Partida Rol por web

RESOLUCION TURNO 709
 

Leofred había caído, y aunque Grimbeorn aun no estaba seguro de ello, Larrid vio como el proyectil impactaba directamente en la cabeza Poco podrían hacer por el valiente e incauto bardo.

Tanto el bosquimano como el guerrero estaban decididos a terminar con el sagath, no tenía muchas oportunidades frente a dos rivales. El oriental trató de sacar su arma, pero los continuos lanzazos de Grimbeorn, junto a los espadazos de Larrid, y el hecho de que su espada colgaba en el lado del brazo destrozado, le dificultaron mucho el hacerlo.

El animista se mantuvo en una posición algo más retrasada, usando toda la longitud de su lanza para dejar espacio a su compañero. Giraba y daba duras estocadas, pero no lograba impactar en su objetivo.

Para cuando el oriental finalmente logró empuñar su arma, se encontró con el hierro del etheod en el pecho. Un corte no muy fuerte, pero que acompaño a una acertada serie de espadazos que acabaron por dar con sus huesos en el suelo. Inconsciente, cayo de bruces.

Todo había acabado, y muy rápido. Lamentablemente habían sufrido una baja, a base de palos estaban aprendiendo lo peligroso que era el combate, y que de nada valían los excesos de confianza. La próxima vez no se expondrían a las flechas tan a la ligera, menos aún sin conocer cuan habilidoso era el tirador o si la suerte los acompañaría. Una lección duramente aprendida.

Con el salvaje ya inconsciente, los dos corrieron hacia Leofred para ver si podían hacer algo por él. Cuando llegaron, su cuerpo yacía aún caliente sobre la oscura tierra del suelo. No respiraba, una flecha le había dado en la parte derecha de la cabeza, sesgando de inmediato su vida. Nada se podía hacer.

RESOLUCION TURNO 709
 

Se impacientaron, sus compañeros no llegaban y ya había pasado un buen rato, el suficiente como para incomodarlos. Podían haberse perdido, o quizás estuviesen siguiendo un rastro que los alejaba de allí, pero no iban a esperar más para averiguarlo. Mientras, Hallfrid no estaba del todo convencido de que fuese una gran idea, seguramente se cruzarían en el camino y tendrían que acabar por esperar de nuevo, esta vez a Edan y Gwalin. Realmente no le preocupaba en exceso, tenia a los prisioneros controlados y ya no tenían tanta prisa, salvo por dejar aquel desagradable lugar.

El enano y el rohir se pusieron en marcha, comenzaron su andadura por el mismo lugar por donde se habían alejado sus compañeros hacia ya bastante tiempo. Al principio no les costó demasiado seguir un claro rastro. Tres juegos de huellas, que puntualmente se separaban por todos lados para juntarse cada poco. No habían tratado de esconderlas, por lo que las botas se quedaban bien definidas en la oscura tierra. Solo en ocasiones, cuando se desplazaban sobre alguna zona más rocosa, perdían la pista, aunque no tardaban en encontrarla de nuevo al cabo del rato.

Subieron siguiendo las huellas, a un ritmo tranquilo, que les permitía no perderlas. El tiempo iba pasando mientras ascendían, hasta que, al fin, llegaron a un punto en que las huellas parecían descender. Lo hacían por una ruta distinta a la que habían estado siguiendo, una zona rocosa y sin apenas tierra, que ocultó las pisadas de sus amigos.

Otro ascenso duro, bajo el sol de una avanzada mañana, que les obligó a tomar un minúsculo descanso para retomar el aliento. Al menos allí arriba el aire soplaba con más fuerza, refrescando el ambiente con su baja temperatura.

Turno 710

Nada más oír la respuesta de Edan, Gwalin asintió y comenzó a andar hacia la ladera por donde habían partido sus compañeros. A su espalda, Hallfrid les comentaba que era mejor quedarse, que si habían quedado en eso era mejor no moverse. Pero el guerrero no se fiaba de los orientales. Era posible que estuvieran en problemas y si les ocurría algo no se lo perdonaría. No le importaba el sol y lo duro que sería la ascensión. Aquella tierra no daba tregua y menos a esa hora. Aun así en la cabeza del guerrero solo había un objetivo, encontrar a sus compañeros. 

Caminaron a buen ritmo, no como en la anterior subida, pues el cansancio hacía mella y debían seguir las huellas de sus compañeros. Así subieron hasta que llegaron a un alto. Allí descubrieron que sus compañeros tomaron un camino de descenso diferente al de ascenso. Gwalin gruñó pues no le gustaba eso, pues les cortaba el ritmo y podrían perder su camino. 

El naugrim miró a su compañero y le preguntó mientras miraba en su derredor por si veía algo que le diera una pista de por dónde habían seguido sus compañeros. Y también miró por si veía al oriental ya que estaban ahí.

-Y ahora ¿qué? -dijo escuétamente visiblemente enfadado-. Si no encontramos el rastro deberíamos volver al campamento -dijo maldiciendo por dentro pues eso era lo último que quería hacer.

Turno 710

Con el oriental fuera de combate, el animista pudo acercarse por fin al cuerpo de Leofred. Cualquier esperanza que hubiera alojado por el bardo se desvaneció totalmente cuando vió la herida, el modo en que la flecha se había clavado en su cabeza. Le hubiera gustado hacer algo por aquel compañero de andanzas que se había unido una noche en una posada a muchos jornadas de distancia. De repente, al norteño le pareció que habían pasado años desde aquella reunión cuando no había sido más que semanas el tiempo que llevaba viajando con el grupo.

- Deberíamos recoger el cuerpo antes de bajar para que el resto pueda despedirse antes de darle sepultura. Aunque sólo sea con piedras. - Incluso aunque hubieran dado caza al último oriental y recuperasen la cota, Grimbeorn no estaba seguro de que el resto quisiera quedarse en aquellas tierras el tiempo suficiente para excavar un túmulo para Leofred. Con la lanza apoyada en el suelo, el animista se apoyó en ella mientras dejaba caer pesadamente el brazo del escudo y permitía que éste se descolgase suavemente del asidero. - Un momento. ¿Dónde tendrá al prisionero?¿Y la armadura? - El norteño recordó súbitamente que no habían visto nada parecido a un campamento o guarida, que el oriental estaba solo. Irguió la cabeza como impulsada por un resorte y comenzó a examinar los alrededores con el ceño fruncido por la preocupación. ¿Y si aun quedasen más orientales y el que acababan de reducir era una especie de "sacrificio" para ganar tiempo y que los restantes pudieran huir?¿O emboscarles?

Turno 710

- Si por mi fuera, no le daría sepultura en estas tierras... - dijo apenado Larrid, su rostro reflejaba culpabilidad.

- Nos llevaremos el cuerpo - confirmó a Grimbeorn - Quizás con una mortaja, y si nos damos prisa, podamos llegar a Minas Ithil antes de que su cuerpo se corrompa - solo de pensarlo se le ponían los pelos de punta - Tendrá el funeral que se merece.

Grimbeorn llevaba razón, allí no había rastro de ningún campamento. No podía andar muy lejos, a no ser que sus sospechas fueran ciertas y solo fuera una distracción para huir. - Busquemos ese campamento, ha de estar cerca - Por la información que tenían sobre el numero que perseguían, no debían de quedar muchos, era lógico pensar que ese podía ser el último. Su campamento, con el prisionero y la armadura, aparecerían - Pero ten cuidado por si acecha alguien mas, yo iré por aquí - dijo mientras se encaminaba ladera abajo, hacia el sur - Tu ve por allí - añadió señalando hacia arriba - Volveremos a por Leofred.

Turno 710

Si, eso sería lo mejor

El enano tenía razón. No habia motivo para seguir adelante si perdíamos el rastro de nuestros compañeros. Al contrario dejar a Hallfrid sólo con los prisioneros solo aumentaba el riesgo de que las cosas fueran a peor.

Me quité el casco un momento para limpiarme el sudor. El calor se hacia casi insoportable embutido en la armadura y con el metal absorbiendo el calor del sol.
Respiré profundamente antes de ponermelo de nuevo y echar un vistazo por las inmediaciones.
Con algo de suerte no nos costaria reencontrar una huella, unas piedras movidas, o una rama rota aquí o allá. No nos demorariamos mucho. De no dar con ellos volveriamos con Hallfrid y decidiríamos que hacer. No podíamos dar mas ventaja a los huidos.

Mantengámonos a la vista...si en 15 minutos no encontramos nada, regresaremos por donde hemos venido. No quiero dejar a Hallfrid solo mucho tiempo.

RESOLUCION TURNO 710
 

Antes de recoger el cuerpo aun caliente de Leofred, no podían hacer ya nada por él, tenían que asegurarse de que no había nadie mas cerca, encontrar el campamento, y liberar al cautivo que supuestamente tenían. Con pesar, así lo hicieron, y se separaron para encontrarlo lo antes posible. Según los dos orientales que tenían capturados, aquel era el ultimo oriental. Larrid fue hacia el sur, Grimbeorn hacia oeste. No tuvieron que alejarse demasiado, Larrid dio con el campamento antes de que el bosquimano se hubiese alejado demasiado.

Cuando ambos estuvieron juntos de nuevo, entraron en el campamento. Todo estaba rodeado de rocas de casi dos metros, y solo había dos entradas. Una por la que ellos habían accedido y otra en el lado opuesto, el lugar había sido bien elegido. Había un fuego apagado, aunque aun ligeramente caliente por haber estado encendido toda la noche, en el centro. A su alrededor solo había una manta extendida, un buen montón de alforjas, petates y otro con algunos sacos de comida. En un hueco formado por las propias piedras había un caballo, no entraba completamente en el hueco, pero era una manera de dejar más sitio.

Larrid se encaramó a una de las rocas, para echar un vistazo. Incluso salto de una a otra hasta llegar al otro camino para cerciorarse de que estaban solos. Cuando se convenció, volvió a centro. Al principio no lo habían visto, pero en el hueco donde estaba el animal, había alguien. Estaba acurrucado, maniatado y bastante sucio. Enseguida fueron a socorrerle. Apartaron el caballo y ayudaron al hombre. Resulto ser una mujer, una conocida para Grimbeorn. Si, era Geleswinta, la waitan que el bosquimano buscaba desesperadamente.

A pesar de la suciedad y del deplorable estado en que la tenían, se la veía saludable, todo lo que podía estar una persona de su edad.

RESOLUCION TURNO 710
 

El rastro no aparecía, sobre la roca era muy difícil encontrar pisadas. La apenas existente vegetación, no crecía sobre la dura piedra, salvo en alguna grieta que demostraba que la vida se abría paso, incluso allí. Edan y a Gwalin anduvieron perdidos un buen rato, maldecían a cada paso por no encontrar lo que buscaban, pero cuando estaban a punto de volverse, el rohir vio una pisada sobre el musgo, no era mucho, pero les ayudo a encaminarse de nuevo. Siguieron en aquella dirección hasta que las rocas dieron paso a la tierra de nuevo. Entre piedras sueltas, grandes rocas, y maleza muerta, pudieron dar con tres juegos de pisadas, tenían que ser las de sus compañeros.

Siguieron descendiendo, hacia el sur, describiendo una amplia curva que por momentos parecía querer ascender de nuevo. Ya conocían aquel camino, una mala pisada, un resbalón, o un tropiezo era algo que podía ocurrir en cualquier momento, por lo que se necesitaba mucha atención para no romperse la crisma. El estado de alerta que mantenían, ambos seguían pensando que una horda de orientales se escondía al acecho entre las rocas, les estaba retrasando inconscientemente. No podían avanzar a un ritmo adecuado, y a la vez guardarse tras cada recodo. Aun así, continuaron.

TURNO 711

-!!Malditos orientales!! -rugió el enano, acompañado de fuertes gruñidos, al ver que no encontraba huella alguna que le guiara de nuevo al sendero por donde habían ido sus compañeros. Estaban perdiendo un tiempo valioso que sin duda podría ser fatal si sus compañeros estaban en liza contra el oriental. O tal vez les estuvieran esperando a que llegaran en el campamento. -Menos mal que Hallfrid sabe lo que hemos hecho y por dónde hemos ido -pensó el naugrim visíblemente enfadado.

Además el tiempo no ayudaba. El viento soplaba fuerte en aquellas alturas y el sudor se congelaba dentro de su cuerpo. Para colmo el sol, cada vez más alto, les molestaba a la hora de encontrar las dichosas huellas, pero en la subida les pegó fuerte, haciendo una combinación terrible entre el cansancio el sol y el viento. Total que entre la climatología y la mala fortuna Gwalin estaba que echaba chispas por la boca.

Pero la voz de Edan anunciando que había encontrado una huella le quitó de un plumazo su malhumor. Raudo se acercó a éste y con cuidado siguieron la minúscula señal que había encontrado al poco ya pudieron ver señales de tres pares de pisadas.

-Gracias a Aullë por tu vista, maese Edan. Yo ya me hacía bajando al campamento por donde habíamos subido hecho una furia -dijo volviendo a ser solamente el enano gruñón de siempre y no la furia encarnizada.

El guerrero seguía las huellas a buen ritmo. Ahora eran fácilmente perceptibles por lo que aumentó el ritmo de bajada, para recortar el tiempo perdido en la cima buscando las huellas de sus compañeros. Cada poco miraba e su entorno para saber la ruta que podían seguir más o menos y si estaban ya a la vista o si veían al oriental, cosa bastante improbable.

Turno 711

Grimbeorn apenas había tenido tiempo de registrar el terreno cuando oyó la voz de Larrid llamándole. Con el escudo aun embrazado y la lanza en ristre, el norteño espero a que el rohir atravesara un angosto espacio entre dos rocas antes de hacer él lo propio. Ambos se encontraban contemplando el último campamento de los orientales. Por lo que veía, al animista le quedaba claro que aquellos salvajes eran unos demonios, aviesos, taimados, rastreros. Encontrar aquel sitio hubiera sido tarea casi imposible y, de haber sobrevivido más orientales, el combate hubiera resultado encarnizado en aquellos cuellos de botella. Si no fuera por la repulsa que le causaban esos agresores por las muertes que habían causado, Grimbeorn casi se hubiera maravillado por la habilidad y presteza con que habían encontrado un punto como aquel y el modo en que lo habilitaron como campamento.

Pero todo aquello dejó de ser importante cuando ambos repararon que, en el hueco donde se acomodaba el caballo, había una persona. El prisionero. Para el animista, el mayor deseo era que aquella persona fuera realmente Geleswinta. Experimentó una breve punzada de culpabilidad al considerar la posibilidad de que fuese otra persona capturada por aquellos salvajes y él ni siquiera lo hubiera tenido ni pensado.

- ¡Wuitan!

Grimbeorn dejó caer lanza y escudo para apresurarse hasta la posición de la anciana en cuanto la reconoció. Estaba sucia, probablemente más que el norteño y sus compañeros por las jornadas de marcha, pero parecía bien de salud. Al menos eso le pareció tras varios minutos de preguntas por su estado, su salud, cómo le habían tratado los orientales y de comprobar que no tuviera heridas ni síntomas de desnutrición o de liberarla de sus ataduras. El animista se olvidó por completo del otro objetivo por el que estaban allí: la armadura robada.

- Permite que te ayude a incorporarte, Wuitan. - El animista tendía los brazos para ayudar a la anciana a recuperar la verticalidad. - Aun tenemos que recuperar a un camarada caído, reunirnos con los demás y abandonar estas tierras malditas. Vuestra discípula os espera también para empezar su instrucción. - La sonrisa en el rostro de Grimbeorn delataba la alegría por recuperar a aquella mujer, que había sido mentora y segunda madre, la satisfacción por recuperar a una persona tan importante e imprescindible para el clan y las esperanzas para la futura Wuitan que Geleswinta habría de adiestrar, pero no ocultaban cierta tristeza en el alma de Grimbeorn. En el fondo sabía que, tarde o temprano, tendría que informar a la Wuitan de una decisión que había tomado a lo largo de aquellos días.

Pero, por el momento, había tiempo. Aun tenían que volver a la civilización. Con suerte, incluso era posible que Geleswinta hubiera descubierto algo sobre los orientales que pudiera compartir con ellos, dar sepultura a Leofred, entregar la cota de malla sustraída...

Al recordar eso, buscó con la mirada a Larrid para comprobar si éste necesitaba ayuda para buscarla o ya la había recuperado.

Turno 711

- ¡Sabía que me encontrarías! - le dijo la anciana a Grimbeorn cuando este fue a sacarla de allí - He pedido tantas veces al Cazador que enviara a alguien en mi ayuda... - dijo con lágrimas de alegría. - Cuando sentí tu presencia, hace ya varios días, he hecho todo lo posible para ayudarte - le dijo con rostro amable - Sabía que acabarías por ver mis señales - sonrió.

- Estoy agotada, y me gustaría salir de esta yerma tierra, la maldad aún habita por aquí - le dijo mirando alrededor - Puedo caminar yo sola, no has de preocuparte...  - dijo mientras se incorporaba - ¿Hay algo que pueda hacer para ayudaros?

Turno 711

Edan sonrió por primera vez desde que habían iniciado el ascenso por la ladera. Empezaba a pensar que el cabreo no era sino el estado natural de Gwalin. No queria ni imaginarse como sería el enano hecho una furia, pero el hecho de que pensase que todavía no lo estaba,le hizo tanta gracia que casi rompió a reir a carjadas.

Hemos tenido suerte...dijo en su lugar. En realidad habia aprendido una o dos cosas de fregulf y de Grimbeorn en lo referente a seguir rastros durante el viaje, y sus ojos empezaban a acostumbrarse al ocre y al negro de aquellas tierras, eran tan diferentes a su hogar...y sin embargo guardaban cierta similitud, aunque no sabria precisar en que punto.
...pero no nos entretenganos ahora. Y mantengamos los ojos bien abiertos. Si han decidido bajar por aquí debe haber una buena razón. Quizás hayan visto algo. para el Rohir no tenia sentido que hubiesen tomado otra ruta para regresar al campamento. Lo más normal hubiese sido desandar el camino por donde habían subido, al igual que habian hecho ellos, de awuella forma hubiesen evitado riesgos de caída y ahorrado tiempo. La idea de que hubiesen encontrado al oriental lo puso en guardia de nuevo. Lanza en mano prosiguió el descenso, tratando de contener las ansias del enano.

RESOLUCIÓN TURNO 711
 

La zona parecía segura, al menos no pudieron detectar la presencia de más orientales, ni ningún rastro que indicase que podía merodear algún otro enemigo. Todo estaba aparentemente en calma. Mientras Grimbeorn desataba y cuidaba de la anciana, Larrid estuvo rebuscando entre las pertenencias de los salvajes. Mantas, petates, comida y bebida en abundancia. Pero no acaba de encontrar lo que buscaba, la armadura. No se daría por vencido, tenía que aparecer.

Grimbeorn asistió a Geleswinta, aunque esta demostró que podía valerse por sí misma, era una mujer vieja, pero muy capaz. Su sabiduría la mantenía activa, aunque su aspecto decía todo lo contrario. Ajada, arrugada y bastante delgada, vestía unos ropajes muy usados. Sus ropas de lino estaban adornadas con decenas de amuletos, pequeños huesos, plumas y ribeteadas con las pieles de varios animales, sobre todo conejos. Hablaron solo un poco, ya tendrían tiempo de hacerlo durante la noche. Ella y Grimbeorn fueron a por Leofred, mientras Larrid seguía buscando como loco.

Finalmente, el etheod encontró la cota de malla, estaba envuelta en una manta vieja dentro de las alforjas que el único caballo llevaba puestas. Su rostro era de satisfacción, tanto que casi parecía haber olvidado todas las pérdidas sufridas para hallarla.

Entre los tres, cargaron el animal con el cuerpo de su amigo, y con toda la comida y agua que pudieron cargar. No es que necesitasen mucha, se había provisto bien en Caras Gwildor, pero nunca estaba de más llevar de sobra.

Se pusieron en marcha, hacia abajo, en dirección al camino para reencontrarse con sus compañeros. El descenso fue lento, asegurando el paso entre las piedras, maleza y tierra suelta. Esta vez no tenían prisa por lo que se tomaron su tiempo para no cometer ningún fallo. Cuando salieron al camino, lo hicieron un poco más adelante de donde se habían separado de sus compañeros, solo tuvieron que volver al norte unos cuatrocientos metros hasta que vieron a Hallfrid con los caballos. Estaba él solo, con los dos orientales maniatados, tal y como los habían dejado. Pero Gwalin y Edan no habían vuelto, o al menos eso pensaron hasta que el endoriano les contó que los habían seguido. De eso hacía unos quince minutos.

Esperarían a sus compañeros mientras preparaban todo para marcharse.

RESOLUCIÓN TURNO 711
 

El rastro, tras pasar la zona de grandes lanchas de roca, se hizo más claro. Las pisadas de sus compañeros, o al menos eso supusieron, eran clara. Tres juegos distintos que iban y venían para luego juntarse. Lo siguieron, Edan no perdía detalle, mientras que al enano parecía costarle aun un poco seguir las huellas. Siguieron avanzando, esperanzados por dar con ellos.

Al cabo de un rato, llegaron a una zona con piedras algo más altas, que sobresalían de la zona arenosa. Siguieron la pista de sus compañeros hasta que algo les llamo la atención. Había sangre en el suelo, tras una roca grande, era un charco grande, pero no había cuerpo. Allí las huellas se difuminaban, idas y venidas que relataban signos de lucha. Junto a otra roca cercana hallaron a un oriental muerto, con laceraciones importantes en el brazo y el pecho. No había otros cuerpos. Las huellas los llevaron hasta lo que debió de haber sido el campamento oriental.

Todo estaba rodeado de rocas de casi dos metros, y solo había dos entradas. Una por la que ellos habían accedido y otra en el lado opuesto, el lugar había sido bien elegido. Había un fuego apagado, aunque aun ligeramente caliente por haber estado encendido toda la noche, en el centro. A su alrededor solo había una manta extendida, un buen montón de alforjas, y algunos unos petates. Todo parecía revuelto, como si hubieran estado rebuscando entre ellos.

Era difícil aclararse con tantas huellas, pero por el otro acceso del campamento, había tres juegos de pisadas y además las marcas de herraduras de un caballo. Todo parecía indicar que sus compañeros habían logrado sobrevivir. Debian de haber continuado descendiendo por allí.

TURNO 712

Siguieron bajando siguiendo los tres pares de huellas, hasta que llegaron a una zona diferente. Las piedras eran altas y había arena en el suelo. Al girar en una roca vieron sangre en el suelo !Sangre! Gwalin se puso en tensión, deteniendo su paso al instante. No sabía de quién podía ser esa sangre ni quién podía haber salido victorioso de aquella liza. 

En el suelo, las huellas le contaban la lucha que se había desarrollado, hasta que en un recodo, vieron el cuerpo inerte de un oriental. El naugrim suspiró aliviado al saber que por lo menos no era uno de sus compañeros. Aun así no bajó su estado de alerta y siguieron buscando a sus amigos.

Al poco rato dieron con las pertenencias de los orientales, revueltas por haber sido rebuscadas. Sin duda sus compañeros las habían mirado a ver si encontraban el botín esperado: la cota de malla de factura enana que los orientales habían robado.

Habían recorrido todo el campamento y solo habían encontrado un cuerpo, el de un oriental. Otras huellas les decían que tres personas habían salido de ahí acompañados de una montura. Gwalin miró a a Edan y bajó su arma al ver que ya no había peligro.

-Hemos llegado tarde -se lamentó torciendo la cabeza y apretando los labios-. Por lo menos no hay indicios de que haya caído uno de nuestros compañeros. 

-Sigamos esas huellas que seguramente nos lleven al campamento -dijo señalando las últimas huellas que acababan de encontrar. Tras decir esto se puso a caminar un poco más relajado.

Turno 711 (flashback)

Grimbeorn apenas logró reprimir una carcajada cuando escuchó a la anciana Geleswinta mencionar las señales.

- Me pareció extraño que varios cuervos se interesasen por esta tierra baldía, más aun cuando su comportamiento resultaba antinatural. Sospeché que podía ser tu magia, pero debo reconocer que tuve un momento de duda, creí que estaba interpretando señales que quería ver donde no había realmente nada. Me alegra haber seguido mi primera intuición. - El norteño se apartó para dejar que la mujer sabia terminara de incorporarse y se atusase la ropa.

- Me temo que no puedo pedirte mucha más ayuda. - Grimbeorn lanzaba una mirada en derredor, por si veía algún fardo sospechoso. - Hemos de cargar con un compañero que ha ido a reunirse con Mandos, pues su herida estaba más allá de mis habilidades. - El animista se detuvo en este punto. Deseaba compartir con su mentora el conocimiento que había alcanzado sobre sus posibilidades durante aquel viaje, pero el sentido común le dictaba que era mejor hacerlo en un lugar más seguro. - Tal vez si lo haya. - Continuó hablando, pero esta vez con gesto meditabundo, al recordar el otro objetivo de la expedición. - ¿No habrás visto a los orientales guardar una armadura, una cota de malla de aspecto valioso? Los patrocinadores de la compañía quieren recuperarla y podría ser vital para unir a la gente del Oeste contra una posible gran incursión de orientales. - Mientras hablaba, el animista señaló en dirección del rohir, atareado como estaba en buscar el objeto en cuestión.

Turno 712

Con la armadura recuperada, el viaje de vuelta fue más sosegado. El objeto que buscaban estaba en su poder y no parecían quedar más orientales. Sólo restaba volver para hacer entrega de la cota de malla. Le hubiera gustado dedicarle más tiempo a conversar con la Wuitan pero lo escarpado del terreno y guiar al caballo cargado con el cuerpo del bardo exigían casi toda la atención de ambos hombres.

La ansiada reunión, sin embargo, provocó una momentánea sensación de zozobra en el alma del norteño al comprobar como sólo Hallfrid permanecía en el "campamento". Ni rastro de Gwalin o Edan. Al menos, hasta que el muchacho les explicó que el enano y el otro rohir habían ido en su busqueda, así que probablemente tardarían un tiempo más en alcanzarles de nuevo. Grimbeorn pensó en preparar algo ligero para comer y recuperar fuerzas pero, al proponérselo a Larrid, éste negó y explicó que debían prepararse para partir. El animista ayudó en la medida de lo posible a la hora de distribuir los paquetes en las monturas, con la esperanza de tenerlo todo listo para cuando Gwalin y Edan regresasen. Sólo quedaba una cosa.

- ¿Soltamos a los orientales aquí o los llevamos a Gondor para que decidan allí qué hacer con ellos? - Si bien eran el enemigo, el hombre del bosque no se sentía cómodo con la idea de dejarles en medio de la Tierra Negra sin suministros ni medio de transporte alguno.

Turno 712

Edan asintió a las palabras del enano mientras apuntaba con su hacha a la salida del campamento. Habia guardado la lanza en cuanto Gwalin descubrió la sangre para empuñar su arma de filo. Se sentiria mas comodo con ella si el enemigo los sorprendía allí. El asta sería más difícil de manejar y las rocas altas podian jugarle una mala pasada.
Repasó el campamento con la vista una vez más. Vio una manta y varios petates, pero nada que indicase que allí había descansado más de un oriental. Aquello, pensó, eran buenas noticias, pero seguía sin fiarse del todo. En el pasado ya habian tenido pruebas mas que suficientes como para no hacerlo.

Su intuición no le habia fallado está vez. La razón por la que sus compañeros no habían regresado sobre sus pasos era que habían encontrado el rastro del salvaje y éste los habia llevado hasta allí.

Antes deberiamos echar un vistazo rápido. Tal vez se hallan dejado algo de valor. Pero vigila tus espaldas, estes orientales tienen mas vidas que un gato.

Tras un fugaz repaso, salieron del improvisado campamento y continuaron con el descenso. Permanecían alerta y el propio Edan se encargó de cerrar la marcha vigilando la retaguardia, por si algún salvaje escondido decidía atacarles por la espalda.

Alegra esa cara Gwalin! dijo en un momento del descenso.
Parece que hemos terminado nuestra misión...llenaremos nuestros bolsillos con el oro prometido y celebraremos nuestro éxito con unas ricas jarras de cerveza e hidromiel al calor del hogar. El rohir no olvidaba los malos momentos, ni la pérdida de sus compañeros, pero precisamente por eso, sabía que los hombres merecían el descanso y la celebración. Recordaba a todos la suerte que tenian de seguir vivos, y daba sentido a sus existencias, asi como al sacrificio de sus colegas de viaje.

Turno 712

Larrid quería salir de allí, cuanto antes. Estaban preparados para marcharse, pero tenían que esperar por sus compañeros. Estaba un poco molesto por ello, pero también comprendía, e incluso agradecía, que hubieran ido a buscarlos.

- No los dejaremos aquí, serán ajusticiados por Gondor - contestó tratando de que su pequeño malestar no se notara - En cuanto vuelvan Edan y Gwalin nos marcharemos, estad listos para partir. - dijo mientras volvía a ajustar la silla de montar.

RESOLUCIÓN TURNO 712
 

El mediodía no andaba lejos, los rayos del sol golpeaban con fiereza mientras el frio aire de la montaña calmaba los calores. Unas rachas heladas se imponían al agobiante calor del momento mas caluroso del día. Cuando se alejasen de las montañas, tal vez echarían de menos aquellas ráfagas de viento.

Tras revisar las pertenencias de los orientales, Edan pudo encontrar algunas joyas. No eran piedras preciosas, pero sí abalorios ricamente adornados. Además de eso, solo había cosas de poco valor, como mantas, petates y objetos cotidianos.

Se pusieron en marcha, hacia abajo, en dirección al camino para reencontrarse con sus compañeros. El descenso fue lento, asegurando el paso entre las piedras, maleza y tierra suelta. Esta vez no tenían prisa por lo que se tomaron su tiempo para no cometer ningún fallo. Cuando salieron al camino, lo hicieron un poco más adelante de donde se habían separado de sus compañeros, solo tuvieron que volver al norte unos cuatrocientos metros hasta que los vieron.

Allí estaban los dos prisioneros, aun montados sobre los caballos. También Larrid y Grimbeorn, que estaban junto a una anciana desconocida, cosa que les llamó la atención enseguida. Parecía desvalida e incluso algo débil. Ajada, arrugada y bastante delgada, vestía unos ropajes muy usados. Sus ropas de lino estaban adornadas con decenas de amuletos, pequeños huesos, plumas y ribeteadas con las pieles de varios animales, sobre todo conejos. Todos estaban junto a los caballos, listos para partir. Les estaban esperando.

Tenían los caballos cargados, y listos. Había bastantes para todos, e incluso sobraba alguno. Estaban cargados con alforjas de comida y odres de agua, entre lo que habían podido coger de los orientales y lo que habían podido comprar en Caras Gwildor, no tendrían problemas en llegar a cualquier sitio sin tener que preocuparse demasiado. Pero había un bulto grande, cargado en uno de los caballos. Era un cuerpo amortajado.