usted razón, señor DaCabe, deberíamos ir a ver a la señorita Lady Winter. En primer lugar para agradecerle que nos haya acogido aquí, pero además también está la posibilidad de que arroje luz sobre nuestras dudas. Le acompaño cuando usted quiera, sí señor.

Se acercó entonces a Theo y le dio un tirón del brazo para llamar su atención.

- Vayamonos ya... -le susurró- Quizás así consigamos que no se descubra que falta alguien -añadió guiñándole el ojo.

Abre lentamente los ojos, somnolienta, y comienza a desperezarse en la silla, mirando ausente al arqueólogo. Entonces, como si de repente tomase conciencia de que hay un desconocido en la sala, da un respingo y se incorpora abruptamente. Sus músculos no parecen reaccionar a tiempo, y al final la muchacha acaba cayéndose de bruces contra el suelo.

—Qué torpe… —dice mientras se incorpora y se sacude el polvo de sus ropas.

Le tiende una mano para ayudar a que se levante mientras dice con una sonrisa amable -disculpa el susto, no era mi intención- después mira a la muchacha a los ojos antes de añadir con cierta ironía -aunque no me extraña que te asustes dadas las circunstancias...- después y tras un brevísimo silencio y alejándose un paso ya sea que ella haya aceptado la mano o no para dejarle espacio y que no se sienta amenazada añade -Richard, ¿y tu?

El grupo aprovecha el impase de la conversación para dirigirse hacia la salida de la capilla, dejando al grupo de supervivientes en manos de Constanza. Maeve no les quita el ojo de encima, y suelta una risita nerviosa cuando Holloc cruza el umbral de la puerta seguido por sus compañeros.

¿Qué le pasa a toda esta gente? Pacientes, ordenanzas y enfermeros parecen indistinguibles, los nervios están a flor de piel y cada uno parece mantener sus propias razones para mantenerse dentro de la zona de la barricada. Y luego están los seres de los que hablaba Nysa en el exterior, ¿sería aquello fruto de su imaginación?

Pronto el grupo se encuentra en el pasillo exterior. A su izquierda, el corredor por donde llegaron sigue en penumbra, si bien se vislumbran los destellos de las linternas del turno de guardia en la barricada. Frente a ellos el pasillo continúa recto, con dos puertas en el lateral derecho no muy lejos de su posición.

Se escuchan de pronto unos pasos decididos provenientes de la barricada y lady Winter no tarda en aparecer frente a ellos.

La sacerdotisa se sorprende durante un instante al encontrarse de bruces con el grupo. Pero enseguida recupera la compostura y una sonrisa de cordialidad se dibuja en sus labios.

—Espero que hayáis descansado bien. Habéis estado durmiendo durante casi todo un día.

La muchacha da un respingo cuando el arqueólogo le tiende la mano. Parece dudar durante un instante hasta que finalmente acepta su ayuda y se incorpora.

—Amanda. Amanda Leolies. Aunque todo el mundo me llama Leolies —sus ojos azules se clavan en los de Richard—. Creo que no nos conocemos… ¿Eres nuevo?