Partida Rol por web

Helene se detuvo en seco ante la visión de los dos espectros abalanzándose contra el doctor. Entrecerró los ojos, evaluando su poder, y llegando a la pronta conclusión acerca de su naturaleza. No deberían de darles problemas, pero la realidad era que nunca podían confiarse. Sus labios murmuraron un hechizo de expulsión, pero su resultado distaba mucho de ser el esperado.

Con poca fé en sus capacidades tras la muerte de Jeff, pero un corazón luminoso, la expulsión de Helene destruye a los dos espíritus malignos antes de que Pitufín lance una carga bioléctrica, antes de que Ivalic malgaste un balín, y de que Urik desperdicie un buen conjuro.

Fuera de peligro, el Doctor Van Richten se vuelca en sus inspecciones sobre la siguiente puerta...

Unos minutos después, el anciano decide que no hay nada que temer. Gira el pomo y empuja la hoja, descubriendo un comedor con un montón de sillas dispuestas en torno a una gran mesa de roble. Allí también se encuentra Strahd Von Zarovich. El vampiro está del otro lado de la mesa, en pie, como queriendo que no carguen contra él, pero a la vez exhibiéndose y mostrándose a plena vista.

Por favor, si son tan amables de sentarse, quizás podríamos encontrar algo de tiempo para parlamentar tranquilamente en beneficio mútuo...

Más allá de esta distracción, tanto a izquierda como a derecha, la habitación termina en su respectiva puerta, ambas cerradas, sin más enemigos que el propio y mortal Conde Strahd Von Zarovich...

El conjuro de la Señora Helene fue tan efectivo que destruyó a los espíritus casi al instante para alegría de Ivalic y el resto.

-¡Bien hecho Señora Helene! ¡Pitufín, busca mi canica!

El lagarto azul todavía no estaba bien entrenado, o se negaba a hacer caso a Ivalic, así que tuvo que ir él mismo a buscarla, por fortuna lo consiguió.

– Es mi día de suerte Tasia, es muy difícil encontrar las canicas, van muy fuertes y rebotan. ¿Cómo está tu mano?

El grupo siguió camino y se detuvo a comprobar una puerta, cuando el Profesor dio el visto bueno continuaron hacia la siguiente sala, un comedor donde les esperaba el Conde.
Ivalic miró a sus compañeros, sobre todo a Parriwimple, Herr Urik y la señora Helene. Con disimulo cogió el mango del trabuco con una mano y con la otra buscó en su mochila una de las municiones especiales, si había un enemigo para gastarlas ese era Strahd.

Sujeto la Espada Solar a dos manos con fuerza y tensión cuando veo al Conde Stradh. Todavía no estamos listos para enfrentarnos a él. Aún no hemos logrado debilitarle.

Con un enorme esfuerzo de autocontrol logro sofrenarme para no lanzarme a una carga insensata, al tiempo que vigilo a izquierda y derecha por si se desata cualquier trampa o treta traicionera.

- Antes venir y atacarnos. Como vampiro. Yo reconocer. Tú ser malo para este lugar. Hacer daño. Es verdad, otros hacer daño también. Dime: si querer matarnos, ¿por qué ahora querer hablar? Eres muy extraño, conde.

A pesar de las palabras, Parriwimple no hace gesto alguno de atacar al conde. No todavía al menos.

Chsssst...-mandó callar a Ivalic, sin entrar al trapo de su enésima pregunta sobre el estado de su mano-Mantente atento a lo que pueda ocurrir, Ivalic...

Bien... supongo que también podemos tener esta conversación de pie-se lamentó, al ver que ninguno de sus "invitados" tomaba asiento.

Reconozco que en la capilla perdí los estribos. Fue un comportamiento impropio para un noble cabal, y os pido disculpas. Pero la capilla me trae recuerdos intensos, y ver barricadas con los bancos y sacos de dormir como si fuese un vulgar campamento en un rincón del templo me pareció... sacrílego. Irrespetuoso, por lo menos. Habría sido más elegante haber utilizado magia en aquel encuentro, o la diplomacia. Tan solo...

En fin.

Hace dos años, hicimos un pacto. Incomprensiblemente, buscasteis un periodo corto de tregua, en lugar de querer beneficiaros de una paz prolongada. Yo respeté mi parte, y los habitantes de Barovia cumplieron razonablemente los términos. En conclusión, creo que deberíais replantearos... ¿No es mejor que se vuelva a reeditar dicha tregua? Os ofrezco otros dos años de paz. A vosotros y a todos los barovianos.

Por detrás de ellos, las dos gemelas se inclinaron a la vez, hacia orejas opuestas del Doctor Van Richten. Le susurraron algo en voz baja. Algo que aquellos que disponían de un fino oído podrían entender.

El Conde.

Su sola imagen hizo que Helene cerrara los puños, clavándose las uñas en las palmas. Él representaba cuanto de malo y perverso pudiera haber, un ser antinatura y, ante todo, el responsable último de la muerte de Jeff. Su garganta se estranguló y acabó emitiendo un gemido ahogado. Por un instante, sintió que su visión se volvía borrosa y que la sangre huía de su cerebro. Alargó una mano a tientas para sujetarse a una silla, pero su mano tan solo aferró el vacío y Helene se desplomó cayendo al suelo. Su desmayo apenas duró un par de segundos y tendida en el piso, abrió los ojos. ojos que lloraban por su hijo muerto.

Con esfuerzo, comenzó a incorporarse.

Ivalic asintió a Tasia y permaneció muy atento,no solo a las palabras del Conde sino también a todo lo que ocurría a su alrededor pues no se fiaba ni un ápice de su enemigo. Frunció el ceño mientras pensaba en la propuesta. Su hermana y su madre estaba en el pueblo y Strahd podría hacerles daño, pero por otro lado parecía que se sentía amenazado y quizás no estuviera dispuesto a prescindir de sus aliados.

Parece que a nosotros nos fueron mejor estos años de preparación.

La pregunta era si otra tregua les beneficiaría a la hora de conseguir más apoyos o al contrario sería mejor para el Conde.
El muchacho permaneció callado dejando que fueran los adultos quienes llevaran el peso de la conversación mientras intentaba descubrir a qué venía todo aquello.

No creo nada de lo que el Conde dice o afirma.

El problema principal es que sigue siendo mucho más poderoso que nosotros. ¿Nos darían otros dos años tiempo suficiente para prepararnos adecuadamente? Pero el Conde también podría reforzar sus defensas, creando más abominaciones y reforzando sus trampas mágicas y mundanas.

Al parecer, según podía Urik oír decir a las gemelas, Gennifer había seguido manteniendo la concentración de su hechizo para detectar magia, el que había lanzado en la habitación de al lado para saber si las armaduras eran gólems de hierro.

Gennifer, y Laurie (enterada por el vínculo telepático entre las dos gemelas), estaban informando al Doctor Rudolph Van Richten de tres auras mágicas en aquel comedor...

Una era la de un conjuro de ilusión, en la posición que ocupaba el Conde Strahd.

Las otras dos auras, superpuestas, también pertenecían a hechizos de la escuela de ilusionismo, y estaban ubicadas dos pies por detrás del Conde.

Es más, el oído de Urik era tan agudo que pudo determinar que la voz del Conde no salía del Conde, sino de alguien detrás de él.

Ivalic y Urik se miraron, cómplices. Parecía que se habían dado cuenta del mismo hecho: los movimientos de los labios de Strahd no coincidían exactamente con las palabras que emitían su voz.

Firan dió un paso al frente, pero Vjelkus se le adelantó.

¡Mamá! Mamá, ¿estás bien?-preguntó, mientras ayudaba a su madre a incorporarse.

Que esta distracción no enturbie la posibilidad de una nueva tregua. Repito mi oferta por última vez: dos años más de paz. ¿Cual es vuestra respuesta?

Ivalic seguía muy atento a todo lo que ocurría y frunció el ceño al fijarse como los movimientos de los labios de Strahd no coincidían con sus palabras.

-¡Tramposo rastrero! ¡Ni siquiera te atreves a venir en persona Strahd! Nos hablas por imágenes mágicas. ¿Nos tienes miedo? Si quieres negociar algo al menos deberías venir en persona.

Comenzó a fijarse en todos los rincones de la estancia, podía ser que estuviera por allí escondido o simplemente era un hechizo a distancia. ¿Pero con qué fin? ¿Acaso les tenía miedo? Ivalic lo dudaba, por eso los planes del Conde debían ser otros, mantenerlos distraídos, pero ¿Para qué?

- No- Parriwimple alzó la mano, indicando a todos que esperasen. El gigantón no se había enterado de nada, como era habitual, pero las palabras de Ivalic le hacían pensar que atacar sería un modo de caer en otra trampa. Era estúpido, sí, pero hasta un estúpido actúa con cautela cuando ha visto morir a un amigo y ha visto que hay trampas en todos lados- No habrá tregua, conde- miró al resto- Parriwimple tonto, y no ver nada. Amigos listos confirmar no haber trampas, y seguir. No querer perder más tiempo.

Señalo con mi espada al tiempo que el filo se ilumina y crea unas esferas de luz, que flotan y giran hasta posarse unos metros detrás de la falsa imagen ilusoria del Conde von Zarovich, mostrando su verdadera posición.

- "Ya habéis oído a nuestro señor, Conde. No habrá tregua. Ahora retiráos o luchad." -

Hablo mirando no a la falsa imagen ilusoria visible, sino unos metros más atrás, donde creo que está realmente.

Helene terminó de incorporarse gracias a Vjelkus al tiempo que Ivalic revelaba la falsa ilusión y Urik mostraba la verdadera ubicación del vampiro. Las palabras de este último unidas a su proyección demostraban que, en cierta medida, los temía o, cuando menos, temía un ataque inmediato. 

Tomando aire, prefirió guardar silencio. La vieja Helene hubiera intentado quizá algo de diálogo e incluso en aquellas circunstancias pugnaba por salir, asomando por la ruinas del destrozado corazón de la clérigo. Pero la muerte de Jeff la desplazaban del mundo de los grises, aquellos que Arik el posadero defendía firmemente. Pero tanto él como su hija, pese a los grises y su extraña comprensión del mundo, estaban muertos.

Y en cualquier caso, la petición de una nueva tregua por parte de Stradh podía interpretarse como la necesidad de tiempo, de una urgencia que respondía a las secretas motivaciones de aquel manipulador nato. De modo que Helene guardó silencio y se preparó para el ataque de llegar este a producirse.

Las luces danzantes iluminaron todos los rincones de aquella habitación en penumbras, solo para descubrir que detrás de la imagen de Strahd no se encontraba nadie.

El aura se está...