Partida Rol por web

¡¿Qué pasa?! ¿¡Qué han visto!? Naldar dirigió sus gritos a los compañeros que no parecieron tener buenas noticias. Pensó automáticamente coger alguna de sus armas, pero se da cuenta de que si lo hace, perderá a su rehén, por tanto decidió esperar a que alguno de sus compañeros diera información.

Kandalian permanece estático a la entrada del pasillo. La punta de sus pies apenas toca la primera irregular baldosa que cubre el suelo.

Que nadie se mueva... Esto huele muy mal.

La mirada intensa del gnomo al suelo hace entender al resto de compañeros que el monje piensa en una trampa.

Lo que mantiene en guardia al gnomo es una serie de muescas en el suelo que sin duda activan algún tipo de trampa. Alguien que entrara en este pasillo inadvertidamente, sin duda pisaría las líneas y sufriría sus consecuencias. Sin embargo, la trampa está hecha para ser evitada sin demasiada dificultad por los habitantes de la fortaleza que sepan su secreto. Pasar hasta la puerta sin pisar ninguna muesca exije algo de destreza y equilibrio, pero puede hacerse. Seguramente para los sacerdotes o esclavos que ocasionalmente quisieran pasar resulta más fácil, porque ellos no llevan armaduras pesadas como algunos de los héroes. En todo caso no parece haber muchas otras opciones, ya que Kandalian sería el único capaz de cruzar todo el pasillo de un salto.

El bárbaro entiende lo que exije la situación y decide ser el primero. Nadie quiere que uno de sus compañeros más vulnerables cruce y se lleve una sorpresa.

Alegrándose de llevar una ligerísima cota de mallas de mithril, Vanth da pasos lentos pero seguros. Sus enormes pies encuentran los huecos suficientes...

Antes de que Vanth avance apenas dos pasos, el gnomo ha cruzado sin problemas el pasillo, plantándose ante la puerta.

Observa la madera de cerca, de nuevo buscando trampas o magia, aunque para esto último, no es experto. Sin tocar la entrada, el monje afina sus oídos como si fuera un felino, buscando cualquier atisbo de vida al otro lado...

Amnyin es el siguiente en cruzar, no pareciendo tener más problemas que el gnomo. Cuando ha llegado a la masiva puerta, su mirada preocupada se dirige hacia sus compañeros con armadura... y también hacia el prisionero.

¡Arkaeron! Encárgate de este... Naldar empujó al rehén a los brazos de Arkaeron con la fuerza suficiente para que éste no pudiera hacer nada y llegara justo a caer a donde estaba su compañero. Ahora que ya estaba libre para cruzar, y tal y como lo hizo su compañero anterior, Naldar caminó sin ningún esfuerzo por entre las trampas, hasta llegar al otro extremo.

El rehén ya no servía de mucho, pero no sería él el que le ajusticiara.

Arkaerón no lo dudó ni un instante, con una mirada a su sirviente pronunció una unica palabra:

- Mátalo.

Después se concentró en la tarea de superar aquella trampa, él no era especialmente diestro, así que podía intentar disipar la trampa, podía convocar a un animal volador o... 

Con un rápido conjuro de Orphen, una daga vuela hasta alojarse en el cuello del prisionero. El sacerdote maligno gorgotea, la sangre escapándose de boca, hasta que el vasallo no-muerto de Arkaeron le clava su espada curva en el corazón.

Afortunadamente la maniobra ha sido silenciosa. De la sala más allá de la puerta sigue sin oírse nada, y quedan tres héroes por cruzar el pasillo.

Kurgan no se ve lo suficientemente impedido por su armadura completa de mithril como para meter la pata en este pasillo. Cualquiera que sea la trampa que se active aqui, no puede ser buena, y el semielfo la sortea con habilidad llegando hasta la puerta.

Una vez ahí, echa una mirada a Orphen y Arkaeron como diciendo ¿Vamos, o qué?

- Esto es un poco incómodo pero... No he preparado ningún conjuro para esto. Tendré que sacarme la armadura y tratar de saltar por medios físicos. 

El mago miró a su criado y le dio otra orden escueta.

- Salta tu primero y espérame en el otro lado, listo para cogerme si caigo.

Después, álguien le dejó una cuerda que ató por debajo de sus brazos y su propio sirviente agarró el otro extremo, se quitó la armadura y la lanzó a su sirviente, para después intentar aquello que tan mal se le daba. Libre de la carga de la armadura al final consiguió pasar, no sin problemas. Después, se volvió a vestir con sus huesos rápidamente.

Orphen hacia tiempo que había dejado la armadura en sus bolsas, era bastante incomoda últimamente y la había dejado relegada a un por si acaso.

Orphen no destacaba por su agilidad, se preparo se lo pensó, se volvió a preparar finalmente se lo pensó de nuevo y salto. Mas bien del que el mismo se imaginaba.

Todos habían pasado la trampa sin incidentes, y la puerta negra estaba al alcance de la mano.

De alguna forma, todos saben que no habrán más trampas ni guardianes. La puerta ni siquiera parece cerrada con llave. Quien está al otro lado de su metal oscuro no necesita protección.

Arkaeron revisa sus pergaminos y saca uno muy concreto: el hechizo de ligadura que deberá ser lanzado si Bashnar muere. Atar su alma a una gema será la única manera de evitar su resurrección o reencarnación. Con pensamientos sombríos, más de uno del grupo duda que eso sirva de algo si fuera el mismo Erythnull quien quisiera traer al Clérigo de entre los muertos.

Kandalian revisa sus saquillos hasta dar con la otra parte del ritual: una enorme gema negra. El foco del hechizo y la prisión que contendrá el alma del Favorito del Múltiple.

Todos sienten un súbito alivio cuando el cansancio abandona sus cuerpos y todas sus heridas se curan mágicamente. Una promesa de los Magos Rojos cumplida, al menos. Se enfrentarán a Bashnar al máximo de sus capacidades.

Todo parece preparado. Han llegado hasta el final de camino, y sin embargo el éxito está apenas más cerca. Vencer al Clérigo es un desafío en el límite de lo alcancable por simples mortales. Solo hace falta empujar la puerta para comprobar si serán capaces.

Por ti San Culthbert realizo todas mis obras. Guiado por tu mano intento hacer lo justo a tus ojos. Que tu fuerza llene mi espíritu y me lleve a la victoria. Para tu gloria.

El gnomo reza en silencio a su Dios antes de dar el paso definitivo. Con una mano aprieta enérgicamente la gema negra que debe darles la victoria. El monje sabe que tendrá una participación clave en el devenir de los acontecimientos.

Mira a sus compañeros para murmurar, Fuerza y Honor.

Sin más, empuja lo suficiente la puerta para, decidido, entrar en la habitación del enemigo.

espera no tengas tanta prisa arkaeron, yo y alguien mas quizás quiera lanzarse conjuros de protección.

- Pues no había pensado en eso, pero no es mala idea... tengo un conjuro de acelerar y otro de escudo ¿algún guerrero lo desea? 

La puerta cruje alarmantemente y Kandalian no se queda quieto para lamentarlo. El gnomo entra el primero, pero Vanth, Amnyin y el paladín caído no quedan rezagados. Kurgan, Naldar, Arkaeron y Orphen les siguen. Las palabras mágicas pronunciadas por los cuatro practicantes de magia se entrelazan, formando un coro extraño.

Pronto solo hay silencio.

La habitación parece cualquier cosa antes que unos agradables aposentos. Es un lugar de culto a Erythnull, y eso significa muerte. El amplio espacio circular tiene por únicos muebles unos altares de piedra de propósito incierto a cada lado. En uno de los laterales hay un profundo agujero en la pared cuya función es todavía más inimaginable. La habitación de 100' de diámetro está salpicada por enormes estacas donde empalar a víctimas. Algunas de estas agujas metálicas de dos metros están ocupadas por cuerpos en descomposición. El diseño de la sala es tan oscuro que incluso hay estacas en las paredes y en el techo, dando al lugar la apariencia de una horrible boca. Algunas de las estacas del techo tienen cuerpos muertos de pequeño tamaño. El rápido vistazo ya hace pensar que a medida que los cadáveres se pudran sus pedazos lloverán del techo lentamente; el pensamiento provoca un escalofrío.

Entonces, en mitad de la sala antes vacía, se materializa una figura de abultada coraza negra y casco astado. Es difícil de decir nada del aspecto o la raza del ser, porque la armadura completa y el yelmo cubierto no dejan ver ni una pulgadad de su piel. Tan solo el brillo de los ojos se intuye tras los dientes metálicos que forman la visera del casco con forma de cabeza de demonio. De los guanteletes salen unas garras en los nudillos y los dorsos de las manos. El puño derecho del ser se cierra sobre una maza de mango negro y cabeza de piedra.

Se escucha el cuero bajo la armadura crujir y las articulaciones de la armadura rozar cuando el hombre-demonio hace un movimiento brusco alzando la mano izquierda. Es un sonido familiar pero perturbador; el inicio de una batalla.  

El gnomo queda fascinado por el decorado de los aposentos. Está tentado de exclamar maravillado ante los horrrores que ve. Es lo que tiene poseer unos niveles de miedo menores a los de otras razas.

Cuando el enemigo se materializa ante el grupo, el monje llega a una conclusión elemental: con fuerza no se va a conseguir nada. Aquí la magia será determinante.

Y lo que no piensa hacer Kandalian es meterse en un combate cuerpo a cuerpo con el enemigo para que le caiga encima una bola de fuego de Arkaeron.

Llama su atención el agujero en uno de los extremos de la habitación. Así que echa a correr hacia allí, preparado para los fuegos artificiales.