Partida Rol por web

- "Pues pocos tesoros va a encontrar en este pueblo. Aquí no hay más que trabajo y desdicha." -

- "Y que lo digas, amigo mío, y que lo digas. Pobre Bambú..." -

Miro a unos y a otros, vuelven a tomar decisiones, a intentar hacer lo que consideran más conveniente para ellos, pero no para mí. Suspiro.

No es un territorio desconocido, es mi hogar.

Bajo la capucha de mi manto, demostrando que no me importa, y empiezo a caminar hacia el pueblo, hacia donde nos lleva Martillo Blanco, ¿el cementerio? No entiendo nada.

Me paro, antes de entrar, conozco cada camino, cada piedra, cada intersección.

¿Por qué estamos aquí?

Riqueza siguió, junto con el resto del grupo, a Martillo Blanco. Le sorprendió un tanto su peculiar destino, el cementerio, pero prefirió no hacer comentario alguno de momento. Sin embargo, ante la creciente oscuridad, encendió la lámpara que llevaba colgada de una larga vara de bambú y la tendió ante él para alumbrar el camino.

- Observo, Martillo Blanco que dices que quizás nos encontremos con el hermano de Dulce Loto. ¿Cuál es la razón de tales palabras? ¿Acaso ya lo has visto? - preguntó, si bien se planteaba así mismo cómo Martillo Blanco podía haber identificado al mismo -. ¿Y es esa la razón por la cual nos hallamos aquí ahora?

Mazo observó, primero, a Riqueza Efímera y sonrió.

- No amigo, aquí estamos por otros temas un poco más... sentimentales. Disculpad mi rudeza en las palabras, pero nunca he sido bueno ni sutil para expresar lo que siento ni tampoco nada empático con otras personas. - Dijo el grandullón mientras se acercaba a unas tumbas que eran recientes.

Las señaló con su mano y miró a Dulce Loto.

- Estas son las tumbas de tus padres, doncella, pensé que querrías despedirte de ellos o elevar una plegaria por sus almas para que encuentren el camino de regreso y se reencarnen pronto. -

El mercenario se inclinó en señal de respeto ante las tumbas de los padres de Dulce Loto y después, se alejó un poco para dejar sitio para la muchacha.

Necesitaba ver su reacción.

Tenía que recordar algo... por mínimo que sea...

Y darle una señal a Mazo para actuar en consecuencia.

Emisario del Dragón cerraba la marcha, atento a cuando pudiera suceder en el camino y delante de ellos. En silencio, escuchaba los sonidos a su alrededor, observaba a los animales que se mantenían quietos y en silencio al paso del pequeño grupo e intentaba averiguar el sentido de las palabras de Mazo y la razón de que los llevará al cementerio, como pronto descubrió al ver como delante de ellos se abría un pequeño campo lleno de lápidas.

Su mirada se desvió rápidamente hacia Dulce Loto. Aquel no era el mejor lugar para la muchacha.

Pero las palabras de Mazo le hicieron entrecerrar sus ojos, sospechando que aquella visita era por algo más que una simple visita a la tumba de los padres de Dulce Loto ¿Que había descubierto aquel hombre desde que había llegado a aquellas tierras?

Permaneció un poco por detrás del resto, siempre en silencio, siempre atento a lo que les rodeaba y a la reacción de la muchacha.

Entramos en el cementerio, hasta llegar a dos tumbas recientes, miro a Martillo Blanco, sin entender, hasta que habla, miro otra vez la tierra, movida, ya no hay nada más, los han enterrado, tendré un lugar donde venir a verles, tendré...

Las rodillas me fallan, no se cómo estoy arrodillada, mis manos apoyadas en la tierra. Noto que aún está húmeda, la última vez que les ví estaban ensangrentados, destrozados, cierro los ojos, mis puños recogen parte de la tierra, cerrándose a su vez.

¿Por qué?

No tengo la respuesta a esa pregunta, tampoco se por qué yo sigo viva y ellos no, sólo se lo que susurraban, pero no puedo creerles, no puedo hacerlo, ya no queda nada, no me queda nada.

¿Por qué?

En una de sus salidas de guardia Patán Sabio escuchó algunas voces que venían del muelle. Salió a escuchar y llegó a oír que hablaban de Bambú. Entonces, pensó que quizá pudieran contarle la historia de lo ocurrido, así que se acercó al borde de la barcaza y trató de llamarlos. Quizá quisieran hablar con él.

- ¡Señores aldeanos! Por favor, discúlpenme, pero les he oído hablar de alguien llamado Bambú. ¿Podrían decirme lo que ha ocurrido en la aldea?

- "Una gran desgracia, señor mío. La hija de una familia acomodada fue poseída hace dos noches por el espíritu inmortal de un Anatema. En su crueldad, usó sus poderes para quemar vivos a sus padres, pero cuando su hermano Bambú se enfrentó a ella con la lanza de la familia, la Anatema huyó." -

Quedé en silencio al ver las tumbas a las que nos había llevado y pude ver allí cómo la joven Dulce Loto se desmoronaba. Su edad entonces debía estar próxima a la mía cuando los malnacidos del Templo de los Cinco Dragones dejaron maltrecho y en el lecho de muerte a mi padre. Y allí, junto a la tierra removida estaba el monje que de mostrar compasión o pena por la escena no sería sino una muestra de su tremenda hipocresía al haber defendido la participación de sus amigos en una tragedia, no igual, pero parecida.

No sabía muy bien qué decir. Nada de lo que a mí me habían dicho entonces me sirvió de mucho, y después de aquello nada había mejorado solo había ido a peor. Así que tan solo puse mis manos sobre sus hombros para hacerla notar que allí estaba en caso de que me necesitara. Tenía intención de esperar allí quieto hasta que ella hubiese terminado con su duelo.

- Bueno, cuando terminéis, recordad que tenemos trabajo que hacer. - Dijo Mazo mientras se alejaba un poco del grupo. - Cuando estéis dispuestos, tenemos que dirigirnos en esa dirección, allí seguramente encontraremos más respuestas para nuestra misión. -

Mazo estaba dispuesto a llegar al final de todo esto.

Los demás no parecen comprender lo que estaba sucediendo, pero el grandullón cada vez ataba más cabos. La familia de Dulce Loto había sido asesinada, y Bambú rondaba por este lugar aún.

Él lo sabía.

Y estaba dispuesto a descubrir la verdad de todo esto.

- Muchacha, solo el tiempo logrará darte consuelo - comentó quedamente ante la escena que se desarrollaba a sus ojos -. Emisario, ayúdala a ponerse en pie, por favor. Dulce Loto, si deseas volver al sampang, lo entenderemos. Uno de nosotros podrá acompañarte y dejarte en las buenas manos de Patán, que cuidará encantado de ti - comentó para después apartarse en silencio y caminar hacia Martillo Blanco -. Joven guerrero, puede que estés ansioso por vivir una nueva aventura, pero no es muy correcto hablar de trabajos pendientes ante una núbil postrernada a los pies de la tumba de su padres recién asesinados. Son muchas las peleas que se libran en esta vida y en muchas de ellas, un arma como la tuya es inútil. Ella está ahora librando la suya. No la atosigues ni atormentes con tus prisas. Lo que haya de ser, será. Y si además, pudieras ofrecer algo de luz, te lo agradecería. Pareces saber a dónde debemos dirigirnos, pero nada has dicho al respecto. Al desembarcar nos dijiste que estuviéramos preparados pero, ¿cómo estarlo si callas y nos sumes en la oscuridad de la ignorancia?

Mazo sonrió.

- Tiempo al tiempo, amigo Riqueza Efímera, tiempo al tiempo. - Dijo simplemente el hombretón mientras continuaba esperando.

Después, se quedó mirando el horizonte, con la mirada perdida, como pensando.

- ¡Por la Emperatriz! - exclamó Patán Sabio.

No podía creer lo que estaba escuchando. Si era así, Riqueza Efímera y los demás podían estar en peligro. Y también ese tal Bambú, que en vez de ser el monstruo que creían ahora era un inocente atrapado por su destino, y quizá Martillo Blanco y los demás se enfrentaran a él.

- Gracias, señores aldeanos. Por favor, reciban este presente. - Patán bajó a la bodega y les ofreció un poco de pescado ahumado.

¿Qué podía hacer ahora? ¿Salir de la barcaza, buscar a Riqueza para advertirle de ello? No, Riqueza le había dicho que se quedara en la barca, y no corría realmente peligro. Seguro que Riqueza podría ver a través del engaño del Anatema, pero ¿podría controlar a los otros?

- ¿Dónde está el joven Bambú ahora?

- "Seguramente estará durmiendo en su hacienda." -

Las manos de Maestro Garra de Halcón no me reconfortan, pero me hacen saber que está aquí, y que no se moverá de mi lado. Escucho voces a mi alrededor, pero no las oigo, no se qué hablan, qué dicen, sólo quiero que esto termine, que sea una pesadilla, despertar, pero no, se que no es así, que es real, que los han enterrado sin que yo pudiera hacr nada, tan rápido que me parece increible, quizás por cómo fue su muerte, por cómo estaban de destrozados sus cuerpos.

No tiene sentido seguir llorando, pero no puedo hacer más, aparto las manos del suelo, ahora de nuevo sucias, de tierra, no de sangre, las paso por mis mejillas, terminando de ensuciarlas, recompongo mi postura, arrodillada, con la espalda recta, suspiro. Uno las palmas de mis manos a la altura de mi frente, bajo un poco la cabeza.

Volveré, padre, madre, lo haré, que los dioses os protejan allí donde estéis.

Callo un par de minutos, hasta finalmente abrir los ojos, separar mis manos, mirar a mi alrededor, no tengo buen aspecto, probablemente, pero la mirada de mis ojos es firme, no, quiero ver cómo está mi casa, quiero volver a verlo, quiero encontrar a mi hermano, quiero saber, quiero saber por qué.

Levanto la mirada hacia Garra de Halcón, extiendo la mano.

Por favor, ayúdeme a levantarme, no se si... mis piernas me aguantarían.

Entrecierro ligeramente los ojos.

No, Lord Carroñero, iré, no quiero esconderme como una vulgar criada.

UNA HORA TRAS EL OCASO.

- El pequeño grupo camina iluminado por el farolillo de Riqueza Efímera y bajo la guía de Dulce Loto hasta la Hacienda Tien.

- De noche y desde fuera, la mansión no parece haber sido especialmente afectada por el fuego.

- Parece que hay un guardia en el acceso al jardín y otro en la puerta principal de la pagoda.

Mazo se acercó a los guardias y haciéndoles una pequeña reverencia, saludó.

- Saludos. - Dijo tranquilo. - Mi nombre es Mazo, ¿podriáis decirle a Bambú que estoy aquí? Me gustaría tener algunas palabras con él, sobre el tema que él ya sabe. -

Las cartas ya estaban sobre la mesa.

Con esas palabras, estaba claro que el grandullón había hablado con Bambú, y que también, aún habiendo estado junto a él, no lo había matado como había comentado el día anterior en la taberna junto a los demás.

El círculo se está cerrando.

- Puede decirle también que Dulce Loto está con nosotros. - Concluyó, aún sonriente.

Emisario había guardado silencio mientras estuvieron en el cementerio, sabía a Dulce Loto bien cuidada por Garra de Halcón, así que su atención se centro discretamente en Mazo. Seguía sin entender aquella visita al cementerio salvo para que la muchacha fuera consciente de donde se encontraban ahora sus padres, pero para nada más, cosa que desmentían las palabras de Mazo. Pero no terminaba de entender. Por eso no bajó la guardia, esperando que de un momento a otro ocurriese algo, aunque no sabía que podía esperar.

Cuando Riqueza Efímera le indicó que ayudase a Dulce Loto a levantarse, vio como presto Garra de Halcón ya la ayudaba, así que no dio más de un paso hacia ella antes de detenerse y desistir de la acción. Una ayuda sería más que suficiente.

De nuevo retomaron el camino siguiendo a Mazo, de nuevo Emisario ocupó el último lugar y una hora después ante sus ojos se desplegó la fachada de una hacienda que entendió sería la casa de Dulce Loto. Lo que no esperaba fueron las palabras que Mazo dirigió al guarda que vigilaba la entrada. Automática y discretamente se situó al otro lado de la muchacha esperando alguna reacción imprevisible por su parte al ver de nuevo a su hermano. Una mirada rápida a Mazo lo desconcertó aún más cuando vio su sonrisa tranquila y triunfal por la revelación que acababa de hacer a todo el grupo.

Emisario no entendía nada, pero dejó hacer a Mazo, confiando en él. Aunque no sabía por qué...