Partida Rol por web

Hijos del Kaos

Prólogo: First man standing

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01/11/2019, 09:53
- Narradora -

 

Tiempo atrás...

 

Grizz corría, desesperado. Huía como un alma en pena desbordado por la consciencia que se derramaba como el agua hacia todas partes. Todo giraba y giraba y giraba, y aunque desconocía las palabras, sus gritos se dejaban escuchar por toda la vasta inmensidad del bosque.

El aire primaveral todavía era frío y desapacible cuando la osa despertó perezosamente con dos oseznos hambrientos y ya amamantados. El ciclo de la vida continuaba su camino, girando inequívocamente sin esperar a nada ni a nadie, y mucho menos a una camada de osos grizzly que tenían toda una vida a la que enfrentarse. El instinto lo era todo para aquellas bestias, guiando desde sus primeros pasos hasta las migraciones que debían hacer en su propio territorio, buscando alimento, cobijo, compañeros, e incluso guaridas en las que resguardarse del envite del Invierno. Todo ello venía dado de una forma extraña, como una huella grabada en su espíritu a fuego ya desde el nacimiento. Una huella que los Ohlone habían llamado «ohionan», gran instinto, y que había quedado perdida como muchas otras partes de su cultura, arrasadas por los invasores. 

Ahora el gran oso también luchaba por sobrevivir. Luchaba incluso por respirar, abnegado por emociones hasta la fecha desconocidas, viendo su alma emponzoñada por el olor humano.

Sin embargo, había algo especial en aquella camada, en aquel osezno, que incluso su madre pudo sentir desde bien joven. Jamás podría haber puesto en palabras qué era, pues se trataba de una osa, pero su osezno bien podría hacerlo en los años por venir. Era algo indescriptible, algo que tan sólo había sentido una otra vez, aunque no pudiese decir cuándo; una sombra escurridiza y sinuosa que se plegaba dentro de su alma. Un saber abstracto que iba más allá de los espíritus que poblaban el bosque en su quietud, y mientras aquel osezno crecía y aprendía los secretos del bosque y de los susurros de los árboles, de los olores de la madre naturaleza y los cambios que el tiempo traía, su madre lo contemplaba de cerca con una curiosidad genuina y a la vez cauta.

Su boca… sabía a sangre. A la sangre de sus enemigos. A la sangre de sus víctimas. A la sangre de las presas que su madre le había enseñado a cazar hundiendo el hocico en el agua. El sabor de la carne fresca y la sangre caliente.

Un graznido había sido la primera advertencia, la primera señal. El cuervo había alzado el vuelo como una sombra acechadora, haciendo que los oseznos alzasen la cabeza por primera vez. Sus diminutos ojos negros habían oteado la espesura de la explanada, alzándose sobre las patas traseras más allá de la alta hierba en busca de algo más, moviendo el hocico en busca de un olor familiar. Había algo raro en el ambiente, una quietud desconcertante tan solo rota por el ruido del arroyo que corría a su espalda. ¿Dónde estaba Madre?

La sombra del cuervo lo seguía desde el cielo mientras corría a dos pies y a dos manos, medio alzado como aquellos seres que a veces se oteaban en el horizonte totalmente desconcertado, asustado, aterrado. Seres de maldad, seres de corrupción. Seres que había contemplado toda su vida.

Y entonces el gruñido comenzó a alzarse por encima del arrullo del agua, un sonido que no había escuchado antes y que despertó un miedo visceral que atenazaba sus músculos. Su hermano gimoteó, agazapándose. Pero él sabía que había que correr hacia Madre.

Notas de juego

Bueno, me he marcado un experimento extraño que me rondaba la mente pero no lograba sacar. Creo que ha quedado medio bien.

Son dos líneas temporales mezcladas, aunque no hace falta que respondas a ambas. Cursiva = pre liarla pardi, normal = post cambio. Empezamos con la cursiva, aunque siéntete libre de mezclar cosas si quieres.

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03/11/2019, 00:56
Hermano-Oso

Como si hurgara en busca de raíces, el osezno introdujo el morro entre la tierra y el vientre de su hermana y reunió todas sus fuerzas para levantarla. Al principio le costó tanto como si hubiera intentado empujar él solo una montaña, pero en cuanto consiguió hacer que su cabeza emergiera al otro lado, la osezna reaccionó y echó a correr. Él se incorporó sobre sus cuatro patas, y presa de una curiosidad malsana, miró en la dirección de la que procedía el gruñido que les amenazaba. Sobrecogido, aun sin ver nada, echó a trotar en busca de su familia.

Sus jadeos y pisadas se sucedían los unos a los otros sin descanso y cada vez más rápido, como si compitieran en un desafío por tierras, hembras o la simple y mera casualidad de haberse encontrado en el momento y lugar equivocados. Tenía frío, más frío del que había tenido nunca, y se sentía… vulnerable. Débil. Blando. Incapaz de seguir, el grizzly se detuvo junto al tronco de un pino a recuperar el aliento y a olisquear el aire, pero fue en vano. No dio con aroma alguno, y el vacío que sintió llenarle la trufa le supo más extraño que ningún olor que hubiera saboreado antes.

El rumor de las pisadas tras él cada vez sonaba más cerca, y si antes la curiosidad había vencido a sus impulsos, esa vez estos se impusieron y Hermano-Oso sucumbió al miedo. Cuando volvió en sí no solo había perdido el rastro que seguía, sino que se encontró en un paraje que no reconocía. Una sombra se cernió sobre él…

…y pegó un salto, rugiendo con toda la fuerza de sus pulmones. En lugar de reconocerse, lo único que oyó fue la voz aguda de un mono salir disparada de su propio hocico. Se percató entonces de que la sombra que había visto era la suya propia, y de que la voz que había oído era la misma que venía persiguiéndole desde hacía un tiempo. Desfalleció, derrumbándose lentamente, y ya en el suelo se miró las zarpas. En lugar de  las garras largas y curvadas y de las almohadillas de sus patas, Hermano-Oso se encontró con las palmas rosadas y los dedos huesudos de un humano. 

El cuervo. Era él, observándole en lo alto, sin saber si estaba al acecho o a la espera de algo. Siempre había estado con ellos, y sin ser un oso, era como de la familia. Además, tenía que saber donde estaba madre: él, desde ahí arriba, podía verla. Podía verlo todo.

El osezno clavó las garras en la corteza del pino y empezó a trepar torpemente tronco arriba.