Partida Rol por web

—¡Vaya Finrod! Creí que no te habías dado cuenta —responde rápidamente el elfo antes de reír sonoramente, algo que hacía ya unas jornadas que no hacía, posiblemente desde de las bromas del faisán.

Naldar, sin esperar la respuesta de sus otros dos compañeros, se dirige hacia Hasufel con paso lento, mirándole fijamente, todavía con la sonrisa en los labios.
—Eh amigo... ¿Qué te parecería ayudarme? —dice en élfico, manteniendo un metro de distancia—. Estarías ayudando a una buena causa. Te debería una Hasufel.

El explorador sigue acercándose lentamente para intentar acariciar al animal, a menos que éste rehuya que se parará.

El majestuoso caballo negro permanece quieto observando al elfo ante las palabras del paladín, su porte delata orgullo y la inteligencia de su mirada revela que no es un simple animal.
La voz de Naldar parece bien acogida en un principio y acercándose poco a poco al caballo no encuentra resistencia por su parte. Con un movimiento de cabeza, como un serio y significativo asentimiento, se acerca un paso. Por primera vez el enorme caballo permite otro jinete.

Me lo parece o le esta ofreciendo una yegua...

Orphen pone cara de circunstancia...no sabe ni que hacer ni que decir con la escena.

Al ver como Hasufel le acepta como jinete, Naldar se acerca hasta él para acariciarle el lomo. Cuando está junto a él, levanta la vista hacia el cielo para observar con atención el vuelo de Stirk unos segundos.
—Bien... Creo que deberíamos partir cuanto antes —dice el explorador en élfico de nuevo.— Es urgente.

El montaraz, con delicadeza, monta en el caballo. Encima de él vuelve acariciar a Hasufel, mientras todavía sigue mirando a su compañero animal que espera que le siga. Después de unos segundos baja la vista hasta sus compañeros para responder cualquier pregunta y sino partir de inmediato.
—No tardaré —afirma el elfo, sin explayarse y así dejar descansar al resto del grupo.

Espera espera!
Primero te sacare mi armadura de sus alforjas, prefiero disponer de ella. Orphen avanza para sacar sus piezas varias de la armadura.

Kandalian acoge la decisión de Naldar. Es arriesgado para el elfo, pero solo él es responsable de eso. En principio, quedar Finrod, Orphen y él garantiza poder eludir la mayor parte de los problemas, En principio...

Orphen descarga su armadura y Naldar sale al galope

—¡No os metáis en problemas! —exclama Naldar mientras coge las riendas de Hasufel.

—Vamos amigo —susurra en élfico acercándose a las orejas del caballo.

El explorador se ve alegre, incluso no parece cansado. La situación le motiva y le aviva los sentimientos. Naldar guía a Hasufel en dirección a Hlúzhvar y vuelve a acariciarle el lomo esperando que le sirva como orden para empezar a cabalgar.

Yo haré la primera de las guardias. Seguiremos el camino mañana cuando regrese Naldar. Si a mediodía no ha llegado, partimos sí o sí. Os parece?

Os levantaré cuando vea que el sueño me puede. Descansad!

Tras eso toma su ración de cena y se aparta del campamento buscando un buen lugar para vigilar de la seguridad de sus compañeros.

Finrod recuerda gracias a Orphen que tiene la armadura y otros pertrechos en las alforjas de Hasufel. Por lo que hace lo mismo que el guerrero, y ademas descarga otras cosas como la tienda y alguna racion de viaje, para comer algo durante este descanso. Se coloca la coraza y se prepara para echar una cabezada, como si de un pijama se tratase, pues no tiene impedimento en dormir con ella.

Muy bien Kandalian, despiertame cuando quieras, yo voy a dormir ya, pues se me pegan los ojos.

Finrod monta la tienda batiendo el record registrado hasta ahora y se introduce medio dormido en ella.

Cuando Finrod termina de montar la tienda, Orphen ya hace unos minutos que esta dentro de ella, ha entrado con todas sus pertenencias y no se escucha nada en su interior.

Naldar mientras cabalga hacia Hlúzhvar piensa exactamente en lo que hará.

—Primero debo avisar a los dirigentes de la ciudad. Ellos podrían ayudarme de alguna forma. Aunque la prioridad es enviar dos mensajeros. El primero debe ir hacia Berfôska, puede dar tiempo a que movilicen sus tropas y la victoria estaría del lado del Bien. El segundo debería ir a Asbrav y después a Iriebor o que desde allí parta otro hasta Iriebor. Antes de que el enemigo ataque a esa ciudad irán antes a Asbrav, así que les beneficia la defensa de sus vecinos. Además no recuerdo que haya habido malos entendidos entre la ciudades. Espero que todos sean aliados, no me gustaría meterme en problemas diplomáticos.

Según transcurre el tiempo, el pensamiento se centra solamente en la misión que debe cumplir, aunque hay un instante que cambia un poco.
—¿Me creerán? Vaya... No había caído en eso. Espero que les sirva mi palabra y la de... ¿Aristeo? ¿Le conocerá alguien? ¿Y Eben Espinel? Esperaré a plantearme todo esto cuando llegue. Seguro que son buena gente...

El montaraz de vez en cuando observa el vuelo de Stirk. Su fiel amigo siempre seguía su camino, era constante y tenaz.

La velocidad y la fuerza de Hasufel son dificilmente comparables, en menos de una hora ves la ciudad de Hluzhvar cerca. Cabalgas hacia la entrada oeste de la ciudad, un ancho camino discurre hacia el núcleo, a ambos lados granjas y extensas plantaciones de maiz y vegetales, algunas viviendas pequeñas en medio de las tierras de labranza.
Las construcciones cada vez son más numerosas y están más cercanas unas a otras a ambos lados del sendero o carretera por el que galopas. Un edificio de madera de gran tamaño aparece a tu derecha seguido de uno algo menor, a la izquierda algunas construcciones con carteles que parecen establecimientos. Delante a un trecho un edificio más grande que los demás, de piedra, hace esquina en el punto en el que el sendero por el que avanzas se cruza con otro perpendicular. En las cuatro direcciones, las dos carreteras parecen ser el eje de la ciudad en la que acabas de entrar. Edificios en su mayoria de madera por doquier y gente que te observa con interés.
Al entrar en la ciudad viste una atalaya guardada por al menos un centínela que desde su alto puesto no te dio el alto, por lo demás la población no está amurallada en este lado aunque parece tener una empalizada en el norte. Aparte del centinela no has visto más guardias o soldados.

Naldar sabe que la gente le observa y el tiempo corre en su contra, así que se dispone a preguntar a todo el que quiera escucharle.
—¡Saludos ciudadanos! Traigo una nueva no demasiado buena. Me urge hablar con el gobernante de la ciudad o alguien que ostente poder. ¿Alguien podría indicarme dónde dirigirme? —pregunta alzando la voz para hacerse notar, mientras mira nervioso las caras de los oyentes que circulan a su alrededor.

Al elfo se le pasa por la cabeza descabalgar pero sabe que así la gente le verá mas importante y se fijarán más en él.

Varias personas te miran con tanta desconfianza como curiosidad sin embargo algo en ti les transmite urgencia y tus palabras parecen causar una reacción. Dos de los ciudadanos te señalan un edificio de madera algo más grande que la media que está frente al enorme edificio de piedra.
No esperas más señal para dirigir a Hasufel hacia allá pero cuando te has alejado unos metros ya, a tu espalda una voz te indica: Dhamon Roican, el alcalde

El montaraz agradece la indicaciones sonriendo y haciendo un leve asentimiento con la cabeza.

Al llegar al edificio, Naldar descabalga con delicadeza. Una vez con los pies en el suelo acaricia a Hasufel y busca de nuevo con la vista a Stirk.
—Espero que estés bien, amigo. Serán sólo unos minutos, espérame aquí —dice el elfo, confiando en que el caballo suela esperar a su jinete.

El elfo se acerca hasta la puerta del edificio y golpea una vez la puerta con el puño. Tras dos segundos vuelve a golpear.
—Busco al alcalde. ¿Vive aquí Dhamon Roican? —pregunta sin elevar demasiado la voz, aunque si intentando sonar serio. Adoptando de igual manera la misma expresión por si abren la puerta.

El explorador echa un vistazo a su alrededor, fijándose en la cara de gente que sigue su propio camino.

Un hombre mayor, con poco pelo gris y vestido con ropa de calidad te abre.
Yo soy el alcalde. ¿qué quieres? pregunta mientras te mira analizando tu aspecto y vestimenta.

Saludos, mi nombre es Naldar. Traigo noticias que debería escuchar. Me dijeron que usted era la persona idónea, no sé si me equivoco —responde el elfo, todavía con expresión seria y sin apartar la vista del hombre, intentando no pestañear.— Si quiere le puedo explicar todo aquí mismo, delante de todos los ciudadanos.

bien... pasa, espero que sea importante. Pero deja las armas fuera, ningún extranjero entrará armado a mi casa.
el hombre te mira con desconfianza unos instantes pero finalmente se da la vuelta dejando la puerta abierta tras él y empieza a avanzar por un pasillo.
A tu derecha, al otro lado de la puerta, puedes ver un hombre con armadura con una espada al cinto como montando guardia, te mira con atención.

—No dejaré las armas fuera. Si quiere se las puedo dejar a su amigo —dice rápidamente el elfo, mirando primero al alcalde todavía serio y luego al guardia sonriéndole—. Sino me temo que deberemos hablar fuera.

Naldar empieza a quitarse las dos espadas y el arco. Sin esperar respuesta de Dhamon deja las armas a los pies del guerrero. Luego espera con atención alguna posible réplica del alcalde, sino le sigue.