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MAZMORRAS SUBTERRÁNEAS DE LA PRISIÓN DE PIEDRA ALZADA:

MITAD DEL INVIERNO DE 4711 RA.

DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

AVANZANDO HACIA EL MEDIODÍA.

El combate se torna desesperado aunque la voz de Alexei nos infunde una gran pasión para luchar y los ataques a distancia tanto suyos como de Konrad hacen gran daño en el cieno, causando un daño que puede salvarnos a quienes estamos cuerpo a cuerpo contra él.

Pero en este momento temo por mi cimitarra, por lo que la dejo caer y desenvaino mi daga. Lanzo un corte con ella y causo un buen daño al separar su sustancia con un buen corte. Lamentablemente mi daga no tuvo tanta suerte como mi cimitarra y se nota que el metal es fuertemente corroído por el ácido de la criatura.

Aun así, no puedo dejar de luchar pues mi gruesa armadura me mantiene protegido y puedo ser el escudo de mis compañeros. 

Voy a lanzar un corte nuevamente cuando la criatura es atravesada por un virote de Alexei que la mata. La masa informe se inactiva y comienza a escurrir para todas direcciones. Ha sido su fin y eso nos permite respirar con más calma.

Guardo mi daga y recojo mi cimitarra, aún luminosa por la bendición de mi diosa. El resto habla y Gheorghe dirige unas palabras para mí, a las que respondo:

 - "Muchas gracias, mi señor. Intentaré no ser tan impulsivo la próxima vez."

Cuando Sascha habla, veo que está desnuda y me pongo rojo de inmediato. Nunca había visto la desnudez de una mujer, sobre todo una tan voluptuosa. Me quito mi capa y se la tiendo a la mujer para que se cubra mientras llegamos a alguna zona donde podamos cambiar nuestras ropas. Es hora de ir a descansar pues todos necesitamos algo de sanación y horas de sueño.

El Doctor Vandel se sorprendió a sí mismo por su reacción. Aún estaba temblando de miedo, imaginando a la sustancia grisácea amorfa superando las lineas defensivas del grupo y llegando hasta él. Ante eso, y sin ser consciente, había llevado la mano a su cinto para desenvainar su daga. ¿Qué estaba haciendo? Si el cieno mataba al resto de la expedición, él no iba a ser rival.

Existe para el guerrero un código: aquel que desenvaina su espada, ya ha perdido. Así se sentía Querio. En el contexto de un espadachín con honor, desenvainar implica fracasar en el uso de la palabra para apaciguar los ánimos y evitar los conflictos con diplomacia. El código de honor del Doctor Vandel era un poco más peculiar... Desenvainar una daga significa que estás dispuesto a trabarte en combate. Cuando Querio llevó la mano al cinto, había dado un paso hacia la muerte, un paso a exponerse y jugarse la vida. Y era un paso que hubiese preferido no haber dado.

Por suerte, los verdaderos héroes habían terminado con la amenaza. Pero esa amenaza solo era la primera de muchas, y lo que había hecho inconscientemente era un antes y un después. Vendrían nuevos peligros, más problemas, y en futuros lances Querio estaría metido de lleno en la gresca. Y no porque quisiese, sino porque era consciente de que los nervios habían terminado con los últimos resquicios de su cautela.

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MITAD DEL INVIERNO DE 4711 RA.

DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

AVANZANDO HACIA EL MEDIODÍA.

Nos retiramos de aquel lugar de tortura y sufrimiento, para poder descansar finalmente antes de continuar. Mientras nos devolvemos por el bloque de celdas, recuerdo aquella puerta que Vandel intentó abrir de forma infructuosa, pensando que quizás estas llaves pueden abrirla.

Me acerco a la cerradura y saco las llaves para abrir la puerta. Después de buscar y probar todas las llaves que tengo, me termino de convencer que la llave que abre aquella puerta no está entre las que portaba el Alcaide. Simplemente, debemos seguir buscando para poder abrir aquella entrada.

Guardo las llaves, sabiendo que hay otras cosas que abrirán. Gheorghe toma lo que parece ser el mazo del merodeador. Pienso que si Vesorianna consigue aquello, además de la placa de su difunto marido, quizás pueda encerrar al espectro para que no vuelva a manifestarse. Eso sería muy útil.

Me encamino con el resto del grupo para subir de una vez por todas.

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DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

AVANZANDO HACIA EL MEDIODÍA.

Era el momento de salir de allí y descansar. Pero mientras se dirigían hacia la cuerda, después de que hubiera recogido el martillo de aquel enano demente, el paladín frunció el ceño. De algún modo, lo sentía. Como un pinchazo tras los ojos o una insistencia en el fondo de su mente, notaba el mal que moraba en aquellas salas. Y como buena parte de sus mayores concentraciones estaban en aquel nivel. 

-Cuando volvamos, hemos de tener cuidado aquí. Quizás sea preferible empezar por el piso superior. 

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DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

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Ya habían terminado con aquel monstruo y ahora tocaba decidir cuales eran los siguientes pasos a seguir. Réquiem se quedó al margen de la decisión, simplemente aportó algo de curiosidad al preguntar sobre el cofre que protegía el fantasma de un enano.

El bardo escuchó las palabras que le dedicaba su hermano Gheorghe a su escudero Janos Dimitriev Mykerinos. Antes de partir de aquella sala el dramaturgo interceptó a Sascha, la mirada de Alexei se encontró con el cuerpo desnudo de la bruja. Era perceptible su vistazo al cuerpo de la mujer y hasta un pequeño brillo de lujuria en sus ojos que quedó apaciguado en sus gestos al ofrecerle la única ropa que tenía en su inventario. El ropaje que le ofrecía era una túnica amarillenta, no era muy grande pero por lo menos evitaría que la mujer fuera mostrando sus buenas dotes. 

<< Si hubieran enemigos humanos podrían alegrarse la vista, tremendo cuerpo causaría una distracción que podría aprovechar el grupo para atacar por sorpresa... No Réquiem, céntrate... deja de pensar esas cosas... >>

- “Es lo único que tengo…” -

Después del ofrecimiento el joven noble entonó un pequeño cantico mientras observaba los ojos de la mujer, las palabras sonaron suaves con un tono melancólico que viene ya de fábrica en todas sus canciones, poemas e historias. Alexei utilizó su magia para poder sanar a Sascha, ya que había sido gravemente herida contra la lucha de aquel monstruo.

El pequeño de la familia Mykephoros volvió a dirigirse a Sascha – “Disculpa Sascha, quería pedirte un favor. La infusión que me preparaste en casa de la Señorita Lorrimor… ¿Me la podrías volver a preparar? Te lo agradecería mucho, estaría en deuda contigo” – esperó la respuesta, separándose unos dos pasos ya sea para que corriera el aire o tuviera una mejor visión de Sascha Fanzante de las Nieves.

PRISIÓN DE PIEDRA ALZADA:

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DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

PASADO EL MEDIODÍA.

Tras recibir el permiso de Konrad, Sascha sale al exterior soleado de los terrenos que rodean la prisión abandonada.

Réquiem se queda junto a sus hermanos tras hablar un momento con Sascha. El Doctor Vandel sugiere empezar por la sala de objetos personales, pero los demás prefieren empezar visitando a Vesorianna. Le entregan a la fantasma dos objetos con los que ella confía en poder evitar que la Aparición del enano regrese en al menos un día y una noche completos.

Después, se dirigen al despacho del Alcaide, donde abren la caja fuerte, encontrando algunos suministros dentro.

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DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

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Me sentía mejor. La magia sanadora de Alexei y la mía propia habían hecho su trabajo. Incluso la piel me escocía menos. Pero cuando los demás hablan de ir aquí y allá a seguir buscando cosas, pongo mal gesto. Yo quería salir, ver la luz del sol, descansar, ver a Gruñido y a Tharath. Con Velkan desaparecido, la necesidad de confirmar que Gruñido estaba bien se me hacía imperiosa.

Por suerte Konrad me confirma que tengo permiso para salir al pedirme que buscara prendas de repuesto para ambos, ya que el ser escondido dentro de Konrad había roto su camisa, y ahora el noble iba con el torso al descubierto. La verdad debía ser dicha; siempre me parecería un hombre atractivo, aunque pasaran los años. Claro que un cuerpo que alberga a un semidios debía ser así.

Ya quería poner rumbo al exterior cuando el pequeño de los hermanos lo retrasa, ofreciéndome una túnica. El desagrado tuvo que ser claro en mi rostro. No me molestaba que la túnica estuviera sucia ni llena de sangre, me molestaba la prenda en sí. Pensaba que podría ir cómoda un rato más. Pensé que negarme sólo retrasaría aún más mi salida así que sin decir nada, me puse la túnica. "Poner", por decir algo, ya que la prenda no pasaba cómodamende de las caderas. Me rozaba y me picaba la piel aún sensible. Pensé en romperla, como hacía con los camisones viejos de las antiguas sirvientas de Konrad, pero no lo hice. Era sólo para un momento, y la prenda no era mía.

Después, escuché a Alexei pedirme la infusión. Me dio algo de pena. Después de todo lo que había pasado, su petición era ridículamente sencilla, excepto por un detalle.

- Necesito agua caliente.

Con el tono dejé claro que por supuesto le haría ese favor, pero que tendría que ser fuera. Les deseé suerte, les pedí que tuvieran cuidado y que no tardaran mucho, y salí.

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Volvieron sobre sus pasos y se encontraron con Vesoriana, a la que ofrecieron la placa y el martillo, recibiendo la promesa de poder contener a ese condenado espectro algún tiempo más. Sin embargo, Gheorghe estaba dispuesto a darle algo más, pues sentía que debía hacerlo, y así lo hizo.

-Juro que, cuando acabemos con todo esto, daremos digna sepultura a su esposo y a sus restos. Se merecen un lugar de descanso mejor que este...

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DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

AVANZANDO HACIA EL MEDIODÍA.

Después de haber conocido los sótanos de la prisión, los espaciosos pasillos y amplias estancias de la planta baja le parecían casi tan confortables como las algo ya destartaladas, pero acogedoras, habitaciones de su finca de Alabustriel. Cuando se volvieron a encontrar junto al fantasma de Vesorianna, Konrad depositó en el suelo el cadáver del Alcaide oculto en unas telas a modo de sudario. Trató de ser lo más solemnne que podía en aquellas circunstancias y con el torso velludo aún al descubierto. Asintió a la firme determinación de su hermanastro para después abandonar la sala y dirigirse, tras Janos, hacia la sala de la caja fuerte.

Como habían supuesto, el Alcaide había guradado allí  objetos que podían serles muy valiosos en lo que les quedaba aún por explorar.

- Por la Gracia de Iomedae, esto nos viene de perlas.- Tomó las pociones curativas y las repartió. Guardó la que correspondería al malherido Velkan y dio una a su hermanastro Alexei. Aún en su estado, y tras las calamidades que les había contado, había mostrado una gran generosidad ofreciendo su poción a Sascha.- Todo esto para ti, si nadie tiene inconveniente.- Creía que todos estarían de acuerdo en ayudar de esa manera a los del otro lado, ya que no conocían aún otra manera de ayudarlos.-Doctor, quizá esto le interese.- Entregó unos papeles a Vandel y otro de los viales. Así, poco a poco, fue dando a cada uno lo que creía que mejor les vendría.

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DÍA DE LAS ESTRELLAS, 8 DE ABADIO.

AVANZANDO HACIA EL MEDIODÍA.

- "Os agradezco vuestras buenas intenciones, noble Paladín. Mas no es el destino de nuestros restos lo que me preocupa, sino el de nuestras almas.

Temo que el alma de mi bondadoso esposo haya sido raptada por un culto maléfico. Si es así, no será fácil conseguir el reposo final para mi esposo y temo que sólo darle sepultura en nada le ayudará." -

En el despacho del alcaide, el Doctor Vandel trataba de ignorar a la figura de Vesorianna. Ella era como aquel vecino pesado al que, cuando tienes la mala suerte de cruzártelo, si le miras a la cara te empieza a contar su vida. Es precisamente por este tipo de cosas por las que Querio no quería ir primero a entregarle la placa a la viuda. Cierto que la muy fantasma no podía salir del taller de costura, pero en el mundo del esoterismo existían las resonancias. A ellos no les había seguido el espíritu de la difunta, solo su eco, un mensaje ectoplasmático que repetía una y otra vez la misma tonada cansada.

Más allá de lo denigrante que era ser el recadero de una muerta, la sensación de que te estaban empujando una y otra vez a hacer algo que no querías hacer era constante, en esa última petición para liberar el alma de una persona. Esa heroicidad podía costarles la vida a más de uno. Además... ¿por dónde empezar? Los sectarios podrían haberse llevado el receptáculo con el espíritu de Hawkran ya muy lejos de Ravengro.

Miró a los papeles que le tendía Konrad...

¡Gracias, Konrad!-exclamó entusiasmado, al darse cuenta de la importancia de unos documentos anodinos-¡Les echaré un vistazo!

El Doctor Vandel conjeturó con la existencia de una posible pista: un registro de visitas a los presos. Si había alguien de la secta del Camino Susurrante infiltrado en el pueblo, seguro que antes del incendio habría visitado al miembro que estaba encerrado en la prisión. Y tal vez ese registro estuviese en el fajo de papeles que había en la caja fuerte. Guardó la poción y caminó hacia la sala de objetos personales con una linterna sorda en una mano y los dedos de la otra jugueteando como separadores entre los documentos para poder leer los encabezados.

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Subimos por las cuerdas nuevamente hasta llegar a la planta baja. Una vez arriba, Sascha sale al exterior en busca de Gruñido y las cosas que Konrad le ha encargado mientras que el resto vamos directamente a hablar con Vesonianna. Le entregamos la placa de su marido y el martillo del espectro del enano para ver qué puede hacer con eso. Ella nos asegura que evitará que el maldito enano vuelva a manifestarse por una jornada, lo que es excelente pues es imperioso que descansemos antes de continuar.

 - "Muchas gracias por sus esfuerzos. Nosotros continuaremos con los nuestros."

Luego de eso nos vamos a la oficina del Alcaide, donde pruebo las llaves para abrir la caja fuerte. Con mucho gusto compruebo que se abre y en su interior hay una serie de objetos sumamente útiles en las circunstancias que estamos. Me alejo para dejar que los de mayor rango tomen la decisión acerca de como repartirlos.

Recibo lo que me ofrece Konrad y lo guardo como es debido. Veo las pociones de Restablecimiento Menor y comento:

 - "Creo que eso es lo que Velkan necesita para sentirse mejor después del asunto de la Dama de Hierro."

Cuando estamos listos, nos dirigimos a la habitación de las pertenencias. Entre las llaves que porto, una consigue abrir la puerta sin ningún problema. Me preparo para el peligro pero me llevo la agradable sorpresa de que no parecen haber amenazas en el interior.

Veo muchos artículos de distinto tipo, algunos sin ninguna utilidad hoy en día pero entre ellos hay varios que sí son útiles. Le hablo al resto:

 - "Ahí hay materiales de ladrón, una varita, objetos valiosos y más cosas."

No me quedo ahí pues he visto lo que parece ser una puerta secreta en el este. Como siempre, permito que sea Gheorghe y Konrad quienes decidan la repartición de objetos útiles mientras me encargo de abrir aquella pequeña puerta oculta.

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Gheorghe cogió las pinzas para el pelo con cuidado, y su mente se perdió, durante unos segundos, en días más felices del pasado. Cuando su familia no se había visto sacudida por distintas tragedias y desapariciones... Si es que en Ustalav había algo que pudiera considerarse no trágico, claro. ¿Dónde estaría Nicoleta? Todos los esfuerzos que había dedicado a buscarla habían sido en vano, y en las largas noches de vigilia, el paladín aún se hacía esa pregunta. 

Volvió a dejar las pinzas en su sitio, para observar los distintos objetos que indicaba su escudero.

-Esa varita debería quedar en tu poder, seguro que puedes darle buen uso. En cuanto al resto, a no ser que le sea útil a alguien, supongo que puede venderse...

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Réquiem escuchó las palabras de Sascha y afirmó con claro agradecimiento. Solo necesitaban agua caliente pero algo se le ocurriría para conseguirla. El dramaturgo siguió al grupo por las salas de esa prisión, iba en guardia y escuchando todas las conversaciones. El objetivo que tenía ahora Alexei era sobrevivir y recuperarse de las heridas, en su poder tenía nuevas armas y algunas pociones que podría repartir con el grupo del asilo si llegara a encontrarse con la niebla amarillenta de nuevo.

Mientras avanzaron por las salas, el hermano mayor de la familia Mykephoros iba repartiendo todos los objetos de forma equitativa según la necesidad de cada uno. Alexei agradeció esos gestos de Konrad, gracias a él tenía más pociones que le vendrían bien en un futuro.

Después de preguntar si podía salir al exterior, decidió no hacer nada por el momento y mantenerse cerca de sus compañeros. No quería perderse en esa prisión que desconocía, la oportunidad de salir con Sascha ya la había perdido y debía de centrarse en otra cosa.

El dramaturgo siguió al grupo hasta unas habitaciones en la que encontraron otros objetos, en una de ellas los objetos eran de lo más siniestro. Había una especie de ambiente cargado y aquellos objetos escondían algo en su interior. Las palabras de Gheorghe afirmaban esa hipótesis y el poeta murmuró unas frases y sus ojos se iluminaron observando que esos cinco objetos portaban magia en su interior, pero también incluían alguna clase de maldiciones.

- “Esos objetos esconden poder mágico… pero también hay algo oculto, maldiciones que no podría llegar a comprender ni explicar” – sus conocimientos en esos ámbitos le impedían dar una explicación digna, simplemente sabía que había algo malvado que perjudicaría a su portador. Por una extraña razón aquella flauta le llamó la atención, se acercó un par de pasos pero por el momento no se dignó a cogerla.

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La puerta oculta también se abre y en su interior hay una serie de objetos que parecen pertenecer a los espectros que debemos eliminar. Los miro con detenimiento y de inmediato entiendo que tienen magia pero también tienen maldiciones. Es peligroso tocarlos sin saber más o menos a qué nos exponemos ni si tenemos los medios para contrarrestar aquellos efectos.

Recibo la varita que mi maestro me brinda y asiento a ello. La tomo y la guardo, sabiendo que probablemente soy el único que puede utilizarla de manera eficiente pues Sarenrae me ha dado el don de poder sanar a las personas y esa clase de conjuros es precisamente lo que se necesita para usarla.

Escucho lo que dice Alexei y le contesto:

 - "Así es. Están malditos, se siente en el aire. De seguro serían poderosos para luchar contra los espectros pero tienen el mal en su interior y es peligroso blandirlos sin saber qué podrían producir en nosotros."

Me pongo a examinarlos pero sin tocarlos, para intentar determinar cual es la maldición que tienen y saber entonces como poder usarlos sin ponernos en tanto peligro.

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Gheorghe examinó ceñudo los objetos, claramente perturbado por su presencia. Portaban un mal en ellos, eso era algo que tenía claro. Un mal que quizás precedía al uso que le dieron sus dueños, o quizás fue creado por los actos viles para los que fueron utilizados. Eso no lo sabía, pero tras advertir a sus compañeros, empezó a dar vueltas mentalmente a sus conocimientos, indeciso sobre qué hacer con ellos.

-Quizás... Deberíamos dejarlos encerrados. Hemos podido con una de esas apariciones, creo que podremos con el resto. 

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Con los objetos mundanos Konrad se había mostrado dispuesto a su utilización y reparto. Sin embargo permaneció alejado de los que los demás afirmaban que estaban malditos. 

Se siente en el aire...- El noble arrugó la nariz olfateando el ambiente. La verdad es que no notaba nada, bueno, que Gruñido no andaba cerca, eso sí le quedaba claro. Se podía respirar. Aún así, suficiente tenía con la maldición que portaba a sus espaldas como para tener que sufrir otra. Eso le recordaba que tenía una conversación pendiente con Alexei.

- Alexei, hermano, cuando tengas un rato tengo que hablar contigo.- Miró a Gheorghe y asintió cuando sus miradas se cruzaron. Era momento de que la familia supiera la maldición que su padre llevaba en la sangre.

- Con respecto a los objeto...yo tampoco quiero usarlos, Iomedae me libre, pero si son la única manera de acabar con esos engendros...no creo que encerrarlos sea lo más acertado.- Quizá Sascha, Velkan o incluso Gruñido, se ofrecieran a usarlos. Los miembros del clan de la Gorra Roja eran más que valientes.

- Requiem- Se dirigió a su hermanastro por el mote que tenía en el otro lado, puesto que lo que iba a decirle tenía que ver con ese oficio suyo de dramaturgo.- ¿percibes algo raro en esa flauta? Seguro que tú sabes tocarla. ¿Y usted, Doctor? Quizá pueda descifrar algo de ese libro mohoso, o de esos objetos sagrados de ahí.

¿Eh? ¿Qué?

Querio levantó la mirada de sus papeles cuando Konrad le llamó. Estaba disfrutando de tanta lectura, pero no daba abasto para procesar toda la información.

Oh, un libro... Claro, le echaré un vistazo. Aunque no descartaría que su uso para terminar con los fantasmas fuese golpear a su espíritu homólogo en la cabeza con la contracubierta. Lo que quiero decir, es que independientemente del poder mágico que ese grimorio pueda desatar, su valor para luchar contra un espíritu no es su magia. Esos cachibaches son efectivos contra los espectros no en función de que tengan poderes, sino debido al vínculo que, como objetos personales, tenían con sus respectivos dueños.

El Doctor Vandel volvió a bajar la vista a los papeles encontrados en la caja fuerte. Se había pasado la noche revisando los expedientes para conocer las fichas de los presos con la intención de poder identificar a quién perteneció en vida cada uno de esos cinco objetos. Sin embargo, al entrar en el almacén, se encontró con que todo estaba meticulosamente etiquetado. Era probable que pasara lo mismo con el libro: aunque Querio pasase el trabajo de leerlo (o incluso traducirlo, si es que estaba en otro idioma), se trataba de una tarea académica que no era necesaria para romper la maldición.

El contenido del libro, los expedientes, los documentos de la caja fuerte... En realidad tenían importancia solo en el restrictivo ámbito de una supuesta futura creación de un museo en Ravengro en honor a Piedra Alzada. Querio ya estaba metido en ese proyecto, y lo de ser un cazafantasmas ya había quedado relegado a segunda posición. Con un poco de suerte, el Doctor Vandel se podría ganar las atribuciones de director del museo. Y con la financiación de las arcas públicas locales, podría llevar una tranquila y acomodada, lejos del peligro, justo como había imaginado.

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Después de mirarlos un buen rato, comunico las conclusiones a las que he llegado. La inspección ha sido todo lo concienzuda que he podido pero no han sido demasiadas las pistas tampoco:

 - "Creo que todos están malditos de alguna forma pero también todos son útiles para derrotar a los espectros. También, una vez derrotadas sus manifestaciones, estos objetos permitirán que Vesorianna los suprima de forma más efectiva."

Señalo el conjunto de símbolos sagrados y hablo:

 - "Eso es del Padre Charlatán. Se burlaba de los dioses y usaba sus conocimientos para timar a los creyentes. No tengo ni idea como funciona. Ese otro es el martillo del enano que derrotamos. Debemos llevarlo con Vesorianna de inmediato."

Digo cuando apunto el martillo de herrero. Luego apunto al hacha de mano:

 - "Es un hacha mágica, útil contra cualquier enemigo pero debe esconder algún efecto negativo para quien la empuñe."

Miro la flauta que menciona Konrad:

 - "Algo me dice que si esa flauta se toca cerca del flautista, tendrá efectos negativos en él pero también en quien la toque. No sé para quien sea peor."

Entonces Konrad también nombra el libro mohoso y agrego a lo dicho por Vandel:

 - "Es cierto que el verdadero némesis de los espectros tiene que ver con su conexión. Este libro debe haber pertenecido al Hombre Salpicadura, quien es el espectro más peligroso de todos. No sé como podrá utilizarse pero es algo que deberíamos averiguar antes de aventurarnos más."

La verdad es que todos los objetos son algo que debiésemos portar en caso de que suceda un encuentro, aunque también pienso que Gheorghe tiene razón y si pudimos con el Merodeador, también creo que podremos con el resto de los enemigos. De todas formas, el hecho de que Vesorianna pueda utilizarlos para suprimir el poder de los espectros una vez derrotados, es algo que no podemos ignorar.

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Alexei Mykephoros no podía dejar de pensar en sus compañeros del asilo, se preguntaba cómo estarían, si hubieran sobrevivido al ataque de esa criatura alada que descendió de los cielos. También dedicó unos minutos en pensar en Velkan, si no fuera por el bárbaro, Alexei ya estaría muerto por segunda vez. Debe la vida a ese hombre y lo peor de todo que le debe más de lo que puede llegar a recordar de su pasado. El vínculo que le unía al bárbaro era intenso, sin conocerlo podía llegar a conectarse con él en sueños. ¿Habría experimentado Velkan la misma sensación que él? Esas dudas seguían en la mente de Réquiem.

- “Tal vez esa flauta… si pudiéramos saber que maldición tiene…” – por un lado Réquiem tenía miedo de utilizar ese instrumento, pero por otro lado le llamaba la atención, no sabía el motivo, tal vez la naturaleza perversa y aura oscura que desprendía ese objeto era lo que le llamaba hacía él.

Después del aviso de Janos Dimitriev Mykerinos y su hermano Gheorghe Mykas el bardo se acercó a Konrad – “Cuando quieras hermano” – dijo a lo de hablar, podrían salir fuera y reunirse con Sascha y Gruñido, así podría tener oportunidad el dramaturgo de tomarse esa infusión.

- “Esa flauta contiene algún tipo de maldición, tiene un poder mágico, pero algo oscuro acecha en su interior que afectará a quien la utilice. No puedo determinar tales efectos, pero estoy seguro que no serán nada buenos y la carga puede ser algo muy perjudicial para su portador” –

El poeta atendió a las palabras del Doctor Querio Vandel y de Janos Dimitriev Mykerinos.

- “Solo tendrá efectos contra los espíritus de los antiguos portadores… entonces no me serviría de nada en el otro lado…” –

El poeta se acercó al grupo para hacer una pregunta – “¿Quién es Vesorianna?” -