Partida Rol por web

A la mañana siguiente, apenas el gallo había cantado, el grupo salio de la posada. Los aldeanos que se dirigian a los botes para pescar se quedaban mirando atónitos a la comitiva.

En un viejo carromato iba sentado Reithar, el elfo, vestido con unas ropas algo llamativas pero que no dejaban de ser retales de viejas telas malcosidos a su ropa. Frente a el estaba sentada Arthin que acariciaba a su gato y miraba la torre fijamente. Tambien con el se sentaba Victoria, que era la única de aquel grupo  que desentonaba pues su armadura brillaba con los primeros rayos del sol y mantenía un porte altivo. Una chica joven y menuda dirigía el carro, tirado por un caballo. Era Alaina que se lo pasaba estupendamente azuzando al animal. Mircea caminaba a su lado sonrriente y vivaracho mientras tarareaba una balada. Y cerrando la comitiva estaban Gog, que bostezaba y caminaba apesadumbrado acompañado del lobo.

En lo alto de la escarpada rocosa, por la que solo podia llegar una estrecha senda, que domina la aldea se puede ver la larga estructura de tres niveles que asoma por encima del desnudo ramaje del bosque. Una luz fija flamea en la cima de una afilada aguja.
 

La estrecha senda serpentea a través del bosque, por las colinas, hasta la cima de un acantilado árido y barrido por el viento, muy por encima del pueblo. El camino es poco ancho, lo justo para que pase el pequeño carro, pero sigue siendo mejor que encontrar  un atajo a traves de la maleza densa y espinosa del bosque.

Este caballo se comporta como un trasgo.....es un cabezon!!!

Por mas que Alaina trataba de conducir el carromato la senda era demasiado estrecha. El caballo se movia entre los afilados guijarros con dificultad y no paso mucho tiempo antes de que uno de los ejes se partiera al salirse al rueda del camino. Debido al peso, el carro se volcó hacia un lado haciendo que todos los ocupantes cayeran sobre las afiladas piedras y espinos.

A Artin aquel plan no le gustaba. No le había gustado desde el primer instante en que se había propuesto, pero la tarde anterior habían decidido que lo harían así, así que allí estaba, subida en aquel carro destartalado, conducido por un jamelgo al que se le notaban los huesos, pretendiendo ser el séquito de un pretendiente para Liandra y poder así entrar en la torre.

Si el carro fuera una gran carroza de aspecto imponente, el caballo una hermosa yegua bien cuidada y ellos pasaran por el séquito que pretendían ser... quizá funcionaría. Pero en aquel momento Artin sólo podía pensar en lo poco práctica que iba a resultar aquella penosa escalada, ya que ni siquiera les iba a servir para deshacerse de la amenaza que suponía Landathus y sus hombres. Por todo ello, la hechicera estaba algo más que sombría aquella mañana.

Así las cosas, cuando el penoso mulo que tiraba del carro trastabilló, Artin no podía decir que le sorprendieran las consecuencias.

Victoria se mantenía callada como ya era costumbre en ella y no hacía más que observar el paisaje hasta que algo la alteró. Parecía que Alaina tenía problemas para manejarse con los caballos pues el camino era demasiado complicado y estrecho para el carruaje. Entonces tras varios intentos y movimientos de la muchacha el carruaje se vino al suelo haciendo que todos los que estaban en él saliesen despedidos...

Voy sumido en mis pensamientos, echando un ojo de vez en cuando a las ropas que pretendías hacerme un pretendiente digno de la hermosa Liandra. Mis manos se entrecruzaban sudorosas, nunca me gustó mentir y esto era uan mentira en toda regla.

"¿Saldrá bien?" me pregunto a mí mismo.

Alaina más que dirigir al caballo parece que lucha con él lo que hace que en mi rostro se dibuje una sonrisa, que se ve apagada cuando ésta pierde el control del caballo y el carruaje pierde una rueda.

Aquello fue un desastre, no solo la compañia daba un aspecto bastante pobre si no que ademas el terreno era escarpado, con una dura caida y piedras afiladas. 
Cuando el carro trastabilló se fue hacia la derecha a punto de caer por el acantilado. Rapidamente sus opcupantes saltaron, dando con sus huesos en el suelo. Reithar logro saltar y agilmente, cortar las riendas del caballo antes de que este se precipitara tambien por el barranco. Se escucharon quejidos y sonido metalico cuando todos acabaron en el suelo. Aquella situación incomoda los tenía a todos en el suelo, debido a lo estrecho del camino. Quien mas y quien menos habia recibido un golpe por alguna madera astillada, la caida o el choque con sus propioos amigos.

Salvo el elfo que depie junto al caballo miraba sorprendido a sus compañeros y a su mascota, asgurandose de que todos estaban bien.

Ni siquiera sé exactamente como lo logro, pero la situación parece pasar a cámara lenta frente a mi, lo que me da tiempo a saltar, coger las riendas del caballo y dominar un poco al pobre animal. Cuando me centro suspiro, miro a Wolf, le acaricio y veo el espectáculo delante mío.

Alaina, Gog, Arthin y Mircea parecen sangrar un poco. Mi mano se tiende y los ayudo a levantar.

-¿Os encontrais bien?

Manten la dignidad niña que no te vean llorar, joder que golpe mas tonto.

AUCH!!!!! dijo alargando la mano a Reithar y escupoiendo un diente

Jo podria ser de oro!!!!

La hechicera se levantó por sus propios medios, refunfuñando. A sus pies, Chizu maullaba preocupado, con cara de susto. Y no era para menos: Artin había visto trastabillar al dichoso caballo, sí... pero no había contado con que la apestosa rueda del apestoso carro se saliera de su maldito eje.

Así las cosas, en el momento en el que había ido a saltar para bajar del carro antes de que este se saliera de control, la súbita rotura la había cogido, pese a todo, desprevenida, echándola inesperadamente de lado. De haber sido un poco más torpe, o un poco menos rápida, o no sentir a su pequeño gato casi como una parte de si misma, posiblemente le hubiera aplastado involutariamente al caer. Pero un salto a tiempo había evitado aquel percance... mandándola a ella al suelo.

- No te preocupes, no es nada. - Dijo la hechicera mientras se levantaba, con una mueca en la cara. Para variar, hablaba con su gato, del que los demás podían suponer que se había interesado por su dueña (si querían creerla cuando decía que podía hablar con él). - Sólo son unos pocos rasguños.

Y era cierto: el brazo izquierdo de la hechicera sangraba por un par de heridas superficiales, y sentía la pierna del mismo lado entumecida... amén de la falda desgarrada en un par de puntos.

Sin dejar de refunfuñar, la joven se sentó sobre una piedra, sacó su botiquín y empezó a curarse las heridas, primero, y a remendar su falda, después... conteniendo su descontento con el plan y los resultados del mismo... 

Con dolorosa pantomima, me he apresurado a emerger del macizo de espinos hacia el que me han empujado, dejándome trozos de tela y pellejo a modo de colgaduras. No quiero ni mirar, me escuecen horriblemente el costado izquierdo y la misma nalga.

Asiento a Reithar, y me apresuro a asistir a Gog, que parece haber recibido un buen golpe en todos los morros. Voy parloteando, no vaya a ser que alguien sucumba al pesimismo:

-Quién hubiera dicho que el acceso a la torre fuese tan impracticable. He aprendido que lo que realmente defiende la guarida de un mago es la mala pata.

“Arriba, amigo. La sangre es muy escandalosa, seguro que no es nada.

“Cuánto alboroto hemos armado, sólo faltan las fanfarrias, no me extrañaría que Delthis se estuviese preparando para el asalto de una banda de trolls.

“Eh, arriba esos ánimos. Estamos todos vivos. Salgamos de aquí lo antes posible para que pueda reconfortaros con una tonada. Me da que este camino continuará con más peligro, por lo que propongo acortar por esta falda boscosa –desentendiéndonos, claro está, del plan de presentar a Reithar como un pretendiente-. Ea, los de sentidos más vivos, que busquen un paso.

A la espera de sus propuestas o réplicas, dejo mi equipo en un montón y me levanto la túnica bizancesca. Voy derramándome agua de la bota por la piel lacerada y sacándome las incontables puyas. El agua coloreada corre cuesta abajo.

Gog refunfuñaba en su lengua materna, y parecía poco agradecido por la ayuda prestada de sus compañeros. Se había dado un buen golpe, y aunque sangrar no le preocupaba, si que lo hacía hacerlo de ese modo.

Se limpió la sangre que le manaba por la herida de la cara con el guante de cuero, y escupió al suelo.

- Maldito camino de cabras!! Exclamó al fin. - Creo que el plan se ha ido a la mierda...

Ya sabes que no siempre los planes salen bien.....

Lo peor es que se me rompio un diente tendre que robar uno de oro......y son dificiles de conseguir

Dijo Alaina intentando resultar graciosa

-Vamos, compañeros, no desfallezcais. Nosotros podremos con esto y con todo lo que venga después-digo emocionado subido encima de una piedra cual caballero de brillante armadura-. Gog... no pienses en esas heridas superficiales, piensa en la cantidad de cerveza que podrás lograr después de esta aventura... alaina, ¿robar? ¿Sabes la de oro que podremos conseguir? No para un diente, ni para dos. Escuchemos a Mircea, sigamos adelante-digo emocionado tratando casi más de animarme a mí que de animarlos a ellos.

jo si no se roba no es divertido!!!!!

Alaina guardo su diente y refunfuñando se quedo al lado de la maga

puede que por una vez  pudieras tener razon......pero ya que estamos aqui ¿ continuamos?

La hechicera le lanzó una mirada malhumorada al semi-elfo, no tenía muy claro si por que era el único que había salido indemne de aquella estupidez o por que para variar, aunque acertadas en esta ocasión, su forma de ver la vida la ponía de los nervios.

Suspirando profundamente para calmarse, acabó de vendarse y se levantó, no sin una mueca de pesar por su falda desgarrada. Pero aquello tendría que esperar: Gog necesitaba de sus remiendos antes que un trozo de tela.

- Dejame ver esa herida, gog. - Dijo Artin. El esfuerzo que estaba haciendo para contener su mal humor y no pagarlo con sus compañeros resultaba evidente.

- Si, lo que tú digas amigo Reithar. Dijo el enano malhumorado. - Pero antes de beber, tendré que hacerle pagar a alguien esta afrenta...

El pelirrojo enano dejó que la hechicera inspeccionara su herida. No era cuestión que se infectara y cayese enfermo por tan poca cosa. No tenía ningunas ganas de que cantaran su nombre, como el enano que murió tras tropezar y caer en el camino. Ya le venían a la cabeza los versos que se podrían hacer, relatando unas altas fiebres por culpa de una infección. Gog se estremeció un instante, y de forma instintiva miró de reojo a Micea. Casi como temiendo lo peor.

Volvió su atención a Artin, que examinaba su herida. - ¿Como lo ves? ¿Puedes hacer algo para que no se infecte? Aun seguía con la idea de morir de unas tontas fiebres.

El tembleque del enano (Artin casi podía imaginar en qué estaba pensando el bravo guerrero) logró sacarle a la hechicera una sonrisa que, como un bálsamo, calmó ligeramente su propio mal humor. Se tomó un par de minutos más para limpiar y desinfectar la herida de su amigo, pero comprobó, con agrado, que era tan superficial como las suyas propias. A diferencia de a ella, dejó las del enano al aire, para que el viento hiciera su propio trabajo y secara la tintura que acababa de aplicarle.

- No te preocupes, querido Gog. No será ese mísero rasguño el que acabe contigo, de eso puedes estar seguro.

Acabó de recoger su botiquín, lo guardó en su zurrón y recogió a Chizu del camino, dónde el gato se había sentado y se entretenía acicalándose. Le acarició distraídamente tras las orejas, relegando al pasado aquel mal momento.

- Dejemos aquí ese maldito carromato y manda de vuelta al pueblo a ese jamelgo desnutrido, Reithar. Vayamos a esa torre como debimos hacerlo desde el principio y acabemos de una vez con esto.