Partida Rol por web

El monje vuelve con el resto del grupo, por su cara se diría que no está nada contento con la situación. El sobrenatural pillo se esfuma, volviendo al origen del plan.

Entonces en lo que parece un látido de corazón aparece una figura en medio de la calle, un anciano vestido a la antigua manera, sus ojos perdidos en el infinito, su dedo indice os señala.

Lo reconoceis, lo habeis visto en vuestros sueños, sueños febriles que turbaron vuestro descanso, todos ellos contenian una advertencia, una amenaza velada.

De sus labios salen susurros cada vez más audibles. una letanía de palabras sin sentido.

El padre de todo lo que es malvado
sus labios tienen un poderoso veneno
malvado y tentador sabe como complacer
los rugidos del sacerdote, Ponte de rodillas!

El rito que honra al creador
besa los huesos del hechicero
un aullido lo obligó a rendirse en la pelea
la pelea

Una mirada a sus ojos
miedo salvaje en ti ascenderá
diente de terror hundiendose
en lo más profundo de tu alma

Tus deseos de carne
hace mucho olvidados
te esclavizaran
otro latido de corazón además del mío
el sonido de los zarpazos en un adoquín
estoy petrificado

Cuidado con lo que te acecha en la oscuridad
cuidado con los siervos de la bestia
sus labios dicen solo mentiras

La bestia espera su momento
La bestia se revuelve en su sueño
Alguién la llama por su nombre
Buscad allí donde una vez estuvo el dios clavado
seguid los pasos del aprendiz de carpintero
Cuidado en el falso altar

Ciertamente
el rostro del monje, medio oculto bajo su capucha, dejaba entrever que su humor
no andaba muy fino. El mero hecho de estar yendo a su encuentro, ya era un
aviso al templario de que algo andaba mal, pues había acordado esperarlo en la
casa del carpintero mientras avanzaba en su pesquisas.

Extrañamente,
llevaba sus manos dentro de la manga del brazo opuesto, cruzadas a la altura de
su barriga.

Antes de
que pudiera indicar a Fernando que iba mal y hablar para desarrollar un nuevo
plan, el Nosferatu ya había desaparecido. Bueno, no importaba, aunque no
pudieran verlo andaría cerca y se haría visible cuando le explicara a los demás
que acontecía.

Cuando
apareció aquella figura, se entendió rápidamente el porque, pues al bajarlas a
una posición defensiva, se podían ver aún sus garras.

Se giró
inmediatamente para encarar la nueva amenaza que surgía de la nada. Su instinto
reaccionó antes que su pensamiento, y ya estaba preparado para lanzarse contra él
cuando comenzarón sus palabras.

Cita:

Las
palabras y el tono de mando hicieron que el monje se parará a penas había dado
el primer paso. Algo en ese tono había incidido sobre su Bestia, parándola.

Cita:

Las
palabras volvieron a su memoria. Unas palabras apenas escuchadas, más sentidas,
en las calles de la ciudad años atrás.

Había
escuchado suficiente para pensar dos veces en la conveniencia de atacar algo, o
alguien, que no sabía que era y que de momento tan sólo quería hablar en jeroglíficos.

Su posición
pasó a ser de nuevo de alerta, pero no amenazante, sus manos volvieron a
esconderse entre las mangas con los brazos cruzados sobre su barriga.

Su
respiración ahora era audible por debajo de las palabras; más que una respiración,
parecía olfatear el aire.

Cita:

Algo nuevo
y algo antiguo. ¿Cuáles eran los pasos del aprendiz? Eso era lo que necesitaban
saber.

Miró a
aquel extraño ser con una mirada larga antes de efectuar su única pregunta.

- ¿Quién sois?

Era
probable que no obtuviera respuesta, pero ¿qué otra cosa podía hacer? 

El cruzado no pudo evitar que sus viejos instintos actuaran, y su mano se posó nerviosamente sobre el pomo de su espada antes de que pudiera controlarla. Afortunadamente, décadas de serena contemplación y esforzada disciplina le habían otorgado un respetable dominio sobre sus instintos.

Sus ojos escrutaron la negrura de la noche, deteniéndose un largo rato en el extraño. Los destellos que despedían sus pupilas reflejaban la ansiedad que carcomía al cainita. Aquel parecía ser un momento largamente anhelado…incluso quizás temido.

Demostrando un aplomo que en verdad no sentía, Aymar se adelantó algunos pasos, cubriendo con su imponente anatomía a su camarada de Clan, como si pretendiera protegerla con su propio cuerpo.

Cuando finalmente habló, su voz sonó grave pero serena, incluso cortés. En aquel tono de indudable respeto podía adivinarse también  un ligero tinte de intriga. Su mano había abandonado ya el pomo de la espada.

- Si. Decid quien sois, extraño… y por qué nos habéis llamado.

El anciano clavó su mirada en el cruzado, su mirada antes perdida en el infinito ... sus ojos dos pozos oscuros de sabiduría, surcados por un sin fin de arrugas. El peso de los años, centurias tal vez incluso milenios cae sobre los seres intemporales reunidos bajo el oscuro manto de la noche, los hijos de Caín, herederos de la noche por siempre velados de la luz del sol.

Un cambió sobreviene al anciano, su letanía de palabras se interrumpe, incluso su voz cambia, confuso os mira como si no tuviese del todo claro que demonios hace allí, ni mucho menos hablar del como ha llegado.

-¿Quién soy? ... - susurra negando con la cabeza en respuesta a la pregunta de Aymar -tan solo un olvidado- musita confuso -antaño los hombres venian a mí en busca de consejo, oraculo me llamaban ahora solo observo y espero ... he olvidado más de lo que muchos recuerdan y no consigo recordar a quién o que espero solo sé que debo esperar- sonríe timidamente.

De pronto sin previo aviso comienza a aullar de dolor echandose las manos a la cabeza - adalides ... adalides del destino ... agggg, él lo sabe ... el tiempo se acaba ... mi tiempo- gime entre aullidos y convulsiones de dolor con una voz ultraterrena.

De pronto tal como apareció desaparece, dejando más interrongates y preguntas a medio formular.

¡Seres ultraterrenales, oraculos!, me parece que somos muy conocidos en esta región - pensó con una nota melancolica Fernando, pues el nosferatu se mueve mas comodo en la clandestinidad, - a estas alturas toda la ciudad debe saber de nuestros planes- Se dijo a si mismo.

Curiosamente, la pronta desaparición del autoproclamado oráculo no lo cogió de sorpresa, instintivamente se puso más alerta si cabe y esperó vigilante el siguiente movimiento, ya fuera de amigo o enemigo.

Aspasia sonrió levemente ante el comentario del cruzado e iba a añadir algo respecto a su frustrada persecución pero la oportuna pregunta del goliardo le hizo desviar su atención de Aymar. Volviendose ligeramente con un frufrú de sus ropas miró sin ver la esquina por donde se iba a la casa del carpintero y por donde al poco se oyó la voz foribunda del monje.

-          -He hicisteis bien…maese Cabrera y yo hemos intentado dilucidar el por qué de este ataque…pero finalmente hemos concluido que es un tema que es mejor tratar en un sitio más privado…- comentó la mujer echando a andar junto al cruzado cuando éste comentó sus planes. Situándose detrás de todos, su criado les siguió el gesto alerta, la mano en la empuñadura de la espada- Respecto a su naturaleza, sin duda humano no era…criatura del averno quizás…- la erudita se sumió en sus cavilaciones durante largos segundos, sin duda sopesando sus conocimientos al respecto. Muchas cosas están acaeciendo esta noche sobre las cuales necesito meditar tranquilamente…su rostro se frunció levemente ante la imposibilidad de hacerlo, pero solo alguien que la hubiera esta observando lo habría percibido. Continuó hablando, en tono neutro, frio- Un ser que llevaba una máscara de pellejo y huesos…así lo ha definido nuestro amigo el goliardo- explicó encogiéndose ligeramente de hombros.

Cuando llegaron a las cercanías  del taller, Aspasia inclinó la cabeza levemente en dirección al cruzado y el monje y se dispuso a retornar a su posición de vigilancia mientras el goliardo se esfumaba según su costumbre. No consideraba que les volvieran a atacar pero la prudencia siempre era el lema de toda persona sabia. Sin embargo, no dio más de dos pasos pues la figura de un anciano apareció en mitad de la calle surgida de la nada. Completamente fascinada, la mujer alargó la mano, pidiendo prudencia a su criado, y escucho atentamente las palabras del hombre, memorizándolas al instante. No hizo ningún gesto de defensa, a pesar de que el propio Aymar se colocó delante de ella como protegiéndola. No temía por su vida, pues sabía que aquel ser solo traía consigo una advertencia, ecos del pasado, del futuro, de un sino incierto. En un momento dado incluso dio un paso adelante, instintivamente, para acercarse al hombre cuando éste se convulsionó sobre el suelo, ansiosa por saber más, pero antes de que pudiera acercarse éste se desvaneció. Solo entonces se dio cuenta Aspasia de lo cerca que estaba del cruzado, de lo extraño de la situación y de la certeza que había en su interior de que no estaban solos después de todo en su búsqueda. Retrocediendo ligeramente carraspeó y sin poder evitarlo comentó en voz baja.

-        -  Pardiez que necesito retirarme a un sitio tranquilo para metidar sobre esas palabras…

Los deformes cuerpos comienzan a evaporarse, dejando como recuerdo un ligero olor a azufre y huevos podridos. El viento vuelve a soplar, esta vez sin susurros ni palabras pronunciadas en una lengua desconocida.

Allí en mitad de la calle, con la luna y las estrellas como testigos permaneceis. La puerta del carpintero cerrada a cal y canto, no muy lejos escuchais el ruido del paso de gente ataviada con armadura y el caracteristico ruido del entrechocar del cinto contra la armadura, lo más seguro es que sean guardias de patrulla.

La noche está velada a los mortales, al menos a los temerosos de dios. En las esquinas se venden las prostitutas, en oscuros callejones aguardan los matones y cortagargantas, en las calles desiertas deambulan los traidores en busca del secreto, a todos ellos vigila y arresta la guardia, al menos a aquellos lo suficientemente estupidos ... .

Antes de que el
anciano desapareciera, una sonrisa se dibujó en el rostro de Andrei, como si
acabara de entender un chiste. Su desaparición tan poco le pilló por sorpresa,
aunque sí que le dejaba muchos interrogantes.

- Eran espíritus corruptos, siervos de
demonios – aseveró el monje justo antes de mirar a un lado y a otro, poco
antes de que los demás llegaran oír los pasos de la guardia – Movámonos, la guardia se acerca. Nos sería
complicado explicar nuestra presencia en las calles. Don Fernando, si desea
guiarnos a una de esos lugares seguros que usted conoce, estaré encantado de
seguirle y advertir si fuéramos a cruzarnos con alguna patrulla. –
esperando a que el grupo se ponga en marcha – Además, debemos hablar sobre el carpintero. Hay contratiempos. 

El nosferatu se mostró ante sus compañeros como si siempre hubiera estado allí. -Estoy con vos- Dijó dirigiendose a maese Andrei, intentando fallidamente que su voz sonase segura. - Debemos marcharnos, ¿si quieren seguidme vuesas mercedes?- comento a sus compañeros esperando que todos lo siguieran a un lugar seguro. En su rostro se refleja un atisbo de alegría por abandonar estas calles malditas.

El cruzado no había movido un músculo desde la desaparición del extraño anciano. No es que se encontrara paralizado por la sorpresa, ni mucho menos por el temor. Pero lo cierto era que simplemente se había quedado allí parado, de pie en medio de la silenciosa callejuela.

Sus ojos atisbaban la negrura, allí donde el particular personaje había tomado forma por unos instantes, como si pretendiera atravesar las tinieblas con su mirada. Sus párpados entrecerrados y la tensión que podía adivinarse en sus mandíbulas daban cuenta de las profundas cavilaciones que lo acosaban. Su rostro era la viva imagen de la confusión. Quizás también de la frustración.

Cuando sus compañeros comenzaron a abandonar la escena Aymar se encaminó tras sus pasos, echando aún cada tanto algún furtivo vistazo sobre sus hombros.

Abandonais la fatidica calle, algunos con cierta reticencia, otros con alivio. Gracias al fino oido de Andrei y al conocimiento de la ciudad de Fernando, evitais las patrullas y las consecuentes explicaciones a dar.

Tras la tormenta llega la calma, sin embargo, algo os dice que el ovillo es mucho más grande de lo que parece y vosotros estais en el ojo del huracan.

En alguna
ocasión, el orondo monje había indicado con Fernando que debían girar en otro
sentido, siempre mediante gestos, ya que se mantuvo callado en todo el
trayecto. Su silencio era acorde al propio de sus pies, pues apenas hacía ruido
al moverse; su agilidad y gracia al desplazarse, eran extraños en alguien de su
corpulencia, pero seguramente para sus compañeros, esto no fuera nada
sorprendente, pues ya habían sido testigos de su destreza en la lucha.

Al fin, de
nuevo en lugar seguro, parece adoptar una actitud más relajada, evidenciada por
sus manos que volvían a ser normales. Miró a sus tres compañeros, antes de
comenzar a hablar.

- Si vuesas mercedes me lo permiten, me
gustaría informarles, antes de comenzar nuestra plática, de que tenemos
incidencias inesperadas en nuestro asunto con el carpintero. Por el motivo que
sea, ya no confía en nos, por lo que se niega a abrir su puerta, amén de haber
amenazado con que mañana a primera hora acudirá a la catedral a preguntar por mí;
sobra decir, que allí no soy conocido, con los consecuentes problemas que ello
podría traernos. – tras lo que vuelve a quedar en silencio, a la espera de
que Aspasia y Aymar tomen el turno de palabra.  

 El sitio parecía seguro, pero no estaba mal hacer algunas comprobaciones, - por seguridad - Se dijo a si mismo mientras registraba el lugar y sus exteriores. Una vez terminado, allí estaban sus compañeros, parecían estar todos en buenas condiciones. El monje fue el primero en hablar, obviamente el protocolo no iba con él, - eso me gusta, un golpe para los que se creen superior - pensé, sin atreverme a exteriorizar dicha emoción. Allí estaban Aspasia y Aymar, quietos como estatuas solemnes, ninguno dijo nada. Decidí romper ese silencio. - Alguien, obviamente nos ha tendido una trampa, seguramente han amenazado al carpintero, pero lo que me preocupa es a la amenaza a la que nos enfrentamos, convocaciones, seres de ultratumba, y para colmo, parecen partir con ligera ventaja - Observé el comportamiento de mis compañeros y esperaba su respuesta.

Bien seguiremos la escena donde lo dejamos. El último en postear ha sido Fer, faltais los demás.

Recapitulemos :

Habeis echo una visita al taller donde trabajaba el aprendiz, Aymar y Andrei estaban teniendo una charla con el maestro y dueño del taller, cuando han suguido unos "demonios" en plena calle. Algo o alguién los ha llamado, mientras Andrei, Aymar y el criado de Aspasia daban buena cuenta de ellos, Aspasia y Fernando se lanzarón en persecusión del principal sospechoso, quién les dio esquiva tras un callejón.

Un anciano apareció en medio de la calle surguiendo de la nada, de sus labios salieron palabras inconexas, el rostro del anciano os es familiar, lo habeis visto antes, en sueños, un recuerdo vago pero impreso en vuestro subconciente.

En estos momentos estais reunidos en lugar seguro.

Durante todo el trayecto hasta el temporal refugio propuesto por el nosferatu, Aspasia había permanecido en silencio, el rostro oculto por el embozo de la capa, los ojos perdidos en profundas reflexiones. Ahora, se hallaba como todos sentada ante la pulida y vieja mesa que constituía el único mobiliario de la estancia. La luz vacilante de unas cuantas velas iluminaba los inmortales rosotros de los cainitas, modelándolos en planos claroscuros. A fin de estar más cómoda, la erudita se había quitado la capa, dejándola apoyada sobre el respaldo de la silla, y sus manos enguantadas se hallaban cruzadas en actitud reflexiva ante ella. Si algo de la precipitada y descortés actitud del monje y el goliardo le había molestado, no lo reveló en sus gestos y solo cuando pareció claro que todos esperaban su intervención se decidió hablar. Lo hizo parpadeando en gesto despistado, como si hubiera estado sumida en pensamientos muy profundos y hablar fuera más una molestia que otra cosa. Sin embargo, conforme las palabras salían de su boca, su rostro volvió a animarse y sus ojos de color de las aceitunas brillaron inteligentes.

- Sin duda tenéis razón en un punto, maese Cabrera...no somos sino títeres en una obra que lleva milenios interpretándose y cuyo argumento solo unos pocos conocen- comentó en actitud cortés esbozando una sonrisa irónica- ¿podremos, como títeres que somos cortar los hilos que nos guían y ser capaces de asomarnos al borde del escenario para ver qué hay más allá?- preguntó enigmática en un susurro enarcando una ceja. Se quedó en silencio largos minutos como ordenando sus pensamientos antes de continuar- Sin duda estamos siendo vigilados, lo queramos o no y desde luego alguien esperaba que fuéramos a preguntar al maestro artesano. Si se ha tratado de una trampa, de una advertencia o de mera distracción es difícil de saber...- chasqueó los pálidos labios en un gesto de ligera irritación.- Maese Obertus ¿podríais relatarnos a mi y al maese Cabrera cuales fueron las palabras intercambiadas con el humano desde que éste abrió la puerta ante vuestro requerimiento?- solicitó con voz suave, toda cortesía.