Partida Rol por web

Al levantarse todos y viendo
que nadie tomaba la bolsa con lo que quedaba, la cogió él mismo y guardó dentro
de sus ropajes (jefe, ya sabes, lo guarda según la costumbre Tzimisce ;) ), a
la vista de todos, más sin decir palabra alguna al respecto.

Por el camino el orondo monje se mostró callado, más de
lo habitual, dando por respuesta, con voz amable, “cuando lleguemos a santuario”
cuando era preguntado. Aún sin necesidad de ser muy obvio, se mostraba atento a
su derredor, atento a sombras que no debieran estar allí o que se movieran a su
son, y ruidos que delataran posibles problemas; estaba claro que era un cazador
y que no gustaba de dejarse cazar en la calle.

Una vez llegados al
reservado ofrecido por la gentileza del nosferatu, se mostró de nuevo abierto a
responder cuantas preguntas surgieran de cualquiera de ellos y aportar su granito
de arena a la tarea que se les presentaba en el futuro inmediato.

- Muchas gracias por su hospitalidad, Don Fernando. – tras lo que
hizo una breve pausa antes de entrar en materia – Como bien han apuntado ustedes, lo primero será hacernos con
información sobre este humano. Una vez la tengamos, estaremos en mejores
condiciones de presentar un plan para sacarle la información. Inicialmente,
apostaría por tratar de sonsacarle sin recurrir a métodos extremos… mas, si no
hay más opción, creo que podría ser de bastante utilidad, llegado el caso -
sonriendo lobunamente.

En ese caso, si os parece bien, podemos tomar las palabras de Andrei como muestra de la proverbial cortesía y respeto a la hospitalidad de los Tzimisce :) 

Precedidos por el monje finalmente todos salimos de aquella misteriosa sala de reuniones y tortuosos pasadizos al frío de la madrugada. Era bien avanzada la noche por lo que apenas nos cruzamos con nadie mientras, atentos a nuestro entorno y en silencio, nos dirigíamos hacia la zona del puerto, único lugar donde a esas horas podríamos encontrar un sitio relativamente aislado y concurrido donde hablar. Fernando Cabrera se ofreció a guiarnos hacia una taberna que conocía y sin encontrar ninguna razón para negarme incliné la cabeza, en muda señal de asentimiento. La amplia capa de terciopelo negro cubría toda mi figura y mi rostro estaba cuidadosamente cubierto por el embozo, pues no tenía ningún deseo de ser reconocida. Finalmente entramos en nuestro lugar de destino, cuya vida y humanidad me asaltó de forma violenta, y solo cuando nos hayamos solos y en privado finalmente dejé al descubierto mi rostro, carente de cualquier expresión.

Con las manos enguantadas cruzadas ante mí y en actitud respetuosa esperé a que todos se hubieran sentado a la mesa y acomodado antes de hablar. Consciente de mi prestigio y la situación de mi clan me era dado hablar en primer lugar.

- Bien, señores, me gustaría comenzar dando las gracias a maese Cabrera por su predisposición a sugerir un sitio para esta reunión- incliné graciosamente la cabeza en dirección a éste y luego miré al resto, una sonrisa fría y desapasionada curvando mis labios. Aún así, sabía que mi presencia pronto empezaría a obrar en todos, haciendo que escuchasen mis palabras con atención- Sin duda es muy apropiado, aunque sugiero que en el futuro cambiemos de lugar con frecuencia y guardemos la mayor de las discreciones acerca de nuestras citas. Sea esta misión encargo directo del Príncipe o una encomienda del alguacil, no me cabe la menor duda de que no transcurrirán muchas horas antes de que todos nuestros pasos estén siendo controlados en la medida de lo posible. Doy por sentado que todos sabemos cómo hacerlo- apunté señalando lo obvio. Me quedé en silencio unos minutos valorando mis siguientes palabras. Pudo parecer un tiempo muy largo, pues a menudo me sumía en profundas cavilaciones ajena a todo. Finalmente, retornando a la realidad continué- Y ahora, centrándonos en lo que nos ocupa y señalando lo obvio, solo tenemos una pista: la posesión de ese emblema por el aprendiz del carpintero Ripoll. Evidentemente, nuestros primeros pasos, como han señalado acertadamente, tienen que ser encaminados hacia averiguar información sobre ese hombre pero me gustaría señalar que quizás él mismo no sepa nada al respecto. Es decir, es más importante aún averiguar la identidad de dicho aprendiz, donde vivía, cuales eran sus allegados más cercanos, sus costumbres, amigos...cosas así vamos. Puede que el propio maestro carpintero no tenga ni idea de con quién se relacionaba su hombre- echa mi exposición los miré.- ¿alguno tiene algo más que comentar al respecto?

El cruzado mantenía en todo momento su aire preocupado y taciturno. Echaba fugaces vistazos a su alrededor, y parecía estar más concentrado en su entorno que en las palabras de sus compañeros. Cuando finalmente llegaron a la mesa, procuró ubicarse de modo que pudiera descansar su espalda contra una de las paredes del establecimiento, protegiendo su retaguardia de cualquier amenaza. Sus ojos se paseaban por la concurrida taberna, deteniéndose aquí y allá para estudiar las reacciones de la población nativa.

Finalmente, habló con su voz grave y ceremoniosa, aunque sin dejar de vigilar sus alrededores.

- Comparto vuestras apreciaciones, noble dama. No creo que debamos conformarnos con lo que pueda decirnos ese carpintero. Cualquier información puede sernos de utilidad, incluso aquella que provenga de vías que no estén relacionadas con el asunto. Quizás haya otros que sepan también de los movimientos de este grupo.

- Por otro lado, tampoco creo que sea prudente bajar la guardia. No sería extraño que la propia casa de ese carpintero fuera el nido de víboras que estamos buscando. Si esto es así, haríamos bien en tomar nuestros recaudos.

Aymar se demoró algunos segundos, permitiendo que los demás incorporaran aquellas palabras a sus juicios. Luego, continuó con sus comentarios, aunque el tono que utilizó pareció ser algo más discreto, como si buscara cierta intimidad entre los presentes.

- También haríamos bien en averiguar que es lo que se esconde en las viejas historias, que puede poner nervioso a un Príncipe. Quizás sea una tarea más acorde a vuestra profesión. – dijo mientras hacía una sencilla reverencia a la única dama de la mesa. – En todo caso, yo mismo podría ayudaros en ella. Las respuestas que encontremos en los viejos volúmenes pueden ser tanto o más importantes que las que escuchemos de los labios de ese carpintero.

Al levantarse todos y viendo
que nadie tomaba la bolsa con lo que quedaba, la cogió él mismo y guardó dentro
de sus ropajes (jefe, ya sabes, lo guarda según la costumbre Tzimisce ;) ), a la
vista de todos, más sin decir palabra alguna al respecto.

Por el camino el orondo
monje se mostró callado, más de lo habitual, dando por respuesta, con voz
amable, “cuando lleguemos a santuario” cuando era preguntado. Aún sin necesidad
de ser muy obvio, se mostraba atento a su derredor, atento a sombras que no
debieran estar allí o que se movieran a su son, y ruidos que delataran posibles
problemas; estaba claro que era un cazador y que no gustaba de dejarse cazar en
la calle.

Una vez llegados al reservado
ofrecido por la gentileza del nosferatu, se mostró de nuevo abierto a responder
cuantas preguntas surgieran de cualquiera de ellos y aportar su granito de
arena a la tarea que se les presentaba en el futuro inmediato.

Tras esperar educadamente y
con paciencia las intervenciones de Aspasia y Aymar, Andrei tomó la palabra.

- Muchas gracias por su hospitalidad, Don Fernando. – tras lo que
hizo una breve pausa antes de entrar en materia mirando a Aspasia – Me parece acertada su propuesta, Doña Aspasia.
Si me permiten, me gustaría sugerir sus propios refugios, si tienen a bien
ofrecernos su hospitalidad, pues en ellos ustedes serán más capaces de
garantizar nuestra seguridad y anonimato que en una taberna pública.
Lamentablemente, carezco de refugio permanente en la ciudad, dado que no resido
en ella de manera fija. – mirando uno a uno conforme habla, para hacer
participes de sus palabras a todos por igual – Coincido con usted en la posibilidad de que el hombre no sepa nada de
las relaciones de su aprendiz, mas seguro conocerá donde reside, aunque es
costumbre que los aprendices duerman en los mismos talleres, pues trabajan por
el techo y la comida que reciben.  En cualquier
caso, él mismo sabrá indicarnos si preguntamos con tiento. – continua mirando
a todos conforme va hablando, unas veces a Fernando, otras a Aspasia y otras a
Aymar – Me gustaría proponer acudir
mañana al anochecer a visitarle, una vez que ustedes tengan más información
sobre él, y podamos interrogarle, incluso mostrar la moneda y evaluar su
reacción. Si está involucrado, quizás se ponga nervioso y poco después de
marcharnos, acuda a sus compinches para ponerlos sobre alerta; en este punto,
creo que podemos contar con las habilidades de nuestro compañero – mirando
al Nosferatu – Don Fernando, si él
accede a tal labor. – guarda unos instantes de silencio antes de abordar las
cuestiones planteadas por Aymar – Respecto a investigar el pasado para
descubrir porque turba de tal manera al Príncipe, considero que puede esperar a
que el trabajo este terminado. En estos momentos nos sería de poca utilidad,
aunque puede que en el futuro sea de forma diferente. – se encoje levemente
de hombros – Es sabido que nuestro amado
Príncipe llegó a estas tierras con las barcas romanas, así como las guerras que
enfrentaron a estos con Cartago. Es probable que se trate de alguna rencilla
antigua con otro de los nuestros. – se vuelve a encoger de hombros – En cualquier caso, si necesitan releer
libros, quedo a su entera disposición para ayudar en tal tarea.

Tras lo que aguarda a la
intervención de Fernando y de nuevo de los demás, manteniendo ese aire de calma
y paciencia, parecido al de Aspasia, aunque en absoluto equiparable.