Partida Rol por web

En menuo barullo se habia metio Herculano, va follon.
Iba detra de la Japuta, siempre confiando en el baston de la mu basta. Otra cosa no, pero el tema de las colas se le daba feten, nunca hacia ninguna. Y eso siempre venia bien pal bebercio.

-Arrejunta y empuja Japuta, asqui hia mucho gentió y se vacabar el vino, ¡y eso no pue se!-

Parecia que el Tapizao estaba repartiendo tickets pa la merienda. Que modernos sestan volviendo en Bree.
Herculando escuchó lo que la Japuta pretendia decirle en privao a la Lorelai: "Jovencita, que te paice si usas esas perolas..." hasta aqui, una vez escucho perolas, se giro a mirarlas y no escucho na más. Aunque intuyo que se proponia.
Se acerco a la Japuta y le dijo -Yo no viahacer cola, ajin que empuja, muestrea las perolas o mata, pero quiero mi vinito.-

-¡Pitiflu! Cachis en la mar. Traete unos tickets desos. Robalos o algo. Y ya que vienes, echale un poquillo de tu cargamento a los de la cola, a ver si se van. Que como son tan pijines de ciuda se querran ir a quitarse tus dibujos blancos-

Muchas veces, los humanos se ahogaban en un vaso d'agua. Y eso que los enanos no eran buenos nadadores que se diga. Hacer cola... ¡Menuda tontá!

Mientras estos estaban hablando de un elaborado plan para avanzar puestos en la fila, el bueno de Gromenauer no se lo pensó mucho. Pero claro, eso era porque era un enano y tenía los cojones como espuertas, no por otra cosa.

Así, haciéndose el tonto, fue metiéndose entre la gente y apartando a todo el mundo, a empujones, cabezazos y de to, hasta ponerse el primero en cola. Y... ¡Ay quién tuviese cojones de decirle na'! Que tol mundo sabe que al tonto es mejor dejarle, que siempre tiene mu mala leche.

Por eso, cuando ya estaba el primero, miró al resto del grupo con su sempiterna sonrisa y sus colorados mofletes, pa decirles—. ¡Asunto aviao! ¡Ya estamos alante!

Anda que no se pué liar bien liá en un momentico. Que taba tol mundo mu cevilezao en la cola, mirándose de reojo, y va la panda de burrachuscos, ¡y no van y se ponen delante de tos! ¡Pa provocar!

El Tapizao, que iba a quejarse de la Japuta que sabía entrometío con la Lorelai por medio, no tuvo tiempo dacelo porque sestaba quedando medio tartamúo y sin saber qué decir, que no tinía palabra justa que soltar con las perolas de turgencia élfica de la Lore por delante. Que será de una raza rara, pero el ecsotismo tiene puntos y la Lore tinía los cantaros tan de punta como las orejas, cosas de la juventú y la sangre prevelegiada, que el Prudencio no sabía ni cómo mandar a tomar por culo a esas dos. Pos en esa estaba, a punto de mandalas al final de la cola, que llegó en Sinpán, arrollando como un becerro hasta ponese de primero, que ni tetas ni tetos ni ná.

Con tol gentío por medio no todol mundo se dio cuenta de lo cabía pasao. Algunos sí, como porejemplo los mozos, que esos siempre están al quite de to, y cuando vieron llegar al Sinpán dando camballás se rieron por lo bajini y dándose de codazos pa llamase la atención, en plan «mira mira, el jodío enano la que va liá jo jo jo», que pa eso tiene uno un tonto en el pueblo, pa ríse del. Quel Sinpán, tonto, tonto, no era, pero taba tan borrachusco de jiempre que no veía camino ni tinía entendedera ninguna, que vinían naugrim viajeros a Bree y era una vrergüenza la impresión que se llevaban cuando sencontraban al enano este, con lo gente seria que son los enanos, con lo frunjío que tién el ceño jiempre... En fin, que pa eso había quedao el Sinpán, pa ser la risión de los mozos y la pena de la gente de bien.

Que le cambiaran a una Lore por un Sinpán al Prudencio le servió pa espabilase, que se la cambió la cara y se puso terco.

– ¡Cagón la mar, Gromenauer! ¡Vete al carajo a tu sitio ya, copón! ¡Y no me la líes que la tenemos! ¿Eh? ¡La tenemo!

En esas que los perjudicaos por la embestía del Sinpán se pusieron farrucos. Y cuidao, que ahí estaban los primeros el Dodo y el Juan. Esos dos jiempre iban juntos que no se separaban pa ná, que disquen... bueno, se dice en Bree que son... a ver... que yo no digo na, que yo respeto pa tol mundo... pero que son... a ver... invertíos que se dice. ¡Unos pájaros! Pero otros disquen que no, que solo son mu amigos y eso, que son tan normales como cualquiera de la Gente Pequeña o la Grande. Pero vamos, que viven los dos arrejuntaos nun smial mu decorao, con muebles mu caros tos que vienen de mu lejos, y con la edá que tienen no se les conozque señora, que van jiempre mu limpios y mu perfumaos. Que digo yo que eso mu normal no pué ser, que uno pos lo normal, se arrefresca la sobaca, se desuntemece los bajos con agua, se lava el culo... lo normal, una por semana o cada tres si es invierno, y el perfume pos te lo pones los sábados cuando vas a la casica de las luces a ver a las niñas. Pero esos no. Dodo y Juan van siempre mu lavaos y mu a la moda y eso da cablar.

Además, que tién muncha mala leche y como digo yo, no hay na más malo que una maricona mala. A ver, que yo no digo que sean guéis desos. Pero yo no digo na y se lo digo to.

Pues que el Dodo y el Juan se ve que no tragaron bien lo questaba pasando.

– Oyes, vosotros, listos, questábamos nosotros primero, ¿sabes? ¿O no se nota, nene? –Dodo y Juan hablaban mu fisnos los dos, que son de Bree de toa la vida, pero se ve can viajao mucho y a vesces se van a la capital «a respirar aire y ver cosas». Vamos, ¡que no habrá cosas pa ver en Bree, que esto es lo más mejor que hay en toa Arda. Pos a estos descastaos se ve quel pueblo le ses queda chico. ¡Habrase vito desfatachez!– Aisss de verdad maricón, qué pereza ques da empezar asín el día con lo bien que pintaba. Ooooogh.

Nesas que va la rata del aire ques el Pitiflu, que andaba revoloteando por encima como había dicho el Chato, y se puso a dar por culo al Tapizao, que estaba ya pillando una miaja de cabreo mu gorda. Y enluego se posó en el borde del toldo debajo del questaba el Prudencia, se giró, estiró la cloaca y le zascó un cuajarón verde que eso era pa velo.

– Glo glo glo.

Los mozos cabía cerca impizaron a rírse del Tapizao a bocabierta. Ahí ya to pintaba desastre.

– ¡Los muertos'l'pájaro! ¡Me cago en tus muertos! –dijo, con tol cagarro corriendole por la frente. Alargó la mano y agarró duna mesa un palo de churrero iintentó zascarle al palomo.

La gente podía protestar lo que quisiese, que Gromenauer ya estaba el primero, con su sonrisa en la boca, esperando pa' que le diesen el vino pa almorzar (porque todos sabemos que no hay na' mejor pa' almorzar que el vino. Y pa' merendar. Y pa' cenar. Y pa' comer. Y pa' lavarse. Y pa' algo que entoavía no se ma ocurrío).

Así, cuando el Tapizao le dijo que o se quitaba o la teníamos, le contestó—. A mí déjame en paz que estoy el primero. Vete con el Dodo y con el Juan y juevais al carromato con caravana los tres. Pero yo estoy esperando pa' la limoná.

Y, dicho esto, se quedó tan ancho, no sin perder de vista al Tapizao, que tenía mu mal pronto cuando le llevabas la contraria. Pero no se iba a quitar de ahí. ¡Con lo que le había costao ponerse el primero!

La Lore aprovecha la que está liando el Sinpán para arremangarse la falda, disabrocharse unos pocos botones de la camisa y pellizcarse los mofletes pa que parezca que se ha pintao.

- Vamos Japuta, esta es la nuestra.

La Pellegrina, que entre las pintas que lleva y lo que ha sudao hoy en la taberna paice una dama en apuros sidienta y jambrienta, se acerca al primer puesto de la fila esperando que el resto la sigan.

- ¡Ay, pó favor, qué caló que ase! ¡Si no bebo algo pronto me desmayo! Pero, ¡anda! ¡Mira qué suerte! Si está aquí mi amigo el Gromenauer, que me prometió guardarme la cola. - La Lore se gira con tol pechamen asomao por la ventana en dirección al Dodo y a Juan. - ¿No os importa, verdad chicos? ¡Con la de veces que yo os he invitado a vinito en la taberna! Venga, que estoy mi cansá  y la Japuta está mu mayor y le pué dar un golpe de caló igual que al Chato que el otro día fue al médico y le dijeron que si pasaba jambre le podía dar un bajón de hipoglucidos de esos. ¡Aaaanda poooorfi!

La Lore pone morritos y cara de niña buena e inocente mientras menea las caderas de un lado a otro haciendo que a la vez que el Juan y el Dodo pueden dar los buenos días a sus gemelas el Tapizao dé buena cuenta del trasero.

El Chato quería beber, pero estaba embobao con las pechugas de la Lorelai. No podía dejar de mirarlas.

-Emm…eto, se, si Juan y Todo, no me toquéis el bebercio que sabei que tengo malas pulgas.- En ese instante les metió una mirada penetrante. En ese instante los cojones del Chato empezaron a hincharse como las gallinas de los que las usan pa otras cosas que poner huevos. La vena del cuello se le hinchaba como tiempo atra se le jinchaba otra cosa, y de golpe soltó: -Cagonlostiaputadetoloquesemue, comometoqueilohuevostrinchocomunpavo- El Chato no parecia el mismo hablaba muy rapido. Y levantando los brazos continuaba: -Quesiusviadarmaostiasquelcuracomonususvallaiscorriendo, ostiaputayacagonlosmariquitasestos, ¡¡¡eaaaaaa!!!- Puso cara de loco, borracho si, pero loco. Y su mano derecha apretó sus cataplines, huevos, cojones o como queramos llamarlos. De una forma muy similar a un cantante café con leche.

-Pitiflu, vente paca que al final te van a comer. Vente vente…- Una vez estuvo sobre su hombro le comentó: -Piti…cuando no se enteren, has de roba unos de esos tickets de alguien, así podremos saltarnos la cola directamente. ¡Se que tu pues! ¡Ere la mejo rata voladora!-

La Japuta gimió pa sus adentros, poniéndose la mano en la frente y arrastrándola por toa la jeta, con los ojos pal cielo. Con el tonto y el borracho poco había q'hacer, menos mal de la Lorelai que usaba las tetas en lugar de la cabeza, que pa eso estaban ahí. Y en estas, y viendo que las mariconas estaban más pendientes de discutir con la Pellegrina, y el Tapizao de discutir con la mierda del pájaro, hizo lo que tenía q'hacerse. Pillar los tiques.

Con mirada aviesa y sin rencor ninguno, que pa eso ya tenía una edad y no estaba pa gilipolleces, pasó a la acción. La Japuta quitose el sombrero como quien tié una calor inaguantable, siguiendo el juego de la pobrecica camarera, y poniéndolo sobre los tiques, haciéndose la tonta, se levantó la camisa pa secarrse la frente, mostrando también parte de sus hermosuras dadas por Eru, haciendo gala de un esperpéntico espectáculo de refajos, pliegues, verrugas, ronchas, restos de comida y algo que parecía piel, o cortezas de cerdo, según se mirara (1). -Ay mi niña, tengo el potorro chorreando sudores que ya no sé si sudo o no retengo. ¡Toa mojá, oiga!-

Recogiendo el sombrero, se lo encasquetó de nuevo, como si fuera un yelmo, rezando pa que varios tiques se hubiesen quedao dentro durante la maniobra. -No tién corazón. Mejor será que vayamo a la sombra por si un alma caritativa se apiada del imbécil este.- Dijo señalando al enano y giñándole un ojo a la semielfa.

La que estaban liando esos cuatro nun momento. Ca uno con lo suyo que la gente ya ni sabía a quién mirar. Unos de fondo se cachondeaban del Sinpán. Otros munchos empezaron a babarse encima y apegotonarse anrededor al ver a la Pellegrina apretándose el vestido y las chuchas que madre mía qué botijos y qué cachas tinía la muchacha.

Pero la Lore no tuvo ésito con sus vítimas. El Dodo y el Juan se miraron eluno alotro preguntándose que qué taba pasando ahí con la Lore que parecía que les quiría provocar el cuchicuchi. Será que no les gustan las zagalas mu altas y tal, que no licieron muncha cuenta al descaro de la Lore, que tampoco es que fuera mu habelidosa, que pa seducir tamién hay que tener avío y sesapíl dese, que no to es apretarse el corsé pa espachurrar los melones. Que ni el Prudencio el Tapizao, que se conosque que lo tinía más fácil de distraése con la florida juventú de la Pellegrina, pos ni ese. La Lore había sido demasiao evidente y gorrinesca y además el Prudencio taba demasiao ocupao espantando a Pitiflu y cabreándose con to Eru, y además tinía un chorretón de caca bajándole por la ceja y eso ocultaba la vista un tanto. Tanto, tanto que no vio a la Japuta tapando los tíquese con el sombrero de luego llevándose un puñao. ¡Pájara la Japuta! Había aprovechao bien to el desconcierto que taban liando y que toas las miradas iban pa la Lore.

Lo que la Lore no consiguió con el Dodo y el Juan sí lo hizo el Chato, que le se puso la cara congestioná de furia humicida que ni el Smaug cuando le quitaron la Piedra del Arca. ¡A ver quién tinía cojones de decirle que no! ¡Que con el vino no se juega! Porque esa era otra, y Dodo y Juan vulvieron a de mirarse uno al lotro que no sabían que decir, porque a ver quién les dicía a esos cuatro gañanes que ahí se vinía a desayunar, no a darle al vinate. Que to esto por no perderse un chato de vinico pero ahí no había vino ninguno. Ahí están los estragos del abuso del alcól, que uno pierde las mientes, el sentido y toa decencia que ya no distingue chocolate con churros del vinagre.

Pero se conoce que Lorelai taba capstando muncha atención del público y munchos sabían acercao pa no perderse na. Pero claro, a esas que la Salustiana, venerable dama heredera del noble legado de Oesternesse, en cuyas venas latía la sangre de los Dúnedain de Númenor, descendientes de los Edain que marcharon contra Morgoth y guiaron a los hombres en su camino hacia la iluminación, se sacó sus venerables virtudes y tos los questaban mirando a la Lore sentieron arcás que daba asco verlo de to, que como singuiera así no iba a quedar naide con ganas de comese el desayuno con lo güeno qíba a estar tó.

Alguno casi echa la papilla y la fila empezó a joderse una poca que ya no taba claro quién estaba dentro y fuera, y cuando algunos quisieron volver a su sitio empezaron a de haber descusiones por yo iba delante y tú detrás y de eso ná me cagon en tus muertos que yo taba alante de aquella y detrás dese otro. To un pifostio.

El Tapizao no estaba mu contento con to aquello y no iba a dejar que le pasaran por encima. Que una cosa es colarse delante de dos jobis y otra dejar en redículo al vegilante de los tíquese y del buen orden de la fila. Tinía el palo de churrero en la mano y lo levantó amenazante, que taba dispuesto a darle un zurrigazo en el lomo al Sinpán pa quitalo de allí.

– ¡Con lo bien que tinía yo ordená la fila! ¡Juera, juera tos de aquí!

En eso que se escuchó un tumulto mu gordo y unos gritos, y un montón de gente sapartó con violencia que nisque hubieran visto al mesmísimo Melkor. El Tapizao bajó el palo sin saber que taba pasando, y de pronto, entre la multitú, salieron unas figuras negras más feas que to.

Eran los Orkos Muertos, una banda de música pa jóvenes que habían vinío al pueblo pamenizar las fiestas que era una lastimica de velos asín que con esas pintas de desarrapao, de sinvrergüenza, de vago y maleante que era pa dales de palos en el lomo. Los Orkos Muertos eran feos de cojone, que se conosque qíban con máscaras y desfraces pa adornar su espetáculo de música desa de hacer ruido y cacharrería que ya no sabe la juventú cómo llamar la tención ni con qué mierda estropearse las orejas. Eran Gorgoroth, Ungol, Guldur, Morgul y Felipe, cinco maleantes porque tol mundo sabe quel arte es un mundo de sinvrergüenzas, y desembocaron en la plaza como una estampida de gorrinos. ¡Era pa velos!

Uno sadelantó.

– ¡Se sirrve el desayuno o ké pasa akí! ¡El Grran Gorrgorroth tiene hambrre! ¡Los Orrrkos Muertos no esperran! –dijo uno de ellos, el que parecía tener la voz cantante. Es que era el cantante del grupo. Y tamién mu grande, mu feo y mu to– ¡Abrrid paso a los Orrkos Muertos, katetos! ¡Gorrgorroth exige su chokolate!

La Japuta al ver el percal, fiel a sus principios, salió cagando leches d'ahí. Escondiéndose tras la Lorelai, se desenroscó, no sin esfuerzo, el sombrero e hizo el recuento de lo arramblao, toa emocioná, que daba gustico verla como la brillaban los ojos. Aunque no duró en demasía la felicidad, pues el azar quiso castigar su tropelía. Sí, había conseguío despistar al personal, y sí, había conseguío lastrar tiques bajo el sombrero sin que naide se cuescase, pero... ¡Ay! quisieron los dioses darle el pingüe beneficio de un tiques. - Un solo puto tiques...- se dijo pa si mesma la Japuta, entonces, sabedora que había menores en la cola, se corrigió.- Un jodido puto tiques...-.

Y en estas que estaba la Japuta rumiando qué coño hacer con la mierda puto tiques (textualmente), cuando entre la multitud aparecieron los cantaores.- ¿Y estos? ¿Cómo se llamaban? ¿Los Mocos Tuertos, los Goblins Huecos? ¡Bah! Qué tiempos aquellos cuando traían bandas de verdá, como la Fulgencio's Arao Big Band y su jota jaelá ⁽¹⁾... ¡Esos sí que eran bailes! Si no ibas con cuidao te metían una mazorca n'el culo.-

Gromenauer ya estaba a punto de decirle al Tapizao que si tenía cojones, que le quitase de ahí, que le había costao mucho llegar. Pero entonces vio algo que no le gustó nada. O tal vez sí.

En cualquier caso era que allí, en el pueblo, habían llegao orcos. ¡Orcos! ¡El enemigo de toa la vida de su raza! ¡Cómo era eso posible, si estaban tos aviaos cuando el primo del Dogo y el Juan habían tirao el anillo!

El enano no lo podía permitir. Seguro que tos esos orcos querían sembrar el caos y la destrución, follarse a toas las cabras y matar a toas sus mujeres, y lo peor, beberse su vino. ¡Eso sí que no lo iba a permitir!

Así, abandonando la fila, el enano se dirigió a los orcos, y les espetó—. ¡Ah, malditos orcos! ¡Ya sus estáis volviendo por donde habéis venío, u os avío aquí mismo! ¡No pienso dejar que to'l pueblo se me llene de orcos! ¡Anda a tomal por culo de aquí! ¡Que os espiazo!

Cada palabra que el enano iba soltando por la boca, se iba calentando más. Todo era una mezcla de vino, enemigos antiquísimos y tontuna. Y eso le encabronaba mucho. Casi tanto como cuando corría sin calzones por un campo lleno de cardos.

Herculano coincidía con la Japuta, esto ya no era muhica de verda. De golpe su amigo Gromenauer se puso hecho una fiera con los pobres orcos. Una fiera dentro lo que pue ponerse un enano feo ante varios orcos, amos que parecía un cervatillo.

Instantes que aprovechó para pedirle a Pitiflu que intentara hurtar algún tique. -Pitiflu, pillate con grasia argun tique desos, pero sin que te echen el ojo...cuidain!-

Justo decía eso se ponía detrás de su amigo, como intentando intimidar a los orcos. Lo cual era algo absurdo, pero a a ver, es Herculano...

-Tranqui Sinpán, que yoteaspoyo. Y Pitiflu también-