Partida Rol por web

Resisto la parálisis del necrario con una sonrisa torva y me revuelvo, ensartándole el pecho con el acero encantado.

- "¡Este es tu fin, malandrín! ¡Deberíais de aprender a no comeros a las personas!" -

Miro un instante a Frau Helene cercana a mi posición.

- "¡Ponéos detrás de mí, dejad que me ataque a mí! Por cierto, os agradecería mucho una curación, Fraulein." -

Si quería que su cántico fuera efectivo debía acercarse un poco para que sus compañeros lo escucharan mejor y además para aprovechar el eco de la cueva. Lo hizo con todas sus fuerza y pasión, de tal modo que su voz se elevó frente a los gritos de la arpía de nuevo, por ese lado sus compañeros no debían temer pues el niño seguiría cantando lo que hiciera falta, además en pocas ocasiones le dejaban hacerlo a pleno grito sin que alguien le echara una bronca por no poder dormir o algo por el estilo.
Además desde su posición podía iluminar mejor a sus amigos. Y tan centrado como estaba supuso que podía ayudar de otra manera a sus amigos. Buscó una grieta en la pared y encajó la antorcha lo más arriba que pudo asegurándose que su luz seguían iluminando con eficacia a sus amigos. Después echó mano a su tirachinas y cogió una de sus canicas. Apuntó a la arpía, no sabía si era el rival más peligroso, pero era el que más miedo le daba en aquellos momentos y tenía temor de que por alguna razón su canto no fuera suficiente para salvar a sus amigos, cuanto antes estuviera muerta más tranquilos estarían todos.

Bajo la luminosa Espada de la Justicia, el Mal siempre perece. Urik remató al necrario que le acosaba, y la cabeza podrida rodó por el suelo del impulso del poderoso tajo. Helene dió un paso atrás y curó a su campeón de las heridas sufridas, por lo menos lo justo para que siguiese peleando por ellos.

En otro extremo de la cueva, Parriwimple logró ralentizar a la arpía, mientras que la canica disparada por Ivalic provocaba un chichón al muerto volador. Sus mordiscos y zarpazos no consiguieron afortunadamente paralizar al apacible repartidor, aunque le hicieron sangrar profusamente.

Con Arik no hubo tanta suerte. Después de descuidar su defensa con un golpe de alabarda temerario, una de las garras del necrario que quedaba en pie se hundió en el posadero, y su pernicioso veneno paralizó todo su cuerpo.

Por último, el cadáver que salió del ataúd corrió hacia ellos a velocidad sobrehumana. Urik vió algo por el rabillo del ojo, solo un instante antes de que le ganara la espalda. Sintió el contacto de una cara fría junto a su cuello, y el Caballero del Cuervo se revolvió para alejar a la criatura. Ésta no disminuyo su velocidad, sino que siguió su camino. La muerta recién llegada se paró justo al lado de Ivalic, y le habló cara a cara.

Cú-cú... MUAHAHAHAHA... Volvéis a invadir mi hogar. Me desafiáis. ¡A mí! ¡A la gran Inka! ¡¿Qué pasaría si yo ahora cogiese esta antorcha y siguiésemos esta reyerta a oscuras...?

La antorcha continuaba ardiendo en la pared, desatendida para todo aquel que quisiese cogerla. Su luz iluminaba a una mujer de carne putrefacta y ropas roídas por el paso del tiempo. Helene reconoció los brazaletes de los brazos de Inka. Son los mismos que vió cuando subían a su Ternero desde el fondo de la fosa, cuando esas mismas garras emergían de la oscuridad para matarla.

Tras vencer finalmente al Necrario más herido, hiero a la segunda criatura mientras la situación se torna más y más desesperada a nuestro alrededor. Es posible que pueda derrotar a este necrario, pero me temo que precisaré de dos tajos más como el que le acabo de propinar.

Por su parte, no sé si Parriwimple será capaz de vencer en solitario a la harpía. Desde luego, no creo que Ivalic y Frau Helene puedan enfrentarse a la nueva no muerta que se ha unido a la batalla, esa tal Inka.

- "¡Frau Helene, Ivalic! ¿Podéis crear luz?" -

Parriwimple vuelve a usar su toque contra la arpía, esperando conseguir eliminarla a base de tocarla con sus manos, tal como le había aparecido en un sueño. Puede parecer tonto (siendo sincero, bastante de Parriwimple lo es) pero... oye, la segunda vez, funcionó.

El niño se vio sorprendido por la demacrada y tétrica figura que se le plantó frente a él. Miró de reojo la antorcha, no podía permitir que aquel ser dejara sin luz a sus amigos, era su responsabilidad, pero alcanzarla le pondría en peligro. Fueron las palabras de Herr Urik las que le recordaron un pequeño hechizo que había aprendido y que hacía tiempo no practicaba, quizás fuera un buen momento para hacerlo. Se concentró cerrando los ojos un segundo.

-¡Luz!

Ivalic gritó mientras extendía su mano en dirección a la espada de Herr Urik, si todo salía bien esta comenzaría a brillar y el caballero tendría su propia antorcha mortal empuñada.

 Por favor, que no les pase nada. Por favor, que no les pase nada-rezó.

¡Demasiado tarde!-bramó Inka-Hoy os convertiréis en necrófagos de mi reino de ultratumba. Iaaajajajaja...

Viendo que apagar la antorcha ahora era inútil tras la intervención de Ivalic, los veloces pies de Inka la llevaron junto al necrófago que con sus manos desgarraba la carne de un paralizado Arik. Un fugaz intento de Inka por morder a Urik, y de nuevo se alejó, esta vez hasta el fondo de la cueva, buscando la protección de la oscuridad.

A pesar de los rezos de Helene, la arpía no perdonaba y seguía ensañándose con Parriwimple. Su recién logrado don no conseguía hacer más mella en la bestia alada, aunque la arpía siguiese atolondrada y torpe desde la última vez que Parriwimple la tocó. El repartidor se estaba desangrando vivo.

Lanzo un tajo contra el maldito necrario que queda en pie, pero fallo el golpe contra la escurrridiza criatura. Me sitúo justo al Norte del maldito no muerto para estar un poco más cerca de Parriwimple y tenerlo a la vista.

- "¡Amigos, Parriwimple necesita ayuda! ¡No aguantará contra esa bestia mucho más!" -

Los golpes son demasiado y Parriwimple queda paralizado.

¡Bien!

A pesar de que las circunstancias no eran las mejores Ivalic pudo comprobar que su hechizo funcionaba a la perfección y la espada de Herr Urik comenzaba a emanar una luz suficiente para iluminar la estancia aunque la antorcha fuera apagada por Inka. La horrible criatura admitió su derrota y ni siquera se detuvo a apagar la antorcha, por el contrario se dirigió hacia Herr Urik intentando morderle, pero falló. Ahora eran Arik y su amigo Parriwimple quienes necesitaban su ayuda, parecía que el grandullón mucho más, sangraba profusamente y la arpía no cejaba en su empeño de morderle. Ivalic obedeció a Herr Urik e intentó curar a Parriwimple.

-¡Aguanta Parriwimple, yo te curaré!

La arpía posó sus garras en los anchos hombros de Parriwimple. Simplemente se quedó allí, quieta sobre su poste de carne, devorando picotazo a picotazo la comida. La situación era dramática. Helene e Ivalic estaban utilizando todas sus reservas mágicas en regenerar la carne de Arik y Parriwimple respectivamente, y lo hacían al mismo ritmo en el que sus dos amigos paralizados estaban siendo devorados.

Urik interpuso al no muerto entre Inka y él.

Qué entretenido es esto... Si te alejas, nada evitará que mi necrófago se coma a tu amigo del bigote. Si te quedas, estás lo suficientemente cerca como para sufrir uno de mis mordiscos.

Inka volvió a surgir de la oscuridad. Su paso vivo le permitía cubrir la distancia que le separaba del Caballero del Cuervo a una velocidad asombrosa. Los dientes amarillentos se cerraron atrapando los labios de Urik en un beso, y luego se volvió a alejar, perdida de nuevo en la oscuridad, más allá de la luz que emitía la espada de Ashlyn.

Resisto el veneno que me inyectan los colmillos de la necrófaga. Es muy rápida, cada vez que pasa por mi lado intento golpearla con la espada de Frau Ashlyn, pero es demasiado veloz para que tenga esperanzas de golpearla.

Me concentro un instante en el Icono Sagrado de Ravenkind y uso su fuerza y su poder sagrado para repeler a los no muertos que nos atacan.

Intento golpear al necrario que sigue en pie, pero esta vez fallo.

Estaba confusa, torpe, preocupada. Todo su ser se rebelaba contra aquel horror. Era necesario sanar pero mientras aquellas horribles criaturas siguieran atacándolos impunes, nada tendría ni sentido ni valor. Así que se concentró en expulsarlos.

La cura de Ivalic no pareció gran cosa pues la arpía seguía desangrando a su amigo, que además extrañamente no parecía haberse defendido. ¿Que le pasaba?

-¡Vamos Parriwimple! ¡Tu puedes con ella, tu eres fuerte!

Esperaba que con esas sencillas frases de ánimo su amigo reaccionara y pudiera matar a la arpía, era la persona más fuerte que conocía y estaba seguro que podría con ella. Por su parte no podía hacer otra cosa que seguir curándolo, todavía se encontraba con energías suficientes para hacerlo.

Expulsado por Helene, y herido por Urik al huir dándole la espalda, un tambaleante necrófago huyó hacia la oscuridad. Allí lo detuvo Inka, apresándolo en un abrazo, mientras que con su pustulenta mano la muerta viviente acariciaba el pelo de su camarada.

Sssssh... No pasa nada. No tienes nada que temer. Voy a matarlos a todos, para que así se puedan convertir en tus amigos, mi pequeño... IAJAJAJAJAJA...-rió, divertida.

La arpía seguía alimentándose de Parriwimple tan tranquilamente, e Ivalic curándole para mantenerle con vida. Cuando expulsó, Helene se dió cuenta de que la arpía ni siquiera hizo un pestañeo. La criatura alada era demasiado poderosa como para auyentarla de una manera tan profana como la fé. Deben matar a la arpía, y seguir curando a sus compañeros. Esta es una guerra que van perdiendo.

Desesperado por la situación, cargo contra la arpía maldita que está matando a mi amigo Parriwimple. En mi desespero fallo un golpe que nunca debería de haber fallado, incluso invocando la ayuda de los Poderes Benignos. Ahora sí que está claro que estamos perdidos.

El gigantón notaba aún su cuerpo entumecido. Intentó moverse... pero seguía siendo imposible. La arpía le arrancaba trozos de piel y carne, devorándolos delante suyo. Gritó.

Las cosas no iban a mejor, pero todos debían seguir intentándolo, tanto Parriwimple, Herr Urik, Arik y la Señora Helene le darían la vuelta a la situación. Ivalic seguía curando a su gran amigo, pero comenzaba a sentirse cansado, quizás fuera la última vez que pudiera hacerlo.

-¡Vamos Parriwimple! ¡Pégale!

Estaba seguro que con unos buenos golpes del grandullón todo se solucionaría rapidamente.

Helene lanzó una última curación a Arik antes de ir a ayudar a Parriwimple. Arik quedó solo, en medio de la caverna, y paralizado. Una presa fácil para Inka... La muerta viviente soltó a su necrario herido y dejó que se marchara por una galería. Sus pasos, lentamente avanzando, sonaban al aplastar y retorcer la gravilla del suelo.

Los dedos de Arik temblaron, tratando de reaccionar, sobreponiéndose al veneno.

¡Parriwimple!

Arik agarró la empuñadura de su trabuco y alzó el cañón hacia la cabeza de Parriwimple. Apretó el gatillo sin dudarlo.

¡PUM!

¡NYAAAAAAAAARK!

La arpía se constriñó de dolor, pero seguía perseverando en tratar de devoar a Parriwimple vivo. En cuanto al joven repartidor, ni un solo perdigón punzó su piel. El olor a pólvora inundó las catacumbas.

¡Aguanta, amigo! ¡Te salvaremos!

Arik sintió el frío del aliento de Inka en su nuca. Se movió tan rápido que Arik no la vió venir. En un arranque de reflejos, el posadero la detuvo usando el cañón del arma para bloquear los dientes afilados de Inka. Esta vez, ella no retrocedió. Esta vez, Inka se quedó al lado de su víctima.

En esos momentos, Parriwimple también empezaba a desperezarse del efecto paralizante del veneno. ¡Estaba listo para contraatacar!