Partida Rol por web

Levanté la mirada a los ojos de lanzaman sorprendida por ese primer golpe, y si no me hubiese faltado el aire, seguro que lo hubiese calificado de sucia suerte en voz alta.

Sentí la piel arderme en el estómago y no pude más que sonreír cuando llegó el segundo golpe. Por muy tramposo que fuera se lo tomaba en serio. Y al fin y al cabo, esos golpes llevaban un mensaje claro: "espabila".

Me preparé para su siguiente golpe, poco me importaba si llegaba a darme, incluso me ilusionaba llevarme otro recuerdo suyo, mi objetivo no era bloquearle, era hacerme con su brazo para al fin poder presentarme.

Tuve que recordarme a mí mismo que aquella chica era poco más que una mundana para no ir directamente con la cuchilla de mi lanza. Escuché su protesta mientras iba a por ella, pero sólo me animó a lanzar un segundo golpe después del primero. Después me quedé mirándola desde la posición de guardia, con una media sonrisa de diversión evidente.

- ¿Esperas que un demonio te pida permiso antes de atacar? - Pregunté, dejando claro con mi tono lo ridículo que me parecía aquello. Entonces me preparé para lanzarme de nuevo a por ella, girando sobre mí mismo para golpear con fuerza sus tobillos. Su intención era evidente, y de ser otra persona quizá me habría quedado lejos y atacado desde allí, pero decidí darle una oportunidad. Después de todo la estaba evaluando.

La lanza de Émille dejó otra marca más a la altura del tobillo de Sun-yun. El golpe iba con fuerza y la madera zurció en la piel de la coreana, pero estuvo rápida cambiando el peso de una pierna a la otra y no llegó a caer por el barrido.

De inmediato aprovechó el movimiento del chico para lanzarse a por su brazo. Él intentó pararla moviendo la lanza para bloquearla, pero la mano de ella se escurrió y se aferró a su muñeca. De inmediato lo atrajo hacia sí, apoyando el antebrazo y haciendo fuerza en un intento de luxarle el codo, aunque no parecía ser lo suficientemente fuerte como para doblarlo. Sin embargo, lo mantuvo apresado.

- Ellos avisan cortando cabezas rubias y con sus putos cacareos. - respondí sin contener mi lengua ni percatarme de ello en cuanto conseguí apresarle el brazo. ¡Y qué brazo! Casi daba pena romperlo. Casi.

Le sonreí fugazmente quitando peso al hecho de que no me acompañaran todas mis fuerzas, e insistí en mi maniobra. Si todo fallaba, me vería obligada a dejar las contemplaciones y clavarle en sus perfectos tríceps.

No forcejeé demasiado. En lugar de eso di un tirón rápido, esperando liberarme de su intento de agarre sólo con eso. - Ten cuidado. - Le dije justo antes, esperando despistarla. - Con tu amiga muerta, la siguiente rubia podrías ser tú. - Enuncié sin demasiado tacto justo antes de tirar con fuerza. Entonces, viendo por dónde venía su ataque, me centré en apartarlo con mi arma. Luego di unos pasos hacia atrás, cogiendo distancia. Lo cierto es que se le notaba más capaz de lo que esperaba. Pero iba siendo hora de subir las apuestas.

- Ahora. - Dije mientras una pequeña sonrisa ladeada aparecía en mi rostro.

Émille logró liberarse de la presa con ese tirón y cuando Sun-yun aprovechó la cercanía de ambos para intentar clavar directamente su daga en el tríceps del muchacho, él se movió más rápido y la interceptó con su lanza sin que el filo de la Kyoketsu Shoge llegase a tocar su piel. 

Cuando el chico pronunció esa única palabra, un cosquilleo que ya habías sentido justo antes de entrar en el castillo por primera vez empezó a recorrer tu cuerpo, bajo tu piel. Era extraño, pero no desagradable, y a su paso te sentías más fuerte y más capaz, preparada para lo que se te pusiera por delante. 

La sensación del hype recorriendo tu piel fue agradable y familiar, como siempre. Con ella venía esa sensación de ser más fuerte y capaz, de estar más preparado, que conocías a la perfección y que te confirmaba que tu intento había funcionado.

- ¿Ahora qué?- me incomodé y sentí un cosquilleo recorrer mi cuerpo que inmediatamente me evocó la sensación de tener tres segundos para decidirme a actuar.

Arrugué la nariz, evaluando la mierda de combate que estaba haciendo y completamente desorientada con lanzaman, nunca había tenído tantos problemas para romperle los huesos a alguien.

Empecé a hacer girar la daga desde media cadena, sin mucha intensidad, planteándome si rebajarme a luchar con distancia. Pero finalmente aceleré el giro para convertir el arma en un escudo, con un poco de suerte, si me atacaba de nuevo, enredaría su lanza y podría intentar quitársela.

- ¿Qué habéis hecho con su cuerpo ?- pregunté por ami-son. No se podía vivir ni cinco minutos sin que fuera el centro, aun muerta - Bueno, da igual.

Tras aquel hype me quedé esperando a ver qué hacía ella durante un instante. Al ver que sólo pretendía defenderse me sentí un poco decepcionado. Qué cobarde. Si total, sólo le había dado dos o tres golpes. Sin embargo, al ver que sacaba el tema de su amiga mis esperanzas aumentaron: a lo mejor trataba de despistarme, o algo. Ojalá fuese algo.

- La cabeza se la dimos de comer a las palomas. - Le dije con seguridad, como si aquella fuera la verdad, sólo para escandalizarla o, al menos, distraerla. - El cuerpo lo usaremos de cebo para demonios. - Continué mientras hacía girar mi lanza. - Si Andrea no se lo folla antes, claro. - Aclaré mirándola a los ojos. - Si lo hace ya no querrán acercarse a él. - Añadí mientras giraba mi lanza alrededor. Podría parecer que hacía lo mismo que ella, pero con una diferencia: de repente una de las cuchillas de la lanza salió disparada con la inercia del movimiento, directa hacia su pierna. Si no se atrevía a acercarse, que sufriese por la distancia.

La cuchilla voló en el aire, directa hacia la pierna de Sun-yun y la cadena de la chica tan sólo desvió un milímetro la trayectoria que era certera.

Sin embargo, en el momento en que el acero iba a rozar la piel de la chica, una especie de energía fluctuó a su alrededor, como si el aire vibrase durante ese instante, más corto que un parpadeo. La cuchilla cayó al suelo sin que se derramase ni una gota de sangre. Émille había apuntado perfectamente en su objetivo con la lanza, pero el golpe parecía haber sido absorbido sin llegar a dañar a Sun-yun.

Arqueé una ceja ante su primera respuesta - La cabeza se la comió el Kuri.- repliqué sin que las arcadas volvieran, y esa simple ausencia me hizo sonreír - Que si no tienes ni puta idea no pasa nada. - le reconforté antes de que mi voz se cortara al ver venir la cuchilla - joder, cómo mola eso. - pensé a pesar de ser un ataque menos que honorable o digno.

Acerqué la cadena pero apenas logré desviar una milésima su trayectoria y cuando ya me estaba preparando para el escozor, oí el tintineo de la cuchilla caer al suelo.

Extrañada llevé la mirada de la hoja al chico - Otro cutre. -decreté obviando los golpes que había recibido y él esquivado -¿Tu también te las follas?- pregunté con un tono que casi revelaban mis celos mientras ampliaba el circulo que dibujaba la daga para dirigirla a su torso sin desenredarla de mi otra mano. Y cuando la daga salió despedida, también me acerqué yo, creyéndome intocable.

Me sorprendió la naturalidad con la que había asumido la muerte de su amiga y cómo hablaba de ella. Le vendría bien en el mundo nephilim. - Entonces fue al Kuri al que se comieron las palomas. - Comenté, divertido, antes de encogerme de hombros. - ¿No es lo mismo? - Pregunté a tiempo de ver cómo su piel repelía mi ataque. La sombra de una sonrisa cruzó entonces mi rostro y la miré por un instante.

- Barrera. - Enuncié, y aquella palabra parecía casi un cumplido. - Parece que estás de suerte. - Enuncié entonces. No me costó ver sin embargo sus intenciones, y me preparé para hacer algo al respecto. - No, ese tipo de cosas se las dejamos a él. Con esa cara, no tiene otra forma de acercarse a alguien. Tendrías que verle, se pone inaguantable después de una semana sin cadáveres.

La cadena de la Kyoketsu Shoge se estiró en el aire mientras la daga avanzaba hacia el torso de Émille, sin demasiada puntería. Al chico no le costó mucho bloquearla con el asta de la lanza, haciendo que la daga cayese al suelo. 

Sin embargo, lo que él no se esperaba era que Sun-yun se lanzase entonces hacia él, con toda la intención de derribarlo. La coreana se chocó contra un muro de puro músculo cuando intentó hacerlo caer.

Un instante después, cadena y daga desaparecieron de manos de Sun-yun por el mismo arte de magia que hizo aparecer la Kyoketsu Shoge en la mano de Émille una milésima de segundo más tarde.

Al abalanzarme contra lanzaman, mi mente ya había recorrido el camino de la gloria de otros combates pasados, de esos tiempos en los que las normas aun tenían un peso.

Pero en cuanto choqué con él me sentí escuálida y dañada a un nivel mucho más doloroso que cualquier cardenal. Y cuando el arma desapareció de mis manos para materializarse en las suyas, una risa contenida empezó a brotar de mis labios - Putas hadas y putos ángeles. Al apartarme de ese muro de musculo, aproveché para palpar su forma mientras retiraba las manos ahora desnudas - Qué pasada- le reconocí sin poder apagar la sonrisa.

No tenía muy claro si para él aquello era un punto y final a esos quince minutos que había pedido al violinista pero no iba a arriesgarme a que me cortara el alma con mi propia arma, así que no me quedó otra que poner en entre dicho nuestra descendencia.- Los demonios no roban.- me inventé como diciendo que aquello solo había sido una fardada para intentar impresionarme.

Ni siquiera me había dado cuenta de que la pirada esta quisiera lanzarse contra mí, pero cuando lo hizo me mantuve firme. Al sentirla chocar contra mi cuerpo me quedé mirándola con la ceja alzada, casi preguntándole qué pretendía con aquella especie de intento de ataque. Y en el momento en que su arma apareció en mis manos y ella empezó a reírse significó dos cosas. La primera, la confirmación de que estaba como una puta cabra. Y la segunda que se había distraído. No supe si sentirme halagado por su comentario - aunque estaba claro que cualquier cosa la impresionaba - o decepcionado porque algo así hubiera alejado su atención por el combate.

Dejé caer su arma entonces, dispuesto a golpearle con mi lanza, aunque su comentario me pilló por sorpresa. - No, claro. - Le dije con naturalidad. - Montan tiendas de ataúdes pequeños para gente sin cabeza. - Aseguré, afirmando lo primero que me vino a la mente antes de lanzar mis dos ataques.

La lanza de Émille dibujó un arco amplio y elegante mientras el chico giraba sobre sí mismo. El filo de la cuchilla golpeó contra esa barrera invisible que protegía la piel de Sun-yun y en el siguiente giro lanza y muchacho se movieron al unísono, dejando tras de sí tan sólo una estela de su movimiento, demasiado rápido como para que la coreana pudiera siquiera saber dónde llegaría el golpe, hasta que la hoja golpeó en su costado, chocando de nuevo contra esa energía que fluctuaba y la mantenía ilesa.

La vibración se extendió con el último golpe, haciendo que el aire alrededor de todo su cuerpo temblase un instante antes de que la rodilla de Sun-yun se alzase, directa hacia la entrepierna del chico. Impactó en su objetivo, pero no encontró allí la zona blanda que esperaba hiciera aullar a Émille de dolor, sino que una vez más fue como golpear en algo demasiado duro como para poder dañarlo fácilmente.