Partida Rol por web

—No te vamos a encerrar —dijo la chica, visiblemente incómoda con el sarcasmo del brujo—. Sólo es que quieren que estés allí para poder hablar contigo antes de la reunión del Consejo. Creo que vendrá también el representante de los brujos y por lo que he oído es él quien ha pedido reunirse allí contigo... 

Tomó aire y fuerzas antes de mirar de nuevo a los nephilim, comenzando por Amber y Émille.

—Pues genial, llevadlo vosotros si no os importa... Espero que a la Inquisidora Herondale no le moleste que no lo haga yo. —dijo, con cierta vibración en la voz al nombrar a la mujer que se había marchado. Cambió después el peso de una pierna a la otra y dedicó su atención a Melissa y Sun-yun—. ¿Queréis ir a instalaros lo primero? ¿Os enseño la ciudad? ¿Qué os apetece? Tenemos tiempo todavía.

En cuanto Amber empezó ya con lo del Henry ese otra vez desconecté un poco. Vale, le admiraba y tal, pero cuando se ponía en plan fangirl mi mente se centraba en cosas más importantes. A ver, a mí también podía parecerme que Valentine peleaba de puta madre y no por eso iba contándolo por ahí.

Al escuchar cómo volvía a la realidad para proponerme un plan asentí. Cualquier cosa que aplazase que yo fuera a mi casa me valía. Un momento más tarde, al oír a Gareth, asentí con solidez marcial para mostrar que había comprendido las instrucciones, y cuando escuché a Milton me costó no formar una mueca de desagrado. Joder, qué asqueroso era, no sé cómo no lo había visto antes. Ahora no sólo se quedaba en casa de Gareth, sino que respondía por la pirada, que ni siquiera se había enterado de dónde iba a dormir cuando preparábamos el viaje. Había que joderse, se notaba que ya se encargaba él de todo. Pues ya acabaría hasta los huevos de sus mierdas, era sólo cuestión de tiempo.

Estaba ya casi echando a andar cuando Amber volvió a hablar, proponiendo un cambio de planes que no me gustaba demasiado. Acompañar a un puto subterráneo no era mi jodido trabajo, y menos aquí. Pero sabía lo que Amber quería tratar, así que acepté sólo por quitárnoslo cuanto antes de encima. Si no tendría que acompañarla a hacer exactamente lo mismo en Londres tarde o temprano.

El comentario de Lamond de nuevo estuvo a punto de sacarme una sonrisa, y la respuesta de Ella me pareció tan correcta que fue aburrida. Empecé a caminar, ya sí, mientras daba la mía propia.

—Tan irónico como que seas Gran Brujo de Londres —le dije—, o que representases a Peakes.

No me interesaba ni un poco nada de lo que llevara la voz de Anbel y por lo general pasaba de escucharla pero la tía soltó la única palabra que me podía llevar a ella como suricata.

Había que joderse, ahora tendría que volver a ese taller, y seguro que me la encontraba...

No llegué a poner los ojos en blanco, por las apariencias, y aunque mis manos empezaron su viaje hacia los auriculares que llevaba colgando del cuello, no llegaron a ellos por la intervención de papi-tío-abuelo. Asentí con la cabeza a juego con Emille sin darme cuenta, al menos hasta que ya fue tarde para sentir el efecto espejo como una puñalada más en mi pecho.

— Nos vemos, Jo —me despedí de ella creyendo que era mejor no llamarla princesa mutante delante de sus padres—.

Cuando Carstairs dijo que íbamos a quedarnos todos en la mansión Herondale asumí que ese apellido llevaba la maldición de la hospitalidad como la sangre coreana. Aquello siempre me había parecido un asco, como seguramente a todo el país, sin embargo, hoy iba bien.

Iba a responder a la pregunta entregada por la mirada de Carstairs pero Anbel tuvo que meterse como cagaprisas contagiada endosándonos a la Welcomemate como si se muriera por taerle un Kuri a Emille.

Pasé de los rollos de Lamond después de llamar a la buambulance para que viniera a por él y más pasé de la chica nueva intentando aclarar los líos, era tan anticlimax que me dieron ganas de empezar a irme.

— Dejamos las maletas y luego nos lo enseñas todo —propuse—. Aunque si tenéis teatro será mejor omitirlo — hashtag está pasando —. Luego necesitaré visitar a alguien, así que os dejaré en algún momento.

Para mí todo estaba pasando exageradamente deprisa y me costaba de asumir lo que estaba conociendo, lugares y personas, de nuevo. Me mantuve discreta prácticamente en todo momento. Todos allí, incluso Sun-yun, tenían cosas que hacer y a mí lo único que me preocupaba hacer era seguir investigando sobre los nephilim y, sobre todo, averiguar qué le había ocurrido a mi familia.

Escuché a Amber y la imaginé en su taller tal y como la había encontrado recientemente cada vez que iba a preguntarle cosas. Su pasión se contagiaba bastante y otra vez me hizo volver a sentirme bien por haberla conocido.

La voz de Gareth llegó a mí y mis ojos vidriosos lo observaron con atención mientras hablaba. Si no fuera porque se iba junto con su familia, no me hubiera dado cuenta de que llevaba un rato sin pestañear, fijando mi mirada en él. Asentí para confirmar que había comprendido y sin dejar de mirarlo escuché las palabras de Milton, Amber y el brujo Lamond.

Sin embargo, pude percibir que las palabras del último habían sobresaltado a los nephilim y mi atención se desvió todavía en silencio hacia los demás. Finalmente y después de las palabras de la coreana, respondí a Ella encogiéndome de hombros.

—Me encantaría visitar este lugar. Pero sí, yo también prefiero dejar las cosas antes... Este sitio es impresionante —comenté todavía afectada por el impacto visual que me había provocado el paisaje. —Os sigo por ahora. Luego ya veré qué hago...

Gareth volvió a girarse en cuanto recibió los suficientes asentimientos para quedarse tranquilo y sin esperar más comenzó a alejarse junto a Deirdre y la pequeña Jo, que miró hacia atrás agitando la mano durante algunos metros despidiéndose del grupo que se quedaba atrás.

Finalmente Sun-yun y Melissa se pusieron en marcha en una dirección junto a Ella y Milton, mientras que Émille y Amber se alejaron en otra con el brujo. 

La chica empezó a guiaros por una calle empedrada y amplia, bordeada a ambos lados con esas casitas de una o dos plantas pintadas de dorado. El lugar estaba totalmente vacío de vehículos, ni coches, ni motos, ni siquiera carros, dejando un aire totalmente puro y limpio con el que llenar los pulmones. Algunas personas pasaban por la calle dedicándoos miradas curiosas, pero sin detenerse a hablar con vosotras. 

—Los Herondale son una de las familias más ricas e influyentes de Idris —comenzó a contar, con el tono de quien narra un cuento más que el de quien da una clase—. Siempre han tenido una posición importante en la Clave y tienen una mansión en las afueras de la ciudad. Creo que la Inquisidora vivía allí antes del Levantamiento, pero ahora la casa está vacía así que tendréis sitio de sobra. 

Milton caminaba mirándolo todo con cierto ensoñamiento y media sonrisa, con la expresión de quien visita un lugar después de mucho tiempo. 

—Puede que Sun-yun sea una Herondale —apuntó entonces—. Al menos tenía un anillo con su sello... Supongo que en el Consejo hablarán de eso. Y Melissa —dijo, haciendo un pequeño gesto cortés hacia la pelirroja—. Tenía uno con el sello de los Morgenstern, aunque supongo que su mansión sigue abandonada.

Ella frunció un poco el ceño con la mención a ese apellido por parte de Milton, pero no añadió nada al respecto. Hizo una pausa para saludar con la cabeza a un chico alto y de cabellos rubios, vestido con el uniforme de combate, que detuvo su caminar para veros pasar y cuando ya había quedado atrás, Ella os miró con curiosidad. 

—¿Has dicho que vas a visitar a alguien? Pensaba que no conocíais a nadie en Alacante...

Los pasos de la pequeña comitiva les llevaron hasta el final de esa calle y luego tomaron otra, pasaron por encima de un puente sobre un río de aguas transparentes y cantarinas y poco a poco las casas empezaron a ser más grandes y espaciadas unas de otras, hasta que, finalmente, se encontraron ante una enorme mansión de fachada blanca. 

Una escalinata dividida en dos guiaba la vista y los pies de los visitantes hacia arriba, dejando en el medio una cascada de agua que iba trasvasándose de una fuente a otra, cayendo hasta llegar a pie de calle. 

Eché una última mirada a Emille mientras se alejaba y le deseé muerte por aburrimiento y tanta bilis que le sentara mal la comida. De Anbel pasé. Ya era bastante castigo casarse con ese.

— "Ligi yi virí qui higui" por favor, ni que tuvieras algo que hacer — imité a Meri-san y me puse los casos harta de todo procurando que la diadema no me fastidiara los rizos y por simetría empecé la lista de reproducción con la flauta mágica—.

Mozart siempre era más interesante que un paseo con una Welcomemate. Diferente hubiese sido ir solo Carstairs y sus conocimientos de historia pero para llegar a dejar la maleta a una habitación, ya podían hablar sin obligarme a escucharles... O eso creía, pues al intuir mi nombre en los labios de Milton bajé primero el volumen de la música, por costumbre, porqué no se qué coño pasaba que no sonaba y, pescada por la mención a mi anillo, me volví a bajar los auriculares al cuello.

— ¿Me lo van a devolver de una puta vez? —me emocioné rápido y olvidé a los tontolitos por completo para dedicarles una sonrisa a estos, incluso a la nueva.

Y se ve que se lo tomó como si pudiera hablarme pero al menos lo que preguntó me era útil.

— oh, y no la conozco todavía. Voy a ir al cementerio a presentar mis respetos y los de una amiga a Charlotte Branwell —expliqué formal y amable—. ¿Descansa aquí, verdad?

Al llegar a la mansión no me costó mucho empezar a pensarla como mi mansión. Impresionaba y seguro que era fotogénica. Además, viendo esas escaleras no me extrañaba que se llenara de gente si no hacían otra cosa que gritar: "Bienvenidos, tenemos té y galletas".

— Creo que toca selfie.

El brujo ni siquiera pareció prestar la más mínima atención a la explicación de Ella, sencillamente la ignoró y desvió su mirada hacia otro lugar indefinido hasta que la chica empezó a alejarse junto a Milton, Sun-yun y Melissa. 

Su única respuesta a las palabras de Émille fue chasquear la lengua dedicándole la misma atención nula que a la otra nephilim. Miró a Amber con altivez antes de hablar en tono autoritario.

—Venga, zanahoria. Tú guías.

Amber frunció un poco el ceño y no te costó ver en sus ojos el momento en que decidió dejar de lado la respuesta que querría dar en pos de conseguir lo que quería de aquel tipo. Asintió con la cabeza una sola vez y empezó a caminar hacia el edificio grande que presidía la plaza.

—Oye, Verbius —dijo entonces la chica con tono cordial, como si buscase la forma de ablandar al brujo antes de llegar a pedirle nada—. ¿Tú no sueles ir al Mordekainen? Creo que nunca te he visto por allí.

Me alegré de separarme de los demás, estaba ya un poco cansado de la presencia de algunos y de demasiado buen humor para dejarles claras ciertas cosas. Por desgracia nos llevábamos un brujo de mochila, y al hacerlo estábamos condenados a ser grandes anfitriones, pero por mí ya podían darle por culo.

Al oír cómo se dirigía a Amber ganas me dieron de partirle la cara allí mismo. Además de que seguro que aquí, en Alacante, sus trucos no funcionaban tan bien como estaría acostumbrado... Aunque eso lo hacía menos interesante, la verdad. En cualquier caso no me había molestado el apelativo, sino el tono.

Y un momento más tarde, al ver cómo Amber se callaba lo que ese tío se merecía para hacerle la pelota, resoplé. Joder, ¿íbamos a tener que lamerle el culo, aún por encima? Yo no estaba dispuesto, eso desde luego. La verdad es que sabía cómo podría haberle seguido el rollo a mi amiga... Si hubiera querido. Pero en lugar de eso puse los ojos en blanco y seguí caminando a buen paso.

Parecía irónico que el viaje de Londres a Alacante hubiera durado menos que el rato que estábamos destinando en atravesar aquellas calles de cuento para dirigirnos a la mansión Herondale. Ya me podía hacer una idea de cómo sería esa residencia escuchando a Ella hablar del edificio. 

Las palabras de Milton me dejaron un poco confusa. ¿La mansión de los Morgenstern? Me pregunté imaginando cómo podría ser, echando una fugaz mirada al anillo que me había dado tío Ralph y del que yo todavía pensaba que la "M" provenía de Melissa. Me di cuenta de que Ella frunció el ceño cuando escuchó el apellido y torcí un poco el labio. Yo no sabía por qué Ralph me dio ese anillo, pero estaba claro que alguna relación con los Morgenstern debía tener. 

Esperaba llegar pronto para poder dejar las cosas y ver todo con más detenimiento y mejor. Sin embargo, al ver la gran escalinata que se imponía ante nosotros, mi boca se abrió de la sorpresa junto con mis ojos.

—¡Vaya lujo! —dije, siendo lo primero que me salió. Luego miré a Sun-yun y por un instante pensé en acercarme a la coreana para estropearle el selfie haciéndole una broma, pero finalmente me quedé donde estaba. Llevaba demasiados trastos encima.

No obstante sí me acerqué a Milton cuando se me pasó un poco la emoción del impacto visual que acababa de percibir para preguntarle más sobre la mansión de los Morgenstern.

—¿Puedo saber dónde se encuentra la mansión de los Morgenstern? ¿Crees que podría visitarla? Quizás hay algo allí que me de alguna pista con respecto a mi familia...

Verbius miró a Amber de medio lado cuando llegó la pregunta de la chica y su nariz se frunció suavemente sin que él dejase de caminar con las manos en los bolsillos.

—No es necesario que te molestes en intentar caerme bien, nephilim —dijo, remarcando esa palabra como si la estuviera usando para poner una barrera entre vosotros y él—. Dime lo quieres pedirme y te diré el precio.

Tu amiga suspiró entre dientes y bajó la mirada por un instante, pero no tardó en levantarla de nuevo con un brillo de determinación renovada en sus ojos.

—Mira, no es necesario que nos llevemos mal —dijo, con ese tono conciliador que conocías bien porque lo usaba con frecuencia para hacerte entrar en razón—. No somos enemigos, brujos y nephilim. Somos aliados. Tenemos un pasado, lo sé, lo sé, pero si todos ponemos de nuestra parte podemos construir un futuro más amistoso para todos. 

El brujo puso los ojos en blanco declarando con ese gesto lo que opinaba del sermón que Amber acababa de soltarle, pero ella no se detuvo ahí y siguió hablando.

—Tienes razón en que quiero pedirte algo, pero me gustaría que fuese algo más que una transacción comercial. Me gustaría que pudiéramos colaborar y aprender el uno del otro y... —Verbius empezó a abrir la boca y en tu mente recordaste cómo había rechazado cualquier tipo de colaboración la primera vez que lo viste, pero Amber levantó una mano—... Espera, déjame contártelo al menos antes de mandarme a la mierda. Desde que era pequeña que admiro a Henry Branwell, ¿sabes quién es? Fue el creador del primer Portal y lo hizo colaborando con un hijo de Lilith, combinando las runas que vosotros no podéis usar y las que nos están vedadas a nosotros. ¡Y fue algo genial! Sé que brujos y nephilim podemos hacer muchas cosas juntos si nos lo proponemos. 

Asintió a sus propias palabras y dio una patada a una piedra que rebotó saltarina hasta caer en el césped que había frente a una casa. 

—Estamos intentando crear armas retornables. He probado a usar runas gemelas, en un guante y en el arma, de forma que una invoque a la otra y el arma regrese al guante. Pero no termina de funcionar correctamente. Creo que tal vez combinando algunas de vuestras runas podría mejorar el efecto... 

Entonces tu amiga te miró, como esperando algún tipo de apoyo en la labor de convencer al brujo. 

El chico llevó sus ojos llenos de curiosidad hacia Sun-yun, siguiendo la pregunta que Ella dirigía a la coreana y cuando la chica respondió, esa curiosidad no hizo más que crecer, aunque no llegó a expresarla en voz alta. 

Al escuchar la palabra «selfie» miró a Ella con una sonrisa divertida, como orgulloso de saber lo que significaba, pero después negó con la cabeza hacia Sun-yun.

—Aquí en Alacante los aparatos mundanos no funcionan —explicó, dando así explicación al silencio de sus auriculares y a la pantalla apagada de su teléfono.

—¿Selfie? —preguntó Ella, con cara de estar perdiéndose algo para después dejar ese tema y responder a la pregunta de Sun-yun—. Charlotte Branwell está enterrada aquí en Idris, sí. Hay una necrópolis en la Llanura Brocelind donde descansan algunos cazadores de sombras que no fueron enterrados en la Ciudad Silenciosa. Ella está allí junto a su marido. —Sonrió—. Te puedo llevar a ver el cementerio algún día. ¿Te interesa la historia nephilim?

Milton se giró entonces para encarar a Melissa que se había acercado a él e hizo un gesto con la mano hacia un lugar indefinido más lejano a la ciudad. 

—Está en las afueras. Podemos ir mañana si quieres —ofreció—. Está abandonada desde hace años, pero tal vez encontremos alguna pista. —Sus ojos viajaron de regreso hacia la coreana y esbozó una pequeña sonrisa—. Ivy dice que Sun-yun tiene un don para ver al otro lado del Velo, o algo así. A lo mejor ella puede ver algo. 

En el fondo agradecí que el brujo cortase aquel esfuerzo por parte de Amber para caerle bien o suavizar las cosas. La verdad es que yo no era muy de cinismos y apariencias y no sabía cuánto iba a poder mantener el tipo si íbamos en ese plan.

De modo que cuando Amber empezó con su discursito de paz, amor y buenos deseos negué suavemente con la cabeza, sin dejar de caminar. Estaba claro que a Lamond sólo le importaban dos cosas: el pago, y él mismo. Y mejor así, porque como se hubiera unido a los arco iris iba a acabar potando, y más si eso significaba tenerle frecuemente cerca para que trabajase con Amber.

Esta vez no desconecté cuando mi amiga habló del Henry ese, porque estaba pendiente de la rección del subterráneo. No sabía si el brujo que había colaborado con el inventor estaba bien considerado por ello entre los suyos, o mal, pero desde luego a lo mejor habría estado bien saberlo antes de meternos en este fregado.

Una vez Amber acabó de hablar decidí intervenir. En realidad yo no quería sólo armas retornables, pero ese era desde luego el primer paso.

—Piensa el precio —dije al asqueroso—, pero si no nos parece adecuado se lo pediremos a otro. Sólo te lo decimos a ti porque estás más cerca, pero ni siquiera tenemos que quedarnos en Londres.

Pensándolo bien, a lo mejor podíamos pasar de las armas estas sólo por no deber nada a un subterráneo. Pero fuese como fuese no iba a dejar tirada a mi amiga en medio de esta conversación.

—Si no te va el rollo hermandad piénsalo como una forma de pasar a la historia. Y las armas no serán sólo para nosotros, sino también para vosotros. —Aquello era lo que más me jodía. Conociéndolos eran capaces de vendérselas a vampiros, hombres lobo y a quien fuera mientras pagasen el precio que quisieran poner. Pero no iba a ser un ingenuo: aquello sucedería tarde o temprano. Por suerte los muy gilipollas de los subterráneos no eran tan buenos como nosotros con armas que no fueran que no llevasen clavadas en el cuerpo, como colmillos y garras.