Partida Rol por web

 El enorme hombre baja la mirada hacia Angus, no cambiando su expresión de sospecha. Sin embargo, debe haber deducido que no eras una amenaza dado que empezó a contarte su historia. Tal vez bajo la esperanza que no todo era miseria para los que se encontraban atrapados en aquella isla.

- Hmm... no tienes idea. Esta herida es lo menos que me ha pasado. Mi nombre es Roger Meyer, camarógrafo. Al igual que tú, no soy de aquí.

 Aquella afirmación te hizo dar cuenta de que aquel hombre era bastante observador. Además de que su acento era evidentemente americano; jurarías que viene de Chicago. Sin embargo, no parecía pensar que fueras algo más que un turista perdido. Después de todo, además de periodistas y turistas, no había mucho más que hacer en aquel puerto.

- Aquellas sabandijas están extorsionando a todo el Puerto Obikanui, bajo ordenes de uno de las comandantes de Tsai. Mi compañera, la periodista Alison Jabber, ha desaparecido hace unos días y a mi me han dado unas cuantas palizas cada vez que pregunto. Estoy aislado aquí, joder... ¿cuál es tu historia? ¿turista?

 La escena teatralizada fue un éxito. Rápidamente cuando los gritos empezaron, el dueño del local se levantó (con cierto esfuerzo y pereza) y se dirigió al almacén del local, para llamar a la mujer que Jack había buscado. Una vez que la misma se asoma desde el almacén, allí ocurre el escenario de los golpes; los que le producen un profundo horror a la mujer. La misma rápidamente llega luego de la patada y le indica a Jack que se fuera.

 Los golpes, por más teatralizados y fingidos que fuesen, tenían fuerza detrás de ellos y dolían. Tal como Zeta lo supuso, dejarían alguna marca momentánea.

- ¡Dios, déjala en paz! Si esto tiene que ver con los tributos de Tsai, no me quejaré más; ¡pero déjala!

 La mujer rápidamente llega hasta la escena, pero Zeta ya había recibido los golpes. Se podía notar que a aquella mujer, Selma, le temblaban las manos ante la presencia de aquel brutal hombre. Sin embargo, su impotencia era más grande que su cautela.

- ¡¿Pero que tienes en la cabeza, bravucón?! ¡Tú y todos los hombres de Tsai son unos cerdos! ¡Cerdos! Fuera de mi local, ¡Fuera!

 Selma en un principio se le plantó a Jack de frente, pero luego se fue a atender a Zaheera y levantarla del suelo. A pesar de haber desconfiado inicialmente, ahora esa mujer parecía dedicada en ayudar a la agente. Por su parte, Jack podría haberse quedado a armar más revuelo, pero la gente empezaba a acercarse al local y lo mejor era seguir con su rumbo hacía afuera.

 Jack sale, vivaracho y orgulloso de haber protagonizado aquella escena. Aunque ante los ojos de aquella mujer fuera un cruel cerdo golpeador de esposas. Mas al segundo de haber salido, unos hombres se le acercan y le indican que fuera a otro local, un bar, en el cual se encontraba Bob Dong. Visiblemente más serio luego de enterarse lo ocurrido.

 Bob estaba sentado en una mesa, esperando a que Jack se sentase en frente suyo. Ya no estaba contando dinero, y lo único que había en frente suyo era una cerveza. La jornada laboral (si se le podía llamar así) de aquel hombre había terminado.

- Entonces, ¿es cierto lo que me acaban de contar? ¿Le diste una paliza a tu mujer por el régimen? Es algo indirecto, pero puede que sirva para intimidar a los campesinos... ¿viste a aquella mujer? ¿se asustó al verte?

 La idea de que Selma estuviese asustada le encantaba a Bob, que bebía su cerveza con una sonrisa de satisfacción. Si bien Selma estaba más enojada que asustada, era obvio que la actuación de Jack le produjo pavor.

 El pirata adicto a los juegos de celular, al ver a aquel anciano religioso acercarse a él, no hizo más que enarcar una ceja. Tenía que ser el escenario más extraño que se le pudiese ocurrir. Si bien no podía evitar sentir algo de ternura por aquel hombre, lo que se evidenció en la actitud amigable del marinero.

- Ha ha, gracias... pensar que mis antepasados luchaban contra pulpos gigantes y dragones de fuego... y yo me tengo que contentar con romper hileras de caramelos. Los tiempos has cambiado... desearía encontrarme con alguna aventura épica; pero la sociedad moderna se ocupó de borrar esas posibilidades.

 Henry guardó su celular y dirigió toda su atención a Giuseppe. Si bien mantenía un aura amigable, apoyó su mano en la funda de la espada que tenía en su cintura. Algo te decía que esa espada no estaba de adorno.

- ¿Y quién eres tú, si se puede saber? Puedes responder si quieres, pero a mi espada no le gusta la falta de modales, Ha ha...

 Aquella advertencia parecía una simple burla, pero podía no serlo.

Parecía que lo había conseguido, con un pequeño precio a pagar de un par de golpes dolorosos y moratones que se curarían con el tiempo que encantada daría, por lo que el esfuerzo mereció la pena. Se ayudó de Selma para levantarse, apoyando una mano en el hombro de una mujer y la otra en su estómago, donde habían dado el golpe.

Gracias.- Miró a Jack con cierta alegría interna al saber que ambos habían encajado en los dos bandos, habiéndole susurrado un “buen trabajo” si pudiera.- Jack, vete. No quiero volver a verte.- Era el momento que se fuera y ella se encargara de su parte, esperando a que abandonara el local para dirigirse a Selma.- Lo siento, no quería dar el espectáculo. Nunca se ha comportado así.

El hombre de Dios sonrió satisfecho con su encuentro, un Pirata venido a menos, o quizás nunca ido a más, pero aún así con ansias de hacer algo con su vida, algo peligroso, algo temerario, algo valiente y algo arriesgado. Eso era lo que Giuseppe buscaba sin saber si quiera que lo tenía que buscar.

-Por supuesto -dijo sonriendo al hombre- Mi nombre es Stromboli -Haciendo alusión a aquel personaje de Pinoccio y a la Pizza hecha con carne, queso y vegetales enrollados en una masa horneada de pan- Y también soy una persona avezada por la aventura. De hecho, estoy en busca de un arraigado marinero, pirata, contrabandista o vendedor de lanchas a pedales que me pueda llevar con discreción a cierto lugar. A fin de cuentas, si todos te ven llegar... ¿Dónde estaría la sorpresa?.

El Padre Giuseppe entonces decidió hacer algo arriesgado, algo quizás imprudente y para algunos temerario. Se sentó. A fin de cuentas, estar de pie le estaba matando. ¡Uno ya no es tan joven como le hubiera gustado!.

El espectáculo había sido un éxito. Se alegró de tener una compañera tan lista como Zeta, aunque no se dio cuenta de que le hizo algo de daño, Jack era un brutote por naturaleza. Aquél repulsivo y sádico tipo, ahora su falso nuevo mejor amigo, le preguntaba con cierto morbo lo que había pasado. Jack sonrió. - ¡Claro que le he dado una tunda! ¿De qué iba esa mujer? Le he dado todo y más y ahora que me surge una oportunidad de no pertenecer a un gobierno patatero e idiótico ¡coge y me dice que siga trabajando! ¡Que rabia! - la sonrisa con la que había comenzado se había tornado un ceño fruncido.

Pero sí. - contestó. - Esa mujer que querías que asustara se ha ido llorando a socorrer a mi mujer y me ha llamado de todo. ¡También me ha dicho que no se quejará más! Asunto arreglado. - rió hacia dentro, como papá Noel. No sabía porque se había reído así, pero sintió que no había quedado mal. - Me lo he pasado bien en verdad. ¡Me gusta este régimen! Ahora dime ¿dónde puedo empezar a trabajar más enserio para Peggy? Porque imagino que nuestra amada Tsue tendrá cosas más interesantes que hacer que simplemente dar golpizas a ciudadanas desagradecidas.

Voy tomando nota mental: ALYSON JABBER.

"Bueno... iba a venir a pasar unos dias con Ellen, ibamos a casarnos. Y de pronto me la encontré con el butanero"
"Así que la mandé al cuerno. Y como ya tenía los billetes, pues..."

"Asi que de mal en peor. Pero mira, no voy a dejar a un compatriota en la estacada. Señor Meyer, no voy a dejar a ninguno de los hijos e hijas del Tito Sam a que se pudra"

"Cuentame ¿Tienes algún plan, o estás esperando a que Mr. Hannibal Barracus le eche una mano?"
"Si, puede llamarme Hannibal Barracus"

 Roger te mira con incredulidad cuando le dices aquel nombre, pero no parecía ser la mayor de sus preocupaciones. Simplemente lo acepta mientras se ajusta las vendas de su mano.

- ¿Hannibal? Pues, un placer, supongo...

 Luego, se queda con la idea de un plan que propuso el agente. El camarógrafo, dubitativo, niega con la cabeza mientras sigue mirando a la gente que caminaba por el puerto.

- ¿Plan? ¿Contra esta gente? Nada... pero, he notado que hay personas enojada con la gente de Peggy Tsai en este pueblo. No sé si te sirve... nosotros estábamos en una ciudad más al norte; le dicen Los Bloques. En ese lugar está el comandante del que te habló. Puede que convenga armar un grupo de resistencia o algo así...

 El pirata escucha al anciano con una sonrisa en su rostro. Se puede notar que se ríe cuando el cardenal dice que se llama Stromboli, como si la pronunciación del agente le hiciese gracia. Pero ante el pedido de un aventurero con el cual infiltrarse en un puerto, Henry acaricia su barba en una clara señal de interés.

- Suena interesante... ¿algo para robar? ¿algún grupo de maleantes a los cuales ajusticiar? Es decir, yo y mi tripulación somos en cierta forma maleantes, pero... ¡más vale que caigan ellos que nosotros! ¿No? Ha ha ha...

 Henry ve como el cardenal de sienta en la arena con simpatía. Parecía que aquel gesto le gustaba; como si irradiara simpleza.

- Dime los detalles y te diré si te sigo en la jornada, Stromboli. Por cierto, el nombre es Henry Dojo.

 Luego de irse Jack, Selma acomoda a Zaheera en una silla y va al almacén para rápidamente aparecer con un poco de hielo en una bolsa. Sin preguntas, se lo apoya a Zeta en el estomago, lo cual le da una escalofrío a la agente para luego aliviar el moretón. La mujer se mostraba muy apenada, frotándose las manos una con la otra mientras cada tanto miraba hacia la puerta del local.

- No es su culpa... es la culpa de Tsai y sus gente. Han encantado a tu marido con el poder y la avaricia. Así son todos estos cerdos. Pero no tiene sentido seguir si gente como tú saldrá herida. Tú no tienes nada que ver...

 Selma se sienta al lado de Zeta, tomándole la mano y mirándola con pesar. Parecía empatizar mucho con la situación de Zeta.

- Si quieres, puedes refugiarte aquí hasta que se vuelva a abrir la isla y los extranjeros sean rescatados. Esto no puede durar para siempre, ¿no?. Yo quisiera luchar, y hay muchos más que también lo quieren. Pero hay muchas personas en el camino que sufrirían... como tú...

"Montar una resistencia está bien, pero tu apasionante esposa está en peligro por minutos. Así que la resistencia sería una "Base". Te propongo algo: A mi no me conoce nadie. Voy a ir reuniendo a quienes pueda. Y cuando pueda te lo haré saber ¿Hace?"

"Tranquilo. Vamos a asegurarnos de que volvamos a los Estados para acción de gracias. ¿No?"

 Bob se deleitaba con las palabras de Jack, terminando su cerveza en el proceso y pidiéndole una al agente. Jack pudo percatarse de que esa cerveza no era demasiado fuerte para él (hombre acostumbrado al alcohol); sin embargo lo era para el hombrecillo que con una copa ya estaba risueño y alegre.

- ¡Perrrrfecto! Mi trabajo es tan difícil en este puerrrto. Quisiera ver a Peggy haciendo todo esto. Me estoy ganando el odio de todos estos campesinos parrrra financiar los proyectos de mi comandante.

 Cuando Jack hablo de trabajar más seriamente para el régimen, Bob arqueó una ceja antes de mirar para ambos lados. Luego le indicó al agente que se acercase a él y le susurró lo siguiente:

- Si quierrres un trabajo más serio, tenemos que ir a la ciudad más cercana: Los Bloques. Aquí no hay futuro para un tipo ambicioso como tú. Allí esta mi comandante y una de las perrrrsonas de confianza de Peggy Tsai: la sindicalista Donna Wen. Puedes ir mañana con la mitad de mis hombres, y yo me quedaré aquí con los demás, pero... ¿qué será de tu mujerrrr, Jack? Quieres... ¿Quieres que cuide de ella? Jijiji...

 La misma risa de chinchilla volvía a mostrarse cuando Bob hablaba de Zaheera. Parecía que la imagen de la agente india no se le iba de la cabeza a aquel hombre.

Los ojos de Giuseppe se iluminaron por un instante, como si fuera un desfile nocturno en plena semana santa, o como aquella vez en la que fue a Berlín en una misión de acercar lazos entre el Vaticano y cierto partido político en alzamiento; sin lugar a dudas, había sido una aventura muy interesante llena de Pretzels.

-¿Saquear? ¿Oro?. ¡Eso son Minucias!. ¡Las Historias contarán las hazañas de Henry Dojo y su tropel de Maleantes! ¡Serás recordado por la eternidad por ser el Hombre que dio inicio a una nueva Era en Isla Shuriken!... -explicó el hombre de Dios, el cual parecía que se había venido un poco arriba- y sí, todo el Oro y riquezas que podáis llevar encima...

No vaya a ser que la fama de ser un nombre reconocido por los siete mares por sus hazañas y aventuras no fuera suficiente. A fin de cuentas, todo con un buen puñado de oro y joyas preciosas entra mejor, excepto si es comer, entonces el hecho de no tener que tragar un gran diamante es mejor que hacerlo... si no, preguntadle a Giuseppe por Moonfleet.

-Según sé, la isla tiene dos puertos principales; Obikanui y Kartol. Asaltemos el Puerto de Kartol y destrocemos los barcos que allí hubiera para evitar que vengan a nuestra búsqueda, controlando el mar por completo. Por otro lado, destruir el "Puente Maldito" para aislar esta parte de la isla, sería una prioridad antes de tomar "Los Bloques" como nuestra base de operaciones.

Por si acaso, Giuseppe volvió a hablar.

-Saquear y Destruir los barcos del "Puerto Kartol".

-Destruir el "Puente Maldito".

-Saquear y Conquistar "Los Bloques".

Se cascó la cerveza de un trago, para Jack era como agua mineral, aunque estaba fresca y eso se agradecía. Hizo un sonoro "AAAAH", mostrando su gusto al tomarse la cerveza antes de continuar hablando. - Piensa que al final vale la pena, compañero. ¡Todo sea por crear el paraíso! - contestó Jack a las quejas del pequeño hombrecillo. Aunque no pudo evitar pensar en lo capullo que era, literalmente su trabajo era estar sentado, beber cerveza y ordenar dar palizas... ¡y aún así se quejaba!

A los Bloques... Vale, iré aunque ¿dónde demonios queda eso? - el canadiense estaba bastante confuso de que le hablaran como si fuera un isleño. - Aunque imagino que sus hombres me escoltaran hasta allí, así que... Tanto da. - aquél hombrecillo, para ser tan menudo y cabrón, parecía querer tener derecho a todo en el mundo. - ¿Mi mujer? Me da igual lo que le pase, le he cogido un asco terrible por lo que me ha hecho hoy, pero quisiera avisar que si bien es de lo más bonito y bello que ha dado este mundo, también tiene sus aspectos negativos. Le tufan los pies como si de una quesería se tratara y además el aliento te echa para atrás ¡después de todo come muchas cosas con especias! - sabía que a un borracho cualquiera le echaría para atrás el tener que enfrentarse a olores desagradables... Pero aquél tipo era muy raro, a lo mejor le gustaba más y todo.

Se rascó la cabeza. - Bueno, iré a darme un paseo por la playa antes de ir a dormir, me gusta el clima paradisíaco que tenéis aquí. - y con una sonrisa más, se alejó de allí.

Vladimir hizo una mueca mientras veía como el grupo se dividía sin un plan, un objetivo claro, ni siquiera haber establecido nombres claves en caso que necesitaran comunicarse. Resopló, antes de respirar profundo y sacar su "nuevo" pasaporte.

Alexander Petrovich Sokolov, profesor de Literatura, de vacaciones en la Isla Shuriken. Sacó un par de gafas sin graduación para acentuar su aspecto de intelectual y algo despistado, y se puso en rumbo al poblado. Su intención inicial estaría en ver la situación actual de la población turista, si los estaban recluyendo al interior de sus embajadas o si por el contrario pululaban por la ciudad costera. Intentaría ubicar donde se encontraban localizadas las embajadas y cada cuanto habían puestos militarizados para vigilar el orden del pueblo.

19 de Marzo, 1982 - Puerto Obikanui, Isla Shuriken

 Vladimir Ivanov, luego de haber estado parado durante una gran cantidad de tiempo en la playa sin hacer nada (mostrando un temple soviético de acero), llega a pie hasta aquel pueblo portuario. En un momento tuvo que dejar la playa y adentrarse en la espesura de la selva para evitar las barrancas a las orillas del mar. Pero llegó sin mayores contratiempos.

 Puerto Obikanui era una localidad chica, pero esparcida ampliamente por la zona. Con hileras e hileras de casas flotantes; las cuales evidentemente se dedicaban a la pesca. No había calles ni edificios grandes; hasta lo que parecían ser una clínica y unas barracas militares tenían un tamaño no mayor a un almacén.

 Había bastante gente dando caminando y trabajando por los pasillos de madera del puerto; algunos se quedaban mirando a Vladimir con cara sospechosa. No parecía haber una gran presencia militar ni para-militar. Entre las personas más distinguibles que pudo ver el agente, había dos isleños que llamaron su atención (uno de los cuales estaba acompañado por su agente compañero).

 Un niño rechoncho que daba vueltas por los pasillos del puerto, fumando tranquilamente y pidiéndole limosnas a la gente. Solamente tenía un taparrabos.

 Un tipo alto y fornido, pero entrado en años. Tenía una cámara de fotos y una herida en la mano derecha. Su mirada era sospechosa, y procuraba mantenerse lejos de toda la gente, apoyado contra una casa. Junto a él, estaba tu conocido compañero de misión, Angus McTaker, conversando de forma efusiva con este hombre.

 A la lejanía, Angus puede ver que se hace presente el agente soviético en el pueblo luego de su ausencia en la misión. Se lo veía decidido a retomar la acción; y con mucha arena en las botas.