Partida Rol por web

Después de brindar con el Barón, subo las escaleras en dirección a lo que es mi habitación. Me desvisto y decido  ponerme el camisón que traigo conmigo en el bolso negro. Acto seguido, me tumbo en la cama y me tapo con las sábanas.

La noche está cerrada y la poca luz que consigue traspasar la ventana no me ayuda ,para nada, a conciliar el sueño. Ademas, a esto, se le suma el gesto de Inara... Es una mujer muy misteriosa y... atractiva. Pero es por ello, por lo que no he de fiarme de ella, ni de ninguno de los presentes.

Cualquiera pudiese ser el asesino de mi padre.

No he dormido nada, creo que iré al pasillo. Investigaré un poco por aquí arriba y luego bajaré al Gran Comedor.  Por lo que me pongo uno de los vestidos más sencillos que poseo.

Y dicho y hecho, aquella joven salió de su cuarto y cerró la puerta tras de sí.

-Espero que no te moleste que haya venido. Sé que es de noche... y debes estar cansada. Todos los estamos, en realidad.

Inara caminó desde la puerta alrededor de toda la habitación, mirando solo por curiosidad, sin buscar nada en particular, para terminar deteniéndose justo delante de Eider.

-No -digo feliz por la visita-, me gusta tener a alguien en quien poder confiar aquí. Sé que es difícil, pero...

Inara se encontraba delante mía, yo me encontraba sentada en la cama, donde hace un minuto visualizaba la silueta de ella caminando por la estancia.

-¿La tuya es igual? -pregunto curiosa-.

Antes de abrirle la puerta a la joven Inara, me había puesto el camisón, escondiendo la grabadora en algún lugar de la habitación. La había apagado, asegurándome que la cinta se volviera a rebobinar, conservando la conversación. Con esto, ya no guardaba la grabadora en mí. O al menos... por ahora. Se encontraba apagada.

Inara sonríe, agradecida por el recibimiento y por la pregunta de Eider, que le permite relajarse.

-Muy parecida.Supongo que como nosotras dos... o al menos, eso quiero pensar. Qué nos parecemos mucho en cuanto a lo que queremos conseguir. Yo no sé tú, pero lo único que quiero es sobrevivir, huir viva, y eso no es algo que pueda hacer sola. Necesito confiar en alguien al 100%... y espero que seas tú.

Eso significa... que voy a salir de aquí con una gran amistad... o...

-Yo... soy algo torpe -digo un poco avergonzada. Me incorporo de pie y le observo, apoyada en la madera que sostenía ciertos elementos de la cama en sí-. Pero ... lo mismo que no nos podemos fiar de nadie, debemos tener aliados -suspiro con una dulce media sonrisa-. Así pues... ¿Qué planes tienes?

Camino descalza hacia la mesita de noche, donde la última noche guardé de mi bolso una vela aromática:

-Me encantan las velas... si no te gusta el olor -digo girándome un poco, encendiéndola con una cerilla-, puedes decirlo.

La vela huele a talco y en breves la habitación olería a lo mismo.

Inara miró directamente a los ojos a Eider. Era el momento. Lo había estado pensando durante todo el día... y por fin había llegado.

-Si estás aquí para acabar con nosotros, puedes empezar conmigo, porque yo no. No soy una asesina. Pero no estoy dispuesta a seguir esperando que alguien intente acabar conmigo por la espalda, así que de ser así, preferiría que lo hicieras ahora. Pero si no lo eres, y estoy aquí porque espero que así sea, quiero que me lo digas y así, a partir de ahora, las dos podremos estar juntas en esto, protegernos las espaldas juntas y cuidarnos la una de la otra.

Por último, Inara se acerca a Eider y baja el tono de voz, convirtiéndolo en murmullo parecido al que hace la brisa por la noche.

-Me gustas demasiado como para verte como una enemiga, pero no sería la primera vez que estoy equivocada por dejarme llevar por mis... emociones. Como soy de las que piensan que por ellas merece la pena arriesgarse... es por lo que he venido aquí... y estoy hablando contigo.

En cuanto a las velas... me encantan. Son mis preferidas.

Una sonrisa se me ha formado al oir sus palabras. Inara está siendo sincera y yo... necesito algo de confianza. Desde que he llegado aquí ella y Briett...

-No voy a ...-susurro en voz baja- asesinarte.

Lentamente me acerco hacia ella, esperando recibir una señal de sus ojos para invitarme a seguir.

-Cuidarnos ... no me parece una mala idea -vuelvo a sonreír a cierta distancia de su mejilla-, estaré encantada.

Inara le devuelve la mirada a Eider, cuyos ojos pasan de la incertidumbre al flirteo con rapidez. Sus labios se curvan y una ligera abertura se forma entre ellos.
Lentamente, Inara pasa sus brazos alrededor de la cintura de Eider y suavemente, acerca sus labios a uno de sus oídos.

-A mí me parece una idea estupenda -le susurra dulcemente -, y no se me ocurre nadie mejor que pueda cuidar de mí.

La voz de Inara es mucho más que insinuante. Es una invitación sin contemplaciones. Quizás por eso, sus labios no se separan cuando terminan de hablar, sino que rozan con suavidad la piel de Eider, esbozando un beso que provoca en ella misma un ligero temblor difícil de disimular.

Cierro los ojos al sentir el roce de sus labios en mi piel. Acto seguido los abros y ... me muerdo el labio. Le acaricio la mejilla suavemente y, con el corazón acelerado, le beso con ternura y pasión a la misma vez. Con miedo, no lo dudo, y creo que ella lo ha notado en el momento en el que mis manos han temblado...

-L-Lo siento...

¿Lo siento?, ¡EIDER! Si sus labios son...

Inara sonríe, pero no para burlarse, sino porque sabe todo lo que está a punto de venir. Las disculpas de Eider son completamente innecesarias, pero su inocencia le llena de excitación.
A pesar de que Eider se separa con brusquedad después de haberse dejado arrastrar durante un instante, Inara cierra el espacio entre ambas, coloca sus manos alrededor de su cuello, y acerca su rostro lentamente al de Eider. Sus labios van abriéndose y sus ojos cerrándose, hasta que se produce el contacto.
Los labios de Eider son suaves y dulces, y cuando Inara mueve los suyos para acoplarse, lo hace con total naturalidad, como si hubiesen estado allí, esperándola, y fuesen perfectos para ella.
Poco a poco, el resto del cuerpo la siguió e Inara presionó a Eider contra ella, sin fuerza, pero con determinación, con pasión... pero también con ternura.
Aquella iba a ser una noche especial, su noche, y eso era algo que nadie podría arrebatarles.

Le sigo el juego. Aquello es bastante exitante. Coloco mis manos en su espalda, buscando la cremallera de aquel vestido no tan sencillo. Cuando la encuentro, se lo desabrocho. Mi lengua lasciva juguetea con la suya, incitando e invitando al placer. Esta noche es de nosotras...

-Tu cuerpo es... precioso -le comento en susurros-.

Mis manos acarician sus hombros, sus brazos... Le sujeto la barbilla, pausando los besos entre ambas:

-Eres bellísima.

Inara se deja arrastrar por su dulce compañera, cuyos besos y caricias provocan en ella un estremecimiento tras otro. Son pequeñas "descargas", cada una de las cuales, sumada a la anterior, la lleva un poco más cerca de un éxtasis difícil de contener.
La lengua de Eider acaricia la suya, haciendo que Inara tenga que contener su excitación en cada uno de los movimientos que realiza. A pesar de ser una mujer con experiencia, siempre se había permitido guardar un pequeño refugio dentro de su cuerpo, y de su corazón, para que alguien pudiese llegar a él, y encontrar algo más que una cáscara vacía debido a la dureza de la vida que había llevado.
Y Eider estaba a punto de alcanzarlo.

Con destreza, Inara colocó sus manos a la espalda y terminó de desabrocharse el vestido, el cual se deslizó por su cuerpo hasta formar un pequeño bulto a sus pies. Con elegancia, dio un paso adelante para saltarlo y a continuación, empujó con suavidad a Eider hacia la cama.

Le tenía sin cuidado en dónde estaban, y no le preocupaba lo que fuese a ser de ellas por la mañana, porque aquellas horas eran lo único verdaderamente importante.

Inara envolvió con sus labios la boca de Eider y, con pasión y suavidad, devoró cada uno de aquellos centímetros húmedos de piel, procurando que su lengua explorara al mismo tiempo los pequeños escondrijos que su boca aún guardaba celosamente.

-No, tú eres hermosa -le dijo entonces Inara, consiguiendo separarse un instante -y eso es lo que hace que yo también lo sea. Y créeme, eso no es algo que me suceda todos los días.

Inara volvió a besarla y empezó a explorar otras partes del cuerpo de Eider: detrás de su oreja, su cuello, su pecho...

Aún tenía la ropa puesta, pero Inara sabía a la perfección que eso no constituiría impedimento alguno. Eider estaba deseando quitársela e Inara, poder seguir explorando su cuerpo, el mismo que nada más verla le había parecido que era precioso, excitante, y profundamente hermoso.

-Quitémosno la ropa...

Mi mirada pide más y más, ardo en deseo. Con las piernas le rodeo, invitándole a que siga. Sin embargo, a pesar de invitarle, tomo cartas en el asunto. Le desabrocho el sujetador, dejando al desnudo su torso. Le beso y voy bajando lentamente hacia sus senos, donde subciono su pezón derecho, mientras que, con la mano izquierda acaricio el otro.

En un ágil movimiento, me posiciono encima suya.

-Lo siento, cariño, me gusta más encima -sonrío lujuriosa-.

Acto seguido, le beso el cuello, deslizando mi mano hacia su monte de Venus.

Inara no es inmune, ni mucho menos, a los movimientos, besos y caricias de Eider. Mientras ella procura que cada beso deje una sensación difícil de olvidar, Eider le desabrocha el sujetador, acaricia uno de sus pechos y succiona el otro, llevándola al siguiente nivel.
Casi sin darse cuenta, su propio cuerpo amenaza con descontrolarse y un fuego difícil de apagar aparece entre sus muslos. Cuando Eider la gira y se posiciona arriba, sabe que ya no tiene nada que hacer.

-Lo que te haga sentir mejor, cariño -logra decirle.

El contacto de sus labios con su cuello hace que Inara estire el suyo en busca de un aire que no llega, deseando escapar y al mismo tiempo, ser retenida.

Pero son los dedos, los suaves dedos de Eider, descendiendo entre sus piernas, los que acaban por vencer su ya escasa resistencia. Inara la rodea con sus brazos y abre sus piernas, frotándolas inconscientemente contra su cuerpo, dejando que el calor de su compañera la invada y que la humedad que ya no puede retener, las cubra a ambas.

En un alarde de autocontrol, Inara abre la boca y besa con fiereza a Eider. No quiere soltarla. No puede. Es la única forma que tiene en esos momentos de contener la avalancha que se acerca. Pero al mismo tiempo, sabe que tiene pocas oportunidades de conseguirlo, porque la mano de Eider continúa en el mismo lugar, moviéndose, acercándola un poco más hacia la desesperación.

Inara alarga una mano y acaricia la suave piel de Eider, dejando que su mano descienda hasta poder empujar a Eider contra ella. Después, en un pequeño acto de contorsionismo, mueve el cuello, se acerca a uno de sus pechos, localiza el pezón de Eider y con su lengua, comienza a acariciarlo.

Es el momento de intentar que Eider llegue al éxtasis y no piensa perderlo, así que aprovechando el momento de confusión que le crea, el breve instante de placer incontenible, su lengua rodea el pezón para después envolverlo entre sus labios, suavemente, empujándola más y más hacia un abismo en el que ella misma ya se encontraba.