Partida Rol por web

Escuché a Amber con mucha atención y una sensación de nervios empezó a nacer en la boca de mi estómago. Era de la emoción, de eso no cabía duda. Lo había sentido alguna vez, como por ejemplo recientemente, con la incertidumbre de lo que pasará cuando termine el último curso en el instituto. Aunque después de todo lo que ha ocurrido durante la última semana, y por lo que decía la pelirroja sobre los cambios que habría a partir de ahora, mi futuro era todavía más incierto.

Me quedé pasmada cuando Émille me dijo que había hecho bien trayendo el arco. No me dio ni siquiera tiempo a reaccionar porque todavía tenía que procesar que hubiera dicho algo bueno de mí. Luego seguí su mirada y me llevó de nuevo a Amber. Sonreí y asentí para mí, como comprendiendo que hoy era normal que el chico estuviera de buen humor.

Al girarme vi a Jo cogiendo a Sun-yun de la mano y luego me fijé en el brujo que se disponía a hacer algo. Al ver lo que hizo mis ojos se abrieron como nunca. No entendía lo que estaba viendo. Todavía me costaba creer que lo que estaba observando era real, pero es que no podía ser de otra manera.

Miré a mi alrededor y no vi que nadie se sorprendiera tanto por lo que estaba sucediendo. Me sentí muy fuera de lugar y al ver que Alice se metía por el portal directa y sin pensárselo mis músculos se tensaron pensando en lo que le pudiera pasar.

Me quedé callada y no fue hasta que Émille decidió ser el siguiente en pasar que me sentí un poco más tranquila —no mucho, pero algo—. Esperé a que Sun-yun y Jo pasaran primero para asegurarme de que todo iba bien y procuraría seguirlas de cerca para atravesar el portal justo después. 

Una sensación fría se extendió por la piel de cada nephilim al atravesar el Portal, como si una pátina de un líquido denso cubriese su cuerpo durante un segundo. No fue, sin embargo, desagradable y el viaje hasta el otro lado fue tan breve como un pestañeo durante el que una sensación liviana acarició sus mentes. 

Tras Melissa pasó Amber y después de ella Milton, Deirdre, Gareth y, en último lugar, el brujo. En cuanto él puso un pie al otro lado el Portal empezó a vibrar y girar sobre sí mismo hasta que desapareció dejando tras de sí una nube de chispas azules que pronto también se disolvió en el aire.

Ahora que los nephilim se encontraban en la plaza podían apreciar que la estatua de bronce representaba a un enorme ángel emergiendo de un lago, con una espada en una mano y una copa en la otra. La estatua estaba en el centro de una pintoresca plaza que parecía sacada de una postal. En la esquina norte había un edificio grande de mármol blanco y estilo neoclásico, con una gran escalinata y soportes de pilares. Pero, salvo ese el resto eran casas de una o dos plantas, todas con esas fachadas de tonalidad melosa y tejados bien cuidados y rojizos.

Los rayos del sol cayeron con calidez sobre ellos borrando en cuestión de segundos el frío que el Portal había dejado sobre su piel. El clima era más cálido que en Londres y el cielo estaba despejado, perfectamente azul, salpicado de algunas nubes que parecían hechas de algodón. Cerca de la plaza se escuchaba el gorjeo de algunos pájaros que parecían cantar su gozo a la primavera. 

Las tres personas que esperaban junto a la estatua se pusieron en movimiento hacia vosotros en cuanto el portal se cerró. La comitiva la encabezaba una mujer mayor, de cabellos cortos y blancos y ojos totalmente azules, vestida con una túnica gris que la cubría de cuello a pies y manos. Su rostro estaba marcado por un gesto severo y su caminar era firme y decidido. 

El segundo era un hombre de cabellos oscuros y poblada barba, ambos salpicados aquí y allá con el gris de la edad. Iba vestido también de negro de arriba a abajo, con una chaqueta cerrada en diagonal. Se deslizaba con un paso grácil que parecía tan silencioso como el de un gato y se mantenía en un discreto segundo plano, analizando todo cuanto acontecía con un brillo inteligente en sus ojos pardos.

La tercera, que era la única entre ellos que rozaba la veintena y también la única que parecía haber encontrado en sus bolsillos una sonrisa para los recién llegados, iba vestida con vaqueros azules y una camiseta gris. Llevaba el cabello recogido en una trenza lateral que caía por uno de sus hombros, similar a la de Melissa, tenía la piel morena y sus ojos eran tan oscuros como la noche. Al llegar cerca de vosotros hizo un gesto simpático con la mano a modo de saludo, dedicando una mirada de familiaridad hacia Amber y Émille y una más curiosa hacia Melissa y Sun-yun. 

A medida que la mujer se acercaba, Gareth y Deirdre fueron tomando la delantera, encontrándose con ella un paso por delante de los nephilim más jóvenes. La mujer los miró con cierta severidad que tan sólo perdió durante un instante al contemplar al hombre. 

—Sobrino... —saludó con una leve inclinación de cabeza para después recuperar la firmeza al dirigirse a la directora del Instituto de Londres—. Deirdre. Espero que hayáis tenido un buen viaje. 

Entonces sus ojos pasaron hacia Alice y se permitió el lujo de deslizar una pequeña sonrisa de aprobación en sus labios.

—Alice. Cómo has crecido. Estás estupenda. 

—Corto, sobre todo —respondió Gareth con una leve sonrisa que parecía desear distender un poco el ambiente, sin resultado—. Tía, Thomas... —saludó entonces, incluyendo en sus palabras al hombre que permanecía detrás de la mujer—. Veo que por aquí todo sigue como siempre.

Mientras el hombre hablaba, la mujer echó un breve vistazo de reojo hacia el grupo y siguió hablando con Deirdre.

—Tenéis tiempo de acomodaros y dejar el equipaje, pero a las doce comenzará la reunión en el Salón de los Acuerdos. El Consejo va a querer interrogar a los nephilim perdidos. 

Con estas palabras sus ojos volvieron a deslizarse entre los nephilim más jóvenes, hasta detenerse para mirar con desconfianza a Sun-yun y a Melissa. Sus labios se apretaron en una fina línea. 

—Y a vosotras, más os vale haber dicho la verdad, porque nadie es capaz de engañar a la Espada-Alma. 

Volvió a girar la cabeza, esta vez para mirar a la chica que tenía al lado y le hizo un gesto para que avanzase un paso. 

—Ella se encargará de acomodar a los nephilim perdidos. El brujo —dijo, mirando hacia Verbius pero dirigiéndose en sus palabras a Ella— deberá permanecer en el Salón de los Acuerdos hasta que el Consejo requiera su presencia. Todavía tengo cosas que hacer, así que, si me disculpáis...

Y con esas palabras giró sobre sus talones, dispuesta a marcharse por donde había venido. El hombre, que había permanecido quieto, tan sólo mirando con atención a todos los nephilim, comenzó a moverse despacio, para alejarse también.

La chica, que se había adelantado al recibir la mirada de la mujer, se acercó sonriente y empezó a repartir apretones de manos entre todos.

—¿Cómo os va por Londres? —preguntó con tono educado, dirigiéndose sobre todo a Émille y Amber—. ¿Es emocionante? 

Pero antes de que pudieran responder a sus preguntas, sus ojos cayeron sobre Milton y le ofreció la mano ampliando su sonrisa. 

—Yo soy Ella y tú debes ser Milton Carstairs, ¿no es así? Vaya... Te pareces muchísimo a él. 

Ladeó la cabeza, contemplándolo por un instante. 

Milton, que al llegar a la plaza había avanzado hasta quedar junto a Sun-yun, estrechó la mano de la chica con la suya, dejando la maleta en el suelo para ello, pero sin soltar la funda del violín. 

—Sí. Me lo han dicho muchas veces. Es un placer. ¿Tú...por qué lo sabes?

—He visto retratos. Enseño historia en la Academia —respondió la chica antes de que su sonrisa cambiase de objetivo para fijarse en Sun-yun y Melissa—. Encantada, soy Ella —dijo, ofreciendo su mano a una y a otra—. ¿Os vais a quedar en la mansión Herondale? 

Y la chica parecía tener toda la intención de seguir hablando, pero en ese momento una vocecilla aguda la interrumpió.

—Ella... ¿Y Mara? ¿Está en casa?

Los ojos oscuros de la chica se posaron en la cabecita rubia y negó con la cabeza.

—Mara ya ha empezado su entrenamiento como nephilim, Jo. Está en la Academia. Creo que podrás verla por la tarde. 

Tras responder a la niña, su mirada volvió hacia las dos que aún no habían recibido su runa, expectante por respuestas a sus preguntas.

El brujo tan sólo había dedicado una sonrisa exagerada a la mujer de cabellos blancos cuando ella se había dirigido a él como si no estuviese delante, pero cuando ella se giró para marcharse, él chasqueó la lengua con fastidio. 

—Lo que me faltaba... —murmuró para sí mismo, metiendo las manos en los bolsillos y, aparentemente, desentendiéndose de la conversación entre los nephilim. 

Alice dedicó un pequeño gesto con la cabeza hacia Ella, como reconociendo su presencia, y puso los ojos en blanco al escuchar la pregunta de su hermana pequeña. Cuando llegó la respuesta de Ella, miró a Jo frunciendo levemente el ceño, como si estuviera mordiéndose la lengua para no criticarla allí mismo. Sin embargo, se contuvo y alzó un poco la barbilla antes de ponerse en movimiento detrás de la mujer y el hombre que se marchaban. 

—Esperad, voy con vosotros —aseguró con tono firme—. No necesito pasar por casa. 

Tras cruzar el portal y acercarnos así a los que aguardaban me cuadré un poco, aún de forma inconsciente. Escuché las palabras que la temible Herondale dedicaba a las mundanas, pero no llegué a decir nada. En cambio sonreí de medio lado al oír que el brujo estaría bien encerrado y probablemente vigilado.

Uno momento más tarde, cuando Ella se acercó, eché una mirada a Amber y me dispuse a contestar. Pero ver cómo hablaba a Milton, la verdad, me puso un poco malo. Milton esto, Milton lo otro... Empezaba a estar un poquito hasta los cojones del fantástico Milton, así apuntase mal al comer con sus putos palillos chino y se clavase uno en la garganta.

—Hay más demonios que aquí, eso seguro —dije dejando claro que aquello era algo bueno. Luego miré alrededor, terminando de ubicarme, y valorando marcharme de allí. Había poca gente a la que quisiera ver, pero sí algunos a los que quería dejar de ver, como Milton y su séquito compuesto por una persona. Al oír al brujo, sin embargo, genuinamente fastidiado, sí recuperé la sonrisa.

—Pringado —comenté por lo bajo, divertido, antes de dirigirme a Amber.

—¿Qué quieres hacer?

No pensaba que atravesar ese portal sería tan rápido. Me gustó esa sensación fugaz y cuando me encontré en aquella plaza me quedé tan pasmada con el paisaje que tenía ante mis ojos que casi ni me di cuenta de cómo desaparecía el portal detrás del brujo.

Mientras las tres personas que nos recibirían se acercaban mi mirada todavía seguía ensimismada con todo. En Escocia había paisajes increíbles pero este lugar no tenía demasiado que envidiar. Por un momento me entraron ganas de dejar todas las cosas ahí en medio e irme a hacer una excursión. Pero también me llamó la atención el enorme edificio que se imponía ante nosotros —y ante las demás casitas de su alrededor—.

Cuando los que se nos acercaban llegaron los miré como ellos a mí, de uno en uno, pero sin ser demasiado descarada. Esperé en silencio a que ellos empezaran a hablar, imaginando que primero lo harían con Gareth y su familia. Mi mirada se quedó más rato en la chica que llevaba la trenza de lado, como yo, y le dediqué una sonrisa afable al ver que ella también lo hacía.

Luego me concentré en la que pronto descubriría que se trataba de la tía de Gareth. Estuve atenta a sus gestos y palabras hasta que terminó y se fue, sin que ni siquiera nadie tuviera tiempo a decirle nada, ni para descubrir su nombre los que no lo sabíamos.

El hombre que la acompañaba, más silencioso que nada y nadie, también se fue así que poca atención le pude dedicar, aunque me dejó con la curiosidad de saber qué voz escondía.

Observé finalmente a Ella mientras hablaba con Milton y cuando se acercó a Sun-yun y a mí le cogí la mano en respuesta a su saludo.

—Yo soy Melissa. Mucho gusto —me presenté. Luego esperé a que Jo hiciera su intervención. Mi sonrisa volvió ante esa niña adorable y me encogí de hombros ante la pregunta de Ella. No tenía ni idea de dónde nos íbamos a alojar.

Luego vi cómo Alice se iba y miré a los demás para ver qué hacían. A mí lo único que me apetecía en esos momentos era deshacerme de todas mis pertenencias y visitar el lugar, aunque suponía que mi plan no iba a poder ser tan libre como me gustaría.

Odiaba el portal, todos ellos, de verdad que los odiaba. No me gustaba el frío que calaba en mis huesos, ni la ausencia de viaje real, no me gustaba no poder preparar comida, no me gustaba marearme y no me gustaba las malas palabras que colocaba en mi lengua y que con esfuerzo volvía a tragarme.

Era una auténtica mierda.

Pero lo que nos esperaba al otro lado casi, casi, compensaba ese frío punzante. Las casas parecían de cuento como mis rizos, el cielo parecía haber sido pintado buscando la perfección como mi cara, y el canto de los pájaros era el toque final de aquel paisaje para sentirme en una peli Disney de esas que Jo no entendía.

Incliné mi espalda para los tres que nos recibían y luego esperé a que alguien se dirigiera a mí para intervenir con las manos recogidas una sobre otra y sobre mis piernas y la espalda bien recta.

Necesité contener una sonrisa al conocer a mi tía-abuela o bisabuela y entender que había vuelto a casa, la de corea.

Asentí con contundencia cuando mi familiar se dirigió a la cachorrita y a mi. — ¿La verdad de qué?

Después de que mi vieja se fuera y esa chica se acercara, relajé mi espalda, ni de coña iba a ser formal con una welcomemate, total luego acababan muertas...

Saludé con la cabeza a la chica mientras Meri-san le encajaba la mano para librarme de hacerlo yo, a saber qué pacto estaba cerrando con eso.

— Mi nombre todavía es Gi Sun-Yun —me pesenté y si no dije nada más fue por quedarme hipnotizada por la vocecilla de Jo—.

La miré extrañada con la respuesta de Ella ladeando un poco la cabeza como si así mis neuronas fueran a hacer contacto a esa parte del cerebro que estaba acostumbrada a utilizar y hablaba de intuición.

Luego miré a Carstairs buscando en su perfil la información que me faltaba pero no llegué a preguntar.

— No estoy segura de dónde nos alojaremos —respondí a la chica, esperando que papi Herondale se portara pero sin querer autoinvitarme, por educación—.

—Londres es absolutamente genial —respondió Amber cuando encontró hueco entre unos y otros—. No se parece nada a esto y en el Instituto está el taller que usaba Henry Branwell... Es una pasada trabajar entre las mismas paredes que un hombre como él. 

Dejó su ensoñamiento con el pasado cuando llegó la pregunta de Émille y entonces lo miró y se encogió de hombros. 

—Había pensado ir a casa a dejar la maleta y ver a mis padres... ¿Te apuntas? Seguro que a mi madre le gustará verte, está más emocionada con lo de esta tarde que yo casi. 

En cuanto Alice se alejó en pos de su tía-abuela y su acompañante, Gareth y Deirdre empezaron a hablar en voz baja, manteniéndose al margen de la conversación que mantenían los más jóvenes. Finalmente, tras algunos segundos, el hombre se giró hacia el grupo de nephilim y se dirigió a ellos.

—Chicos, ya que Ella se encarga de hacer de guía, nosotros vamos a adelantarnos. Tenemos que dejar en casa algunas cosas y luego hacer un par de visitas. Nos vemos en el Salón de los Acuerdos a las doce menos cuarto. —Miró hacia la pequeña Jo, que parecía haber quedado impactada tras la revelación sobre esa tal Mara, y le hizo un gesto con la cabeza—. Vente, Jo. En cuanto coloques tus cosas en tu cuarto podrás salir si quieres. 

Aguardó un instante por si alguno tenía algo más que añadir, pero todo apuntaba a que el matrimonio y su hija pequeña se marcharían enseguida. 

El chico asintió a las palabras de Gareth y después devolvió su mirada hacia Ella. 

—Ellas dos y yo nos quedaremos en la mansión Herondale, sí —respondió a lo que las chicas no supieron—. Pero si tienes que guiar al... —suspendió sus palabras en el aire un instante antes de corregirse rápidamente— Lamond, podemos esperarte dando un paseo.  —Con esas palabras miró a Sun-yun y Melissa, como queriendo saber qué preferían hacer ellas.

Émille no había tenido todavía ocasión de responder a Amber cuando ella se apresuró a intervenir otra vez. 

—Podemos llevar nosotros a Verbius al Salón, Ella. Nos pilla de camino y a mí me gustaría hablar con él —Miró a Émille significativamente y luego al brujo con una amplia sonrisa—. Si a ti te parece bien, claro.

El brujo resopló entre dientes antes de responder a la sonrisa de Amber con un desdén frío.

—Claro —afirmó con sarcasmo—. Me muero de ganas de charlar amistosamente con los mismos nephilim que me van a dejar encerrado. —Hizo una pausa y llevó sus ojos hacia el edificio grande—. Es irónico que a uno lo encierren precisamente en el lugar donde se firmaron los Acuerdos, ¿no os parece? —Apenas dejó el tiempo de medio pestañeo antes de responderse a sí mismo—. No. Supongo que no.