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Et in Barcino Ego Origins

Preludio : La llegada del Dragón

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25/06/2010, 22:56
Constanza de Montcada

 

Constanza miró de reojo al Tzimisce esperando que respondiera algo, si es que lo iba a hacer, y cuando al final habló inclinó la cabeza.
 
-Lo mismo os deseo, mi buen Padre repuso todavía sonriendo la dama mas no pongais ni en mi boca, ni en mi corazón,  palabras o sentimientos que ni he dicho, ni expresado, ni sentido...
 
Se alejó a continuación de allí y empezó a cruzar el salón. A medio camino detuvo a un criado, humano, que caminaba en dirección contraria a la suya y le dio algún tipo de orden, antes de acercarse al trono, hacer una reverencia y decir algo en voz baja.
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25/06/2010, 22:57
Constanza de Montcada
Sólo para el director

 

Constanza se alejó del Dragón, todavía sonriendo y todavía intentando decidir si se encontraba estupefacta, furiosa o simplemente divertida. Díos mío, Díos mío... ¿Así que aquello era el regalo que les mandaban desde la Corte de Bizantyum? No era de extrañar que Roldán anduviese tan inquieto desde semanas atrás, entre aquellos monjes o lo que fueran y la llegada de Leonor.
 
-Ten mi capa dispuesta para cuando salga de aquí dijo en voz baja, pero bien firme, a un criado con el que se cruzó en su camino hacia el fondo del salón, donde se encontraba el sitial del trono y el propio Príncipe sentado en él, y al que detuvo un instante. Luego continuó caminando.
 
¿Por qué querían instalarse todos aquellos cainitas en tierras catalanas y aragonesas? Como si los Ventrue tuvieran poco en aquellas lejanas tierras del este de Europa luchando contra todos los paganos que habitaban allí y... Aunque estos decían ser cristianos. Pero ¿lo eran en verdad?. ¿Y por qué habían marchado todos y dejado allí a aquel llamado Andrei?. ¿Chiquillo de Marcus?. Su aya solía decirle un dicho popular, “Mentiroso una vez, mentiroso para siempre”.
 
Pasó de largo junto al grupo de cainitas que rodeaban a Leonor pero ni siquiera les miró, siguió caminando hasta llegar al pié del trono e hizo una profunda y grácil reverencia cortesana al Señor de Barcelona.
 
-Una encantadora ceremonia y una preciosa fiesta, Alteza entonó dulcemente la de Montcada que a buen seguro será digna de recordar, pero debo partir, con vuestra venia, si la tengo.
 
Volvió a hacer una nueva reverencia y esperó el permiso de rigor para salir de allí.
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28/06/2010, 18:43
Leonor de Aquitania

Tranquilo cruzas la sala hasta llegar a la Toreador, su sonrisa radiante te da de nuevo la bienvenida  -gracias buen padre sois muy amable, más no debéis de animarme tanto no sea que caiga en el pecado de la soberbia- su mirada se pierde por encima tuya - veo que no habéis hecho caso de mi consejo- susurra  desplegando su abanico -para unos ojos atentos y una mente despierta no hay nada oculto- pausa -y aquí os encontrareis mucho de lo uno y lo otro, como ese hombre que nos observa desde la esquina- dice haciendo alusión al nosfertatu - incluso el propio príncipe que parece distraído y poco participe- sonríe retirando su abanico.

-Tal vez algún día podáis devolverme el favor cantado para mi- dice en voz alta -tal vez así encuentre de nuevo la gracia de Dios- su cabeza gira buscando algo - no veo a vuestros hermanos, ¿se han ido?, una lástima- dice con cara compungida , su abanico vuelve a desplegarse -tal vez, debáis de hacer lo mismo- susurra confidente - tenéis mucho trabajo por delante en vuestras nuevas tierras, os deseo la mejor de las suertes la necesitareis-

Su abanico oscila de izquierda a derecha, levantando una leve ráfaga de viento, meciendo su cabello al ritmo del aleteo - por Dios padre, que cosas dice ... - dice con una sonrisa -no puedo competir con vuestros argumentos, me temo que su retorica supera la miá-.

El hombre de cabellos castaños se acerca hasta vosotros - mi nombre es Filippe di Firenze, un honor conocerle- dice con un sugerente acento italiano - me temo que el padre ya se marchaba Filippe, tendrás que hablar con él en otra ocasión ... buenas noches padre-.

 

Notas de juego

Hace más o menos 15 o 20 minutos que Marcus se ha marchado.

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28/06/2010, 21:45
Cneo Escipión

El criado asiente a tus ordenes, al girar sobre tus talones observas que el monje no pierde el tiempo, sus pasos se encaminan hacia la cainita que está en boca de todos, desde su trono el principe no pierde detalle a su siniestra está Aitor, como un ave de rapiña observa cuanto acontece bajo el dominio de su señor.

En la esquina continua Salomon, como siempre atento a cuanto acontece, casi con toda seguridad tendrá algún chismorreo que contar de esta noche, solo para oidos receptivos dispuestos a pagar por ello ... claro está.

Leonor ríe, mientras se abanica, el honorable D´Aguilar conversa con Cesc, mientras el artista observa con una sonrisa a su compañera y al monje, al pasar a su lado te saluda con una inclinación de su cabeza.

Aitor te observa sin decir palabra, el príncipe permanece quieto en su elevado trono, observando... siempre observando sin decir palabra alguna resuelta ciertamente inquietante.

A tus palabras baja la vista, reparando en ti, parece como si en primera instancia no te hubiese dado la más mínima importancia, como un espectador que fija su vista en un tapiz sin reparar en la minúscula pieza que se aleja del conjunto....

Su voz suena ronca y quebrada, la voz de alguien que no acostumbra a hablar demasiado, apenas un murmullo escapa de sus labios, sabes que de desearlo podría alzar la voz, minutos antes lo ha hecho... sin embargo parece ser un ser que disfruta del silencio, o simplemente no quiere unir su voz a la del resto de su corte.

Su murmullo te obliga a afinar el oído y acercarte un poco más bajo la atenta y taimada sonrisa del alguacil - ... Roldán no piensa lo mismo... no te molestes en mentir pequeña... conozco tus mentiras... todas tus mentiras- susurra levemente, tienes la impresión de que nadie salvo tu ha escuchado las palabras del príncipe, tal vez Aitor, pero si lo ha hecho no da muestras de ello.

Los ojos del príncipe vuelven a mirar a la ¿sala?, tal vez sí, aunque no podrías apostar por ello parecen perdidos en el infinito, contemplando otro espacio, otro lugar, alejado del tiempo... tal vez un lugar que solo existe en su cabeza, ¿quién sabe lo que puede cruzar por la cabeza de un ser tan antiguo? ... solo Dios lo sabe... solo Dios.

Con cierta apatía levanta su brazo, estirándolo levemente hace una seña con su mano dispensándote de su presencia, no dice nada, no hay sonrisas, nada más que un simple gesto.

Pobre príncipe en su palacio de cristal, ¿estará cansado de ver la misma función una y otra vez?, o simplemente es incapaz de ver los pequeños sucesos, echará de menos épocas pasadas... pobre príncipe en su palacio de cristal, donde las sombras se alargan más son efímeras... y el... inmortal.

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29/06/2010, 01:07
Constanza de Montcada
Sólo para el director

 

Su Alteza no parecía haberse percatado de su presencia pues su respuesta tardaba en llegar. Y mientras tanto, Constanza se impacientaba por las miradas de unos, y se inquietaba por las de otros. Se preguntaba de que estarían hablando Leonor y aquel... monje, cuya calidad como clérigo debía ser tan falsa como la línea de sangre que había relatado. Se preguntaba de que estarían hablando D’Aguilar y Cesc... a este último, por regla general, solo le interesaba hablar de un tema, o de cualquier tema siempre y cuando resultara beneficioso para su negocio. 

Se preguntaba porqué Aitor la miraba de aquella manera, Dios mío, ¿pero es que también le había hecho algo?. Y por último y tras mirar de reojo a Salomón se preguntó que habría sacado de aquella noche. Si, tal vez tendría que tener una pequeña charla con él, al Nosferatu le gustaban tanto los negocios como a Cesc. Y respecto a este último... tampoco estaría de más, porque lo cierto era que tenía pendiente comprarle un par de esclavos nuevos y mandarlos al norte, aunque ¡era tan difícil encontrarlos buenos y que además supieran de asuntos de ganadería!.

Al final Cneo reparó en ella, y la de Montcada no sabría decir si hubiera sido mejor que no lo hubiera hecho, dada la mirada que le dirigió. Cuando le habló lo hizo en un tono de voz tan quedo que Constanza no tuvo más remedio que acercarse un poco más al trono, sintiéndose cada vez más incómoda. Y luego el Príncipe de Barcelona habló.

Constanza había aprendido a sonrojarse a voluntad, aquello era un truco que entre los humanos le venía muy bien utilizar. Pero ahora, tras escuchar al Escipión, no le cupo ninguna duda de que, de estar viva, habría enrojecido hasta lo más profundo de su ser... o habría palidecido hasta tal extremo que la habrían dado por muerta o, como poco, a punto de perder el sentido. 

Lo que su Sire opinaba sobre aquella fiesta... bueno, podía tener una ligera idea sobre aquello. Mas las siguientes palabras del Príncipe la dejaron totalmente anonadada. ¿Qué podía responder a aquello?. ¿Qué decir, o que no decir?. ¿Debía dar la callada por respuesta?. ¿Cómo era la máxima latina?. Algo así como “explicación no pedida, acusación manifiesta”. Si bien dudaba de que aquel Vástago conociera, como afirmaba, todas sus mentiras.

-Mi Señor... respondió haciendo una reverencia y hablando en susurros La etiqueta y la prudencia ponen esas palabras en mis labios mas, aunque no fuera de ese modo, ¿Quién es libre para expresar en voz alta lo que piensa o lo que siente? Pues ni siquiera Cneo lo era. Pasad una buena noche. 

Una nueva reverencia fue ofrecida y Constanza dio la vuelta, cruzó el salón de parte a parte y lo abandonó. Ya al otro lado de las puertas el criado le puso la capa sobre los hombros y de tal guisa, sin molestarse siquiera en cerrar el broche alrededor de su cuello, la dama salió al exterior, donde le esperaba Ponç. 

-Nos vamos a casa le dijo con la mirada algo perdida. El caballero no perdió el tiempo y acercó los caballos, que no se hallaban a más de unos pocos metros de ellos. Algo le pasaba a su ama, a la dueña de su corazón, como empezaba a ser costumbre en aquellas noches.

 

Solo les llevó unos pocos minutos llegar al Palau Montcada y Constanza ni siquiera esperó a que algún criado sujetase las riendas y la ayudase a desmontar. Simplemente se deslizó hasta el suelo y sin volver la vista atrás subió las escaleras que conducían a la planta noble y privada del palau. Antes de llegar ya le había comunicado a Ponç que deseaba estar sola y se encerraría en su cámara, pero que antes del amanecer tendría dispuestas y le entregaría un par de cartas para que las hiciera llegar a sus destinatarios por los conductos habituales.

Dicho y hecho, la dama se encerró en sus estancias, se desprendió de sus ropas de corte y se sentó al escritorio. Escribir las cartas no le resultó demasiado fácil y le llevó su tiempo, pues quería utilizar las palabras adecuadas, sobre todo con su Sire, teniendo en cuenta... como estaban las cosas. Consiguió al final, tras varios intentos, escribir un relato bastante fidedigno de cómo se había desarrollado su conversación con los Tzimisce... o su presentación a ellos y la extraña conducta de que se hacía llamar Andrei, chiquillo de Marcus, poniéndole al corriente de sus sospechas respecto a esta relación.

La carta para Wilhelm fue mucho más sencilla de redactar, ninguno de los dos solía darle demasiadas vueltas al torno a la hora de contarse según que cosas. Aún no había tenido respuesta de su anterior carta, lo que no era de extrañar dada la lejanía que les separaba, pero le confirmaba la llegada de los Dragones a la Corte de Barcelona, dirigidos por un tal Marcus, cuyo linaje le explicaba. Decían ser monjes, explicaba Constanza, pero no era algo por lo que ella apostaría su alma. ¿Había oído él hablar de este Marcus, de su Sire o de su Progenie?.

Listas las cartas las lacró con su sello, buscó a Ponç, que no se encontraba demasiado lejos de las habitaciones de su ama, y se las entregó en mano para que dispusiera de ellas. Ya cercana la hora del amanecer, Constanza se encaminó a su dormitorio y se metió en el lecho. Mañana sería otra noche.  

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01/07/2010, 07:54
Andrei Obertus

- Por supuesto, estaré encantado de cantar para vos, mas necesitaré algunas lecciones antes… Quizás vuesa merced, tenga la gracia de practicar la caridad cristiana y ser la instructora de esta garganta iletrada... – sonriendo y contestando en voz baja, justo antes de la llegada de Filippe, a quien se gira para saludar – Me temo que nuestra bella señora de Aquitania, se haya en lo cierto; he de aligerar mi paso para alcanzar el de mis hermanos, mas estoy seguro de que tendremos noches en las que poder charlar amenamente, mi señor di Firenze. – inclinó levemente la cabeza a ambos – El humilde Padre Andrei, queda a la disposición de vuesas mercedes. – alza la mirada – Pasen buenas noches y que Él los guíe.

 

Tras la despedida se acerca al príncipe para solicitar la venía de marcharse y encaminarse directamente al tugurio donde han dormido.