Partida Rol por web

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PASADO EL MEDIODÍA (ENTRA LUZ DEL SOL POR LAS CLARABOYAS DEL TECHO).

SECADERO.

- No tengo respuesta a eso, hijo mío. - respondió Anciano Sabio al detective.- Se que la magia, en alguna de sus casi infinitas formas, puede crear ojos espía. Pero este ojo no es el caso. De serlo, hubiésemos detectado la magia en él.

Anciano Sabio miró a Enterrador y asintió con la cabeza. - Sí, puede estar diciendo que "ve" algo y nosotros entender que le ordena que "vaya" a algún sitio. Bien visto hijo mío. - Luego miró a Tormento. Le parecía extraño que no se hubiese pronunciado aún. Mi guardaespaldas... - pensó para sí antes de volver a hablar.

- Lo que decidamos hacer con el ojo y el preso ha de ser ya, hijos míos. El tiempo no juega a nuestro favor y hasta Matacambiantes está cansado y dolorido. Y si lo que sostiene Buscador es realmente lo que parece, un ojo espía, ya ha revelado demasiada información a su dueño.

- Sigo pensando que es buena idea mostrárselo al preso. Y si no reacciona ante él... destruirlo.

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INVIERNO, AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PASADO EL MEDIODÍA (ENTRA LUZ DEL SOL POR LAS CLARABOYAS DEL TECHO).

SECADERO.

Se giró al escuchar su nombre y le hubiera gustado negar las palabras que el anciano hombre le había dedicado, pero sería mentir y negar una obviedad. Estaba apalizado, le habían golpeado y atacado y eso hacía mella, por si fuera poco le habían transportado a un lugar extraño y sus amigos habían desaparecido. Estaba desubicado dolorido y aturdido, no podía negar lo que decía aquel hombre. Por su cabeza lo único que pasaba era salir de allí, reponerse y tratar de volver con su grupo, sin embargo no se veía muy capaz de ayudar a su nuevo grupo.

Se elevó de su posición en el suelo y lanzó un vistazo al dichoso ojo del que hablaban pero no supo encontrar nada que sirviera para esclarecer algo el asunto por lo que optó por permanecer callado mientras no se perdía ni un detalle de la conversación. Confiaba en que alguno de los presentes tuviera más idea que él de lo que sucedía y que mediante una revelación general pudiera aclararle a él sus dudas particulares.

—¿Destruirlo? ¿Por qué? Quizás pudiera ser útil en el futuro ¿no?

Miró a todos dubitativo por si había dicho algo terrible o carente de sentido.

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DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PASADO EL MEDIODÍA (ENTRA LUZ DEL SOL POR LAS CLARABOYAS DEL TECHO).

SECADERO.

Tormento permanecía en pie, absolutamente inmóvil. Su pecho apenas se movía bajo su sucia túnica, mientras su mirada recorría el espacio del secadero y sus oídos escuchaban las rápidas y precipitadas conversaciones de unos y otros. Solo sabía que allí un hombre colgaba semidevorado y muerto. Que la criatura responsable de ello, estaba muerta a su lado gracias a él y a Buscador de la Verdad y que un tercero permanecía aún en sus cadenas.

-Es hora de liberar a ese hombre. Nosotros despertamos de un modo no muy distinto hace unas horas. ¿Cómo os hubiérais sentido de haber despertado junto a quien cuenta con la llave de tu libertad y te la niega bajo especulaciones y excusas? Podéis maniatarlo antes de liberarlo de sus grilletes, pero apartadlo de ese infierno -dijo volviéndose hacia ellos-. O lo haré yo. En cuanto a ese ojo que guardas, destrúyelo salvo que sepas de algún beneficio por obtener de mantenerlo tal cual. Si está animado por la magia y es capaz de ver incluso sin un cuerpo que lo sustente, verá para quien lo creó y no para nosotros. En todo caso, nos expondrá a riesgos.

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SECADERO.

Tras unos minutos de silencio, Tormento de Tinieblas suelta los grilletes del prisionero. El hombre da unos pasos antes de caer de rodillas, frotándose distraídamente las doloridas muñecas mientras mira hacia el suelo con la mirada perdida y murmura:

- "Las palabras fallan." -

Buscador de la Verdad ha tapado el ojo con el sucio pañuelo, mientras los demás descansan o guardan silencio.

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SECADERO.

Por un motivo u otro, al final, Buscador de la Verdad no enseñó su descubrimiento al paciente ido. Solo sabe Buscador por qué. Enterrador suspiró mientras Tormento terminaba por liberar al reo y materializaba las opiniones del Anciano Sabio y la suya misma. Cansado por las heridas recibidas y el veneno que hacía pesado su caminar, se sentó sobre unos cascotes, entrecruzó los dedos de sus manos y apoyó sobre ellas su frente, recapacitando sobre la información que disponían.

- Tal vez deberíamos pararnos a descansar un rato por aquí - murmuró mostrando su cansancio.

A pesar de su aparente abstracción, siguió con la mirada el andar errático y cansino del hombre, antes que se parara a farfullar las mismas frases que dijera anteriormente, y mientras lo observaba meditó sobre el ojo que Buscador había guardado. Su mirada, cabizbaja, se perdió, ensimismado en recordar sus conocimientos y percepciones pasadas al respecto. No sabía cuándo ni cómo los había adquirido, pero de algún modo los tenía. Algo llegó a su mente, un recuerdo ignoto y atemporal, que hizo que el vigilante elevara el rostro con una mirada más consciente y segura, dirigida al portador del objeto.

- No es de aquí - se atrevió a decir -. No sé de donde, pero no pertenece a nuestro mundo - dejó caer repentinamente, expresando su opinión -. No creo que se trate, en este caso, fruto de un hechizo. Es como si fuera... - se interrumpió torciendo el gesto, girando el rostro hacia un lado y mirando el suelo, con unas facciones cercanas al enfado al no lograr encontrar una palabra. Repentinamente su rostro duro se relajó, una leve sonrisa se dibujó en sus labios y alzando la mirada volvió a tomar la palabra -. Una sonda - apuntó asintiendo.

Ante los rostros de confusión de los presentes, el hombre comprendió que ese término podía serles desconocido.

- Una sonda es una herramienta quirúrgica que emplean los cirujanos para explorar en el interior de un cuerpo, tratando de causar el menor daño posible en las estructuras del mismo - explicó levemente eufórico de comenzar a recordar conceptos de su pasado -. En este caso, opino, es lo mismo: algo enviado de otra parte, otro plano si queréis entenderlo así, para ver lo que ocurre en este, tratando de pasar desapercibido y de no causar efectos traumáticos - definió, tratando que el resto de los presentes comprendieran.

- No sé si quien está detrás de él, sea quien sea, es alguien o algo... provechoso para nosotros, por así decirlo. Pero me inclino a ponerlo en duda - opinó inclinándose hacia el pensar de Tormento -. De todos modos sigo creyendo que ese demente podría darnos alguna respuesta la respecto. Si llega a verlo claro. Aunque no sé que ocurrirá en cuanto "le ponga el ojo encima" - bromeó con un juego de palabras. Después observó al paciente arrodillado, suspiró, realizó un leve quejido de esfuerzo y se levantó caminando hasta él con paso cansado. A su altura se puso de cuclillas y le habló.

- Eh, amigo... El ojo de Zandalus ve, ¿qué busca Zandalus? - preguntó, probando si sus suposiciones e hipótesis conducían a algo.

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SECADERO.

El hombre mira a Enterrador con una mezcla de miedo e incomprensión.

Después mira hacia la puerta cerrada hacia el Sur y la señala con un dedo tembloroso mientras llora y gimotea.

Entonces entra en una especie de bucle mientras se balancea adelante y atrás y repite para sí concentrado en mirar el suelo:

- "Alabado sea, alabado sea, alabado sea..." -

Parece que ya no es consciente de nada, pero por un momento ha mostrado algo de lucidez al señalar la puerta del sur con miedo genuino. Es evidente que para el hombre más allá de esa puerta se oculta un peligro muy real.

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SECADERO.

- "Oh, oh... Esto me da mala espina, Pie Izquierdo." -

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SECADERO.

Miró a Enterrador a través de sus vendajes, una mirada imposible de captar, pero que de haberlo podido hacer habría sabido interpretar sin la necesidad de las palabras que siguieron.

-Deberíais olvidar esa obsesión por acampar y descansar. No tenemos opción a ello salvo que queráis dormir rodeados de enemigos dispuestos a mataros o devoraros, amén de la inmundicia de los cadáveres. Si es que en esas circunstancias sois capaces de descansar. En mi caso, tengo claro que la tensión y la necesidad de hacer guardias solo harían que mi agotamiento aumentara -señaló contundente dejando clara su opinión al respecto-. ¿Una sonda de otro plano? ¿Algo similar a él? -dijo en referencia al bárbaro recién aparecido-. En ese caso, vendedlo cuando salgamos de aquí. Alguien pagará por ello y seguro que paga bien.

En aquel punto se separó un tanto del grupo, prestando atención a la puerta del sur. Regresó sobre sus pasos.

-Esto es un secadero. Por lógica, lo que haya tras esa puerta es un lavadero. Puerta cerrada y cerradura sencilla para Buscador y sus habilidades. Pero capto diría que dos presencias. Alguien que gime y alguien que barbotea de forma incomprensible y... maníaca. Posiblemente otro cambiaformas. Quizás haya alguien más. No lo sé -sus palabras demandaban ayuda de terceros para confirmar su aseveración.

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SECADERO.

Anciano se aparta cuando ve a Tormento acercarse de aquella manera al encadenado. Con mucho cuidado de no caerse, retrocede lo suficiente como para sentirse seguro, aunque no le quita el ojo de encima al hombre, pues no sabe cual será su reacción al verse libre de sus cadenas.

Observa detenidamente como el prisionero avanza y acaba en el suelo sobre sus rodillas, continuando con aquellas palabras sin sentido para ellos. Enterrador se unió a la petición de descansar, lo cierto es que lo necesitaban, aunque alguno se negase aún a ello. Pero Anciano Sabio ya estaba incómodo con aquel hombre suelto.

Enterrador arrojó algo más de luz sobre aquel ojo que custodiaba Buscador de la Verdad y que ya habíamos sugerido que mostrase al pobre diablo y dicho que debía ser destruido. ¿Una sonda? - pensó Anciano Sabio poniendo toda su atención en Enterrador, al ver que aquel hombre permanecía arrodillado en el suelo y parecía no suponer una amenaza. Al menos por el momento. Arqueó una ceja mientras Enterrador explicaba como se valían los cirujanos de  objetos similares para explorar el cuerpo humano. Pero lo que más le llamó la atención, fue cuando mencionó "otro plano".

Se comenzó a acariciar su larga barba, tratando de hacer memoria y ver que recordaba de aquello, si es que alguna vez supo algo sobre la existencia de otros planos. Enterrador parece dar con algo a lo que ese hombre teme, y con cierta cordura y mirada de terror en sus ojos, señala la puerta cerrada que se encuentra en esa misma sala.

- Dije que no pelearía más y he entrado en combate. - Dijo el viejo con voz seria. - Pero ahora si que lo cumpliré, no esperéis que entre en esa sala sin que hayamos descansado algo y curado algunas heridas. - Explicó uniéndose así a la cantinela de Hombro Izquierdo.

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SECADERO.

Escuchó atento las palabras del hombre encadenado que no era capaz de responder y seguir las indicaciones que le hacían. Sin embargo señalaba una puerta tras la que todo hacía presagiar que había un gran peligro al otro lado. Velkan suspiró despacio y miró hacia la zona indicada, estaba cansado, herido y aturdido pero si había un enemigo que ponía en peligro su situación cerca de ellos, tenían que acabar con él antes de que los atacaran. Respiró despacio cogiendo energía mientras se preparaba a lo que les sucedería acto seguido.

—Soy partidario de confrontar ya el problema, antes de que nos cerquen más enemigos. No sé que habrá tras esa puerta, pero este no es un buen lugar para descansar, ni para remendarse las heridas.

Levantó el hacha y la apoyó sobre su hombro para que el peso no se hiciera incómodo en aquellos momentos de desasosiego. Observó con cansancio aquella puerta que abría los peligros y quizás la muerte, debían ir allí a enfrentarse al peligro para poder salir de ese lugar. Echaba de menos a sus compañeros, echaba de menos a Gruñido y Sascha.

—Crucemos esa puerta, veamos a que nos enfrentamos y tratemos de salir cuanto antes de aquí.

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SECADERO.

Enarcó la ceja mirando a Tormento, mostrando cierto aspecto de incredulidad ante el vendado y algunas de sus palabras.

- Debemos olvidar nuestra obsesión de descansar y acampar - parafraseó repitiendo las palabras del monje y asintiendo con la cabeza -. ¿Pero debemos recordar y acometer tu obsesión por continuar y combatir? - preguntó con evidente crítica. El vigilante suspiró negando esta vez. La verdad es que no tenía claro qué era lo correcto. Su cuerpo malherido y envenenado clamaba por descansar en aras de una leve recuperación. No obstante tal vez Tormento tuviera razón y el lugar no posibilitaba tal intento.

Cuando el púgil se refirió al bárbaro como una sonda, el cirujano reprimió una risa entre dientes.

- Tal vez. ¿Eres un enviado de otro plano para espiarnos, Velkan? - preguntó con leve humor, todo el que podía permitirse dadas las circunstancias -. No sé. A mi me pareces muy mundano - opinó, descartando tal posibilidad, a su ver.

Contempló las ansias de Tormento por continuar a toda costa, acercándose a la puerta que el reo demente señalaba alterado. Tras escuchar unos momentos, el hombre vendado afirmó oír dos presencias. Probablemente hostiles.

- Míranos, Tormento. Y mírate a ti mismo. Estamos hechos un desastre. No sé tú, pero yo o cualquier otro, si recibimos otra como esta... - mostró su herida aun sangrante y supurante -... no nos volveremos a levantar. ¿Estás seguro de querer continuar en estas condiciones? - preguntó esperando una respuesta definitiva al respecto.

Entonces escuchó la opinión del Anciano, abogando por descansar y tratar de reponerse. Enterrador asintió, pues él era de esa opinión.

- Si crees que este sitio no es seguro, posiblemente no lo será ninguno en todo este complejo. Pero observa: hemos limpiado esta zona y disponemos de material para fortificarnos - afirmó señalando los cascotes y piedras por doquier -. Siempre podríamos improvisar un parapeto, arrojar lo indeseable al pasillo, - realizó un gesto con la mandíbula hacia los dos cadáveres-... taponar el acceso momentaneamente y hacer turnos de vigilancia. Eso no nos asegurará nada, cierto, pero puede darnos posibilidades - expuso. Después calló, esperando el resto de opiniones. Pronto tuvo la de Velkan: continuar.

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Buscador había tenido intención de mostrar el ojo al prisionero, tal y como Enterrador y Anciano había aconsejado, pero tras el momento de lucidez demostrado una vez había sido liberado quedó en un estado tal en el que parecía incapaz de nada más que de seguir respirando alimentando así el tormento de una mente que viviría hasta que aguantara su cuerpo. Además la conversación había derivado hacia temas familiares aunque en lugares cambiados.

Mientras unos y otros sentaban las bases de lo que se discutía, el detective volvió a acercarse a la puerta que requeriría de usa habilidad para ser abierta. Durante el camino no paró de pellizcarse y retorcerse el bigote, práctica que no cesó hasta regresar junto a sus compañeros.

- Vuelve a plantearse pues el problema de si continuar o no, y me temo que en estas circunstancias debo estar de acuerdo con Tormento y nuestro reciente invitado, el que parece conocernos mejor de lo que nos conocemos a nosotros mismos. Sé que siendo yo el que probablemente se encuentra en mejor estado pueda sonar egoísta, pero si decidimos descansar ¿cuánto tiempo sería necesario? Y hay que tener en cuenta que deberíamos establecer guardias con al menos dos personas despiertas en todo momento. ¿Y después de ese tiempo qué? ¿Enfrentarnos a lo que nos espera tras esa puerta si es que no sale antes a nuestro encuentro mientras dormimos? Y si al final descansamos, ¿quién nos dice que después de ocho, diez o doce horas los cadáveres de los cambiaformas que necesitamos para franquear la barricada seguirán en su sitio? ¿Nos los traemos aquí con nosotros para que velen también nuestro sueño?- Cerró los ojos y meneó la cabeza negando sus propias palabras. No debía haber usado la ironía.- Lo siento. Lo que quiero decir es que descansar nos llevará mucho tiempo, un tiempo en el que no harán más que aumentar los potenciales peligros y la incertidumbre.

Miró a Tormento. Por su expresión supo más sobre lo que había al otro lado de la puerta que por lo que le habían permitido descubrir sus sentidos en su última excursión a ella.

- Lo mejor en mi opinión es abrir esa puerta, y abrirla ahora. Acabar con lo que quiera que hay al otro lado.- Algo que intuía que era la criatura de pesadilla que les había recibido nada más escapar del sueño.- Rápido y por sorpresa. Sin dar tiempo a que sepa que estamos aquí, sin que pueda prepararse para el ataque o salir a nuestro encuentro. Debemos ser nosotros los que actuemos primero, los que tomemos la iniciativa. Pero antes... Tormento, vi que en la anterior habitación recogiste una daga. ¿Te importaría prestármela? Siento como si una de mis manos estuviera desnuda.

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SECADERO.

-Mi única obsesión es salir de aquí cuanto antes y, además, hacerlo vivo -respondió seca y agriamente-. Estamos en el corazón de una amenaza. ¿Quién, en su sano juicio, permanecería más tiempo del debido en ella? -por un instante miró a Buscador y movió la cabeza afirmativamente, reafirmando lo dicho por este-. Pero antes de entrar ahí, debemos impedir que él se mueva. Sus alabanzas hacia lo ahí presente no me gustan y no quiero sorpresas a mis espaldas -dijo al tiempo que miraba a su alrededor, siendo muy consciente de los grilletes de los que lo habían soltado-. ¿Qué decís?

Una mano se introdujo entre los pliegues de la túnica y extrajo la daga demandada.

-Te la presto -le dijo y una sonrisa que semejaba una grieta en una roca se abrió en su rostro, una sima que no transmitía alegría sino algo muy distinto-. Cuando esto acabe y si sigo vivo, ya me la devolverás. En caso contrario, podrás quedártela.

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SECADERO.

Escuchó la conversación de fondo, pero él tenía en su cabeza sus propias preocupaciones negó sin entender demasiado bien la ironía de la pregunta de Enterrador y caminó despacio hacia la fatídica puerta tras la que se encontraba el presunto peligro y comenzó a olfatear. Muchos años viviendo en la naturaleza habían agudizado sus sentidos, su olfato solía ser muy preciso y le ayudaba a distinguir lo que podía encontrarse. No tardó mucho en percibir el olor, le era conocido y desagradable, olía a muerte y podredumbre. El bárbaro gruñó con rabia y furia mientras apretaba el mango de su hacha y se preocupaba de que su escudo estuviera bien ceñido a su brazo.

Antes de hablar se giró para acercarse a sus compañeros y así poder bajar el tono. Habló de forma suave pese a su grave y ruda voz, pero intentó que sonara casi a susurro, pues no quería alertar a nadie más que a los que dirigía esas palabras.

—Al otro lado hay una sala de tortura, huele a carne desgarrada y podrida, sé de lo que hablo y también huele a cambia formas. Preparad vuestras armas, habrá que usarlas.

Tras decir eso se volvió a girar hacia la puerta, para estar listo cuando el resto del grupo pretendiera cruzar y enfrentarse a lo que allí encontrarían.

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Enterrador puso los ojos en blanco ante el comentario de Tormento, insinuando sobre la necesidad de volver a encadenar al reo segundos después de que él mismo lo liberara con impetuosa y autoritaria determinación.

Es hora de liberar a ese hombre y un minuto después es hora de volver a apresarlo ¡Rediez!, gruñó mentalmente el vigilante mientras su mirada furibunda se dirigió al monje, que a su ver parecía actuar primero y recapacitar después.

Sin decir palabra rasgó el borde de su manta y estiró rompiendo la tela, extrayendo una tira de la pieza que se enrolló en su muñeca.

Acto seguido, estando el que más cerca del interno, ayudó a levantarlo debido a su extrema debilidad y con cuidado lo depositó en el rincón donde lo habían hallado, junto a los grilletes. Sin forzarlo pero sin miramientos, tomó el brazo que no había sido encadenado, por tanto libre de heridas y rasguños, y lo encadenó de nuevo para sorpresa del reo.

Antes de que pudiera empezar a chillar, tomó la tira y amordazó al pobre desdichado para que sus gritos no arruinaran el intento de entrar en la habitación del sur, porque eso era lo que finalmente iban a hacer.

- Lo siento amiguito. Sé paciente, pronto volveremos y te soltaremos otra vez - dijo a modo de disculpa, pero visiblemente enervado mientras hacía el trabajo sucio y menos deseado. Una constante en su vida.

- Bien, ese no debería molestar para la incursión - afirmó con tono grave mientras miraba, principalmente, a Tormento.

No quiso discutir con ninguno sobre el alto riesgo que comportaba que fueran heridos nuevamente. Parecía que la mayoría estaba dispuesto a asumirlo, por tanto él no sería un obstáculo. Todo lo contrario: se acercó a la puerta, maza pesada en mano, dispuesto a seguir al resto en el asalto.

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Tras su último truco, tras ese lanzamiento de detectar magia que ninguna información le había dado, Nigromante no había dejado de pensar. De hecho, seguía haciéndolo. Y sus pensamientos se habían oscurecido cuando Buscador enseñó "eso". Aquel ojo que se movía, pulsante, trajo a la mente del que se hacía llamar Nigromante, no recuerdos, pero sí la sombra de los mismos. Esa palabra que se oculta justo cuando quieres pronunciarla, esquivando tus futiles esfuerzos para nominar algo que conoces perfectamente. 

Esos pensamientos, como negros nubarrones, le habían distraído, ¿cuanto?, ¿dos minutos, tres? Fue la pregunta de su cuervo la que lo sacó de su estupor, haciéndole mover la cabeza.

- Perdonad compañeros. Es demasiado extraño... todo lo es. Creo que siempre me he preciado de mi buena cabeza, pero me veo obligado a reconocer que este lugar, y todo lo que hay en él, causa una presión en mis nervios y mis sentidos totalmente arrasadora. En cuanto al ojo, coincido con nuestro buen sacerdote: no hay magia en él, y teniendo en cuenta que se mueve, eso es muy raro. ¿Quizás sea algún tipo de constructo? ¿o alguna especie animada? Lo desconozco. No parece serlo, en todo caso. Yo no recuerdo ahora mismo haber visto algo parecido, lo lamento. Sin embargo, yo no lo destruiría. Siempre es posible destruir algo, y quizás pueda sernos de utilidad. Aunque ahora mismo, reconozco, estoy sobrepasado. En cuanto a la puerta y al prisionero... - Nigromante se agacha y mira al pobre hombre, nuevamente encadenado- ... no se vosotros, pero me siento incapaz de dejarlo atrapado. Si lo liberamos y se hace matar, sea. Pero es evidente que es su encierro y lo que ha visto lo que le ha vuelto loco. Si lo dejamos así más tiempo, si matamos en su mente la pequeña esperanza que nuestra aparición puede haber causado, ¿no estaremos cometiendo un mayor crimen que matarlo ahora? Tormento- dice Nigromante mirando al monje- Tú lo dijiste. Y el que hable de forma demencial no nos autoriza a volver a encadenarlo. Además con el follón que había aquí... - el mago se gira y mira la puerta del sur- ... con el follón que había aquí dudo mucho que lo que sea esté desprevenido. Liberémoslo. Y por último respecto a atacar tal como estamos...- guarda un momento silencio y asiente- ... creo que estamos en un empate, puesto que yo también opino que deberíamos descansar. No es una opinión definitiva, pero creo que deberíamos dedicar un poco de tiempo a pensarlo mejor, puesto que cualquier combate con algo un poco más peligroso de lo que nos hemos enfrentado hasta ahora puede matar a varios, o a todos, nosotros.

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Escuchó a unos a y a otros. Le había sorprendido la rápida actuación de Enterrador maniatando y amordazando al prisionero antes de que todos se hubieran pronunciado, aunque estaba de acuerdo con aquel proceder si lo que estaban en juego eran sus vidas.

-Hay razón en tus palabras. Parcialmente. Entiendo que deseéis descansar y que restañemos nuestras heridas, pero no es algo que podamos hacer aquí de forma segura. Nos falta un cambiaformas para que nuestra libertad nos sea franqueada. Y está ahí. De modo que actuemos con inteligencia y establezcamos una estrategia. Situémonos a ambos lados de la puerta, creando un pasillo. Atraigamos su atención y cuando llegue el enemigo que caiga sobre él su hacha, su maza, sus dagas y mis puños. Vosotros manteneos a una distancia prudencial, y si aún hay magia en vuestra sangre, usadla -dijo-. Yo me situaré a la izquierda de la puerta abierta. Buscador a la derecha para que la abra sigilosamente. Junto a él, Enterrador. Junto a mí, Velkan. Si actuamos coordinados, aun no contando con la sorpresa, si sumaremos nuestra fuerza en el ataque sin entorpecernos. ¿Estáis de acuerdo?

Dicho aquello y pese a no haber aún respuesta alguna, se situó a la izquierda de la puerta no abierta.

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Las palabras del recién llegado confirmaron lo que su intuición le había dicho. Si aquella era la última sala que en su exploración accidentada debían pisar, resultaba truculentamente poético que acabaran en un lugar que prometía ser como aquel en el que habían empezado: la locura encarnada en un ser sin rostro ni moral que en su crueldad torturaba a algún pobre desgraciado con la finalidad de experimentar.

- Gracias, Tormento. Espero poder devolvértela en persona, y si no...- Aceptó la daga y sonrió, una sonrisa muy diferente a la que recibía y que pretendía arrojar luz a esa sima que el monje abría y que parecía una extensión del lugar en el que se encontraban.- Bueno, si no siempre podrás recuperarla de mi cadáver. Tú también, Nigromante. Por mucho que me gustaría que se te olvidara, esta daga sigue siendo tuya.

La sonrisa no duró demasiado, lo justo que tardó en ser truncada la libertad del prisionero.

Con el llanto de fondo el detective se acercó al desdichado y sin llegar a tocarle por temor a que su roce causara la reacción opuesta a la calma que esperaba transmitirle, le dedicó unas palabras. No creía que sirvieran de nada, pero nada perdía intentando proporcionar algo de paz a su alma atormentada.

- No te preocupes, no te preocupes... Tranquilo... Tranquilo... No tardaremos nada. Es por tu bien. Tan pronto acabemos con lo que hay al otro lado, tan pronto lo destruyamos, serás libre.

Se giró al resto: a Velkan, cuyo odio le proporcionaba fuerzas listo  para hacer honor a su apodo, a Enterrador y Tormento, que ya ocupaban posiciones junto a la puerta, y al anciano y al mago que aun dudaban por la impotencia que probablemente sentían por no poder hacer nada por la ausencia de descanso.

- Sois hombres de fe. Tened fe pues en que lo conseguiremos y cuando lo hagamos podremos descansar todo lo que queramos. Y si no siempre nos espera otro tipo de descanso, libre espero de todo este tipo de tribulaciones. Así que acabemos con esto lo antes posible, por él- señaló al loco cuya locura a saber si tenía cura-, y por nosotros. Intentaré abrir la puerta de la forma más discreta posible, si así lo creéis oportuno. Si tengo éxito y no ha sido alertado podremos atacarlo por sorpresa. Y puede no haber sido alertado aun por nuestra presencia porque me dio la impresión de que el último al que nos enfrentamos estaba como ensimismado. Si por el contrario fracaso siempre podemos atraerlo hacia la puerta, tal y como propone Tormento. ¿Preparados?

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Es evidente que Nigromante no lo tiene claro en absoluto. No es, sin embargo, para cualquiera con mínima percepción el temor a lo que haya dentro de la sala lo que le turba. No para de mirar al hombre medio demenciado al que dejan encadenado. Es obvio que todo en él desea quitarle esas cadenas, y sólo por fuerza de voluntad deja de mirarlo. Es evidente que teme que cualquier acción, cualquier discusión, hará que tarden más en poder liberar a ese pobre diablo. Es por eso que se traga la respuesta, y al ver que sus palabras no han logrado que volvieran a dejar libre al hombre (y Nigromante se maldice por haber quedado ensimismado, juzgado, tal vez erróneamente, que de haber prestado más atención el pobre diablo seguiría libre) se apresta a ponerse frente a la puerta, a unos veinte pies de distancia.

- Si hay que abrid, abrid la maldita puerta. Yo atraeré a ese ser a vuestra trampa, para el caso que no lo pilléis desprevenido y sigamos el plan de Tormento. Pero si debemos hacerlo, no lo demoremos más.