Partida Rol por web

Camino con cuidado, manteniendome retraido y cabizbajo, como siempre. Cuando se me llama, hago una marcada reverencia y me aproximo. Las puertas se cierran de golpe sobresaltándome. Me vuelvo ligeramente para comprobar que no haya nadie detrás de mi. Al darme cuenta de que no, caigo inmediatamente en que el regente debe ser maestro del movimiento o la capilla debe responder así por algún conjuro. En todo caso, supongo que mi reacción me habra puesto en evidencia ante el regente.

Avergonzado me inclino y tomo asiento cuando se me dice. Dadas las palabras de mi anfitrión, deduzco que no tiene en muy alta estima a mi apreciado maestro Goratrix. No me importa. No quiero que su postura hacia mi dependa de su opinion, asi que creo que me mantendré neutral en ese conflicto por el momento.
A modo de respuesta, digo a mi anfitrión:

-Lamento la escasa información al respecto de mi viaje proporcionada por el maestro Goratrix. Espero que, en esta carta que me dió para vos, halleis explicaciones más precisas. Supongo que no vió oportuno explicaroslo dos veces, habida cuenta de que seguramente seais un hombre muy ocupado.

Tras decir esto, extraigo la carta y se la entrego.

-De todas formas- digo tras darle la carta- si deseais que yo mismo os explique el propósito de mi visita, os lo explicaré. El maestro Goratrix desea que encuentre algo y se lo lleve. Tal es la sencillez de la misión que encomendó a este aprendiz. Según un sistema de detección empleado por el maestro, ese algo podría encontrarse en esta ciudad.

Tras decir esto, hago una pausa y espero su respuesta.

La mano del regente se cierra en torno a la carta, tomándola de tus manos, tranquilo comienza a leer, apenas le lleva unos segundos, una sonrisa cínica aparece en sus labios.

-Sí, parece que habéis perdido algo de gran valor- responde clavándote la mirada mientras te tiende la carta de regreso.

-Por desgracia, aquí en Barcelona tenemos nuestros propios problemas ... hemos sido aceptados pero no gozamos de la simpatía del príncipe ni de la de sus súbditos, por si esto fuera poco ... nuestros enemigos se han asentado en estas Tierras- ladea la cabeza.

-Estáis bajo mi cargo, por lo que sois MI RESPONSABILIDAD, por lo que ahora sois MI PROBLEMA- se señala a si mismo  -haced vuestras indagaciones pero no toméis acción alguna sin mi consentimiento- dice acercándose lo suficiente para que puedas sentir su aliento -lo último que necesitamos aquí es un escando lo ¿habéis entendido?.

Un suspiro escapa del magus a duras penas contiene su lengua, su malestar es más que evidente, parece que tu maestro se la ha jugado.

El malestar de mi anfitrión es más que evidente. Por ahora no deseo seguir provocando una posible mala reacción. Por ello, decido no jugarmela más y asentir a cuanto me dice. Por lo que parece, Goratrix ha decidido que ahora soy problema de otro más prescindible, por lo cual saco en claro que no tiene muchas esperanzas depositadas en mi.

Cuando mi anfitrión ha terminado de hablarme, levanto la voz en poco más que un susurro para decir:

-Deacuerdo, se hará como ordeneis. No tomaré partido ni acción sin consultaroslo antes.

Hago una pausa y sigo:

-Si me lo permitís, durante algunas noches me gustaría trabajar en mi estudio, tengo algunas cosas pendientes y, por otro lado, deseo crear un pequeño ayudante para que me ayude con mis deberes, un homúnculo. Por otro lado, considero apropiado anunciarme ante el príncipe, pues, si ya teneis una situación difícil, no deseo que empeore por mi culpa.
El Maestro Goratrix me dió una carta para él también. No se como influirá, pero, supongo que si centra la atención del príncipe en París y en mi visita, levantará un poco la vista de esta capilla y de sus integrantes.

Espero su respuesta callado e inclinado, como es habitual. Temo haber sido más elocuente de lo necesario en estos términos, pero ya es tarde. Los segundos hasta su respuesta son infernales y eternos.

Una sonrisa lobuna baila en los labios del regente -sí... ¿no me digáis?- dice con ironía -creo, mi querido y joven aprendiz que no os dais cuenta de lo delicado de vuestra situación- pausa -mostradme esa carta- ordena autoritario.

Sus manos se separan, impaciente comienza a tamborilear con sus delgados y afilados dedos sobre la mesa  clavando su mirada en ti.

Una difícil elección, la carta de tu maestro va dirigida al príncipe, no a de Cinçao, en el clan Tremere las rencillas están a la orden del día, y parece que has caído en las manos de un simpatizante del cobarde Etrius, ¿qué harás? ... ¿qué decisión será la correcta?.

Nada más terminar de hablar, el error se hace patente. No debería haber dicho nada sobre la misiva al príncipe. Mi anfitrión, de una facción aparentemente divergente de la de mi maestro, me reclama la carta. En ese momento, la duda se cierne sobre mi. ¿Debería darle la carta o no? Seguramente, ahora yo este indefenso ante su poder, pero por otro lado, algo me dice que no debería entregarsela.
Dudo durante unos minutos y finalmente respondo:

-Lo lamento, mi señor, pero no llevo la carta conmigo en este instante, ya que mis instrucciones detallaban claramente que una carta os correspondía a vos y otra al príncipe. La carta del príncipe le será entregada intacta, según prometí, ya que la respuesta del príncipe podría depender de ello. Si le entrego una carta ya abierta, ¿Como respondería? ¿Acaso no pensaría que existen rencillas en el seno del clan y que esta capilla está enemistada con el resto? ¿No vería ahí una ocasión para lanzar contra vos y los vuestros un ataque o dejar que nuestros numerosos enemigos lo hagan? Lo lamento, mi señor, pero por el bien del clan y el mío propio, no puedo acceder a lo que me pedis. De todos modos, como primogénito Tremere, estareis presente en mi recepción y, en ese momento, tendreis conocimiento de cuanto se detalla en la carta, asi que no teneis de que preocuparos.

Tras esto espero su respuesta confiando en que mis argumentos sean lo bastante sólidos para convencerlo.

Un suspiro escapa de los labios del regente, quién frunce más el ceño si es posible.

-Haced lo que queráis joven aprendiz- responde con tono gélido -más no esperéis gran cosa de vuestro antiguo maestro, conociéndolo como lo conozco sospecho que os ha abandonado a vuestra suerte librándose de vos, para él no sois más que un problema muy conveniente que a bien ha tenido dejarme-.

La mirada del magus se fija en un punto perdiéndose en el infinito -en cuanto a su alteza- musita distraído -no esperéis nada ... no deis nada por sentado ... ni se os ocurra mencionar a los celotes, cartago o incluso a nuestros "queridos" corderos, los Salubri ... so pena de incurrir en su ira, para él no somos más que una brizna de hierba al aire- fija de nuevo su vista en ti - es posible que no este a vuestro lado en tan difícil lance, la mente del príncipe esta cerrada más allá de mi comprensión o la de cualquiera de sus súbditos, volviendo al asunto de la carta- retoma la conversación.

-No os sorprenda si no tiene el efecto deseado ... parece que Geoffrey,príncipe de Paris, no es muy consciente de la situación ... Cneo no es su vasallo, es cierto que antes debiera obediencia y respeto a su sire, pero eso cambio en el momento en que el joven Ventrue se sentó en el aún caliente trono de su sire- informa -es más ... incluso puede que Cneo tuviera algo que ver, de ser así el francés le debe a él- musita pensativo rascándose el mentón.

Mientras mi anfitrión me va hablando, voy haciendo un recordatorio mental de los temas a evitar. Procuro recordar cuanto me dice para no meter la pata, pues, si algo se que debe caracterizar a un aprendíz Tremere, es su mesura y su corrección a la hora de hablar y callar.
Aliviado al ver que ha desistido en su empeño, le respondo diciendo:

-No os preocupeis. No se me ocurríría hacer o decir nada que fuese a incurrir en la ira del príncipe. No al menos a propósito. Pero... explicadme. ¿Como es que la relación entre estos dos príncipes se ha deteriorado? ¿Qué ocurrió exactamente, o qué creeis vos que ocurrió, con el francés y Cneo? Ardo en deseos de saberlo para tener la mayor información posible y evitar así menciones impropias.

Lentamente ladea la cabeza -mal ... muy mal joven aprendiz, hay que venir con los deberes hechos- resignado suspira -como sabréis el actual príncipe de París, Geoffrey chiquillo de Alexander, conjuro contra este último buscando apoyos entre los clanes Toreador, Brujah e incluso en nosotros mismos- estira su mano para señalarse a si a ti.

-Cneo debía su trono al matusalén Ventrue, Alexander, por lo que era su vasallo, una vez este murió ... se "desligo" de Paris y los Ventrue, pues no debía vasallaje alguno al chiquillo de este, sin embargo conserva al senescal impuesto por Alexander que no es otro sino el propio chiquillo de Geoffrey, así que quién sabe ... - se encoge de hombros.

-Puede que su majestad Geoffrey no haya aceptado la situación, esa carta- señala con su índice -puede haceros más mal que bien-.

Escucho atentamente las aclaraciones del Regente. Parece demostrarme una cierta simpatía con ello, pero, por lo que veo, aún no ha olvidado el tema de la carta. No puedo saber si cuanto me dice es cierto o no, pero, de todas formas, mi sentido común me llama a permanecer fiel a mi maestro Goratrix y a seguir sus órdenes. Cuando mi anfitrión ha terminado de hablarme, le contesto:

-Bueno... Ciertamente, en tal caso, no se si me hará mucho o poco bien el entregarle la carta al príncipe, pero bueno, creo que debo arriesgarme. Si como decís el Senescal es chiquillo de Geoffrey, y este buscó apoyos entre los nuestros, puede que sea un valedor de mi causa. De todos modos, creo que deberíamos dirigirnos ya hacia el palacio del príncipe o la luz del alba se nos echará encima. Nunca se sabe cuanto pueden durar las audiencias con un príncipe ni hasta donde puede atenuarse el enfado de un Príncipe o conseguirse su favor si un visitante, sobre todo uno tan joven como yo, demuestra conocer su lugar en la ciudad y seguir a rajatabla las tradiciónes vampíricas, sobre todo las que tienen que ver con el dominio del propio Príncipe y el respeto a su autoridad.

Hago una leve pausa antes de proseguir.

-¿Os parece bien?

Una sonrisa aflora en los labios del regente -joven aprendiz, el príncipe está más que al corriente de vuestra llegada, uno no se presenta al príncipe cuando estima oportuno según su capricho, sino todo lo contrario- niega con la cabeza.

Sus manos se apoyan en los brazos del sillón, lentamente se levanta, uno dos pasos, su mano se estira buscando algo, un bastón asoma sobre la mesa, clap, suena al apoyarlo sobre el suelo. Tranquilo ayudado por su bastón avanza dando un rodeo sobre la mesa, "clap" "clap" suena al apoyarlo en el frío y duro suelo.

-El príncipe sabe donde estáis, y cuando guste hará llamaros para concederos una audiencia- dice situándose delante de ti con ambas manos apoyadas en el bastón -os sugiero que mientras tanto reconsideréis vuestra opinión y os dediquéis a vuestros estudios- enarca una ceja a la par que ladea ligeramente la cabeza.

-Eso es todo, aprendiz- dice con voz grave dando por terminada la charla, su mirada se desvía hacia las puertas, de sus arrugados labios no sale palabra alguna, las puertas vuelven a abrirse por si solas, tal como hicieran antes.

Comprendiendo la aclaración de mi anfitrión, asiento con la cabeza.

-Deacuerdo, mi señor. Símplemente deseaba que se le comunicara lo antes posible mi presencia y mi deseo de ser recibido en audiencia, ya que algunos príncipes no se toman demasiado bien la ausencia de esta práctica.

Hago una pausa.

-Si me lo permitís, antes de que os vayais, me gustaría dedicar mi tiempo a la creación de un pequeño ayudante a la par que al estudio mientras me halle en la ciudad, si me lo permitís, claro. Además, si pudiera servirme de la biblioteca e instalaciones de la capilla, os estaría muy agradecido.

Hago una pausa sin levantar la vista, esperando su respuesta, y me retiro a mis aposentos.

-Haced cuanto gusteis,teneis permiso para hacer uso de la biblioteca en tanto a vuestro rango- con un ademán de su mano te despide, de nuevo girar encaminandose hacia el escritorio para volver a sus asuntos, liberandote de su presencia.

El tiempo pasa rápido, atareado entre la creación de un servidor de sangre para ayudarte en las tareas de laboratorio, asi como en tu busqueda sobre componentes alquimicos para crear el temido fuego griego, o al menos una variante lo suficientemente efectiva.

Tras días de búsqueda en la inmensa biblioteca, localizas un texto referente al fuego griego, no se expande en el proceso de fabricación pero sí, en sus compuestos, nervioso por el significativo hallazgo lees bajo la luz de una vela de cebo.

El texto dice:

"En el año 673 los guerreros de Alá ondeando la bandera de la guerra santa asolaron el imperio romano de Oriente obligando a los bizantinos a replegarse a Constantinopla. Innumerables barcos agitando la media luna se disponían a conquistar la última capital romana.

Los sacerdotes cristianos alzaban sus plegarias al cielo, las campanas redoblaban envolviendo el aire de la ciudad con un manto solemne. Los defensores bizantinos observaban las siluetas de las embarcaciones enemigas en el oriente, la tensión de la espera flotaba por encima de los mármoles romanos.
La situación era desesperada, Constantino IV Pogonatos conocía la superioridad árabe y la escasa moral de sus tropas imperiales. Reunido con sus generales intentaba buscar una solución al bloqueo e inminente ataque mahometano.
Y entonces como milagro divino se presento en la corte la enigmática figura de Calínico de Heliópolis ofreciendo un arma secreta que ayudaría a vencer a los árabes, un arma desconocida que causaría el terror en las filas sarracenas. El emperador y sus generales incrédulos escucharon a Calínico.
Los barcos bizantinos salieron al encuentro de las naves árabes con la intención de romper el bloqueo, en la proa de los barcos iban colocados unos tubos metálicos que relucían bajo el sol. Los árabes confiados en su superioridad y perplejos por la insensatez de los bizantinos lanzaron un ataque frontal para eliminar a los osados marinos. Estando cerca las naves árabes dispuestas al abordaje la mar se hizo fuego, los tubos metálicos comenzaron a expulsar llamas. El terror y el caos inundo a los árabes, sus naves se incendiaron, los marinos ardieron sobre cubierta, cuerpos quemados flotando sobre la mar, de la mismas aguas se alzaron llamas, la victoria bizantina fue total. Mientras la mar ardía, las naves romanas volvían gloriosas a la plateada Constantinopla. El fondo del mar recogía las naves y cuerpos mahometanos, y en ellos sus sueños de expansión por el legendario Bizancio. La leyenda del fuego griego había nacido.
El secreto de este lanzallamas se mantuvo siempre oculto y sirvió para que el imperio se hiciera dueño de la mar y pudiera contener los ataques de los siempre insaciables árabes y rusos. Conocemos que el fuego griego era lanzado en una especie de cañón y empujado por un tipo de bomba impulsora inventada en el siglo III a. C. por Ctesibio de Alejandría, los componentes de este liquido inflamable se desconocen aunque pudiera tratarse de nafta, cal viva y salitre, o bien petróleo destilado con resina espesante que lo prendían en el tubo y salía impulsado como un chorro de llamas con la acción de la bomba adhiriéndose a objetos, personas ,y lo que más pavor causo en la antigüedad ,flotando sobre la mar. La realidad es que este secreto guardado celosamente por los emperadores y descendientes de Calínico desapareció con Constantinopla. El fuego de la salvación mantuvo a los bizantinos en la fe del futuro. La mar ardía y Constantinopla relucía reflejada en ese mar de llamas."

Teófanes

En los siguientes días, sigues buscando más información sobre la fabricación del llamado "Mar de fuego" o "Fuego griego" por desgracia no hayas nada más de interés al respecto, parece que el secreto está bien guardado o al menos no hay demasiada información a tu disposición, sea como fuere ahora puedes dedicar más tiempo a las labores de laboratorio.

Encerrado en tu sancta santorum, te dispones a realizar el ritual para animar un ayudante, tu brazo desnudo se sitúa sobre un cuenco de barro, la despiadada y fría hoja de tu daga muerde tu carne, dolor... todo tiene un precio y este se paga en sangre. De tu brazo cae un reguero de negra vitae, poco a poco el cuenco se llena, de tus labios salen una retahíla de palabras en latín, con tu zurda tomas varias pipetas sumergiéndolas en el cuenco, poco a poco comienza a formase una forma humanoide de cristal de no más de treinta centímetros.

-Amo- saluda la cómica criatura estirándose tanto como puede.

Satisfecho, lames la herida, cortando el flujo de sangre... curiosamente el cuenco está vacío, era de esperar... .

Necesitarás una reserva de vitae, por suerte conoces el ritual, pero antes debes de alimentarte, no es conveniente realizarlo hambriento pues es tu propia vitae la que se almacena en el foco, para ello deberás de cazar.

Mi ayudante ya ha sido creado, es apenas un pequeño amasijo de cristal deformado de forma caprichosa y fortuita, pero en el fondo, para mi, es como si fuera un amigo, alguien en quien confiar, y eso no es que abunde precisamente. Se estira y me saluda, casi como si esperase una orden, no se ni como debo llamarlo, pero algo es seguro, siempre me será leal. Su diseño me gusta, y por mi cabeza corre la idea de recrearlo más veces. Dudando por un instante, me quedo mirando a mi creación con curiosidad, me vuelvo a mi mesa y veo las monedas que he dispuesto para el ritual. Tras esto, me vuelvo de nuevo a mi creación y le respondo:

-Hola, ¿puedes hacerme un favor? Debo salir a alimentarme, ¿Puedes preparar unas botellas y unas pipetas junto con aceites, resinas, sebo y agua?

Después, salgo a pasear por la capilla y busco al hombre que me trajo allí. No se si lo encontraré, pero, lo que tengo claro es que lo necesito para que me explique como cruzar las protecciones y poder volver a la capilla o para que me indique donde alimentarme.

El humanoide de cristal asiente con la cabeza a tu orden, se despereza de piernas y brazos. De un salto sale del cuenco cayendo sobre la mesa, mira a izquierda y derecha para localizar el instrumental, y comienza llenar una botella con agua.

Sin dar mayor importancia al curioso hombrecillo de cristal, sales de tu laboratorio en dirección a la biblioteca, de estar en la capilla tan solo podria estar bien en su sancta santorum o en la biblioteca, y de no estar allí seguro que alguién sabra indicarte el camino hasta sus aposentos.

Tras un rápido vistazo a la sala , localizas a Carles, el aprendiz que te recogiera en el puerto y te guiara hasta la capilla. En silencio estudia un grueso volumen bajo la tenue luz de una vela de cebo.

Tus pasos en la silenciosa habitación te delatan, curioso levanta la cabeza para observar al recién llegado para luego volver a concentrarse en lo que tiene entre manos.

Solo cuando te acercas, vuelve a levantar la cabeza, resignado a sabiendas que vas a interrumpirle en sus estudios.

-Buenas noches- cierra el libro con cuidado marcando la página por donde lo ha dejado -¿en qué puedo ayudarle?-.

Me acerco despacio, cabizbajo, mirando de reojo a todas partes con evidente nerviosismo. Da la sensación de que no me siento muy cómodo en aquella situación. Mis manos van cruzadas y cubiertas con las mangas de mi túnica, más para que no note como tiemblan que por cualquier otra razón.
Cuando llego junto a Carles, espero unos instantes mientras cierra el libro y me mira, como si pidiese perdón por interrumpirle. Una vez me formula la pregunta le respondo:

-Buenas noches. Verá, es que soy nuevo en la ciudad, como bien sabe, y me preguntaba si me podría indicar algún lugar apropiado para... alimentarme.
Mi voz es tenue, casi como un hilo, y la última palabra la pronuncio casi con verguenza. Al acabar de hablar, espero unos instantes su respuesta en silencio.

Carles te sostiene la mirada fija con semblante serio durante largo rato, con cierta reluctancia se levanta de su pupitre como si de su cuello colgase la mayor y más pesada de las piedras.

Una sonrisilla de suficiencia baila en su cara -supongo que no sabía...- no llega a terminar la frase dando media vuelta sobre sus talones, su brazo se levanta haciéndote una seña para que le sigas.

El eco de vuestros pasos suena en la vacía habitación, tras cruzar el umbral llegáis de nuevo al pasillo, Carles gira a su izquierda, otro recodo más, entonces se detiene frente a una puerta sin pomo.

Su mirada se posa sobre ti, entonces te señala un símbolo hermético con la representación de cerrado justo en el dintel de la puerta, apenas perceptible. Su mano se dirige hacia el símbolo girando lo que parecen partes, rotando y permutando posiciones hasta que cambia totalmente por el pictograma abierto, entonces sin más empuja la puerta.

-Cuidado con los escalones- advierte antes de desaparecer en la negrura de la habitación.

Lentamente comienzas en descenso, por una escalera desigual pobremente iluminada, a lo lejos escuchas, ruido de cadenas, murmullos y llantos apagados, el ambiente te es muy familiar, esto es una mazmorra.

Dispuestos en jaulas ves al menos una docena de personas, hembras y varones de todas las edades.

-Las gárgolas recolectan frutas de tierras distantes para satisfacer nuestras necesidades, tomad lo que necesitéis pero no los eliminéis …  por ahora son útiles -.

Lo sigo en silencio y avergonzado como un niño que no sabe atarse los zapatos. Grabo en mi mente la secuencia del recorrido por la capilla y el símbolo que abre la puerta de la mazmorra. Ciertamente me interesa conocer su funcionamiento, pues, me facilitará las cosas a la hora de alimentarme en el futuro. Eapero cabizbajo mirando cómo ajusta el símbolo con viva atención pero sin omitir mi gesto de verguenza. Por un instante, sobre su rostro se me aparece la imagen de mi antiguo señor, y un escalofrío recorre mi espalda.

Sigo a mi acompañante escaleras abajo y me muestra el alimento que las gárgolas han recolectado. Me hago a un lado e inclino aún más la cabeza sin dejar de mirar por el rabillo del ojo a mi acompañante. Una vez hecho esto, le digo:

-Muchas gracias. Ignoraba que la capilla contase con mazmorra. Lamento haberos causado tantas molestias, pero no sabía a quien recurrir en esta situación.

Hago una pausa y sigo:

-No es necesario que sigais ausente de vuestros quehaceres, yo mismo encontraré la salida, no deseo molestaros más. Gracias una vez más.

Hago una leve pausa y espero a que mi acompañante me deje solo. Tras esto, me acerco a una mujer de mediana edad de una de las jaulas y acaricio su cabello con suavidad. La textura y el color del cabello de mi presa me traen recuerdos. Recuerdos de cuando aún mantenía el contacto con otras personas, recuerdos de mi época pasada, antes de mi época de esclavo. Me centro y saco los colmillos. Ante el terror de mi presa, divertido, sólo puedo decir:

-Tranquila... vivirás para ver otro día...¿Me tienes miedo? Deberías, es... sensato. Lo se, no debería hablarle a la comida, pero es taaaan divertido... en fin, querida, las necesidades primero.

Sin más dilación, hundo mis dientes en su cuello y bebo sin matarla un largo trago del néctar de la vida antes de pasar al siguiente.

Carles gira sobre sus talones sin hacer mayores comentarios, dejandote a solas en la intimadad para que dispongas libremente de los pobres desgraciados que han tenido la poca fortuna de caer en vuestras garras.

Una solitaria lágrima cae por la mejilla de la mujer, mientras niega pronunciando palabras en una lengua desconocida, al mostrar tus caninos exhala un agudo grito surguido de lo más profundo de su garganta.

Tus colmillos se clavan en la fina y mugrienta piel, perforandola sin piedad, con avidez succionas un torrente de calida sangre, el extasis recorre tu muerto cuerpo disfrutando del sabor de la vitae atenazada por el miedo.

Los brazos de la mujer caen a ambos lados de su famelico cuerpo, cual lastre al suelo,su pecho sube y baja agitado, las pupilas de sus ojos se dilatan, de sus labios escapa un suspiro ... un gemido de placer, el beso oscuro provoca una sensación de extasis en el ganado, algo sumamente conveniente para vuestra maldita estirpe.

El salvaje sonido de su corazón comienza a apagarse, es entonces cuando te retiras de ella, dejando caer su fatigado cuerpo al suelo, sin la menor de las contemplaciones.

Metodico, te alimentas del resto de los prisioneros hasta saciar tu apetito, mujeres, niños, hombres y ... un anciano.Una imagen acude a tu cabeza, entonces recuerdas la causa del porque estás aquí, el patricio que escapo dejando atrás el descompuesto cuerpo de tu ayudante, Esquilo de Leucades, recuerdas su nombre.

La sangre del anciano te sabe amarga debido al mal lance, satisfecha tu sed das la espalda a los mugrientos mortales, al horror, al llanto y la desesperación.

Ya arriba en frente a la puerta, observas un puzzle similiar en al que vieras en el otro lado formando el simbolo de cerrado. Lentamente mueves las piezas hasta formar el simbolo de abierto.

"Clap" suena la puerta, con un suave empujon abres la puerta volviendo al iluminado pasillo de la capilla, a tu espalda se cierra la puerta.