Partida Rol por web

- La Srta. Jabber no es mi esposa; solo es la reportera con la que he estado trabajando. Yo...

 El hombretón corta su curso de palabras mientras miraba a Angus con una mezcla de intriga y temor. El agente parecía estar construyendo lo que parecía ser una radio manipulada con diferentes objetos: en particular, una radio que había encontrado en el puerto. Con maña e ingenio, Angus pudo hacer aquella máquina.

- ¡Hombre, pero eres todo un manitas! ¿Cómo piensas llevar a cabo todo esto?

 Vladimir llegaba para escuchar una conversación empezada, cruzando por un momento la mirada con Angus. Era su decisión unirse a su compañero agente, o buscar suerte en algún otro lugar del pueblo o con otra persona.

 Bob hace una mueca de desagrado ante la descripción de Zaheera por parte de Jack; como si le arruinasen una linda fantasía que tenía en la cabeza. Cuando el agente se levantó para irse, aprovechó para pedirse otra cerveza.

- Los Bloques esta más al norrrrte, siguiendo la única ruta que sale de este pueblo muerto. Tu no te prrrreocupes por ello. Una vez que estés con la comandante Wen, la verdadera diverrrrrsión empezará para ti... Ahora ve, descansa por hoy... y ten cuidado con los pueblerrrrrinos. Te vieron hablando conmigo, por lo que puede que no te tengan en muy buena imagen.

 Sin más, Jack se retira a caminar por la playa; dejando al borracho hombre y al pueblo detrás.

 Jack, luego de aquella acalorada jornada, se va hacia la playa a caminar un poco. Por supuesto, podía ser que eso solo fuera una excusa para hacer alguna otra cosa. O podía ser que simplemente quería un momento de paz de todos los movimientos que había tenido en aquel día. Después de todo, la playa estaba calma y el sol estaba cerca de empezar a ponerse. Era un lindo escenario para dejarse llevar.

 O tal vez no. A la lejanía, Jack ve dos figuras en la costa. Poco distinguibles desde donde estaba él.

 Henry no podía creerlo. La oportunidad que había estado esperando toda su vida se mostraba delante de él. No solo por las riquezas y el poder que vendrían con sus saqueos; sino por la histórica fama que tendría su nombre por generaciones. Algo que, en estos tiempos modernos, era muy difícil de conseguir. El pirata estaba definitivamente asombrado por las palabras del cardenal. Aunque hubo una parte que definitivamente no le gustó.

 Apenas se hizo mención del Puerto Kartol, Henry se estremeció del miedo y dio unos pasos para atrás. Mas ante la idea de parecer un cobarde, volvió a su posición y explicó su comportamiento.

- Stromboli, viejo lobo... admiro tu entusiasmo y que quieras conquistar y saquear tanto como yo. Pero solo un loco se metería en Puerto Kartol a dar pelea. Ese es el puerto principal del gobierno de turno. La presidenta se llama Peggy Tsai, pero eso no me importa. Una burócrata más. El verdadero nombre a temer... es Ted Hyun.

 Nuevamente se estremeció. Para ser un pirata tan orgulloso y atemorizante, mostraba bastante miedo ante la idea de enfrentarse a aquel hombre.

- Ted Hyun es el Comandante de Defensa del régimen de Tsai. Es un militar de renombre y un vicioso oponente de los bucaneros como yo. Solía haber mucha actividad pirata en estos lares, pero aquel hombre atacó muy fuertemente a toda nuestra gente. Lamentablemente no tenemos los recursos necesarios para tomar ese puerto...

 Henry, alicaído por mostrar la incapacidad para atacar aquel puerto, trae la atención del cardenal hacia el otro puerto de esa isla. Un puerto al que, coincidentemente, Giuseppe se hubiera dirigido si tuviese una mejor vista.

- Pero Puerto Obikanui podría ser un buen comienzo para volver a los días de gloria de la piratería, ¿eh?... ¡Tomamos el puerto y nos quedamos con todos los barcos!

La mirada del ruso a través de las gafas sin graduación se detuvo apenas unos segundos en los de Angus, y fría como su madre patria siguió de largo, como si no reconociera al americano. De momento parecía estárselas arreglando de maravilla con el isleño; tomó en cuenta su posición y trató de seguir escuchando lo que pudiera de la conversación manteniendo la distancia. Encaminó sus pasos con aparente distracción hasta donde estaba el niño, y sólo cuando éste alzó la mano pidiendo limosna se giró a mirarlo, sacando algo de calderilla del bolsillo, arrugada de tal manera que acentuaba su aspecto de profesor distraido. -Aquí tienes, amiguito.- Dijo al niño, conteniéndose de no quitarle el cigarrillo de la boca. -¿Has comido algo? Espero no gastes los cuartos en cigarrillos.- Dijo en paternal amonestación.

Jack, al estar lo suficientemente alejado de aquél tipejo, no pudo evitar echarse a reír tras ver la cara que había puesto tras conocer los "exóticos" olores de Zeta.

Pero una vez en la playa... Algo le llamó la atención, dos personas andaban por allí merodeando ¿habrían descubierto las lanchas en las que vinieron? La verdad es que a Jack no se le había ocurrido el hecho de que dejar una lancha motora en mitad de una playa a plena vista podría ser sospechoso.

 El regordete niño recibe las monedas en sus pequeñas manitos; rápidamente las pone en un bolsillo de su taparrabos. Le da otra inhalada al cigarrillo mientras escucha al agente soviético, visiblemente curioso por el aspecto de aquel hombre. Era evidente que no era de aquí; nunca le había pedido limosna a alguien de esa apariencia.

- Yo no gastó en cigarrillos... si tienes menos de 6 años, te los dan gratis. Luego te cobran...

 El niño, habiendo dicho eso como si fuese lo más normal del mundo, agrega una pregunta.

- ¿Por qué eres tan pálido?

 Aliviando la preocupación de Jack, aquello no tenía que ver con la lancha de los agentes. La misma seguía en su lugar, y parecía que nadie había ido por aquellos lares de la isla hasta el momento. En cambio, se encontró algo más a los lejos: de aquellas dos figuras que estaban hablando, una de ellas era bastante conocida para el agente: el cardenal Roni. La otra era un hombre alto y imponente, vestido con ropajes bastante anticuados. Daba toda la pinta de ser un pirata.

 Aquellas sospechas eran avaladas por el barco que había detrás de aquellos dos hombres. Jack, habiendo ya participado de alguna otra misión en Asia del Sur, pudo detectar que aquel barco era o bien un barco pesquero o un barco de piratería. Y por la apariencia del hombre, la segunda opción parecía más favorable. Lo único de lo que no tenía ninguna pista era qué hacía aquel cardenal hablando con esa persona. Pero la conversación parecía agitada.

Dar cigarrillos gratis a los niños. Excelente manera de mantener al pueblo subyugado e idiotizado: los haces adictos a algo. El ruso sonrió a la pregunta curiosa del chavalito. -Es porque soy albino.- Le dijo. Seguro que el chico no sabría de lo que le hablaba, se agachó a su lado. -Es una condición que hace que en vez de tener piel oscura, ojos oscuros, y cabello oscuro, se tiene la piel blanca, los ojos y el cabello claro. ¿Ves?- Dijo, señalándose los ojos y el cabello. -¿Quieres comer algo, chico?- Ofreció, mirando alrededor donde podría comprar algo sencillo, pan u otra cosa. -¿Qué otras cosas les dan gratis?-

El tacto del frío en la zona herida hizo que calmara el breve ardor del golpe, agradeciendo mientras se acomodaba en la silla estirando la espalda y levantando lo suficiente su camisa para dejar la herida al descubierto, apoyando la bolsa directamente sobre el moratón.

Desde que he llegado no dejo de escuchar sobre esa Tsai.- Aunque no mirara directamente a Selma al estar más pendiente del hielo y el escalofrío que dejaba las gotas derretidas de agua descendiendo sobre su piel, pudo escuchar cómo arrastraba una silla para sentarse a su lado.- ¿Luchar? – Mostró confusión, alzando una ceja.- ¿Te refieres a…? – Dejó la pregunta en el aire para no concretar, esperando así sacarle información extra. Cuantos menos datos diera Zeta, mejor.- Pero, ¿eso está permitido? No estoy entendiendo nada, pero si hay que pueda hacer para hacer recapacitar a mi marido, cuenta conmigo.

Jack se sentó desde su posición favorable. Quería ver como el cura se las apañaba con aquél tipo. - ¡A ver como te ayuda tu Dios a ahora! - rió. Si el piratilla le daba una colleja, no haría nada, pero si intentaba secuestrar al cura no tendría más remedio que ir a salvarle el culo.

Angus le hace una señal al buen Vlad, señor de Valachia.

"Hey, viejo!"

Era más que evidente que el pirata tenía información que él no poseía, o quizás directamente fue porque ni se hubo molestado en leer los ficheros de información, o prestar atención en las reuniones básicas sobre todo ese asunto... ser anciano era algo más que duro, era algo blando... blando y con manchas verduzcas... como un higo, así era Giuseppe, un higo.

-El orden de los factores no altera el producto- dijo Giuseppe mientras se acercaba al barco- o quizás sí, no soy matemático.

Sea como sea, el hecho de alejarse de sus aliados, no había hecho otra cosa que volverle a llevar a ellos, pero con una gran diferencia, ahora tenía un pequeño ejército a su servicio, o eso esperaba, unos nostálgicos de la vieja era de la piratería o de los cuentos y leyendas que escuchaban... o quizás personas alteradas por la falta de comida o por chupar pilas, como sea, un ejército.

- Sí, quiero comer algo... ¿me compras? A veces me echan de las tiendas.

 El niño se agarró de una de las manos del agente soviético sin mayores formalismos, y espero a que lo llevaran a comer algo.  Se notaba que agarraba confianza muy rápido. No soltó el cigarrillo en ningún momento.

 Vladimir pudo ver a la distancia un negocio con un montón de cosas: panes, algunas golosinas, frutas... también pudo ver a la distancia un poco discreto agente compañero que le hacía señas como las manos. Quedaba en él hacerle caso a Angus o ir a comprarle algo al niño. Mientras tanto, el niño respondió a sus preguntas.

- Oh, solo nos dan cigarrillos gratis. Un tipo feo los reparte cerca del hospital... ¡ojala me dieran sandwiches gratis! Jamón y queso... Me llamo Pip. Bueno, en realidad me dicen Pip...

 Roger mira un tanto confundido a Angus, que saluda sin mayor miramientos al agente compañero. Definitivamente, aquel hombre rubio no parecía una persona salida de la misma patria que Angus y el camarógrafo. Disimuladamente le da un codazo a McTaker.

- ¿Conoces a ese tío? Desde aquí parece un ruskie...

 Henry ríe ante el proverbio de Giuseppe, hasta secándose una lágrima de los ojos. Se notaba que estaba emocionado; aunque tal vez un poco demasiado.

- ¡Ah, Stromboli! Como era de esperar, un viejo lobo como tú tiene su sabiduría... ¡pues decidido! ¡Mañana a la mañana nos dirigiremos a Puerto Obikanui y tomaremos todo el pueblo! ¡Ya es hora de que los piratas se rebelen contra el brazo opresivo de la ley! ¡Nosotros seremos la única autoridad de la isla!

 El pirata se acerca al cardenal y le pone una mano en el hombro; en lo que parece ser un gesto fraternal.

- Ahora descansa, viejo lobo... vuelve a este lugar a la salida de sol... y comenzaremos la toma.

 El agente, convenientemente escondido detrás de unos arbustos y palmeras, llega a escuchar parte de la conversación. La voz de Giuseppe era clara, más lo que decía era un tanto extraño. Si bien era cierto que Jack no había escuchado el inicio de la charla.

-El orden de los factores no altera el producto... o quizás sí, no soy matemático.

 A continuación de esa frase, el otro hombre toma la palabra y deja más que claro lo que ellos dos estaban hablando. Que se revelaría como algo no muy inocente.

 

- ¡Ah, Stromboli! Como era de esperar, un viejo lobo como tú tiene su sabiduría... ¡pues decidido! ¡Mañana a la mañana nos dirigiremos a Puerto Obikanui y tomaremos todo el pueblo! ¡Ya es hora de que los piratas se rebelen contra el brazo opresivo de la ley! ¡Nosotros seremos la única autoridad de la isla!

 Jack puede ver como el confirmado pirata se acerca al cardenal y le pone una mano en el hombro; en lo que parece ser un gesto fraternal. Los motivos de Giuseppe para todo ello eran desconocidos.

- Ahora descansa, viejo lobo... vuelve a este lugar a la salida de sol... y comenzaremos la toma.

 En efecto, parecía que el cardenal se había aliado con aquel hombre del mar para realizar una toma del Puerto Obikanui a la mañana del próximo día. Momento en el que Jack planeaba partir hacia Los Bloques a encontrarse con una de las comandantes de Peggy. Iba a ser una agitada mañana, seguramente.

 Selma veía la confusión en la cara de Zaheera. La pobre chica acababa de recibir una tunda y ahora escuchaba que la gente quería luchar. Definitivamente estaba metida en una fea situación.

- Ay, niña... te viniste a vacacionar en esta isla en el peor momento. Pero sí, hay mucha gente aquí que está harta; desde incluso antes de que Tsai se perpetuara en el poder. Falta poco para que llegue la gota que derrame el vaso y saquemos a todos esos cobradores a patadas del pueblo.

 La expresión de aquella mujer cambió cuando vio que Zeta tenía intenciones de ayudar. Estaba a punto de decirle que no, pero se mordió la lengua antes de eso. Pudiste ver en su rostro el deseo de unir más gente a la causa.

- Por supuesto que no se les puede llevar la contra a esta gente... legalmente. Si vamos contra ellos, podemos sacar a todas las ratas que hay ahora en este pueblo. Pero corremos el riesgo de que manden fuerzas de otros lugares. Y corremos el riesgo de que nos hieran.

 Parecía que iba a decir algo más, pero miró por la ventana y detuvo su voz. Zaheera pudo ver por la ventana que el sol estaba a punto de empezar a ponerse.

- Oye... ¿quieres pasar la noche aquí? No creo que puedas estar con tu marido ahora...

 Los agentes, metidos todos en sus diversas líneas de operación y sus elaborados planes de acción, pueden notar todos una cosa en particular. Una cosa que unía todas sus experiencias: el sol se estaba empezando a poner. Ante el comienzo de la tarde y la próxima venida de la noche en la Isla Shuriken, los agentes debían decidir como eso iba a afectar sus próximos pasos.

 ¿Dormirían en algún lugar? ¿Harían espionaje durante la noche? ¿Se reuniría todo el equipo? ¿Esperarían hasta la mañana del próximo día?

 Preguntas inquietantes para el quinteto destinado a salvar la isla... o simplemente verla hundirse.

Con total profesionalismo, en vez de rodar los ojos al ver el gesto demasiado familiar del americano, le lanzó una mirada de extrañeza como si intentara hacer memoria; incluso miró hacia atrás, pensando que quizás estuviera hablando a otra persona, antes de hacerle un asentimiento incómodo a modo de saludo, sin dejar claro si recordaba o no quien era.

Viendo como la noche comenzaba a caer, siguió con el niño tomado de la mano hasta el local. -Mucho gusto Pip, soy Alex.- En el puesto compró en una bolsa pequeña algunas cosas, que no fueran muy pesadas. Un par de veces preguntó al niño por alguna de las frutas de la región. -¿Esto como se llama? ¿Y eso de allí?- Decía, señalando los objetos. Finalmente pagó y le dio la bolsa al niño. -Ten. Llévale a tus hermanos si tienes. ¿Estás siempre aquí?-