Partida Rol por web

Y lo que es más importante, por San Culthbert: ¿qué hay al final de las escaleras?

La idea de puertas y pasadizos secretos anima al gnomo, que se recupera poco a poco del engaño sufrido por el mago.

Un pasillo, y la gran puerta del Salón Ocre. El Favorito está ahí.

El sacerdote mira la daga del elfo. Parece demasiado asustado como para mentir, aunque es difícil asegurarlo.

- Se viene con nosotros, dado que ha sido él quien ha matado directamente al inocente todavía tengo que pensarme si lo esclavizo a él también o simplemente perderá la vida... Si nos ha mentido o hay alguna trampa, se pasará la eternidad sirviéndome de criado, porque para otra cosa no sirve.

Guíanos. Naldar, sin soltar la daga, hace girar al sacerdote y lo agarra con el otro brazo, dejándolo completamente inmovilizado de cintura para arriba. Si estás mintiendo sufrirás las consecuencias.

Me pido ajusticiarlo.

- Bueno, si nos está intentando engañar, no será ajusticiado sino esclavizado.

Me lo he pedido, voy yo antes. Pero vamos pasando?

Cuando los héroes continúen su camino, los prisioneros rescatados quedarán atrás, demasiado exhaustos y heridos como para adentrarse en la fortaleza, demasiado asustados como para salir a la llanura exterior plagada de enemigos y donde se libra una batalla que, seguramente, las fuerzas de Berfôska no podrán ganar. Las vidas de los aldeanos han sido salvadas por el momento, pero si los héroes caen en el combate contra Bashnar estarán tan condenados como, seguramente, el resto del plano.

El sacerdote puede hacer poco más que obedecer. Guiando el paso pero vigilado de muy cerca por Naldar y Orphen, el hombre camina por el pasillo adyacente a la sala de sacrificios. Como había dicho, pronto pasan una cocina de largo y llegan a otro pasillo con grandes puertas cerradas. Ignorándolas, el sacerdote señala hacia la pared del fondo donde, mirando con cuidado, puede verse una grieta que con un par de movimientos precisos se abre revelando una puerta secreta.

El aprendiz del clérigo mira temeroso hacia el pasaje oscuro que revela unas escaleras. Según sus intrucciones, al final de los escalones está la sala del Amo de la Fortaleza. El tipo parece dudar qué hacer. Si le dan a elegir entre morir ahí o entrar a las mismas estancias del Favorito trayendo a los intrusos, probablemente elija la primera opción.

- No amigo, si te intentas echar atrás ahora, conocerás la no-vida... Créeme, cualquier forma de morir que encuentres ahí arriba, será preferible a eso.

Debiste haberlo pensado antes de decidir unirte al Favorito... Camina.

Aquí no se respeta ni el prime...donde iremos a llegar.... mas te vale que valga la pena aguantar su chachara.

Sin darse cuenta, el gnomo aprieta el paso y sube las escaleras velozmente, adelantándose un poco al grupo en el ascenso de las escaleras...

Ire con él, anuncia el tiflin. En parte por seguridad para el gnomo, sin duda, pero en parte para controlar el carácter demasiado impulsivo del pequeño monje. Sin esperar por los demás, suben las escaleras.

El camino escaleras arriba es muy corto. Una docena de escalones y están en el piso superior.

Lo que ven Amnyin y Kandalian es un pasillo ancho pero corto que acaba en una gran puerta reforzada de metal negro con remates de formas terribles y amenazantes. Parece bastante plausible que detrás de esa madera esté el amo de la fortaleza, el clérigo de Erythnull que amenaza al plano entero.

Pero antes, algo llama la atención. El suelo está trazado por muescas estrechas que forman una trama de cuadrados irregulares por todo el pasillo. Podría parecer como si se trataran de ladrillos mal encajados o adoquines muy regulares, pero es evidente que no es el caso. La mirada del monje sube hasta la cara de Amnyin. El semiinfernal asiente: se huele una trampa.

Medio minuto después de que los dos exploradores se adelanten, el asustado sacerdote hace caso a las amenazas y comienza a subir escalones. Si ahí arriba hay alguna sorpresa que el prisionero desconozca o se calle, Kandalian y Amnyin pondrán sobre aviso.

Nada ocurre hasta la llegada al nuevo nivel, un pasillo ancho y corto que acaba en una amplia puerta reforzada en metal. Es el único camino, y por el aspecto de la entrada, bien podría ser donde el Amo se oculte. El sacerdote tiembla, como sintiendo que la cercanía de su señor no le augura nada bueno.

Antes de dar un paso, todos miran hacia el monje y el semiinfernal, que parecen alerta por algo.