Partida Rol por web

El camino desde Siberia fue duro pero no tanto como la visión que se extiende ante mis ojos. Avanzo por las calles arruinadas de la que, en otro tiempo, debió ser una hermosa cuidad pero ahora solo es ruina y muerte.

El ambiente está cargado y Saskia está molesta, algo a su alrededor le incomoda, camina pegada a mi pierna, alerta, gruñendo suavemente. Coloco la mano sobre su lomo, que me llega a la cadera, y la acaricio para tranquilizarla, ambas lo necesitamos.

Al final de la calle veo a un grupo de personas que avanza entre las ruinas, al frente un hombre carga el cuerpo de una niña moribunda vestida a penas con harapos, los recuerdos me golpean inmediatamente.

-Maldición- murmuro acelerando el paso y acercándome al grupo. Una niña de esa edad debería estar jugando con muñecas, no luchando por su vida.

Al escuchar mis pasos algunos se paran y se giran como esperando un ataque, otros discuten algo sobre permisos paternos y otros sólo caminan hacia delante. Todos son como yo, semidemonios, pero hay de todos los legados.

-Hola, mi nombre es Alexia y ésta es Saskia, mi hermana loba- me presento a los desconocidos sin quitar la vista del hombre y de la niña, no soporto ver sufrir a alguien tan joven.

-Un grupo tan diferente y tan grande en un lugar destruido, supongo que todos estamos aquí por lo mismo- intento parecer amigable, pero sólo pienso la pobre niña, me recuerda demasiado a mí misma hace tanto años.

-Sabéis de algún sitio seco donde podamos ir, Saskia puede mantenerla caliente mejor que unos abrigos mojados- añado señalando a la niña.  

Annie había estado observando aquella escena, preguntándose si la amabilidad de todos esos extraños era realmente sincera o sólo una máscara. Realmente, no entendía por qué la gente seguía deteniéndose a socorrer a aquella niña que ya de por si estaba rodeada de un número considerable de individuos que supuestamente se habían conmovido al verla. Se preguntaba cuántos de ellos harían lo mismo si la niña no fuese una desdichada descendiente de Melknhar, sino una mortal de sangre caliente y apetecible.

- Ese pobre corderito ya está perdido- dijo, y en su voz vibraba un cinismo casi tangible. Suspiró, hastiada, y siguió la estela que otros habían dejado al decidir continuar a lo largo de aquel camino, guiados por la llamada ineludible que había traído a tantos extraños a aquella ciudad.

Nunca le había disgustado viajar sola durante tanto tiempo. Y esa vez no sería distinto a las anteriores, mientras sus pasos dejaban detrás de sí las marcas de las pisadas, la lluvia se encargaba de borrar ese rastro casi por completo. La mirada de la joven se alzó al cielo unos instantes, dejando que el agua resbalase por sus mejillas ya mojadas, con suavidad esbozó una pequeña sonrisa sádica, pero esta desapareció instantes después ¿Cual sería el motivo de la felicidad? Ella desconocía de aquello. Lentamente bajó la cabeza, dejando que sus largos cabellos rojos como el propio infierno, se acomodasen sobre sus hombros y espaldas, juntándose en gruesos mechones pegados por el agua de la lluvia. Pero no solo sus cabellos estaban completamente mojados, sus ropas habían sido caladas hasta el punto que ella podía sentir el agua correr por su cuerpo. 

Bajó apenas un poco su vista hacia las telas que la cubría, ese día había decidido por algo cómodo e informal. Unos vaqueros desgastados por el uso, que se veía que tenían bastantes años con ella, una camiseta de tirantes de color blanco que había perdido parte de ese blanco por el viaje y acompañandola  portaba un chaleco de color negro con unas hebillas. Encima de esto vestía una chaqueta corta (A la altura de la cadera) abierta, de un tono oscuro, que mostraba cierto desgaste al igual que sus pantalones. Sobre su espalda llevaba enganchada su arma, la cual sentía golpearla con suavidad una y otra vez con cada paso que daba, pero eso le daba seguridad, pues sabía que podría usarla cuando fuese necesacio.

No se había dado cuenta, pero todo a su alrededor se había transformado completamente, lo que antes era una ciudad, ahora solo eran ruinas. Sus escurridizos ojos viajaron de un lado a otro, quedándose con cada detalle y de sus labios solo brotó algo parecido a una sonrisa. Por un momento la locura reprimida en su interior se dejó ver por completo, pero estaba sola, nadie la veía, le daba igual. Dio un gran paso, pasando por encima de un cadaver, pero antes de continuar disfrutó de esa estampa tan dantesca que a ella tanto le apasionaba y encantaba. Sin poder evitarlo su lengua se deslizó por los labios, pero pronto se escondió pues había escuchado voces en el viento, por lo que siguió su camino tranquilamente, sin preocuparse lo más mínimo de la lluvia que caía sobre ella. Al llegar se quedó unos instantes estática, observando a todos los presentes ¿Era la última? Eso parecía, pero no se sorprendía, nunca le había gustado llegar la primera y hacerse esperar era algo que corría por sus venas... Aunque si lo pensaba bien, ella no venía siguiendo a nadie y tampoco había quedado con ninguno de los allí presentes.

Hizo una rápida barrida por todos y después miró a la pequeña criatura de forma severa, nunca le habían gustado los niños, quizás por su infancia, pero ella los aborrecía. ¿Pero qué no aborrecía ella? Sonrió levemente, de manera ladina mientras miraba hacia el exterior, dando unos pasos por libre, alejándose un poco del grupo, pero no demasiado.

Un molesto y desfavorecido joven se acerca a Andrew. Al principio no le da mayor importancia, un semidemonio más que se une al pequeño séquito. Tras un pequeño vistazo Andrew vuelve la vista hacia la catedral. Pero cuando se acerca para tocar el escudo la cara preocupada y nostálgica del joven Grovehn desaparecen al instante. En su lugar mira al alegre joven con cara de odio e ira contenida. Parece a punto de lanzarse a por él cuando de pronto y sin previo aviso su expresión cambia y una amable sonrisa aparece en su rostro. Su mirada y todo en general parecen haberse vuelto cordiales de pronto. Parece imposible que alguien pueda sufrir un cambio de estado de ánimo tan repentino.

-No, apareció una mañana a mi lado cuando desperté. No sé de donde vino, pero sentí una extraña conexión con él.-Sonríe al joven rubio.-Por cierto, por lo general los Grovehn no solemos permitir que otros semidemonios toquen nuestras armas. En mi caso es diferente, vivo con nueve hermanos menores y es imposible mantenerlos a todos a ralla. Te lo digo para que tengas cuidado la próxima vez... Si le haces eso a cualquier otro Grovehn no sé como reaccionaría.

Andrew se gira para ver a aquel curioso Melknhar, sopesando si se trata de un valiente o de un imprudente. Tal vez tenga algo de las dos. No sé de donde sacas la paciencia, la verdad es que se merecía una lección. Por primera vez en todo el tiempo que llevamos aquí se percata de lo jóvenes que sontodos, a excepción tal vez de aquel barbudo con músculos imponentes. Habría dicho que se trataba de un Grovehn si no fuera por las marcas de su piel. Su mirada baila entre los presentes, deseando conocer las historias de todos ellos, hasta detenerse en Alexia.

-Si quieres resguardarte de la lluvia puedes venir aquí abajo.-Le dice a la morena, mirando hacia arriba, hacia el escudo, con gesto divertido.-Es mejor que nada y parece ser que no tardaremos en movernos de sitio. Al decir esto su mirada se gira hacia la niña y se ensombrece un poco. Pero dura poco. Al de unos segundos vuelve a mirar a Alexia con una sonrisa divertida.

Escuché aquella discusión familiar algo perdida. ¿De veras era el momento para preocuparse de ese tipo de gilipolleces? Entonces una voz llamó mi atención, la de Gabriel.

-No soy ninguna guía -me limité a contestar. Parece ser que yo era la única de Oldland presente en aquella "reunión", pero aun así tampoco había que ser un lince para localizar aquel viejo y enorme castillo derruido. La nube de polvo y ceniza aún flotaba en el oscuro cielo, bajo la intensa lluvia.

Unos cuantos se dirigieron hacia allí, y decidí seguirles. Ya no había nada que hacer por aquella extraña niña. Si aún seguía con vida, cosa que dudaba, no le quedaría mucho. Cameron... Jamás había escuchado aquel nombre. Aun así, ya habría tiempo para indagar sobre su identidad. Ahora mismo apremiaban otros asuntos.

Estaba cansado del viaje. Nunca me había alejado tanto del lugar donde nací y crecí, pero estaba satisfecho, ya que estaba seguro de que en esa ciudad se encontrarían las respuestas a todas mis preguntas. El tiempo no acompañaba. La lluvia y el frío habían hecho del último tramo del trayecto algo más duro de lo que me podía imaginar.

Pero finalmente estaba allí. Me adentro lentamente en la ciudad, mirando en cada esquina, en busca de algo que realmente no sabía qué podría ser. Me había esperado algo más imponente que una ciudad en ruinas, pero ese era el lugar, estaba seguro. 

Fue entonces cuando vi un grupo de personas reunidos alrededor de una niña. No me llamó demasiado la atención. Parecía que la niña estaba sola y tenía frío, y ellos ya estaban ayudándola, por lo que me mantuve al margen sin dejar de prestar atención a lo que decían.

Un sonido surge de la nada y me hace dar un respingo, sobresaltado. No soy el único. Varios de los presentes reaccionan ante el extraño ruido y, la niña, comienza a gritar, hasta que cae al suelo, diciendo solamente un nombre. - ¡Madre mía! ¿Está bien esa niña? ¿Está inconsciente o está...? - No quise terminar la frase por miedo, aunque suponía la respuesta. - ¿Qué ha sido ese ruido? ¿Eso le ha hecho esto...? Perdonad que me entrometa. Me llamo Zagam, y al igual que muchos de vosotros, o eso me ha parecido escuchar, estoy también aquí buscando algo. Pero estoy más bien perdido... ¿Qué es lo que va a comenzar? En fin... Yo creo que lo mejor es que nos resguardemos en algún sitio.

Observo al chico del escudo que me sonrie esperando mi respuesta. Miro a mi alrededor sin saber si confiar o no, al fin y al cabo no le conozco, pero estoy calada hasta los huesos.

-Gracias por el ofrecimiento, sobre todo sabiendo lo importante que es tu escudo para ti- le devuelvo la sonrisa mientras avanzo hacia él con Saskia pegada a mí. Al acercarnos la loba le enseña los colmillos en señal de advertencia.

-No te preocupes por ella, es que es muy protectora conmigo. No hará nada si no se lo pido-

- Vatra. - Responde entonces Eko en tono grave, girándose levemente para que pueda ver la empuñadura de su arma. Entonces se queda mirando al oriental unos segundos, antes de añadir con voz seria.- Fuego en la tierra. - Explica. Acto seguido aparta sus ojos para echar un vistazo al camino por el que la muchacha que hace un instante los adelantó ahora debe estar alejándose..

- ¿Por qué no me cuentas esa leyenda mientras caminamos? - le pide entonces, reanudando el paso. Ya no tenía sentido avanzar en tensión, como si allí adelante algo pudiera atacarlos. Si así fuera, ya se darían cuenta cuando la cabezota de Zyllah comenzase a chillar.

Megan mira fijamente a la pequeña por un momento, preocupada de su estado pero cuando ella la mira fijamente y señala el templo, Megan lo entiende todo. Lastimosamente no había mucho que pudiera aportar en ese momento por el bienestar de la joven, así que decide permanecer aparte. Había suficiente gente auxiliándola.

Algunos parecen conocerse y eso le era extraño. No pensó que los pasos de conocidos pudieran acercarse en momentos así, pero todo podía pasar cuando de un llamado de sangre se trataba, y eso era lo que la había llevado hasta allí. Su sangre.

Escuchaba cómo muchos de Grovehn hablaban entre ellos. No podía creer que fueran tantos y menos que entendieran su unión con sus armas. Aunque a diferencia de todos ellos, Megan no tenía un nombre para sus armas, no porque no lo hubiera pensado sino sólo porque darle un nombre era separarlas de su ser y ella no se sintió completa hasta tenerlas en sus manos. Ella no era nadie sin ellas porque ellas eran sólo una extensión de su alma.

Ver a un joven del lejano oriente le sorprendía un poco y recuerda que en sus sucias andadas, tuvo que tratar con algunos, así que algo pudo aprender de su idiomas, pero ¿Será conveniente acercársele? No conocía la verdadera naturaleza de nadie allí pero era mejor estar unidos y él hacía parte del grupo que se dirigía hacia el lugar que había hecho su sangre hervir y prevalecer. Sin más, las pupilas de Megan se contraen completamente y el brillo en sus ojos se vuelve intenso. Sabe cuál es su objetivo, la pequeña Cameron lo había señalado. Era el momento de acudir al llamado de la sangre. Con la cara llena de ira y los puños temblando, Megan se une al grupo que se dirige al templo y le dice al joven que se ha identificado como Tetsuo - Hajimemashite, Megan desu. Ikimashou - toca su hombro para decir las palabras y toma el liderazgo pues su sangre hervía cada vez más intensamente, indicándole el camino a seguir, como lo había hecho desde la noche en que había descubierto su destino.

En ocaciones mi poder Melknhar hacia que viera imagenes de las personas a las que poseia y bastaba con tocarlas cuando estas cargaban con una fuerte experiencia, pero esta vez sentir el terror de aquella niña y se intensifico cuando via la imagen de la catedral Donde diablos he venido a parar arrope a la pequeña hasta que su cuerpo no pudo mas.

El apuesto hijo de Melknhar se presento, Gabriel como un ángel, le mire preocupada por el futuro de nuestra hermana de legado -Seele...Specter- mire a Nil - Gracias...-

Ignore a los demas puesto que solo me interesaba el bienestar de Cameron, aunque agradecia la propuesta de Alexia, pues su loba claramente le brindaria el calor necesario para mantenerse viva -Busquemos una lugar mas seguro, Alexia agradeceria que tu loba la cobijara-

Intente cargar a Cameron pero mi cuerpo no era muy fuerte, pues la fragilidad de mi legado en combinación a la de mi poder lo hacia debil, mire a Gabriel, sus mirada profunda me invitaba a recordar, pero mi mente se negaba a buscar en mis recuerdos olvidados si alguna vez le vi...

- Es ra primera vez que veo a un Guroven con un arma de fuego.- Responde a Eko, ante la muestra de su arma. Sonríe de lado, había sido una buena y corta charla hasta ahora, al menos servía para dejar de lado el estruendoso grito de la niña y el paisaje que les rodeaba. Y ante la petición del sujeto, no tardo en relatar.

- Ojisan, mi abuero, me dijo que hace muchos años atrás en este puebro hubo una reunión entre miembros de ros tres legados.- Inicio la historia como cualquier otra, como cualquier otra típica leyenda.- Er sello que contenía al infierno encerrado iba a ser abierto. Argunos eran traidores que querían desatar el caos en er mundo, liberando a los demonios, mientras que ros otros se vieron forzados a detener sus pranes.- Hizó una corta pausa, tratando de recordar los detalles de la historia, cuando creyó que sus ideas estaban en orden, continuó.- Finarmente ros traidores fueron acabados, pero hubieron muchas muertes... pero mientras argunos caían, otros vorvian a la vida con nuevos poderes... los tres legados en uno solo... aquello llamó ra atenció de muchos semidemonios que querían más poderu... Entre ellos mis padres. Jamás regresaron a casa... aunque es soro una leyenda, no sé si es cierto o no, pero pretendo averiguarlo. ¿A que vienes tu, Eko-san? 

Mientras caminaba, se dirigía caminando junto a Eko hacía lo que quedaba de aquella catedral, preguntándose si todo era real, si encontraría aquí las respuestas que quería, si sabría que es lo que había sucedido con sus padres. Pero entonces, una chica se le adelanto, tocando su hombro, apresurándole en su idioma. Una sonrisa se dibujo en el rostro del nipón, y respondio.- Sugoi, nihonjin ni hanashi guddo... Ore ga Tetsuo desu, yoroshiku. Sa, iko, Megan-san- Mantuvo su sonrisa, respondiendo un tanto coqueto, más cuando vio las hojas cruzadas en la espalda de la hermana de legado.

El joven parecía haber respondido bien a su gesto. Tal vez no era la persona más sociable y si hacía cuentas, nunca había sostenido una conversación real con alguien en su vida. Siempre había permanecido aislada del mundo, encasillada en su propia misión y tal vez, entablar un cierto lazo con alguien podría llevarla a tener ventajas para ellas desconocidas.

Mira al joven japonés y le dice - Kochira koso - continúa su camino y sin dejar de mirar al frente, habla lo suficientemente fuerte para que aquellos que ella había dejado atrás, la escucharan - Yo también vine a develar un misterio alrededor de mis padres, Tetsuo-san. Son muchas coincidencias para ser casualidades - mira al resto y parece que muchos se han quedado atrás. Se voltea por un momento para ver a la pequeña Cameron y verificar su estado.

Por lo que podía escuchar, subiría al lomo de un lobo, así que esperaba estuviera bien. Una joven así de frágil le recordaba mucho a sí misma antes de encontrar su cuerpo, sus espadas. Ellas eran su verdadera identidad.

Oigo el maullido de Naica antes de sentir sus garras clavándose en mi hombro. No le hacía ni puñetera gracia estarse mojando. A mi tampoco. Me imaginaba que todos irían de cabeza a la Catedral, era un lugar demasiado ominoso como para pasar desapercibido.

-Gato, gato.- Murmuro con intención de espantar la mala suerte.- Pues vamos a tener que ir nosotros también ¿Eh, preciosa? Si no quieres mojarte, será el único sitio con un cacho de techo.

Frota su cabeza empapada contra mi cuello señalando su conformidad. De todas formas, decido dar un rodeo, comprobando que el pueblo, era ahora una residencia de fantasmas y malos recuerdos.

Sentía como mis botas se hunden el sucio y mojado suelo, como la lluvia seguía empapándome no solo mi rostro si no mi cuerpo entero. Sin duda estaba calado hasta los huesos, pero eso me da igual, no me importaba. Había venido por una razón sumamente importante para mí, y no pararía hasta encontrar una pista, pequeña o absurda pero una pista después de todo.

- Maldita sea. - Mascullo visiblemente malhumorado,  me sentía frustrado y perdido a partes iguales ante tanta desolación.

Por otro lado, tengo que admitir que sentía cierta curiosidad por conocer los motivos del resto de los recienllegados, saber que les ha traído a Oldlando. Pero preferí no hacerlo, no tengo nada que ver con ellos, ni ellos conmigo, no había razones para inmiscuirme en sus asuntos ni ellos en los míos. Aunque ver a los descendientes de los tres legados que son drásticamente dispares entre sí es poco menos que llamativo y extraño.

Escombros y más escombros, no había nada de interés, solo restos de una civilización, parece ser que mis preguntas tendrán que esperar a ser respondidas. Tendría que buscar en otro sitio. Y es cuando me doy cuenta de que algunos se acercan a lo que podía ser una catedral, o lo que queda de ella. ¿Debería acercarme y meter mis narices? ¿Por qué no? Total, no tenía nada mejor que hacer en este abandonado lugar que parece sacado de un futuro apocalíptico y decadente.

Y la cuestión es, ¿qué nos tenía reservado esta ruinosa ciudad? A mí parecer pronto lo sabríamos, era de esperar que guardara algún que otro jugoso secreto y que con total seguridad nos toque desvelarlo. 

-La mía no.

Respondo con sencillez a la pregunta de Poron, mientras veo cómo algunos se encaminan hacia la catedral. Por el contrario yo prefiero ser de las últimas y aguardar a asegurarme de que la niña esté bien, al fin y al cabo hay demasiadas cosas que no comprendo como para necesitar ir deprisa.

-Es un placer, Zagam y demás -matizo, puede que algún otro nombre se me haya pasado por alto-, mi nombre es Vanna René, es un placer.

Sin mucha dificultad ayudo a Seele a cargar a la pequeña Cameron para encaminarnos con los demás en busca de algo de calor que, de seguro, nos hará bien a todos.

-Yo no he escuchado nada, ni sentido nada... ni vengo a buscar información sobre mis padres. Supongo que mis fines son bastante más egoístas... pero no importa, también estaré encantada de escuchar vuestras historias y la leyenda mientras.

Una dulce sonrisa, al contrario que muchas de las chicas presentes mi sonrisa no sería la más agradable ni la más bonita, pero al menos estoy segura de que es sincera, parecía que el destino se estaba enredando más a cada momento, pese a que mi objetivo era buscar los comienzos.

Más semi-demonios iban llegando, pero ninguno era él. Algunos discutían sobre si otros debían estar allí, y Marceline pensó que todos estaban en lo cierto. Nadie de ellos debía estar aquí salvo ella y él... Suspiró, y centró su atención en la Catedral de Baal. Al parecer, iba a ser su destino más próximo. Acarició a Fionna mientras susurraba para ella - No, a mi me hace tan poca gracia meternos ahí dentro, pero con este clima, las cosas no pueden empeorar mucho de lo que pudiéramos encontrar afuera...

La gente estaba presentándose, algunos hasta dando motivos porque estaban ahí. - Yo soy Marceline, y ella es Fionna - dijo acariciando una vez más las mojadas plumas de su halcón - Y no, no vengo en busca de mis padres. Murieron hace ya mucho tiempo. Aunque ciertamente una llamada, o "algo", nos ha traído a este lugar maldito.

Seele, Alexia, Nil... ellos se habían preocupado por garantizar el bienestar de la pequeña, también esa chica que se había presentado como Vanna, que ahora se ofrecía a ayudar a cargarla. ¿Buenas personas entre los semi-demonios? Pensaba que yo era una especie en extinción. Sonrío de forma amable, puede que en el caso de alguno se tratara simplemente de apariencias, pero el tiempo me había enseñado a no juzgar de forma precipitada, no conocía a esta gente, y al menos por mi parte les daría una oportunidad.

-La pequeña estaba huyendo de esa catedral... le aterrorizaba su sola imagen. No estoy seguro de que llevarla de vuelta sea la mejor idea... sin embargo tampoco podemos dejarla aquí sola. Confiaremos en que estará bien estando con nosotros.

Tampoco podía hacerse mucho más. Miré a Vanna con cierta suspicacia, decía no haber escuchado o sentido nada, sin embargo esa presencia había sido tan evidente que cualquiera proveniente del legado de Melknhar se habría dado cuenta, incluso los menos capaces. Aunque a veces no hay más ciego... que aquel que no quiere ver. 

Observo con interés el curioso desfile que se dirigía hacia la catedral: lobos, halcones y otros animales... Nil y su habilidad para manipular el fuego. Cualquier que nos vea pensaría que el Circo del Sol ha llegado a la ciudad. Sonrío, divertido por mis propios pensamientos.

-Acepta esto, Seele.-Mi quito mi abrigo, y lo coloco por encima de sus hombros. Era un abrigo largo, negro, de tacto agradable, y aún mantenía la calidez de mi cuerpo. Se estaban ocupando bien de la niña, pero no debíamos olvidar cuidarnos los unos a los otros.

-Deberíamos resguardarnos cuanto antes. 

Había escuchado ciertas cosas sobre Oldland... cosas sobre la última reunión que hubo aquí... ¿era posible que algunas de estas personas fueran descendientes de aquellos que se reunieron en el pasado?... Los antiguos Mayas consideraban la historia como algo cíclico, por la cual determinados eventos estaban irrevocablemente destinados a repetirse en el futuro... Sólo queda una cosa por saber... ¿Si la historia se repitiera? ¿Cometeríamos los mismos errores?... Puede que esta vez el resultado sea distinto...

Un gesto amable conmigo, eso me sorprendia, normalmente las personas tendian a aislarme...

-Gracias Sr. Hyde, es usted muy amable- realice una leve reverencia con un gesto de mi vestido y asintiendo con la cabeza...-Tambien creo que llevarla a la catedral sea muy apropiado, pero algo nos llama a ese lugar, lo puedo sentir, ademas nosotros cuidaremos bien de ella-

-Nil ¿podrias cargar a Cameron? por favor...-

Me puse de pie y acomodando el abrigo de Gabriel, use mi poder para quitar el barro y la humedad de mi vestido, por unos instantes mi cuerpo se volvio traslucido junto con mi ropa, excepto el abrigo de Gabriel, mi vestido volvio a verse limpio, aunque con el torrencial que aun mojaba a la ciudad, poco duraria, pero me sentia mas comoda...-Vamos-

Ignoré la respuesta de Eko, apreté las mandíbulas para no responder y continué mi camino hacia el lugar donde la joven del pelo rosa me había indicado que estaba la catedral. Incluso a lo lejos se podía ver una nube de polvo que parecía proceder de ese lugar, señalando mi destino. 

No podía evitar que mi buen humor hubiese disminuido con su presencia en Oldland y caminaba a buen paso, tratando de mantenerme alejada de él. 

Noté que varios de los semidemonios presentes se pusieron en marcha también detrás de mí, pero no le di importancia. Cada uno tendría sus propios motivos y objetivos, pero si todo era como esperaba, terminaríamos en el mismo lugar. De fondo, junto al golpeteo de la lluvia, podía escuchar la leyenda que el oriental contaba detrás de mí y una pequeña sonrisa se esbozó en mis labios al escuchar la historia que no cesaba de repetirse en mi mente desde la primera vez que la escuché.

Sin detenerme suspiré y alcé la mirada, para comprobar cuánto me faltaba para llegar al Templo. El golpeteo de Irad contra mi pierna me hacía sentir segura, pero no era sólo eso. Era... El cosquilleo de expectación en el estómago, la paz en mi espíritu al saber que por fin estaba acercándome a mi destino, la adrenalina galopando por mi sangre, respondiendo al llamado de un linaje olvidado... No, olvidado no... Abandonado. Eran muchas cosas las que se conjugaban para que finalmente, a pesar de todo, mi sonrisa no se desvaneciera y mis ojos brillasen.

Había estudiado todas las leyendas que encontré en libros sobre Oldland y la catedral, sabía que era un momento crucial y el hecho que estuvieran tantos semidemonios aquí, confirma aquellas leyendas.

- No te preocupes... yo la cuidaré.- le respondo a Seele, mientras miro a Cameron.

- Ten paciencia Zagam... ya verás... si este lugar es lo que dicen las leyendas... bueno, te aseguro que al menos, no te aburrirás.- le termino respondiendo al muchacho con una sonrisa en mis labios.