Partida Rol por web

Conseguir un coche "prestado" no fue difícil. Hwo estaba acostumbrado a ojearlos, y sabía las zonas donde encontrarlos fácilmente. Usaron el método clásico: sacar al conductor a punta de pistola, darle un par de tortas para que no se pusiera farruco, llevarse el coche. Parada, por supuesto, obligada en el taller, para darle una mano de pintura nueva con secativo rápido, cambiarle la matrícula a una totalmente inventada y tirar los papeles y demás pamplinas del antiguo conductor al contenedor de la basura.

El coche era un Kuruma, que aunaba prestaciones de utilitario con una buena velocidad punta. Además, y muy importante, tenía cuatro puertas, que para trabajos de aquella índole siempre era de agradecer para mayor rapidez del despliegue (o repliegue).

Comieron algo por el camino, por que les dieron las 12 de la mañana, antes de llegar a Juniper Hill y concretamente al callejón donde se escondía la armería. Una calle pequeña, con negocios cutres que cambiaban cada dos por tres, incluyendo una iglesia evangélica en la esquina. Perfecto.

El callejón era todavía más cutre, y aparte de un shawarma y la persiana de carga de un supermercado 24/7, no había más que puertas de pisos particulares. Oculto, y a la vez a la vista.

La puerta en cuestión era vieja, de chapa, con rejas de pintura despintada. En general, daba la sensación de que aquello estaba abandonado desde hacía millones de años. De hecho, el letrero de un bar de viejos, ya desaparecido, estaba roto sobre el dintel, con todos los cables sacados hacia fuera.

No había ni siquiera timbre en la puerta, solo la ranura para meter la llave. Las instrucciones de su tío era sencillas: cuando estéis en la puerta, dadle un toque a éste hombre. Y eso fue lo que hicieron.

Pasó un montón de rato, hasta que creyeron que allí no les iba a abrir ni Dios. Entonces, sonó un desbloqueo electrónico y la puerta se abrió, dejando ver un corto pasillo, hecho mierda, y otra puerta más allá. Ésta si que tenía un buen sistema de seguridad, con cámara y toda la pesca. Pero cuando se acercaron, abrieron la puerta manualmente.

No era exactamente quien esperaban. Les abrió una chica en revelador conjunto de hacer gimnasia, rubia y con una sonrisa divertida. Venían chicas, y eso no era habitual.

-¡Hola! -saludó graciosamente con la mano- Pasad.

Lo que había a continuación era una antesala, ya propiamente dicha. En realidad, hacía gracia, por que parecía la sala de espera de una peluquería, con sillones, revistas (de armas, soldados y todo eso) y una televisión de plasma de las baratas, con películas de tiros rollo "Los Mercenarios 2".

De allí salían dos escaleras, una a la planta de arriba, con una puerta de reja, y otra hacia el sótano, en cuyo final había una puerta con todavía más seguridad.

-¿Sois clientes nuevos? No os había visto nunca. Mirko está arriba. Estaba en el baño. Ahora bajará.

Parpadeó, mirando a las chicas con curiosidad. Chicas comprando armas allí. Que novedad más agradable. Entonces, olieron un poco. Había sudado, o algo así. Para los tíos, no era un olor molesto (del todo), pero si lo era para las chicas. Efectos secundarios del deporte.

Finalmente bajó el tipo, con su melenilla de pelo lacio, algo sudado y la barba de pocos días. Vestía como una especie de mafioso de peli, o un faker de discoteca, con camisa negra abierta hasta la mitad del pecho, colgantes de acero y pulseras molonas. Sonreía de manera afable, y lo primero que hizo fue agarrarle una de las nalgas a la chica y meterle la lengua hasta la campanilla.

Acto seguido, se giró a mirarles. Instintivamente, al primero que miró fue a Hwo. Solía hacer tratos con tíos, y creía (erróneamente), que las chicas le acompañaban.

-¿Vienes a ver el género, da? Espero que tengas pasta, por que mi mierda no es prrecisamente barata.

Se fue a dar la vuelta y dijo algo.

-Ah, si.

Sacó una caja de cartón que había en un mueble tipo ikea, y la puso sobre esa misma cajonera.

-Tengo un arrco detector en las escaleras. Así que si trraéis algún arma de casa, dejadla aquí por favor. Incluye armas de cerrámica y todo eso, claro. Prrecaución elemental.

En realidad si llevaban encima un par de pistolas, que eran las de Queen y su primo, y las dejaron en el sitio tras quitarles el cargador y bala en la recámara.

-Grracias. Ahora, acompañadme.

Bajó las escaleras, encendiendo la luz de las mismas. Uno de esas luces fluorescentes que parpadeaban hasta cuatro veces antes de encenderse.

-Mierda ésta, llevo tiempo queriendo ponerr otra cosa. Mis disculpas.

Luego pasó una tarjeta que llevaba encima por el lector y tecleó una combinación para abrir la puerta. Se encendió una luz verde. Luego introdujo otra combinación, y su novia pasó otra tarjeta. Segunda luz verde encendida, puerta desbloqueada (parecía una caja fuerte) y entraron finalmente en el diáfano espacio con suelo de mármol y paredes blancas llenas de armarios armeros rebosantes de armas. Hasta lanzacohetes tenía, el cabrón.

-Bienvenidos al Paraíso -dijo, levantando los brazos de modo teatral- Tengo casi de todo, y de muchos fabrrikantes. Armas americanas, rrusas, alemanas, chinas... Y por supuesto tocamos todas las familias, desde humildes revólveres del 38 a lansacohetes y cargas explosivas, pasando por las automáticas, subfusiles, fusiles de asalto, rrifles de francotiradorr... Y complementos, claro. Soy famoso porr mis complementos.

Un armario estaba lleno con cosas como disruptores de honda de radio, generadores de ruido blanco, humildes pasamontañas y máscaras divertidas para cometer tus delitos con la cara de tu personaje de dibujos favorito, cuerdas y sistemas de carga de pesos, cuchillos y complementos varios para el viajero astral.

-Bueno, bueno -se acercó a ellos, mientras la puerta se cerraba tras de ellos, y su novia entraba aburrida masticando un chicle- ¿Que necesitáis, camaradas?, ¿Qué tenéis en mente?

Se despidió de su tío con otro abrazo.
Mientras les modificaban el coche Mary y Hwo desayunaron por allí cerca, Queen prefirió quedarse en el taller picoteando de lo que había por el frigo, más bien callada, aguantando el chaparrón de las miradas furtivas de sus compañeros que intentaban mantener el halo de normalidad que ella quería darle al momento, bueno normalidad… saltaba a la vista que eso era una olla con la presión in crescendo.
Comprendieron que lo mejor que podían hacer por ella, más que ponerle cara de pena, era ponerse las pilas y así estuvo el carro listo en un santiamén.
Esperando en el despacho la mano se le iba al móvil tenía que hacer una llamada… pero que decir? En que momento hacerlo? Prefirió esperar. Curioso como la cobardía hace presa en las personas para según que asuntos.

Finalmente pusieron marcha a Juniper Hill y el alien que habita en el estómago de Queen rugió como si de verdad fuera a salir y comérselos a todos, no en vano llevaba sin comer desde la noche anterior (lo que había picoteado no había sido más que otro de sus numerosos desayunos hobbit), de modo que al llegar al callejón y encontrar aquel shawarma fue inevitable que entrara y pidiera comida como para un regimiento, un regimiento de una sola persona. Dos durum con de todo doble extra, falafel para dos, una caja de papas con pollo y un vaso King size de airan. “Ains, donde quedan los desayunos con tortitas…”

El lugar era cutrérrimo pero tenía su lógica, lo tenía todo bien pensado el ruso, sin conocerlo le iba cayendo en gracia el tío. Tan tranquila caminaba mientras comía. Lo de tranquila… dejémoslo en serena, es decir no siendo presa de la desolación, porque estaba tensa como la cuerda un arco esperando el momento de disparar, pero eso no le quitaba las ganas de comer, era consciente de lo que estaba por venir y conociéndose… eso le iba a demandar muuuuucha energía.
La sala de espera le arrancó una sonrisa, sí, definitivamente le molaba el estilo del tal Mirko, tenía gracia.

Como era de esperar el tío pensó que ellas dos eran las cheerleaders de Hwo y no se molestó en sacarle de su error, ya se daría cuenta el solo. Caminó por la sala junto a su prima admirando el material, aquello parecía Matrix, cuando Morfeo le enseña a Neo la armería

-Mmmm saludar cariñosamente a unos amigos, como a los kurdos Sadam, no se si me explico…- respondió encandilada por una máscara de Princess Bublegum que había entrado directa a la wishlist –y un gran final con fuegos artificiales- extendió los brazos muy teatral –pero claro, todo en interiores así que habrá que descartar el fósforo blanco y tal… no? Lástima, los cadáveres le darían un toque de dramatismo a la escena…-

Tras mi prima, me despedí de mi padre con un abrazo.

- Estamos en contacto.

Pillamos un coche por las malas. No era mi estilo y, normalmente, no le haría eso a una persona "random". Sin embargo hoy me la sudaba bastante todo; y el par de "galletas" que se llevó el pavo me supieron a miel. Le habría dado más de un par si no hubieran estado Queen y Mary allí. Poner el coche a punto para circular fue rápido. Conocía un taller cercano que sabía lo que hacía.

En el rato que estuve desayunando con Mary, mientras me bebía una taza de café, aproveché para preguntarle.

- ¿Cómo la ves? - bebí un pequeño sorbo - Hace mucho que no trato con ella. La quiero y la respeto pero para mí es casi una desconocida. - sentencié resignado - Tú la conoces mejor que yo.

Tras la breve charla, y después de terminar el desayuno, volvimos al taller y tiramos para Juniper Hill. Al llegar al sitio, Queen estaba que se comía la tapicería. Como no teníamos tantísima prisa la esperamos mientras la observaba, con escalofríos, terminarse ella sola lo que sería un menú para cinco. Dicen que una mujer con apetito es una buena mujer... Ella debía ser la más buena del mundo.

No esperaba un local vistoso, pero aquello se pasaba de cutre. Tras esperar, durante un buen rato, una respuesta a la señal que mandamos, por fin se abrió la puerta. Una rusa potente esperaba al otro lado. (Joder. Tienes las tetas como cabezas de subnormales).

Nos llevó adentro. El sitio no estaba tan mal como parecía. Tenía estilo, dentro de lo modesto. 

El ruso veía claro que el que cortaba el bacalao era yo. - (Vaya ostia te vas a dar, jeje) - . Miré de soslayo a mi prima pero ella pasaba del tema. Tras presentarnos su mercancía, que era impresionante, Queen empezó a hablar. La escuché. - (Yo no lo habría dicho mejor, prima) -. Empezaba a recordar porqué nos llevábamos tan bien de pequeños. Nos parecemos más de lo que la gente se imagina.

- Bueno, siempre me has parecido muy creativa. Seguro que se te ocurre algo que añada el dramatismo necesario. Tampoco queremos que esto pase desapercibido, ¿verdad? - añadí a su frase, dejando claro al ruso que no se trataba de acompañantes florero.

La rusa se mantenía por detrás, mirándoles con curiosidad. Su novio es que se encargaba de las ventas y todo eso. Ella sabía disparar, por supuesto. Iba a galerías de tiro, y de vez en cuando se divertían en el rancho de un amigo de él, pegando tiros con grandes pistolas con una faldita vaquera y el top de un bikini. Pero no era una femme fatale, excepto por lo sexual.

Miró un momento el culo de Hwo, sin que éste le viese. Apenas se había cepillado a un par de orientales, y los tíos duros y serios le ponían como la cola con mentos: en erupción. Así que compartió una mirada con su novio, y él compuso una expresión de "¿Éste tío? Mira que te gustan las cosas raras".

El detector sexual, que Mary tenía bien entrenado, se activó haciendo bip bip bip. Entonces se giró y les pilló con aquel gesto, que ni siquiera disimularon. Pero esa zorra eslava no se iba a tirar al que ahora era SU HOMBRE. Quizá Hwo no lo sabía, o creía que había sido un polvo sin más. Pero Mary quería seguir saliendo con él. Por eso le tocaba la moral que no la hubiera llamado más.

-¿Me puedes traer un té, encanto? -le dijo a la rubia, con una sonrisa que lo decía TODO.

Luego se giró a mirar al ruso, poniendo los brazos en jarras. Cosa que provocó accidentalmente que se le hicieran unas tetazas. Por supuesto.

-Un trabajo rápido y de incógnito. Entrar, matar a unos cuantos, provocar daños y salir rápido. ¿Que recomiendas?

El ruso sonrió por aquella salida. Una chica con carácter. Eso le gustaba. Lástima que estuviera pillada, al parecer. Había gente que se tomaba la monogamia demasiado en serio. Así que dió una palmada, para alejar los malos espíritus.

-Bien, bien. Entonces yo rrecomiendo comprar máscaras o pasamontañas, eso ser esencial, da.

Luego se acercó a los estantes de armas.

-Aunque a mi me gusta mucho el estilo rruso. Lansar gas, entrar con visor térmico, matarlos cuando están tosiendo. Jejejejeje. Estilo Osetia.

Le lanzó a Queen una extraña granada.

-Me las trraen de Isrrael, pero yo no te he vendido nada.

Venían unas letras en alfabeto hebreo, traducidas abajo en inglés: "White Phosporous Grenade". Comenzó a poner armas encima de la mesa.

-Combate dentro de estrructuras, lo mejor ser subfusil y microsubfusil, da. Aunque ahorra hay fusiles bullup, muy compacto, casi como subfusil, mismas prrestasiones. Tengo HK, varios modelo, fusil micro Tavor de Israel, muy bueno, la típica MP5, y clásicos como la Ingram. Tengo también sistemas para rail picantilli para colocar miras de punto rojo, visión térmica o nocturna o ACOG, además de lansagranadas para algunos modelos.

Abrió unas bolsas, llenas de pistolas.

-Pistolas de 9mm, 38 automático, 44, 45 y calibre 50, varios fabricantes. Recomiendo glock, son muy duras, o pistolas checas, también a prueba de bomba y poco retroceso. Silenciadores para todas éstas armas, disponibles también.

Se rascó la barbilla, que ya comenzaba a picarle.

-Granadas de humo, lacrimógena, fósforo blanco, alto explosivo y flashbang disponible en modelos de tubo y para lansagranadas. Todo eso y mucho más. Vosotros solo preguntad.

Arqueó la ceja al ver la reacción de Mary, allí había tomate y su primo no se enteraba de la misa la media... si que tenía que follar bien el chaval.
-Hmmm... también había pensado en algo tipo Putin vs terroristas chechenos, ya sabes eso del teatro con gas arín, pero ella tiene razón tiene que ser algo rápido y efectista, mejor así, tengo mucha tensión que soltar- dio un par de botecitos de esos para relajar los músculos -¡Ey!- le guiñó un ojo al ver el regalito que le acababa de lanzar, como si le hubieran regalado un caramelo a una cría.
-¿Tu que dices?- le preguntó a Hwo mientras echaba las zarpas sobre un micro Tavor -que chulo este!- calibraba su peso y maniobrabilidad -Hmmm... las checas tienen muchos puntos...- la cosa empezaba a estar clara, una entrada con gas lacrimogeno, ensalada de tiros y un buen par de petardazos que dejaran aquello más llano que una autopista -y el lanzagranadas es imprescindible... lástima que no nos podamos recrear más...-

Parecía que Queen estaba en su salsa. Eso era bueno.

- Me gusta lo que veo. Yo voy a llevarme un MP5 y una Glock con silenciador. Máscaras antigás también, por supuesto. Además, nos llevaremos chalecos antibalas - le dije a Queen - . Nos harán falta para lo que está por venir.

Todo se me antojaba poco. Había que medir lo que necesitábamos para hacer las cosas bien. 

- Mary. Encanto. ¿Algo que añadir?

Encanto. Era un comienzo, suponía. Hasta que no la llamara "cariño" no pensaba parar. Hwo sería suyo, aunque luego le sobrara y le estorbara. Así era ella, cuando quería algo. Lo quería ya.

Cogió una UMP45 para pegar buenos pepinos con ese calibre, y una pistola con silenciador, más un par de granadas de lacrimógeno y otras dos de fragmentación, echando las máscaras antigás.

-Para éste trabajo creo que vamos bien. Pero obviamente volveremos a por más.

Clientes que pensaban volver. Eso estaba bien. Tener habituales en la agenda permitía ir pagando las facturas y los oportunos sobornos. Dió una palmada y se frotó las manos.

-Excelente elección. Todo junto con las granadas y la munición, 20.000 dólares. Además os rregalo un cuchillo de combate para cada uno.

Parpadeó.

-¿Al contado o por trransferensia?

-Chaleco coged para vosotros, yo tengo el mío...- se frotó el morado (oculto por la ropa) recuerdo de la noche anterior. Deslizó el indice como haciendo conteo de las armas y complementos que llevaba cada uno -con esto y el explosivo que tengo en el garage... tenemos para empezar la fiesta. Trato hecho- le tendió la mano al ruso
-Saca la pasta- le dijo a su primo -esto... tiene una bolsa para echar todo esto?- preguntó con los brazos en jarra a Stepanovick.

No había tiempo que perder

No era mal precio teniendo en cuenta de dónde provenía el material. Estaba contento con la compra. El cuchillo de combate era un detalle.

- Se agradece el detalle. - dije al ruso mientras sacaba los fajillos de diez - Ahí llevas. Cuídanos, que somos clientes agradecidos. - añadí con una sonrisa chulesca.

Ya iba siendo hora de tirar millas.

Llegaba la hora del Rock&Roll.

Salieron de la tienda recogiendo sus viejas pistolas y equipados con bolsas de deporte. Una ristra de beatas mexicanas salían en ese momento de la iglesia evangélica, y las saludaron con mucha zumba al pasar. Montaron en el Akuma robado, y condujeron hacia Chinatown mientras comían. Queen no se comió algunas cosas, por que estaba un poco nerviosa, y con esas "sobras" tuvieron para llenar el buche holgadamente.

Chinatown, el corazón de San Fierro. Uno de los barrios chinos más antiguos del país, testigo de un puerto que era, y había sido, la puerta de entrada a Asia.

Durante el día, el barrio era turístico, e incluso el tranvía lo recorría. De noche, las tiendas decentes cerrabas, y los garitos de opio, las "casas de té con final feliz" y toda suerte de negocios turbios "abrían", por así decirlo, sin necesidad de neones para anunciarse.

El Gran Muralla era un restaurante en una calle bastante céntrica, a la que se podía acceder en coche. Un establecimiento bastante reconocido, donde uno podía degustar verdaderas rarezas de la cocina china. Pero en su amplia trastienda y en los salones privados menudeaban muchos de los peones de la organización de Wu. Era para ellos un local de reunión y relax, donde jugar al ping-pong, emborracharse con licor flores y fumarse un cigarrillo mientras veían la tele.

Mary aparcó al otro lado de la calle, y se aprestaron a echar mano de las máscaras y las armas. Era la hora.

Les hizo desviarse para recoger su equipación de la noche anterior, total ellos también debían coger ropa acorde al momento, nadie da un concierto en vaqueros...
Casi le iba a dar pena reventar el sitio, casi, tenía pinta de que se comía de puta madre, de hecho fantaseó con la idea de sentarse a almorzar y luego de un festín opíparo liarse a tiros, pero claro estaba el tema testigos y tal... y en fin... quería reducir aquello a carbonilla pero no liquidar turistas inocentes, que sería el tipo de gente que llenaría la sala a esas horas... ya habían tenido injusticia suficiente con el asesinato de su padre.
Recordarlo le pinzaba las tripas.

Todo acontecía rápidamente, cada vez más, cosa de agradecer pues tenía ganas de llegar al velatorio, cosas de la acción cuando estás en ella ni tiempo tienes de pensar.
-Muy bien chicos... al turrón!- les guiñó un ojo aunque no sonrió y desplegó el pasamontañas (finalmente se dejó guiar por el sentido común y no uso la careta anime), con toda la parafernalia encima, una pistola en una mano y una granada de humo en la otra avanzó implacable y veloz en dirección al objetivo. Sin pensar pateó la puerta abriendola de par en par -¡FUERA TODOS! ESTO ES UN ATRACO!- (había que disimular) sacó la anilla de la granada y la lanzó al centro de la sala. Ocupó la mano libre con la otra pistola.

Durante el trayecto, inconscientemente, acabé dejando la mente en blanco. Fue cuando me cambié de ropa cuando volví a tomar consciencia de la situación. En mi cabeza empezaba a dibujar posibles escenarios a encontrar. No se podía evitar.

La verdad es que estaba deseando desquitarse pero, al aparcar, minutos antes de entrar al edificio, la euforia se enfrió y pisé tierra de nuevo. Había que hacerlo bien. Sin marear la perdiz.

Me coloqué el pasamontañas y, junto a las chicas, avanzamos a paso ligero hacia la entrada. Preparé mi arma. Queen hizo su entrada. 

Disparé al techo y apunté a los comensales de la mesa más cercana. Señalándoles la salida, grité:

- ¡La cocina ha cerrado!. ¡Largo todo el mundo!. ¡Que no tenga que repetirlo!

Los disparos al techo provocaron dos efectos. Lo primero que intentó hacer la gente fue meterse debajo de las mesas. Pero cuando les dieron la oportunidad de escapar, no se lo pensaron dos veces, y corrieron como pollos sin cabeza hacia la salida, chocando entre ellos, tirando las mesas.

Conversaciones en chino, las dos puertas que se abrían: el reservado y las cocinas. Y de ellas salieron cuatro sicarios, tres por la derecha y uno por la izquierda, con las armas listas. Empuñaban pistolas, aunque también había una escopeta y un fusil de asalto tipo AK, que realmente era un Norinco chino.

Aún no se había elevado demasiado el humo como para perder la visión, así divisó al atacante de la izquierda, el cual iba solo y fue a por él sin dilación, tres disparos certeros con cada pistola. Era de esperar que esa gente saliera armada hasta los dientes y sin contemplaciones así que mejor tomar la iniciativa.
Tras los disparos se aproximó a uno de los pilares de la sala para que le sirviera de parapeto y a la vez confundiera la visión de los otros. Se agachó y miró, los otros parecían tres, cosa fácil mientras fueran saliendo con cuentagotas

Quería desquitarse por lo de Raúl. Allí solo pudo huir como una tonta, disparando sin ton ni son. Eso dió una imagen equivocada de sus capacidades. Una imagen que no se correspondía con la realidad.

Así, mientras su prima disparó contra el tipo que salía por la primera puerta, que mató con varios impactos al pecho (donde llevaba un chaleco) y uno fatídico en la garganta, ella llevaba seleccionado el "full auto" en el UMP45, y embocó la puerta por donde iban saliendo los chinos.

Descargó una lluvia de balas, con el retroceso que se le debe aplicar a un calibre 45. Retroceso que hizo tensarse los músculos de sus brazos, controlándolo de una forma acojonante y más propia de un cachas mazao de una peli, describiendo un arco de apenas seis o siete grados.

La casquería fue acojonante. Tiros en la cabeza, con profusión de sesos, tiros a la femoral, al corazón, al pecho, a las extremidades, incluso quebrando alguna pierna. Cuando terminó, tres cuerpos cayeron al suelo, y el cuarto, el de la puerta de la izquierda, se resbalaba en su propia sangre antes de morir.

Ríos de hemoglobina corrieron por el suelo, en un festival gore. La sangre manchaba los manteles blancos, la comida que todavía seguía en las mesas.

No dijo nada, no hacía falta. Ahora solo había que peinar el resto del local, sala a sala. Y como era un restaurante, tampoco eran muchas.