- ¡Vosostros! ¿Sois los adalides que ha enviado el divino Emperador? ¿Por qué noos han atacado los voceadores? Es una locura aún viniendo de ellos...¿no es así? ¿Qué ha hecho Skae para enfurecer al señor de la guerra Seth?
Zachariah mira extrañado al nuevo y pintoresco humano que se le pone en su camino mientras espera a que alguno de sus compañeros más lenguaraces inicie la conversación.
-Nosotros somos eso que has dicho, y Skae no hace nada por enfadar a Seth, sino que ellos tienen mucho odio dentro y no se dejan a yudar. -Contesté-
-Y ahora díganos en que podemos ayudar, y si aquí se encuentra la Cantamuertes.
- Seth es fanático, no atacaría a siervos del Emperador y menos si se arriesga a perder su suministro de armas - se queda en silencio examinando a Arcturus. ¿Qué queréis de la Cantamuertes?
-Queremos presentarle nuestros respetos y para que nos bendiga y ofrecernos en lo que podamos para ayudarla, y si es necesario escoltarla para que no le suceda nada.
Uno de los jinetes de Kos'ke llega montado en su perro de las arenas: Kos'ke, hay problemas en la catedral....debes venir.
Se gira a uno de los guardias de la puerta: Mi perro, rápido. Luego a vosotros: si realmente queréis proteger a la Cantamuertes será mejor que vengáis también.
Me juego diez tronos a que vamos a tener que matar a mas colgados de esos.-Anunció Yuri desapasionado como siempre mientras se calzaba la máscara blindada y colocaba munición perforante en su fusil de asalto.-No sé por qué, pero me esperaba problemas en cuanto parasemos a descansar.-Miró a sus maltrechos compañeros.-Los mas heridos manteneos en retaguardia y usad granadas o algo así, pero no os expongáis al fuego directo.
Si, intentemos que no reciban más por hoy si ocurre algo. Pero no adelantemos acontecimientos. Descolgué el fusil y lo tomé en mis manos. Si había problemas se solucionarían, fuera como fuese, y punto. Cuando queráis. Mientras esperaba a que le trajeran la montura me encendí una varilla.
-Una bala , una medalla señores, no tengan miedo a nada y protejamos a la Elegida y al Imperio...
Dije poniéndome en marcha.
Cuando llegáis veis a las puertas de la Catedral a los miembros destacados del asentamiento. Por un lado el abad Skae acompañado de los hermanos eclesiásticos a los que se les une el hermano Lamark con una ensangrentada venda enrollada apresuradamente alrededor de su cabeza; detrás del abad, Aristarchus pero delante de todos ellos Esha Raine flanqueada por varios guerreros de Kos'ke.
El hermano Severus lleva a un voceador herido con el rostro cubierto de sangre que al parecer se había infiltrado con un residente más de Desesperanza cuando comenzó el asalto. El voceador tiene la mirada enloquecida y murmura sin cesar; no parece ser consciente de la situación. Una pequeña multitud les sigue titubeante intentando ver qué está pasando con expresiones nerviosas y abatidas. Parece que la mujer y el abad tienen un enfrentamiento duro.
- No debemos dar a estos herejes la satisfacción de frustrar nuestro cometido. Terminemos lo que hemos empezado ¡ Esto no cambia nada !
- Honorable abad - replica con voz clara y autoritaria - ¿Acaso no lo veis? Mirad a este hombre; es evidente que alguna fuerza desconocida lo ha enloquecido. Ha sido tocado por espíritus impuros, y susurra nombres que ni si quiera en los tiempos que corren deberían ser pronunciados. No sabe quienes somos, ni si quiera sabe por qué ha combatido ¿No os dais cuenta de que aquí está pasando algo muy extraño?
De repente y sin previo aviso, Aristarchus se acerca al prisionero, lleva su pistola láser hasta la sien del prisionero y aprieta el gatillo. Se produce un chasquido sordo y el voceador cae al suelo sin vida.
- ¡Sacrilegio! - brama con la voz más áspera que le habéis oído jamás - Esperamos que se produzca aquí un milagro, mujer. Un milagro que me ha sido revelado por la gracia del Emperador, ¡y todos los que se opongan a él serán considerados herejes! ¿Osas oponerte a él?
La sorpresa es completa y un momento después todos los jinetes de Kos'ke empuñan sus armas.
- ¡Basta! - grita la Catamuertes - Hoy ya se ha derramado aquí demasiada sangre. Nos marcharemos y no volveremos. Ahora veo que estaba equivocada. Veo que estáis condenados, y que el cuervo se ha posado en vuestro hombro y os susurra sus maldades al oído. Habéis conducido a esta pobre gente hasta su perdición ¡Ni mi pueblo ni yo formaremos parte de esto!
Alza las manos lenta y deliberadamente una vez más en gesto de rechazo, antes de subir a lomos del perro de las arenas de Kos'ke, detrás del caudillo. Los guerreros ashleen montan también y todos se marchan al galope, levantando tras de sí una estela de polvo.
El abad parece visiblemente afectado pero enseguida recupera la compostura y pronuncia un sermón ante la muchedumbre.
- Un único cirio puede iluminar en el vacío, aunque su luz tarde eones en verse desde la lejanía. Que este sagrado edificio no sea un mero cirio, sino un astro formidable que brille en las oscuridad que nos rodea ¡En estos tiempos aciagos, hemos de tener fe!
Tras lo cuál la gente empieza a dispersarse asumiendo un silencio melancólico
Recuperáis todos los PD.
Podéis actuar
Eso ha sido interesante, cuanto menos. Comento a mis compañeros mientras la gente se va dispersando y los guerreros van abandonando el campamento en un claro ejemplo de determinación. Estaba seguro de que nuestro compañero Arcturus tendría una solida respuesta ante lo que acababa de suceder, y no tardaría en hacerla aparecer. Pero no todo era tan sencillo, ahí se estaban desarrollando acontecimientos que iban más allá de simples palabras o actos por parte de un grupo. Había cosas que se nos escapaban y de las que no nos estábamos percatando.
Pero que coño!.-Maldice Yuri empuñando el rifle de asalto y casi alzándolo para encañonar a los presentes, luego dudó unos instantes y volvió a bajar el arma mientras miraba a Tarkov seriamente.-Aristarchus está loco o nadie mas se percata de que esa mujer debía de ser escuchada?.-Le interpeló a su compañero con miradas nerviosas, pues el echo de que la única fuerza armada de la zona aparte del pequeño comando de acólitos se estuviese pirando de la zona a una buena velocidad le acojonaba lo suficiente.