Partida Rol por web

El monje levanta la cabeza al oir su nombre, sus labios trazan un esbozo de sonrisa, triste ... cansada, acentuando sus rasgos de depredador, la sonrisa de un lobo vestido de cordero.

-Poca cosa- carraspea para aclararse la garganta -al parecer no aparece por el taller desde hace dias, le pidió un adelanto y desde entonces no lo ha vuelto a ver- se encoge de hombros -sin embargo ... - continua dubitativo -habló de una iglesia donde solia pasar mucho tiempo, tanto como en el taller, tengo la impresión de que en primera instancia me confundió con un cura de esa iglesia ... desconozco de que iglesia se trata- ladea la cabeza con gesto abatido.

-¿Se me escapa algo cruzado?- sonríe dejando caer su mirada sobre Aymar.

El cruzado guardaba silencio. Se había alzado la capucha de su túnica, y las sombras impedían ver sus facciones. Pero estaba claro, quizás por su forma de andar, que había comenzado a invadirlo una cierta ansiedad.
Hasta el momento, se había mostrado siempre circunspecto y reservado, pero también templado y sereno. Pocas cosas parecían poder perturbar a tan estoico personaje. Sin embargo, los furtivos vistazos que echaba de tanto en tanto hacia su espalda eran una clara señal de que algo había cambiado.

- No.- contestó secamente. Las palabras de su compañero lo devolvieron abruptamente a la realidad, y su reacción sonó casi intempestiva, como si lo hubieran sorprendido en medio de algún acto inapropiado. Se tomó algún tiempo antes de continuar. - Aunque parecía sincero. No creo que esté al tanto de las fechorías de su ayudante.

- Si no me equivoco, también dijo que iría a la catedral a preguntar por vos, maese Obertus. – la mirada del cruzado comenzaba a despabilarse, adquiriendo un halo mayor determinación y perspicacia. - Si vuestras suposiciones son correctas, y realmente os ha confundido con un miembro de la misma iglesia que frecuentaba su aprendiz…

Aymar guardó silencio algunos instantes, permitiendo que todos los presentes siguieran la lógica de sus deducciones.

- Si conseguimos que alguien siga sus pasos durante el día, tal vez encontremos nuestra siguiente pista.

Aspasia miró atentamente a su compañero de clan, estudiándolo y finalmente asintió. Como siempre se tomaba su tiempo en hablar, pero lo hizo en tono decidido.

- Yo puedo encargarme de que alguien vigile al maestro carpintero durante las horas diurnas. Si lo que decís es cierto, maese Obertus, y os confundió con un representante de dicha iglesia quizás nos guíe hasta allí- sus ojos chisperaon verdes cuando giró la cabeza para mirar al tzimitze y luego se centraron en sus manos cruzadas ante ella- "La bestia espera su momento. La bestia se revuelve en su sueño. Alguién la llama por su nombre. Buscad allí donde una vez estuvo el dios clavado seguid los pasos del aprendiz de carpintero. Cuidado en el falso altar"- citó en tono ominoso y con exactitud las palabras del viejo que se les había aparecido hacía unas horas.- Sin duda, se debe de tratar de una iglesia que hace tiempo dejó de estar consagrada, aunque nadie lo sepa...donde hace tiempo estuvo Dios Jesucrito clavado en la cruz. Tambien podríamos indagar sobre templos antiguos consagrados o no y hacer averiguaciones si la gente que vive alrededor ha oido algo. Si alguien está haciendo prácticas demoniacas sin duda muy desapercibidos no deben de haber pasado...- comentó frunciendo ligeramente el ceño.- Sin duda parece que los hilos del maestro titiritero nos guían en esa dirección- sonrió con ironía ante la idea y alzó el rostro para mirarlos. 

Aymar alzó la vista, hasta que sus ojos se cruzaron con la mirada de la única dama del grupo. Sumidos en la oscuridad de su capucha, las pupilas del cruzado brillaban con una intensidad ardiente.

- Demasiadas coincidencias. Nuestro camino hacia la verdad ha dejado de ser un tortuoso sendero olvidado para convertirse en una maldita avenida, iluminada por el fuego de mil antorchas. No me gusta la luz. Y menos el fuego. Sería una estupidez lanzarnos sin más a por nuestra siguiente pista.

Los suaves murmullos del cruzado sonaban graves en la penumbra, como provenientes de algún oscuro rincón de su propia mente. Casi parecía hablar para si mismo. Materializando oscuros demonios que acosaban su alma.

- Desgraciadamente, no es mucho lo que podemos hacer para evitarlo. Triste es el destino de las marionetas… Podemos ver los hilos, pero no la mano que los dirige.

- Quizás debamos tirar de ellos.

Estuvo un buen rato escuchando la conversación de sus compañeros, la clave estaba en la iglesia donde supuestamente se ocultaba el aprendiz, pero aquello era como tirarse de cabeza a una alberca vacia. Era evidente que los estarían esperando.

- Señores, intentaré averiguar donde se esconde el ayudante, pues es evidente que la iglesia es nuestra siguiente etapa.  - su voz sonó como un susurro.

En silencio escuchaba a sus pares, solo sus ojos moviendose a uno y a otro lado atestiguaban que seguia la conversación, de cerca ... muy de cerca. Como el cazador a su presa, una presa esquiva, astuta y ladina, y aun con todo demasiado evidente.

-El rastro aun está fresco- su voz queda pero segura corta el silencio como un cuchillo -más ... ¿qué somos?, ¿cazadores o presa?, hasta el momento jugamos segun las reglas del maestro tirititero-.

-Sí, seria lo mejor, vuestro criado conoce el rostro del maestro carpintero, tal vez asi sepamos con quién habla y más importante aún, si alguién lo vigila, y en cuanto a vos ... - añade mirando al nosferatu -se dice que aquel que hace preguntas suele encontrar las respuestas de labios de un nosferatu, espero que en esta ocasion los vuestros hagan una excepción en cuanto a los honorarios-.

De nuevo el silencio, llenando con su vacio sempiterno el espacio entre las palabras, paciente se cruza de brazos, observando las caras de unos y otros.

La vela de cebo oscilaba, consumiendose poco a poco en una lenta agonia de lagrimas de cera, marcando el paso del tiempo, tan carente para los inmortales y tan necesario en estos momentos.

Satanismo, iglesia, corrupción, una mano tras las sombras moviendo hilos invisibles, una partida de ajedrez en la que quieran o no todos juegan con destinos funestos para aquellas piezas que caen, la muerte, para algunos la segunda y definitiva ... .

Demasiadas preguntas, a cada paso que dan se multiplican, un ejercito de dudas y un erial de incertidumbre como escenario de campaña.

Todas las preguntas, todas las dudas, todo emana de un mismo ser, de un mismo proposito y a el debeis de llegar, ¿sereis capaces de vislumbrar la verdad?, ¿querreis conocer la verdad?, todo tiene un precio ... .

Los ojos del cruzado se movían vivaces bajo la capucha, observando atentamente las reacciones de su compañeros. El resto de su rostro quedaba oscurecido por la tenue sombra que proyectaba la sencilla vestimenta, pero el brillo de aquellas ardientes pupilas era fácilmente reconocible por todos. Había un dejo de ansiedad en aquel hombre, como si estuviera a punto de decir algo. Algo que no habían visto hasta ahora en el parco personaje.

Mantuvo aquella actitud durante largos instantes, expectante, hasta que finalmente rompió el silencio.

- Bien, si eso es todo, creo que será mejor ponernos en marcha. – dijo mientras se ponía de pie. - No creo que pueda seros de mucha ayuda, Maese Cabrera. Ni tampoco a vos, bella Dama.- agregó mientras dirigía una sencilla reverencia a Aspasia. – Sería un necio si pretendiera ponerme a la altura de vuestros conocimientos.

- Pero de todos modos intentaré serle útil a nuestra misteriosa empresa. A mi modo, al menos.

- Nos encontraremos en esta taberna. Con la caída del sol. ¿De acuerdo?

El cruzado ignoraba los motivos por los que sus compañeros habían decidido pasar por alto el suceso más extraño de toda la noche. ¿O acaso era común para ellos ver a un viejo desaparecer en el aire?

Tal vez aún estuvieran tratando de darle un sentido. Quizás fuera simplemente miedo. Aymar respetaba cualquiera de estos motivos. En cierta medida, él mismo sentía algo parecido.

El Tzmisce asiente a las palabras del cruzado -seguiremos con la caza mañana ... hasta la caida del sol entonces- lentamente se levanta , su mirada oscila entre sus pares, haciendo un gesto leve con la cabeza a modo de despedida, sin decir palabra se marcha echandose la capucha sobre la cabeza, ocultando su rostro entre pliegues de lana basta marron, el habito de un monje, poco más ostentosoe que el de un mendicante.

Sus pasos siguen los del cruzado, silenciosos en comparación con el tintineo que produce el primero al caminar. Desapareciendo por el umbral poco despues que este, echando a andar en dirección contraria con la cabeza gacha y las manos entre los pliegues del hábito.

Parecía que sus compañeros no muertos lo tenían todo muy claro, al menos más que ella por lo que se desprendía de su comportamiento. A Aspasia le habría gustado preguntarle al cruzado sobre el significado de sus palabras sobre tirar de los hilos...discurrir más en esa idea...pero por lo que parecía la noche había sido muy larga y otros quehaceres, sin duda, igual de acuciantes les llamaban a comparecer ante su puerta. Al ver que el cruzado y el tzimitze se disponían a irse, educadamente inclinó la cabeza hacia ambos en señal de despedida y se demoró un poco más con su compañero de clan, al que dedicó una sonrisa abierta y genuina. Dejemos que sacien la bestia, que bailen la danza desenfrenada de la muerte y la destrucción o del placer mezclado con el dolor como ellos prefieran...tiempo habrá de ahondar más en el tema se dijo descruzando las manos y poniéndose lentamente en pie. Si algo había aprendido en sus largas noches de existencia era a ser paciente. Sin embargo, no pudo evitar hacer un último comentario a las espaldas del monje y el cruzado que ya salían por la puerta.

- "Cuidado con lo que te acecha en la oscuridad, cuidado con los siervos de la bestia, sus labios dicen solo mentiras"- citó claramente las palabras del anciano aparecido- No se olviden, mis señores, de meditar sobre esa extraña visita de la que hemos sido honrados esta noche...- luego calló y se centró en cubrirse con la capa y ponerse los guantes.- Maese Cabrera...espero que disfrute de un final de noche más tranquilo y amable, sin peligros que le acechen- comentó al nosferatu a modo de despedida, esbozando una sonrisa leve al tiempo que clavaba sus ojos verdes en el joven goliardo.

Sumido en sus pensamientos, el goliardo observa como sus compañeros van abandonando el lugar, por ultimo, Aspasia se acerca a el y le dirige unas ultimas palabras. Fernando esboza una medio sonrisa, y antes que ella se marche, le dedica unas ultimas palabras.

- Doña, tenga mucho cuidado esta noche, tengo un mal presentimiento, y todos mis instintos me indican que tienen que ver con usted. Creo que la noche aun no ha acabado para algunos de nosotros.

El nosferatu, en principio se sumergio en la profundidad de esos ojos verdes, pero ante la sensacion de que ella era capaz de ver mas alla, aparto levemente la vista. Habia secretos que no queria que fuesen revelados. El joven no espero respuesta, agacho la cabeza y parecio perderse en un mar de pensamientos.