Partida Rol por web

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

ESTACIÓN DESCONOCIDA (POSIBLEMENTE INVIERNO), AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

Enterrador se incorporó constatando que su vendaje no servía para gran cosa. Tendría que esperar a descansar o a que el viejo Sabio recuperara los poderes curativos que, afirmaba, tenía.

Cogió una de las mantas halladas en los armarios y se la echó por los hombros. Los harapos que llevaba ya casi no tapaban su cuerpo. Observó a Buscador y a Tormento avanzar por el pasillo hasta que a penas fueron visibles. Aun así, el último pareció hacerles señas indicando un acceso al fondo a la derecha. No entendió exactamente qué quería decir, pero era evidente que indicaba que allí había algo o alguien.

Oyó a Anciano Sabio opinar que lo mejor sería descansar y él asintió ahora que estaba gravemente herido. Aun así le susurró.

- Tienes razón, Anciano. Sin embargo ya ves como está todo: nada es seguro. Tenemos que intentar asegurar una zona antes de poder acampar, de lo contrario pueden emboscarnos - musitó al viejo sacerdote, encogiéndose de hombros. Después tornó de nuevo su atención a los adelantados y asintió. Aferró con fuerza la maza en su mano derecha y el farol en la otra. Empleó la manta sobre sus hombros para cubrir en cierta medida este último y así aminorar notablemente su luminosidad para no llamar la atención, pero permitiendo lo suficiente para vislumbrar por donde se andaba. Tras ello, avanzó en silencio hacia los exploradores.

- Detrás mía - indicó al resto.

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Sí, hijo. Ya veo como está todo. Pero ahora mismo, más que una ayuda soy una molestia para todos. - Responde a Enterrador mientras se dirige al armario y saca una de las mantas.

Con la torpeza de un cuerpo ya viejo y marchito, se puso como pudo la manta sobre los hombros, tratando así de cubrirse un poco más y quizás lograr no herirse con tanta facilidad la piel con cualquier roce que sufriese. Miró serio a Enterrador mientras este le hablaba, para luego seguirle en silencio, detrás suyo.

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El recuerdo no tardó en acomodarse en el gran tapiz vacío que era su vida apenas sujeto por unas hebras que amenazaban con desprenderse en cualquier momento. Memorias que llegaban sin saber muy bien cómo formando parte de un todo que desconocía y que contribuían más a la confusión que padecía. Pero era normal, lo sabía, era algo que había experimentado ya en su vida como detective. No eran recuerdos concretos, por supuesto, era tan solo la sensación de familiaridad con ese sentimiento. Sabía que había resuelto casos en los que las pruebas se presentaban de forma confusa, inconexa, pero siempre había llegado el momento en el que a través de investigación y paciencia toda pieza había terminado ocupando su puesto. Y eso era lo que debía hacer: encontrar más piezas y una vez lo hiciera, unirlas.

Más calmado sopesó el hacha que le había cedido Tormento. Torció el gesto al comprobar que carecía del equilibrio al que él, aun sin recordarlo, estaba acostumbrado. Su espada, la que se había roto, estaba bien equilibrada. No era una obra maestra pero le permitía realizar ciertos movimientos con una fluidez que con el hacha jamás podría. Pesaba demasiado en el extremo de la cabeza, como era de esperar, y al hacer un par de giros comprobó que tiraba demasiado de inercia. Para alterar su trayectoria inicial debía confiar demasiado en una fuerza de la que carecía, y con su estilo de combate eso no valía. Por ello agradeció de muy buena gana la muestra de compañerismo mostrada por Nigromante, y lo demostró con una sonrisa y un cabeceo que casi era más una reverencia por el enorme favor que le hacía.

- Sí, por favor. Muchas gracias, Nigromante.- La hizo danzar en su mano tal y como lo había intentando anteriormente con el hacha obteniendo en este caso mucho mejores resultados.- Le daré buen uso hasta que te la devuelva. Y una vez más, gracias.

De nuevo armado, con más armas con las que había empezado, salió del armario tan solo con lo necesario para enfrentarse a lo que creía que les esperaba. Sus pasos se silenciaron nada más cruzar la puerta y su silueta se confundió junto a la de Tormento tras fundirse en la oscuridad del corredor por el que debían caminar.

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Tras escuchar a Tormento, Buscador reflexionó un momento. Barajaba las diferentes posibilidades que existían, o al menos las que se le ocurrían, para enfrentarse a aquella situación. Obviamente la más sencilla era presentarse allí blandiendo las armas y hundiendo la zona filosa de las mismas en la carne, pero no era precisamente esa de la que era más partidario. Podía defenderse bien en un combate cara a cara, cierto, pero no era de los que desperdiciaban la posibilidad de sacar partido a ciertas ventajas que uno podía labrarse. Después de todo la honorabilidad en un combate a muerte tan solo le servía al que ganaba porque al que perdía nada le quedaba...

- Quizá debemos volver con el resto y elegir un curso de acción. Un plan- susurró.- Atraer a ese hombre cuya voz no te gusta nada, y a aquellos con quienes habla, hacia nosotros en lugar de ser nosotros los que nos aproximemos a ellos. Emboscarlos si es posible valiéndonos de los armarios. Los atraemos hacia el más alejado- señaló el situado más al sur, en el que se habían enfrentado a los gusanos- mientras varios de nosotros aguardamos en el más cercano para situarnos a su espalda. Porque atraerlos a la sala de calderas para que se enfrenten a lo que fuera que viste en ella no creo que sea posible por lo poco sencillo que suena.- Aunque la idea de enfrentarse a lo que sobreviviera, probablemente debilitado y herido, de ese enfrentamiento le resultaba mucho más atractivo que luchar contra uno de esos monstruos fresco y entero.- En cualquier caso si estas criaturas pueden adoptar cualquier aspecto sería conveniente pensar en una palabra que usar como saludo entre nosotros nada más vernos para evitarnos posibles problemas. Tolva, por ejemplo. 

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-Demasiado complicado -respondió escuetamente Tormento-. Hablar, habla uno solo. No sé si hay más. Quizá sea un loco hablando solo. Si tratamos de atraerlo, lo pondremos en guardia. Si lo sorprendemos, tendremos el factor sorpresa de nuestra parte. Comprobemos, antes que nada, si está solo o no. Bastará con asomar y mirar.

Dicho aquello, avanzó pegado a la pared hasta asomar por un instante la cabeza y comprobar qué o quiénes podían ocupar aquella estancia.

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Sus sospechas se confirmaron. En aquella estancia había un solo enemigo, en aquel momento ensimismado en su particular carnicería y exactamente igual al abatido en la sala de calderas, aunque en esta ocasión vestido con ropas diferentes. Tras el breve vistazo, se escudó en la pared, fuera del campo de visión del doppleganger e hizo unos gestos escuetos a Buscador, con la esperanza de que este los reprodujera al resto.

Alzo un solo dedo, indicando la presencia de un único adversario y a continuación, unió índice y pulgar formando un círculo y dando a entender que habían dado con uno de sus objetivos. A continuación, un gesto para que se acercara. Eran dos, y entre ambos podrían iniciar un ataque sorpresa en uno ssegundos y que podría ser seguido por los otros, una vez llegaran.

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- De acuerdo.

Aquella fue la respuesta dada por Buscador de la verdad a las palabras de Tormento antes de que este se adelantara.

No negaba las ventajas de un ataque sorpresa, él mismo había pensado sorprender a la criatura o criaturas con una emboscada, que si bien los pondría en alerta, le facilitaría a él la tarea de flanquear al enemigo proporcionando al detective una ventaja que debería trabajarse de forma más concienzuda si atacaban ahora. Porque la sorpresa sería útil, nadie lo dudaba, pero duraría lo que tardara el enemigo en ponerse en guardia y lamentablemente, por lo que había presenciado en el sótano, no era un enemigo que cayera fácilmente y tendría tiempo para presentarles batalla. Pero bueno, nada en el mundo era fácil, y si no que se lo dijeran a ellos que ni siquiera recordaban si esa frase era cierta.

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Buscador asintió, confirmando a Tormento que lo había entendido todo. A continuación paso a reproducir los mismos gestos para que los estaban detrás de él estuvieran también al corriente de lo que Tormento había visto. Pero no paró ahí, añadió dos más, dos que probablemente no fueran necesarios pues lo que pedía con ellos era de sentido común dadas las circunstancias. Con el primero, extendiendo la mano y flexionando los dedos,  les pidió que avanzaran; con el segundo, mostrando su palma un par de veces, les pidió que lo hicieran de forma pausada. Después de todo necesitaban esa sorpresa que les daría la ventaja tan ansiada.

Tras aquello siguió al monje haciendo gala de la calma y el silencio que pedía a los que detrás venían. Probablemente no lo consiguieran, no cuanto más cerca estuvieran, por eso tenía intención de atacar antes de que llegaran a su posición aunque no tan pronto como para que no estuvieran lo suficientemente cerca como para sumarse al combate con una carrera.

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Anciano Sabio continúa caminando tras Enterrador. Camina despacio y con cuidado pues, a parte de los achaques de la edad, el hombre está descalzo y prefiere tantear donde y que es lo que pisa. Sus ojos se mueven inquietos por las paredes y el suelo, buscando algo de utilidad, algo que le sirva para apoyarse al caminar y no depender de un frio muro de piedra.

Mientras con una mano va sujetando la manta para que no se le escurra del cuerpo, la otra funciona de apoyo, junto con la pared. La tenue luz que emana del farol de Enterrador es lo suficientemente fuerte como para ayudar al anciano a ver mejor. Por su cabeza pasan rezos y oraciones los cuales creía ya olvidados, todos dedicados a Pharasma. No se atrevía ni a murmurarlos por si alguien más le oía, alguien que no fuese del grupo.

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Parecía claro que Buscador de la Verdad y él hablaban un mismo idioma. Ambos, hombro con hombro, parecían depredadores a punto de saltar sobre su desprevenida presa. Una presa peligrosa que en cuanto sufriera su primer ataque se revolvería feroz, armada con sus garras afiladas y que buscaría sajar su carne.

Tormento tomó aire y lo dejó salir suavemente, buscando un punto de equilibrio mente cuerpo. No le costó hallarlo, como si todo su ser conservara una memoria que él no retenía consciente.

La mirada al frente, allí donde estaba su objetivo. Una breve mirada a su compañero, un asentimiento que era una declaración de intenciones y Tormento salió a la carrera buscando herir, fracturar, magullar. El dolor que podía experiemntar quedó relegado a un segundo plano. La adrenalina corría por sus venas en un torrente salvaje y cálido.

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Nigromante había preferido esperar. Era evidente, por la forma de moverse de los adelantados Tormento de Tinieblas y Buscador, que habían encontrado a un enemigo. Y Nigromante se sabía torpe. No quería que un mal movimiento provocara la alerta a quien quiera que hubieran encontrado. Sin embargo, al darse cuenta que Tormento y Buscador parecían prepararse para atacar, esperó a que estos se pusieran en movimiento para, también él, acercarse mientras conjuraba su truco de rayo de frío contra el enemigo... desgraciadamente había calculado mal la distancia y tuvo que limitarse a moverse mas para lograr tener a su enemigo a la vista.

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Enterrador se giró y realizó un gesto a Anciano, tras de sí, para que no avanzara demasiado y se situara tras de él. Si iba a suceder un combate el viejo hombre solo correría peligro innecesario.

Acto seguido se dispuso a tapar su farol aun más para reducir la luz, ya de por si disminuida, cuando advirtió los rápidos y ágiles movimientos de Tormento y Buscador, asaltando el acceso. El hombre apretó los dientes, al igual que las manos la lámpara y la maza. Ya no era necesario ocultar la luz. Tal vez todo lo contrario, así que avanzó con rapidez después de que lo hicieran los dos exploradores y trató de entrar en contacto con la amenaza para poder apoyar a sus compañeros.

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Buscador esperaba agazapado en el corredor anexo a la sala en la que parloteaba su presa, aun ignorante de lo que se le avecinaba. Y era esa la razón por la que Tormento y él actuarían en ese momento. Debían aprovechar la sorpresa para no dar tiempo a la criatura a que les viera y atacara antes de que lo hicieran ellos, no cuando parecía estar atenta a la demente conversación que mantenía con el detective y el monje tan solo como oyentes.

Respondió a asentimiento con asentimiento y corrió a la zaga de quien inició la carga. En los escasos metros que los separaban se valió de la ocultación proporcionada por la silueta de Tormento para que no se percatara de su presencia durante el mayor tiempo posible. Y es que era mejor si creía que solo se enfrentaba a uno para al instante siguiente verse rodeado. Era eso lo que el detective intentaba buscando su flanco, ponerle aun más difícil la batalla. Para ello en su diestra estaba la daga que presta aguardaba a iniciar las presentaciones.

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Como un leopardo, silencioso y letal, cubrió la distancia que los separaba del doppleganger. Apenas un metro antes, su puño se alzó en la posición correcta, y bajo el impulso de su carrera golpeó con fuerza contra el pómulo del desprevenido engendro. Algo chasqueó bajo la piel, con un sonido húmedo y desagradable, y las pupilas de Tormento se dilataron bajo el nuevo chorro de adrenalina que sacudió sus riñones. Jadeó de placer al tiempo que veía cómo Buscador de la Verdad, saliendo de su sombra, buscaba y hallaba la verdad de la carne y sangre de la criatura. La daga trazó un relámpago argénteo en el aire, un arco de luz metálica bajo la luz de la tormenta que fuera seguía, y se hundió en el vientre del enemigo sin hallar resistencia.

Una sonrisa cruel se dibujó en el rostro de Tormento, que lanzó una patada contra el doppleganger que se encaraba a Buscador dispuesto a hacerle pagar caro el manantial rojo que brotaba de sus entrañas.

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Avanzó con rapidez, viendo que Tormento y Buscador ya habían entrado en liza. Escuchó los gruñidos y gritos de dolor guturales de la bestia y supo que sus compañeros hacían un buen trabajo.

Con la linterna en mano pudo ver con claridad a uno de esos cambiaformas con ropas de enfermera.

Ya podría haber sido enfermero. Sus prendas nos serían más útiles, pensó durante un momento mientras entraba al cuerpo a cuerpo con aquel ser. Alzó su maza y la descargó contra la criatura. Durante un instanto pensó haber errado el golpe, mas sintió como, finalmente, el arma encontraba su objetivo desprendiendo un ruido sordo y un quejido del monstruo como respuesta.

El grito, repentinamente, enmudeció al transformarse en unos quejidos agónicos. Por la boca del monstruo solo salió sangre, una mirada sorprendida, incrédula, y finalmente un desplome. Buscador, a su espalda, con una daga ensangrentada daba el golpe final.

Enterrador miró a Tormento y Buscador y asintió con aprobación.

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Nigromante había esperado. No tenía tantos conjuros como para permitirse perderlos, pero no estaba dispuesto a que ninguno de sus compañeros falleciera por estar sin armadura. Para tal efecto había estudiado (¿cuándo?, no lo sabía) un conjuro de armadura de mago, y si el doppleganger no caía, lo lanzaría sobre Tormento de Tinieblas, el más herido de los dos del grupo que estaban combatiendo. Al ver la situación, se movió hasta detrás del monje... pero no llegó a lanzar el conjuro, al ver como el ser agonizaba.

- Y ya van dos. Gran trabajo, Tormento de Tinieblas. Haces honor a tu nombre. Gran trabajo también el tuyo, Buscador. Me alegra comprobar que mi daga te funciona bien. Si os parece, buscaré un poco en esta zona. De hecho, creo que todos debemos revisar el lugar.

Tras las palabras revisa el lugar en donde se encuentran, por si hubiera algo útil.

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Todo había sido rápido en su comienzo y todo había sido rápido en su final. Afortunadamente sin más sangre que la del engendro que ahora reposaba a sus pies, sin vida. Miró a Buscador a quien dirigió un asentimiento de cabeza en honor a su gran labor. Su mano había dirigido la daga con la misma habilidad a con la que sabia manejaba las ganzúas. Y después a Enterrador, cuya maza había terminado de rematar la labor llevada iniciada por ellos. 

-Es hora de proseguir, pero antes veamos qué hay en esta sala tal y como dice Nigromante. Y quizá habríamos de asegurarnos que estos cuerpos no sean devorados o arrastrados por ninguna de las otras criaturas que sabemos hay por aquí. 

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Anciano Sabio, quien había estado siguiendo todo el tiempo a Enterrador, se mantuvo al margen cuando se inició el combate. Era consciente de la fragilidad de su viejo cuerpo y, salvo que fuese para rematar a algo o alguien que cayese a sus pies, no estaba dispuesto a poner en peligro su integridad física.

Desde un lugar que consideró seguro, observó como se desarrollaba el combate y como aquella criatura era vencida por sus ahora compañeros. Anciano Sabio se acercó a ellos una vez terminó la refriega, sin apartar la vista del doppleganger.

¿Estáis todos bien, hijos? preguntó al llegar con la voz más amable y preocupada que pudo poner, mientras miraba a los ojos de cada uno de los implicados en la lucha. Le daré las gracias a Pharasma en mis rezos, por esta batalla. Pero antes, me uniré a la búsqueda de algo de utilidad en este lugar, hijos.

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 Y qué presentación realizó la daga hundiendo su filo en las entrañas de la criatura que Buscador sabía con toda certeza que canalizaría hacia él sus represalias. Pero aun en el breve instante que tomaría al monstruo girarse y buscar a quien con el acero en su vientre nadaba, disponían de tiempo suficiente para acabar con el sadismo del cambiaformas que trataba a los humanos como un experimento.

El detective se agachó y se apartó de una zancada, abandonando el costado del engendro para encontrar su espalda. Una espalda que si quería proteger de la afilada arma que le habían prestado, se vería obligado a exponer el monje que con sus golpes ya habían hecho crujir varios de sus huesos. No obstante no dio ni tiempo a que se girara, porque cuando lo hacía Enterrador se sumaba a la melé formada blandiendo una maza que junto a la última estocada que Buscador dio tajando la riñonada, contribuyó a la muerte de un enemigo que no llegó a presentar batalla.

- Y vaya que funciona bien. Fíjate que casi estoy deseando que se te olvide su propiedad como se nos han olvidado el resto de cosas- respondió jocoso al comentario hecho por Nigromante, tras lo que se dirigió en tono más serio al monje.- Para eso quizá lo mejor sea llevar el cuerpo al armario de atrás- añadió cabeceando hacia el pasillo que habían abandonado-, donde hemos dejado nuestras cosas.

Buscador se agachó para observar más de cerca a la criatura que acababa de matar. Sentía curiosidad por un ser tan desconocido para él, pero también interés por cerciorarse de que realmente estaba muerto. Lo segundo no fue difícil de comprobar, y tan pronto lo hizo sacudió la daga antes de usar las ropas del cadáver para limpiar lo que quedaba de sangre.

- Por cierto, Tormento de Tinieblas, te agradezco lo del hacha, pero aunque ya he visto que no necesitas armas para ser letal, quizá tú puedas sacarle mayor utilidad- le dijo extendiendo el hacha con intención de devolvérsela.- La daga es más de mi estilo. Preferiría mi espada, sí, pero a falta de ella...- Se encogió de hombros.- Y como he dicho: gracias.

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Recogió el hacha con un asentimiento de cabeza y sin que en su rostro hubiera gesto alguno de reproche por la devolución del arma. Entendía perfectamente a Buscador y en aquel momento funcionaban como una comunidad donde todo era de todos.

-Estamos bien. Nadie ha sido herido en esta pelea. Son fuertes y peligrosos, pero entre todos, podremos vencerlos. Ya tan solo falta uno. Pero no por ello debemos confiarnos.

Dicho aquello, recorrió la sala, a la búsqueda de cualquier cosa que pudiera resultarles valiosa.