Partida Rol por web

El siniestro hallazgo no tardó en traer consigo reacciones cuanto menos extrañas.

-¿Qué sucede, Andrew? ¿Acaso conocías a esta mujer? -Su violenta actitud me pilló de imprevisto. No esperaba que las hostilidades empezaran tan pronto, y a pesar de que rápidamente cambió su tono, por un momento pensé que iba a atacar al tal Gabriel.

Me acerqué a Gabriel para ver más de cerca la pulsera con mis propios ojos, pero poco pude ver mientras el semidemonio la tuviera entre sus brazos.

-¿Qué pone en esas inscripciones? ¿Algo relevante, algo que podamos usar?

Las palabras del joven rubio también me pillaron por sorpresa.

-¿"La vieja baba"? ¿Tú también la conocías? -dejé un silencio y solté un suspiro- Creo que deberíamos empezar a compartir lo que sabemos para esclarecer qué demonios ha pasado o está pasando aquí. Una mujer ha muerto, casualmente la guardiana del castillo que también se ha derrumado... Toda la información que tengáis puede sernos útil.

Cuando por fin llegué a los pies de la catedral me quedé mirando con los ojos abiertos la escena. La mujer muerta sobre la escalinata, el animal junto a ella... Elizabeth... Parpadeé varias veces, con la sonrisa abandonando mi rostro, mirándola con una mezcla entre asombro y congoja mientras un nudo apretaba mi pecho. La maldita usurpadora había muerto. La muy estúpida se había dejado matar y mi misión aquí se tambaleaba delante de mis ojos, perdiendo el sentido a cada momento. Si alguien tenía que enfrentarse a ella, debería haber sido yo.

De nuevo el rencor hacia mi madre invadió por unos instantes mi mente, mientras mis mandíbulas se apretaban y mis ojos se afilaban. Si ella hubiera hecho lo que debía, esto no habría pasado... Sin embargo, mientras contemplaba la imagen que tenía delante de mis ojos, mi mente empezó a sustituir el rostro de Elizabeth por el de mi madre, el cuerpo de la cabra tendido a su lado por el de Nyx. Y mis ojos se empañaron tan sólo con la idea.

Algunos hablaban rodeando el cadáver y examinándolo, pero no era capaz de escuchar sus palabras. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. ¿Quién había hecho esto? Tragué saliva lentamente mientras apartaba con dificultad la mirada del cadáver de la mujer para mirar hacia arriba, al final de la escalinata, donde se erguía lo que quedaba del Templo de Baal. En completo silencio, con la mano sobre la empuñadura de Irad, esquivé los dos cuerpos y empecé a ascender por ella, decidida a averiguar lo que había pasado, completamente dispuesta a tomar las riendas de mi destino en ese momento y en ese lugar.

Había dado un rodeo, en la oscuridad y con la lluvia, ninguno me había notado. Era lo bueno de ser un gato negro en la noche. Trepar, había sido coser y cantar, tanto a Naica como a mi nos encantaba estar en una posición superior a la de los demás, entre otras, físicamente superior. Ruedo sobre mi espalda, y quedo tumbado de lateral, sobre la cornisa, en el borde. Desde las alturas alzo la voz.

-Esta claro, nya. Eli ha muerto cumpliendo su deber, nya. Si ella estaba para evitar que el sello se rompiera, significa que alguien está aquí para abrirlo. Dudo que sea la niña que habéis recogido, nya. Tenia demasiado miedo de la catedral, estaba huyendo, y la habéis acercado a su depredador. Con esta lluvia, y que el pueblo tiene más de una entrada...podría ser cualquiera de nosotros, nya.- Bostezo ampliamente bajo la lluvia y me relamo el agua sobre mis labios. Después sonrío exhibiendo una sonrisa perfecta en la oscuridad.- No hay mucho que se pueda saber...sin entrar.-Con un salto  me descuelgo doblando la espalda para caer con una cabriola detrás de cadáver, frente al tipo del escudo y el que parecía un telepredicador.- ¿Alguien más viene? Veo que ya tenemos a la primera concursante.- Con paso alegre voy detrás de la muchacha de pelo largo.

Una vez puesto un pie en aquel especie de templo, a al menos eso me parecía, el espectáculo no era más esperanzador. La  la desolación también lo había alcanzado, profanándolo, podía ver restos por todos lados en aquel desierto lugar, si no fuera por nuestra presencia el lugar estaba plagado de soledad y de una cruda realidad. 

No había dudas que no solo en la ciudad, si no que aquí dentro había sucedido algo difícilmente de asimilar, y ver el cuerpo de aquella mujer no hacía si no confirmar que la misma muerte se había pasado por aquí provocando a saber qué. Superaba con creces mi expectación sobre el asunto, siendo mucho peor de lo que había imaginado en un principio. 

Un escalofrío recorre mi cuerpo forzándome a ponerme en estado de una constante alerta, sin saber porque notaba una tensión en el aire un tanto enrarecido. No creía que fuera el único que se percatara de ello, y los encontronazos entre algunos de los presentes remarcaban el aspecto de caos del lugar.

"¿Cuánto tiempo habrá pasado?" Me pregunto una y otra vez, refiriéndome al suceso que ha podido desencadenar este cúmulo de desgracias.

Realizo una mirad fugaz pero inquisitiva a aquel "hombre" que ha tenido la osadía de acercarse al cuerpo de la mujer y quitarle algo que posiblemente sea preciado, y la actitud de mi hermano de legado aunque breve era bastante descarada, reacción totalmente justificable si ese pequeño objeto pertenecía a alguien cercano. Pero finalmente decido no intervenir.

Veo como otros realizan un movimiento distinto, éramos muchos y era difícil estar pendiente de todos y de sus respectivas acciones, así que prefiero centrarme en aquellos dos que tomaron la decisión continuar la maltrecha escalinata. Si quería respuestas a mis preguntas debería salir a buscarlas, así que decido acompañarlos.

- Yo voy.- Comenté de forma seca y ruda con una expresión constante e igualmente visible de malhumor en mi rostro. Y nada más decirlo me dirijo con la intención de subir aquellas escalones, pero eso sí, con sumo cuidado evitando a los cuerpos que se postraban sin ningún atisbo de vida obstaculizando el paso de forma inintencionada. 

Eko había continuado el paso con decisión, sin detenerse en ningún momento. Cada vez más cerca de la catedral, sentía algo en su interior revolverse, mezcla de la expectación y la tensión del momento.

Cuando llegaron al lugar donde la mujer yacía muerta, Eko negó con la cabeza, evaluando qué lo diferenciaba realmente de las decenas de cadáveres que poblaban las aceras. Al tomar Gabriel la pulsera le bastó un vistazo, atisbar un par de palabras, para intuir de qué se trataba. Posó sus ojos en Zyllah y suspiró. Aprovechar ese momento de debilidad sería cruel. De modo que tomó aire y, con voz segura, se preparó para llamar la atención.

- Mark. - comenzó, como quien empieza a lanzar en voz alta una letanía. Su voz estaba cargada con un cierto tono de suficiencia - Sir Jacob. Cristie.  - siguió después, mientras levantaba la vista del cuerpo del suelo para dirigirla un instante al cielo. Eran nombre más que repetidos, más que escuchados, y no había ningún esfuerzo en recordarlos uno a uno - Helmuth. Gael. Diarmuid Ua Duibhne. - silabeó sin cuidado. ¿Quién demonios escogería un nombre así? Aprovechó entonces para tomar una bocanada de aire, tragando sin querer un poco de agua de lluvia. - Eva. Domino. Escoria. - Fue recitando, y a pesar de que en los últimos nombres su voz se había vuelto más ágil ahora adoptó un tono grave. - Sandor.  Kaldreade. Nekhbet. Elizabeth. Avla. Jared. Valfar. Verona. - dijo, antes de suspirar y relajar su expresión durante un instante - Azhariel. Nybras. - siguió citando, mientras posaba su mirada en Zyllah, y entonces una sonrisa de medio lado se formó en su rostro. - Yannick Létang. Eko. - concluyó, pasando sus ojos por todos, uno a uno, antes de dar un par de pasos hacia atrás para separarse del grupo. No le preocupó saber si alguno de los nombres no estaba en la pulsera, o estaban escritos de otro modo. Ni siquiera saber si había algo más. Simplemente quería romper el momento.

- Y ahora, ¿podemos seguir adelante? - preguntó a nadie en concreto, poniendo rumbo hacia el interior.

-Hey, Jon Wayne, no es por meterme donde no me llaman...- Comento en voz alta mientras subo las escaleras a saltitos de dos en dos.- ...pero... ¿Tú y la Pelo Loreal sois hijos de tipos que ya estuvieron aquí? Es para saber si mis instintos felinos siguen siendo los que eran.

-¿QUE?-Miro a la chica de pelo de chicle, quien ahbia repetido el nombre que acababa de usar.

-O bueno... veras no es que la conociera... pero... Era una mujer que siempre merodeaba por aquí, seguramente vivía entre estas ruinas. Y a veces me daba cobijo o conversación, aunque era bastante callada la verdad... Pero la conocí hace mucho no esperaba volver a verla. Aunque supongo que las cosas empiezan a tener sentido...-Luchaba contra sus propios pensamientos que se agolpaban por salir.

Quedo mirando con curiosidad a quien ahbia nombrado todos esos nombres. Ninguno le sonaba, pero es evidente que mas de uno sabia que de iba todo esto realmente.

Al escuchar las palabras del hombre Eko se gira hacia él, mirándolo fijamente. Entonces asiente, con una expresión de exagerada aprobación, antes de hablar.

- Guau. - Dice, como si estuviera realmente sorprendido - Me has pillado, eres todo un lince. Y sólo he tenido que darte mi apellido. - Alaba levantando las manos, haciendo referencia a sus instintos felinos. - Y ahora, por favor, no empecemos una lucha de egos y llámame por mi nombre. - Pide entonces, con tono duro.

Marceline entró con el resto a la Catedral de Baal, y allí se encontraron el cadáver mutilado de una mujer y un macho cabrio. Se acercó hasta quedar a un par de pasos de los cuerpos, y se agachó e hizo un minuto de silencio - cerrando los ojos, puesto que en silencio llevaba un buen rato - por la muerte de la mujer del Legado de Eve y su animal. Tras ello se quedó mirando la pulsera, la cual Gabriel tomó y Andrew reclamó.

Marceline seguía agachada, en silencio, hasta que Eko se puso a recitar un montón de nombres. Entonces Fionna empezó a aletear, sin desengancharse de su hombro. Marceline se reincorporó mientras tranquilizaba a su halcón, y soltó un suspiro con la mirada fija, endurecida, hacia adelante. - Vamos todos, nos guste o no.

Camine junto a Gabriel tomada de su brazo, tal caballerosidad era algo "nuevo", bueno para Seele cada despertar traia cosas nuevas, Nil cargo a Cameron, estaba mas tranquila, aunque dormida, ya no parecia sufrir mucho...volvi a comentarle algo a mi acompañante...

Lamentablemente, a cada lugar donde voy, suelen suceder cosas no muy buenas, mi memoria me impide recordar detalles, pero la sensación de soledad y vacio, siempre me acompañan con cada amanecer, dudo que al venir a este lugar mi futuro me haya vaticinado algo bueno...

Al llegar, el cuerpo de una mujer yacia en las escaleras de lo que fue la antigua Catedral de Baal, junto a ella su compañero del legado de Eve, un macho cabrio, era fiel reflejo de las mismas heridas que tenia su compañera...

Asombro senti al ver como Andrew exigia en primera instancias la pulsera que Gabriel habia cogido, pero se retracto de su tono hostil, tras eso la adevertencia de Gabriel, curiosa tome su mano para ver mejor la pulsera, sin tocarla pues el contacto era con el hijo de Melknhar...

Eko comenzo a mencionar los nombres de quienes estaban inscritos en las cuentas de aquela pulsera...no reconocia a ninguno y jamas lo haria...sin expresión mas que la preocupación que sentia por Cameron, espere a ver que hacia mi compañero...¿y tu reconoces algun nombre de los mencionados por Eko?...pregunte a Gabriel...

Soy de los últimos en llegar a la escalinata de la catedral, estoy concentrado en la pequeña, cuando de pronto levanto la vista cuando alguien habla: - Mark,Sir Jacob. Cristie...- mientras Letang recita esos nombres, no puedo evitar interesarme y veo el cuerpo de una mujer en la escalinata.

Me acerco a Eko y le digo: - Puedes sostenerla un momento... por favor?- le digo mientras le hago el gesto y le entrego a la niña...- Es solo un minuto... gracias...- me acerco al cuerpo de la mujer que se encuentra en la escalinata, su mirada perdida... su cuerpo marcado por todas las batallas que tuvo que librar, para defender este lugar.

Pongo mis manos sobre sus ojos y se los cierro con solemnidad:- Descanza Elizabeth... gracias por todo, tu sacrificio no será en vano...- me vuelvo a Gabriel Hyde y le digo:- llévala con nosotros Gabriel... merece una sepultura digna de su sacrificio- continuo caminando y le pido a Eko que me entregue la niña: - Gracias... Letang... me encargaré de ella nuevamente- mientras lo miro a los ojos y le sonrío. 

Con una risa ahogada, sigo sonriendo.
-No, Jon Wayne, no me he molestado en aprenderme vuestros nombres, o moriré yo o lo haréis vosotros antes de que merezca la pena hacerlo. Solo he tenido que fijarme en tu cara cuando decías sus nombres y la que ponías mientras decías los de los padres de Loreal.- Vuelvo a reír. "Uno, dos, tres, y cuatro..."-... Y ahorrate las amenazas o sacar el arma. A nadie le gusta la gente agresiva, y si pasa algo malo, solo te pondrás una diana en la espalda... es un consejo de... bueno, es un consejo. 

La conversación a mi alrededor se torna más interesante por momentos, de modo que me limito a sonreír sin moverme demasiado mientras me fijo con más atención en la muerta, al parecer una vieja guardiana que poco podría hacer ya. Tal vez la niña la haya matado. El mero pensamiento provoca que me fije con más detalle en la niña para luego negar y descartar la propia idea.

-Por mi parte no conozco ninguno de los nombres, ni a la caída. Sólo busco a un viejo... conocido. "Nos veremos donde todo comenzó" me dijo. No lo entendí hasta hace poco, escuché de una vieja leyenda que decía que todo comenzó aquí. Aunque quizá aún deba de aguardar.

Cierro los ojos y suspiro profundamente, con la vana esperanza de que realmente sea este el lugar y el momento, tan sólo la presencia de tanto semidemonio que parece conocer tanto y ser atraído por este lugar me da algo de aliento.

Eko coge con cierto disgusto a la niña, tan solo movido por la curiosidad acerca de qué es lo que Nil pretende. La sostiene de manera firme, con ambos brazos, observando lo que el hombre hace. Después le entrega de nuevo a la muchacha, sin pasar por alto la forma en que el hombre se dirige a él, pero permaneciendo en silencio.

Luego, cuando el que se había dirigido a él antes vuelve a hablar, Eko le dedica una mirada sin demasiada emoción.

- No sé dónde has visto amenazas, agresividad, o peligro de muerte inminente. - responde en tono neutro - Pero si eso que has dicho han sido tus indicios, Lince, has extraído conclusiones equivocadas. - añade antes de encogerse levemente de hombros y continuar caminando, con un cierto hastío.

Siguió caminando junto a Eko, y tras Megan, hasta llegar a la escalinata del Templo de Baal. Su guardiana yacía muerta. Las actitudes de alguno le hicieron presagiar lo peor.

- Parece que es cierto... ras leyendas son ciertas... - Su mirada se mantuvo pendiente del cadáver en las escaleras. Tomo su katana desde la vaina, separandola del enganche a su cinturón. La vaina relucía negra y lustrosa, era sin duda un arma hermosa en su totalidad.

- Puede que sea nuestro turno de hacer ra leyenda.- Dice aquello sin mirar a nadie en específico. Entonces se adelanta y avanza por las escaleras, para entrar al templo de Baal.

Megan se encontraba atenta a las conversaciones pero no prestaba mucha atención a su desarrollo. Sentía que algo grande se avecinaba y eso hacía que sus sentidos estuvieran alerta. Al llegar a las escalinatas y encontrar el cuerpo de la guardiana, Megan se detiene por un momento a pensar y recuerda la identidad de la mujer. Era imposible. Ella era su única esperanza para saber algo sobre sus padres, los cuales habían sido asesinados.

Enfurecida, aprieta los puños y un gruñido sale de su boca. Sin pensarlo mucho, se dirige a una columna a medio caer y le da un puñetazo con toda su fuerza, logrando dañar unas cuantas rocas. Se sentía molesta y el brillo de sus ojos se hacía cada vez más intenso. Cuando Eko menciona los nombres, Megan intenta grabárselos pero no encuentra ninguno que le sea familiar y cuando decide subir, la joven que hablaba con él, se adelanta desesperadamente. Molesta, Megan dice entre dientes - Niñata - y Tetsuo comienza su camino también. Megan se le adelanta en forma de broma, esquivando a quienes se encuentran allí y le dice - Leíste mi mente, Tetsuo-san. Hay que ir antes que nos cause problemas que ella suba sola - desenvaina sus espadas y corre a toda la velocidad que puede. Era imperativo alcanzarla.

-Venga, machotes, que los dos la tenéis muy grande. Dejad ya de mediros las pollas con las amenazas -mi tono fue cortante cuando me dirigí al gato y al guaperas. No debíamos empezar con estas idioteces tan pronto. Algo se avecinaba, algo que nos revelaría qué cojones estábamos haciendo allí tantos semidemonios, en aquel sitio tan especial, y debíamos estar preparados para cuando ocurriese.

-Creo que Elisabeth merece una sepultura digna. Deberíamos llevarla con nosotros.

Esperé a ver si había algún voluntario o tendría que ser yo quien cargase con el sangriento cadáver hasta el interior de la catedral. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando volví a mirar a la degollada mujer... La situación cada vez me gustaba menos.

Los nombres recitados no me decían nada por lo que me olvidé de aquella pulsera y su contenido. Nada útil. Aunque esperaba con ansia una señal, algo, lo que sea, que nos indicara qué hacíamos allí, por el momento me estaba centrando en buscar culpables de la caída de la catedral. Era muy probable que el bastardo o bastardos que la hayan destruido también sean los causantes de la ruina de Oldland...

Ni uno, ni un solo nombre salido de los labios de aquel chico me era familiar, al contrario que algunos que afirmaban que incluso eran sus padres, pero era algo que no quería preguntar, no debía hacerlo, era algo demasiado personal, y no tenía nada que ver con el motivo real de mi inesperada visita en aquel tétrico, y no menos angustioso lugar. 

Lo que estaba claro es que algo realmente gordo haya tenído que pasar en Oldland para acabar casí borrado de la faz de la tierra, y el origen de todo aquella desolación parecía provenir del mismo templo en el cuál ahora me encontraba subiendo los angostos escalones. No se si era una ironía o una mala jugada del caprichoso destino.

Veo como una chica de mi mismo linaje asciende apresuradamente para ver el interior, y otra de aspecto tamién rudo solicita ayuda para transportar al cuerpo de la supuesta guardiana del lugar. Pienso un poco si aceptar o no, pero finalmente lo hago, no la conocía de nada, pero si hubiera estado en su lugar, qué mínimo que un entierro con propiedad. Y más teniendo en cuenta la posición que ostentaba hasta su muerte.

Ni corto ni perezoso me acerco hasta el cuerpo, estaba relativamente cerca, así que no me iba a llevar mucho tiempo, además, tengo fuerza de sobra para cargarla sin que me molestara en exceso, aunque un cuerpo sin vida por mucho cargo que tuviera aquella mujer sigue siendo desagradable.

- Ya me encargo de ella. - Dije ciertamente molesto ante la situación, era incómodo eso seguro. Sabía perfectamente que el barbudo pidió al otro que se encargara, pero me adelanté yo. No era lo mismo que llevar una niña, así que para mí no será un problema, pero para un Meklhar, quizás.

Dicho y hecho, la llleva en brazos con suavidad, con bastante suavidad, más de la que se puede esperar de alguien con tan imponente aspecto, alto y corpulento, y con una clara rudeza exterior y en el trato.

- ¿Are? Eh... ¡Matte! - Sonríe divertido al ver correr a la chica. Mira hacía atrás y apura el paso, para luego llevar su mirada al frente. Era extraño que entre tanta crueldad visible en el lugar se diese el lujo de divertirse, y aquella le hizo borrar la sonrisa del rostro.

Los semidemonios hablan alrededor de Andrew, pero él solo tiene ojos para Gabriel. No ha respondido a la petición del Grovehn. El gesto amable del joven se va torciendo hasta convertirse en algo parecido al desprecio. Sin decir nada se acerca a Gabriel y le quita la pulsera de las manos.-Creo que esto debería guardarlo yo. A no ser que tengas un motivo especial para tenerlo tú, claro. La mirada que le echa es desafiante.

-Sí, conocía a Elizabeth. Dice secamente, respondiendo así a las dos preguntas que le han hecho mientras comprueba las inscripciones de la pulsera.-Esta pulsera tiene un significado especial que no todos aquí sois capaces de entender. Su voz da a entender que es algo malo. Hace una pausa antes de levantar la cabeza del objeto.-Al menos de momento... Su mirada se para en Eko. Parece expresar algo entre tristeza y reproche.-Tu padre te ha enseñado bien. Espero que puedas regresar con él. Ha pasado por demasiadas cosas como para perder también a su único hijo. Con un rápido movimiento se mete la pulsera en el bolsillo y prosigue su camino, procurando ponerse junto a Alexia y Poron.

Su semblante vuelve a ser alegre y jovial, sin rastro alguno de su anterior cambio de humor, como si nada hubiese pasado. Sonríe al joven rubio.-Bueno, cuéntame más cosas sobre ese circo. Tú que haces allí? Un par de semidemonios ascienden por las escaleras, algunos de ellos aparentemente impacientes.-No sé a que vienen tantas prisas... La catedral no se va a ir a ningún lado.