Partida Rol por web

El principe asiente satisfecho con tu respuesta sin decir palabra alguna, de pronto sin previo aviso comienzas a sentir arcadas, muy posiblemente por la vitae que has ingerido.

Tu mirada se nubla, mientras comienzas a sudar copiosamente, esa mezcla sanguinolienta que en vuestro caso sustituye el sudor, te observa con semblante serío sin dar muestras de tu indisposición.

-Marchaos, tal vez la excitación de vuestra empresa os haya jugado un mal lance- añade con un gesto de su mano -sabed que espero de vos que seais diligente en vuestro cometido- advierte con tono frio.

-En el futuro hablad sobre los asuntos que nos conciernen con el mortal que custodia la puerta, él es de mi entera confianza, que Dios os guarde- se despide.

Apremiado por la fatiga no puedes hacer más que despedirte con una ligero asentamiento de cabeza, saliendo a toda prisa de las estancias del principe.

A grandes zancadas recorres los pasillos, una vez fuera, vomitas la sangre que bebieras de la copa ofrecida por el sobrenatural criado del principe.Evidentemente no es la primera vez que te ocurre,a pesar de las advertencias de tu sire, durante las primeras noches de tu existencia cometiste este error varias veces llevado por la avidez de sangre.

Tan solo esperas no haber causado una mala opinion al principe, por suerte has contenido las nauseas, del contrario solo Caín sabría que podia haber sucedido.

La vitae se derramó lentamente por el gaznate del cainita mientras este se volvía consciente de su naturaleza. Lejos de querer herir la hospitalidad de su anfitrión, Esquilo había apostado alto tratando de transgredir los límites que su propia ascendencia le imponía. Uno nunca sabe cuando el propio poder puede traicionarte y volverte vulnerable a los ojos de los demás. Atento a los gestos del príncipe, el cainita sonrió levemente ante el asentimiento de reconocimiento.

-Señor...- Con el regusto amargo de la venenosa vitae Esquilo apenas acertó a murmurar el título que merecía Cneo. Notó cómo una gota surcaba su rostro desde su sien y se afanó en abandonar la sala sin perder la compostura. Algo complicado en su situación. Sus pasos le guiaron con celeridad al exterior y allí dio cuenta del líquido que le corroía por dentro, regalándoselo a la oscuridad de la noche.

Debo comenzar a extender mis hilos en la ciudad ahora que Cneo me ha dado su permiso para asentarme en ella. La idea era clara, debía reunir toda la información posible para saber que podía hacer en aquella urbe. Su nuevo hogar.

Unos pasos interrumpen tus reflexiones, al echar un vistazo sobre tu hombro ves al hombre de confianza del principe, al llegar a tu lado se detiene, el vomito de sangre atrae su atención por unos segundos, sin decir palabra al respecto levanta la cabeza para mirarte directamente a los ojos.

-Su alteza me ha pedido que os acompañe hasta la salida, seguidme si teneis la bondad- el hombre comienza a andar hasta la salida -me han ordenado que os atienda en todo aquello relacionado con los negocios de su alteza- comenta distraido -si necesitais algo o teneis algo que informar a su alteza hacedlo a través de mí, decidle al hombre que este en la puerta que venis a ver a  Raimundo, tomad enseñadle esto y os darán paso franco-  de su mano se desprende un sello de oro.

Poco más dice durante vuestro transcurso a las puertas, al llegar a las puertas guarda silencio -id en paz, si necesitais escolta decidlo, los hombres se ocuparan de vuestra seguridad, que Dios os guarde- se despide dando media vuelta.

Los pasos se detuvieron junto a Esquilo y le hicieron levantar la mirada, fijando unos ojos hundidos y profundos en el sirviente de Cneo. Los ropajes del hombre no eran demasiado ostentosos y sus ademanes resultaban suficientemente adecuados dado el acceso de emesis que había sufrido el cainita. 

-Necesitaré información acerca de los últimos movimientos en puerto- dijo mientras acompañaba al hombre que haría las veces de correo y filtro entre el príncipe y el griego –Movimientos de naos, propietarios de las mismas, nombre de los mercaderes mas influyentes de la ciudad y su residencia, volumen de negocio, el nombre del capitán de puerto, del capitán de la guardia portuaria, número de soldados que guardan la zona de almacenes y lugares vetados a la estirpe en los alrededores de los muelles- las palabras de Esquilo, monótonas, salieron de su boca con la costumbre de aquel que suele dirigir un gran emporio comercial. 

-Necesito algunos fondos para iniciar mi asentamiento en la ciudad. Os rogaría que me los enviarais a mi lugar de descanso. Os haré hacer llegar cual es-Tras asentir antes las últimas palabras de Raimundo, tomó el sello que este le tendía y lo ocultó en uno de los numerosos pliegues de su indumentaria mientras se internaba en la noche de la ciudad en dirección a los muelles.

Las calles se te antojan caprichosas y solitarias, extrañas criaturas sobrevivientes de eras pasadas, adoquinadas por manos expertas a fuerza de martillo y mampostería.

A la izquierda ves las puertas de la judería, aquí llamado call, cerradas de par en par para guardar al pueblo de Salomón del resto de sus ciudadanos.

Un perro se cruza en tu camino, buscando comida en los sucios callejones antes de que suelten a los cerdos para limpiar la ciudad de toda porquería.

Poco a poco comienzas a oler el salitre del mar, el pescado, luego el rumor de las olas mezclados con el de las gentes que se ganan la vida o simplemente están de paso en el barrio de la ribera, a estas horas, el barrio más concurrido gracias al ir y venir de los marineros.

Un borracho colgado del hombro de una prostituta que ríe a carcajadas choca contigo -mirad por donde vais anciano- advierte con voz ebria levantando la botella de vino de su diestra.

Sin hacer ni decir mayor comentario se marcha tambaleándose junto con su dudosa compañía, posiblemente acabe tirado en un callejón con los bolsillos vacíos, tal vez, dependiendo del humor de su acompañante, con la garganta abierta de par en par.

Las sirenas de hoy en día, no esperan en islotes, sino en las calles y tabernas de ciudades como Barcelona.

Los largos ropajes del griego entonaron un sordo canto cíclico a medida que sus pasos lo internaban en la ciudad. El primero de sus objetivos se había cumplido y ahora, satisfecho, se sentía legitimado para hacer ver a al príncipe, su príncipe, que no había errado en su decisión. Con la paciencia de aquel que tiene la eternidad por delante se esforzó por determinar cual sería su primer destino. Debo visitar el escenario de mi nuevo emplazamiento. Si he de controlar el flujo marítimo primero debo conocer su capacidad, su plasticidad ante los imprevistos del mercado. Con el pensamiento fijo en su mente continuó descendiendo hacia los arrabales portuarios.

La luz apenas acertaba a recortar las siluetas de los pocos transeúntes que aún se encontraban en las calles. Pese a encontrarse próximo al puerto todavía no le rodeaba el característico bullicio de la zona ni los numerosos borrachos que se conformaban con consumir su exigua vida en el fondo de una botella. Inesperadamente, un mugriento marinero colgado de una prostituta chocó contra Esquilo y le sacó de su ensimismamiento –Borrachos...­- dijo en un mudo murmuro mientras esta y su compañía desaparecían por una esquina próxima. Bienvenido a casa Esquilo. Pensó mientras numerosos recuerdos de los innumerables puertos que conoció en el pasado le llenaban su fértil mente. El mejor punto para comenzar es el fondo de mi querido estercolero, la mar. Con un leve encogimiento de hombros el cainita se internó en una de las primeras tabernas de la gran dársena.

Vino, marineros, chulos y putas, pocos guardias encuentras en tu camino hasta la taberna, sin embargo al pasar cerca de los almacenes ves como su número incrementa notablemente, nada cambia con el correr de los tiempos.....

Aquí y allá, entre unos y otros comienzas ubicar quién es quién en la vida del puerto, nombres... y más nombres que por ahora no te dicen nada, uno de ellos o más bien un mote se repite con mucha frecuencia " cuidado con el vasco"  murmuran unos y otros por lo bajo, casi con toda seguridad la gran mayoría desconoce el rostro de Aitor, chiquillo y alguacil de Barcelona apodado el vasco, al parecer toda una institución entre los muelles de Barcelona.

Dos nombres suenan en boca desde el humilde marinero al experimentado capitán, Pere Castelló y Joan de Gualbes, ambos patrones dominan su vasto imperio fletando naves a oriente en búsqueda de sedas, especias, marfil y esclavos, recientemente han dejado sus diferencias a un lado para defender sus intereses de los piratas y los malditos genoveses.

Ya en el puerto, Jordi Vynia, capitán de la guardia portuaria, es responsable de la seguridad del puerto y el debido cobro de impuestos. Hablando con uno y otro viejo lobo de mar. Marc el tuerto se jacta guiar a las embarcaciones de baja quilla hasta la orilla a través de los traicioneros bancos de arena - por suerte o desgracia la playa tiene tan poco calado que tan solo las galeotas o galeras pueden llegar hasta una distancia razonable, las pesadas Cocas y Cárracas deben de contentarse con echar anclas al abrigo del islote Maians frente a Montjuic- dice tras dar un par de buches a su cerveza aguada.

Poco a poco las tabernas comienzan a vaciarse y con el ir de viajeros también la información, satisfecho te retiras dando buena cuenta de la productiva noche, el tiempo es oro... y pronto si todo va bien tus bolsillos estarán repletos....

A la noche siguiente, el viejo tabernero te llama tan pronto te ve bajar por las escaleras.

-Buenas noches, señor- saluda -tenga- dice extendiendo un lacre de debajo de la barra -un hombre se pasó esta tarde y dejo bien claro que se trataba para vos- su tono apenas disimula la curiosidad.

El frío viento le trajo el olor del salitre y los ruidos convencionales de las noches portuarias. Esquilo se detuvo por un instante y paladeó la sensación de volver a un terreno bien conocido para él. Con la mirada barrió las oscuras figuras que se restregaban en los oscuros rincones y el sonido de las botellas al caer sobre las losetas que empedraban el suelo de todo aquel lo suficientemente embriagado como para perder el impulsor de su fácil sonrisa.

El interior de la taberna era tan oscuro, ruidoso y lleno de humo como cabía esperar. Con una estudiada desgana el griego se llevó a la boca la cena que había pedido y entabló una somera conversación con aquellos que le quisieran escuchar. Con el tacto que solo el tiempo enseña y sus afinadas virtudes logró encontrar las respuestas que buscaba. Ahora solo tenía que ponerse a trabajar.

El día había pasado tranquilo, sin ningún tipo de impertinente imprevisto. Arrebujado en sus ropas, descendió las quejumbrosas escaleras para encontrarse con los lloriqueos del dueño del local -¿Quién la ha dejado? ¿Cómo era?- Dijo mientras tomaba la carta entre sus manos y, tras estudiar el lacre, la habría para ver su contenido.  

-Emmm ... no lo sé ... castaño poco más de metro y medio, ropas humildes ... - dice algo desconcertado por la pregunta -parecia un tipo ... "normal", nada extraordinario- dice a modo de disculpa.

La muchacha llega de nuevo con la bandeja -una jarra de vino, dos pintas de cerveza y estofado para los recién llegados- enumera con tono fatigado,-disculpad- el anciano os deja para ponerse a servir las bebidas a la par que grita -¡estofado!- haciendose oir sobre el infernal ruido de la los comensales.

Nada nuevo bajo el sol, o en tu caso, bajo la luz de la luna ..., la clientela de siempre, algunas caras nuevas otras tantas conocidas, las unas marineros que van y vienen con las mareas, las otras "profesionales" que frecuentan cual pescador un banco de peces ... u hombres dado el caso.

El anciano continua atareado, la taberna se llena más y más con el paso de las horas, poco más parece saber sobre el misterioso "correo" o al menos eso da la impresión.

En la intimidad, lejos de miradas curiosas, putas que te importunen o borrachos que derramen su bebidas sobre tus ropas, abres rompes el lacre con un escudo de armas para ti desconocido.

Estimado De Leucades :

Su alteza ha tenido a bien facilitaros vuestra labor, si bien ha dejado patente que una vez facilitado a quién y con quién debeis tratar, debereís de encargaros de vuestras obligaciones por vuestros propios medios,  como favor especial ha dado su venia para que comerceis libremente sin perjucio a sus intereses.

Entre vuestras obligaciones estará el tratar con Pere Castello y Joan de Gualbes, ellos son quienes poseen casi la totalidad de las naves que surcan el mediterraneo y atracan aquí en Barcelona, ambos hombres son facilmente localizables teniendo sus respectivas residencias cerca de sus intereses : el mar. Ambos hombres han tenido negocio con mi persona por lo que no será dificil entablar conversación con ellos haciendo alusión de mi nombre.

Su alteza necesita de fondos y espera que vos como hombre de negocios sepais salvar los escollos del turbulento mar empresarial.Deja a vuestro criterio y responsabilidad, las inversiones más rentables y seguras, hacedme saber los fondos necesarios para llevar a cabo tales inversiones.

Os adjunto una lista de con los nombres de comerciantes conocidos con los que podréis hacer negocio en los términos antes mencionados.

Raimundo

Esquilo observó a su alrededor a los habituales de la posada y sonrió para sus adentros mientras les daba lentamente la espalda. Aquellas gentes siempre habían sido sencillas, ávidas de deseos mundanos y dados a la lujuria desatada. Pero, ¿Qué había de malo en ello? En realidad los marinos, piratas y gentes de su calaña siempre le habían demostrado que sabían exprimir su corta vida hasta los límites de lo humano. Pronto el posadero hubo de atenderles de nuevo y el griego se encaminó a sus aposentos.

Tras examinar el sello del lacre y abrirlo con cuidado para evitar deteriorarlo desplegó el contenido de la carta y se dispuso a leerlo. La información que contenía aquella carta resultaría vital para la puesta en marcha de su negocio. Parecía que tenía la confianza de su nuevo señor, algo poco usual en tan poco tiempo. O tal vez quisiera ponerle a prueba. En realidad poco importaba al griego los motivos del príncipe, pues la finalidad que ambos perseguían parecía resultar la misma. Con detenimiento, estudió nombre por nombre para memorizarlos y tomó algunas anotaciones acerca de la posición y la rentabilidad que podía suponer cada escalafón de la larga cadena que conformaba el comercio en ultramar. En Cádiz disponen de los materiales del nuevo mundo, pero nosotros nos convertiremos en la puerta de entrada de los mercados Orientales en el reino de España. Con la reflexión iluminando su rostro comenzó a urdir el plan que les llevaría a la opulencia. Los tejidos que se confeccionen en barcino vestirán todas las grandes cortes del mundo, la primera la del emperador. Los primeros deben ser Pere Castello y Joan de Gualbes. Guardó con esmero el documento bajo una baldosa suelta y el cainita se encaminó hacia la primera de sus víctimas.

Mortales e inmortales tienen necesidades, y gracias a esas "necesidades" personas como tú tienen su hueco en el mundo.

El alcohol desata las lenguas y no hay mejor lugar para escuchar que una taberna concurrida de gente con marineros ebrios y putas en su regazo, la felicidad o algo que la emula crea una falsa sensación de seguridad.

Hablando con unos y con otros, escuchando sin participar te enteras de rumores, una palabra está en boca de todos ... "guerra" , guerra contra el turco escuchas de labios de un marinero Bizantino, guerra contra el moro escuchas al capitán de una galera catalana.

Por suerte estas en el lugar apropiado en el momento apropiado, no muy lejos de aqui en la antaño imperial Toletum se fabrican las mejores espadas del mundo conocido, su acero no tiene igual al igual que los maestros que a golpe de martillo las confeccionan.

Hasta aquí han recorrido el ancho mar los bizantinos en busca de tan preciado metal -cincuenta piezas de oro por espada, tanto de Gualbes como Castello están locos, que se metan su acero por donde les quepa - escuchas protestar al un hombre en tu idioma materno.

He aqui una señal, rapidamente comienzas a hilar un plan, pero antes que nada necesitaras el visto bueno del principe. Tal vez ... solo tal vez, puedas sacar partido de la situación, los bizantinos comercian con oro, marfil y especias, si consigues un acuerdo para comprar más barato que el resto ... .

Por suerte no solo hierro es cuanto puedes proporcionar, esta tierra es celebre por sus vinos y su aceite, ya famoso desde tiempos del imperio romano, proveedores no faltan, como tampoco quién lo necesite. El quid de la cuestión es ... ¿que hacer con de Gualbes y Castelló?, los hombres de negocio más importante de Barcelona, dejarlos a un lado incrementarian las ganancias pero dudas mucho que hayan llegado a controlar su extenso imperio dejando a cualquiera tomarles la delantera .... .

 El mundo seguía girando como en los tiempos en los que un pequeño imperio comercial se acunaba en tu regazo. Codicioso y calculador, el griego comenzó a valorar las oportunidades que el ágil y cambiante mundo de los mortales abría en el futuro. Acero, frío y segador de vidas. Vino, bermejo y centro de la pasión. Aceite, el oro dorado de las marcas hispánicas. La idea de volver a tener el preciado oro circulando entre sus dedos estremeció de placer el maltrecho espíritu del comerciante.

Un par de sonrisas, unas cenas pagadas frente a una buena jarra de vino y pronto los pasos de Esquilo estuvieron de camino hacia la residencia de su señor. La información era de lo más preciada, pero su uso requería de su beneplácito. El plan era sencillo. Si controlaban a Gualbes y Castelló bajo el influjo de la sangre o la voluntad el príncipe recibiría mas riqueza de la que jamás hubiera imaginado. La sola idea de llenar almacenes con el preciado marfil, las sedas y las especias mientras su precio se disparaba en la península y el control del comercio pasaba a sus manos generando un emporio casi le hizo tropezar contra la puerta de la gran casona –Necesito ver a nuestro señor, no me hagas esperar, la información le será de gran utilidad, es la oportunidad que esperaba para servirle-

Los guardias se miran por un momento, confusos, atonitos ... en vistas de la urgencias de tus palabras, y a sabiendas de quién eres, o al menos de tu relación con Raimundo, uno de los guardias sale a correr a toda prisa.

Minutos despues vuelve, precediendo a Raimundo, a una seña del criado del principe los guardias se echan a un lado, con un gesto de su mano, te pide que te acerques.

-Buenas noches, De Leucades- saluda con cortesía dejando atrás a la guardia  cerrando la puerta para volver a su eterna vigilia

Vuestros pason os llevan por un pasillo a penas iluminado, Raimundo gira tras una esquina hasta llegar a una puerta custodiada, el guardia se hace a un lado abriendo la puerta para cerrarla tan pronto entrais.

Al entrar ves un pequeño despacho, por momentos pensaste que te llevaba de vuelta a hablar con el principe, pero parece que tendrás que contentarte en hablar con su criado.

-Por favor, tome asiento- señala una silla -¿que buenas me traeis?, por la urgencia del guardia se diria que tenemos un asunto importante entre manos- apoya su barbilla sobre sus manos entrecruzadas mirandote con interés.

 Esquilo dejó escapar una pequeña muestra de orgullo al pensar en la posibilidad que iba a presentarle a su recién adoptado señor. Las posibilidades de conseguir fondos de una manera rápida, aunque arriesgada, le hicieron recordar los tiempos en los que su pulso se abría acelerado ante los acontecimientos.

-Buenas noches Don Raimundo- dijo mientras avanzaba junto al hombre que se encargaba de llevar el peso del fastidioso trato social que conllevaba la carga de la púrpura.

El griego tomó asiento en la silla que le ofrecía el secuaz y se dispuso a contarle las noticias -Se ha abierto una nueva oportunidad de negocio- dijo mientras observaba como su contertulio se recostaba cómodamente -Parece que los vientos de Ares se agitan sobre las costas del viejo Imperio sacro- sus manos se movían grácilmente, acompañando sus palabras –Si lográramos hacernos con parte del comercio o con su totalidad proveeríamos a nuestro señor de materiales difícilmente adquiribles en nuestros mercados- Con cautela el viejo comerciante observó las reacciones de Raimundo ante las nuevas –Si tuviera algo más de control sobre aquellos que controlan la llegada de las cargas hasta la bocana del puerto y de uno de los comerciantes con navíos los beneficios se multiplicarán- Sus manos, reafirmando las palabras finales se plegaron sobre su regazo y se dispuso a esperar el análisis del secretario.

El criado escucha atento tus palabras, su diestra mesa su barba en actitud reflexiva -interesante- musita al cabo de un rato, tal vez su mente sea capaz de ver un ligero atisbo de aquello que con tanta claridad ves tú.

-No habrá problema con aquellos que controlan la mercancia en el puerto sin embargo los comerciantes ... - suspira rescontadose en su silla -son harina de otro costal- añade.

-Mi señor siempre obtiene cuanto quiere, de una u otra manera- sonríe con picardia -es ahí, estimado Leucades donde reside su margen de beneficio, por ahora teneis necesidad de los barcos de uno o de otro es con ellos con quienes debeis negociar el transporte de la mercancia, ese no es el problema de su alteza sino el vuestro- sentencia sin andarse con más rodeos.