Partida Rol por web

Mis taba preparandio para mi siguiente movimiento, juando vi lo que ví... a la Lore displomándose contra el barro dentro del redil. El público si puso a'plaudir por su peazo d'entrada y yo a discojonarme por verla así.

Que piasa princesita! No te pues levantar sin la'yuda de tu muletilla jorobá? Me rifería a La Japuta, por supuesto. Y'es que si mi'terno rival era La Japuta, la Lore era la más jodiá por pija y creida. Mientras la gritaba mi discojonaba de la risa. En esto qu'el cochino corre hacia mi mario y'este le agarra con fuerza... o no... daba igual, era más mejor ver a la Lore partinar y caer una y otra vez.

Oh! T'istas manchando toa de barro... si es que... en cuando te queas sola... no vales pa ná! Y'ese fue justo el instante en el cual fuí a caminar hacia ella, para poder riirme más de cerca, juando noté calgo me jarraba de los pies y me lianzaba hacia mi mario y el puerco. Abrí mis brazos al vuelo. No sabía a quien iba a agarrar, pero pillaba cacho seguro.

El plan del Éuhlogio estaba saliendo bien, hasta el momento en que empezase a salirle mal, como tos los años. De momento, el gorrino se había distraído lo suficiente pa que el ovejero pudiese completar su maniobra envolvente y se pudiese poner al culo de su presa. Además, el peazocarne beórnida lo había trincado por una pata y ambos se debatían en una disputa de mordiscos y tirones, con lo que parecía que el tocino iba a estar entrenido unos instantes más.

Ya lo tinía a tiro. El Éuhlogio sescupió en las manos y sencomendó a todos los valar. Con un poco de suerte y una miaja de maña, ya sólo le quedaba saltar por la retaguardia del cochino y trincarlo bien trincao antes de que se diese cuenta de por donde le venían los tiros, que el guarro ése era mu listo y estaba mu resabiao.

El Odo, recuperado del asco puto de ser tocado por aquellos mujerhombres, porque no se les podía dicir d’otra forma. Lo normal es que las mozas fueran delicás y hermosas, como la Puri. La Puri era ferpecta con to lo suyo. Era por ella que iba a hacer to eso. Atrapar al gorrino y demostrar que era el Jovi más macho de to Bree.

Oyó a lo lejos unos berridos y vio pasar algo volando asín mu deprisa a su lao, más que una liebre con guindilla en el culo. Él hizo lo mismico pero en l’otra dirección. –To’sto es por ti, Puri- gritaba el jovi, mientras corría pa Chispas y pal Bron, que parecía haber cogío al gorrino. Su objetivo ahora era quitáselo, eso era asín. Él iba a apuntar alto, luego si después en la fiesta y la juguesca se ponía pedísmo a zurra, pos lo mismo le acababa metiendo el morro a la Dominga y to. Pero pa empezar hay c’apuntar alto, a la reina de las fiestas.

La Japuta se lo estaba pasando teta con el guiri, tanto que no pudo evitar hacerle el baile de la Galadriela(1). Y en estas qu'estaba faciendo ya el movemiento pélvico de "aaaaaaAAAH Gaaaaladriela!!!", cuando vio que la Dominga tramaba algo, y la Japuta, que era lista de cojones, enseguida le pilló la treta; ¡La Dominga s'había guardado en el coño al enano y lo había sacado ahora como arma! ¡Qué malvedad! ¡Cuánto resquemor! ¡Pobre Sinpán! Solo cabía esa explicación, pues hasta ahora la Japuta no había visto al Sinpán y ahora éste aparecía lleno mierda.

La Japuta ni se lo pensó dos veces. Bueno, sí, antes de soltar al guiri le bajó los pantalones dejándolo pito pajarero por aquello de que ella era la Japuta. Entonces, sí, se lanzó a correr hacia la melé que era el cochino y el beórnida, aunque a estas alturas, entre barro, mordisco y mierda, no había mucha diferencia entre ambos.

¡Madre mía la que sestaban dando de repronto! Los dos animales taban tiraos en el suelo revolcándose como culebrillas buscándose el hueco hasta que Bron el Tocho sagarró bien agarrao a uno de los jamones del Chispas, haciendo palanca pa que no sescurriera con to el sebo que tinían entre los dos. El Chispas chilló del dolor, que labían returcío una pata de mala manera.

– Ñíiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii –se cagó en tó–.

El Bron se puso de rodillas sin soltar al Chispas, le metió dos deos gordos como cogote de botella en los bujeros de la narís, lo agarró por el jamón, y de un tirón y un resople cargó toas las fanegas del Chispas al hombro, y se levantó que eso era pa velo que parecía un titán, un gigante de las Hithaeglir cuando cogen pieras pa lanzárselas unos a de los otros asín sin procuparse nada de como queda el paisaje enluego. Y asín se levantó el Bron, con el Chispas chillando y retorciéndose en su nuca que daba lastimica de verlo. ¡Con lo cabía sío el Chispas! ¡Míralo!

Bron bufó como un toro bravo, se puso tieso y tiró de Chispas a lo bruto, de narís y pata, doblándole el lomo. Tol mundo cuntuvo la rispiración porque taban viendo el ocaso duna leyenda. Y entonces, el Bron sonrió y se dispuso a dale el golpe final ¡zas! asín al gorrino, pa rompelo to ya y salí ganador de la cumpitición.

Lo iba a drefenestrar contra el suelo. Mu profesional.

– ¡¡¡Oíiiiinnnnnk!!! –maldijo Chispas y pezuñeando en el aire.

Entonces el tiempo se detuvo.

«De improviso los tres se detuvieron, tiesos y alertas. Frodo y Sam creyeron oír a a los lejos un grito largo y doliente, agudo y cruel. Se estremecieron. En el mismo momento advirtieron al fin la agitación del aire, que ahora era muy frío. Mientras permanecían así, muy quietos, y expectantes, oyeron un rumor creciente, como el de un vendaval que se fuera acercando.

...

»Y entonces Frodo y Sam, mirando el cielo, la vieron venir: una nube que se acercaba volando desde las montañas malditas; una sombra negra de Mordor; una figura alada, inmensa y aciaga. Cruzó como una ráfaga por delante de la luna, y con un grito siniestro, dejando atrás el viento, se alejó hacia el oeste.

»Se arrojaron al suelo de bruces y se arrastraron, insensibles a la tierra fría. Mas la sombra nefasta giró en el aire y retornó, y esta vez voló más bajo, muy cerca del suelo, sacudiendo las alas horrendas y agitando los vapores fétidos de la ciénaga.»

A través de las Ciénagas

Libro IV. Las Dos Torres
El Señor de los Anillos

La sombra se cernió sobre todos los presentes y el recuerdo de tiempos oscuros cayó sobre el corazón de tos. El sol de la mañana soscureció cuando unas alas mostruosas se pusieron por de enmedio, ensombreciendo la tierra a su paso, y un chillido atroz y doliente, que congelaba la sangre y el espíritu de los edain, silenció a to el pueblo. La hora había llegado. Tos se tiraron al suelo, gritando de miedo, mientras la criatura movía el viento con la fetidez de la muerte.

Y asín fue que la Sabrosa llegó del cielo, lanzá por el Sinpán, como una bestia alada de un Nazgûl, chillando como cerda en celo más peor quel propio Chispas, aleteando con los bracicos en el aire pa repartir aroma de sobaca y roquefó. Se abrió toa y se pricipitó sobre Bron en el momento justo pa detenelo antes de machacar al chispas.

La Sabrosa cayó en el Tocho como una ardilla voladora en un tronco, pegá a su torso sudao a brazo abierto, y el Bron se quedó tupefasto unos segundos, to confundío. Entonces los alerones de la naris se le pusieron a vibrar y le saltaron las lágrimas como de pelar cebollas, ¿sabe usted? Y to por el aroma del amor de la Sabrosa, la mu jodía.

El Chispas se veía muerto pero no había perdido esperanza. En esos dos segundos de tregua se revolucionó en los hombros del Tocho, se giró, le pilló el cuello con un jamón, basculó mu bien basculao, aprovechó su peso pacer impulso, se regiró usando al Tocho, le pasó por delante, le refregó las criadillas por la cara y se sentó en ella con to su peso. ¡'gensanta! ¡Queso paricía una peonza desas que usan los zagales en la plaza! ¡Que ejecución!

El Bron taba to abobao que no sabía ni por donde giraba el cochino, con los ojos llorosos del tufo acidusco que le vinía de la Sabrosa que tinía pegá en el pecho, y cuando el Chispas se le sentó en la cara, no pudo aguantar el peso y se quebró to pabajo, queso paricía Barad-dûr cuando aquello que se fue to al carajo, una torre derrumbándose que daba lástima verlo con la de horas cabían dedicao a levantala.

Los dos acabaron en el suelo, reventaos como una piñata. Chispas salió dahí sacándose al Bron del culo, tambaleándose. Escupió un diente y sangre y chilló:

– ¡¡¡Oíiiiinnnnnnnnkkk!!! –no había tinío un contrincante como ese en to su vida de gorrino profesional.

La gente taba mua de ver lo cabía visto, que había sio to tan rápido y tan bien hecho que no taba ni claro de por donde había salío aquello. Munchos taban toavía asustaos por el vuelo de la bestia alada, pero se fueron levantando calladicos, mirando asombraos al redil. Hubo murmullos y, entonces, tos empezaron a silbar y aplaudir y a lanzale vivas y jurras al Chispas.

– ¡Presidente! ¡Presidente! ¡Viva el Chispas! ¡Maestro! –algunos ya sacaban pañuelos pa de pedir un nuevo indulto pal gorrino más famoso de Arda entera.

Había sio memorable, y a buen seguro que la crónica deste suceso será registrá en un apéndice del Libro Rojo de la Frontera del Oeste, pa que los niños lostudien en la escuela. ¡Claro!

La Puri estaba en el balcón, disfrutando del partío como los brienses, comiendo cascaruja a to trapo y escupiendo los restos pa debajo.

– ¡OOOggh! De verdá que hostión lan dao a ese –dijo, dando dos palmás cuando vio el reventón que se llevó el guiri – ¡Páaapa! Que güeno castraío al Chispas, páaapa. Calidá de la güena pal pueblo, páaapa. ¡Digoooo!

Ella siguía mirando a redil, to entritinía con sus pipas al chupe chupe, con toa la boca llena sal. Tonces fue cuando la Lore se cayó de tetas nel barro y la Puri pegó dos palmás y empezó a descojonarse cosa fina.

– ¡AAAAAAAHHHHH! ¡Que me meo! Que me meo toaaaaa! ¡Pápaaa, diles que eso no es asín, que solo tié cabé un puerco endentro! ¡Juaaaaajajaja!

La Puri tinía atravesá a la Lore, porque habían sio compañeras en el cole y la pubertá es mu mala pa algunas niñas.

Cuando el Oído fino le dedicó su faena a la Puri, la Puri, la retrasá, volvió a pegar unas palmás en el aire.

– To por mí, dice el jobi ese. ¡Jaaaaaaa! ¡Pero qué sa creío! ¡Mira niño: ¡tal carajo con to tuhmuerto!

El Odovacar, como que está medio sordo, a saber qué entendería de eso que le respondió la Puri.

El Odo vio que había llegado su oportunidá, su momento de brillar, su día del gorrino. Asín que se subió a la valla que tenía endelante e hizo el salto del tigre. Asín las féminas sabrían el portento que l’esperaba la noche de quitar el precinto si lo tomaban como esposo. Qu’estaba en edad de merecer y con toa la energía de un macho joven como él.

Aunque el salto del tigre acabó más bien en un m'escurrío pa un lao y me comío tol barro y los mojones del gorrino. Allí estaba empozao de nuevo, haciéndose uno con la mierda del suelo. Solo le dio tiempo a dicir una cosa. -Ay va la hostia.

El plan de Gromenauer, que ahora era uno con el barro, había surtido efecto. Así, el enano decidió rodar para no descubrir su disfraz a ojos del gorrino. Ni del gorrino, ni de ninguno.

Porque ahora, el enano, era parte del barro, como lo fueron antaño los enanos. Ahora podía sentir el retorcerse del gorrino. Ahora podía arrimarse a él sin que éste se diese cuenta. Y además, podía aviar a todo aquel que se quisiese arrimar a él.

El Éuhlogio sacercó sibilinamente por la espalda del tocino, que lo tenía ahí, medio rematao, a punto de caramelo.

- Ésta es la mía... -pensó para sí, mientras acariciaba la posibilidá de resarcirse de los pasados años de tormento.

Llegó hasta su presa y se lanzó sobre sus patas traseras, tratando de hacerle una maniobra de inmovilización desas que empleaba con las ovejas cuando se le ponían tontorronas y no le atendían a sus razones. Pero algo no acabó de salir bien, y eso que el Éuhlogio tinía mucha experiencia en tales maniobras. Se resbaló con el barro del redil, se le escurrieron las manos al ir a atenazar a su presa, se dio con los morros en el suelo y, al levantar la mirada con la cara toda emporquiada de tierra y mierda, vio la del Chispas, con una sonrisa maquiavélica entre sus dientes partíos, clavada en la suya.

- Ay, ay, ay... -reflexionó el ovejero sobre la que le iba a caer encima.

Herculano no paraba de reirse. Risota por un lao, rision por otro. Esto ma que coger al gorrino era ver quien se pringaba ma.

-¡¡Ánimo gentuzaaaa!!-

No tenia claro a quien animar. La Japuta los tenia tan grandes como el caballo de Espartero. La Lore con ese frontal no necesitaba animos. Y Gromeunauer…cada vez le recordaba más a un tio con barba…con un puño bajo la barba…

-…el mejor espectaculo…-

De mientras que la Lore seguía rivulcándose en el barro que cuanto más se intentaba levantar más se rivulcaba, y cuanto más se rivulcaba, más se manchaba, y entonces más pesaba, y más difícil era eso de livantarse.

Ya había pirdío los zapatos y un calcetín, y desde luego, la dignidad. Y como siguiera así iba a perder hasta la cabeza. De que se engancha al burladero para intentar mantenerse erguida y ve la pelea, y sacojona, y no tié mamas a salir de allí. Se queda escondidica y apenas asoma los ojos pa estar al tanto de lo que pasa.

La Japuta se había quedao mu quieta, como cuando a un conejo le alumbraban a media noche. El espinazo se le había enderezao y tos los pelos (los pocos que le quedaban) se le habían erizao. El chillido qu'había venío del cielo le había afectao como a to el mundo, hasta que lo identificó. La Dominga, otra vez. Jodía cabrona, sucia y rastrera traidora, que s'había lanzao como hembra en celo sobre Bron ¡A joderse tocaban!

Pues hizo lo poco que le quedaba por hacer. Correr hacia la melé.

Ya era feliz. Ma'bia agarrao al macho aquel y siegún las reglas, quien lo agarrase si lo quedaba. Ya tinía a mi mario pa'mi. Pero intonces el jodio gorrino se rivolvió y me dejo toa viuda yencima le dejó la cara marrón a mi mario. Aún así no pude ivitarlo, estaba tan bonico con los ojos cerraos... qu'empecé a babear y al final le besé dilante de too Bree. Y'esque lo más bonico desta vida es dimostrar el amor a los diemas.

La penas es que no fuese una historia de princesas elfas y bravos caballeros, pos de ser así, mi beso de amor -con lengua y too- hubiese devuelto a la vida a mi amado... pero no éramos elfos, ni princesas... Piero si podía hacer algo...

Tuuuuu! Dije como un gruñido. Tuuu, mardito coshino piojoso. Mas dejao viuda!!!! Me giré hacia él. Le miraba con rabia y odio. Ojo por ojo!! Ti voy a distripar con mis manos, ti voy a poner los huevos en la boca y los ojos en el culo...

Salté sobre el cochino con la firme intención de acabar con él allí mismo y viengar la muerte de mi mario. M'angarré con fuerza a un jamón desos. El jodio guarro chilló al sentirme. Pero juando quise golpearle, me se olvidó apuntar a donde y mi mano se hundió en el barro...

La cosa se pricipitó y en un tris yastaban rodeando al Chispas. Era jiempre el momento más dilicao y mocionante del partío, cuando se ve de qué está hecho ca uno. To sacelera, la gente se trompieza y mete arrempujones por agarrar al marrano, se resbalan, se pegan trompazos contra los burladeros y tapias... en fin, la risión y el chou pa tos los presentes, que deso se trata.

Mientras el Gromenauer se movía por el barro como una gusana, camuflao, o eso críia él, a pocos metros se estaba en caliente. La gente no sabía a en dónde mirar, porque había espetáculo pa tos. Unos dudaban si fijarse en la Pellegrina con sus formas de zagala prieta que pelea contra sí mesma en el barro. Otros no podían de creer en la suerte cabía tinío la Sabrosa, que había encontrao el amor, pero enseguía apartaron la mirada cuando la vieron morrearse con el pobre Bron, bello durmiente con cabeza recién salía del culo dun puerco. Sescucharon sonidos de ajco entre la multitú, y pa quitarse el mal sabor de ojos se centraron en el vrerdadero espetáculo: ¡la batalla! ¡La virgensanta la que sestaba liando!

Empezó con el Oído Fino saltando desde la valla denmedio sobre el Chispas, como un trasgo de Moria dando un alarío de berserker, pero se ve que lo de estar medio sordo tamién lafetaba al sentío de la urientación y el lecrilibrio, porque a medio aire ya taba claro que no iba a caer bien sobre el gorrino. El Chispas lo vio de venir y sonrió, que taba mu mal herío pero todavía tenía la mala leche marrana en la sangre. El Odovacar, el de la Lalia la Coneja, cayó de culo con to el hueso de la risa en los jamones duros del Chispas. ¡Qué risión y que rotura de las ancas del culo! Eso era como cuando en la feria se traen a un toro mecánico desos que fabrican los khazad de las Montañas Azules, que son una risión de ver cómo la gente se parte toa la boca dando tumbos y las munjeres se dan golpes en la cara con sus propias mamellas y al final que salen disparaos que enluego tién que vesitar al praticante porque les ha dao un latigazo cebrical.

Pos el Oído Fino igual. El Chispas sabe, y pegó un chupinazo con los jamones pa dolerle más al jobi en el culo y mandarlo a tomar por culo con un calambrazo. Que no salió por encima de la valla porque había poco ángulo, pero casi, porque revoló unos metros y acabó en el barro con toa la boca llena fango. Ese ya no se levantaba más. ¡Dile adiós a la Puri, Oído Fino, que pa hoy no va a ser! ¡Pájaro!

¡Si es que te falta Maña, Oído Fino! ¡Y al Éuhlogio, el Ovejero, tres cuartos'lomismo! El Ovejero tinía la oportunidá de conseguir lo que tantas veces se labía escapao: al Chispas dando chorizos y morcones pa tol año. Intentó una maniobra ovejera pa enredar los jamones del cerdo en cuanto subieron posao en el suelo después de mandar al jobi a tomar viento. Pero entre que no taba mu fino y cabía muncho sebo y muncho lodo de por enmedio, la maniobra fue hecha malamente y resbaló de boca en el barro. ¡Otro a comer tierra! Y justo endelante del Chispas y su porcina mirada de asesino de hombres.

– Oink –dijo.

Entonces llegó la Japuta, señora de la guerra, hasta ponerse al lao del Chispas, y este la miró sospechando, y sentretuvo lo justo como pa que la Sabrosa pudiera pillalo por la espalda y agarrase a él pa hacerle una llave. ¡Ay, Dominga, que no sabes onde te metes!

Chispas se enrevolvió y sacudió las pezuñas como quien se quita la mierda seca del zapato. La Sabrosa pesaba poco y estaba bien untá en sebo y en su propio sudor, que era mu resbeladizo y untable, asín que con un meneo de pata se la soltó. Y con el meneo de la otra le pegó una patá ahí que yo a usté le digo to y no le digo na. ¡Sí, hombre! ¡Ahí! ¡En el ese! ¡En aquello! ¡En por donde se mea, copón! ¡En tol coño, leñe! ¡Eso, que sí! Y la Sabrosa cayó toa patrás encima de su marío el Bron. ¡Angelicos! ¡Que parescían dos namoraos de cuento!

Quitá denmedio la primera emboscá de grupo, el Chispas pasó a lación.

– Oink –le susurró al ovejero, y le mandó un besico. Y pa él que embistió a todo chillío.

- ¡Ay, ay, ay...! -volvió a reflexionar el ovejero al ver venir a la bestia a to trotar contra su persona, mientras ponía sus manos por delante pa intentar asujetarlo y amortiguar un tanto la ostia que le iba a caer encima.

El Odo estaba más pallá que pacá, de que casi la'srosca y a ver cómo salía de esa. Pero que le quitaran lo bailao, que podía irse al otro barrio más feliz q'una perdiz más que por las palabras que le había dedicao la Puri antes de saltar:

"To pa mí, es el jobi ese. ¡Jaaaaaa! ¡Pero qué bonico! ¡Mira'l niño qu'está del carajo y le vía dejar tuerto! 

La mente calenturienta del jobi contemplaba las posibilidades de cómo l'iba a dejar tuerto. Porque mira, sordo y tuerto es una desgracia, a no ser que te dejen tuerto de un buen meneo en el pajar. De meneos en el pajar y en el huerto era de lo que hablaban los otros jobis de su edad, él no'staba mu puesto, pero suponía que tenía que ser algo apoteósico más allá de tocar el badajo en solitario.

-Te'spero en el pajar...- balbuceaba llenándose toa la boca de barro y dándole besos al pringue y el resto de cosas que hubiera por el suelo. -En el pajar, Puri, en el pajar...

¡Si es que estaba visto, muchacho! ¡Ovejero pa tus ovejas! ¡Que con los chanchos no tiés na c'acer, pijo! ¿Pero cuántas veces tiés que intentalo pa apispalo? No, si cuando dicen que los pastores se les queda un viento en la cabeza de tantico estar solos nel campo...

El Chispas demostró que ya conecía la natomía del Éuhlogio dotros años, y lendiñó un topetazo en el bandullo que le puso las tripas del revés, con el culo en la boca y veciversa, que si el Éuhlogio no sacó el higado por uno de los dos bujeros era porque lo nesecitaba pa luego y no quería dejarlo en cualquier lao.

El Ovejero iba a tener que esperase a otro año pa pillarse al Chispas. ¡Pero eso si el Chispas aguantaba otro año! El duelo a guantá abierta con Bron el Tocho labía dejao hecho mistos, un batalla de tú a tú que ríte tú de aquello del puente de Khazad-dûm. Pero el gorrino tovía estaba en pie y no dejaba de demostrar que era un campeón a pesar de to. Giró sobre sé mesmo cuando el Ovejero comió barro y se puso a lomo tieso como un gato enfurruñao, mirando a los que quedaban con ojos de resquemor y desafío.

Y el público se puso a gritar vivas, bravos y rabos, a aplaudir y silbar to emocionao, animando al Chispas.

Sientí como la tierra temblaba y me revolvía. En luego noté un empujón, el cualo me hizo riesbalar y dieslizame por el jamón del cochino, ante la atenta mirada de La Japuta. Sabía qu'estaba disfrutando del momento, lo veía en sus ojos... al igual que los del cochino... Era como si La Japuta y Chispas hubiesen comulgado en yese momento y fuesen solo uno pa'joderme viva...

Y así ocurrió... ante la mirada de toos, el jodio puerco me endiñó una coz en too el potorro que me hizo ir pa'tras y caer sobre mi mario. Por mi cabeza sólo piasaban las miradas de mis enemijos, mientras mi cuerpo era amortijuado por el del Bron. Mientras caía iba moviendo los brazos en círculos, triatando de ixpulsar el olor de mis axilas por la zona. Yo caería, pero toos moridían atufados por mis olores...

Una vez sobre Bron, hice un último esfuerzo y para liberar gases de mi cuerpo... En luego me giré sobre el cuerpo de mi mario y m'arrastré sobre él, cosa fácil por la cantidad de grasa que llevábamos en el cuerpo... o más bien dificil, pues aquello parecía un masaje thailandes d'esos de los hombres del este... pero el cerdo m'abía dejao sin fuerzas y me rendí junto al cuerpo de mi mario, con la cabeza bajo su sobaco y una pata sobre sus piernas.