Partida Rol por web

Victoria se había sorprendido de que ya no estuviesen con ellos dos de sus compañeros, en verdad no tenía muy claro que es lo que había pasado. Pero debido a su valentía y su mutismo, se dio cuenta que prefería no comunicar sus inquietudes al resto del grupo para no alarmarles.

 Gog no había reparado en su ausencia hasta que Reithar lo advirtió. - ¡Por todas las rocas del camino! ¿Donde se han metido esas dos? Dijo sorprendido y con el entrecejo fruncido. - No es el mejor momento para juegos.

Murmuró en su lengua materna cosa que seguramente no eran agradables, pero pronto se recompuso. - No creo debamos preocuparnos, Reithar, son capaces de defenderse solas. Porque espero que su ausencia sea intencionada... Sino, les patearé el culo en cuanto las vea.

-¿Qué prodigio es este? ¿Cómo estoy seguro de que eres tú? Oh, bien, vale, eres tú –rumio, mordiéndome la lengua.

Me sorprendo lo justo, porque, de algún modo, yo también deambulo en el alma del prójimo con mi arte; lo que en realidad me está preocupando es si la maga pueda leer en mi mente como en un libro abierto. No oculto mi enojo al reponer:

-Explícame qué está ocurriendo. El grupo empieza a ponerse nervioso, podrían pensar que os han secuestrado y hacer alguna tontería.

Artin no contiene una sorisa... aunque claro, el Bardo no puede verla.

- No es más que un truco barato, bardo. Simplemente, tu puedes oírme y yo puedo oírte a tí como si habláramos de viva voz, aunque apenas susurremos. Nada más que un truco de principiantes... bastante útil con los Ardites, por cierto. - explica, divertida, apenas moviendo los labios sin emitir sonido alguno. No es la primera vez que se comunica con sus compañeros de esta forma... pero tampoco es que sea muy habitual. Decide ir al grano. - En cualquier caso, atiende: sólo os he visto salir a vosotros cuatro, por lo que deduzco que Alaina ha recurrido a su propio arte y se ha escondido por aquí dentro por sus propios medios lo bastante rápido para que no me diera ni cuenta. En cuanto a mi, he decidido hacer lo propio y voy a investigar un poquito con la ayuda de Chizu, aprovechando que al parecer el guardia no sabe contar. Sólo quería avisaros precisamente para que no os preocupéis y para que no hagáis nada que pudiera delatarme... delatarnos, en este caso. Esperadnos fuera, si queréis, o volved a la Costa Tempestuosa y aprovechad el tiempo como mejor os parezca. Me reuniré con vosotros en un rato.

Mircea parece distraido susurrando a vuestro lado.

-¿Qué susurrais, Mircea? ¿Os encontrais bien? ¿Os ha hechoa lgo ese brujo?-se me nota bastante ansioso y es los magos nunca me han caído especialmente bien, ni me he fiado extremadamente de ellos.

Me acerco a Mircea y le miro a los ojos.

-¿Pasa algo?-le pregunto serio y preocupado por nuestras compañeras a la par que por él.

Le devuelvo la mirada a Reithar frunciendo y desfrunciendo el ceño, como si estuviese devanándome los sesos con una cuestión particularmente abstrusa y elusiva al discurso verbal.

Acepto, a regañadientes:

-Nos esconderemos en el bosquecillo, montaremos guardia. Ignoro hasta cuánta distancia puedes proyectar esta capacidad tuya, pero no podemos dejaros a vuestra suerte, en la boca del lobo. (Además, yo vi de reojo como Alaina se ocultaba, y más que pinta de ladrona, como opina Reithar, lo tenía de mimo o saltimbanqui.) Cuídate; el enano ha hablado de presencias fantasmagóricas…

Y vuelvo en mí, guiñándole un ojo a Reithar.

-No pasa nada, mi gentil amigo. Mis botas están bien –exclamo. Y añado, entre murmullos, animándolos a retirarnos de debajo de la sombra de la muralla: -Escuchad, Artin se ha comunicado conmigo empleando su voz más sutil. Dice que piensa explorar por sí sola, y que Alaina ha insistido con lo mismo (a pesar de que su habilidad para esconderse sea la de un pollo descabezado). No te molestes, Reithar, aprovecharon la oportunidad.

“Os propongo escondernos por los alrededores. Yo estoy con vosotros en que, en el crepúsculo, ese Ladanthus es capaz de enviar a por nosotros a todas sus levas, y que sería mejor sorprenderlos nosotros a ellos.

Artin asiente para sí, contenta con la buena disposición de Mircea, pese a todo.

- Descuida, tendré cuidado. Si no os alejáis demasiado, quizá pueda mantener la comunicación contigo, pero no puedo asegurarlo. De todos modos no os inquietéis, no creo que me lleve mucho... y yo también quiero confirmar quién más hay dentro de esta torre aparte de Landatus y el lerdo del guardia. Tened cuidado vosotros también.

La voz de Artin se silenció, si bien "seguía allí", como puesta en espera de que la joven hechicera decidiera retomarla a su antojo o que el bardo quisiera decirle algo más.

Artin aparcó la vía de comunicación con Mircea en su mente. Si bien su plan original preveía simplemente cortar aquel vínculo y mantener tan sólo el que la unía con su gato, el hecho de que sus compañeros fueran a quedarse cerca de la torre parecía un buen motivo para intentar mantener la comunicación disponible todo el tiempo que fuera posible... que según su propia experiencia sería, poco más o menos, el mismo que pensaba emplear para explorar la torre. Además, si en algún momento la comunicación se cortaba, por cualquier circunstancia, lo sabría. Así que no la preocupaba.

Solucionado aquel primer trámite, Artin se concentró en explorar su alrededor en silencio. Seguía en el pequeño patio de la torre, aparentemente sola... y aparentemente con una única entrada por la que volver a colarse en la torre. Miró a un lado y a otro, escuchando atentamente por si detectaba la presencia de alguien más cerca, y se dispuso a volver a colarse sin que nadie se diera cuenta. 

-Vamos allá, Chizu. - Su boca formó la palabras sin emitir sonido alguno, pero ella sabía que eso no debía ser un impedimento gracias al hechizo que mantenía activo.

Miro algo preocupado a Mircea cuando frunce el ceño y lo desfrunce.

-Vaya, Mircea, me asustaste-le digo por fin cuando nos explica lo que ha ocurrido-. Estoy de acuerdo mi querido amigo... deberíamos escondernos por aquí... y estar atentos de quién sale, quién entra... no confío en Landathus tampoco, ya lo he dejado patente... y espero, de verdad que nuestras compañeras esten bien-comento algo afligido.

Luego automáticamente mis ojos comienzan a buscar sitios desde los que poder ver la torre y no ser vistos.

-¿Nos esconderemos todos juntos o lo haremos por separado?-digo mientras miro un árbol en la cercanía al que poder subirme.

¿Escondernos? En fin... suspiró Victoria Heioroneous no me permite esconderme, siempre defiende el enfrentamiento cara a cara y el valor en su mayor esplendor. Esconderse es de cobardes, pero tampoco está en mi religión causar trabas al grupo, si no encontráis otra alternativa, aunque sea solo para mi, no me quedará más remedio. Pero os aviso, no soy la más hábil en ese tipo de hazañas.

- Pues ya somos dos. Dijo de mala gana Gog. - Un enano escondido entre los matojos y las rocas... Ni que fuese una seta. Murmuró con visible malestar y desagrado.

- Pero lo haré si es menester. Refunfuñó. - Habrá se visto... Un enano agazapado, que despropósito... Continuó murmurando.

El guerrero esperaba que como mínimo le indicaran que lugar sería el más indicado para esconderse, pues a él todos los recovecos del lugar le parecían igual de buenos, o malos.

-Querido, Gogo, no es mi intención molestaros, ero igual a usted se le ocurre algo más lógico, algún plan en el que podáis sentiros más cómodos, tanto tú, como nuestra bella compañera, Victoria-comento mientras giro mis ojos hacia ella haciéndola partícipe de nuestra conversación pues a veces da la sensación de sentirse fuera de lugar.

"Al fin y al cabo lleva muy poco tiempo con nosotros" pienso mientras vuelvo mi mirada al enano.

Wolf permanece pegado a mis pies olfateándo el suelo.

- No pretendas humillarme más, amigo Reithar, pues accedo a llevar a cabo la treta que habéis ideado, aunque no es de mi agrado. Su voz grave pareció mascar las palabras.

- Si un plan de Gog queréis, os lo daré. Tiremos la puerta abajo y ajusticiemos a todos los malhechores. Es un plan, seguro que no os agrada, pero es un buen plan. Pareció estirarse orgulloso de su estratagema.

No oculto un mohín de disgusto al replicar al enano:

-Primero dices que no sabes si quieres meterte con el mago, ahora que echemos la puerta abajo… Tú mismo admites que no tenemos ni idea de con qué vamos a toparnos ahí dentro. Hablaste de manos fantasmagóricas, ¿acaso las cercenarás con tu hacha? ¿O tú, clériga, con tu espada?

“Me place el valor tanto como al que más, pero la temeridad me causa desazón. Y quien dice “escondernos”, dice “demorarnos, hacernos los distraídos por esta zona”. Aunque también podemos quedarnos aquí mismo plantados como pasmarotes, quién sabe, tal vez Ladanthus lo interprete como simple fascinación por nuestra parte.

“¿No nos conviene más dejar a alguien apostado y que los demás traten de… qué se yo, buscar otra entrada, un acceso fácil en la tapia?

-Yo me quedaría gustoso postado aquí observando quién sale y quién entra. Vosotros podéis si quereis ivestigar la zona... aunque mi nautarela exploradora os será de ayuda en cualquiera de los dos casos-comento feliz-. Y no discutamos compañeros, la situación es cuanto menos delicada, pero nosotros podremos con todo. Hemos librado mil batallas juntos y de todas hemos salido airosos... ¿por qué esta tendría que ser diferente?-pregunto animado.

- Si... si... Lo que vosotros digáis. Asintió el guerrero apartando la mirada de sus compañeros con el entrecejo fruncido.

No le hizo ninguna gracia que le recordaran sus temores. Había desechado el escalofrío en su espalda al sentir una mano fantasmal, con la idea de asaltar, hacha en mano, aquel maldito lugar.

Las palabras de Mircea sentaron mal al enano, y no lo disimuló, pero nada dijo, pues volvió a crecer la sombra de la duda y la magia en su corazón.

Caminó unos pasos con parsimonia, alejándose de la torre.

Sin más palabras, Victoria se encogió de hombros, de ella no saldría ni una réplica más y esperaría a quien quisiese a tomar la iniciativa...