Partida Rol por web

¿Qué le decimos al Dios de la Muerte? Hoy no.

— Syrio Forel —

Los labios de Aldern llegaron de repente y la muchacha no pudo hacer otra cosa que aceptarlos, dejándose llevar por el hambre del chico a ese lugar donde las preocupaciones se tomaban un respiro. 

Para cuando se separó de ella, tenía la respiración alterada y rodeaba su cuello con los brazos. En el suelo había quedado el pañuelo que había cubierto sus hombros, sin que Carellyn supiera a ciencia cierta en qué momento se le había caído. Se dejó llevar hacia la cama y se sentó sobre él a horcajadas cuando tiró de su mano. Sus pupilas estaban algo dilatadas cuando se posaron sobre las de Aldern y sus manos empezaron a acariciar su cuello mientras lo escuchaba. 

—¿Por qué hoy sólo quieres hablar y hablar y hablar? —Se quejó, esbozando una mueca algo cómica antes de tomar aire despacio por la nariz, tratando de centrarse—. Si no me lo hubieras ocultado yo misma podría haberte dicho que a mi padre no le gustan ese tipo de manipulaciones sutiles. Tu lengua lisonjera no va a funcionar con él. —Suspiró y miró al techo por un instante. Al bajar la mirada, peinó al chico con los dedos con un gesto contenido—. Eres un imprudente y un idiota, Aldern Dayne —aseguró—. Y te mereces que te eche de aquí y no te vuelva a dejar entrar nunca más. No te creas que voy a perdonarte sólo por un par de besos. Has estado a punto de marcharte a la guerra sin besarme y sin decirme que pretendes mi mano. Y aún ahora sigues hablando, en lugar de arrancarme de una maldita vez el vestido que me he puesto para que me lo quites.

Bajo las caricias de Carellyn las cosas parecían más sencillas. Mejores. De repente todo el tono de la conversación había cambiado y volvían a parecer unidos. Incluso los reproches dejaban de parecerlo. El chico miró a la muchacha mientras ella hablaba, encogiéndose de hombros con cierta gracia cuando ella lo llamó imprudente e idiota. Luego, con la amenaza de echarle, sonrió, dando a esa sonrisa un toque de lujuria y de promesa con las últimas palabra de ella.

—Si crees que te lo voy a quitar tan fácilmente, te equivocas —aseguró, colando una mano bajo la falda para pasar de todo lo que ella llevase y buscar su sexo, empezando a acariciarla lentamente—. Voy a hacerte de todo con él puesto, y te lo volveré a hacer después, cuando estés desnuda.

El chico dijo aquello mirándola a los ojos. Luego se pegó a sus labios, buscando que se mezclasen sus respiraciones.

—Y tú has estado a punto de dejarme marchar sin besarme... —enunció entonces, con la respiración alterada, mientras ladeaba su cabeza para buscar el cuello de ella para besarlo de una forma menos cuidada cuanto más se acercaba a su oreja—. Y de no decirme lo que te estaba pasando. —Extendió su mano libre por el otro lado de su cuello y por su nuca, deleitándose unos segundos en su oreja—. Pero estoy dispuesto a dejar que te ganes mi perdón si te portas bien esta noche —murmuró sin abandonar en ningún momento las caricias entre las piernas de su amante.

Los dedos de Carellyn se hundieron en los cabellos de Aldern cuando los dedos del chico alcanzaron su destino. No le resultó complicado, ya que la muchacha no llevaba ninguna prenda aparte del vestido. Y cuando sus susurros acariciaron la piel de su cuello Carellyn contuvo un gemido mordiéndose el labio, consciente de que debía ser aún más silenciosa que de costumbre a sabiendas de que el castillo estaba abarrotado de gente esa noche. 

—¿Y qué tengo... que hacer... para que seas tú... el que se gane mi perdón? —murmuró con la respiración entrecortada y los ojos brillantes—. Dime... maldito Day, ¿qué... —Tragó saliva—... es lo que deseas de mí... en la noche antes... de partir?

Al notar la casi desnudez de Carellyn bajo aquel vestido el cuerpo de Aldern reaccionó, elevando la temperatura varios grados y acelerando su corazón. Un largo suspiro abandonó sus labios, y en cuanto tomó aire y comenzó a acariciarla así, cómodamente, otro lo siguió casi después.

Las palabras de la muchacha erizaron su piel, excitándolo por su cadencia, aunque no comprendió qué era lo primero que le estaba preguntando. Mientras ella seguía hablando él continuó mordiendo el lóbulo de su oreja tratando de no hacerle daño, pero sin dejar de parecer hambriento. Su otra mano, mientras tanto, había pasado a acariciar el rostro de ella, y cuando el chico empezó a responder dejó el pulgar justo entre los labios de ella.

—Todo, Carellyn —susurró—. Lo deseo todo de ti.

No dijo nada más por el momento. En lugar de eso abandonó la oreja de ella para empezar a descender hacia su clavícula y luego hacia su pecho, buscándolo con la boca aún por encima del vestido. Para cuando lo encontró, sin embargo, se sentía tan incómodo en esa postura que ayudándose de la mano que antes estaba en la cara de ella empezó el movimiento de tumbarla en la cama a su lado. Él también cambió de postura, quedándose de rodillas entre sus piernas, y sin que su mano dejase de trabajar se quedó unos segundos admirándola, viéndola moverse al ritmo que marcaban sus dedos. Con la mano libre se desabotonó el pantalón y luego se tumbó junto a ella, usando los pies para quitarse los zapatos y acercándose a sus ojos y a su boca.

—Deseo... Deseo que nos olvidemos de que puede ser la última noche... Pero que follemos como si lo fuera.

A vuestra decisión queda. En cualquier caso, voy a necesitar que me mandéis por privado una valoración de 1 a 10 de la entrega amorosa de cada uno de vosotros. También entiendo que Carellyn cede su virtud al gallardo Dorniense, ¿no es así?.

Carellyn no dejó que Aldern terminase la última frase. Apenas estaba empezando a pronunciar la última palabra cuando la muchacha se movió lo suficiente para para atrapar de nuevo sus labios. Sus dedos comenzaron a recorrer el cuerpo del joven, desprovistos de timidez o pudor. Había en su forma de besarlo una buena dosis de familiaridad después del tiempo compartido, pero también estaba ahí esa seguridad en sí misma que había estado exhibiendo durante todo el día y que parecía haberse llevado también al lecho. Sus labios se mostraban más exigentes que de costumbre al robar el aliento de Aldern y pronto abandonaron la boca del dorniense para empezar a besar su cuello, su hombro... hasta que terminó tirando de su camisa lo suficiente para alcanzar uno de sus pezones con los labios.

Así, tomando el control más de lo que acostumbraba, fue desnudando poco a poco a Aldern, hasta que el vestido que llevaba fue la única prenda sobre la cama. Para entonces la respiración de la muchacha galopaba agitada y ahogaba los jadeos contenidos que querían abandonar su garganta contra la piel de su amante o directamente contra la almohada. 

Cuando los cuerpos de ambos se separaron una fina capa de sudor cubría la piel de Carellyn y en sus labios se dibujaba una sonrisa satisfecha. Con un sonido similar a un ronroneo se cobijó en el brazo de Aldern buscando que la rodease y desde ahí lo miró con expresión exhausta. 

—Me parece que ya he encontrado el fuego que debía buscar —bromeó, con la respiración aún alterada para, a continuación alzar las cejas y un dedo hacia Aldern—. No creas que te he perdonado aún. No te va a resultar tan sencillo.

Al notar cómo Carellyn se empoderaba más que de costumbre, Aldern se permitió disfrutar de una manera diferente a la habitual. Él no se limitó a dejarse hacer, como otras veces en que la iba guiando, ni dejó en manos de ella el placer de ambos, sino que trató de entregarle al menos tanto como estaba recibiendo. Y aunque no llegó a olvidar qué pasaba al día siguiente sí fue capaz de dejarlo completamente de lado.

Para cuando ella se separó de él el chico se quedó mirándola unos segundos, fijándose tanto en la forma en que su vestido se había desmadejado sobre su cuerpo como en la expresión de su rostro.

Ante las primeras palabras de la doncella Aldern se incorporó un poco, girándose un poco para quedar de cara a ella, y le dedicó una sonrisa apacible. Su brazo libre seguía acariciando el trasero de la muchacha, ceca del lugar donde había quedado manchada de su semen.

—Entiendo que estés molesta —enunció entonces en un susurro, y se inclinó para besar su mejilla antes de seguir hablando—. Me equivoqué. Sólo puedo decir que la próxima vez que planee hacer algo para casarme contigo serás la primera en saberlo —dijo a modo de broma antes de encogerse de hombros—. Aunque lo has sido igualmente, pero ya me entiendes. —Hizo una pausa—. Lo planearemos juntos.

En ese momento se quedó unos segundos mirándola de nuevo, pero sin separarse de sus ojos.

—¿Sabes que había pensado hasta cómo te lo iba a decir, si todo salía bien?

El ceño de Carellyn se frunció un poco ante las palabras de Aldern y apoyó el codo en la cama para sostenerse la cabeza y mirarlo desde arriba. 

—No me lo cuentes, mejor que siga siendo una sorpresa, ¿no es así? —preguntó, arrugando la nariz—. Porque vas a seguir intentándolo, ¿no? ¿O ya te has rendido?

Ante el cambio de postura de Carellyn Aldern se apartó un poco, lo justo para mirarla bien.

—Creo que no me rendiría ni aunque cualquiera de los dos se casase con otra persona —respondió tras un instante antes de hablar en broma sólo a medias—. Aunque eso complicaría un poco las cosas, claro.

Después de decir esas palabras el muchacho llevó la vista al techo.

—Puedo esperar si quieres, pero ahora que lo sabes ya no tiene mucho sentido. —Hizo una pequeña pausa—. Estaba pensando en intentar visitar el pabellón de los Rowan cuando acabe la batalla. Aunque es verdad que después de lo de Brenan, tu padre me acojona un poco.

Tras aquella confesión volvió a mirar a Carellyn.

—¿Tú quieres que siga adelante, no? ¿O prefieres que lo deje correr?

—Claro que quiero —No se lo pensó al responder, atajando cualquier duda al respecto—. Sería un sueño, Day. Uno que ni siquiera creía posible. 

Se quedó callada un instante, recorriendo con la mirada el rostro del chico con expresión pensativa, pero no tardó en hablar con practicidad. 

—Si de verdad quieres conseguir el permiso o el apoyo de mi padre deberías hablarle de forma clara, sin intentos de manipulaciones extrañas. Es un hombre bueno y cariñoso —aseguró con una pequeña sonrisa, mientras sus dedos acariciaban el colgante que ya no ocultaba sobre su pecho—, pero sobre todo es un hombre práctico. Si vas de cara, te escuchará. Pero si cree que estás intentando enredarle... entonces te hará lo mismo que a tu amigo.

Se encogió ligeramente de hombros, no parecía preocupada en realidad porque Aldern pudiera sufrir ese destino una vez le había dado los consejos que le habían parecido necesarios. Pero luego su ceño se frunció un poco.

—Más me preocupa tu prima —confesó, bajando la mirada por un instante—. No estoy segura de que mi padre vaya a estar dispuesto a ofrecer nada que pueda compararme con una heredera legítima... —Lo miró a los ojos entonces, buceando en sus pupilas—. ¿Y tú estás seguro de que es lo que quieres?

Los ojos de Aldern se desviaron hacia Carellyn cuando empezó a contestar. Asintió ante su respuesta afirmativa, con los ojos brillantes y una pequeña sonrisa, antes de encogerse de hombros al oír que ella no lo consideraba posible. Luego volvió a mirar hacia el techo, dándole vueltas a todo lo que oía. Cuando ella habló de Allyria y de lo que su padre podría ofrecer él pareció un poco más pensativo.

—Yo estoy seguro de que te quiero a ti —respondió al oír aquella pregunta final. Cogió aire entonces y lo exhaló lentamente antes de continuar—. A mí no me educaron para desear tierras, ni títulos, Care, bien lo sabes. Me educaron para servir a mi Casa y para que buscase lo que me hiciera feliz. Y eso eres tú. Es verdad que otros matrimonios facilitarían mucho las cosas, y que tengas que salvar Poniente las complica más todavía... —La miró un instante—. Por mí podríamos seguir solteros y juntos para siempre, pero no quiero que te cases con otro, ni yo quiero compartir mi lecho con otra persona.

Aldern guardó unos segundos de silencio antes de volver a hablar.

—La verdad es que no creo que tú sientas por mí lo mismo que yo por ti, pero espero que eso cambie con el tiempo. Y si no cambia, me conformo con lo que tenemos ahora. En cualquier caso, no quiero que nunca finjas nada. Quiero que seas clara y sincera —enunció sin victimismo en la voz, ni lástima, sino como si hablase de algo que considerase tan necesario tratar como el carácter de Lord Mathis—. En cuanto a mi prima... —Aldern chasqueó la lengua—. Puede ser complicado conseguir su favor, pero no quiero que la veas como una enemiga. Ella no te conoce, y sólo querrá lo mejor para mí y para nuestra Casa, como cualquier persona querría. La parte buena es que creo que la conocerás pronto, y que como ella no sabe nada de todo esto puedes impresionarla sin que crea que es con ningún tipo de pretensión.

Contempló en silencio la reacción de su Señor sin llegar a imaginarse la confusión y el dolor que podía estar sintiendo. Siguió en un respetuoso silencio y finalmente respondió a los requerimientos de su Señor intentando transmitir una tranquilidad que estaba lejos de sentir.

-Así lo haré Lord Everam, de inmediato.

No hacía falta mucho más, Lord Everam siempre había sido un hombre decidido y con las ideas claras, además sabía que era una persona fuerte y que se repondría de su dolor, o al menos sabría sobrellevarlo lo mejor posible por el bien de su feudo y de sus hijas. Otras cuestiones futuras se le pasaron por la cabeza pero no era tiempo de pensar en eso. Debía centrarse en su tarea actual así que abandonó la estancia del Lord y se dirigió hacia la planta donde dormía el servicio para avisar a Meredith. Golpeó su puerta con firmeza pues debía despertarla, pero en su caso se quedó esperando fuera por tratarse de una mujer. Unos instantes después apareció en la entrada.

-Lord Everam necesita que sus hijas se reúnan con él de inmediato en sus aposentos. ¿Podrías ir a despertarlas y ayudarlas a prepararse? Ve de inmediato, yo avisaré a Lady Carellyn pues también se requiere de su presencia.

Dejó que Meredith cogiera lo que necesitara, o se cambiara si era necesario, y se dirigió hacia la puerta de Carellyn. Se detuvo un instante frente a la entrada y tomó aliento antes de continuar.

Unos fuertes golpes sonaron en la puerta de la habitación perturbando el sueño de la muchacha, tanto si dormía profundamente como si tenía un sueño ligero insistieron hasta asegurarse que la persona a la que buscaba estaba despierta.

-¿Lady Carellyn? Soy el maestre Paul. -La voz del maestre se escuchó al otro lado.- Tengo que hablar con usted.

Sin lugar a dudas era algo extraordinario que Paul fuera a llamarla a aquellas horas, pues era aún noche cerrada, y que no lo hiciera a través de Meredith o alguna de las otras doncellas del servicio. 

Voy a necesitar unas tiraditas de percepción más observar dif 9 +3 por grado de acaloramiento para un total de 12. Para ver si os percatáis de la entrada del Maestre Paul al pasillo.

Unos fuertes golpes sonaron en la puerta de la habitación perturbando el sueño de la muchacha, tanto si dormía profundamente como si tenía un sueño ligero insistieron hasta asegurarse que la persona a la que buscaba estaba despierta.

-¿Lady Carellyn? Soy el maestre Paul. -La voz del maestre se escuchó al otro lado.- Tengo que hablar con usted.

Sin lugar a dudas era algo extraordinario que Paul fuera a llamarla a aquellas horas, pues era aún noche cerrada, y que no lo hiciera a través de Meredith o alguna de las otras doncellas del servicio. 

Meredith tardó poco en abrir la puerta ante la urgencia de la llamada. Llevaba puesto un camisón blanco y se cubría con un chal granate. Su pelo, aún revuelto, así como sus ojos ligeramente hinchados, indicaban que sin duda estaba durmiendo. No hizo preguntas al maestre.

—Permitidme sólo un instante que me ponga un vestido.— Pidió al maestre mientras ya comenzaba a tomar su pelo para iniciar un recogido rápido que le permitiese estar preparada lo antes posible. Esperó la afirmación del maestre antes de cerrar de nuevo la puerta, sin duda contagiada por la prisa que transmitía Paul.

Casi a la par que Paul llamaba a la puerta de la doncella, la puerta de Ser Dwain, dos más arriba, la última del pasillo se abrió.

El caballero aún estaba vestido aunque portaba ropas cómodas. Un pantalón de tela fina y una camisa de lino blanca amplia y sin duda fresca. Paul pudo observar que tras él ocultaba una espada. Observó un instante el pasillo u lo que ocurría y tras ver a Paul, no disimuló en dejar la espada tras el marco de la entrada, al igual que algo de tensión. Simplemente lo miró con curiosidad por aquello, sin duda extrañado. A esas aturas ya era consciente de que algo había ocurrido para que el maestre estuviese allí. Se limitó a cruzar una mirada con él con preocupación, antes de volver a meterse en su habitación.