Partida Rol por web

Caminando en silencio junto al monje negué imperceptiblemente la cabeza ante la pregunta de éste.

-Nada que no sepamos ya, me temo...tanto el maestro como el aprendiz se dedicaban a trabajar en la construcción de la catedral...y tenían una reputación intachable, sin frecuentar los suburbios ni las casas de mala reputación...-esbocé una sonrisa imperceptible ante este último comentario que permaneció oculta por el embozo de la capa.

Justo cuando nos disponíamos a separarnos ante la casa del carpintero, Andrei llamó nuestra atención sobre un hombre embozado.  Girándome  de forma discreta  descubrí a mi ghoul, apenas oculto tras una esquina. Alzando la mano con suavidad, posé mi mano sobre el brazo del nosferatu, en un mudo gesto para detenerlo.

- He dispuesto que alguien nos siga en un intento de ver si alguien nos está espiando.  No debéis preocuparos, señores, aquel del que sospecháis no es más que mi criado. Sino lo consideráis necesario, puedo darle órdenes de que se vaya- le advertí en un susurro imperceptible, solo para los oídos de mis compañeros. Mis ojos buscaron los suyos, atrapándolos y esbocé una sonrisa fina.

Aymar no pudo ocultar cierta sorpresa ante la escena que se desarrolló junto a él. Intentó escrutar entre la oscuridad de la calle, pero le fue imposible identificar algo entre aquellas sombras. El sirviente de Aspasia debía de ser alguien bien entrenado para escapar a su vigilancia, y se preguntó que otros misterios guardaría la bella erudita.

Unos instantes después, el cruzado dedicó una mirada algo extrañada al fornido monje, como si no terminara de comprender sus intenciones. Ya bastante sorpresa causarían aquellos dos indagando en medio de la noche. Finalmente, se encogió de hombros y cambió de posición, adoptando el papel de un custodio o algo parecido.

El monje llamó a la puerta, una, dos veces, a la tercera vez el sonido del serrucho cesó, minutos después un hombre de mediana edad abrió la puerta. Su barba, sus ropas incluso su cara estaban repletas de serrín y astillas de madera, sus ropas y cara húmeda, el cuerpo del hombre despide calor y un olor rancio apenas disimulado por el de la madera cortada,abrió la boca como si fuese a protestar pero todo cuanto hizo fue abrirla como un pez que en la orilla, dibujando una gran “O”.

Recuperado del mal lance se presenta -bienvenido hermano, disculpe mi aspecto pero como ve me ha cogido trabajando- su mirada algo preocupada repara en Aymar, una muda estatua imponente que te acompaña a un lado -¿a qué debo su visita?- pregunta intentando ocultar con tono formal su preocupación.

-¡Qué modales los míos!- responde tras la respuesta del monje -por favor , pasen ... pasen adentro- la puerta se cierra tras ellos sumiendo la calle en el más absoluto silencio, silencio que a bien sabrán apreciar el resto de mortales.

Andrei asintió satisfecho,
casi imperceptiblemente, al movimiento de Aymar al lado suya. Ahora la
desconfianza inicial del humano sería menor y su sorpresa mayor al ver tal par
de figuras frente a su puerta.

Golpeó secamente tres veces
la puerta en cada intento. Su golpe dejaba claro que pretendía dejase oír en la
casa, pero sin querer derribar la puerta; sin embargo, la fuerza de sus golpes
subió un poco en cada nuevo intento, con el fin hacerse oír por encima del
serrucho que se oía de fondo.

La sorpresa en el rostro del
hombre deleitó a la Bestia, al saber que su presa era consciente de su
situación. El temor era poderoso, el cazador lo sabía. En un instante sus
pensamientos se dirigieron a Aymar de porte serio, desconfiado y precavido, el
prototipo de soldado.

Él hará mejor la parte de miedo, hoy nos toca jugar la parte conciliadora.

Entonces dejó que su rostro
mostrará una leve sonrisa, ligeramente lobuna.

Asintió a su invitación a
pasar, aún sin decir nada, dejando que los remordimientos del hombre le fueran
carcomiendo por dentro; puede que fuese culpable o inocente del asunto que les
traía aquí, pero de buen seguro era culpable de algo, por pequeño que fuese.
Siempre podías confiar en la culpabilidad y los remordimientos de los humanos.

Patéticos.

Si quieres llevar las riendas de una conversación,
oblígale a darte su nombre primero, somételo.  Susurró
una voz en su mente.

- Gracias por su hospitalidad, hijo. –
comenzó Andrei con voz calma – ¿Sois vos
el maestro Albert Ripol? 

Ya dentro del taller el hombre contesta a la pregunta del monje.

-Sí, padre- añade haciendo un gesto con la cabeza -disculpad, que no os reciba como es debido, pero me temo que se me acumula el trabajo-

Por el pasillo aparece una mujer con un niño cogido a sus faldas -esposo, voy a llevar a acostar a Jaume- de pronto repara en vosotros -disculpad no sabia que teníamos visita, ¿sirvo algo a los señores?-

El maestro responde con rapidez y tono autoritario-por supuesto mujer, acostad al infante, y traed queso y vino para los hermanos-

-Por favor, pasad y tomad asiento mientras mi esposa dispone de un refrigerio- invita con un ademán de su mano a seguirlo a través de un estrecho pasillo hasta una sala contigua al taller, de mobiliario sencillo, con una mesa y sillas de madera dispuestas.

El artesano toma asiento lentamente, ya en la silla exhala un suspiro al notar sus músculos relajarse, al parecer el su día ha sido inusualmente largo, al poco aparece la mujer con una jarra de vino, copas y un poco de queso, tras disponerlo todo en la mesa, se marcha con la cabeza gacha cerrando la puerta.

-Usted dirá padre - dice tomando la jarra llenando las copas una a una con el rojizo néctar -en que puedo servirle- deja con un sonido pesado la jarra en la mesa.

Los dos hombres desaparecieron tras el umbral precedidos del artesano, no muy lejos, observabais la escena con cierto interés mal disimulado.

Poco a poco los postigos de las casas se van cerrando, ventanas y puertas se atrancan para impedir el acceso a indeseables, la vida en es fugaz y brutal, y muchos son los que temen a los terrores de la noche, cuando las sombras se alargan y el diablo y sus secuaces andan a sus anchas por las calles y campos. Solo los hombres y mujeres de mal vivir y dudosa reputación, o aquellos encargados de velar por el sueño y la seguridad de los ciudadanos y su rey se atreven a deambular en la negra noche.

El viento frió sopla, un viento húmedo, capaz de calarle a uno hasta los huesos sin importar lo abrigado que se este, incluso vosotros, inmortales y ajenos tales azares lo sentís, un escalofrió sacude vuestro cuerpo muerto y os pone la piel de gallina, algo sino imposible fuera de lo común dado vuestro estado.

El gélido viento parece arrastrar una risa siniestra, una carcajada cascada y chillona, de pronto cesa, insectos comienzan a salir de sus escondrijos, lombrices que se retuercen sobre su vientre, escarabajos, moscas y mosquitos, por último roedores con agudos chillidos.

La carcajada suena una vez más y de nuevo cesa.

Antes de que Andrei  y Aymar pudieran rechazar el refrigerio, ya
los habían sentado a la mesa y puesto vino y queso.

- Os agradecemos vuestra buena voluntad, mas me temo que no gustamos de
refrigerios cuando tratamos asuntos de la Iglesia.

Dejó la frase ahí unos
segundos. Había que dejarle digerirla un poco, dejar que se pusiera más
nervioso. Podía imaginar perfectamente su cerebro tratando de trabajar a toda
marcha.

- Hemos preferido ser discretos, dada vuestra reputación – un poco de
esperanza, que vea un hueco por donde escapar, un cabo al que agarrarse al
barco cuando ha caído por la borda, hará que se lance a él como un hombre
desesperado – Mas comprenderéis que en
estos asuntos, hemos de ser… tenaces en nuestras pesquisas – y un poco de
amenaza velada, el hombre sabría perfectamente cuales eran las implicaciones de
unas pesquisas tenaces por parte de la Iglesia, quería decir “vamos a encontrar que has hecho algo malo,
porque seguro que hay algo que encontrar”.

Paseó su vista por la
habitación unos instantes, fijándose en los detalles, en la falta de espacio,
en el serrín que se cuela por todos lados en la casa de un carpintero, en los
enseres, las paredes,… hasta volver a encontrar directamente los ojos del
hombre, dejando que sintiera el temor que levantaba la Bestia.

- Veo que se os acumula el trabajo. Imagino que achacaréis la falta de
vuestro aprendiz… Decidme, ¿qué sabéis su paradero y destino actuales?

Si quieres que un hombre se ahorque solo, tan sólo debes darle soga
suficiente. Volvió  a susurrarle la voz. 

¿de dónde vienen las palabras? ¿donde esta abriendose el suelo?

El cruzado no había emitido un solo sonido. Ni siquiera respiraba, literalmente. Y su rostro mantenía una imperturbable mueca de reproche, que su mirada dura y acerada se encargaba de enfatizar. No parecía contento de estar en aquel lugar. O quizás no estaba contento con lo que oía. En cualquier caso, su disgusto era evidente, fueran cuales fueses sus motivos. Y no tenía la menor intención de ocultarlo.

Se mantenía de pie, y ni siquiera se había tomado el trabajo de desechar la invitación del carpintero. No parecía la clase de gente que aceptaba obsequios. Su función era otra. Y estaría clara hasta para el más necio de los hombres.

por algun casual Aspasia no sabe por conocimientos cómo se puede parar una invocacion demoniaca no?

Bueno vale...pero el idioma le suena? me refiero a que Aspasia no tiene un pelo de tonta y sabe un monton, por lo cual es logico que ante una situacion asi empiece a repasar todo lo que sabe a ver si lo reconoce, o tiene idea de lo que está pasando...