Partida Rol por web

Hijos del Kaos

Prólogo: Break my heart (again)

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13/09/2019, 21:39
Elliot Kelly

Las palabras de Diana me animan. Exacto. Si alguien más puede, ¿por qué yo no? Sí señor. En cuando aprenda a controlar esto, resolveré todos los asuntos que me quedan pendientes y me convertiré en el mejor maestro infantil de la ciudad. Cuando le pregunto por su pasado, sin embargo, Diana se muestra esquiva. Tuvo dificultades para integrarse en una sociedad a la que ahora sé que ni ella ni yo pertenecemos. En cualquier caso ya veo que no es el momento apropiado para indagar más en el asunto. Me alegra oír que aquí sí siente que encaja.

Encajar es importante, por mucho que uno quiera ir de indie. Quiero decir, es genial ir a tu bola y ser autosuficiente, pero en algún momento, siempre acabarás necesitando a alguien. Y cuando ese momento llega, está bien tener a gente que no piense que eres raro o peligroso o que estás tarado. —Me encojo de hombros, adoptando una expresión casual—. Lo que quiero decir es que mola mucho tener a personas que ya saben quién eres y cómo eres y que te acepten y les dé igual porque ellos son como tú. —A medida que lo digo me voy dando cuenta de lo cierto que es; siento una opresión en el pecho que decido ignorar—. Aparte de eso, este sitio es genial, ¿no? Muchas veces he hablado con mis colegas de lo total que sería montarnos una casa en el bosque y vivir apartados de toda la mierda de la ciudad. Te juro que no pensaba que iba a acabar haciéndose realidad de un modo tan literal.

Camino junto a Diana en silencio durante un rato, tratando aún de asimilar el giro tan inesperado y brusco que ha dado mi vida.

Oye… Todo ese tema de los espíritus de lo que hablan todo el rato… ¿es verdad? O sea, ¿los espíritus también existen?

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14/09/2019, 02:11
Diana

Diana sonrió abiertamente, tenía una sonrisa bonita a pesar de tener los dientes ligeramente torcidos con los caninos hacia adelante, lo que le daba un aspecto lobuno bien merecido.

Y lo que te espera. Tu manada será como tu familia, tu núcleo. Y desde luego estar aquí se siente mucho más natural que vivir en la ciudad. Al menos para mí, vaya. Es como… Es como si siempre hubiese sabido que no terminaba de ser lo mío, estar en Santa Cruz. No me entiendas mal, me encantaría volver pronto a surfear y a ver a un par de colegas, pero la paz que hay aquí es… Es de otra clase —intentó explicar, gesticulando con las manos de forma peculiar.

Ah, espíritus —exclamó—. No sé mucho de ellos, pero sí, son realis. Viven en su propio plano, la Umbra, al que podemos viajar. Es como otra dimensión que hace de espejo de esta misma. Ya verás, Oswald lo explica con mucha facilidad —dijo mientras llegaban a la pequeña cabaña.

Diana abrió la puerta para dar paso a una habitación con literas y grandes ventanas que filtraban la luz natural de la noche y las hogueras. Había tres pares de camas, además de un armario empotrado cuyas puertas no terminaban de cerrar bien del todo. Era poco, pero resultaba acogedor a su manera, como estar de camping con los amigos salvo que aquellos no eran sus amigos sino… su nueva familia.

Resultaba extraño pensarlo de esa manera, pensar que de la noche a la mañana pertenecía a una raza completamente diferente. Era un hombre lobo, y durante aquella noche Diana le explicó brevemente lo que significaba eso. Le habló de una guerra y del Wyrm, de las leyendas de los guerreros, de las trece tribus y aquellas que componían el Clan. Le habló de lo sagrado que era aquel lugar, ya cubierta por mantas, hablando a la luz de la noche y el arrullo del bosque. Le contó sobre su Primer Cambio y la ansiedad de despertarse con sangre en las manos, de lo que era transformarse en lobo y correr por el bosque desnudo, sintiendo el poder de Gaia en su interior latiendo como un tambor de guerra. Sus ojos se cerraban y aun así, Diana siguió hablando de cosas fantásticas y maravillosas, de lo extraña que era la Umbra y lo duro que resultaba trabajar todo el día, a pesar de la emoción. El Clan tenía muchas labores que cumplir y todos debían aportar su parte de una forma u otra. Ser un Cachorro era duro, pero también gratificante. Había pasado un mes y ella seguía descubriendo grandes cosas, historias increíbles de boca de los más mayores. Pero sobre todo, la libertad que todo aquello le había traído, sintiéndose una con el Clan; una con su familia.

Y en algún punto, el sueño venció a la muchacha, cerrando sus ojos mientras Elliot, fascinado, se veía incapaz de conciliar los suyos propios.